Partida Rol por web

Avanzáis barriendo Quincy en dos coches, tratando de encontrar algún rastro de los espíritus. Conducís un poco en dirección este, hasta cubrir algunas calles. Poco a poco notáis como incluso vuestros hechizos parecen desvanecerse o ser desviados hacia un punto en particular, de manera lenta, como si se evaporaran ante vuestros propios ojos.

También os sentís letárgicos. Siendo aún la madrugada y no habiendo dormido, la fatiga parecía empezara a hacer estragos. En uno de los coches, Niamh bosteza y Tyrrhenus siente pocas ganas incluso de virar el timón del coche, como si no valiera la pena; en el otro Ogma no puede evitar parpadear y cerrar los ojos durante más de unos instantes, como si le costara esforzarse para abrirlos nuevamente e incluso Morrigan parece por momentos perderse pensando en nada durante varios segundos antes de forzarse a concentrarse en la tarea presente. 

Os acercáis al Parque Paxton, un espacio recreativo al aire libre en donde tienen lugar los juegos de la liga de baseball infantil de Quincy, y en donde muchas familias pasan el fin de semana. Las casas al estilo de Nueva Inglaterra dan lugar al enorme descampado, que a estas horas parece silencioso y poco interesante. No podéis detallarlo mucho, pues os descubrís cada vez más con menos intenciones de esforzaros por conducir correctamente. El coche de Tyrrhenus y Niam comienza lentamente a desviarse hacia un poste telefónico, y el coche de Ogma y Morrigan no parece tener mucha intención de frenar pase lo que pase.

En la biblioteca, el silencio es absoluto. Sólo es interrumpido ocasionalmente por el mago o por ti, cuando pasáis las páginas de los tomos que léeis. Adam todavía se ve adolorido, pero parece resistirse a quejarse frente a ti, y continúa concentrado en su labor. Tras unos instantes hace una pequeña pausa.

—Jack... ¿cómo habéis detenido a los espíritus la primera vez? Quizás eso nos de una idea del tipo de debilidades y comportamientos, o incluso sus motivaciones— comentó finalmente el mago, rompiendo el tenso silencio que había caído sobre la instancia. —Cuando se separaron y decidieron atacarme, parecían...— tomó aire, su voz demostraba la dificultad para recordar el episodio, cerró los ojos y dejó salir el aire lentamente para calmarse un poco. —... animales salvajes, motivados sólo por la violencia o por un extraño resentimiento— dijo mirando con un gesto apenado.

Volvió a centrar su mirada en el volumen frente a sí. —Me pregunto también... ¿estábais haciendo algo en particular que hubiese podido llamar su atención? ¿Algo que podría explicar por qué se dirigieron hacia vosotros?— dijo y sus ojos revelaban que había vuelto al inicio de la página sin pasarla, como si no hubiese estado suficientemente satisfecho o concentrado al llegar al final de la misma.

—Se van — dijo Morrigan con desgana, para a continuación repetirse, algo más alerta — Oye, que se van. ¡Que se van! ¡Oye!

Sobresaltada, su mano buscó el claxon y lanzó un bocinazo para alertar a sus amigos.

Hacía mucho tiempo que no notaba tanto sueño en un viaje. Sabía que las travesías largas, de unas dos horas en adelante, le daban sueño. Casi siempre había sido así. Pero juraría que llevaban conduciendo mucho menos rato. El trayecto desde el Sanctum hasta el parque Paxton era relativamente corto.

Pero quizá el cansancio acumulado empezaba a hacer efecto. Escuchó un bocinazo y parpadeó repetidamente intentando espabilarse. Incluso levantó la mano derecha del volante y se dio a sí mismo un tortazo. Sonoro, que no causaba daño, pero que quizá le ayudaría a ser más consciente de dónde estaba y a prestar más atención a la conducción.

Necesitaba reaccionar, y lo más seguro era parar en el primer lugar que pudiera. No podía seguir conduciendo en ese estado.

Aunque hizo el esfuerzo de prestar atención a las calles en busca de algún rastro que le llamara la atención, el cansancio que sentía hizo que Lira apoyara la cabeza en el reposacabezas, dejando que se le fuera deslizando cada vez más y más hasta el hueco entre este y la ventanilla. 

Jack pasaba las páginas, pero no terminaba de enterarse de lo que estaba leyendo y empezaba a preguntarse si no habría sido mejor que se hubieran quedado Morrigan o Niamh, que sabían más que él de esas cosas. Ogma, también, al que consideraba más estudioso que él, sin duda. Quizá la única peor opción que él sería Tyrr. Ahora estaban todos juntos haciendo cosas emocionantes mientras él pasaba páginas y páginas sin entender nada.

La voz del tipo hizo que alzase la mirada para ponerla en él y se quedó pensativo por un momento. 

—Pasó todo muy rápido —dijo, rascándose la barba mientras hacía memoria—. No estoy seguro de qué fue lo que los hizo retroceder, quizá el conjunto de todo. Teníamos varios escudos, un viento que les dificultaba acercarse, Tyrr golpeó a uno repetidamente, los cegamos... —enumeró— y en determinado momento decidieron rendirse y esfumarse. Se les puede pegar y dañar, pero ellos son capaces de robarte la esencia solo con tocarte. No eran irracionales, había una inteligencia detrás de lo que hacían.

»No estábamos haciendo nada relevante. Jugando al póker, charlando... Mi teoría es que se acercaron a nosotros porque éramos el grupo de magos más cercano a este lugar. 

Suspiró y miró de nuevo hacia los papeles. Debía seguir leyendo. 

Pasé los primeros minutos en silencio. De vez en cuando miraba a Niamh. Me costaba saber qué decir en aquella situación. También desvié alguna que otra vez la vista hacia su brazo, pero no dije nada al respecto.

Sin embargo, al notar que los hechizos parecen desvanecerse sentía que íbamos en la dirección correcta. Sonreí y traté de centrarme, pero la verdad es que en ese momento me sentía tan cansado que sólo pude suspirar. Miré a mi compañera, y al verla así apoyada de esa forma, sonreí levemente antes de mirar al frente otra vez.

Veía el poste acercándose. Claro que lo veía. Pero sentía que aún tenía tiempo de sobra para apartar la trayectoria de él. Por más que estuviera cada vez más cerca seguro que no pasaba nada por esquivarlo más adelante, más adelante, más adelante...

Ambos coches se detienen tras unos instantes, tratando de entender lo sucedido. Detrás de vosotros un tercer coche aparece y una mujer de mediana edad voltea a miraros de forma perezosa, no dice nada, sino que gira la cabeza y luego tras algunos instantes parece que se esforzara por seguir hacia adelante.

Tenéis una extraña sensación en aquel sitio. Primero, allí, junto al lindero del parque Bruxton, tenéis la impresión de que el lugar en sí mismo está colina abajo, a pesar de que claramente no lo está. Y segundo, el ambiente parece extrañamente flemático y cómodo. Podéis notar que incluso las sombras de los árboles se mueven de forma perezosa, con algunos segundos de demora con relación al soplo de una brisa cálida, y que el olor salino del mar cercano parece menos punzante y es más agradable. Una de las luces de los postes comienza a parpadear con una frecuencia cada vez más lenta, al punto que parece incluso daros ganos de bostezar de observarlo.

Definitivamente vuestros sentidos de magos perciben algo obrando en aquel sitio, sutil, con pequeños destellos de magia que se extienden en dirección al centro del lugar, al mismo sitio hacia el que os sentís llamados. No hay nadie más en los alrededores, y el ruido del coche que pasó junto a vosotros se pierde en la distancia lentamente. Notáis el silencio acogedor del sitio, conjugándose con aquella sensación anormal que empieza lentamente a contagiaros.

—Eso es lo que me llama la atención. Los espíritus deben hacer un esfuerzo grande para tomar forma, para que hayáis podido detenerlos de esa manera— dice Adam, rascándose la barbilla durante un momento. Asiente concediéndole a Jack su observación. —Parecen guiados por una monomanía asociada a su naturaleza, eso es claro y hasta allí, podría decirse que son como cualquier otro espíritu. Pero estos se retiraron al ver que no podían ganar. Y dudo mucho que se hayan retirado permanentemente. Son más inteligentes de lo que daba crédito— dice suspirando con cierto aire de derrota.

—¿Estábais en un Sanctum?— pregunta Adam con curiosidad. —Los sitios con Mana natural podrían atraerlos también. Que vosotros halláis estado allí parece haber sido la cereza del pastel para los espíritus— dice y pasa la página un momento. Suspira profundo y luego vuelve a hablar.

—En estos libros hay muchos ejemplos de espíritus de vicios, suficientes para necesitar hacer una lista de posibles debilidades. Aún si nos concentramos en Pereza e Ira... si tus compañeros encuentran pronto alguno de los dos, podría ayudarme a concentrarme en extraer al menos algunas ideas generales del espíritu contra el que se enfrentarán— explica.

Por tu parte, las notas traducidas de Adam no habían sido de mucha ayuda. Además del cansancio acumulado, su letra enredada y varias anotaciones que parecían desordenadas o que simplemente no tenían sentido en inglés, no habías podido sacar mucho en claro que no supieras de antemano ya, y definitivamente no habías aprendido nada con relación a estos espíritus o el problema al que se enfrentaban tus compañeros.

Morrigan descendió del vehículo, aspiró hondo y sonrió. El lugar emanaba una energía placentera, narcótica...

—Pereza — dijo de pronto — Chicos, creo que hemos encontrado a la siguiente... víctima.

Se estiró, haciendo crujir los hombros hacia atrás: de buena gana se echaría una siesta allí mismo, en el césped del parque Bruxton, apoyada en alguno de los árboles.

—No podemos relajarnos: vamos — exhortó a los demás.

Dicho lo cual, enfiló el camino hacia el centro del que brotaba aquella sensación mágica.

Ogma logró a duras penas frenar el coche, y cuando éste se detuvo apagó el motor y puso el freno de mano.

Descendió del vehículo y se guardó las llaves. Parpadeó y sacudió un poco la cabeza intentando quitarse esa sensación de encima. Era complicado.

- A lo mejor no está solo. - Dijo recordando que les faltaban por encontrar dos espíritus y no solo uno. - Estemos alerta por si acaso. - Advirtió. Ladeó el cuello a un lado primero y luego al otro, haciéndolo crujir un poco. Habitualmente ese simple gesto le quitaba el agarrotamiento, y confiaba en que ahora le ayudara a despejarse.

Empezó a andar, imitando a Morrigan y siguiendo el rastro mágico que todos podían detectar mientras se preparaba para activar su visión mágica.

—Tomaron forma después de entrar en nuestras mentes —explicó—. Se metieron directos a por nuestros recuerdos y cuando tuvieron nuestros nombres intentaron dominarnos para llevarnos a algún lugar. Solo cuando eso falló tomaron forma ante nosotros, nuestros reflejos. Y sí —convino con él—, amenazaron con que volverían. Así que más nos vale haber averiguado cómo acabar con ellos antes de que lo hagan.

Luego asintió otra vez. 

—Sí que estábamos en un Sanctum. Pero no intentaron acceder al Maná del lugar, fueron a por nuestra esencia. 

Atendió a su explicación y suspiró. A él esos papeles por el momento le estaban pareciendo ininteligibles e inútiles, pero si el tipo creía que iban a encontrar algo... tocaba seguir leyendo. A ver si sacaba algo en claro.

—Creo que tenían un rastro —comentó, pasando a la siguiente página—. Espero que encuentren a alguno y lo traigan.

Niamh despertó de su sueño cuando Tyrr detuvo el coche, y miró al conductor con la confusión mezclándosele en la cara con el cansancio y la desgana. Cuando salió y caminó junto a los demás, lo hizo como si fuera sonámbula, y solo las palabras de Morrigan consiguieron reactivarla un poco.

—Esto no es normal… los otros no fueron capaces de proyectar su pecado sobre un área —y, sin poder evitarlo, bostezó—. Tened cuidado. Es posible que se haya alimentado.

Me costó detener el coche. Pero más aún me costó salir de la comodidad del asiento una vez que lo hice. Sabía que podía quedarme ahí, ajustar la temperatura, descansar... Y eso era realmente apetecible. Sin embargo, ver la confusión de Niamh me puso un poco las pilas.

—Venga, vamos —le dije, e hice un gesto con la cabeza hacia fuera.

Suspiré antes de salir del coche, despidiéndome del que parecía de repente el lugar más cómodo del mundo.

Ya una vez fuera iba arrastrando los pies y con expresión cansada. Me froté los ojos mientras caminaba hacia los otros, mirando alrededor, y asentí con pesadez a sus palabras.

—Si esto es lo que pueden hacer alimentándose... —Negué con la cabeza. Me costaba razonar—. Espero que los otros no lo hayan conseguido.

Señalé hacia el lugar hacia el que nos sentíamos llamados.

—Creo que deberíamos ir hacia ahí y también que es una trampa. No para nosotros específicamente, pero una trampa. Aún así deberíamos hacerlo. Ogma —lo llamé—. Tú eres bueno en Mente, ¿puedes protegernos?

Sin preguntar comencé a mover mis manos, decidido a hacer una de mis recetas más socorridas y a recitar en Alta Lengua.

Camináis en la dirección que se os antoja más simple, como si fuese de bajada. No hay nadie en este parque, qué en muchas ocasiones habrá visto familias y niños jugando libremente durante el día, con los cálidos rayos del sol. El césped parece descuidado y cuando os acercáis al campo de beisbol para la liga infantil, notáis apenas las líneas que marcan los lindes y las bases, casi borradas.

Un par de tribunas descubiertas se ubican estratégicamente, desde donde imagináis se acomodan quienes vienen a observar a los jugadores: madres acompañando a sus hijos, hermanos impacientes, y algún padre orgulloso. Podéis jurar que la agradable sensación de un día cálido de verano empieza a sentirse a vuestro alrededor. La temperatura se eleva un poco, lo suficiente para dejar de sentir el frío intermitente de la noche junto a la playa. El olor a césped, a flores y a aire puro llena vuestros pulmones de forma estimulante

Caminar parece demasiado esfuerzo y alejarse ahora del sitio es una propuesta más bien incómoda. Allí os sentís perfectamente a gusto, quizás incluso estar de pie no tiene sentido, habiendo puesto en las tribunas, que aunque parecen algo descoloridas por su tiempo a la intemperie, cumplen perfectamente la función de ser lugares confortables para quedarse y no hacer nada más por el resto de la noche.

La resonancia de aquel sitio es extraña, tiene una mezcla de dos emociones preponderantes que parecen enlazarse en una especie de dependencia. La primera, es una sensación de culpa y verguenza que parece vibrar en el aire, como si los destellos y resonancias mágicos estuvieran contagiados de aquello. La segunda, más sutil, es más bien lánguida, lenta, pero irradia cierta comodidad amigable, como si hubiese en el fondo una invitación a quedaros allí por cuánto tiempo os parezca.

Tras hacer un poco de memoria, recuerdas una historia triste que había tenido un trágico desenlace al final de Agosto. En la primavera, un vagabundo se había instalado debajo de las tribunas. Allí dormía y cada vez que había un juego de la liga infantil, se sentaba a observarlo. Varios vecinos le conocían de vista, pero nunca le preguntaron su nombre o le ofrecieron comida, y eventualmente, según recuerdas del reporte que llegó al precinto, había muerto sin nadie que le ayudara justo bajo las tribunas en donde dormía.

Las vibraciones de aquel sitio lo revelan como un manantial de Mana, pequeño, sí, pero con reservas de Mana que se sienten en la manera como resuena supernalmente el sitio. Aquello te toma por sorpresa, particularmente porque no tenías idea que existía otro manantial en Quincy, aunque hubieses pasado varias veces. 

Lo otro que puedes percibir con tu visión, es que el centro del manantial, y la fuente principal, está justo en medio de ambas tribunas, hacia donde parece ser más fácil dirigirse y hacia donde se siente más agradable y cómodo un descanso por lo que queda de la noche.

Adam bajó la mirada un momento. —Lo siento. No esperaba que esta entidad tuviese tales habilidades. Está claro que para todo lo que he estudiado, no sabía una mierda ni estaba preparado— dijo avergonzadamente. Asintió luego. —Si tomaron una forma basada en la vuestra... es posible que se sientan ahora cómodos así y os los topéis aprovechándose de eso. De cierta manera... parece que os han robado algo más que Esencia. Os han robado vuestra identidad— advierte mirándote con algo de alarma.

—El problema de los rastros es que no estarán allí indefinidamente, y si van al Mundo Espíritual... será más difícil que les sigáis. Me temo que la alternativa será sentarnos a esperar que dejen huellas reales en el Mundo Caído. Y según me cuenta, probablemente os traigan problemas— dice volviendo a bajar la mirada.

En ese momento tu móvil vibra y el número que muestra es el de tu contacto en el Concilio Libre. Sin más, contestas para recibir noticias.