Partida Rol por web

Sonrio a la chica - Tal vez ya esté mayor hasta para regatear, ja ja. Bueno, ahora no importa tanto el dinero como la voluntad del señor de la luz- pienso un momento en lo que dice la chica - je je, no estamos en guerra, pero no falta mucho pequeña, tal vez tú tengas la esperanza de que todo se solucionará con un poco de papeleo, pero yo estuve en la guerra de los nueve peniques, en la guerra del usurpador, incluso una vez ví a Rahegar, soporté la guerra del rey lobo, y he visto muchas otras por apenas un pedazo de tierra, y aquí se está jugando en trono de hierro... - me quedo pensativo apenas un instante- habrá guerra Alisa, no lo dudes. 

Cambiando de tema antes de que salga del circulo, saco una pequeña manzana de la mochila y la parto a la mitad - No te preocupes pequeña, no habrás traido para acompañar pero yo sí, je je- le lanzo la mitad y la otra mitad la pincho en mi cuchillo y la aso en el fuego, cuando esté en su punto comienzo a morderla tranquilamente. - Mañana será otro día sí... buenas noches. - 

Al terminarme la manzana comienzo a extender mi petate en el suelo y me tumbo sobre el, cerca del fuego, pongo mi mochila bajo mi cabeza y al lado la larga lanza y el pavés en el lado izquierdo, debajo de la manta guardo el mayal. - Avisadme cuando me toque mi turno, digo elevando un poco la voz. - y acto seguido me tumbo a dormir como un tronco.

Mi señora, vos sois una elegida de Melara y yo a ella le confiaría mi vida -interviene Ser John -tenga claro que mi espada y mi vida estan a vuestro servicio, no le pido más que el hecho de que me permita servir al Señor de la Luz en vuestra tarea.

El caballero mira con desconfianza al resto de los acompañantes, a Hador por su rudeza y pocas miras, al viejo por su mirada lasciva y el hecho de beber tanto y al extraño Lorgar por ser tan antisocial y tan frío.

"Y este que se habrá pensado... va... igual dá conque me deje dormir que diga todas las tonterias que quiera, cuando tenga hambre y no tenga ni un venado que no venga mendigando... seguro que es de los que no les llega ni para admitir que necesitan un venado para comer" - Mggg- digo con una especie de gruñido mientras me revuelvo en mi petate y me subo un poco más la manta.

Gracias por tus palabras Ser John. Tenía curiosidad por saber si tu lealtad estaba ligada a R´hllor o al Azor Ahai...

Hador a jurado por su honor servir a nuestra causa. Lo ha hecho de corazón y eso es de agradecer.

Así debe hacerse con todos los integrantes del grupo. De no hacerse de tal modo, la misión podría correr peligro.

Me acuerdo de Den ¿Estará bien? Yo debía protegerlo. Esta misión... no lo tengo nada claro... Mi mente vuela a la última noche, y sonrío satisfecha mientras rememoro. Esperará tu regreso muchacha...

¿Estoy humeda? 

Las guardias pasan y con ellas la noche hasta que los primeros rayos de luz lamen la tierra y hacen que vuestro viaje siga su curso.

Desayunais rápidamente algo de cecina, pan y algunos, sobre todo el viejo Osmund, toman algo de licor para entrar en calor y hacer más rápido el viaje.

Poco hablais durante el camino, la presencia de Lorgar os parece incomodar a todos, Rob parece no estar acostumbrado a los pesares de los viajes y no para de mascullar quejas y el viejo Osmund pasa más tiempo bebiendo que vigilando las riendas de su caballo. No sabeis si lo que bebe es alguna mezcla débil o que tiene un aguante extraordinario bebiendo.

Finalmente, pasando por un camino secundario rumbo a vuestro destino escuchais unos gritos de mujer y veis, al acercaros, a un grupo de seis hombres de aspecto desaliñado, una mujer y otro cuerpo que yace en el suelo junto al de un bebé.

Dos de los hombres están rasgando las ropas de la mujer mirándola lascivamente mientras que otro rebusca en el cadáver que se encuentra en el suelo, junto al bebé muerto, con el craneo destrozado. Otro está rebuscando en la carga que lleva un desnutrido caballo y los últimos os miran mientras cabalgais hacia ellos.

Antes de que llegueis ves que uno de los dos hombres que os mira dice algo y todos se detienen. Los dos hombres tiran a la mujer, con los pechos al aire, al suelo y uno desenfunda una pequeña daga. Cuatro de los hombres desenfundan sus garrotes, dagas y machetes y se preparan para vuestra llegada, sin decir nada y sin mantener una postura amenazante, apartándose del camino para que paseis.

Detengo la marcha en cuanto veo la escena, a tan solo unos metros de los hombres. Si mis compañeros no han desenvainado sus armas todavía no se si son la clase de compañeros de viaje que quiero a mi lado.

Ver a la mujer a punto de ser violada y el cadaver de lo que podría ser su hijo al lado hace que me hierva la sangre.

¡Hurón! El inmaculado entiende la orden. Si fuese yo la que estuviese en la situación de la mujer los hombres ya estarían muertos. Siendo una desconocida podría pasar por su lado sin inmutarse. Tensa el arco de doble curva con sus fuertes brazos y apunta. Si yo no disparo o doy la orden, él no lo hará.

Saco mi ballesta pesada cargo y apunto.

Preparad las armas compañía -grito sin apartar la vista de los villanos -esta gente nos va a dar una explicación antes de que su sangre manche el camino. ¡Dejad uno con vida!

Si alguno intenta huir, le disparo. Si alguno se acerca a la mujer, le disparo. Si alguno hace otra cosa que no sea hablar y rápido, le disparo. Si ninguno lo hace, disparo al más cercano a la mujer.

Intento hacerme una idea de la composición de la escena. Basicamente que no nos embosquen por ningún lado. 

Antes de que Alisa de siquiera la orden Ser John ya tiene su espada desenfunda y mira con odio a los hombres que os esperan en el camino. Veis que si no fuera por la sacerdotisa, por estar bajo sus ordenes, ya se habría lanzado a por ellos.

Rob desenfunda su ballesta y la carga con manos expertas, algo que os asombra pues parecía un niño mimado.

Lorgar y el viejo se quedan atrás, sin desenfundar arma alguna, callados y a la espera.

Llendo tranquilamente al paso con mi animal, que parece casi más anciano que yo mismo, tiene pinta de que nos vamos a ir al suelo de un momento a otro, cuando de repente me fijo en la escena que tengo más adelante. Entrecierro un poco los ojos, y lentamente saco el mangual de una de las alforjas de mi animal, mientras paso la pierna derecha por encima del jamelgo y una vez en el suelo desato mi escudo de la espalda, con una elegancia digna solamente del que lo ha echo una y mil veces, tranquilamente pero no despacio. En mi rostro se marcan las arrugas de la edad, pero no son estas si no las de la rabia, y bajo la frondosa barba el gesto torcido y poco amigable del odio. Se puede ver sin ser un gran observador que mi altura iguala a la de cualquiera de mis compañeros montados y que el mangual no roza de de lejos el suelo.

En cuanto oigo la palabra de alisa a su inmaculado, yo ya estoy emprendiendo la carrera hacia el enemigo - Os voy a enseñar yo a tratar a una mujer hijos de la gran puta!!- digo con una voz enérgica y potente, mientras emprendo la carrera hacia el primer insensato que se intente cruzar en mi camino. 

¡Mierda! Viejo bastardo. Pensaba que un veterano como el tendría algo de disciplina... Veo que no. Tiene que ser muy bueno para haber sobrevivido a tantas guerras sin un ápice de disciplina.

Aprieto el disparador de mi ballesta apuntando al más cercano a la mujer. Sonrío cuando escucho el restallido del arco de Hurón. 

Acabad con esto

Ni me apeo del caballo. Me limito a recargar la ballesta.

Los hombres miran asustados como el gigantesco Hador se lanza a por ellos y uno de ellos levanta rápidamente a la mujer y le coloca su daga en el cuello.

Un paso más y esta mujer se reunirá con el Desconocido -os amenaza.

¡Hurón no! La mujer. Se que ahora que le he marcado un objetivo hurón apuntará con detenimiento y no dejará que la cuerda del arco se destense. 

¡Alto! Disparo mi ballesta a los pies de Hador, delante de él para que cese en su ataque.

Estad preparados -les digo al resto de mis compañeros.

Guardo la ballesta en las alforjas y descabalgo.

Los hombres os miran riendo de forma estúpida, demasiado asustados para controlar sus carcajadas.

Así me gusta, ahora tirad las armas al suelo y descabalgad de vuestros caballos. Soltaremos a la mujer cuando estemos montados en ellos y lejos del alcance de vuestras armas, no antes -dice otro de los hombres, uno de los que está adelantado.

Mi señora, no podemos dejar que se salgan con la suya. Esos granujas han matado a ese hombre y a ese bebe, no pueden quedar impunes -masculla Ser John mientras los hombres continúan mirandoos y la mujer llora de forma desconsola, aunque sin gritar.

¿Que coño se creé que está haciendo? -pregunta confundido el caballero mirando al viejo OSmund que ha dejado un martillo pesado que cargaba su caballo en el suelo y se acerca a los hombres con tranquilidad, bebiendo una vez más de una de sus cantimploras, mientras que con la otra mano enciende una pequeña tea.

Me están molestando... y mucho.

Hador...¡aplastalos!

Hurón...ahora.

Me lanzo a la carga desenvainando mi espada junto con Hador y el viejo que supongo los va a flambear.

Uno de ellos podría haber salvado la vida. Ya no hay esa opción.

La flecha de Hurón surca el aire y se clava en el cuello del hombre que os ha pedido las monturas para partir, haciendo que este se desplome hacia atrás.

Mientras Hador se lanza a la carga con su mayal, arrollando con él al último hombre que queda en la parte delantera del grupo.

El viejo os mira a todos con ceño enfadado y lanza a la vez la tea y la cantimplora contra los bandidos, haciendo que un fuego se prenda quemando a uno de ellos que corre y grita de dolor y que el otro hombre, que estaba cerca del que sujetaba a la mujer, se separe de este por el muro de fuego.