Partida Rol por web

Avanzáis por la escalera y llegáis a la puerta de vuestro dormitorio. Entráis y todo queda igual: el cuadro de ambos niños reluce con las lamparillas de aceite, colocadas a ambos lados y encendidas. Poseen una pequeña manivela para subir o bajar la intensidad de las mismas. El escritorio se encuentra vacío, incluso observáis que limpiado hace poco. La cama es mullida, bastante cómoda. Quizá hace algo de calor en el ambiente. Vuestros pasos resuenan en la madera, mas no producen ningún tipo de ruido, síntoma de un buen reforzamiento.

En definitiva, una estancia agradable. Y silenciosa. Muy silenciosa.

Lydia se quedó delante de su habitación por un momento. La número nueve. Al cabo de unos segundos, reanudó su marcha , esta vez hacia el Hall, recorriéndo de nuevo todo el entramado de pasillos que, bien vistos, parecían un laberinto.

Pronto llegué al hall, donde estaban mis maletas. Recogí una de ellas, la pequeña.

-Disculpe, señor Garrow-dije, llamándole suavemente-. ¿Hay por aquí alguna iglesia?

Ya que era una mujer católica, me gustaba ir de vez en cuando a rezar.

Después de que el resto de huéspedes hiciesen las determinadas preguntas relacionadas a las instalaciones de aquel rústico, aislado y apartado hotel, estaba plenamente decidido a subir. Realmente, no me importaba compartir el baño. La ausencia de pijeríos o lujos no era algo que en absoluto me molestase... teniendo un colchón donde descansar en comodidad, ciertamente, la vida se ve de otra manera. Son las pequeñas cosas las que pueden ayudarte a amenizar la estancia en el infierno de la vida.

Stephen me hizo una señal que comprendí perfectamente, la cual respondí asintiendo con la cabeza. Es cierto, me comentó algo de que podríamos salir a un pub a tomar una copa. Mentiría si dijese que no me hace ilusión el hecho de que un novato e inmigrante de los Estados Unidos como yo pudiese tener la oportunidad de charlar con el actor de mi película de acción favorita. Pero antes de eso, quedaban otros placeres de los que disfrutar: un buen cigarro, una toma de contacto con el colchón, una cena para mi bastante sustanciosa, una ducha, y luego, una copa. Sí señor... la vida de un hombre en vacaciones: existe algo más que el trabajo...

- Bueno, señor Garrow, nos vemos en la cena. - le comento al anciano recepcionista y encargado de todos los menesteres del hotel - Estaré deseando probar ese jabalí del que me habla. Creo que nunca he comido. Y después de cenar, igual tengo algo que comentarle.

Dicho esto, sin más dilación, me dirijo a mi habitación libre de cargas, puesto que dejé las maletas en cuanto me acerqué a inspeccionarla en el tour dirigido por el señor Garrow. Una vez llego ahí, no me olvido de cerrar la puerta, y para poder aliviar mi conciencia, me pongo a registrar entre los cajones a ver si, por suerte, hay algo que pueda utilizar como cenicero. Si no es así, nada va a evitarlo: abro la ventana, tal vez con vistas al exterior, para encenderme un cigarro y poder fumarmelo tranquilamente, echando las cenizas en el alféizar y soplándolas posteriormente. Lo siento, si no puede ser, no puede ser: al fin y al cabo, si me echan la bronca, no creo que sea mucho peor que un castigo de tu jefe psicópata. Después de disfrutar de mi Laramie's, me quito los zapatos y me tumbo por primera vez en mi colchón, tratando de disfrutar el momento, tomando aire y relajándome.

Garrow contesta a la pregunta de Lidya. El matrimonio Rush se había marchado. Claro que hay, al fondo del pueblo. Pero me temo que a estas horas se encuentra cerrada, señorita. Su mirada se pierde hacia la ventana, hacia la oscuridad. Es un sitio muy agradable, para los cristianos. Le gustará. De hecho - hace una pausa - le encantará, sí sí.

Garrow asiente y se despide de Yi-Jie. Parece que de un momento a otro va a introducirse en la cocina, pues está ultimando los papeles que tiene sobre el propio mostrado del Hall. Silba tranquilamente, mirando hacia la ventana y alternando su mirada con lo que tiene delante, escondido tras el mostrador. Sus ojos quedan tapados por la cabellera, que se adelanta y le tapa la parte delantera del rostro...

Observo como los demás huéspedes se marchan a sus respectivas habitaciones. Ya solo quedamos en el Hall nosotras dos y el anciano.

- Bueno, yo también me marcho a mi habitación a acomodarme. Nos vemos en la cena. Tras estas palabras, saludo con la mano a los otros dos y agarro el asa de mi maleta para dirigirme a la planta de arriba.

Al llegar, inspecciono un poco el lugar. Miro el tocador, los cajones, abro el armario, calculo el espacio y me quedo observando el cuadro del perro. Supongo que me acostumbraré.

Ya solo me queda probar la cama, en la que, tras quitarme los tacones, me tumbo, pensando qué me depararán estos días.

Sigue y ayuda a su marido con las maletas para entrar en la habitación. Una vez dentro, no pudo evitar sonreir, le gustaba el sitio y la habitación le parecía totalmente encantadora.

- Bueno.. pues ya estamos aquí..

Dijo al dejar las maletas a un lado, se acercó a la ventana para abrirla y que la habitación se refrescara un poco. Miró por la ventana para comprobar las vistas, aunque ya estaba anocheciendo y poco se podía ver.

- Qué te parece?? A mi me ha descolocado un poco lo de no tener nuestro propio cuarto de baño.. estoy acostumbrada a compartirlo contigo, no con otras mujeres.. - rie - Ya he perdido la costumbre de cuando estaba en el instituto.. - se gira para mirarle.

Eva en la habitación no descubres nada fuera de lo normal. Todo se encuentra tal y como lo dejaste. Sin embargo, tu propia curiosidad te incita a buscar por diferentes sitios. ¿Tuberías rotas? ¿Alguna madera fuera de lugar? Quién sabía la de cosas que podían no estar en su sitio, y si bien camufladas.

Si estaba claro que la cama era más que cómoda, sin discusión. Lúgubre, como la sala, pero cómoda.

Eva en la habitación no descubres nada fuera de lo normal. Todo se encuentra tal y como lo dejaste. Sin embargo, tu propia curiosidad te incita a buscar por diferentes sitios. ¿Tuberías rotas? ¿Alguna madera fuera de lugar? Quién sabía la de cosas que podían no estar en su sitio, y si bien camufladas.

Si estaba claro que la cama era más que cómoda, sin discusión. Lúgubre, como la sala, pero cómoda.

El registro de la estancia no había tenido un resultado satisfactorio, pero ¿qué pretendía encontrar? ¿algo que demostrara la calidad del lugar o era simplemente curiosidad?

Tras acabar mi inspección frustrada y probar un buen rato la cama, decidí que era hora de bajar al comedor y cenar. Tenía ganas de conocer a los demás y quizás hacer alguna amistad para estos días.

No me gusta pasear sola y menos beber.

Steve abrió la puerta y pasó al interior. El olor a cuarto de hotel le invadió. No podía explicar a qué olía, pero él le puso un nombre: " A habitación de hotel"

Dejó las maletas a un lado. Él no era partidario de colocar las cosas en el hotel, sino mejor tener la maleta a mano e ir sacando cosas poco a poco. Solo estarían allí unos días.

Steve se acercó a la cama y se dejó caer en ella, suspirando, fijándose en el techo. Luego, cuando su esposa habló, el desvió la mirada a su interlocutora.

-Bueno, me lo había esperado peor.

Dijo, y luego sonrió levemente.

-A mi también me cuesta compartir baño, bueno, no es lo mismo para ti, que ves cosas bonitas que para mi, que veo cosas extrañas...

Se echó a reir. Estaba de buen humor. Hoy. Mañana sería otra historia. La culpa la tenía algunos tragos de ron que se había metido entre pecho y espalda disimuladamente. Unos traguitos no le hacen daño a nadie, además, los caramelos de menta eran realmente útiles para ocultar su olor.

-Si, la universidad. Buenos tiempos esos. Para mi también lo fueron. Estaba en lo alto, no en medio de la nada.

Su sonrisa se fue borrando. Dejó de mirar a Aisha y se fijó de nuevo en el techo.

- Hey..

Se giró hacia él y se sentó a su lado en la cama cuando dijo que estaba en medio de la nada. Le acarició el pelo y la mejilla mientras hablaba.

- No digas eso..seguro que pronto encuentras el papel que estabas buscando y consigues volver a estar en lo alto. Ha habido actores y actrices que han tenido parones en su vida.. y despues han vuelto a ser lo que eran, no te desanimes por eso.

Intentaba animarle, hablaba de forma dulce y pausada.

- Y si no.. nosotros empezaremos a producir series o peliculas.. No sería mala idea verdad? Yo podría ayudarte.. en lo que pueda.. aunque sea acompañarte, incluso ser tu representante.. bueno.. o si no llamas mejor a Ali, que tendrá muchos más contactos que yo.

No podía evitar al recordar a aquella mujer que había sido la representante de su marido, recordar las infidelidades de este, no sabía si con ella tambien.. pero siempre estaba rodeado de mujeres espectaculares, mucho más que ella.

- Además.. aquí estamos por solucionarlo - le dió un beso en la frente

Uno u otro en sus respectivas habitaciones, comenzáis a bajar al rato para cenar. Os encontráis todos en las escaleras y bajáis en silencio. El lugar se encuentra bastante tranquilo, quieto...inmóvil. Todo parece en su sitio. Al llegar de nuevo al Hall no hay ni rastro en en suelo del reloj, parece que Garrow hizo bien su trabajo, o eso pensáis. Avanzáis hacia el comedor y entrás en la zona de comida. Os sentáis todos en una mesa donde se ha dispuesto cinco sillas que caben perfectamente, con unos cubiertos bien colocados con pañuelos blancos de tela y excelentes copas de vino bastante voluminosas junto a vasos de tubo. Se escucha una extraña melodía que viene del otro lado de la sala, posiblemente de la cocina. Casi al instante de que llegue Eva, la última en aparecer, Garrow sale con un carrito de metal sonriendo. Lleva unos platos que coloca encima de los que se disponían enfrente vuestra. En ellos asoma un caldo de color verdáceo, al parecer una sopa. Sale bastante humo de ella. Os lo va sirviendo con parsimonia uno a uno, mientras fija su mirada con cuidado de no causar un estropicio. Tras acabar de servir dicho plato, pone una fuente con pan, bastante cantidad, y un par de botellas de vino junto a una jarra de agua. Por último, deja un bol con al parecer croquetas servidas junto a una ensalada bastante peculiar, en la cuál distinguís finas tiras de zanahoria y poco más. 

Garrow terminar de colocar todo y os habla.

Buenas noches, caballeros y señorita. Permítanme presentarles la cena. Se nota un deje de orgullo en la voz. Desde luego, por calidad no sabéis, pero por cantidad, seguro que no será que andéis escaso de comida. Esto que os traigo es sopa de arce. Existen muchos de estos animales, junto a ciervos, por el bosque. Los cazan y los venden, y he comprado uno para la ocasión. La carne se encontraba congelada, pero creo que conserva el sabor. Tiene pintas de perejil, y otras verduras que no revelaré. Dice enigmáticamente.

Luego señala las croquetas. Pueden acompañarlas de esas croquetas caseras. Están acompañadas de una ensalada muy típica del pueblo, con verduras y hortalizas totalmente autóctonas, sí sí. Señala el pan por último y la botella de vino. Pan y vino, ambos artesanales. Cuando hayan acabado, les traeré el segundo plato. Disfruten de la cena.

Garrow comienza a marcharse con el carrito silbando. Se le ve bastante animado...

- Vaya, vaya señor Garrow, me tiene impresionada. Todo tiene una pinta increible y seguro que el sabor no será menos. Gracias.

Mi estómago me pide a gritos que empiece a comer, pues todo tiene una pinta muy buena y un olor esquisito.

- Con vuestro permiso, señores y señoritas, voy a servirme un poco de vino - digo mientras agarro la botella ya descorchada - No hay nada como empezar una buena cena con un buen vino.

Cuando mi vaso ya está lo suficientemente lleno, dejo la botella en su sitio y doy un pequeño sorbo. El sabor es agradable. No es el mejor que he probado, pero no está nada mal.

Mientras espero que los demás empiecen con su comida, intento romper un poco el hielo.

- Bueno, y ¿son todos de Maine o vienen de otro lugar?

Después del rato de relax, me decido a bajar a cenar. Dios mío, este encuentro conmigo mismo había sido genial, porque por fin había experimentado algo que llevaba persiguiendo en estos casi 30 años de existencia que me ataban a este mundo. Después de disfrutar de un agradable Laramie's pude tantear mi colchón con suavidad, e incluso me dio la sensación de que esa media hora se me fue volando en una ligera cabezada, porque después de satisfacer las necesidades de nicotina de mi organismo, no pude evitar cerrar los ojos y eliminar los malos pensamientos de mi cabeza, tratando de dejar la mente en blanco. Dios, me sentí en esos instantes más cerca del famoso Nirvana. No pasó por mi atormentada memoria ningún pensamiento más, y cuando me espabilé, temí de llegar tarde a la cena, pero me sorprendí de que, al salir de la habitación y cerrarla, después de cerrar la puerta, el resto de huéspedes también estaba saliendo, dispuesto a tomar esa posiblemente sabrosa cena.

Cuando todos estamos en el comedor, no puedo evitar sentirme irresistiblemente atraído por la cena. El olor penetraba suavemente en mis fosas nasales, y realmente, obvio que sea verano y que posiblemente esa sopa pueda abrasar nuestra lengua si nos lanzamos sin paciencia a ella. Aunque ahora mismo es lo que siento ganas, porque hacía años que no veía una cena tan profusa. ¿Este tipo de cenas sustanciosas las llegué a vivir en China? Ni idea. No me acuerdo.

Cuando me siento, y Eva se echa el vino, yo tomo con calma y templanza mi copa correspondiente y me echo también algo de vino. Sin embargo, simplemente procedo a llenar el vaso, porque primero, tengo ganas de degustar esa sopa tan extraña y forastera para mi. En China siempre he estado acostumbrado a tomar bastantes sopas, pero nunca había visto una como esta: desde luego que no. Cuando empiezo a remover un poco la sopa con la cuchara, y tomo algo de ella para empezar a soplar, Eva inicia una conversación.

- Yo no.  - respondo a su pregunta, con pocas palabras - Sólo llevo viviendo dos años ahí. - mi tono es templado, bastante neutro. No denota especial interés ni tampoco ninguna clase de bordería. Simplemente inexpresividad en mi voz, acentuada por mi entonación extranjera. Mis ojos están clavados en el plato de sopa, deseando poder probar ésta después de soplar lo suficiente.

Cojo con cuidado la jarra de agua, y me sirvo. Cuando el vaso está lleno hasta, más o menos, la mitad, poso la jarra. Doy un sorbo al agua, y decido responderle a Eva, después del Sr. Song.

-Yo he nacido en Virginia-digo, cogiéndo una cucharada de sopa, preparándome para empezar la cena-Pero he estado viviendo en Nueva York.

Comencé a comer, despacio, con mi ritmo, mientras los demás respondían la pregunta de Eva Moore.

Steve se sentó en la mesa, sonriendo educado a todos. Se había relajado, tanto que se había quedado dormido, y era normal, aunque solo fueran unos segundos, le supo a gloria después de tanto tiempo en el coche.

-Tiene una pinta magnifica, señor Garrow.

Admitió, mirando la comida. La colocación era perfecta y daban muchas ganas de empezar a comer, más si por el camino no había probado mucho bocado, salvo en locales de comida rápida o cafeterías.

Hizo ademán de coger el vino, pero a medio camino cogió la jarra de agua y se sirvió en la copa. Dejó la jarra en su sitio y miró a Aisha un segundo, justificándose.

Acto seguido se fue sirviendo comida.

-Nosotros somos de Maine, si, aunque antes trabajaba en California, así que soy de varios sitios y a la vez de ninguno.

Aclaró, luego hizo una pausa y se remojó la garganta en agua, para luego empezar a comer, despacio.

-¿Y usted, señorita?

Inquirió, devolviéndole la pregunta a su interlocutora.

- Puede, bueno podéis llamarme Eva. Yo, aunque he viajado a diferentes sitios, soy de Washington. Allí estudié y allí se encuentra mi clínica - me quedo un momento observando a los demás - Poseo una clínica de cirujía estética y reconstructiva. Washington no es, quizás, un sitio tan glamuroso como Florida, pero el negocio me va bien. Sumerjo la cuchara en la sopa y como un poco. Sí, como pensaba, el sabor es magnífico.

¿A qué se dedican los demás? Supongo que el señor Song vino a América en busca de empleo - dirijo la mirada hacia él.

- Digamos que sí. Mi vida gira en torno al trabajo - me limito a asentir, ante la pregunta de Eva Moore, confirmándola, sin quitarle ojo al plato. Si fuesemos precisos, en la semana, de 168 horas que hay, yo pienso en asuntos concernientes al empleo y a ganarse la vida unas... ¡168 horas! Oh, vaya, si todas las horas de mi vida están orientadas al empleo...

Pero la verdad es que preferí no dar demasiado detalle acerca de mi trabajo actual. Recordarlo tan sólo me hacía sentir unos profundos escalofríos por ciertos recuerdos macabros que me causa la figura de ese obeso que se hace llamar "mi jefe", y lo peor es que mi esposa aún está ahí. Empiezo a desear que realmente haya escapado, o haya encontrado alguna alternativa para esconderse mientras yo busco un nuevo empleo para nuestro futuro... la verdad es que odio este tipo de conversaciones sobre la vida de cada uno, sobretodo cuando te sientes presa de un jodido infierno.

Tomo la cuchara, removiendo algo más la sopa, y por fin, pruebo la comida. Está deliciosa... y realmente tengo mucha hambre. Ha sido un viaje muy largo en el que he comido lo poco que me han permitido mis ahorros entre autobús y autobús. Comienzo a comer algo más, con bastante corrección a pesar del hambre que siento, producto de algo que siempre me caracterizó: la formalidad y las apariencias, propias de mi cultura oriental.

Ojalá este momento de la comida se me haga largo.