Partida Rol por web

—Lira, no te fijes en lo que hacen ellos, ven... esto es entre las dos— dice la otra Niamh, mientras se mueve de forma seductora, avanzando lentamente y contoneando sus caderas, sonriendo. Mira a la verdadera Niamh, le baja con suavidad la concha que acaba de usar, y pone un índice en sus labios. —Shh, sólo necesito un poco de ti... por favor— susurra de forma tentadora y le guiña un ojo.

El contacto de su dedo con los labios de la Thyrsus hace que esta retroceda un paso instintivamente, también sorprendida por lo que acaba de suceder, con el mismo aspecto de Jack. No tiene heridas externas, no parece de alguna manera lastimada, pero sí en guardia y nada cómoda, mientras frente a ella su doble parecía tomar más color y más solidez.

—Tony...— dice el otro espíritu, aún molesto por el viento, —Tony, dame tu esencia...— dice, pero por más que intenta acercarse a Tyrrhenus, no logra ni siquiera rozarle. La corriente de aire que le rodea empieza a debilitarse y el espíritu parece estar recobrando su ímpetu, logrando erguirse frente a su doble sin tener que resistirse al embate del viento.

El otro Ogma se cubre el rostro. Parece tener la misma intención de sus compañeros, pero la magia de Niamh se hace presente en la habitación, su aura primal parece rodear el hechizo que acaba de lanzar y de repente el espíritu gira forzosamente la cabeza para verla y luego para mirar a Ogma.

—Mi nombre es Gula— dice mientras encara al otro. —Y también es Benjamin Kent.— responde, sus ojos fijos en el verdadero Ogma. —Ayúdame— suplica al final y se muestra compungido, casi evocando un poco de lástima. El viento comienza a debilitarse a su alrededor y el espíritu comienza a prepararse para continuar su esfuerzo de acercarse al original.

El toque fue desagradable... sentiste como la misma esencia mágica en tu ser era drenada con gran rapidez, drenada por aquel falso Jack. El Mana que guardas en tu patrón, el combustible que a veces usas para reforzar la realidad y dificultar las intrusiones del Abismo, fueron absorbidas por el otro Jack.

Tu visión mágica revela ademásque la otra Niamh parece más capaz y segura que sus compañeros*. Y no parecía que fuese a parar allí. No había rastros de hechizos temporales, o de maldiciones, aunque estas criaturas las pudieses registrar como claramente sobrenaturales.

El toque fue desagradable... sentiste como la misma esencia mágica en tu ser era drenada con gran rapidez, drenada por aquella Niamh. El Mana que guardas en tu patrón, el combustible que a veces usas para reforzar la realidad y dificultar las intrusiones del Abismo, fueron absorbidas.

La Esencia era el combustible de los Espíritus y aquel acto sólo estaba fortaleciendo a aquella intrusa. A todos aquellos intrusos, quienes parecían tener una mentalidad simple y directa.

A través de tu visión puedes percibir lo que acaba de suceder. El Mana que guardan los patrones de Niamh y Jack fue succionado por aquellos seres con el sólo contacto, sin que pudiesen oponer mucha resistencia. Y ahora, estos seres se veían más fortalecidos, más sólidos, más capaces gracias a este simple acto.

El viento aflojó y lentamente la habitación regresó a la normalidad. Las Nimbus de Niamh y Tyrrhenus se iluminaron con sus nuevos hechizos, pero la realidad misma, la Mentira que os rodeaba comenzó a agrietarse lentamente. Aún las pequeñas grietas eran demasiado pequeñas por el momento, tanto la Thyrsus como el Obrimos estaban tentando la suerte e invitando las fuerzas caóticas del otro lado del tapiz a inundar vuestro santuario.

Las hojas y naipes cayeron al suelo. El aire se hizo más respirable, y todos quedaron libres de los efectos. Pero ahora los dobles, enfocados en sus originales, se disponían a continuar aquel asalto sorpresivo sin demostrar intención de desistir por ahora. Después de todo, no parecían que se fuesen a cansar antes que vosotros.

La parte buena: estaba listo para patear a aquellos imbéciles. La parte mala: el viento que había conjurado se disipaba. Y otra mala noticia: parecía que a Jack y a Niamh les estaban haciendo algo. Nosotros, por el momento, habíamos tenido más suerte.

En cualquier caso, tuve claro qué debía hacer. Levanté mis puños a la altura de mis hombros y observé la habitación. Las cosas aún podían ponerse feas... Pero para otros más que para mí. No era pecar de soberbia, era una realidad. Así que di un paso a un lado, intentando dejar atrás al otro tío más guapo de la sala —mi doble— y me acerqué a la puerta, queriendo pillar al de Niamh por detrás.

En aquella ocasión no dije nada. Sólo intenté descargar un puñetazo con todas mis fuerzas contra su pómulo... Y que la magia se ocupase del resto. Después de eso dediqué una mirada rápida a la sirena.

—¿Estás bien?

Sin esperar su respuesta me di la vuelta: no iba a darle la espalda a ninguno de esos engendros.

Niamh exhaló un siseo ahogado cuando su doppelgänger le arrebató parte de su esencia, retrocediendo y dejando que su sitio lo ocupara Tony. Respondió a su mirada con un asentimiento rápido, conciso y alarmado y, mientras él desataba su magia (y sus puños) contra la impostora, ella recapituló rápidamente lo que había descubierto: los clones, además de poder poseerles, eran algo así como vampiros espirituales. Pues, por suerte para todos, tenía la solución perfecta para eso. No era algo que practicara a menudo… pero podía funcionar.

Cerró el puño sobre la concha, tanto que empezó a hacerse daño, y formuló en su cabeza el imago del hechizo que quería llevar a cabo: una barrera cerrándose en torno a la casa, protegiendo la madreperla de su esencia de aquellos malditos intrusos.

Morrigan sonrió, pero su sonrisa no era cálida y conciliadora: era como una bestia enseñando los dientes.

—Me intentas expulsar de mí cuerpo, en mí casa... te burlas de mí imitándome... me retas...

Sus finos dedos se deslizaban hacia su bolso, y extraían un objeto alargado de color amarillento pálido: una varita tallada en el fémur de un ahogado, desenterrado de un cementerio consagrado en una noche sin luna; apenas una aguja grande, tallada en una forma simple pero perfecta, al gusto de su dueña.

—¿Y encima te atreves a decirme lo que tengo que hacer?

Con un gesto ágil, apuntó a su doble con la varita, concentrándose en la carne del intruso, aquella carne tan parecida a la suya, tan palpable como la suya y, por lo tanto, tan mortal como la suya... tan capaz de pudrirse como la suya...  Morrigan pronunció las palabras de poder necesarias, convocando sobre su objetivo las miasmas que acompañaban a la muerte.

Lo tenían complicado. Parecía que no tuvieran nada que pudiera afectar demasiado a esas criaturas, y cuando su doble habló merced al hechizo de Niamh, los temores de Ben se vieron fundados.

Su doble decía ser Gula... y Ben tenía claro de qué pecaba él. Se conocía bien.

Empezó a mover las manos trazando unos símbolos en el aire y se concentró con todas sus energías. Debía extender el alcance de su poder para cubrir por completo a sus cuatro amigos.

Pronto notó cómo la energía manaba de él y comenzaba a desplazarse por toda la casa tratando de alcanzar a todos los seres que él quería. La energía invisible avanzaba, ignorando por completo los cuerpos de los objetos inanimados, y también los cuerpos de los dopplegangers para centrarse en las cinco siluetas de los magos y rodearlas como si fuera una cúpula protectora.

Se llevó las manos a las sienes y mantuvo la concentración.

- Aguantaré todo lo que pueda. - Dijo en voz alta avisando a sus amigos.

Tembló, perturbado por el toque de aquella copia de sí mismo que lo había estremecido por dentro. Dio un paso atrás, retrocediendo, sin perderle la mirada. 

—¿Quién eres? ¿Qué eres? —preguntó, odiándolo más a cada momento. 

De reojo vio los movimientos del resto y cómo la falsa Niamh caía al suelo. 

—Esa es la más peligrosa —anunció en voz alta, para sus compañeros. 

No se lo pensó dos veces, debían aprovechar la ventaja que les daba que estuviera caída. Cualquier hechizo le llevaría más tiempo del que quizás tenían antes de que se levantase. Así que dio un paso hacia ella y echó la pierna hacia atrás, dispuesta a patearle la cabeza sin ningún miramiento.

Abajo, Morrigan deja en claro que no dejará que esta doble le ganase la mano. Con una floritura de su varita la piel del rostro la otra Morrigan comienza a verse arrugada y tomar un color verdoso. La víctima se toca, mientras devuelve la mirada furiosa y da un paso hacia atrás. A medida que su piel empieza a descomponerse, Morrigan puede escuchar sonidos de aplausos provenientes de ella, y lo que parecen ser cumplidos y vítores como ecos lejanos de recuerdos perdidos.

—Pagarás por esto, Cecelia— dice mientras su cuerpo comienza a hacerse intangible hasta desaparecer, dejando en su lugar sólo la furia con que había proyectado su poder la Moros.

Arriba, la situación también parece tomar un giro positivo. Tyrr lanza un puñetazo que impacta la espalda de la falsa Niamh, y gracias a su magia, la fuerza y el efecto son inhumanos: su víctima sale despedida contra la pared cercana y se desploma confundida y herida. Con el golpe, podéis escuchar como emanan de sus cuerpos gemidos y rumores más cercanos a los de una noche de pasión, que a los de una reacción de dolor. Los otros dobles apenas si se inmutan ante este asalto.

Niamh intenta concentrarse sosteniendo en su mano una concha de mar, pero alcanza su límite: la piel de su mano se ilumina con grietas brillantes y oscuras, como un relámpago recorriendo su piel y agrietandola superficialmente. El dolor es soportable y un necesario recordatorio de que están jugando con la esencia de la realidad misma y de la omnipresencia del abismo, buscando una oportunidad para filtrarse en la realidad.

Ogma tiene más éxito, pero también debe lidiar con las consecuencias de su ambición: un hilo de sangre negra se desliza por su nariz, mientras siente como una migraña comienza a formarse en su cabeza. Pero al menos sabe que el escudo está en su lugar.

La patada de Jack hace que el cuerpo de la falsa Niamh se curve, y de nuevo podéis escuchar los sugestivos ecos de una noche apasionada, mientras Jack percibe el calor de una noche tórrida ante este esporádico contacto. Justo cuando siente como el otro Jack se avalanza sobre él, pero en esta ocasión, es el espíritu quien retira la mano con rapidez. La Nimbus de Ogma aumenta en intensidad, revelando que su magia ha protegido a su compañero.

El falso Ogma intenta también tocarle, fallando nuevamente, gruñiendo de frustración; y finalmente el falso Tyrrhenus da dos pasos rápidos y toma por las muñecas al verdadero Tyrrhenus, que ahora está enfrascado en un forcejeo contra su doble, quien le observa con la misma seguridad, tratando de contenerle, y desafiándole con la mirada.

El asentimiento de Niamh fue suficiente para que me centrase en lo importante: los que aún quedaban en pie. En posición de defensa miré a uno y otro lado, observando lo que hacían unos y otros. Quizá fue muy osado por mi parte apartar los ojos de mi doble cuando Jack pateó a la que estaba en el suelo... Porque los pasos del tipo me pillaron totalmente por sorpresa. Al menos sólo me había agarrado... De momento.

Durante un instante crucé mi mirada con la suya. Lo tenía ahí, de frente, tan cerca... Pero no sabía qué podía esperar de él, así que actué con rapidez.

—Bonita sonrisa —lo halagué antes de sonreír yo mismo.

Entonces, con rápido movimiento tiré de mis brazos con fuerza, cruzándolos y esperando que eso fuera suficiente para soltarme. Y luego, aprovechándome de la cercanía, le solté un cabezazo en plena nariz. Ahí sí que sonreí. Di un paso atrás, observando con atención cómo había quedado. Si esa era la pinta que tenía yo cuando me daban una paliza, me alegraba seguir entero.

Morrigan bufó ante las amenazas de su doble cara-podrida. De inmediato, se dio cuenta de que sus amigos podían encontrarse también en problemas: sin soltar la varita de hueso, echó a correr en dirección a las escaleras.

—¡Chicos! — llamó — ¿Estáis bien?  ¿Niamh?

Mientras la impostora gemía de placer con cada impacto, el contragolpe de la Mentira hizo que la verdadera Lira lo hiciera de dolor. La Thyrsus se irguió de un salto, con la mano izquierda sosteniendo la muñeca de la derecha, y con los ojos muy abiertos miró su propio puño cerrado. ¡Su concha! Tenía miedo de que le hubiera pasado algo, así que separó los dedos muy lentamente y, cuando vio que estaba intacta, suspiró de alivio. «Menos mal…».

Cuando volvió a levantar la vista, su belleza parecía haber cedido el escenario por completo a la frustración. De por sí pálida, Lira estaba más blanca que de costumbre, y como tenía los labios estirados hacia abajo en una mueca de desagrado, sus pómulos aparecían más afilados de lo que ya lo eran. «Torpe», se dijo. Había pecado de impulsiva. Peor: lo había hecho tentando a la suerte… y la suerte le había dado una señora bofetada. Si odiaba algo, eso era que se le resistieran.

Jack gritó que la falsa Niamh era la más peligrosa, y eso hizo que Lira se sintiera extrañamente orgullosa. Delante de ella, Tyrr machacaba a su doble en una escena que era de lo más exquisita, pero que intuía que no iba a durar mucho más. Se iban a retirar, los espíritus. Se lo olía. Podía verlo venir sin necesidad alguna de magia. Como un depredador que perseguía un bocado más grande que el que podía tragar, era cuestión de tiempo que se largaran… porque si no lo hacían, los iban a mandar a hibernar. Así que más le valía averiguar quiénes eran, antes de que desaparecieran del todo.

Mientras enrollaba la cuerda de la que colgaba la concha en torno a la palma de su mano, con la concavidad expuesta hacia fuera, y se aseguraba de que estuviera bien sujeta, oyó que Cece la llamaba.

—¡Estoy bien! —contestó, acercándose a su doble y agachándose a su lado, muy dispuesta a repetir el error que acababa de cometer. Sin embargo, antes miró a sus tres compañeros— ¿Caballeros?

Iba a necesitar que le cubrieran las espaldas. Acercó la mano a la frente de la otra Lira, y posó la palma y la concha sobre su piel, a la vez que comenzaba a entonar un hechizo en Alta Lengua.

- Estamos bien. - Respondió Ogma tajante desde arriba. Frunció el ceño y aguantó el impulso de limpiarse la gota de sangre que había empezado a resbalar por su nariz.

- Puedo frenarles... frenar sus ataques. Acabad con ellos. - Dijo a sus amigos mientras mantenía las manos en alto y se concentraba en mantener el escudo.

Ben no era una persona agresiva. Nunca lo había sido, y de hecho su magia no se basaba en nada parecido. Cuando había pensado en atacar a esos espíritus, o lo que fueran, no se le había ocurrido de primeras nada que pudiera hacer. Y sin embargo lo había... solo tenía que tener inventiva. Pero se le daba mejor proteger. Defender. Y eso estaba haciendo ahora. ¿Para qué inventar si podía hacer lo que hacía bien y ayudar a sus amigos?

Pese a no encontrarse en sus mejores condiciones... sonrió.

Jack retrocedió un paso al sentir el choque entre su copia y el escudo de Ogma. Después del toque anterior, lo último que quería era que el falso Jack volviese a tocar su brazo para robarle su esencia. Tenían demasiados frentes abiertos y no le gustó nada ver que el mastigos sangraba por la nariz.

Respiró despacio y sus dedos se movieron rápidos, dibujando un mudra en el aire con el que pretendía alterar la suerte de los atacantes. Alterarla a peor. 

La rápida reacción de Tyrrhenus toma por sorpresa a su doble y éste no alcanza a quitar la sonrisa de su rostro antes de recibir un golpe que lo lanza contra la mesa, mandando a volar todo lo que estaba allí, y haciendo que se desplome como un mero pedazo de carne del otro lado. Del golpe parece emanar un fuerte olor a oro, y juráis que un eco se extiende desde aquella criatura que parece recitar en susurro "mío, mío...".

Aquel acto detiene en seco a los demás doppelgängers. No se inmutan ante la llegada de Morrigan, ni impiden que Niamh se agache junto al otro Tyrr para tocarle. Sólo cuando Jack les afecta, estos se llevan las manos a los ojos durante un instante, pero en lugar de mostrar alguna reacción, giran sus rostros hacia los originales. Sus pupilas se han tornado de un color blanco, pero a pesar de aquel efecto desagradable, parece que os atraviesan con su mirada. Incluso la otra Niamh se sienta y observa a la original. Uno a uno, comienzan a hablar.

—No olvidaré esto, Cody Gunn. Podrías haberme ayudado... y no lo hiciste. Pensé que entenderías— dice apretando los dientes y acto seguido su cuerpo pierde solidez hasta lentamente desvanecerse en el aire de la habitación, dejando tras de sí sólo un breve zumbido que desaparece tras unos instantes.