Partida Rol por web

Desde tu posición avanzada, escondida en la oscuridad, puedes ver como los Hombres de la Montaña cogen algo de sus bolsillos, algo pequeño y metálico. Cuando ambos soldados aprietan el dispositivo, los dos reapers no sólo gruñen si no que sacuden la cabeza e incluso intenta uno de ellos taparse los oídos. Esas cosas deben hacer algo que les permite controlarlos. También ves que mientras que los reapers caminan frontalmente, los dos Hombres de la Montaña parecen querer ir por los laterales, quizás por algún túnel paralelo...

El mundo se le detuvo un segundo mientras veía el cuerpo del hombre caer a suelo. A diferencia de la última vez que había tomado una vida, esta vez era consciente e intencional, aunque la similitud estuviera en que ambas veces había sido por defensa propia. El corazón le palpitaba fuerte en el pecho, pero supo de inmediato que esta vez no sentiría culpa. No sentía la presión en su pecho, ni el peso en su espalda, solo sentía la adrenalina y la necesidad del momento justificar cada uno de sus actos. Y supo entonces también que la vez anterior, por mucho que le pesara, había sido lo que cualquiera hubiese hecho por mera supervivencia. De no ser así, dudaba si seguiría vivo hoy en día, aunque ahora lo estuviera en un lugar que parecía condenarlo a la muerte de todas maneras.

Preparado para lo peor, pasó la siguiente bala a la recámara. 

Al reconocer las señas de los extraños, no dudó dos segundos en hacerle señas bastante más entendibles al resto. No solo debían preocuparse por los dos que venían de frente, sino que también tenían que cuidarse los costados. Esos dos no eran más que una distracción y un sacrificio muy bien planeado. 

Finn... - le llamó la atención, buscando ponerse espalda con espalda con él. No podían darse el lujo de un punto ciego en aquel momento, Sean no estaba en condiciones y dudaba de la capacidad de lucha del niño que los acompañaba, aunque él mismo distara mucho de ser el más competente. 

Estábamos en una pelea. Probablemente en una lucha a muerte... y yo no sabía ni los bandos que nos enfrentábamos. 

Sí, sabía que estaba con Sean y Scott, y con más chicos, pero nada más. 

Scott hizo el gesto de ponserse espalda contra espalda y lo hice, tomando una de las herramientas* de la caja que habíamos encontrado y preparándome para cuando viniera el primer enemigo. Acabaría con él sin dudarlo.  Ahora sabía que me iba la vida en ello. Más aún, la vida de mis amigos. 

—A muerte, Scott. 

Me giro hacia Alex y Khan y les señalo, desde mi posición oculta, a los dos hombres de la montaña que parecen alejarse. El chico no está habituado a nuestra comunicación por señas en las partidas de caza, pero el ruido del incipiente combate seguramente cubra mi voz, así que le susurro.

- ¿Hay algún camino para interceptarles? Tienen algo para protegerse de los reapers... - No tengo tiempo para explicar todo lo que he visto, pero tal vez sea la única forma de salir de aquí, si estos túneles están infestados de esas criaturas que a duras penas se pueden considerar ya humanas.

Miro a Khan. Su habilidad para el combate nos sería útil para acabar con esos dos, pero también puede inclinar la balanza y mantener vivos a Grey a los chicos que le acompañan, porque de otra forma todo este intento de rescate habrá sido inútil. Inspirando para hacer de tripas corazón, señalo al grupo de Grey para indicarle que les ayude. Si cogemos por sorpresa a los Hombres de la Montaña podré acabar con uno antes de que se den cuenta y luego enfrentarnos al otro. Con suerte Alex puede intimidarle con esa pistola y darme tiempo a acabar con él, porque no cuento con él demasiado para un combate real.

Khan afirma con la cabeza y silenciosamente se marcha, mezclándose entre las sombras, como un fantasma, en dirección al grupo de adolescentes, para ayudarles (básicamente, proteger a Grey y salir por patas con él).

Alexander escuchó las preguntas de Clover en silencio y afirmó con la cabeza. Señaló con la mano hacia atrás y a la izquierda de donde estabais.

-Da más vuelta, pero saldremos por detrás…- le susurra a la rubia cazadora mientras se deslizan por un nuevo túnel, apenas iluminado por las antorchas que crepitan, colgadas en las paredes.

-Mi tío sospechaba que hacían experimentos extraños aquí abajo, pero nunca supusimos que tendría que ver con esos monstruos…- confiesa, en voz muy baja, a la chica –No sé qué era lo que vistes pero si conseguimos uno podré averiguar cómo funciona…

Ambos seguís avanzando, en el silencio, hasta que éste es roto por unos gritos aterradores y cavernosos, procedentes de un lateral, que se desvía de vuestro destino… Pero seguís vuestro camino hasta alcanzar vuestro objetivo, las espaldas de los dos Hombres armados de la Montaña. Alexander levanta su arma e intenta hacer lo que se espera de él, apuntar con ella hacia uno de los suyos. Pero el soldado se percata, igual por el click al quitar el seguro del arma, o quizás fuisteis menos sigilosos de lo previsto, pero se gira hacia vuestra posición y Alexander, aterrado, dispara. No era un mal disparo, pero falla por poco.  El soldado experimentado no es tan torpe y dispara como respuesta alcanzando varios disparos al joven moreno que cae al suelo, sorprendido, sangrando y en shock.

Mientras, Scott y Finn se colocan espalda contra espalda, a modo peliculero total, en un intento de resistir al embate de los dos monstruos bípedos que les saltan encima, sin compasión ni conciencia alguna. Scott se prepara para volver a disparar, aunque desconoce cuántas balas le quedan, y Finn se ha pertrechado con un martillo de la caja de herramientas que habían carreado todo el camino con ellos. Sean se ha hecho un ovillo, en un rincón oscuro, incapaz de hacer nada útil.

El que también estaba en un rincón hecho un ovillo era el pequeño crío que Sean se había traído consigo, oculto detrás del carro de metal lleno de cadáveres. Oís de fondo un leve ruido metálico al que no parecéis darle importancia alguna porque los dos salvajes, armados, los tenéis ya encima: el de la derecha lleva un hacha en la mano y el de la izquierda una especie de machete enorme y algo mellado.

El primero de ellos, en del hacha, alza el arma y se dispone a golpear con fuerza contra Scott. El segundo, el del machete, en cambio, se desvía y se lanza a por Finn, con la nada sana intención de rebanarle la cabeza con su enorme cuchillo…

Nos acercamos a los dos Hombres de la Montaña y, cuando estamos casi a su altura, le hago un gesto a Alex para que espere a mi señal mientras me separo para bordearles y atacar desde un punto separado de su linea de tiro. Me muevo en silencio, recordando todas las lecciones de mi hermano sobre la caza, sabiendo que esta presa es, probablemente, una de las más peligrosas que he acechado nunca.

Un ruido metálco se escucha a mi espalda y los dos hombres se girán hacia la posición de Alex. "¡Mierda!", pienso acelerando el paso aprovechando las sombras junto a la pared. Mi compañero dispara, pero no acierta sobre ninguno de los hombres que reaccionan apretando el gatillo de sus armas.

No tengo tiempo para mirar el efecto del disparo del soldado. En cuanto el otro empieza a levantar su arma, salto sobre su espalda, lanzando un tajo de uno de mis dos cuchillos directamente hacia su cuello, esperando alcanzar su yugular. Sólo entonces me permito mirar a mi compañero, tumbado en el suelo por una de esas feas heridas de las armas de los hombres de la montaña. Reprimo un grito, sabiendo que no ayudará nada al chico que nos ha guiado hasta aquí, mientras que a mí aún me queda un combate por terminar.

Finn no era ningún guerrero. Se había pasado toda su vida promoviendo la no violencia y ahora se le tiraban encima dos horrorosos seres dispuestos a matarle. A él y a sus amigos. La decisión de tomar el martillo había sido la más dura de su vida... pero aún así no sabía muy bien como luchar. 

Y menos contra lo que parecía un luchador experto, se apartó y atacó, lleno de determinación, pero sin la habilidad suficiente. No tenía el instinto asesino necesario, y e iba a necesitarlo o moriría en los próximos instantes. 

Por mucho que intentaba mantenerse firme ante todo esto, la frase de "A muerte" de Finn acabó de mostrarle la seriedad del momento si es que antes tenía alguna duda. Tampoco ayudaba, por supuesto, que un maldito loco con un hacha se le lanzara encima en modo asesino, porque ya si antes se había tomado su tiempo para disparar ahora cuando lo tuvo encima decir que los nervios le habían traicionado sería subestimar lo que había ocurrido.

Los dos Hombres de la Montaña no te ven venir, demasiado pendientes del asalto inesperado de uno de los suyos, Alexander. Eso te da plena ventaja en tus primeras acciones: saltas como una pantera sobre el soldado y le clavas el cuchillo en el cuello hasta la empuñadura. La hoja entra como si fuera mantequilla y no músculos y huesos firmes. El hombre chilla de dolor y terror mientras se le doblan las rodillas y cae al suelo, arrastrándote con él en su caída, al estar subida en su chepa. La sangre brolla como un geiser de la herida y salpica tu rostro con el líquido rojo, que lo sientes caliente al contacto con tu piel. El primero ha caído, el problema es que son dos… Oyes el clic metálico del arma del otro hombre antes de que empiece a disparar de nuevo, sobre ti.

El instinto de supervivencia toma el control de vuestros cuerpos: Finn esquiva con elegancia y mucha agilidad el asalto de la enorme hoja de metal del machete del salvaje, que dibuja un arco descendente a escasos centímetros de su costado, hasta chocar contra el suelo rocoso. Eso le permite al joven skywalker lanzar el martillo contra su atacante, que no consigue esquivar el arma improvisada del chico. La cabeza sólida del martillo golpea primero en el hombro derecho del hombre, oyéndose el sutil y sordo sonido de la rotura de hueso que es más clara cuando alcanza, en su trayectoria, el costado de la cabeza del cazador salvaje. Un hilo de sangre asoma por la sien del hombre cavernícola y éste sacude la cabeza, atontado y desorientado por el golpe, pero está lejos de dejar de ser un peligro.

Por su lado, Scott consigue esquivar la hoja del hacha por los pelos. El arma pasa por encima de su cabeza y hombro, a escasos centímetros, pero le deja la oportunidad de intentar abatir a aquel monstruo con su arma de fuego. Vuelve a levantar el arma e intenta apuntar hacia aquel hombretón cubierto de mugre y pieles, apreta el gatillo y el tronar de las balas resuena en los oídos de todos… El asaltante pone cara de sorpresa pero consigue apartarse a tiempo de la direccionalidad de los disparos. Mala suerte porque eso implica que ahora el nuevo ataque del salvaje va a ser más cargado de adrenalina y mala leche…

Hasta que oís el aullido del tipo del hacha y veis como un destornillador asoma por su bota. Una mano casi infantil rodea el mango del utensilio. Grey, a gatas, se había acercado, muy sigilosamente, hacia donde estabais ambos combatiendo, para intentar ayudaros. Y vaya que si lo ha hecho… Esto le da una nueva oportunidad a Scott para tirar abajo al cazador del hacha. El crío libera el destornillador y la sangre brolla del pie de lo que pudo ser una vez un hombre o similar. Éste gruñe, dolorido y distraido por el ataque subrepticio e inesperado.

Veo cómo el otro tipo me apunta con su arma y giro sobre mí misma, intentando usar el cuerpo de su compañero como escudo humano y aprovechar el impulso del giro para lanzarle al soldado uno de mis dos cuchillos mientras me pongo en pie.

Era demasiado fácil golpear, era demasiado fácil matar. Había sentido como el martillo impactaba, sentí la sangre, la olí... era horrible, toda mi vida había tratado de evitar eso... ¿Pero cómo evitarlo cuando ahora venían a matarte? Era como cuando hacía unos días, cuando habíamos ido a por agua y nos habían asaltado, matando a algunos de los nuestros. Era vida o muerte. 

Intenté volver a pegarle, ya casi sin fuerza. A mi lado, escuché los disparos y mis compañeros luchando. Si caía, al menos lo haría al lado de mis amigos. Si sólo pudiera ver a Melany otra vez...

Aunque intentas usar de escudo humano al otro soldado y el giro te permite lanzar el cuchillo con efecto, no es lo suficientemente rápido y antes de que consigas completar todo tu movimiento, dos de los proyectiles, que dispara el otro Hombre de la Montaña, te alcanzan en el hombro izquierdo y en la pierna derecha. Pierdes el equilibrio por el impacto, pero has tenido suerte y no estás muerta. Eso te permite ver como tu cuchillo se clava en el pecho del hombre armado, que cae hacia atrás y rebota contra la pared de piedra y tierra, quedando aturdido y horrorizado por tu asalto salvaje y premeditado. Aunque tú tienes dos heridas de bala, claramente el otro está en peor situación que tú, es hora de rematarle o dejarle atrás e ir a por los otros…

Finn, entre la confusión de la muerte y el olor a sangre, y el aspecto atontado de su oponente, se confía algo y casi cae en la “trampa”. El hombretón de las cavernas lanzó un ataque, que más parecía un aspavientos, pero que iba directo a su yugular. El pensar en Melany casi le cuesta la vida, pero su instinto de supervivencia, o quizás escuchó la voz de la rubia en su cabeza diciéndole “¡agáchate idiota!”, hace que consiga, por los pelos, esquivar el ataque y conservar la cabeza en su sitio. A cambio, eso le cuesta su siguiente ataque, que ni por asomo acierta al salvaje, que si no fuera porque no hacen ese tipo de cosas, bien podría haber danzado una jerigonza mientras esquivaba su patético intento. Lo siguiente que ve Finn es como un chorro de sangre le asoma por la boca, abruptamente. Alguien, una sombra algo más bajita, está detrás suyo y la punta de un cuchillo asoma por el pecho de vuestro enemigo, que se gira bruscamente para encararse a su otro enemigo, otra patética hormiga… Uno de los cazadores, el que había compartido celda con Finn, está plantado delante del monstruo. ¡No os han dejado tirados!

No sabía como, pero había logrado esquivar un ataque de hacha, cuando en su vida ni se había planteado el llegar a ser atacado con una alguna vez. Aunque no la ve, la siente cortar el aire a lo que se siente como milímetros, y su pulso se acelera por la suerte de la que se siente poseedor. Ve su oportunidad y apunta al que lo ataca, pero nervioso como estaba su puntería no es suficiente para darle, y basta con ver la cara del bárbaro para saber que lo único que había logrado era cabrearlo. 

Se pone pálido de solo pensar lo que le venía encima, pero justo entonces oye al salvaje gritar y se fija en su pie apuñalado por un destornillador. Nunca había sido muy fanático de los niños, pero Grey acababa de hacerlo cambiar repentinamente de opinión. Por el rabillo del ojo ve que alguien más se ha unido a la fiesta, y aunque en un principio piensa que es otro enemigo más, al ver caer al que peleaba con Finn siente un alivio sin precedentes, uno que le proporciona la calma necesaria para poder intentar echar abajo de una vez al puto salvaje enfurecido.