Partida Rol por web

Heraldos de la noche

1.4.1 Sakcban, Uj

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29/01/2009, 18:13
Esil Tahj Aras ibn Aziz

Entre los míos este acto está considerado una perdida de tiempo, más aun para alguien tan joven como yo, sin embargo siempre sentí la necesidad de poner mis pensamientos, vivencias y escasos conocimientos por escrito, no con la intención de que generaciones venideras o desconocidos aprendan algo de mis palabras, sino por el hecho de que estén fuera y yo mismo pueda acceder o desprenderme de ellas en caso de necesidad.

Claramente este inicio va dirigido a otra persona, pues nunca se sabe que puede ocurrirle a uno y donde podrían terminar estos legajos y hojas sueltas, si se ha dado el caso siento decepcionarte pues no encontrarás una narración de mi nacimiento, o de quien soy, yo lo sé y con eso es suficiente, por el contrario tienes en tus manos un compendio de anotaciones, ideas, palabras y sucesos, que no necesariamente se sucedieron en el tiempo como ahora los expongo, sino que son llevados al papel cuando dispongo del tiempo y el recuerdo me lo permite, además de que lo considere importante.

Dicho esto mi consejo sería que te deshicieras del documento de las forma que creas oportuna, no temo que lo que aquí leas me comprometa en modo alguno, o que le adjudique una alta importancia pues a fin de cuentas estas palabras siguen en mi mente, quizás puedan variar en algunos puntos, ser olvidadas cuando nuevas etapas de mi vida sean consumidas, pero más allá de esto no tienen mayor valor que el papel sobre el que se escribe.

Partida

Cuentan las dunas: ayer un desconocido me visitó a escondidas, castaño, de ojos violáceos, con una pequeña bolsa de tela blanca lisa en la mano. Tomó de mí puñados como si desnudara a una mujer, sentí como gozaba el contacto de las palmas de sus manos. Le canté, me hizo bailar, le emocioné con mi voz y, ¡cúanto él a mí! Le arrullé y se dejó caer sobre mis hombros. Me abrazó con el abrazo del extraviado. Luego me besó y dijo: Me sentiré feliz si fijo tu belleza, tu tacto y tu lugar de origen, y los pueblos que se han perdido por tu llanura.

Cuentan las palmeras: anoche un desconocido me vino a visitar, castaño, de ojos violáceos, con un caballo blanco a su lado. Tomó de mí puñados de mi fruto como quien prepara un largo viaje, sentí como disfrutaba del sabor de mis dátiles en su boca. Le canté, bailamos toda la noche, le emocioné con mis susurros y yo con su baile. Le arrullé y se dejó caer en mi regazo. Luego me besó y dijo: Me sentiré feliz si fijo tu belleza, tu tacto y tu lugar de origen, y los pueblos que se han perdido bajo tu sombra.

Cuentan las tormentas: esta tarde un desconocido me vino a visitar, castaño, de ojos violáceos, con un odre de agua a su espalda. Esperó mi llegada como quien aguarda un amigo y se mantuvo firme ante mi envite. Abrió sus brazos y le abracé, sentí su fuerza y le susurré mis secretos mientras el gritaba los suyos. Luego me besó y dijo: Me sentiré feliz si fijo tu belleza, tu tacto y tu lugar de origen, y los pueblos que se han perdido entre tus vientos.

Cuentan las piedras: esta mañana un desconocido me vino a visitar, castaño, de ojos violáceos, con un arco de fina madera en sus hombros y las armas en su cinto. Caminó con cuidado sobre mí como quien se acerca furtivo y me tomó en su mano. Me lanzó al aire y me hizo bailar en las alturas, le hable y vi su pecho hincharse con mis palabras. Le arrullé y se dejo caer. Luego me besó y dijo: Me sentiré feliz si fijo tu belleza, tu tacto y tu lugar de origen, y los pueblos que se han perdido por tus salientes.

Cuenta el desierto: esta mañana un desconocido me vino a visitar, castaño, de ojos violáceos, con una pequeña bolsa de tela blanca lisa en la mano, con un caballo blanco a su lado, con un odre de agua a su espalda, con un arco de fina madera en sus hombros y las armas en su cinto. Tomo arena, dátil, aire y piedra, y estos le hablaron y le arrullaron, se dejó caer embriagado sobre mi cuerpo, le regalé con mi silencio y el me obsequió con sus lágrimas. Luego me besó y dijo: Me sentiré feliz si fijo tu belleza, tu tacto y tu lugar de origen, y los pueblos que se han perdido por tus llanuras, por tus sombras, por tus vientos y por tus salientes.

Se impuso el silencio. Ese silencio del desierto que aumenta en majestad cuanto más se le presta atención. Los sabios de más de ochenta años se reúnen y dedican días a oírlo. Se suben a una colina para observar el laberinto del campo abierto. Espantan las moscas y prestan oídos al silencio sagrado sin herir su majestuosidad con una sola palabra. Es el silencio de la soledad y del vacío tomado prestado de Waw. Así dicen los adivinos.

Padre

Una de las características de la palmera es que muere de pie. Cuando se queda estéril permanece imponente, indiferente a su esterilidad, e incluso puede sorprender a su dueño con el inicio de una nueva época fértil en una segunda etapa de su vida.
Estas variaciones en su vida son el secreto de su supervivencia, a diferencia de otras especies de árboles. Al igual que con ella sucede con su dueño: cuando crees que está viejo y que su salud se ha derrumbado, sigue levantándose a sus quehaceres como si hubiera nacido de nuevo. La vida en él no tiene límites, sino que se prolonga hasta la misma muerte.

Somos una generación que no aspira a conseguir botines ni a hacer esclavos con las razias, al igual que hemos perdido la esperanza de encontrar la felicidad en el seno de bellas muchachas. Renunciamos hace ya mucho tiempo a encontrar Waw.
No lo encontramos en el Desierto al igual que hemos sido incapaces de hallarlo en nuestros corazones. ¿Qué sentido tienen entonces nuestras vidas?. Esto no significa, amado jefe, que nos rindamos a los placeres mientras ponemos nuestros pies sobre la tumba. Seguimos disfrutando la vida, el desierto, pese a las desgracias. Gozamos al respirar, al beber agua y té, oímos el silencio con humildad, hallamos alegría en la contemplación del cielo y del campo abierto. Desearía que no se mofaran de mí nuestros hombres más rudos, que siguen ciegos y no ven en el Desierto nada más hermoso que mujeres, camellos y gacelas.

Notas de juego

Siento el tremendo retraso, de momento iré poniendo parte de la historia aquí, aun debo continuarla, pero la verdad es me ha costado encontrar la inspiración y la narración para este personaje.

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30/01/2009, 15:31
Esil Tahj Aras ibn Aziz

Extranjero

Lejos de las arenas y agrestes montañas, lejos de las dunas y los exuberantes oasis los colores del mundo pierden intensidad, los verdes se apagan perdiendo sus tonos dorados, las arenas oscurecen y el cielo palidece. Siento en mi bolsillo una piedra, en mis botas la arena y en mi boca el sabor de los dátiles y el agua de los manantiales subterráneos, pero mis ojos no encuentran la belleza salvaje de mi tierra que lejos queda ya.

Los árboles cantan canciones que no entiendo, las piedras no susurran y la tierra pisoteada apenas si escapa de su prisión.

Rudos campesinos que se afanan en trabajar la estéril tierra observan desconfiados mis pasos, miradas esquivas y rostros tensos me reciben en esta tierra, el sol se ha ido enfriando cuanto más avanzaba hacia el norte, pero es la frialdad de la gente los que hiela mi corazón. No entiendo su vocabulario, sus palabras parecen rudas, carentes de la armonía de las voces del desierto y siempre temo molestar a quienes me dirijo.

Aquel mercader engañoso regaló mis oídos con las maravillas de las tierras fértiles, de las grandes ciudades pero hasta el momento no vislumbro tierra más fértil que algún pequeño y raquítico huerto, ni ciudad más grande que un puñado de casas alrededor de un cruce de caminos.

Tierra extraña esta donde los hombres son esclavos de la tierra.

Soledad

En el desierto no me sentí jamás solo, ahora rodeado de tanta gente es un sensación que pesa sobre mi constantemente. Lazlos es mi única compañía desde hace tiempo y siento que cada vez aumenta el entendimiento entre nosotros, por otra parte el igualmente está solo pues hasta el momento no he visto caballo alguno, únicamente alguna mula.

El dinero escasea y me encontrarme con problemas si no logro solucionar mis problemas de comunicación, he continuado mi camino siguiendo caminos al azar en muchas ocasiones, aunque siempre recorriendo las que me parecen las rutas más seguras. He dejado atrás algunos pueblos mezquinos y pobres hasta llegar a esta ciudad, el alboroto en ella parece continuo y en ocasiones echo en falta el sonido del silencio.

Encuentro

Cómo describir la felicidad que invade el espíritu de dos hijos del desierto cuando estos se encuentran lejos del hogar. Los abrazos son firmes, las palabras sinceras y la bebida suele correr en abundancia para celebrar su suerte. No importa la procedencia o posición, ambas partes hacen todo lo posible por disfrutar de la compañía y que esa noche sea recordada por ambos. A la mañana, tras un baño si está a su alcance llega la despedida, se intercambian noticias para las respectivas familias y amigos, con la esperanza de que estos coincidan en su camino antes del regreso y se desea suerte y buena fortuna.

La fortuna que dicen caprichosa, es una amante a la cual tener siempre bien atendida, pues si eres paciente te regalará siempre sus mejores momentos.

Camino

Cuenta la Ciudad: esta tarde un desconocido vino a visitarme tenía la piel curtida y ojos violáceos, montaba un caballo blanco y sus palabras me eran desconocidas. Me Observó con miedo y curiosidad y yo le mostré mis calles y gentes, volvió a hablarme y seguí sin comprender. Noté la tristeza en su rostro y traté de consolarle pero no me entendió. No tomó nada de mí. Luego se sentó y dijo: Me sentiré feliz si aprendo tu lenguaje y tus secretos, y las gentes que se han perdido por tus calles.

Cuenta la Lluvia: esta tarde un desconocido vino a visitarme tenía la piel curtida y los ojos violáceos, seguía una caravana y mostraba sus armas. Palpé su rostro con mis infinitos dedos y el gozó, abrió su boca y me acogió en su interior y yo gocé. Embriagado con mi gusto descansó y me beso. Luego se sentó y dijo: Me sentiré feliz si aprendo tu danza y tu música y las gentes que se han perdido bajo tu manto.

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03/11/2009, 12:04
Esil Tahj Aras ibn Aziz

Sueños

Cuenta la noche un extranjero recorrió los senderos de los sueños profundamente trayendo imágenes de otras tierras, pero que ahora que despertaba, éstos se iban diluyendo con la misma rapidez que la oscuridad, dejando en su mente únicamente retazos inconexos. Una palmera meciendo sus hojas y bajo cuya sombra se cobijaba del sol, la voz de El Padre, parecía surgir de esta, con fuerza y atracción, un idioma desconocido, suave y brusco a un mismo tiempo. Instantes después yacía con La Mujer, pelo oscuro como ala de cuervo, cuerpo maduro, el encuentro inicial de un niño con la edad adulta, el descubrimiento del deseo, pero algo cambia, el sueño se hace más voluble, pierde realidad para convertirse en deseo, yo no es un inexperto y tenso muchacho que El padre introduce en la haima donde La Mujer le espera, en las nuevas imágenes no hay baño ritual ni temores, sólo el puro deseo consumado en los brazos de Rean. Un nuevo retazo de realidad, anhelos que parecen asaltarle, El Hermano, cuida de los caballos como lo hace El Padre, vuelve la emoción infantil de verle hablar con ellos y entusiasmado se pregunta si él podrá hacer lo mismo. Una sonrisa tierna a la par que triste de El Hermano y una respuesta críptica "Si así lo quiere Shuroh deberás preparar tu propio camino en solitario como lo hizo El Padre". Finalmente despierta, deja la noche y sus sueños con ella.

Reflexión

Antes de que las primeras luces del alba hubieran asomado tras el horizonte ya me encontraba aseado junto con Lazlos, en la medida de lo posible, y preparados para continuar nuestro camino junto a la caravana de Golddurian, el día pronto se nublo volviéndose gris y apagado, aunque no cayó una sola gota y el trayecto fue tranquilo, lo suficiente como para sobre mi montura poder recapacitar y encontrar el significado de aquel sueño que había tenido. Las primeras imágenes sobre mi padres me resultaban bastante claras, en general todo me resultaba comprensible, salvo el motivo en si mismo de porque se me presentaban, sólo Rean sabía la respuesta. Siempre vi a Aziz ur Aras como una palmera, me refugié bajo su sombra cuando lo necesité y tomé de sus frutos la sabiduría que él me brindó. De Samira tengo un grato recuerdo, su cuerpo maduro y experto me enseñó los placeres del sexo y supo contener la pasión de un niño convirtiéndose en hombre, no hubo más encuentros entre las mantas y si en algún momento me mostré hosco e incluso cruel con ella por este despecho, con el tiempo he descubierto que debo estar agradecido de sus enseñanzas, pues en el lecho los hombres pertenecen a las mujeres.

Finalmente recapacité sobre mi hermano, eramos los únicos que habíamos heredado de Aziz la habilidad de comunicarnos con los caballos, de entenderlos y ser capaces de sentir casi como ellos, Omar heredaría de Padre el mando de toda la familia, las reses, rebaños y riquezas, sobre él recaería el peso de cuidar de todos, estaba preparado para ello. Aunque no era el mayor de todos, según la tradición quien posee nuestro don había sido tocado por los dioses y por ello su destino era ser el guía de su gente. Nada decían las escrituras sobre el segundo, nadie me obligaba a partir, ni tradición ni persona, pero la mente preclara de Omar había vislumbrado mi futuro, quizás cualquiera que hubiera visto mis ojos brillar con las historia de Padre sobre los lugares que había visitado, las ciudades que había visto y los extraños hombres que había conocido, quizás quién me hubiera visto contener el aliento esperando nuevas palabras sobre aquellos lugares también podría haber intuido mi futuro, pero únicamente mi hermano y Aziz parecieron percatarse.

Compresión

Con mi partida algunos pensaron que mi decisión estaba dictaminada por los designios de mi padre y mi hermano, creían que así evitaban problemas con la sucesión, unos me atribuyeron defectos como la envidia y la codicia, otros vieron en mi el estandarte bajo el cual los rebeldes y disidentes podrían unirse contra Aziz utilizándome. Aunque pude pensar en que mi partida solucionaría esos problemas, no fue así, mi partida era una decisión propia y totalmente egoísta, carente de la responsabilidad que la mayoría otorgó a aquel acto, siempre había deseado conocer algo más que las arenas y tormentas del desierto, que sus oasis y palmeras, descubrir otros silencios, gentes y paisajes, nuevas maravillas con las que los mercaderes de paso llenaron mi cabeza. Resulta estúpido otorgarle a los adolescentes virtudes que aun están por descubrir y de las cuales sólo han oído en las leyendas.

La lluvia me devolvió al mundo real, la caravana avanzaba despacio por un camino embarrado, siguiendo el camino unos cien metro este describía una ligera curva donde podía apreciarse un ligero tumulto de gente.

Notas de juego

Ya he puesto los nombres que faltaban, arreglado un poco la narración para continuar con lo hecho hasta ahora y nombrado algunos dioses como:

Rean (dios de la noche y los sueños, del Atlas)
Suroh = Surok (pegaso de Phaon, del Atlas) Considerado desde ahora dios de los caballos, al menos para la familia de Barak.

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11/11/2009, 16:34
Esil Tahj Aras ibn Aziz

Espoleé a Laszlos en pos de aquella curva, de aquella barahúnda de gente que sorprendidos observaban algún suceso extraño, sin embargo lo que apenas debía ser un instante se hizo eterno, los cien metros se convirtieron en doscientos, cuatrocientos, cada vez más lejos y más cerca. Mi cabeza comenzó a dar vueltas, agarré con fuerza las riendas y obligue a mi caballo a saltar, no sabía donde, ni como, ni el que debía sobrepasar, pero saltamos y el sol del atardecer en el desierto volvió a deslumbrarme con su fuerza.

Frente a mi a unos pasos sentada sobre una roca con las piernas cruzadas bajo su cuerpo se encontraba una vieja, más bien debería decir "la Vieja", era uno de los sabios, uno de los adivinos, con su sonrisa desdentada me observaba mientras preparaba una lumbre sobre la que levitaba una tetera.

- Siéntate y descansa, en breve será de noche, hará frío y el té estará listo.

Por muy desorientado que me sintiera, por muchas preguntas que tuviera en mi interior, obedecí mansamente y me senté sobre la arena frente a ella, esperando tratando de escuchar el silencio del desierto como me habían enseñado a hacer. Unos minutos y sin protegerse las manos tomó el asa metálica de la tetera y sirvió en tres largos vasos en los que no había reparado.

- Falta una persona, pero quizás se retrase. Puedes preguntar.

La voz era extrañamente joven para una persona tan anciana, había cierta jovialidad, sin duda se divertía con mi desorientación, con mis dudas. No podía evitar mirar a mi alrededor, convencido de que nuevamente estaba soñando, que quizás en mi galope había caído del caballo y yacía inconsciente en el suelo mientras mi mente se refugiaba en aquel lugar.

- Nada de caídas, has vuelto a casa, si es que alguna te fuiste. No puedes adelantarte a tu destino, por eso estás otra vez en el comienzo.

Por mucho que me esforzara, a penas si era capaz de vislumbrar la realidad que se hallaba tras aquellas crípticas palabras, lo único que comenzaba a estar claro es que volvía a estar en el desierto, no era sólo evidente por el paisaje, en mi interior también podía sentirlo. Finalmente cuando el sol oculto tras el horizonte apenas iluminaba el cielo con leves tonos amarillentos y nuestros rostros se encontraban iluminados por las llamas me decidí a hablar.

- ¿A quién esperamos Vieja?

Una sonrisa desdentada apareció en su rostro curtido y arrugado acentuando los claroscuros que el fuego arrancaba de cada pliegue. Una sonrisa satisfecha de quien nada le sorprende y todo lo espera. Una sonrisa de quien sabe la respuesta antes de que se formule la pregunta.

Notas de juego

Espero que te valga, la idea es o qué Dama aparezca o que la "vieja" me mande a buscarla...

Ya me dirás.

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17/11/2009, 18:31
Esil Tahj Aras ibn Aziz

El silencio pareció nuevamente eterno, ni siquiera esperaba ya contestación cuando los ajados labios comenzaron a moverse, al principio sin emitir sonido alguno luego dando la sensación de estar descompasados, el sonido llegó.

- Que puedas preguntar no significa necesariamente que encuentres respuesta.

Levanté mi vista del te y vi sus ojos divertidos y su sonrisa juguetona, expresiones que no eran acordes a la edad que su cuerpo enjuto y arrugado mostraban.

- Mientras esperas la respuesta, ¿por qué no me cuentas un cuento?

Finalmente había llegado a mi límite, no podía creer que estuviera allí, sin saber la razón ni las artes por las que había regresado, esperando por alguien desconocido, por alguna razón desconocida y por un tiempo desconocido. Comenzaba a sentir que o estaba nuevamente soñando o perdiendo el tiempo con algún tipo de broma pesada. Pero mientras me levantaba, las palabras de la Vieja anticipando mis pensamientos me dejaron desorientado y de pie frente a ella.

- ¿Acaso joven Esil Tahj te pertenece el tiempo como para poder perderle?, ¿te reclaman en otros lugares obligaciones ineludibles?, en el caso de que estés soñando, qué importancia tendrá ese tiempo, despertarás y quizás hayan pasado unos minutos y aquí varías vidas. Ameniza la espera de esta Viaja con algún cuento.

Mis ojos se encontraban abiertos de par en par y mi mente jugueteó con la verdad escondida en sus palabras, Laszlos me empujó cariñosamente con su hocico hacía donde había estado sentado.

- No puedo creer que te pongas de su parte amigo.

Le recriminé bromeando mientras rascaba con fuerza sus belfos y volvía a acomodarme frente a la hoguera, la noche ya había caído completamente y rememoré la historia que Aziz me contara años atrás cuando le pregunté sobre las pesadillas. Aclaré mi garganta con otro trago de te que inesperadamente aun se mantenía caliente.

Los sueños se embarcaron un día con su padre, el Sueño, dirigiéndose hacia una isla encantada.

Pero el Sueño, que había ofendido al dios de las Tormentas concediendo reposo nocturno a algunos marineros que este dios iracundo perseguía con toda su furia, vio a su vez cómo los vientos se vengaban de él lanzándolo hacia una tierra inhospitalaria en donde no había nada para salvar a los hombres del aburrimiento.

Pero la potencia del dios de las Tempestades cesaba con el crepúsculo, al comenzar el reino de la Noche y de la Luna. De este modo el padre de los sueños, teniendo piedad de la tristeza que embargaba a sus propios hijos, les permitió evadirse de ella nada más comenzar la noche.

Por esto cuando empiezan a aparecer las sombras nocturnas, los Sueños emprenden el vuelo y se esparcen por todas partes dando lugar, según su carácter, a dulcísimos sueños a algunas personas, y a otras, penosas pesadillas”.

Notas de juego

O que simplemente me despaché desorientado y el encuentro ya lo haga tu.

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15/12/2009, 18:33
Nidh'aal ibn Jameel

El crepitar de las llamas acompañaba las palabras de Esil Tahj en la oscuridad. La vieja, junto a la hoguera, mantenía esa misma media sonrisa burlona con la que había recibido al joven Rhian y se mecía en silencio. Sus ojos entrecerrados permanecían inmoviles y, sin embargo, Esil Tahj sospechaba que le miraba entre los párpados. O quizás ya no necesitaba sus ojos para adivinar cada uno de sus movimientos.

Las manos nudosas y descoloridas por lustros de abrasiva arena ni siquiera se inmutaron cuando llegaron las primeras voces alarmadas. El único movimiento apreciable fue la sonrisa, ahora franca y satisfecha, que apareció en su arrugado rostro desafiando a su joven acompañante.

-Es la hora, joven Esil Tahj -dijo quedamente-. El destino te reclama.

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15/12/2009, 18:46
Director

Las voces crecieron en intensidad lentamente. Voces de auxilio, de ayuda, transportadas por el frío viento hasta sus oídos. Un escalofrío recorrió la espalda del joven jinete ante la implicación de las palabras pronunciadas por la Vieja. Laszlos se revolvía inquieto detrás suyo, azotando la arena con sus poderosas patas y sacudiendo la cola.

Antes de que pudiera levantarse, varios hombre salieron de las cabañas y echaron a correr hacia algún punto indeterminado más allá del campamento, perdido en la oscuridad de la noche. Pocos minutos después llegaban de vuelta sujetando al anciano Ens Syrad Anos por el brazo mientras este trataba de recuperar el aliento y respiraba pesadamente. Detrás suyo, alguien cargaba el cuerpo de una joven en brazos, aparentemente inconsciente o quizás muerta.

La comitiva se dirigió a donde se encontraban la Vieja y Esil Tahj sin demora. El aire se llenó de polvo cuando despejaron una zona junto al fuego y depositaron con cuidado a la enferma. Su aspecto demacrado era mudo testigo te los estragos que debía haber sufrido. Los labios agrietados por el calor y la falta de humedad, la piel enrojecida y caliente al tacto. Su respiración suave parecía contradecir el estado crítico en el que debería encontrarse.

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15/12/2009, 19:09
Ens Syrad Anos

El anciano se arrodilló junto al fuego, en parte para demostrarle el debido respeto a la vieja y en parte para recuperar el aliento. Sus ropas olían a sudor reseco y las comisuras de los labios estaban cubiertas de una saliva espesa que parecía estar literalmente pegada ahí.

-La encontré por pura casualidad a mitad de camino desde Laar Balun -dijo en voz baja-. Estaba viva, no se cuánto tiempo llevaba ahí pero el viento había borrado cualquier rastro. Tuve que cargarla a cuestas cuando mi caballo se rompió una pierna, pensé que no lo contaría.

Su mirada se encontro con la del joven jinete pero rápidamente volvió a la Vieja esperando instrucciones.

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15/12/2009, 19:16
Nidh'aal ibn Jameel

La anciana asintió sin mostrar sorpresa alguna. Con movimientos lentos y dolorosos se acercó al cuerpo de la muchacha y le quitó los mechones de pelo sucio de la frente. Entonando una olvidada letanía, palpó con los huesudos dedos brazos y piernas, recorrió el vientre y el torso hasta llegar al cuello y más arriba hasta los labios.

Echó mano a uno de los pliegues de su manto y sacó una bolsita de cuero. Un olor acre inundó el lugar cuando lo abrió y, poco a poco lo acercó al rostro de la moribunda.

-Traed agua para nuestra invitada -pidió en voz baja.

El cuerpo de la mujer se convulsionó unos instantes al aspirar los vapores y luego, como si despertara de una pesadilla, se pasó la lengua por los labios resecos y apartó la cabeza a un lado. Le trajeron un odre con agua y la taparon con una gruesa manta.

La Vieja volvió a guardar la bolsita de cuero y le dirigió una mirada a Esil Tahj, sonriéndole nuevamente como hiciera varias horas antes.

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15/12/2009, 20:22
Bahira In´aam

Negro... oscuridad. Una nada salvaje, áspera, sólida. Ausencia. Olvido. No ser.

El negro se agita... como un velo que alguien mece ante mis ojos. Mis ojos... ¿cerrados...?

Y de pronto, una avalancha. Los sentidos.

Rojo, sangre, la vida en el cuerpo, de nuevo. El calor, haciéndose camino, entre los dedos, en cada pliegue de la piel, recorriendo la curva del cuello, inundando el pecho que asciende porque vive.

El rojo sube a la garganta, a los labios, es sangre, o quizá otra cosa, no, ahora desciende... no es sangre, es hiel...

Algo se ha introducido en mi cuerpo, y con ello la vida, la sensación. Y el dolor. Una oleada de dolor que me ha sumido en una conciencia temblorosa, agitada, cruel...

Dorado. Luz.

 

La mujer abrió los ojos con dificultad suprema. Temblaba de pies a cabeza, tras las convulsiones que la habían sacudido con violencia. Fijó sus pupilas verdes, extrañamente cristalinas a pesar del vaho turbio que las cubría, en algún lugar indefinido.

Se dejó arropar, se dejó cuidar. Notaba sus labios agrietados, y cuando el agua los humedeció, dejó que los miles de aguijones despertados con el sorbo la asaetearan sin piedad. Pero nada dijo, no profirió palabra, ni se movió. Ni un gemido se escapó de sus labios.

Sólo tras un largo intervalo, o quizá muy corto para quien no lo viviera desde el sufrimiento, la cabeza ladeada se enderezó ligeramente, y las pupilas perdidas en ninguna parte se posaron por fin. Y miraron, y vieron.

Una anciana... ¿Quién eres, mujer...?

Y se desviaron, y se clavaron en otros ojos, oscuros, enmarcados por un embozo.

¿Y tú, quién eres...?

 

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16/12/2009, 00:12
Esil Tahj Aras ibn Aziz

Aun resonaban las palabras en mi mente, aun trataba de vislumbrar esa llamada del destino, cuando todo se precipitó. La tranquilidad de la noche se rompió con voces agitadas y carreras hacia la oscuridad en busca de una voz que reclamaba ayuda y atención. Aquella franca sonrisa en el rostro de la Vieja me habían sorprendido de tal manera que apenas si pude girarme y buscar con la mirada la causa del tumulto, mis movimientos eran lentos, mi cuerpo parecía haberse sumido en un extraño letargo, no fuera realmente quizás todo aquello un sueño.

Sin embargo las palabras del anciano volvieron a despertarme y la realidad recobró su paso acostumbrado, acaso mi cuerpo fue el que volvió a retomar el pulso del mundo bajo sus píes para descubrirse inútil ante aquella situación. Sin más utilidad que la de acercarme hasta la mujer envuelta en mantas, con el único propósito de mostrarme aquellos ojos verdes que alumbraron en mi mente la sabiduría de nuestros ancestros.

ya lil, ya lil,...
maktub kuly si
maktub fil ahlam
maktub fil lugatil ahlam
maktub biannas.

Aun turbado por la situación y ante aquella mirada franca, bajé mi embozo, posé el dorso de mi mano en su frente y la sentí arder con el calor de las arenas al medio día, sus labios se agitaron quizás buscando decir algo.

- Ssssh, no digáis nada, dejad que vuestro cuerpo se recuperé. No corréis ya peligro.

Notas de juego

ya lil, ya lil,....(oh noche, oh noche)
maktub kuly si(todo está escrito)
maktub fil ahlam(todo está escrito en los sueños)
maktub fil lugatil ahlam(todo está escrito en el lenguaje de los sueños)
maktub biannas(todo está escrito por la gente).

No encontré la canción en goear así que pongo el vídeo de youtube

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16/12/2009, 11:53
Bahira In´aam

La mano en su frente atrapó parte de su fiebre, se llenó del ardor de las horas de sol implacable, de la arena azotando su rostro y su cuerpo, supo de la brasa de su interior en pugna con la brasa que la consumía también desde fuera.

Y el hombre supo de ella, su mirada se llenó de verde, de oasis, de sereno silencio apenas roto por el susurro de la brisa sobre el agua trasparente de una poza escondida. Y también de oscuros reflejos, los iridiscentes destellos de esas pupilas tenían jade profundo en su interior, además de esmeralda. Claroscuro cristalino, aspectos contrapuestos, como esa poza de honda sima, como las almas, como los corazones.

Te entiendo, os entiendo. Entiendo los sonidos que dibujan palabras. Pero no sé ni qué habláis, ni en qué pienso. ¿Qué lugar es éste...? ¿Quién eres tú? No me lo has dicho...

Ella parpadeó. Su contacto era amable, pero no tranquilizador. Poco a poco, mientras la conciencia volvía lenta a su mente, las preguntas surgían a borbotones en ella, y el miedo. Lo dejó atrás, el miedo no era un buen compañero, y no había ya peligro, estaba a salvo... eso decía él. Él. El hombre de los ojos de noche. A salvo...? ¿de qué...?

Las palabras pugnaban por formarse, primero en su cabeza, y lentamente en sus labios, que procuraron, trémulos, dejarlas salir. No digáis nada...

El Hombre de los Ojos de Noche se apartó, y la Anciana cabeceó, satisfecha. Algo había ocurrido, y había ocurrido según tenía que ser. Entre las mantas la mujer se estremeció. Sentía su cuerpo reconfortado ahora por la sensación de seguridad, por el agua que disipaba su calentura, y por lo que fuera que la Anciana le hubiera dado a oler. Trató de incorporarse un tanto, y la manta se escurrió, dejando ver su piel entre la tela hecha girones de su vestido destrozado.

Se miró a sí misma como si fuera la primera vez que se viera, para extrañeza de aquel que la estaba observando. Sus ojos recorrieron sus brazos, su torso, sus muslos. En uno de ellos asomaba un tatuaje estilizado y elegante. Iba vestida con lo que parecía absolutamente fuera de lugar en el desierto, fuera de lugar y lógica para una viajera. La levedad de la gasa y el tul se combinaban con la seda y el terciopelo, amoldándose sugerente a las formas perfectas, insinuando y a veces enseñando, o dejando adivinar, entrever en matizadas transparencias, apenas vistiendo. Junto a las formas, y a pesar de lo destrozado de su atuendo, la riqueza de las telas, los brocados y las aplicaciones de piedras semipreciosas, o quizá preciosas, hablaban de una concubina. Un Harén. ¿Quizá un Palacio...?

Una daga estaba firmemente sujeta a un cinto atado a sus caderas, situada sobre la izquierda, de modo que pudiera ser desenvainada rápidamente con la mano derecha. Parecía, pues, que no estaba tan desprotegida, aunque era un juguete peligroso en una mujer con su aspecto. Un arma bella, en una mujer bella. Y mortal, pese a ello. Una hoja curva, afilada y de buen temple. Una vaina de plata labrada, con incrustaciones de marfil. 

Su mirada y la mirada de él siguiéndola prosiguieron su recorrido. Ambos rostros mostrando igual curiosidad, descubriendo al unísono.

De pronto algo atrajo su atención, de un modo poderoso. Entre sus senos descansaba una joya turbadora. Una gruesa gota de ámbar, engarzada en una filigrana de oro, pendiente de un sencillo cordel trenzado. Pero lo que era extraño era su fulgor, como si manara de su interior.

Y en el interior... petrificado... un escorpión...

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17/12/2009, 10:38
Esil Tahj Aras ibn Aziz

En silencio, como quien se reencuentra consigo mismo después de una viaje místico, reconociendo de nuevo cada poro de la piel, cada lunar, cada marca, reconociendo el cuerpo como propio y ajeno al mismo tiempo, así recorrían los ojos esmeralda de la mujer su piel de igual modo que yo recorría con los míos sus curvas, ambos descubriendo los detalles que habían permanecido ocultos bajo las mantas. Las llamas arrancaban destellos de las rasgadas pero ricas ropas mientras su tersa piel refulgía con tonos dorados, inmaculada, ajena a las inclemencias del desierto y de no ser por sus labios cuarteados y mirada desorienta, bien podrían estar todos ante una de las hermosas mujeres de los grandes señores de las tribus de los Rhian.

¿Quién eres mujer?, ¿cuántos hombres han perdido su riqueza o su razón al verte bailar ante ellos?

Desconcertado y turbado aparté mis ojos violáceos de aquellos muslos bien torneados buscando sosiego, tratando de centrarme en los detalles inquietantes que habían quedado al descubierto, aquella daga curva de rica manufactura, así como las sedas, brocados y terciopelos no eran habituales fuera de las haimas de los señores de las tribus, y no en todas podría encontrarse de tal calidad. Sin embargo la daga seguía desconcertándome.

No puedes pertenecer al harem de ningún hombre, pues ninguno que te poseyera te dejaría portar un arma. Acaso eres una mujer libre.

Sin darme cuenta había vuelto de nuevo mi mirada hacia el oasis de su rostro mientras las preguntas se atropaban en mi garganta sin poder salir, era tal mi desorientación por lo que estaba sucediendo que Lazlos sintiendo que el silencio podía alargarse en exceso decidió actuar empujándome por la espalda con su blanca testuz haciéndome trastabillar hacia la mujer que ahora se hallaba sentada sobre las mantas sorprendida.

- Perdonadnos a mi y a mi caballo, a veces es un poco impaciente.

Dije tratando de recuperar la compostura y tras echar una severa mirada a mi blanco y joven amigo pero sin dejar de sonreír.

- Soy Esil Tahj Aras ibn Aziz y quien me ha empujado es Lazlos.

Agaché ligeramente la cabeza y con mi mano derecha toqué mi frente saludando a la desconocida.

Notas de juego

Lazlos

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17/12/2009, 12:57
Bahira In´aam

-... Lazlos...

La palabra salió de sus labios tal como la habría pronunciado un mudo al que algún milagro hubiera permitido hablar por primera vez en su vida. Casi fue música, pronunciada lentamente, paladeada. Por una voz suave, voz que recordaba de algún modo el fuego cálido en una noche fría, una noche tan fría como sólo el desierto abrasador puede ofrecer en ocasiones. Pronunciada en un susurro, como confirmando un descubrimiento.

La actitud de la mujer seguía sorprendiendo a Esil Tahj. Parecía maravillarse de todo, parecía una niña descubriendo el mundo. ¿Acaso lo era...?

-Yo... os saludo, Esil Tahj... Aras... ibn Aziz... yo...

Era evidente el esfuerzo que estaba haciendo, por su rostro de madreperla cruzaban trazos que ensombrecían su expresión, pequeños pliegues en su frente altiva, pequeños frunces que alargaban sus ojos almendrados. Todo ello hablaba de extrañeza, de búsqueda.

-Yo... no...

Miró entonces al caballo, con intensidad. Y el animal pareció comprender. Se acercó a ella, sin miedo ninguno, sin rechazo, sin curiosidad. Como un viejo amigo. Bajó la testa hasta casi rozar su mano, y ella la llevó hasta él, dejando una caricia en su cuello poderoso, pasando los dedos afinados por entre la crin blanca. Lazlos comprendía. Entonces, cuando ella habló de nuevo, mirándole a él ahora, verde jade, verde esmeralda en violeta amatista, el oasis en la noche del desierto, él comprendió también.

-Yo no... no sé quién soy... no.... recuerdo... nada....

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17/12/2009, 13:36
Nidh'aal ibn Jameel

La Vieja había observado con curiosidad el intercambio de los dos jóvenes, predecibles y a la vez caprichosos como el viento de la tarde. Se permitió un ligero cabecéo y estiró los labios en una firme linea, adoptando una expresión neutra. Sus ojos volvieron a posarse en las llamas que tenía delante y sus manos desaparecieron bajo las anchas mangas buscando refugio.

-Poco importa quién eras, niña -dijo con voz queda-. Los dioses te han dado una segunda oportunidad, harías bien en aprovecharla.

Volvió la mirada a la desconcertada mujer y se fijó en el colgante. La luz anaranjada de las brasas arrancaba brillantes destellos al exquisito ámbar.

-En lo sucesivo te conocerán como Bahira In'aam, "el brillante regalo". Esperemos que traigas luz a nuestro pueblo y dejes atrás el pasado -se detuvo para meditar unos segundos y luego prosiguió-. Ahora necesitas descansar, estás muy débil. Esil Tahj cuidará de que nada interrumpa tu descanso.

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17/12/2009, 22:14
Esil Tahj Aras ibn Aziz

Primero fue su cuerpo, luego siguió su mirada y finalmente surgió la voz, titubeante, como quien aprendió a hablar pero olvidó lo que decir, el que contar o como contarlo. Sin embargo apenas si di cuenta de este hecho incluso pasé por alto la suave tonalidad, aquel sonido casi melódico que surgía de aquellos labios aun agrietados y que nada tenían que ver con estos, sino con una boca seguramente cargada de promesas que pocos hombres habrían de conseguir. Sin embargo, en aquella noche que habría de recordar en adelante sumida en las sombras de los sueños, estaba nuevamente sorprendido por lo que ocurría frente a mi.

Lazlos en ocasiones podía pecar de mimoso, pero era raro que se mostrara así entre desconocidos, aunque comenzaba a sentir que no era así, sino que aquella muchacha tan en contraste con la Vieja eran ambas gentes que conociera siempre pero olvidadas en el momento de nacer. Mi amigo parecía mucho más consciente de este hecho y fue a través del vínculo que compartíamos que la luz se hizo en mi mente al tiempo que sus palabras, su aterciopelada y dulce voz le golpeaban.

-Yo no... no sé quién soy... no.... recuerdo... nada....

Nuevamente alguien tomo la iniciativa antes de que yo pudiera digerir aquella afirmación tan terrible, fue la Vieja quien decidió dotar de un punto de inicio, de un comienzo, situar el primer escalón, los primeros granos de arena sobre los que la muchacha reconstruyera su vida.

- Que difícil sería crecer sin el apoyo de tus recuerdos, de las experiencias, del saber quien eras y a que lugar pertenecías, en la oscuridad y soledad del vacío. ¿Cómo dejar atrás un pasado que desconoces, que no sientes tuyo y que jamas has tenido consciencia de que haya sucedido?

Traté de alejarme de aquellos pensamientos y entelequias más propias de momentos de intimidad y tranquilidad, nuevamente me dejé llamar por aquella mirada limpia, por aquel verdor que anidaba en sus ojos, que devolvía la sonrisa a mi rostro.

- Ambos comenzamos un nuevo viaje y una nueva vida y parece que el destino no quiere que lo iniciamos en solitario. Mi amigo y yo cuidaremos de tus sueños, Bahira In'aam.

Me detuve en su recién otorgado nombre y me recreé en su significado y cadencia. Los vientos del destino eran caprichosos pero en algunos momentos especiales, como aquel, y gracias al algunas personas excepcionales, como la Vieja uno podía sentir y atisbar levemente el sentido de sus ráfagas.

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31/12/2009, 17:52
Bahira In´aam

Poco a poco la noche cayó de nuevo en su alma, y con ella la paz, el descanso. Mientras sus ojos se cerraban sin remedio, vencidos, despertaban otros sentidos, otros hilos sutilmente destejidos.

Bahira In'aam...

Un regalo. Brillante. Eso había dicho la anciana, un regalo para su pueblo... una luz que danzaría entre los suyos, fuego y llama.

En la arena una bailarina danza. Sus caderas se ondulan como las dunas, su cuerpo se mueve con la cadencia del desierto, siempre una sorpresa, siempre inesperado. La música anuda en sus notas la grave y soterrada secuencia del ritmo, visceral, profunda, con la línea fina y juguetona de la melodía, aguda y cambiante como el vuelo de un pájaro.

Tintineo de monedas, sedas y tules que dibujan espirales en la piel, piel que dibuja espirales en las sombras, canela, brillo del oro en la noche.

Bahira In'aam...

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07/01/2010, 12:16
Esil Tahj Aras ibn Aziz

El sueño se apoderó de su cuerpo, igual que la noche había caído sobre el desierto, sus párpados cayeron sobre el oasis de sus ojos mientras su rostro se relajaba mostrando el alivio de saberse a salvo, de poder disfrutar del descanso que ansiaba su cuerpo y que no sabían por cuanto tiempo le habría sido privado.

Miré hacia la Vieja mientras me levantaba y estiraba un poco mis piernas, si pretendía encontrar alguna respuesta en aquel rostro arrugado fue en vano pues se mantenía neutro, ocultando cualquier conocimiento que tuviera sobre Bahira y mostrando claramente que por su parte estaba todo dicho. Aunque las preguntas se agolparan en mi mente era incapaz de convertirlas en sonido y aunque la Vieja supiera las respuestas sobre el pasado de la mujer, no respondería, al menos no esta noche.

Turbado y aun tratando de asimilar lo que allí había ocurrido comencé mi pequeño ritual, solté los estribos de Lazlos, tomé las alforjas de ambos caballos y las deposite en el suelo con cuidado, de una de ellas saqué una manta gruesa y de buen tamaño que dejé extendida a la mitad, cerca de Bahira sobre el suelo arenoso. Sobre la manta un cuenco con agua y unas tiras de carne seca y dátiles. Dejando mi cama y cena preparados volví mi atención sobre un saco de tela basta, desaté uno de los extremos y a un par de pasos volqué parte de su contenido, algo de paja y grano en dos montones para mis caballos. Ambos se aproximaron a su comida y relincharon suavemente agradeciendo el sustento, yo hundí mis manos en sus crines y les agradecí igualmente su amistad.

Finalmente cerré las alforjas y las até a una piedra grande, sólo entonces volví a sentarme para velar el sueño de la mujer mientras bebía lentamente el agua y mascaba con paciencia las raciones secas.

Las preguntas no habían desaparecido.

Notas de juego

Feliz años por cierto... jeje, esto de las navidades es un poco desmadre.

Por cierto Dama espero que te hayas recuperado bien.

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12/01/2010, 22:46
Director

El cuerpo desnudo de Bahira se movía con frenesí en mitad de la oscuridad. Las llamas de la gigantesca hoguera que tenía enfrente le cegaban la vista y hacían que sudara copiosamente pese al frío nocturno. La música llegaba a sus oídos limpia y clara, envolviéndola en su manto y dándole el calor que necesitaba.

De repente fue consciente de las demás mujeres que bailaban con ella. No reconocía la danza pero sus músculos seguían las instrucciones de una invisible partitura en perfecta sincronía. Tenía la sensación de haber estado bailando durante horas pero no notaba cansancio alguno. Un oscuro temor la invadió. O quizás ya estaba ahí antes, no podía asegurarlo. Las demás, situadas alrededor de la hoguera, parecían encontrarse en trance, como marionetas vacías por dentro que algún ser movía desde lo alto.

Continuó danzando junto al fuego, siguiendo el batir de las palmas sobre la piel tersa de los yembes. Sus ojos, incapaces de ver más allá del fuego, buscaban no obstante al causante de su desasosiego. Varias veces creyó ver algo por el rabillo del ojo pero la figura, quien quiera que fuera, era desconcertantemente elusiva. Ahora estaba, al siguiente instante ya no. El juego del gato y el ratón, y sabía que ella era la presa.

Finalmente no pudo soportarlo más. Echó a correr hacia la oscuridad que había más allá, sin importarle a dónde ir: solo quería huir, esconderse, hacerse un ovillo en el suelo y esperar el fin. Pero cuanto más se alejaba de la hoguera más cansada se sentía. Las piernas empezaron a pesar demasiado, y los brazos cayeron a ambos lados del cuerpo como si los hubieran rellenado de plomo. Le costaba respirar más y más, pero no podía parar. No podía parar.

Y entonces tropezó y cayó en la oscuridad. Y siguió cayendo, y cayendo, y cayendo...

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12/01/2010, 23:19
Director

Vigesimocuarto día de la quinta fase de Orhan. Año 6051 de la Tercera Era.

Los primeros rayos del sol aparecieron sobre el horizonte anunciando el nuevo día. Alargadas sombras proyectadas sobre las dunas empezaban a menguar lentamente a medida que el astro iniciaba su paseo diario, y el cielo se tiñó de color rojo oscuro. Una ligera brisa levantaba pequeños granos de arena y los deslizaba cuesta arriba y cuesta abajo en el mismo ciclo interminable que habían presenciado una y otra vez. La vida despertaba.

Las brasas de la hoguera seguían desprendiendo calor, aunque hacía horas que se habían apagado las llamas. Junto a las cenizas, sendas mantas cubrían los cuerpos de Bahira In'aam y Esil Tahj Aras y los mantenían a buen resguardo de la intemperie. El desierto imponía su cadencia y los mortales seguían su pauta: calor durante el día, frío durante la noche. Siempre había sido así, era el orden natural de las cosas.

La Vieja se acercó lentamente y observó la escena desapasionadamente. Sujetando el nudoso bastón con ambas manos, golpeó ligeramente al jinete todavía medio dormido y le hizo un gesto con la barbilla cuando éste abrió los ojos. La joven invitada, Bahira In'aam, se estremecía en sueños y gemía casi imperceptiblemente a pocos metros.

-Comed algo y venid a verme, tenemos que hablar -dijo la anciana sin más preámbulos.

No esperó respuesta, no era necesario. Echó a andar con paso lento pero decidido hacia uno de los extremos del campamento y dejó que el sol bañara su piel cuando todavía estaba bajo. Aguardó pacientemente mientras observaba el mundo a través de sus párpados protectores.