Partida Rol por web

 La aldea de Bruma tiene solo unos cientos de habitantes. Y es por este motivo que sus jóvenes son su bien más preciado. Por esto, cuando desaparecen seis de sus muchachos, el asunto toma  un cariz de urgencia que nadie en la aldea se toma a la ligera. No disponen de ejercito para solucionar el problema, pero Bruma está situada en una vía comercial importante, por lo que el paso de aventureros está más que asegurado.

Y aquí estáis, recién contratados por los desesperados habitantes, en dirección de lo que parece ser el foco del problema: la Mansión Kincep.

Poco habéis podido averiguar de esta mansión. Hace siglos estaba habitada por la familia Kincep, unos nobles ricos venidos a menos. No eran malas personas, según cuentan los registros de la ciudad.

Aunque es de día, una niebla espesa os impide ver el sol. Desde luego, la aldea no se llama Bruma por nada.

Jigna se ha levantado con un humor de perros. Anoche estuvo hasta tarde en la taberna y el amanecer no ha sido todo lo apacible que debería. Dos noches atrás, él y su nuevo compañero llegaron al pueblo de Bruma en busca de experiencia y, por qué no, fortuna. No había nada especial que les atrayese del mismo, simplemente estaba cerca.

Se instalaron en la posada y esa misma noche, entre trago y trago, Erevan le comentó que había oído que buscaban gente para una incursión en una casa del pueblo. Realmente no recuerda mucho del tema, puede que se lo comentara de manera precisa el druida, pero las cervezas enturbiaban demasiado su recuerdo. El caso es que por lo visto dio su sí y allí se encontraba, con dolor de cabeza y sin mucho trasfondo en la memoria, camino de un caserón.

- Maldita niebla - protesta - Encima hace un frío que se las pela.

Se cubre con la capa lo mejor que puede y echa un vistazo al grupo que se les ha unido. No les conoce de nada y no tiene intención de empezar él la conversación. Le da un codazo a Erevan

- Bueno qué, ¿entramos y ya?. No me has dado mucha información que digamos sobre el por qué de la misión. - Saca su daga - ¿O sí? - Sin dejar de mirar a Erevan comprueba el filo mientras sigue su paso hacia el caserón.

Svana, caminaba junto al grupo visiblemente relajada pensando en los términos de su contrato, preocupada por el bienestar de los jóvenes desaparecidos. La reunión donde les informaron y les ofrecieron el trabajo fue escueta en tiempo y detalles, y Svana no era de embarcarse a ciegas en cualquier aventura. Observó de hito en hito a cada miembro de tan peculiar  grupo, y se puso a la altura de Jigna y Erevan.

- Bueno, ya que vamos a colaborar en esta aventura, quizás sería buena idea que nos presentáramos ¿cierto?- estudió brevemente a jigna mientras éste jugaba con la daga -Y permitid que sea yo la primera, todo el mundo me conoce como Svana, Clérigo de illmater, quien nos provee y protegerá en nuestra misión.- 

Se quedó al lado de ambos mirándolos con una afable sonrisa.

Mal día amanece y parece que ninguno de los que le sigan será mejor. Ragstar abre la puerta del pequeño chamizo que hace de posada y busca con la mirada la gente con la que tendrá que partir hacia la mansión. Es fácil reconocerlos con sólo echar un vistazo, los pocos lugareños que merodean por la posada no llevan más que unos pocos harapos en comparación a lo que los mercenarios portan. Aunque el ambiente es un tanto triste y opresivo la gente parece más animada que los dos personajes que serán sus compañeros.

Posadero, llama calmadamente el cambiante, sea lo que sea lo que les pidan mis compañeros, no les cobre, lo pagaré yo. A ver si así conseguimos que alegren esas caras.

Sabe que a lo mejor se lo toman a peor pero a él le da igual, sus años de batallas le han hecho vivir de forma generosa, no sabe cuando una cuchillada será la última y no le gustaría ser el más rico del cementerio. Acto seguido se acerca a los compañeros y les saluda.

Buenos días compadres, perece que hoy no se levantará la niebla y tendremos que encontrar la masión por mera intuición. Esperemos que las horas hagan que se levante un poco o no podremos ver más allá de nuestras narices. Por cierto, mi nombre es Ragstar, espero que nos llevemos bien. Encantado de conocerles.

En ese momento alarga su mano para estrecharla con la de los compañeros sentados y con pinta, al menos uno de ellos, de no haber pasado buena noche, o de no tener un buen despertar.

Svana se gira y le estrecha la mano a ragstar, si bien no es costumbre el saludarse de esa forma, para los humanos si y no quiere ser descortés.

- Es un placer Ragstar, mi nombre es Svana y seguro que seremos buenos compañeros de viaje y de armas.-

La Deva fue breve y bastante cordial en su saludo.

Jigna hace un esfuerzo por sonreir y parecer cordial y, tras guardar la daga en su funda, estrecha la mano a Svana.

- Jigna, encantado. Así que clérigo.. ¿del Illmater dices? Mmmmm, ¿qué es eso exactamente? Nunca le he prestado mucha atención a los dioses, ni ellos a mí - dice pretendiendo sonar simpático pero quedando un tanto forzado.

A continuación, y cortando brevemente la conversación con Svana, reconoce a aquel que les pagó los últimos tragos en la posada. Le lanza su mano igualmente.

- Imaginaba que eras uno del grupo por tu aspecto. Encantado igualmente. Espero poder devolverte el trago cuando salgamos de esta - Gira y vuelve a poner su atención en Svana para no parecer maleducado.

Tras estar atento a las presentaciones de mis futuros compañeros con la mision de encontrar a los aldeanos desaparecidos y molesto en lo más hondo de mi ser por una mosca que no deja de molestarme dando vueltas sobre mi cara y posandose en mis rojizas y en parte, escamosas manos me presento.

Agradezco tu invitacion al trago digo mientras levanto la mano haciendo al posadero anotar que quiero una pinta, tras lo cual miro a mis compañeros diciendo soy  Rhakarn, espada de alquiler, se podria decir. Espero que salga bien el pequeño trabajo que tenemos entre manos y que no tengamos problemas tras lo cual mi cola afilada se mueve para espantar a la maldita mosca que me da un dolor de cuernos horrible .

 - Muchas gracias compañero por el trago - dice Erevan levantado la jarra de cerveza en honor a la amabilidad de Ragstar.

Después de esto Erevan se quita la capucha y deja al descubierto su rostro elfico, seguidamente prosigue diciendo:

- Bueno, encantado de conoceros a todos compañeros, yo soy Erevan y soy druida, algo así como un sacerdote pero que no sirve a unos caprichosos y crueles dioses - y mientras dice esto ultimo tose y mira de reojo a Svana.

Seguidamente se levanta de su sitio so pone frente a todo el grupo y dice con tono grave y autoritario:

- Como creo que soy el único que esta al tanto de la situación de la misión, con vuestro permiso me dispongo a contarla - y hace una pequeña pausa - Durante los últimos meses en esta villa han comenzado a desaparecer jóvenes, unos seis en total, y la ultima vez que se les a visto a sido cerca de la mansión Kincep, la cual era habitado por una familia rica y malvada hace tiempo, como la villa de Bruma no dispone de guardia ni ejercito que se encargue de la investigación, quieren que nos ocupemos nosotros de ella.

Ante cada gesto de agradecimiento Ragstar sonríe amigablemente, lo malo de su sonrísa es que denota unos caninos bastánte desarrollados. Sumandole su espesa cabellera y sus pobladas patillas da el aspecto de lo que sus antepasados fueron, hombres lobo.

No hay de qué, es un pequeño gesto por el cual se puede iniciar una conversación.

Poco después de las presentaciones el druída se presenta y expone los hechos y los datos de porque se encuantran todos allí. Ante el comentario sobre los dioses el bueno de Ragstar no puede sino pensar. ¿Y no es la naturaleza otra fuerza caótica y desmedida que hace lo que le place?

Esperemos que no sea nada grave, ¿sigue habitada la mansión a día de hoy?

Svana  niega con la cabeza ante la pregunta de Ragstar pues la información que les han facilitado era bastante escasa, asi que se gira mirando a erevan quien parece tener mas información.

-Me temo que ignoro si la mansión sigue habitada, pero quizás Erevan pudiera informarnos al respecto, creo que no sabemos a que nos enfrentamos.-

Mientras los demás se presentan y Erevan cuenta su historia, Jigna echa un vistazo a la mansión tras los jirones de niebla que la tapán en busca de señales de vida.

Está claro que aquí nadie tiene muy claro si está ocupada ahora mismo...

Buscando, se acerca hasta la entrada para comprobar si está o no cerrada.

    Una voz surgió de detrás del grupo, de entre la espesa niebla, y esta impedía apreciar de quien se trataba. Pero poco a poco se fue intuyendo la silueta desvencijada de una figura vestida con una larga tunica negra con detalles en rojo intenso y que cubría su rostro con una capucha del mismo color.

  -. ¿Pensáis entrar en el día de hoy o seguiréis con vanas presentaciones?.- dijo con tono irónico. -.Es inútil presentarse a alguien que quizás muera dentro de un rato.- deslizando una pequeña carcajada entre sus labios. -.Como seguro que me lo preguntareis, mi nombre es Laitnus, es todo lo que necesitáis saber, ¿podemos entrar ya?

Lo único que os hace pensar que llegaréis a la mansión es que estáis caminando sobre el camino de tierra y lodo que os dijeron conducía a ella. La niebla no os deja ver mas allá de unos pocos metros, pero mientras podáis ver este camino, no debéis temer.

Sin embargo, habéis llegado a un punto en el que varios troncos de una envergadura importante están bloqueando el paso por el camino. Alrededor del camino hay unos cuantos setos que dan paso al bosque de Acúbia, un lugar no demasiado acogedor, y menos en días como hoy. El follage tiene una altura también bastante considerable, posiblemente debido a la humedad de la zona.

Cuando Erevan y el grupo llegan al punto en el que el camino esta bloqueado, el druida hace una mueca de desgana y dice:

- Mmmm... parece que vamos a tener que dar un rodeo y meternos en el bosque.

Dice mientras mira al resto del grupo. Segundos después se gira hacia los troncos y los mira pensativa y fijamente durante un buen rato, a los minutos dice:

- Disculpadme unos segundos compañeros.

Y Erevan retrocede unos pasos en el camino, ya en la posición deseada Erevan junta las palmas de sus manos, se concentra y su cuerpo comienza a emitir luz. Cuando la luz se apaga el cuerpo de Erevan se ha transformado en un halcón, el cual se eleva sobre la niebla para intentar ver donde se encuentra la mansión, para poder calcular la ruta que tendrán que hacer y saber la distancia que recorrerán. 

    Desde la retarguardia del grupo ve como Erevan convertido en halcón se eleva, esgrimiendo una sonrisa irónica, pensando para el mismo que no esta nada mal para un abraza-árboles. Mira al resto del grupo para ver sus reacciones de brazos cruzados y con gesto serio.

Savan no puede sino quedarse sorprendida antes el cambió que presencia, y observa la majestuosidad del vuelo del halcon. Al poco recupera la compostura y mira alrededor, observando el camino.

- No se si será buena idea internarnos en el bosque con esta oscuridad.-

 Así que es así como lo hace. Tsk, me lo imaginaba más espectacular... - Erevan ya había comentado su habilidad con Jigna días atrás. Aunque ya había visto otra transmutaciones antes, siempre había sido en animales grandes y sentía curiosidad por ver cómo disminuía su tamaño hasta el de un ave.

Cuando Erevan había emprendido el vuelo, Jigna centró su atención en los troncos. 

- ¿Qué pinta esto aquí en medio?. No tiene pinta de trampa, ¿os había hablado de este corte en el camino? - pregunta a sus compañeros. 

Sin esperar, se acerca a los troncos e intenta trepar por ellos para sopesar opciones, o intentar que el grupo los salte o atravesar el bosque.