Partida Rol por web

El miedo es la excusa para no intentarlo

Éxodo
Última parada

La misión parecía completada, pero a cada paso se complicaba más se cerraban puertas y se abrían otras nuevas, cada una más peligrosa que la anterior. Sólo quedaba salir de esa maldita nave. Ahora que había energía lo más seguro, para no tener que atravesar una nave plagada de alienígenas, era usar uno de los monorrailes, aunque pudieran encontrarse xenomorfos en su interior, para llegar hasta el compartimento de expulsión de cápsulas de salvamento de popa; donde confiaban en..¿qué esperaban exactamente? Era imposible que lo lograran. La esperanza es siempre tan bonita...

Anton inició la secuencia de avance y el tren fue cogiendo velocidad, poco a poco. Muy poco a poco. Con esa velocidad no llegarían al hangar a tiempo, y menos aún alejarse del radio de la explosión. Algo estaba frenando el tren.

Información no disponible. Augurios visuales de la zona destruidos por impactos láser. No se detectan formas de vida. Tiempo: 8 minutos 6 segundos.

Mierda, algo no funciona aquí. Y es el momento clave, necesitamos actuar con rapidez o moriremos.

Anton se dio cuenta de que el condenado monorraíl no funcionaba. No "tiraba" como debía, y eso era imperdonable. Se conectó mediante su electroinjerto a un puerto del vehículo y usando la placa de datos comenzó a chequear el sistema. Una comprobación global, estatus del sistema de frenos, del motor, de las conexiones de energía, de la estructura del vehículo... todo.

Decenas de miles de datos pasaron delante de sus ojos.

No vio nada raro.

- Mierda...-

musitó por lo bajo.

-AVINA, le ruego nos comunique el motivo de la ralentización del monorraíl. Repárelo a ser posible, le estaríamos enormemente agradecidos-

dijo solicitando ayuda a la holografía. Total, no tenía nada que perder...

- Compañeros, estamos vendidos. Comprobad de arriba a abajo el maldito vagón, ved si hay algún elemento electrónico extraño o si algo impide el desplazamiento del vehículo. Lo que sea. No encuentro el maldito fallo que nos retrasa. Cualquier ayuda será bienvenida, nos va la vida en ello. Si no sale nada en veinte segundos, estaremos vendidos; quizá pueda jugármela inyectando más energía en las baterias del monorraíl, pero no sé si ese será el problema.-

les dijo con voz seria a sus compañeros. Anton tenía la clara sensación de haberla cagado en el momento fundamental de la misión. Por su culpa todo se iba a ir a la mierda.

!Mierda! ¿Qué es esto? !Estamos perdiendo velocidad. Corrí a toda velocidad hasta los controles. Todos los diales, todos los indicadores.... !Avina! ¿Qué demonios pasa? !Perdemos velocidad! ¿Cual es la causa? Todo aquello era realmente frustrante. Nada salía bien en aquella maldita nave de ultimísima generación con sistema de parlanchina desquiciante incorporado. ¿Tendrá también elevalunas eléctrico? Un raro pensamiento dadas las circunstancias. Solo espero que todo esto se vaya al infierno, con o sin nosotros dentro. Comenzaba a importarme poco. Esperaba poder salir, claro está, pero viendo la mierda que había ahí... Siguiendo las instrucciones de mi compañero me puse a buscar como loco algo que hubiera fallado. Estamos muertos, vamos a palmarla aquí dentro si no arreglamos este desaguisado del demonio.

Avina no respondía. El problema no era mecánico. No parecía eso. El tren estaba funcionando a máxima potencia, sin embargo no avanzaba a la velocidad esperada. Cuando una mancha de sangre viscosa impactó contra el vidrio delantero descubrieron porqué. Anton encendió los electrofaros del vagón.

Poco les faltó para mearse dentro de los trajes, cientos de xenos llenaban los túneles del monorraíl, frenando el vagón a medida que éste los aplastaba con su fuerza superior. La masa cárnica de los tiránidos era tal que lograba frenar el avance del vagón, mientras éste se esforzaba por avanzar en la vía.

- ¿Qué le pasa al maldito cacharro? - se giró preguntando a Anton pero la petición del tecnosacerdote dejó claro que tampoco sabía qué ocurría. Toda esa puñetera misión había sido un desastre por no tener la información pertinente, llevar un infiltrado en el grupo, tener que cargar con un pirado y estar supeditados a una IV.....

Se puso a revisar el vagón pero no veía nada extraño.

-¡Al demonio!-

gritó Slavick, todo se estaba yendo a la mierda, definitivamente. Un montón de xenos justo enfrente y la cuenta atrás que no paraba.

A situaciones desesperadas, medidas desesperadas.

Anton se acercó a la carrera a la placa de mandos. Justo debajo, había una tapa y tras ella, las baterías que insuflaban potencia al motor. De una patada, descerrajó la tapa metálica. La apartó y la tiró a un lado, dejando a plena vista la batería. Una caja de color negro con un montón de inscripciones y cables por todas partes.

El tecnosacerdote se concentró al máximo y sujetó con fuerza dos cables. Su energía vital fluyó a raudales desde su cuerpo, pasando por sus brazos y manos, hasta la batería.

Luego accionó la palanca que servía para desplazar el monorraíl de nuevo; aumentando progresivamente la potencia del vehículo. De puro milagro no reventaron los sistemas.

-¡Rezad al Emperador, ahí vamos!-

gritó Slavick a sus compañeros mientras se sujetaba con fuerza donde podía.

Ahora sí. ¡Ahora sí! Con la carga adicional del tecnosacerdote el vagón recibió el impulso necesario para convertirse en una trituradora de carne e ir avanzando sin piedad por el túnel. Los xenos se apartaron de su camino mientras el monorraíl se deslizaba por la vía El Doctor Davies se separó un segundo y tiró de una palanca, liberando el vagón guía de todo el lastre posterior, al hacerlo el tren cogió nuevo impulso y  apunto estuvo de derribar a los acólitos. 

Yo cojo los mandos -le dijo Davies a Anton, él no llevaba armas.

El tren volaba por la vía, con la amenaza de una horda tiránida tras ellos y la hora cero en el horizonte.

Nicodemus miró hacia delante dispuesto buscar objetivo pero había tantos que casi era imposible fallar. El bolter escupió dos proyectiles que casi no tuvieron tiempo de armarse antes de provocar peqeuñas explosiones de dolor y sangre xeno.

Con un movimiento fluido fruto del entrenamiento saqué la pistola de su cartuchera y comencé a disparar contra toda la manada de bestias que se nos echaban encima. Las balas parecieron desaparecer entre aquellos monstruos sin causar muchos daños. Te estás cubriendo de gloria con estos disparos... Una rafaga penosa.

- ¡Se nos van a echar encima!-

gritó Slavick.

Ahí había xenos para dar y regalar, de modo que el tecnosacerdote cambió el modo de disparo de su arma y lanzó una brutal ráfaga a quemarropa contra aquéllos endemoniados bichos.

Lamentablemente, la mayor parte de las balas se perdieron en el túnel.

Había que ser gafe para fallar. Al parecer, Anton lo era bastante.

El tren volaba sí, pero también los xenos, usando sus largas patas y extremidades superiores saltaban sobre el vagón, rompiendo cristales. Por delante, por los lados, por el techo y por detrás. Sus garras se clavaban por todo el recubrimiento metálico del tren. Los cristales estallaron cuando los xenomorfos entraron por ellos. Nicodemus encañonó a esos malnacidos con su bolter y apretó el gatillo, su armadura se cubrió de sangre xeno, para regocijo del arbitre.

Menos suerte tuvo el psíquico, intentado acertar a un escurridzo alienígena sólo logró perforar el vagón, haciendo más agujeros a la ya de por sí maltrecha máquina, fue Anton quien solventó ese problema, matando a ese xeno, y unos cuantos más por el camino.

No llegamos, no llegamos. ¡No vamos a llegar!

¿Caballeros? ¿Perdemos la cabeza en mitad de una crisis? Comenté mientras enfocaba el arma hacia los xenos que nos rodeaban por todas partes y apretaba el gatillo. Una gran cantidad de balas impactaron contra aquellas cosas que nos estaban intentado comer vivos. Se comportaban de forma extraña... quizás sentían que todo iba a acabar dentro de muy poco. Concentrándome distorsioné mi visión para evitar que se centraran en mi en caso de que entraran al vagón.

Slavick volvió a disparar, pero erró miserablemente.

Por lo visto, el tecnosacerdote tenía una malsana afición a cagarla en las situaciones menos recomendables -dícese cuando la muerte acecha a escasos metros- de modo que los disparos fueron a parar a la nada.

-¡Sagrado Emperador, ayudanos!-

gritó Anton mientras se disponía a volver a apretar el gatillo

- Dale todo lo que pueda y más, respondió el abite mientras seguiís disparando y masacrando

Esta vez los xenos entraron en el tren, a través de las ventanas media docena de ellos se colaron en el interior atacando a los acólitos. Crairman los exterminó mientras se le echaban encima con sus afiladas garras buscando un hueco en su armadura. Lo mismo Nicodemus, que fue arrinconado contra un asiento antes de poder deshacerse de dos alienígenas. Empujado contra los controles de la puerta el tecnosacerdote sólo puedo forcejear con los que se le echaban encima.

El vagón giró una curva a gran velocidad y estuvo a punto de descarrilar. Más y más xenos surgieron de los túneles, atraídos hacia los acólitos como si les estuvieran guiando.

!AH DIOS MIO! Grité cuanto intentaron hacerme picadillo. Varios cortes superaron todas mis protecciones y me hicieron sangrar. Malditos cerdos... Pensé mientras descargaba una nueva ráfaga de disparos contra los enemigos que seguían entrando en el vagón. Comenzaban a formar un pequeño montículo muy curioso mientras sus cadáveres se amontonaban.

-¡Cuidado!-

gritó Slavick al ver como los xenos entraban en el vagón y atacaban a sus compañeros.

El tecnosacerdote volvió a abrir fuego en una ráfaga cerrada que hizo saltar la alienígena sangre de los enemigos. A bocajarro, un combate sucio y brutal en el que Anton intentaba evitar a toda costa que lo rajaran a él y a sus compañeros.

Entre tanto, la cuenta atrás seguía su curso.