Partida Rol por web

Portland siempre tenía las puertar abiertas si te arrepentías al irte y querías volver, pues se dice que quien ha vivido en Portland, morirá en Portland.Y así pasó, pero en tu caso no te fuiste, pero si te ataste una parte de ti a aquella isla, una parte de ti ahora estaba ligada a los Diablos.Nunca han sido una banda muy valorada, pues su pobre nivel económico no le daba más que para pistolas, en general armas de fuego ligeras, metralletas y armas cuerpo a cuerpo.Sin embargo, sin saber porque, te sentías muy unida a esa banda.Una banda que se formó con los sujetos que emigraron a esas calles y con sudor y sangre lograron construir esa banda y sobrevivir a los ataques de los enemigos incluso contraatacando.Pero nuevos tiempos llegaban, y los Diablos cada vez eran más débiles, quedándose con una pequeña porción Portland.A pesar de ello allí estabás tu, dispuesta a sacarles adelante, pues aunque fueses una mujer, eras mucha mujer, con más pelotas que algunos tios, sin temor a nada y muy peligrosa cuando estás armada.Los sacarías adelante aunque tuvieras que robar un alijo de droga tu sóla y venderla para el bien de la banda, fueron ellos los que te admitieron a pesar de tus colores, los que te dieron un hogar, los que te dieron amigos y un plato que comer cada día.Ahora tocaba actuar, pues habían conseguido unos negocios que pertenecían a los Leone, pero seguramente ahora habrían mandado a sus hombres para machacarlos, pero tu lo impedirías.

Te diriges andando hacia la tienda de coches de Frank, no muy lejos de la base de los diablos, es decir, un garito oscuro sucio y maloliente, pero era un hogar.Observas que unos tipos vestidos con ropas caras, andan por las calles, por tu territorio, fumaban y tenían un par de putas acompañandoles, más bien sobándoles mientras reían todos a la par.

- Putos colombianos maricones, tengo que ir siempre detrás de ellos limpiándoles el culo como si fueran bebitos. Ahora me va a tocar limpiar la mierda que han liado con los Leone. Aunque tengo que reconocer que hoy no me importaría volarle la cabeza a unos cuantos espagueti. -

En cuanto veo a gente extraña en el barrio me oculto a su vista (si puedo) y los observo atentamente para saber si son una amenaza.

Al esconderte logras centrarte en saber quienes coño eran.Sus trajes y joyas eran caras, además esas putas no eran baratas, sino de calidad.Pronto te parcataste que por su acento, procedían de alguna parte de italia, así que serían Sindacco, Leone o Forelli.Pero daba lo mismo pues era la misma mierda pero con distinto disfraz, aunque los Sindacco odiaran a los Leones al igual que los Diablos.No sabía si iban armados o no, pero esas ratas nunca salían a la calle "en pelota picá", así que lo más seguro es que uno de ellos o los dos estuvieran armados.Uno de ellos se apoya en una farola, y la puta le baja los pantalones para comenzar a hacer su trabajo.El tipo agarraba la cabeza de la mujer y empujaba, la alejaba y empujaba mientras su rostro expresaba el placer con algún que otro suspiro.De mientras, el otro tipo, pone a su puta contra una de las paredes de uno de esos edificios ya gastados y sucios, en los cuales el tiempo ha hecho mella, bajándose la braqueta y las bragas a su chica y comenzar a empotrarla salvajemente contra el muro.Era una escena realmente peculiar.Pero ese tampoco era el lugar idonio para ello.

Mientras pensabas en que hacer, aparece un residente de tu actual territorio.Tenía el aspecto de un Diablo, con una chaqueta roja y unos pantalones marrones.Andaba por la zona pero de pronto se queda parado observando aquella escena.El chico parecía joven y no sabía que hacer en esas situaciones.Aquellos tipos, se percatan de su presencia, y furiosos por sentirse vistos se encaran a él dejando lo que estaban haciendo.

El Diablo tenía las mangas arrancadas de su chaqueta, cabellos largos y los pantalones marroens con unas deportivas gastadas.

-Hey tu, mestizo de mierda, ¿qué estás mirando?- dice uno de ellos, el cual tenía una pinta no muy de buena persona.

-Si le cortamos los huevos quizás se le quiten las ganas de mirar a la gente cuando disfruta lascivamente- añade mientras caminaba junto a su compañero.

-N....no estaba mirandoos- dice andando hacia atrás lentamente al ver que se le acercaban peligrosamente.

- Oh, mierda, lo que me faltaba. ¿Por qué me toca siempre hacer de niñera?-

Italianos y en su barrio, Elizabeta no tiene mucha paciencia con estas cosas. Se acerca normalmente como si pasara por allí.

Dirigiéndose al chico: - ¿Qué coño haces aquí parado como un gilipollas? Hace media hora que te espero. La próxima vez que me hagas esperar te parto las piernas.-

No espera a que el chico responda.

- Si tenéis algún asunto con este imbécil vais a tener que esperar, en este momento lo necesito urgentemente.- Dice mirando fríamente a los dos italianos.

-¿Quien coño te crees tu para darnos órdenes?- dice uno sin creerse lo que había pasado.Una tía de color sale de repente del callejón llevándose a lo que sería su presa.

-Negra de mierda, vete a fulanear a otra esquina- dice el otro dispuesto a destrozarle la cara.

Elizabeta no tiene intención de liar gresca con los spaghetti, pero su orgullo le impide bajar la cresta, aunque corra peligro su vida, sobre todo en su territorio. "Te dejas pisar una vez y ya no levantas cabeza". Así es el negocio.

- Pero qué cojones blanquito, nadie te está dando órdenes. El chico es mío y si no queréis que os miren ¿por qué no os vais a follar a un hotel? -

Observan tu arma y se paran unos instantes, observando paritariamente tus ojos y la pistola que llevabas contigo.Parecía que habían detenido su paso, sin embargo uno de ellos, el que no tenía perilla no parecía querer marcharse, así que saca su pistola y dispara un tiro, el cual impacta letalmente en el cuello del diablo.La sangre comienza a emerger por la herida, llenándole de sangre y algo de esta te salpica en la ropa.Notas como su peso aumenta en segundos, no pudiendo con él y dejándolo caer poco a poco, sobre sus rodillas, y tras esto termina de desplomarse en el suelo, manteniendo inútilmente su mano sobre la herida rebosante de sangre, la cual no tarda en formar un charco bajo el cuerpo.

Cuando te quieres dar cuenta, estos estaban corriendo ya a bastantes metros alejándose de ti.

-¡Para que aprendas latino de mierda!- escuchas a lo lejos junto a las taconadas de las putas que seguían a estos, hasta desaparecer entre la niebla de la noche.

Cae al suelo desplomado, sintiendo como se desangraba considerablemente a cada segundo que pasaba.Comenzaba a notar que el calor desaparecía en su cuerpo, y el frío lo hinundaba todo.Notaba la fría mano de la muerte posándose en su cabeza, lista para llevárselo a rastras hasta el mismísimo infierno.Quería articular sus últimas palabras pero era tal el dolor y la sangre que reburjitaba por la boca, que le era imposible

-Agrg abburj- y así, con sus ojos abiertos como si hubiera visto al mismísimo diablo, pierde su vida, dejando que Elizabeta pudiese notar su último latido.

No conocía de nada al chico, pero que lo mataran de esa manera por una tontería la había puesto de muy mala hostia. Esto le confirmaba lo poco que valía la vida en su mundo.

- Hijos de puta.-

Elizabeta nutría un odio desmesurado hacia los italianos y su forma de hacer negocio, con sus ropas caras y su jodido acento. Y este episodio no hacía más que empeorar la situación.

No podía hacer nada más por el chico. Siguió su camino hacia la tienda de coches de Frank a marcha apresurada antes de que apareciera por allí la pasma. Antes de entrar se acercó a la primera cabina telefónica que vio y llamó a urgencias para informar del tiroteo. Quizás ya lo habría hecho otra persona.

Llamas a la poli, pero mientras sonaba esos pitidos esperando a que cogieran el teléfono, las sirenas de una ambulancia y diversos coches patrulla se escuchan a lo lejos, y cada vez volviéndose más ensordecedores por la cercanía de estas.Te ocultas no muy lejos observando como acordonaban la escena, como la tele había llegado también a la zona.Parecía estar ya en buenas manos.Ahora tocaba ir a la tienda de coches y cumplir tu misión.

Al oír las sirenas colgó el teléfono. Ya no servía de nada avisar de lo sucedido. Además era mejor no dejar ningún rastro.

Se dirigió hacia la tienda con paso acelerado.