Partida Rol por web

El sonido de las cascadas fue una melodía que os acompañó a lo largo de estos diez años. Era un sonido relajante, estimulante pero que a la vez sabíais que no era vuestro hogar original, aunque siempre os lo intentaron hacer sentir como tal. Vivíais bajo el cuidado de Alex, un adepto del clan mercurio que os ha cuidado como si fuerais vuestros hijos, os educó de una manera muy particular, intentado que seáis personas fuertes tanto de mente como de cuerpo. Más de una vez os contó la desgracia que sufrió vuestra familia original y os preparó para que en un futuro pudierais afrontar situaciones de riesgo.

Realmente Alex no podría decirse que era una persona cariñosa, si aún conservabais recuerdos de la calidez de vuestros padres podríais hacer comparaciones, sin embargo jamás os faltó de nada, aquello era suficiente para que sintierais un increíble respeto hacia vuestro tutor. A veces el adepto se quedaba largas horas meditando mirando al horizonte, lo cual le hacía tener un aire místico que nunca llegasteis a entender.

Alex os había reunido a los tres junto a una de las cascadas, parecía que tenía algo importante que deciros.

- Aún cuando os observo parece que fue ayer cuando os rescaté a cada uno de vosotros de las garras de la catástrofe. Os he dado todo lo que he tenido para que crecierais fuertes y sanos, he compartido mis conocimientos con vosotros, tanto los dolorosos como los imprescindibles, pero ha llegado la hora de que mi tutela de a su fin. Vosotros sois los verdaderos herederos del poder de la alquimia, vosotros, adeptos que surgisteis del mal que azotó a este mundo sois los verdaderos elegidos para dominar este poder como si fuera el mayor tesoro que os han otorgado.

- El Sol Dorado os arrebató vuestra familia, vuestro hogar, yo he intentado suplantar eso a mi manera, pero sé que no es suficiente. Sin embargo ahora quiero hacer mi último favor a vuestra causa, quiero proporcionaros lo necesario para que devolváis el mundo a una era donde la alquimia no es un bien para todos, si no un don solo para los que realmente se lo merecen, personas como vosotros... - aquellas palabras las decía mientras os daba la espalda y seguía reflexivo observando la cascada.

Aun brillaba el sol en lo alto del cielo cuando Alex, nuestro tutor, nos llamó para decirnos algo a los tres. Como era habitual en él, al hablarnos con su tono místico contemplaba la cascada junto a la que nos habíamos criado los últimos diez años. Desde luego aquel sonido era relajante y placentero, en nuestras épocas de mayor ansiedad y cansancio por los entrenamientos, siempre nos había traído la paz y tranquilidad que necesitábamos, al menos para mí había sido así. Sin embargo, pese a todo, aun echaba de menos las sabanas de mi tierra natal, aun conservaba muchos recuerdos de mi vida allí así como de la familia que quedó sepultada por los desastres naturales; y el recuerdo de aquellos años aun vivía conmigo.

Cuando llegamos ante Alex, lo saludé aun dándome la espalda como hacía de costumbre, inclinando la cabeza levemente en señal de respeto. Durante estos años Alex había supuesto para mí mucho más que un maestro en nuestro aprendizaje en la psinergia, había sido como un padre en estos últimos años y me unía a él una conexión que duraría ya por siempre. Sin embargo, el tono de voz y las palabras que comenzaron a salir de sus labios, hicieron que entrecerrara los ojos extrañado. Cuando Alex comenzó a hablar, sus palabras se me antojaron una despedida más que una nueva lección y aquello hizo que me estremeciera pensando en la posibilidad de tener que abandonar el que ahora era mi hogar.

Nuestro tutor nos habló de nuestro destino, del camino que ahora debíamos seguir como estandartes de un nuevo comienzo, como la esperanza para arrojar algo de luz tras la oscuridad que se cierne sobre la alquimia y, ante tales palabras, quedé abrumado. No sabía bien como reaccionar ante tales revelaciones, quizá todo había sido un entrenamiento para llegar a este día, quizá Alex desde el principio nos acogió e instruyó sabiendo que este día debía llegar, aceptando el papel de maestro de tres jóvenes que acabarían por marcharse. Las dudas me asaltaban en un momento crucial en nuestras vidas y, sin embargo, las últimas palabras de Alex me devolvieron los pies a la tierra.

Cuando comentó que tenía una última cosa para nosotros, volví a observarlo con la misma expresión de incertidumbre que tuviera hacía unos segundos. Miré a Hida e Ioke como si estuviera buscando alguna respuesta en ellos y, sin poder evitarlo, pregunté:

-Pero maestro, cual será ahora nuestro camino. Acaso deberemos vagar por el mundo para lograr dominar este poder.-

Estas montañas, aquellas cascadas, esto es todo lo que conocía. Fui apartado de mi vida anterior por la catástrofe pero nada recordaba de entonces. Solo conocía una familia y sus cuatro miembros nos encontrábamos sentados allí. Axel hablaba de espaldas, hubiera preferido verle la cara pues sus palabras sonaban a una sorpresiva despedida. Mis manos de niño temblaban ante la posibilidad de alejarme de todo lo bueno que había conocido hasta entonces.

Nunca hago preguntas, la sabiduría de Axel no las requería y sin embargo en esta ocasión saltaban una detrás de otra las dudas sobre las misteriosas palabras de mi maestro. Finalmente Suigetsu habló y su boca usó palabras que yo también pensaba.

Recuerdo que miré con fijeza a Alex. Cuando la catástrofre destruyó a mi familia, yo ya era lo suficiente mayor para recordarles. Mi hermana, mi padre, mi madre... Aunque no les vi morir, se que desaparecieron junto con mi anterior vida. Pero Alex me ayudó, me recogió junto a otros críos, cuando no sabíamos apenas nada del mundo, y nos educó como si fuera nuestro padre. O así lo quise ver yo. Aunque nunca pude demostrarle tanto afecto como a mi verdadera familia, intenté pensar en él como en una especie de tío lejano, al que llegar a querer y respetar. 

El sitio me era tremendamente familiar, más que al resto, me dije con algún tipo de orgullo. Al ser un adepto del agua, Alex me había entrenado muchos días cerca de la sosegada cascada, tanto para ayudarme a alcanzar la concentración necesaria como para calmar mi corazón. Recuerdo que cuando llegué no quise saber nada de nadie. Estaba enfadado, furioso, ¡había perdido a mi familia, y todos menos yo tenían la culpa! O eso me dije. Era un chico violento, y utilizaba mi mayor edad y fuerza para molestar al pequeño Hida o Suigetsu. Hasta que un día pasó el terrible accidente, y desde entonces Alex me enseñó a calmarme y a aceptar mi ahora herido cuerpo. Yo mismo aprendí a respetar la vida y templé mi mal humor, intentando ser mejor persona con aquellos chicos que, realmente, eran mi nueva familia.

Dejé de lado todos estos pensamientos cuando Alex empezó a hablar. Sus palabras eran realmente sorprendentes, ya que depositaba en nosotros una enorme responsabilidad. Pensé que era demasiado para mí, que fallaría al resto. Pero me contesté a mi mismo, pensando que tenía que dejar de ser tan idiota. Alex confiaba en mí, y espero que lo hicieran mis dos compañeros. Cuando Suigetsu habló, dijo todo aquello que nosotros pensabamos. Pero una pequeña duda me asaltó.

-Y, maestro.. ¿cual es ese pequeño favor que nos ayudará tanto?

En ese mismo instante me mordí el labio. Pese a ser -ahora- una persona tranquila y calmada, en ocasiones era demasiado impetuoso, y a veces mi lengua se movía antes que mi pensamiento. 

Alex se giró, estaba de brazos cruzados y su mirada era serena, como siempre. Esbozó una media sonrisa mientras dedicaba unos segundos a miraros, como si os estuviera analizando de arriba a bajo en un silencioso gesto

- Vuestro poder está ya dentro de vuestras mentes, está latente y habéis adquirido las destrezas básicas para que el control que tenéis sobre vuestra psinergía comience a crecer de manera exponencial. - dijo mirando a Suigetsu

- En cuanto al favor, realmente no se trata de una petición para mi, si no de un favor que os haréis a vosotros mismos y a este mundo, escuchad atentamente puesto que solo lo repetiré una vez - su ceño se frunció, ahora adquirió un carácter severo

- Os encomiendo la responsabilidad de que volváis a sellar la alquimia en este mundo, quiero que lo hagáis por vuestras familias, por vuestros antiguos hogares, quiero que selléis el poder que provocó tanta destrucción. Quiero que se corte el flujo alquímico que se desató desde que el sol dorado apareció de nuevo, así no podrán aparecer más adeptos, vosotros seríais la última generación, la más prestigiosa, el orgullo de mi existencia - ¿era real lo que estaba comentando ¿cómo era posible?

- Existen dos medallones en Weyard escondidos por los ancestros, he necesitado muchos años de investigación para poder averiguar su localización y os habéis ganado mi confianza para que comparta dichos detalles y emprendáis la búsqueda más importante que haréis en vuestras vidas - fue bastante franco, esperaba mucho de vosotros, confiaba en vuestras capacidades. Que de su boca saliesen esas palabras era un gran orgullo.

Como acostumbraba, Alex nos habló de manera profunda y sincera, sus ojos mostraban la sabiduría que albergaba su alma y nos certificaban la veracidad de sus palabras. Sin embargo, una parte de mi interior pareció romperse cuando lo escuché revelarnos aquello, según parecía, nuestro camino no sería ninguna cruzada en la búsqueda del poder sino que, el mismo poder que albergábamos en nuestro interior, nos serviría de arma en la misión que nuestro maestro nos encomendaba. 

La crudeza de la misión que nos expuso Alex me hizo abrir ambos ojos de par en par, cómo era posible que aquel poder que nos había salvado de nuestra muerte y que durante los últimos diez años habíamos sido adiestrados para controlar y manejar era ahora nuestro objetivo para borrar de la faz del mundo. Pese a todo, mi confianza en Alex era casi ciega, durante esos diez años había logrado ganarse mi respeto y jamás me había mentido por lo que, si Alex deseaba tal cosa por nuestro bien, debía estar en lo cierto.

Un sentimiento ambiguo permanecía en el centro de mi pecho, el orgullo de tales alabanzas por parte de mi maestro en contrapunto al hecho de tener que abandonarlo era algo que me atenazaba el corazón. Con aire melancólico alcé la voz casi en un susurro arrastrado por el viento:

-Maestro entiendo tu deseo y comprendo el por qué de tal empresa, tan solo diré que llevaré con orgullo tus enseñanzas y haré todo lo posible por llevar a buen fin esta misión.- ,al decir esto respiré profundamente, -Después de estos diez años he comprendido que tus palabras albergan tanta sabiduría como verdad por lo que si estas son las que tienes para nosotros las tomaré como guía para seguir el camino correcto hacia mi destino.-

Una vez más agaché la cabeza en señal de respeto hacia mi maestro aceptando aquello que había reservado para mi tras diez años bajo su protección y enseñanza. Sin duda era lo menos que le debía después de salvar mi vida y enseñarme el camino de la psinergia.

Hida respiró hondo. Era una emoción muy fuerte que su maestro confiara de esa manera en ellos. Había experimentado el poder de su interior, y al entrenarlo de tan pequeño, más incluso que sus hermanos, lo naturalizaba. Ahora ese poder debía ser sellado y el junto con los suyos serían los encargados. Lo invadió una inmensa alegría, de poder ayudar y devolver a Alex parte de todo lo que les había brindado. No había ni dudas ni preguntas en su corazón, pues si su tutor así lo consideraba era los más acertado. "No lo defraudaré", era su pensamiento. Pero su actitud de niño tímido lo mantuvo en silencio. Asintió con la cabeza igual que si le pidieran que recoja algunas baldes de agua para la cena. Sintió los vientos soplar con más fuerza en ese instante lo consideró un buen augurio. Sus ojos se llenaron de lágrimas emocionado. Ya era un adulto.

Me quedé sin habla. ¿Acaso llegaba a comprender la magnitud del empeño que nos encargaba? La alquimia, una de las fuerzas más poderosas del mundo, iba a desaparecer por nuestra mano. La alquimia, aquello que destruyó mi familia, pero que me permitió sobrevivir a mi desastroso accidente. Vi como mis compañeros respondían lo que Alex quería, pero yo no pude contenerme. Mi nuevo carácter, complaciente y servil, se rompió. Realmente no recuerdo mi expresión, ni aquello que hice, pero mis palabras pudieron ser bastante parecidas a estas:

¡Maestro! ¿Como puedes pedirnos eso? La alquimia es sin duda un poder peligroso en manos de cualquiera, ¡pero también es una de las mayores bendiciones que jamás se nos ha otorgado! Con estas manos dije, mostrando las mías con una vehemencia de la que después me arrepentiría Con estas manos puedo curar heridas y aliviar el dolor, puedo salvar vidas que, de otra manera, no podría ni imaginar.

Al instante de decir esas palabras me dí cuenta de mi enorme error. Es posible que hubiera enfurecido mucho al maestro, pero necesitaba encontrar una explicación que me valiera si iba a hacer desaparecer la alquimia de este mundo. 

Alex miró directamente a Ioke

- ¿Comprendes el valor de tus propias palabras, querido Ioke? - comentó con palabras que se podían palpar en el aire, iban cargadas de sentimiento.

- Tú tienes el control de tu poder porque yo te he enseñado a tenerlo, ¿a caso tienes el control de las miles de personas que hay con psinergía ahora? la alquimia es un arma de doble filo que puede tanto ayudar como perjudicar ¿de qué depende el resultado? evidentemente de su uso - comenzó a caminar lentamente a vuestro alrededor.

- Si os encomiendo esta tarea es porque tengo fe en vuestras capacidades y raciocinio... ¿mi idea es acabar con la alquimia? no precisamente, lo que busco es acabar con la libertad de la alquimia, si tu posees el poder para ayudar, serás tú el responsable de mantener ese poder y usarlo sabiamente y en un futuro trasmitírselo a tu legado, pero no permitiré que este mundo siga vinculado a la alquimia sin un control - se quedó callado unos instantes

- ¿Entendéis la magnitud del encargo? quiero que vosotros seáis el último resquicio de la alquimia en este mundo, ya que sé con seguridad que le daréis buen uso, no quiero que el poder del sol dorado siga desatando a más y más adeptos porque esto generará en una decadencia, hay que cortar la fuente del poder antes de que sea demasiado tarde - miró durante unos segundos a Suigetsu y a Hida y le sonrió. Después miró a Ioke y le tendió la mano

- ¿Podré confiar en ti al igual que lo hice con tus hermanos, Ioke? -

Las palabras del maestro Alex me calaron muy hondo cuando nos hizo referencia al hecho de que confiaba en nosotros para llevar a cabo tal misión. Sus palabras cobraron aun mayor sentido para mi cuando nos habló de su deseo de mantener la alquimia como un legado para aquellos dignos de ser sus sucesores y acabar con la libertada y mal uso que se le daba entonces. Una sonrisa se dibujó en mi rostro mientras recogía las palabras de mi maestro, me llenó de orgullo el hecho de que confiara en mi y en mis hermanos Hida e Ioke para ser los abanderados de ese nuevo orden en el mundo y, sin duda alguna, aceptaría tal responsabilidad con voluntad y convicción.

El temor que abordaba a nuestro maestro de que la alquimia acabara degenerando era algo que entendía a la perfección. Pese a mi juventud, sentía en lo más profundo de mi ser que aquellas palabras mostraban un sueño, una utopía en la que la alquimia fuera mucho más valioso de lo que era ahora, de lo que se había convertido; asimismo, tenía la fuerte convicción de que el mundo debía estar regido por un orden, ese mismo orden que mantenía las estrellas en el firmamento, pues lo contrario sería el absoluto caos.

Cuando Alex me miró, asentí respetuosamente dando a entender que estaba más que listo para emprender el camino marcado, para hacer honor a sus enseñanzas y llevar el orden a la alquimia en este mundo. Sin decir palabra, tan solo asintiendo a mi maestro, aguardé en silencio a mis compañeros.

El pequeño Hida reflexionó. Las palabras de su hermano Ioke eran, aunque irreverentes, acertadas. La alquimia nos ha dado tanto como nos ha quitado y sin embargo hemos aprendido a amarla por los dones que nos ofrece. este nuevo mundo puede ser mejor con personas como nosotros. ¿Por que cortar ese camino?

Entonces habló Alex, y con su sabiduría de siempre puso claridad en sus intenciones. Cuando terminó de hablar Hida recordó las enseñanzas. Hacía algunos años Hida se había apartado del hogar escondiéndose en las montañas. Lloraba desconsolado, Ioke lo había estado molestando por el gran tamaño de su cabeza y cuando el pequeño quiso responder solo recibió un par de golpes como respuesta. En medio de su angustia llegó Axel, este lo consoló pronto. Le dijo que tal era la naturaleza del hombre, al verse más grande o más poderoso que otro, en seguida busca doblegarlo, dominarlo. Este era solo un ejemplo y su hermano Ioke no era malvado, como tampoco lo son los hombres. Pero no todos tienen un mestro como él, que los forme y les enseñe a comportarse justamente.

Este recuerdo llevó a Hida a pensar en el mundo. Imaginar todo ese poder sin control, sin un límite. seguramente causaría más desastre que cosas beneficiosas para el hombre. Entonces miró a su maestro y asintió con la cabeza.

Tras la respuesta de Alex, mi maestro, mi mentor, miré a esos chicos que había aprendido a llamar hermanos. Sabiendo que la alquimia seguiría ahí, me sentí aliviado. Sabía que si la alquimia se mantenía en pequeños reductos, en un futuro podría seguir curando a los heridos, hacer que todo fuera un poco mejor. El mundo, con más control, podría encaminarse a un futuro mejor. Entonces miré a Alex. Ahora me sentía estúpido, me sentía arrogante, me sentía como hacía unos años. Quise articular unas palabras, pero rápidamente cerré la boca. Alex confiaba en mí. Confiaba en mí, pese a todo. Pese a ser un estúpido, pese a ser arrogante, pese a pensar que mis ideas eran mejores que las de mi mentor, ¡cuando solo había conocido ese tipo de vida! 

Maestro -Dije, en voz baja, murmurando. Maestro, siento mi estupidez. Lo siento. Hice una pequeña pausa. Estoy muy agradecido de que confíes en mí, maestro. Por eso cumpliré tus ordenes. Mire a mis hermanos. Haremos de este mundo un lugar mejor. 

Estaba escribiendo cuando has puesto eso, y luego me he ido a cenar XD

Alex parecía muy complacido por la respuesta de Ioke

- Si os sentís preparados entonces, lo único que necesito es que me demostréis de qué sois capaces. Quiero que os concentréis y desatéis vuestro poder, demostradme ante la naturaleza que debo sentirme orgulloso de vosotros y que sois los dignos herederos, vigilaré con atención cada pequeño movimiento para comprobar si habéis sabido llevar a cabo mis enseñanzas - después miró a Suigetsu

- Tú serás el primero, Suigetsu -