Partida Rol por web

Hay un Logroño oscuro...

Epílogo: Aquello que duerme en el fondo

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23/01/2019, 23:51
Daniel

Pienso como Laura, sea lo que sea Salvador sabrá lo que es. Yo pienso que es a lo que rendían culto pero mejor salir de dudas.
Cojo la figura para llevarnosla con nosotros y ver qué podemos sacar de ella.

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24/01/2019, 21:53
Narrador

Olivia se dispuso a seguir a los demás cuando percibió que algo no iba bien. 

-Daniel...Daniel, ¿estás bien? ¡DANIEL! -zarandeó al muchacho con fuerza, que se había quedado absorto, con los ojos como platos, mirando al infinito. Las venas de su cuello se hinchaban por momentos, como si estuviera haciendo un esfuerzo físico sobrehumano. Y su mano derecha sujetaba con fuerza aquella muñeca. De repente, su espalda se arqueó, como si alguien hubiera tirado de una cuerda invisible que estuviera clavada en su pecho. Todo el cuerpo se levantó unos centímetros, quedando apoyado en un ángulo imposible sobre las punteras de sus zapatillas. 

Hubo un instante de silencio. Un silencio sepulcral. Después llegó el estallido. 

Como el chirriante estruendo de un millar de uñas rascando una pared de pizarra, como el insondable lamento de un millón de voces al unísono. Así sonaba aquella endiablada melodía. Y lo hacía dentro de las cabezas de cada uno. Laura se tapó los oídos inútilmente. Y Olivia miró aterrada al chico, que parecía fuera de sí. Claudio buscó instintivamente a la salida de la gruta, por la que se colaba algo de luz. Lo que vió le heló la sangre. 

Se estaba colando agua, como si de alguna manera el nivel del río hubiera crecido lo suficiente como para colarse por la cueva. En un par de segundos el agua comenzó a entrar a raudales, formando una cascada de líquido trasparente allí por donde minutos antes habían descendido. 

Pero lo pero de todo fue aquella sensación. El horror, si es que podía ser descrito así, más puro que jamás hubieran experimentado. La enloquecedora certeza de que Él estaba allí, con ellos, en aquel agujero del monte Cantabria. 

Notas de juego

Chicos, voy a necesitar que hagáis una tirada de Voluntad. La dificultad es de 15, excepto para Daniel, que es de 18. Si la pasáis podéis hacer una única acción, ya sea intentar escapar, ayudar a Daniel o cualquier otra cosa que se os ocurra... quien sabe, quizá estéis a tiempo de salvaros ;)

Los modificadores son +2 Claudio, +1 Daniel, -1 Olivia, -2 Laura.

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24/01/2019, 22:39
Laura

Traté de taparme los oídos, pero fue inútil. Aquel estruendo era insoportable y estaba segura de que incluso llegaría a hacerme estallar los tímpanos. El agua entraba a raudales por la cueva y solo era cuestión que terminara por ahogarnos. ¿Cómo era posible? ¿Cómo era siquiera posible que el agua hubiera alcanzado el nivel suficiente para que pudiera llegar a inundar aquella cueva que se encontraba a tanta altura? No podía ser real, no podía serlo...

-¡Es la muñeca! -exclamé, al percatarme del objeto que Daniel tenía en sus manos-. ¡Tienes que soltarla, Daniel!

"Solo entiende el lenguaje del fuego y del sacrificio" pensé para mis adentros, con horror. No teníamos lo primero y dudaba mucho que pudiéramos obtener lo segundo.

Me bastó con observar la posición antinatural en la que se encontraba Daniel, rígido y apoyado en el suelo tan sólo con las punteras de sus zapatillas como para saber que eso no era natural. Puede que ni siquiera él tuviera ya control sobre su propio cuerpo. Él lo estaba dominando con fuerza y estaba convencida de que no había nada que los demás pudiéramos hacer para liberarlo a menos que lo lograra por sí mismo.

Presa del pánico, eché a correr hacia la salida de la gruta, directamente hacia la cascada estaba comenzando a colarse en el interior de la cueva, con intención de atravesarla y subir hacia el exterior. Necesitaba salir de aquel lugar. "Tendríamos que haber venido preparados para lo que hubiera podido pasar" me dije, maldiciendo nuestra mala suerte. "Si hubiéramos traído un mechero y algo de gasolina...".

Sin detenerme ni un segundo, traté de escapar de la cueva. Aquello ya no era como la noche en que la policía detuvo a Amador Sierra y sus secuaces. ¿Qué podíamos hacer para detener al Señor del Río?

- Tiradas (1)
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25/01/2019, 11:10
Daniel

Una vez cogi la muñeca algo extraño pasó por mi cuerpo. Estaba petrificado, intentaba soltar la muñeca pero no podía, una melodía chirriante retumbaba en mis oídos. ¿Qué esta pasando? ¿Existiría realmente aquel ser y estaba aquí con nosotros?
De repente el agua empezaba a entrar por la boca de la cueva, parecía que este sería nuestro final.
Escucho como Laura me dice que suelte la muñeca, pero estoy petrificado, tan solo logro articular algunas palabras.
No, no puedo soltarla - digo sollozando viendo como soy incapaz de poder deshacerme de ella.
Salir de aquí, siento de haberos metido en esto amigos - les comento en todo despedida viendo en mi mente que este seria mi final y no quería que nadie mas cayese conmigo. Al fin y al cabo iba a morir teniendo prácticamente todas las respuestas a la desaparición de mi amigo. Empecé a creer que este ser aun siendo increíble existía.

- Tiradas (1)
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25/01/2019, 20:20
Claudio

Claudio estaba encaminándose hacia la salida de la cueva cuando un latigazo extraño recorrió su espina dorsal. Al volverse, la escena que presenció le dejó por unos segundos sin capacidad para poder decir una sola palabra. La postura retorcida de Daniel, mientras aquel muñeco permanecía en su mano, podía calificarse de todo menos natural.

Y justo cuando parecía que iba a poder abrir la boca para preguntar qué demonios estaba pasando llegó. Aquel chirrido atronador. No sonaba a nada que aquel hombre hubiera escuchado en su vida, y estaba taladrando hasta el último rincón de su cerebro. No sabría describir las sensaciones que se concentraban en su cabeza. Pero de repente todo su escepticismo se borró de un plumazo. Él estaba allí, en ese momento, y trataba de hacerse presente en aquella cueva.

"Solo entiende el lenguaje del fuego y del sacrificio..."

Aquellas palabras resonaban en su cabeza, y pensó que aun no estaba todo perdido. Mitigando el ataque de pánico que luchaba por apoderarse de su cuerpo y sacando fuerzas de flaqueza, cogió el mechero que había en su bolsillo y se acercó hasta donde permanecía inmóvil Daniel, para intentar prender fuego a la figurita de ramas secas que parecía pegada a la mano de su joven compañero. 

-No te dejaré aquí solo Daniel, no sin intentarlo. ¡El honor es mi divisa!-Gritó mientras acercaba el mechero al maldito muñeco, cubriendo la llama con la otra mano para impedir que alguna salpicadura de agua o el viento apagara la llama en el momento más inoportuno.

- Tiradas (1)

Notas de juego

En la escena individual de Claudio ya especificamos que es fumador. Así que encuentro justificable que lleve un mechero encima. Ha llegado el momento de jugársela a todo o nada. :P

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25/01/2019, 21:00
Olivia

-¡Daniel! ¡Da...! -Olivia quedó petrificada también, quizá fruto del terror. Quizá presa de algo todavía peor. Con una mano agarraba el brazo de Daniel, aquel que que sujetaba el siniestro ídolo. Todas aquellas sensaciones, todas las sospechas, los miedos, el poder, los sucesos inexplicables. Todo se resumía a ese mismo instante. A ese momento de puro pánico. Ahora lo entendía todo. No hubiera sido capaz de expresarlo en voz alta, ni siquiera de escribirlo, pero lo sabía. Lo sabía

Sin embargo no podía moverse. No pudo ni echar a correr cuando el agua que caía en forma de cascada humedeció sus zapatillas y empezó a ganar terreno rápidamente. Le cubría los tobillos cuando Claudio gritó algo. El honor es mi divisa. Hubo un destello de luz que iluminó por un instante toda la gruta. Después de apagó. 

- Tiradas (1)
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25/01/2019, 21:05
Narrador

Laura, presa del pánico, corrió hacia la salida. Los demás se quedaron dentro pero, al fin y al cabo, ¿quién podría juzgarla? Tan solo se guiaba por el más puro instinto de supervivencia. Escaló con dificultad las piedras que la separaban de la cueva del Águila, que a pesar de estar a no más de diez metros allá arriba, parecía inalcanzable. El agua caía con fuerza, lo que hizo que la chica cayese sobre sus rodillas un par de veces, dañándose las piernas y torciéndose un tobillo. Sin embargo, la adrenalina no la dejó rendirse. Tras unos segundos eternos, consiguió salir de allí a toda prisa. 

Daniel no podía moverse, solo tenía control ya de sus pensamientos. Y supo que aquello era el fin. Su único consuelo era haber llegado hasta el final. Haber entendido qué ocurrió realmente con su amigo del alma Manuel Cidacos. Y compartir con él su final. 

Olivia no podía sino contemplar toda la escena con horror, consciente de que pronto el agua del río la cubriría por completo, ahogándola de una forma terrible. Una muerte que jamás hubiera deseado. Tuvo un pensamiento para sus hijas, incluso para su ex marido. Quiso volver atrás y arreglar tantas cosas que quedaban pendientes. Los abrazos que no dio. El cariño que su trabajo le impidió imprimir en sus hijas. 

Claudio actuó. Tuvo la claridad mental suficiente para recordar el mantra que últimamente se había repetido una y otra vez. El honor es mi divisa. También recordó el mejor consejo que les había podido dar aquel hombre de la sierra, el bueno de Salvador Ceja. Él sólo entiende una lengua, la del fuego y el sacrificio... 

Sabía lo que tenía que hacer. Era todo o nada. Agarró su mechero con firmeza y protegiendo la boquilla con una mano encendió una llama que iluminó la sala. La acercó a la muñeca, muy cerca de Daniel e intentó encender una ramita. En ese momento la llama se apagó. Quizá por una corriente de viento, quizá una salpicadura de agua. No, no, no, no. Intentó volver a encender. Una vez, otra, y una tercera. El agua les cubría por la cintura ya. A punto estuvo de caer por la fuerza de la corriente. Levantó la mano de Daniel para evitar que el tótem se humedeciera y volvió a probar suerte. 

Esta vez la llama surgió firme y sólida. Y la muñeca comenzó a arder. 

Lo hizo con furia, como si estuviera impregnada de gasolina. El fuego también consumía los dedos de Daniel, que en su interior gritaba de dolor. Los chillidos se hicieron más fuertes, más estridentes. Un crescendo maligno que venía de alguna parte oculta de la mente. O del mismo infierno. 

Y después todo cesó. El chillido lo primero. Después el agua, cuyo nivel fue bajando hasta ser absorbida por el suelo de la cueva. Tan rápidamente como había subido. Daniel soltó lo que quedaba de muñeca, meras cenizas ya, con un gesto de dolor. Tenía la mano llena de ampollas. Hubo un momento de duda. Después alivio. Se había ido. Ya no estaba. Aquella sensación opresora se había esfumado. La gruta volvía a ser tan solo eso. Una gruta. El Señor del Río había sido expulsado. 

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25/01/2019, 21:22
Director

El suceso de la cueva del Águila pudo haber sido el fin para aquellos cuatro valientes investigadores que osaron enfrentarse a un mal que no llegaban a entender. Durante muchos años el Señor del Río atormentó las pobres almas de aquellos que habitaron el Monte Cantabria, y que a la postre serían expulsados y obligados a asentarse en Varaia. 

La historia de Logroño estaba ligada al Ebro, y el Ebro al Señor del Río. Y durante siglos aquello que duerme en el fondo se alimentó de las mentes y las almas de los desafortunados que osaban habitar en su ribera. 

Todo terminó un 12 de Septiembre, día de San Mateo, en aquella cueva. Se cerraba así un capítulo siniestro de la Historia. Uno que nunca debió abrirse. El Señor del Río no murió, por supuesto, pues nada que no es de este mundo puede morir realmente. Simplemente fue expulsado de allí. Obligado a marcharse a otra parte y ligar su existencia al mundo terrenal mediante algún otro siniestro ídolo. Pero Logroño y sus habitantes vivirían ahora libres de su influencia. Y todo gracias a cinco personas, cinco ciudadanos normales y corrientes. Sus nombres eran Daniel, Claudio, Laura, Olivia y Santiago. 

Fin.