Partida Rol por web

Habiendo llegado a un acuerdo, vi como los compañeros apuraban sus copas y finalmente nos levantábamos y nos poníamos en marcha. Cuando nos despedimos, cada uno con una idea clara de lo que tenía que hacer, suspiré aliviada. Aunque había ido medianamente bien, el trato con la gente seguía costándome.

Esto no dejaba de ser irónico teniendo en cuenta mi pasado de excesos y fiestas, pero tal vez por miedo a volver a eso, ahora sentía cierta animadversión a relacionarme. Además, las relaciones solo podían hacer daño. Mis pensamientos volvieron a Mimi, a su mirada de odio y desprecio, su dedo acusador.

“Céntrate, estás en una misión”

Entonces me marché para prepararme para el día siguiente.

Cuando llegó lo que comúnmente se conocía como “La mañana” (La contaminación, los altos edificios y el propio velo hacían que algo tan común en el pasado como el amanecer, el atardecer, el día y la noche se difuminaran en unos tiempos controlados más por las corporaciones que por las fuerzas de la naturaleza), preparé mis enseres, revisé los drones que sin duda me harían falta, y puse rumbo hacia mi objetivo, el edificio de SIGMA-TECH.

Su tamaño, lo pulido del metal del que estaba formado o las grandes pantallas de Neon estaban todas pensadas para que cualquiera que lo viera se sintiera pequeño e insignificante. Una muestra del poder que tenían. Por desgracia para ellos, no solo no me amedrentaba, casi me sentía incitada a entrar en aquel lugar y demostrarles una vez más, como todo su dinero y poder no era nada ante el poder de una convicción.

Por supuesto, acercarse personalmente era una locura y no estaba dispuesta a dejarme ver, al menos no tan pronto. Escalando ágilmente, me situé en la azotea de uno de los edificios colindantes, lo suficientemente lejos como para no aparecer en sus radares… al menos eso esperaba.

El lugar estaba claro que no había sido pensado para que las personas se movieran por él. Lleno de respiraderos, motores y ventiladores, toda la azotea era un terreno instable por el que solo podía verse una pequeña pasarela que lo atravesaba de norte a sur por el centro y hasta una puerta de servicio. El lugar perfecto para que no me molestaran.

Entonces, me llevé la mano al abdomen y comencé a teclear en él. Aunque la superficie parecía parte de mi cuerpo, todo era apariencia pues parte del pago que di a Daremo fueron muchos de mis órganos internos. Una pantalla holográfica apareció e introduje las claves de seguridad que hicieron que unas finas líneas formando un cuadrado aparecieran en el centro de mi tripa. Entonces sonó un clic y una puertecita se abrió, dejando ver mi interior, un pequeño compartimento donde guardaba lo que necesitaba ahora mismo.

Mientras introducía la mano, tuve que ahogar una arcada. A pesar del tiempo trascurrido desde que me habían implantado aquel habitáculo y a pesar de haberme sido de ayuda en el pasado, seguía poniéndome los pelos de punta. En cuanto toqué lo que necesitaba, lo agarré y lo saqué de mi. Un pequeño dron reposaba ahora en mi mano.

Lo dejé en el suelo y cogí hasta tres más antes de activar de nuevo la pantalla holográfica y cerrar aquella portezuela, dejando ver de nuevo mi plano vientre.

Entonces me llevé la mano a la oreja, o más bien cerca de ella, y activé la interfaz de los drones y estos tras emitir un pitido, se elevaron en el aire. Los drones estaban conectados a mi sinapsis por lo que con un pensamiento podía moverlos. Del mismo modo, podía ver a través de sus cámaras como si lo hiciera con mis propios ojos. El mayor peligro de esta conexión era la abstracción. Era fácil perderse en el allí y olvidar lo que tenías en el aquí, lo que podía dejarte vendida ante un ataque sorpresa. Por eso era tan importante buscar un lugar como aquella azotea.

Con los drones activos, les di la orden de volar alrededor de todo el edificio, de abajo a arriba.

En esta primera inspección quería ver con qué defensas contaba el edificio de manera directa, los más visibles. Así mismo, busqué cualquier punto que me pudiera servir como acceso al edificio. Un respiradero o acceso de mantenimiento.

Mientras los datos me llegaban, no podía dejar de pensar en aquella tarjeta y el motivo por el que me encontraba aquí. ¿De verdad esperaba recuperar así mi sitio en el mundo? En aquel momento lo había visto claro, pero ahora, colaborando con esta gente, tenía dudas.

Un aviso me llegó a mi sinapsis. Varias cámaras parecían haberse dado cuenta de mis drones. No quería perderlos por lo que les hice volver rápidamente antes de que se centraran en ellos.

Uno a uno, fueron volviendo a mi y tomándolos, los fui introduciéndolos en mi, siempre con la mirada en alto, temerosa de mirar hacia abajo y ver en lo que me había convertido. Cuando el último estuvo guardado, analicé los datos y tomé conciencia de algo terrible. O no había o no había encontrado puntos ciegos o un punto débil por el que acceder. Si había una pequeña entrada, a penas un respiradero en varios puntos. Pero ni estaban a cubiertos ni podía asegurar que no hubiera protecciones. Solo quedaba una cosa. Debía arriesgar.

Descendí del edificio hasta llegar al nivel de la calle y observé el imponente edificio. Con paso despreocupado me comencé a acercar hacia él, mientras intentaba ver el mejor sitio por el que pasar. La idea era esperar a la distracción de un guardia y comenzar a rodear el edificio para, después escalar por su pared hasta uno de esos respiraderos.

Habiendo fallado las sondas sólo quedaba la inspección ocular, más fiable en todo caso. Se deslizó la joven bajando las escaleras con lentitud mientras el vivo recuerdo de la tarjeta no dejaba de atormentarla recordándola por qué había escogido esa misión.

En el fondo todo iba de lavar su propia conciencia, Bocas lo sabía y por ello la tarjeta que le adjuntó con su dirección tenía una nota garabateada a mano con el nombre del Juez del Tribunal Supremo. Llevaba Nairobi todo el tiempo queriendo confirmar el significado de aquel mensaje pero tras mucho pensarlo, especialmente con la claridad que da el estar en lo alto de una de aquellas torres recibiendo el azote de la brisa más fresca que podía existir en aquel país; llegó a la única conclusión posible.

Le tenían en nómina, así que si aquello iba bien, levantaría la mano y tal vez Mimi podría salvarse. Tal vez no, debía ser una garantía por que si no... ¿Qué necesidad había de poner aquel nombre a mano?

De pronto sintió un fogonazo de aire caliente que la sacudió de sus pensamientos y la trajo de vuelta a la calle.

La situación era difícil, pero el recuerdo de aquel nombre hizo que me centrara en lo importante. Cumplir aquella misión. Era una profesional, había echo esto miles de veces.

“Monstruo”

Así es, era un monstruo y era el momento de demostrarlo. Por Mimi, por su futuro. Justo antes de desviarme, vi a algunos de mis compañeros que parecían querer acceder por la puerta principal y tenían algún problema, no obstante, no era algo que debiera preocuparme ahora. Rápidamente busqué a los guardias. Uno, dos, tres… y cuatro. Cuatro guardias. Uno distraído con mis “compañeros”, otro en la puerta, uno patrullando por los jardines y uno más plantado junto a una pared mirando a todo en general. A primera vista parecía inexpugnable, pero si uno miraba bien, podía ver patrones.

El guardia de la puerta movía la cabeza distraído, demasiadas personas pasando frente a él para fijarse en nada. El guardia de patrulla daba la espalda y permitía un paso seguro entre matorrales. Y el que estaba apoyado en la pared… bajaba mucho la mirada, no estaba tan centrado en la vigilancia como parecía y solo las gafas de sol ocultaban una realidad, sus ojos no estaban todo lo atentos que debían.

Apenas tardé un momento en calcular los patrones.

1, 2, 3, 4…

Me deslicé rápidamente bajo unos setos. El patrullero se alejaba, el resto ni se habían percatado de mi presencia.

1, 2, 3, 4…

Me arrastré bajo unos bancos, me quedé quita mientras el guardia apoyado en la pared levantaba distraído la mirada.

1, 2, 3, 4…

Rodé y recorrí una gran distancia hasta ocultarme tras unas placas con el nombre de la empresa.

1, 2, 3, 4…

Salté y me encaramé por la pared. Comencé a ascender y levanté la vista. Ahí estaba, a unos metros de mi, el respiradero. Lejos ya de las miradas de los guardias, solo me quedaba una tarea, escalara aquel muro hasta el respiradero y estaría dentro.

“Monstruo”

Este monstruo iba a salvar una vida. Una que no debía ser juzgada.

Nairobi se dejó caer con suavidad y una vez certificó que no había intrusos en las proximidades de dispuso a terminar de colocar la rejilla que había utilizado como si de una trampilla se tratase. Se fijó entonces, en el entorno en el que estaba.

Apenas había luz a excepción de la que se filtraba entre las rendijas de la trampilla, era insuficiente para desplazar las tinieblas de aquel lugar en el que sólo se distinguían unas formas repartidas aquí y allá. Sin embargo, el olor sí era característico: olía mal, muy mal, era el fruto de una mezcolanza de olores, algunos de ellos familiares. Y como si fuese una confirmación de sus sospechas, empezó a escucharse el sonido metálico de un conducto siendo golpeado por una masa informe que acabó por caer sobre un gran depósito que protestó al recibir aquella carga.

La Juramentada había entrado en la torre de SIGMA TECH^INC a través de las rejillas que ventilaban el cuarto de basuras. No era la entrada más glamourosa, ¡pero estaba dentro!

Tal vez desde dentro, sería más fácil usar sus autómatas para conseguir lo que buscaba. 

De acuerdo, puede que la entrada no hubiera sido la más glamurosa, pero al menos me encontraba dentro del edificio. Tras mirar a mi alrededor y entender que estaba en el sistema de ventilación del sistema de basuras, decidí que era mejor moverse un poco antes de empezar a investigar.

Tras entrar a través de otro conducto, lo seguí durante varios metros, hasta llegar a una bifurcación. El olor allí era menos fuerte por lo que una vez más, saqué mis drones del pecho. Una vez fuera, los activé y conecté mi sinapsis a ellos para ver a través de sus cámaras. Así mismo, los puse en modo mapeo, tras lo cual, los envié por los conductos. Necesitaba tener una idea de como eran y a donde llevaban aquellos caminos a fin de poder llegar hasta una terminal de la que poder obtener información.

De pronto sentí una punzada de dolor en el ojo que me obligó a cerrarlo. Me di varios golpes en la cabeza y volví a abrirlo. Sentí un pequeño hilo de líquido cayendo por mi rostro, bajo el ojo. Al llevarme la mano, pude ver que se trataba de sangre.

Solté un chasquido, molesta. Era algo común los dolores al usar la conexión, cosas de usar implantes de primera o segunda generación. Los precios mandaban. Cuando me acostumbré al dolor, seguí mirando por las cámaras para ver si veía algo.

Una vez emitida la orden, los drones se dispersaron desapareciendo de su vista.

Enseguida llegó una respuesta de los nanobots que había dirigido a los niveles superior e inferior. Era prácticamente la misma pregunta en ambos casos:

"Se encuentra obstáculo, ¿desea reanudar la orden?".

Parecía que los pequeños se habían encontrado con un obstáculo en forma de pasos cortafuegos situados en el límite entre plantas. Éste se trataba de la solución que los ingenieros acostumbraban a colocar en prácticamente la totalidad de los edificios de cierto calibre, y que servía para impedir la propagación del incendio entre plantas. Sin embargo, mientras venía siendo habitual su colocación cada dos o cuatro plantas (según presupuesto), en aquel momento podía dar fe de que a ambos extremos de la planta, estaban colocados. 

Los drones aguardaban pacientemente confirmación de la orden y es que aquella era una medida de seguridad básica que habitualmente venía implementada de serie en aquellos juguetes debido a que numerosos de éstos obstáculos acababan suponiendo su destrucción o incluso activar protocolos de seguridad ocultos a simple vista bajo otras capas. ¿Habría algún protocolo de esas características conectado a la matriz de la seguridad de SIGMA TECH^TM?

Mejores noticias parecían tener los drones que empezaron a recorrer los conductos laterales, peinando la planta que Nairobi acababa de allanar. Ante su interfaz estaba empezando a dibujarse un mapeado de los conductos que iban cosiendo estancia tras estancia para controlar su climatización. Al cabo de un par de minutos la joven Nairobi tuvo un mapa bastante orientativo de la planta en la que se encontraba.

Tras estudiarlo, no tardó en identificar una sala que contaba con una instalación de climatización de un calibre mucho mayor que las demás. Podría ser la prevista para disipar el calor generado por una conjunto de terminales.

Estaba Nairobi absorta con la información que se iba desplegando con cada movimiento de sus drones cuando de golpe empezó a sonar el pitido intermitente que anunciaba una transmisión entrante. Una vez activó el intercomunicador pudo comprobar que se trataba de un mensaje de onda corta enviado por Brandon, éste era un automatismo y no esperaba respuesta, probablemente por posibles interferencias.

Decía lo siguiente:

Cuidado con los hombres de traje... son la seguridad del lugar. Estoy mapeando sus rutinas por si nos pudieran ser útiles. Tengo un contacto para intentar conseguir curro aquí. ¿Podéis gestionar un contacto que me abra la puerta? Me temo que sin padrino no hay trabajo.

Los primeros resultados de los drones no son nada halagüeños, pero no por ello me dejé llevar por la desesperanza. Siempre había oportunidades y sabía que, si tenía paciencia, esta llegaría. Y así fue. Cuando los drones que habían ido en dirección horizontal devolvieron los datos y un mapa de aquellos conductos comenzó a dibujarse en mi sinapsis, los resultados de uno de ellos me hicieron susurrar “Bingo”. Una sala de disipación de calor, y si esa sala existía es que había una sala de servidores cerca. Así podría obtener toda la información que buscaba.

Entonces me llegó el mensaje de Brandon por el intercomunicador. Cuando hubo terminado, envié mi respuesta no solo para él, sino para que todos la oyeran.

- No me encuentro cerca para abrirte la puerta.  Estoy a bastante altura, en los conductos de ventilación. He localizado lo que creo puede ser una sala de servidores. Intentaré obtener de ellos toda la información que nos sea posible. Si consigues esa información sobre las patrullas, pásamela. Puede facilitarme mucho la tarea. –

Entonces me di cuenta de que era conveniente realizar puntos de control con el resto de los compañeros. Lamenté haber sido tan descuidada en este aspecto pero no estaba acostumbrada a trabajar con gente. Abrí de nuevo un canal de comunicación.

- ¿El resto va bien? ¿Encontráis problemas? –

Mientras esperaba que respondieran, me dirigí a la sala de los disipadores de calor. Me descolgué por la regilla y me encontré en una sala donde varias máquinas rugían con furia mientras funcionaban a pleno rendimiento para reducir la temperatura de alguna sala cerca de la mía. Solo tenía que fijarme en las tuberías y cableado para imaginar la dirección de la sala de servidores. Ya solo tenía que salir y dirigirme allí.

Localicé la puerta rápidamente, pero cuando tomé el pomo e intenté abrirla, me encontré que estaba cerrada.

“Pues claro ¿Qué esperabas?”

Volver a los conductos de ventilación no era una solución. Ninguno otro llevaba a un punto que pudiera darme alguna ventaja. Sopesé mis oportunidades y me di cuenta de lo que tenía que hacer. Rápidamente, me aproximé a una de aquellas máquinas y comencé a manipularla, lo suficiente como para producir un fallo en ella. No tuve que trastear demasiado antes de ver como el motor renqueaba y se apagaba.

Con la máquina estropeada, no tardaría en aparecer alguien de mantenimiento. Solo tenía que noquearlo, coger su ropa y su tarjeta de acceso y tendría vía libre para moverme con cierta libertad. Busqué un hueco entre varios aparatos para esconderme en lo que esperaba que apareciera el personal de mantenimiento. No tuve que esperar demasiado antes de que desde el otro lado se oyeran unas voces, un pitido y la puerta se abriera.

- Joder, ¿Otra vez roto? No sé cuantas veces lo hemos arreglado ya. Con el dineral que ganan ya podrían invertir un poco en sus instalaciones. Luego quieren que hagamos milagros. –

Desde mi posición no tenía visión del técnico, pero por su voz, podía intuir más o menos donde estaba, me preparé para abalanzarme sobre él.

- No se que es más coñazo, si estas máquinas rompiéndose o tú quejándote ¿No te aburres? Porque a mi me aburres un huevo. –

Me puse tensa. Dos voces. Había dos técnicos. Esto dificultaba la tarea, pero no había vuelta atrás. Si quería salir de allí y obtener la información necesaria, debía hacerlo.

Siguieron discutiendo entre ellos mientras el primero se quejaba de las condiciones laborables, de la empresa, del tiempo, del tráfico, de los pobres y prácticamente de cualquier cosa que existiera mientras que el otro le contestaba resignado dándole la razón como a los tontos. Dejé que trabajaran pues me convenía que repararan el refrigerador. No quería que sintieran que los servidores corrían peligro y migraran la información que ellos contenían.

- Bueno, pues esto ya está ¿Te hace un cigarrillo? –

Era el momento, no me lo pensé y con agilidad, salí de mi escondrijo y me dirigí rápido hacia ellos. Si me movía con habilidad, quizás podría noquear a ambos antes de que se dieran ni cuenta.

Volteé desde mi escondrijo y me abalancé sobre mis presas, Ni siquiera esperé a tenerlas a la vista, directamente aproveché la inercia de mi ataque para lanzar un golpe con el que noquear al primero. Y el golpe impactó. Y un sonoro “clonc” sonó y entonces vi a los técnicos, y comprobé demasiado tarde que había cometido un error de cálculo. Uno de ellos era un autómata, un droide fabricado a la semejanza de los humanos para hacer las labores más desagradables. Sus cuerpos eran más duraderos, con mayor aguante pero sobre todo, eran de acero.

Por suerte, mis aumentos amortiguaron el impacto lo que impidieron que mis huesos se hicieran añicos al golpear tan duro material. El autómata ses giró sin mudar su expresión mientras el segundo, un tipo enjuto, viejo y con cara de cansado abría mucho los ojos.

- Joder, ¿Pero quien coño eres tú? Piv1, encárgate de esta rata. –

El autómata asintió y sin que pudiera reaccionar, me sujetó por el cuello y tras levantarme como si fuera una muñeca, me lanzó contra la pared. El dolor lacerante fue terrible.

Nairobi fue alzada con bastante facilidad por el mecanismo humanoide. Que lo único que tenía de humano era un extraño rostro con el que le habían como si quisieran dotarlo de un receptor para recibir las señales, algo a lo que mirar cuando se encarase con él. El resto en aquel armatoste de metal, poleas y articulaciones era un conjunto de patas que se asemejaban a las de un arácnido que buscaban darle estabilidad, a excepción de un par de apéndices que se alzaban sobre el suelo.

Uno de ellos era el que tenía asida con fuera a la propia Nairobi. En ese momento escuchó una voz, como si hubiera esperado a que terminase el análisis que acababa de hacer:

—Habla rápido perra, ¿quién eres y qué haces aquí?

El que hablaba era un vietnamita de mentón cuadrado, imberbe y entrado en años. Su senectud sólo se advertía por unas pocas canas que salpicaban su cabello y por unas patas de gallo que eran el testigo mudo de los acontecimientos que había vivido. Al hablar dejó salir el hedor que habitaba normalmente en su interior.

Tras él se advertían varias tuberías recubiertas de aislamiento reforzado en su exterior por aluminio, algunas llaves interrumpían el recorrido de las mismas para a continuación desembocar en un conjunto de depósitos, cajas, bombas y demás elementos de valvulería que regularían la previsible temperatura de los servidores. Tras todos aquellos elementos y en una esquina descansaba una botella grande de color rojo que parecía albergar algún agente extintor.

—¡Que dejes de mirar cosas hostia! —volvió a insistir el hombre con halitosis—. Contéstame algo o te doy matarile aquí mismo. —Agregó extrayendo una de sus múltiples herramientas de su caja. Accionó un interruptor provocando que el cilindro destinado a aflojar o apretar piezas se moviese a toda velocidad.

Lo cierto es que encontrarse con un autómata me había pillado por sorpresa, pero no era algo que pudiera realmente hacerme perder el control. El golpe fue duro, mi cabeza se embotó un instante, el tiempo suficiente como para que esa máquina me cogiera por el cuello y me alzara. Esto jugó a mi favor, pues hizo que el canijo se confiara, pensó que porque me habían dado un golpe, me tenían a su merced. Eso le hizo incluso envalentonarse e incluso amenazarme con una herramienta.

“Infeliz”

Esbocé una sonrisa burlona cuando escuché su pregunta.

- ¿Quién soy? Ay, amigo, yo… -

Alcé rápidamente el brazo y apoyé mi mano sobre la cabeza del autómata. Cuando sentí el contacto, no le dejé reaccionar, sino que di la orden de activar los generadores de impulsos que tenía en las puntas de los dedos. Al hacerlo, un pulso electromagnético salió de las puntas y recorrió los circuitos de aquella máquina. En un humano, simplemente causaría aturdimiento. En un “objeto” con componentes electrónicos…

La electricidad recorrió velozmente todos sus circuitos, quemando sus chips. Pude ver como sus ojos comenzaban a dar vueltas para finalmente abrir la mano y caer de rodillas ante mi. Caigo con gracilidad y veo como el autómata se desploma en el suelo.

Entonces, me incorporo y saco la katana que siempre llevo conmigo y me giro lentamente, disfrutando del momento, buscando asustar a aquel insignificante personajillo que había creído tenerme a su merced.

- … Yo soy LA MUERTE –

Y sonrío maquiavélicamente.

El rostro del vietnamita se contrayó por el pavor, retrocedió un par de pasos y acabó por tropezar con una tubería baja. Probablemente el resto de los días de su vida era capaz de moverse por aquella sala con los ojos cerrados pero cualquier señal de raciocinio por su parte se había esfumado.

—Yo... yo... perdóname, qué quieres, perdóname —empezó a intentar balbucear mientras sus mocos se mezclaban con sus babas—. Toma todo lo que quieras pero no me hagas nada por favor...

Siempre era divertido ver como aquellos que sobreestimaban sus posibilidades descubrían que no eran sino simples muñecos en un juego demasiado grande para ser nada más allá de atrezzo. Era divertido ver a ese vejestorio que apenas unos segundos antes me amenazaba con una herramienta, ahora estaba acurrucado en el suelo mientras sollozaba y suplicaba desesperado.

- ¿Así que me darás lo que quiera? Tal vez pueda entonces perdonarte la vida –

Me puse de cuclillas frente a él, acercando el filo de mi espada a su cuello.

- Pero solo si la información que me des me es de utilidad. Dime ¿Dónde está almacenado el nuevo programa que van a presentar dentro de poco? ¿Cómo puedo acceder al mismo? –

Dejé mis ojos clavados a los suyos, sin dejar de sonreir, sin dejar de mostrar la espada para recordar lo que se jugaba.

La mirada de terror se reflejaba en los ojos del prisionero quién sólo podía elegir ver entre el rostro de la muerte en forma de una máscara de kabuki y el resultado de los destrozos que había provocado en el mecanismo el cuál sólo alcanzaba a producir algunos chisporroteos esperando volver a la vida.

—En los niveles superiores, allí está todo lo que está en desarrollo así que... Espera, espera... que vuelvo a empezar —dijo tras trabarse, tragó saliva con fuerza provocando un sonido áspero. Empezó entonces a vomitar información esperando que entre alguna de aquellas palabras que soltaba, estuvieran los metadatos que le garantizarían su libertad.

—A ver, la torre consta de tres grupos de niveles divididos por tres plantas técnicas, cada nivel exige unas credenciales cada vez más restrictivas. En el último grupo de plantas está todo lo gordo: los jefazos, los proyectos en desarrollo y por supuesto las instalaciones de esa planta técnica, que está bajo la cubierta por cierto. Si tienes curiosidad, esta es la primera planta técnica, aunque supongo que ya lo sabías.

Un carraspeo le hizo dejar de divagar y volver al tema central, la estructura de la torre:

—En la planta técnica situada bajo cubierta se almacenan todos los datos sensibles: datos de empleados, copias de seguridad de los prototipos de cada uno de los proyectos que no se han lanzado oficialmente, en fin esas cosas que tampoco es que entienda mucho. Lo mío es la limpieza (aunque se me ha formado en protocolos de actuación ante intrusos). Si quieres planos, te puedo pasar del primer grupo de plantas que es al que tengo acceso, pero se supone que son todas iguales, quiero decir diáfanas con cubículos para despachos y laboratorios... Espera, un segundo que lo cojo.

Sacó entonces su intercomunicador y con lentitud accionó un botón para mostrar a Nairobi que no iba a hacer ninguna llamada no autorizada. Al accionar aquel botón se desplegó un modelo tridimensional del edificio, en la vista exterior se divisaban tres helipuertos en distintos niveles y en la planta cubierta. El modelo contaba con más bigdata relacionada con la estructura, disposición y horarios de los niveles inferiores. Nada de los otros dos niveles como había adelantado.

Satisfecha, sonreí y me aproximé mucho a su oído.

- Ahora, espero que olvides este pequeño incidente. El droide… sufrió un malfuncionamiento, o otcó lo que no debía, pero tu no has visto nada ni a nadie ¿Entendido? Si me entero de que te has ido de la lengua, ten por seguro que te buscaré, te encontraré y te mataré. –

Esperé unos segundos para que el mensaje calara.

- Ahora… -

Y descargué un golpe rápido y contundente en el cuello para dejarlo KO. No tenía toda la información pero si suficiente. Con eso tendría que valer. Ya había pasado demasiado tiempo en aquel lugar y con cada segundo, me exponía más a que me descubriesen.

Rápidamente, me introduje en los mismos conductos que me habían traído aquí y deshice el camino. Entonces, lancé un mensaje para todos.

- Chicos, tengo información sobre donde está el objetivo y datos sobre que deberíamos hacer para acceder a él. Me dirijo a la salida. –

Volver siempre era más fácil, más rápido. Ahora había que prepararse para el gran día