Partida Rol por web

Andrés meneó la cabeza con una sonrisa ante la fanfarronería de Thadeus - En realidad, por lo que me contó Salinas, lo que hay es una lista bastante grande de situaciones misteriosas, algunas que afectan al mundo muggle, otras al mundo mágico, y otras a ambos. La idea es que cada uno tome una de ellas y las resuelva, si hay un gran misterio detrás que las relacione, supongo que será cuestión de descubrirlo y para eso es importante que nos comuniquemos. - se encogió de hombros - Vi la pila de carpetas en el escritorio y no hay forma de que una sola persona se haga cargo de todo el trabajo, a mi me tocó en suerte verificar el avistamiento de una quimera en una comunidad moogle, dado que tengo buena relación con los no magos.

La joven maga sacó una de las monedas muggles y siguió las instrucciones que ponía en la extraña máquina. Eligió una soda y un sandwich de pavo.

Una vez que tuvo la comida en la mano, se dedicó a pasear por los pasillos cercanos a la sala de espera esperando a encontrar tal vez alguien interesante o una conversación que le pudiera dar pistas de qué estaba pasando ahí.

Roberto fue tomando nota de todo lo que Muresan iba diciendo y a veces asentía y otras no parecía muy conforme. Vaya... suena interesante, pero la verdad... se quedó un poco pensativo sin saber bien cómo expresarse. La verdad es que buscábamos a magos un poco más expertos, es cierto que usted no llega a ser un squib, pero por lo que comenta lo parece. No creemos que tengamos que usar la violencia para resolver los problemas que hemos tenido, pero lo cierto es que tampoco sabemos a qué nos enfrentamos. Hizo una nueva pausa, analizando de nuevo las palabras del semigigante. 

Quizá lo más adecuado sea que ayudes a un mago que acabo de atender, puedes servirle como guardaespaldas, porque tiene que investigar la aparición de una criatura mágica y quizá enfrentarse a ella. Es posible que su fuerza y resistencia le sean de ayuda. Su nombre es Andrés Adrian Costas, y me atrevería a decir que se han tenido que encontrar en la sala de espera.

¡Alto ahí! Gritó el recepcionista. ¡No puede entrar sin permiso! En ese momento un par de aurores que estaban vigilando la recepción del MIM se acercaron a la mujer que intentaba colarse. Eran dos tipos bastante grandes y se interpusieron en su camino con la varita en mano preparados para atacar si fuera necesario.

El asiático salió de la recepción también con la varita en mano, pero en una posición menos agresiva. Mire, soy nuevo aquí, acaban de asignarme este puesto porque la recepcionista ha tenido... hizo una pausa, pues no sabía bien cómo expresarse o justificarse, ... un problema. Pero el hecho de que no encuentre su nombre no le da derecho a introducirse en el Ministerio por las buenas. Quizá pueda decirnos algo más sobre dónde tiene que ir, quién se supone que la ha reunido o quién se supone que la está esperando. Yukari tenía un rostro mucho más amigable que aquellos dos aurores, y sin duda sería mejor hablar que hacer algo de lo que Rebeca pudiera arrepentirse.

El secretario del Señor Salinas atendió a la bruja que acababa de llegar. Echó un ojo al papel que Valeria le entregaba mientras lo apuntaba en un papel. El Señor Salinas ahora mismo está reunido con un mago que acababa de venir a verle. Si lo desea, puede esperar en aquellos sofás junto al resto. En cuanto esté libre le haré pasar. Va usted detrás de la variopinta pareja disfrazada de los años 80. Dijo de forma breve, sin excederse demasiado y tras concluir con una sonrisa siguió atendiendo los papeles que tenía delante.

Isadora echó un vistazo a su alrededor mirando el pasillo en el que se encontraba mientras oía los murmullos del interior de la sala. Después escuchó el sonido del ascensor advirtiendo de que una persona más acababa de llegar. Pero desde fuera Lupin no podía saber de quién se trataba, así que se limitó a deambular por los pasillos de aquella planta hasta que se topó con un mago que andaba muy deprisa cargado de papeles. Quizá no fuera muy buena idea interrumpir a los trabajadores de aquel lugar, porque todos parecían sumamente ocupados.

¿Un problema? 

Esa palabra activó una alarma en el cerebro de Rebecca. Seguramente no sería nada, pero sus neuronas ya estaban activando los mecanismos para empezar a investigar. Solo tuvo que recordarse que estaba en medio de dos armarios de discoteca para desechar cualquier atisbo de curiosidad. Se tomó su tiempo para respirar. No iba a montar una escena, no le interesaba perder tiempo. Y ese chaval había sabido gestionar la situación lo suficientemente bien como para tenerle esa consideración.

- Está bien. Habrá habido un malentendido - respondió al fin. Sus palabras eran pausadas y amables, pero su lenguaje corporal dejaba claro que lo que estaba diciendo no tenía ningún valor. - No será necesario, no voy a perder más mi tiempo aquí - concluyó. Intentó dedicarle una sonrisa a Yukari sin mucho éxito. Aun así, su rostro estaba visiblemente más relajado. - Si alguien quiere hablar conmigo ya sabe dónde encontrarme. 

No se despidió. Se limitó a lanzar una mirada desafiante a esos dos aurores de pacotilla. Mientras, analizó el pasillo que llevaba al interior del Ministerio de Magia. ¿Realmente se había equivocado? ¿Se había desecho el conjuro de su casa y había pasado toda la noche respirando la marihuana de Jenny?

Con esos pensamientos se dio la vuelta e inició su marcha.

- Sí, un argentino bastante amable... Hemos charlado un rato. Le echaré una mano si él así lo desea.

¿Una lista inabarcable de misterios? ¡Aquello era precisamente lo que necesitaban! La noticia que el español-argentino le había dado era simplemente maravillosa. Nefertari agarró emocionada el brazo de su marido. Más tarde celebrarían aquello a lo grande. Tan solo esperaba que no acabase con la habitación en llamas, como la de aquel hotel tras la pequeña aventura en Nueva Caledonia. Visto en retrospectiva, los fuegos artificiales de interior quizás no fueron una buena idea. Por suerte habían conseguido arreglar todo antes de que llegase el servicio de habitaciones. Aquel sí que había sido un aniversario memorable.

—Vamos, que han dejado todo para el último momento—la legendaria vagancia de los españoles estaba jugando a su favor pero claro, eso era algo que no hubiese reconocido delante de el señor Costas ni muerta. Era muy educado, y aunque no se considerase español aquel comentario podía herirlo.—Suena maravilloso, ¿verdad, querido? 

Nefertari se giró para entablar conversación con Melker. Parecía silencioso, pero le había caído bien, por algún motivo.

—Y usted señor Westerberg, ¿había estado antes en España?

Valeria se giró para ver a los que estaban esperando allí. A decir verdad, no había visto a nadie en cuanto había enfilado el pasillo, debían estar ocultos porque no los estaba mirando. Un truco muy básico. Pero en fin, menos mal, había encontrado el lugar después de tanto deambular por el Ministerio. Se aproximó a ellos con una sonrisa, pero con cautela.

-¡Hola! Buenos días -se sentó en uno de los sofás, colocando la mochila de lona en sus rodillas. Llevaba un vestido de flores y el pelo castaño con un peinado espectacular-. ¿Lleváis mucho rato esperando? 

Andrés se giró al escuchar la pregunta y la ligera sensación de deja-vu que le había provocado el timbre de voz se convirtió en una catarata de recuerdos al contemplar una figura salida directo de su pasado. Lo cierto era que su nombre había sido lo primero que había acudido a su mente cuando leyó el anuncio de Salinas, pero nunca pensó que realmente la encontraría. 

Cuando salió de su estupor, que había sido claramente visible para quienes lo observaron, se acercó con una sonrisa a la recién llegada - Valeria Fernandez, quien lo hubiera creido, estás igual - iba con los brazos ligeramente abiertos y con las palmas abiertas, como invitando al abrazo, lo que provocó un levantamiento de cejas y una mirada inquisitiva con más de duda que desconfianza - Adrián Costas, - dijo con seguridad - Andrés, - corrigió rápidamente - usaba ese nombre cuando nos conocimos - el gesto de Valeria, una mezcla de desconfianza y amenaza, le dijo que no lo recordaba, y claro, quien lo reconocería despues de tanto tiempo.

- Espera, no me mates aún - dijo poniendo las manos por delante, y ante los ojos de todos su rostro rieló y sus rasgos se desdubujaron, su cabello creció y se acomodó en un peinado que hacía más de una década no se usaba, y aún en ese tiempo había sido soso. Su cuerpo se achicó y cuando todo terminó de cambiar, el hombre que antes la miraba ligeramente desde arriba era un adolescente de unos catorce años que apenas le llegaba a la altura de los pechos. - Grano mas, grano menos... - dijo con una voz engallada por la adolescencia - ¿Y si te miro así? - los ojos de cordero degollado no cuadraban bien con la sonrisa pícara que tenía en el rostro, pero eran los mismos ojos que hacía dieciseis años la habían admirado en Salamanca acompañados de un gesto de flan derretido que provicaba diabetes.

Yukari continuaba extrañado por el comportamiento de aquella mujer pues no llegaba a comprenderla. Tras la intervención de sus compañeros, Rebeca dio media vuelta y se marchó sin un rumbo fijo. Tampoco entendía por qué parecía estar tan molesta, y sobre todo no entendía por qué no le había contestado a las preguntas que le había hecho, quizá así pudiera ayudarla mejor.

Aún así, no dijo nada más. Le daba la sensación de que la mujer estaba de mal humor y no quería molestarla.

Perfecto, la ley de protección de datos mágicos me impide darle su número de teléfono. Pero si no lo localiza, puede llamarme a este teléfono y les concertaré una cita dijo mientras le hacía entrega de una tarjeta de visita mágica donde se encontraban el nombre de Roberto, su puesto en el MIM y su número de teléfono además de una fotografía en la que el regordete hombre se quitaba las gafas y saludaba con una amplia sonrisa y un gesto de mano. 

Perfecto entonces, ¿alguna duda más? Si no, puede salir ya y decirle a... miró el papel que tenía junto al montón de expendientes y pronunció de mala manera el nombre de la chica asiática, Ju... Juirn... Jurina Suzuran.

Melker esperaba pacientemente a que le tocara su turno para entrar mientras pensaba en su hurón, al que había dejado solo en la habitación del hotel, y se preguntaba si se encontraría bien. Conociéndole, el pequeño animal ya habría recorrido la habitación entera para curiosear, habría mordido algún cable y en ese momento estaría durmiendo debajo de la cama.
La pregunta de Nefertari hizo que Melker dejase de pensar en Nyfiken y pasase a centrar su atención de nuevo en la sala de espera. - Si, hace un tiempo recorrí el norte de España. Hay lugares muy bonitos con mucha magia Dijo Melker recordando su paseo por la selva de Irati - Y ustedes, ¿Conocían España de antes?

Gheorghe salió del despacho del secretario y,al contrario que los demás, no salió con ningún tipo de papel bajo el brazo.

- Jurina, es su turno.

Después fijó su vista en el chico argentino.

- Andrés, el secretario me ha pedido que te ayude en su investigación. Ha pensado que un cuasi-squib con mis habilidades puede serte útil. Si te parece bien por supuesto, ya sabes que lo de colaborar es opcional.

Visto que nada parecía pasar, la joven suspiró, seña de que su paciencia se estaba agotando.

Así pues, esperando que la sala de espera estuviera más despejada, se dirigió de nuevo a ese lugar. Ya tenía ganas de entrar en acción o por lo menos saber qué estaba pasando.

Pareció pensárselo mejor, porque no llegó a dar más de cinco pasos. Durante unos segundos se quedó quieta, de espaldas a todos los presentes. Luego se giró lentamente, visiblemente más calmada pero con el mismo semblante serio de antes.

- Mira... vamos a volver a empezar - contestó por fin, permitiéndose soltar un suspiro. - Sé que el Ministerio quiere contratar mis servicios. Pero no dispongo de más información. - añadió, ignorando a los armarios de seguridad. No tenía ninguna gana de ser arrastrada por uno de esos armarios. - Necesito enterarme de qué está pasando. ¿Me dejas  pasar? Puedes acompañarme si es necesario. 

No le apetecía nada tener a ese crío de niñera pero sabía perfectamente que no estaba en situación de exigir.

Cuando la puerta se abre y Gheorghe aparece y le dice que es su turno, Jurina se pone en pie y suspira, mira al hombre y dice:

Vaya ha sido bastante rápido, gracias por el aviso

Para a continuación entrar en el despacho del hombre mientras iba guardando su teléfono móvil en el bolsillo de su pantalón.

Yukari se acercó de nuevo a la recepción junto a Rebeca y volvió a revisar los papeles. Mire, de verdad que no la encuentro por ningún sitio. ¿Está usted segura que ha recibido una carta expresamente? Se lo digo porque hace unos días el jefe de la Oficina del Uso Incorrecto de la Magia envió un montón de cartas a un montón de brujas y magos, pero de forma genérica y no personal. Quizá usted haya venido a verle a él, su nombre es Roberto Salinas, pero me temo que no hay ninguna reunión, ni nada similar. Tampoco creo que la estén esperando. Creo que hay bastante gente esperando, su oficina está en la planta -2 de ese ascensor.  Dijo señalándolo. ¿Se refería a eso? Confiaba en que por fin hubiera podido ayudar a esa mujer que parecía empezar a irritarse por no entender cómo funcionaba el MIM.

El secretario acompañó a Jurina y allí le recibió un hombre orondo de mediana edad, anteojos y una barba de tres días pero cuidada. El secretario presentó a la bruja que acababa de llegar y Salinas se levantó y le tendió la mano y después se presentó:

Mi nombre es Roberto Salinas, soy el Jefe de la Oficina del Uso Incorrecto de la Magia del Ministerio de Magia de España. Por favor siéntese. Le dijo señalando la silla de terciopelo negro que había frente a su mesa de despacho y él hizo lo mismo. 

 Si está usted aquí es porque le ha llegado la carta que enviamos hace unos días. Fue una carta que mandamos a brujas y magos más poderosos de todo el mundo, con la esperanza de que pudieran ayudarnos con una investigación que nos está trayendo de cabeza. Desconocemos si es un problema mágico o muggle, pero la realidad es que parece lo primero. Se aclaró la garganta, abrió uno de los cajones que tenía en su mesita y sacó un montón de papeles. Estos son todos los casos que tenemos que investigar. Pero por el momento solo le daremos uno a usted, pues puede volverse loca si tiene que investigar más cosas a la vez. Dijo con una sonrisa, después se puso colorado, como si se hubiera dado cuenta de algo. ¡No quiero decir que usted no sea capaz de lograr investigarlo todo! Pero es que hemos pedido ayuda a mas magos y brujas y estamos esperando a ver si vienen más. Dijo algo ruborizado mientras se rascaba la cabeza un poco avergonzado.

De todas maneras, antes de contratarle, me gustaría que me contara algo más sobre usted. Necesitamos sus datos para registrarle como miembro trabajador del MIM, nombre, apellidos, profesión anterior, edad... todas esas cosas. Dijo mientras le tendía un papel para que rellenase el formulario. Pero también necesitamos saber cuáles son sus capacidades especiales y en qué puede ayudarnos para saber también que misión se adecua más a sus capacidades.