Partida Rol por web

Cuando la flecha de Alisa cae a mis pies, freno en seco, a tan solo un par de metros del primer sarnoso, en parte por la amenaza del ímbecil de la daga. Con la vena de la frente inchada por la ira miro ceñudo a Alisa dando la espalda a los enemigos, pero en ese momento Ser John, el presentuoso paladín, hace acopio de unas cuantas agallas y se lanza a la carga, momento más que perfecto para girar sobre mí mismo haciendo ondear la pesada bola con la cadena y estirar el brazo haciendo restallar la cabeza de la sonriente víctima que cae aparatosamente contra el suelo con media cabeza hundida dentro de la otra mitad, el mayal está manchado de sangre, despacio, el espeso líquido gotea...

Con ojos ceñudos miro a los dos bobalicones que quedan delante, cargo hacia delante otra vez más interponiendo el enorme pavés delante de mis enemigos, pero en el último momento hago una finta y paso por el muro de fuego para encararme con el último de ellos que había quedado al otro lado - ¿Quieres mi caballo? ¡VE por ÉL!- Le rujo al valiente asaltante que es capaz de meterse con una familia indefensa, mientras lanzo mi mayal desde el suelo en un arco desde atrás hacia adelante sobre la víctima...

Cuando cruzáis al otro lado del fuego, azuzando a vuestros caballos que en un principio se niegan a atravesarlo, veis a la mujer tirada en el suelo mirando al cielo con sus senos expuestos al aire y el rostro y el torso llenos de sangre. Su boca está abierta completamente, al igual que sus ojos, pero su pecho aún sube y baja con rapidez.

La sangre no es suya si no del secuestrador que yace en brazos de Lorgar, con el cuello seccionado. Vuestro compañero os mira fríamente mientras asoma una débil sonrisa, una mueca de orgullo.

A vuestra espalda se suceden los gritos y el entrechocar de las armas con la carne.

Al ver la situación "la chica!" la sangre me arde dentro del cuerpo y no es culpa de las llamas que flotan a nuestro alrededor "bastardos hijos de..."

- Yo no puedo hacer nada por ella, ¡Alisa!- digo a la sacerdotisa que por un instante parece petrificada, señalando con el mayal a la chica, para que reaccione. 

Me doy media vuelta y rodeo el fuego para ayudar a mis otros compañeros. Esprinto con la velocidad de un elefante defendiendo a su manada con el apagado sonido de la cota tintineando levemente bajo la ropa. 

Ignoro el combate detrás de mi. Ya están muertos. Escucho el crepitar del fuego como si mi Dios, R´hllor todo lo supiese. Mi mirada pasa del pecho de la chica a Lorgar. Odio esa sonrisa de satisfacción en su rostro. La odio por que no comprendo. La odio por que se me escapa.

¿Cómo ha hecho tal cosa? Estaba detrás de nosotros. Cómo ha podido ponerse tras el bandido y acabar con él sin que le viese?

Parece ser que cegada por la luz de R´hllor, se me escapa todo lo que ocurre en las sombras que genera.

Me acerco a la chica y cubro su desnudez con mi capa.

Miro con desconfianza al asesino. Y sin cambiar la dureza de mis ojos añado -Buen trabajo hermano.

Lorgar te sonríe mientras limpia la daga en su túnica sin decirte nada.

La mujer te mira asustada, sin decir nada, en estado de shock. Tras unos segundos comienza a gimotear y se acerca arrastras al cadáver del bebé y del hombre muerto.

Saco tres venados de plata de la bolsa y los arrojo a los pies de la chica. Uno por cada ser. Que se quede con mi capa, a ella le hace más falta. No te compensará por sus muertes pero te ayudarán en el futuro si quieres seguir viviendo.

Detrás el combate habrá acabado ya. O eso esperaba... debían continuar camino hacia la posada de la visión.

Nos dirigimos al castillo de Lord Buckwell ¿quieres acompañarnos?

Me dirijo a Lorgar. ¿Me contarás como has hecho tal proeza?

Cargo contra el último superviviente de esos perros rastreros que no llegan ni a la calaña de atracadores con el imponente pavés por delante golpeandole en la nariz, moviendolo casi un metro y tan solo un instante después el mayal desciende en vertical, esquivando sutilmente su cabeza para alojarse en la clavícula sonando un brutal chasquido y ahondandose la carne y el hueso hacia adentro, el desgraciado apenas puede suspirar su ultimo aliento antes de ahogarse con la sangre en sus pulmones...

- ¿Estais todos bien? - pregunto con una voz potente, para que me escuchen todos los componentes del grupo. Si todo está correcto voy al otro lado del fuego junto a Alisa. 

Tras el repentino arranque de Hador y lo que parece ser un chasquido horrendo, se puede oir perfectamente - ¿Estais todos bien?- se oye la inconfundible voz de Hador desde el otro lado del fuego. 

Momentos después vuelvo a aparecer donde se encuentra Alisa. 

- ¿Estas bien mi señora? ¿Y... y la mujer como está?- pregunto ceñudo, con gesto de preocupación. 

Ser John limpia la sangre de su espada con un pañuelo sucio lleno de manchas de sangre. Si, por aquí estamos bien, eran simples bandoleros, nada peligroso. Al menos para nosotros -concluye haciendo un gesto con la cabeza a los cadáveres del hombre y el bebé.

Poco a poco el fuego se desvanece mientras el resto del grupo observa a Alisa y a la mujer.

La mujer sostiene en brazos el caváver de su bebé, meciéndolo continuamente y manchándose de sangre de su hijo.

No presta atención a los venados ni a nada que lo rodea.

Lorgar se acerca a Alisa y le susurra algo al oído, sonriendo.

El Señor de la Luz y las sombras que provoca son poderosas. Ya lo comprenderás -te susurra al oído.

Muy bien hecho compañeros -digo al grupo -siento que no hubiésemos llegado unos minutos antes. 

Miro a la mujer, desolada. Ni todo el oro de Poniente podría consolar a la mujer por su perdida. Pero tres venados es lo único que puedo ofrecer por ella.

Recuperamos los virotes y flechas disparados. Puedes quedarte con tu parte del botín, Hador .Apilamos los cadáveres (yo lo hago) y hacemos una hoguera. Una ofrenda a R´hllor para que su luz ilumine nuestro camino, y para que las sombras que proyecta nos sean de utilidad. Echo un vistazo de soslayo a Lorgar.

Luego, subo al caballo.

Partamos pues caballeros. El viaje no ha hecho más que empezar.

Sin decir ni una palabra, ayudo a Alisa a apilar los cuerpos, debidamente expoliados, por si llevan algo de valor. A los cuerpos del hombre y el niño los pongo en otro lado, y pregunto a la mujer si quiere también incinerarlos o prefiere que los enterremos, que menos que eso. 

Cuando la hoguera empieza a Arder, lanzo una inaudible oración al señor de la Luz contemplando el esplendor de las llamas. 

- ¿Pero? ¿La vamos a dejar aquí?- pregunto a Alisa confuso - Necesita ayuda, no monedas, ¿mi señora, querría acompañarnos al menos en el camino? Estará mejor, y... bueno... puede- digo sin encontrar palabras para la pobre mujer - al menos podrá ir un buen trozo a caballo, sé que no es mucho pero, siento no poder ofrecerle más mi señora, ¿como ha dicho que se llamaba?, lo siento, no, no soy muy bueno con los nombres, por favor, acompañenos. 

La mujer os permite incinerar los cuerpos en una hoguera, obviamente apartados de los cadáveres de sus asesinos. Sigue sin decir palabra pero os devuelve el dinero y asiente ante las palabras de Hador.

Parece dispuesta a irse pero sus ojos se ven vacíos, sin vida. Tiene heridas en el torso y arañazos en la cara que, por la carne que tiene en las uñas, se ha provocado ella misma.

- Bueno... emm... sigamos no??, Mi señora por favor- digo a la mujer que hemos encontrado en el camino - suba al caballo, permitame- le tiendo una mano y la ayudo a subir al corcel, que seguramente agradecerá que en un rato no lo monte yo - Vamonos de este lugar. - digo con tono agrio. - Si la dejasemos aquí con un poco de dinero sería peor que asesinarla - le digo lacónico a Alisa. 

Mientras durante un rato sigo a pie con el grupo, y a ratos de pido a Ser Jonh que le cambie a la pobre mujer el sitio, para que yo también pueda ir a ratos a caballo. 

Mientras tanto sigo el camino en silencio, pensativo.