Partida Rol por web

Desmonto con un sentimiento tibio en su interior, inspirado por las cómodas simplezas que estos lugares representaban; fuego, alimento, refugio. Eran las cosas más básicas, los placeres que disfrutaban igual el campesino o el noble, algo  que iba más allá de la condición social. Y también, para alguien que había vivido varios años en los caminos, algo como un hogar.

-Sera mejor que las damas y los que van menos abrigados entren a calentarse cuanto antes. +indico al resto de la comitiva+ Konrad y maestre Anselminus, quédense conmigo. Nos ocuparemos de la… limpieza del carro.

No dijo mas, solo intercambio una mirada significativa con lady Lylian y Normand. Al margen de las otras cosas discutidas, el punto sobre dejar los cuerpos en la posada y darles entierro subrepticiamente parecía el único sobre el que estaban todos de acuerdo. Era lo mejor hacerlo cuanto antes, mientras la lluvia mantenía a todos adentro.

Anselminus pasó el resto del viaje en un estado de total intranquilidad, apenas habían abandonado las tierras de lord Serf y ya estaban pasando por serias dificultades. En realidad lo que habían presenciado no era tan raro como pudiera parecer, los rumores de bandidaje siempre aparecían de vez en cuando aquí y allá, pero nunca debían vivir sus consecuencias de primera mano. La visión de la posada le relajó un tanto, pero aún así, el maestre necesitaba algo más que un leve descanso para reponerse de la impresión.

- Como quiera, Sir - respondió Anselminus a Ser Yoren, resignado a tener que retrasar su oportunidad de encontrar la comodidad y calidez de la lumbre en el interior de la posada. No era el más apto para una tarea pesada como cavar una tumba, pero entendía porqué el caballero le quería atendiendo aquella labor. - Cuanto antes terminemos, mejor será. - pensó para sus adentros.

A cada paso parecía mas claro que aquellos hombres no se iban a despertar. Ella no entendía el motivo por el que habían abandonado la idea de curarles y decidido que sus cuerpos serian comida para gusanos. No entendía muchas cosas, confiaba en el criterio de quienes la acompañaban pero su cabeza se llenaba de curiosas preguntas para las que tal vez nadie tuviera respuesta.Entro con su hermana y agradeció el calor del fuego. Poder quitarse la capa mojada y acercarse a la lumbre la reconforto pero seguía sin decir palabra, como todo el resto del camino desde que encontraran los cuerpos en el barro del camino. Adivinar que pasaba por su cabeza era una tarea bastante compleja.Grisel perdió su mirada en las llamas danzantes y dejo que el calor secara su ropa. Ni siquiera sintió deseos de curiosear, ni su mirada persiguió cada viga o tablón del techo, buscando algo bonito que llamara su atención.

Entro en silencio junto a mi sobrina Grisel. No dejaré de responder si es a quién le preguntan pero sin ganas de hablar con nadie y mi expresión corporal así lo refleja. Mientras me acerco al fuego voy abriendo el abrigo aunque no dejando al descubierto la espada. No es que este oculta ya que sobresale por debajo pero algunos se toman como una provocación o amenaza que se muestren completamente.

Cuando todo finalice y hallamos regresado a casa esta dejara de serlo para mi. Recogeré mis escasas pertenecías y los dejaré tranquilos con los que quieren que los sirvan. Marcharé hacía el norte y si no encuentro ningún lugar donde establecerme el Muro marcada el final de esa búsqueda.

Por fin habían llegado al lugar. Aunque no se sentía precisamente tranquilo, había sido un camino desagradable, como un chiquillo intentando dormir mientras sus padres discuten. Los "mayores" seguirían discutiendo el asunto de que hacer largo y tendido, mientras el se vería atado de pies y manos. Había pensado en acercarse a hablar con Normand sobre que hacer de forma menos "directa". Pero aquello podía esperar, sus pesquisas serían sobre el terreno, y no hablando con ningún lord o dama.

Ahora tocaba termianr el trabajo sucio, paral uego poder empezar otro.

-Claro- respondió escuetamente a Yoren. Quedaba ver si la dueña de la posada permitiría enterrar a unos pobres desgraciados tan cerca. Lady Lylian o Normand se encargarían sin duda de ello.

Algo dentro le decía que en aquella posada no descansarían demasiado, y menos trayendo tres cuerpos. Definiticamente itentaría hablar con Normand más tarde.

Ser Yoren, el maestre y Konrad se quedaron en el frío y húmedo ambiente del exterior de la posada para encargarse de la carga que llevaban consigo en la carreta mientras las dos damas y Normand entraban a la casa acompañados del resto de la comitiva. Tendrían que cavar en la tierra encharcada y mancharse de barro y sangre para enterrar los cuerpos, cuyo fétido olor de muerte les había acompañado durante todo el trayecto.

El joven y fornido mozo de cuadras salió a la lluvia para ofrecerles su ayuda en lo que él pensaba que se trataba de una simple tarea de descargar equipaje.

-Dejad que os ayude, mis señores. -Dijo con simpática sonrisa.

Al cabo de unos minutos cuando me he calentado un poco al fuego y calmado un poco también me dirijo a mis sobrinas dando la espalda al fuego y aprovechando también para observar todas las mesas buscando mas gente de armas, sean soldados o nobles por sus vestiduras. – Me parece que lo mejor sera que pasemos la noche aquí, ¿no os parece? Si estáis de acuerdo antes de que puedan aparecer mas viajeros tenemos que conseguir aunque sea una sola habitación para vosotras y vuestras sirvientas.

No dejo de intentar observar a todos los que hay en la sala mientras miro a una y otra aunque la vista se detiene mas entre ellas.

Una vez solos, observo al fornido simplón y asintió pausadamente. Había contado con que el sirviente se quedaría y por fortuna daba el tipo correcto que necesitaban.

-Sea. Pero no es lo que piensas… Necesitamos algunas palas. Encontramos unos pobres hombres muertos en el camino y hay que darles sepultura. +explico con sencillez, sin entrar en detalles+ ¿Conoces algún lugar cercano que sea adecuado?  Sino, una arboleda o algo asi servirá.

Tras la respuesta, miro a los dos que había pedido quedarse.

-Vamos a darles un mínimo de dignidad. Konrad, tú y yo le ayudaremos a cavar para terminar deprisa. Maestre, cuento con que limpie los cuerpos entre tanto y si sabe alguna oración para el final, mucho mejor. Creo que de los presentes es el más cercano a un septón…+dijo con una minúscula sonrisa. 

Anselminus se había sentido tentado de mandar al mozo de cuadras de nuevo a sus quehaceres para ahorrarle aquella escena, pero tímido de él, como le ocurría con frecuencia con los extraños incluso si se trataba de jóvenes sin importancia, no supo encontrar las palabras o pronunciarlas siquiera en voz alta. En su lugar, Ser Yoren le involucró de inmediato dando por hecho que lo soportaría, y una vez hecho esto el maestre no se atrevió a llevarle la contraria.

Se sentía aliviado en parte por no tener que realizar el trabajo pesado, aunque tampoco era sencillo soportar la cercanía de los cuerpos y el olor que desprendían, sin embargo se repitió mentalmente que era su labor y la cumplió sin ninguna queja; aunque no sin una respuesta con cierta ironía sobre lo último que había mencionado Ser Yoren. - "Que los septones se encarguen de los muertos y los maestres nos encargaremos de los vivos." -  Citó. Algún escriba había registrado aquella frase de una discusión entre el septón supremo y el gran maestre en la época de Aegon IV, aunque en el tiempo presente en la ciudadela se había vuelto un refrán usado como reprimenda para los aprendices demasiado curiosos.

- Tenéis razón Ser Yoren, pero al mismo tiempo es una equivocación pensar en mi como un septón. Solo diré que en el momento que encontremos a alguien más capaz de cumplir con ese papel dejaré de sentirme incómodo al respecto. -

Por un lado se agradecía tener ayuda, por otro aquello podía causar malentendidos. A estas alturas manetener una actitud noble como la de Ser Yoren sería la mejor opción.

Tan solo asintió y siguió atento con su característica mirada mientras empezaba aquel intercambio amistoso de pullas.

Por su parte mantenía una actitud un poco cínica respecto al chico. No es que fuera especialmente impío, pero el mismo mozo se había metido en esto, y aunque fuera un marrón a veces la vida te los tiraba encima, igual que se los había tirado a ellos. El era tan poco culpable como ellos mismos e igualmente le tocaba "cargar con el muerto".

-Acabemos pronto entonces, quizás incluso podamos limpiarnos ahí dentro- aunque deseaba descansar como el que más su verdadera preocupación era llegar a un sitio concurirdo con tres cadáveres, prefería  no tener que escuchar demasiadas voces susurradas y encontrar miradas furtivas luego.

El chico arrugó la nariz cuando vio a los muertos y sintió su nauseabundo olor por primera vez. Con el estomago revuelto se retiró un par de pasos hacía atrás, y con un rostro tan níveo como la cumbre de una montaña se dirigió a ellos como pudo, tratando de controlar el vómito.

-Creo... creo que debería avisar a mi señora Masha antes de nada. - Dio otro par de pasos retirándose hacía la puerta de la posada.

No esperaba que el simplón fuera tan sensible a unos simples cadáveres y frunció el ceño ante su tontería. Dejando de lado la amistosa pulla con el maestre, se encaro con el hombre.

-De eso ya esta ocupándose mi señora. +indico con severidad+ Ahora vamos, a tu trabajo; trae las palas.

Todos venían cansados, mojados y hambrientos como para que el imbécil empezara con excusas o remilgos. Yoren no era especialmente calmado, ni tampoco irascible, pero cuando se trataba de incompetentes, su paciencia se agotaba mas deprisa de lo normal…  

Ser Yoren se estaba mostrando un poco autoritario en este viaje por algún motivo. Konrad no estaba seguro de si enterrar esos cuerpos por la fuerza antes de que la dueña diera el visto bueno sería motivo de descortesía.

Tal y como eran las cosas la señora Masha no tenía otra opción en realidad, pero era un caso como el de los refraneros "se atrapan más moscas con miel que con vinagre".

-Tranquilo chico, a ti te va a tocar cavar, seguramente no tengas ni que tocarlos- añadió a la frase de Yoren con una sonrisa más o menos amable, dentro de lo que cabía, mientras pensaba "Se le va a soltar la lengua en cuanto vaya a por las palas, pero tampoco va a quedar bonito que entre yo hecho unos zorros y empiece a exigir palas y silencio, los de dentro sabrán como llevan el asunto".

Un escalofrío de nerviosismo recorrió la espalda de Anselminus. Sabía que no estaban obrando de mala fe, pero cuando se imaginaba teniendo que dar explicaciones por todo aquello: los cadáveres y las tumbas cavadas a toda prisa en medio de la noche... no se le iba de la cabeza el pensamiento de que alguien se haría una idea muy equivocada de sus motivos.

Esperó a que el mozo fuera a por las palas antes de decir a nadie en particular - Esto atraerá rumores, y ninguno de ellos bueno; al menos hasta que se descubra a los culpables. - lo dijo sin ninguna intención particular, pero algo en sus palabras parecía indicar que tendrían que ser ellos mismos quienes encontrasen a esos culpables, sobre todo después de haber decidido tratar con aquél secretismo las últimas palabras del fallecido escudero.

El muchacho se mostraba reticente a colaborar con ellos después de haberse percatado de que eran cadáveres lo que transportaban, sin embargo no eran los muertos lo que le daba reparo, a pesar del pútrido olor con el que acompañaban su presencia, sino el hecho de ayudar a enterrarlos en las tierras de su señora y con ello estar ayudando a unos posibles asesinos a deshacerse de las pruebas. Las palabras del maestre, y su presencia allí, tranquilizó un poco al muchacho, pero siguió mostrándose dubitativo entre ayudarles y dejarles allí mientras avisaba a la posadera, sin duda por muy armados que fueran esos hombres temía más a su jefa que a unos posibles bandoleros.

-Yo... bueno... tendría que...- Con otro par de pasos se alejó algo más de allí en dirección a la puerta.

Finalmente una voz a sus espaldas interrumpió al muchacho. Era una voz femenina, pero dura y firme. Al volverse hacía ella vieron a la posadera en el quicio de la puerta sosteniendo un caldero de deshechos que había sacado a esparcir al campo. Miraba extrañada a los recién llegados, sin entender todavía que estaban haciendo y por ello le pareció sospechoso.

-¡Davin! ¿Qué ocurre?. Sal de ahí. -Ordenó. Después en el mismo tono autoritario se dirigió hacía Yoren, Anselminus y Konrad -¿Cuál es el problema, mis señores?.

En la posada el ambiente se mantenía tranquilo y cálido gracias al abrigo que el fuego de la hoguera proporcionaba entre todos los presentes. La posadera, que masticaba algo de hojamarga se dirigió a la puerta por la que ellos habían entrado cargando un cubo de deshechos que lanzaría en el exterior detrás de algún matorral, lejos de la posada para evitar el mal olor.

Entretanto, la joven muchacha que atendía las mesas se dirigió hacía ellos levantando las miradas de los hombres que se encontraban en el salón quienes se deleitaron con la carne joven y turgente que se adivinaba bajo el vestido de sirvienta que llevaba. Les dirigió una bonita sonrisa cargada de amabilidad y bienvenida, una de esas amables sonrisas que quien atendía al público tenía tan bien ensayada y que invitaban a entrar al establecimiento y quedarte allí. Los ojos de la joven, sin embargo se desviaron ligeramente hacía Normand y su sonrisa pareció aumentar significativamente.

-Bienvenidos sean, mis señores. ¿En qué puedo servirles?.- Volvió a mirar a Normand, pero agachó la mirada tímidamente cuando éste se percató de ello.

Antes de que mis sobrinas respondan se presenta una joven que con mucho tacto nos está indicando que el fuego no es para quién tenga frio sino para los clientes. Desisto de insistir preguntándoles, solamente soy su tío.

Intento mostrar mi mejor cara y tono mas educado a la joven ya que ella no ha hecho nada que me haya molestado.

Correspondo a su inclinación con una por mi parte. – Disculpa es evidente que tendríamos que habernos presentado y pedir la comida.

Es evidente que llevando nuestro escudo de armas grabado en nuestras ropas no tiene sentido ahora negar quienes somos.

Señalándome para a continuación hacerlo con mis sobrinas y sus sirvientas. – Soy Normand Serf, y estas son mis sobrinas con sus sirvientas. Necesitaríamos dos habitaciones una para ellas cuatro, si sólo hubiera una esta, y otra para cinco. Mientras nos gustaría cenar algo caliente somos nueve algunos están ocupándose de descargar el carro y ahora entrarán. Preparanos ocho jarras de vino caliente con especies y una jarra de leche caliente con mucha miel para mi sobrina Grisel, con mas miel que leche. – Indicándole quién es. – ¿Podrá ser todo?

Grisel tenía la mirada atrapada en la danzante llama. Parecia tan ignotizada por ella que quien la viera podría temer que en un segundo saltara dentro. Escucho lejano a su tio, susurrar algo, nada más importante que mirar el bonito fuego bailar. Los ojos le molestaron por llevar un rato sin parpadear. Le fastidio tener que apartarlos de la bonita luz, justo cuando una chica se acerco a su tio. Esa chica miro a su tio de un modo que no le gusto. Era SU tio, era sólo suyo. ¿Como se atrevia a mirarle como si lo quisiera para ella?. La habría tirado del pelo muy fuerte pero eso habria enfadado a su hermana y a su tio. Había prometido portarse bien...Tan bien como pudiera. -¿Podria ser rapido?- apostillo la muchacha, queriendo que se alejara de su tio enseguia.- Estamos cansados.-Guño de seguido. Miro a su tio y esbozo una sonrisa mas falsa que una moneda de barro. Nisiquiera se esforzo en disimular que la cortesia que añadia despues era puro teatro.- Por favor.

A esos momentos se refería Konrad. En esos instantes tensos cualquier cosa podía ser malinterpretada y tomada a la tremenda. De un segundo a otro el acto de piedad de darle dignidad a unos muertos podía convertirse en rumores sobre como habían obligado a una posadera a esconder un asesinato, o algo peor.

Konrad decidió atajar antes de que Yoren quisiera medir su ego con ella -Creía que mis señores habían entrado y habían podido explicarle sobre nuestro viaje...- esperaba que la dueña hubiera visto entrar a un grupo de nobles en su propia posada.

-Queríamos darle dignidad a unos probres diablos- fue lo único más que dijo, no quería hablar por los lores y damas.

- Permítame explicarme, señora. - Añadió Anselminus apresuradamente, a su pesar, temiendo que les tomasen por bandidos o algo peor.

- En nuestro trayecto hacia aquí nos encontramos con estos pobres diablos; habían sido atacados y robadas todas sus pertenencias. No podíamos abandonarlos como estaban en mitad del camino, ni detenernos a cavar tumbas en mitad de la lluvia y la oscuridad, de modo que hicimos lo más oportuno; traerlos con nosotros hasta un lugar adecuado donde darles sepultura. - Se detuvo un momento a tomar aliento, y para dejar a la mujer asimilar lo que le decía, al mismo tiempo que pensaba en qué más podía contarle.

- De hecho tal vez pueda ayudar. Si estos hombres pasaron por aquí tal vez usted los reconozca. - Para sus adentros Anselminus pensaba que aquello no era posible. Si aquellos hombres y su escudero acudían a la boda, en Cimera, no podrían haber pasado aún por aquella posada. Solo esperaba que la mujer considerase aquella pregunta suficiente para no considerarles los autores de aquella barbarie.