Partida Rol por web

Ya se estaba cansando, su paciencia llegaba a su límite... y ver la caída mental de alguien magullaba el temple que penas lograba mantener. Las llamas negras de Shiori se desvanecieron cuando sujetó a la pequeña y caminaba hacia donde estaba Sayaka para luego dejarla cerca, pues aunque eran solo unos pasos prefería que la infante estuviese al alcanza por si el dñao colateral de la pelea llegaba a ellas.

En cuanto la dejó en el suelo, la pelinegra salió disparada arrastrando finamente a Mikasuki dejando una estela de polvo y así, una fina línea de fuego azul comenzó a recorrer tal rastro hasta rodear la hoja de la katana para culminar en un impacto a una de las extremidades, ya sea el brazo o el fuego para que no lograse moverse. 

El ver aquel cuerpo inerte cayendo desde lo alto me dió escalofríos. Malditos terroristas, malditas fiestas, maldita sea todo... Siempre tiene que suceder una desgracia en el peor momento posible y eso ya me estaba hartando.
Corría viendo como todo el espectáculo se estaba desarrollando; sangre, muerte, caos. ¿Ese bastardo estará relacionado con ese maldito? Su poder ha de ser igual al de Azazel, o al de Vapula. No tenemos opción de ganarle, no me arriesgaré a mí ni a los demás a volver a repetir ese final. No otra vez.
Al ver a aquella mujer gritando y evacuando a los demás, supe que seguramente ella es de las encargadas de seguridad.  Corrí hacia ella con rapidez mientras seguía goteando sangre.
— ¡Nee-san, disculpa la molestia, pero seré breve! — Dije, apretando mi sacred Gear. — ¡Necesito llegar a donde están los que fueron eliminados de los rating games, mi líder, compañeros y rivales están desprotegidos, no puedo quedarme aquí! — Dije casi de manera militarizada a la señorita enfrente mío, preocupado e ignorando mi estado.

Acompaño a la chica de la familia Batin en su carrera. En nuestro camino nos encontramos con varios heridos y hasta muertos, sin embargo, no les doy mas que una mirada, para confirmar la seriedad de la situación a las que nos estabamos acercando. Por la cantidad, parece ser algo a gran escala. No se si sera buena idea cargar hacia adelante a la primera oportunidad. Claro que el personaje que cree para los demás lo haría. Pero no puedo morir en algo como esto que no tiene nada que ver conmigo. Tenia cosas que hacer.

De repente, me detengo. La mano de la guia me detiene en seco. Delante de nosotros han aparecido dos dragones de escamas oscuras y uno de ellos masticando sin piedad a uno de los guardias del lugar.

—¿Qué... son esas cosas?

Pregunta la chica, dudando. ¿En serio era una demonio? 

-Pues que van hacer- digo mientras invoco mi sacred gear -Enemigos- sin decir nada mas, lanzo una de mis espadas apuntando a uno de los ojos de un dragón mientras yo salgo disparado hacia el otro lanzando un tajo también a los ojos del otro dragón.

Había ido por muy poco, conseguí deshacerme de tres de ellos. El cuarto, sin embargo, se libraba por no poder estar a todo con ellos, había estado practicando con una nueva técnica durante unos días, pero los bastones parecieron no responder, sin duda necesitaba practicar más aquel ataque reactivo de los bastones que pensaba usar como defensa ofensiva y también la técnica que había pensado para que hicieran de escudo de quien estaban asociados.

Por suerte, Itomi estaba ahí para acabar con aquel demonio. Suspiré tranquila y sonreí.

- Buenos reflejos, Itomi-san - dije agradeciendo la acción del pelirrojo.

La idea entonces era moverse del centro de la arena. Itomi tenía razón, teníamos todos los puntos cardinales descubiertos podían rodearnos con facilidad.

- ¿Y Arabelle-senpai? - pregunté mirando hacia nuestra vicepresidenta, debía acabar pronto lo que quisiera que estuviera haciendo si queríamos movernos para evitar quedar tan expuestos.

—¿Por qué? ¿Por qué? —la expresión de éxtasis crecía en el rostro de Laurette mientras, de su herida, la sangre a gran velocidad salía de su cuerpo, siendo atraída por Sayaka. Las venas en el cuello y la frente de Laurette se marcaron de forma notable, al mismo tiempo que la pelimorada, debatiéndose entre el dolor y la alegría, se arqueaba un poco.

—¿Por qué...? ¿¡Por qué!? —gritó, mirando hacia el cielo con sus ojos bien abiertos.

Shiori trató de dar una embestida a la humana una vez dejó a salvo a la niña. Volvió a imbuir el filo de su katana en un brillante fuego de color azul. En un parpadeo ya balanceaba su katana, preparada para atacar a Laurette, pero, antes de que pudiese tocarla, algo sucedió. Los círculos de defensa se tornaron de un negro aún más profundo. El agujero que había dejado el escudo hecho triza por ambas había sido reemplazado por otro. El ataque de Shiori impactó contra el escudo; este se tragó por completo el fuego. Unos rayos negros fueron transferidos a la katana y llegaron hasta Shiori; la sacerdotisa pudo sentir su consciencia desfallecer un momento, antes de dar un paso hacia atrás y apoyarse en su katana para no caer al suelo.

Mientras eso sucedía, Laurette seguía mirando hacia el cielo.

—Porque no puedo morir —susurró, anonadada. Bajó su mirada y las miró. Sus ojos temblaban—. Por eso quiero morir, porque no puedo morir. El humano siempre desea lo que no tiene.

La piel de Laurette palidecía conforme pasaban los segundos y las explosiones a su alrededor no cesaban.

Los dos dragones rugieron de forma amenazadora cuando por fin se dieron cuenta de su presencia. El que masticaba al guardia agitó su cabeza y abrió su mandíbula, haciendo que el cadáver del hombre se estrellase contra la pared.

La primera espada que lanzaste al dragón de la derecha era la espada de hércules. Una espada negra e inservible. Al impactar contra el rostro del dragón la espada se volvió cenizas. El dragón cerró los ojos por un momento, pero no sufrió ningún daño físico. La falta de visión hizo que se descontrolase. Enfadado, empezó a agitar su cabeza para deshacerse de sus cenizas, al mismo tiempo que abría su mandíbula y, de su garganta, una gran llamarada salía en dirección de Gilridir.

Tu otra espada, sin embargo, rodeada de rayos de color azul consiguió dar en su tajo en uno de los ojos del dragón, haciéndole chillar de dolor. El ataque podía haber sido limpio, de no ser porque el dragón abrió con violencia su mandíbula, atrapando tu brazo izquierdo en una punzante mordida. Pese a esto, fuiste lo suficientemente rápido para que eso no sucediese del todo. La herida no había sido profunda, pero tenías un rasguño considerable en tu antebrazo.

La gran llamarada se dirigió a Gilridir quien, afilando su mirada, corrió tan rápido como pudo, lanzándose en el suelo y dando una voltereta para esquivar el ataque. Invocando un círculo de transmutación en su mano derecha corrió y saltó hacia el segundo dragón, estallándole el puño en el rostro. El ataque realmente había causado una gran explosión; parte del rostro del dragón estaba destrozado. La bestia se contorsionó hacia atrás, agitando su cabeza con el cuello levantado. Las paredes se mancharon de sangre, así como ustedes. El dragón recuperó el equilibrio y, chillando aún más fuerte de dolor, se volvió para embestir a Gilridir. Lo mismo pasó con el que tenías en frente. Todo indicaba que no podían descuidarse.

—Lo siento. Me has visto dudar dos veces. No volverá a suceder —afirmó la rubia, tomando una posición de guardia.

Itomi, por lo que parecía, no se encontraba tan tranquilo como Urena; por primera vez, el pelinaranja no era aquel que mantenía la compostura por encima de todos. Eizo también se encontraba un poco agitado.

—No tengo idea de lo que está haciendo —contestó Itomi, ajustándose las gafas—. Pero es evidente que está invocando algo. Tú —Itomi miró a Eizo, pero esta vez no irradiaba la frialdad de siempre—, ¿sabes qué está haciendo?

Los ojos de Eizo aún brillaban a causa de su sacred gear. Miró de reojo a la reina de los Belphegor y contestó, con un tono bastante serio:

—Está haciendo una invocación prohibida. La verdad es que solo sé eso; nunca he visto a Arabelle hacer uso de esa invocación —en la voz del peliblanco había tanto expectación como un poco de miedo. Pero no había demasiado tiempo para temer por una invocación prohibida; las explosiones seguían sucediendo por todas partes, más personas caían y, en la lejanía, pudieron percatarse que Shiori y Sayaka, en las gradas de la derecha, se enfrentaban contra un enemigo. Lo mismo hacían los Bathin.

Kokabiel hizo aparecer otra gran lanza, y otra, y otra, lanzándola a todas las direcciones; una de ellas impactó directamente un poco detrás de Shiori y Sayaka, casi mandándolas a volar.

El círculo mágico frente a Arabelle cada vez brillaba con más intensidad, al mismo tiempo, la concentración que la pelicastaña ponía en lo que estaba haciendo crecía. Un fuerte remolino de viento empezó a producirse en el centro del círculo mágico haciendo que los cabellos de todos se agitasen. Y, después de eso, Arabelle abrió los ojos: sus ojos estaban completamente afilados.

Un gran brillo emergió de la zona en donde Urena y los demás se encontraban. Unos segundos después, cuando el brillo dorado se disipó, una gran figura de siete metros de alto se erguía, abriendo sus mortíferas mandíbulas para soltar un rugido estruendoso. 

No cabía la menor duda: ese ser había aparecido en el lugar en donde estaban los Belphegor durante las batallas. Las pequeñas figuras de Urena, Itomi, Eizo y Arabelle se veían tiernas ante semejante bestia. El dragón extendió sus grandes alas, dando un par de aleteos sin dejar de rugir. Algunos demonios y enemigos que se había vuelto a mirar a la bestia habían bajado la guardia, dejando vía libre a sus contrincantes para que los acabasen, pero, lo cierto era que, ante la aparición de aquel dragón, tanto los demonios como los magos se veían desconcertados. El mismo Kokabiel había dejado de atacar, mirando con una sonrisa amarga lo que estaba aconteciendo.

Eizo y Itomi se quedaron completamente petrificados. El dragón que los miraba fijamente era apenas un poco más grande que Tannin, pero esa experiencia no se comparaba en lo más mínimo con la que estaban viviendo en ese momento; el dragón estaba despierto, vivo, tan cerca de ustedes que podían sentir el olor a azufre que salía de su gran boca.

El dragón bajó un poco su mirada, dejando de rugir. Por un momento se quedó en silencio y vieron cómo uno de sus ojos blancos, sin ninguna expresión, se dirigía a Arabelle. La pelicastaña lucía una expresión realmente sombría. Sus manos temblaban, pero, aún con todo eso, no apartaba su mirada decidida del dragón. 

La bestia abrió las mandíbulas y, en lugar de un rugido, esta vez salió una voz que todos podían escuchar; una grave y profunda.

—Tenía años sin verte, niña —la voz del dragón sonaba algo áspera.

Arabelle apretó los puños.

—¿Puedes hacer algo? —preguntó, con frialdad. Pudieron ver que Arabelle se notaba más pálida que de costumbre.

El dragón volvió su mirada hacia el frente y emitió una especie de sonido gutural.

—Depende de cuánto estés dispuesta a pagar.

Arabelle volteó a mirarles, luego volvió su vista hacia atrás... todo era un verdadero caos. Se volvió hacia el dragón apretando aún más sus puños.

—Pagaré todo lo que sea necesario. 

—Esos ojos... —dijo el dragón, mirando una vez más a Arabelle— no han cambiado nada. ¿Qué tengo que hacer? —el gran dragón abrió un poco más su mandíbula, bostezando.

Arabelle miró a Urena y a Itomi.

—La sala en donde Val y los demás están está dentro del edificio principal. Si bajamos podremos verlo; la entrada la hemos visto ya, eran las grandes puertas detrás de las que estábamos antes de ser teletransportados acá; Mukuro-kun probablemente entró por allí. Val aún no despertará. Necesitamos sacarlo de allí, junto a Chisa. ¿Creen poder hacerlo? Yo me encargaré de que lleven a salvo a la entrada, lo demás quedará de su parte.

Nunca habían escuchado hablar a Arabelle con tal firmeza en su voz. Era totalmente diferente a momentos antes; sus ojos vibraban en determinación, aunque su cuerpo flaqueaba ante varios signos de debilidad.

Las emociones de Laurette estaban todas mezcladas; tanto que era realmente difícil discernir qué era lo que estabas sintiendo en ese momento. Había desesperación y dolor; tristeza y frialdad. Laurette había perdido la cordura, pero, algo de ella, muy en el fondo, gritaba con profundo dolor. Una niña, una niña pequeña lloraba desconsoladamente. Por un momento pudiste ver esa imagen para, momentos después, volver a la realidad, viendo a Shiori siendo rechazada por el escudo de Laurette.

La mujer, azorada, se volvió hacia ti cuando le hablaste. Sus ojos se abrieron al ver el estado en el que te encontrabas; por un momento creíste que te iba a golpear.

—¿¡A dónde quieres llegar en ese estado!? —su tono de voz era severo, tal como se esperaba de lo que decía su apariencia. La gente siguió corriendo por los pasillos, la mujer te volvió a echar una mirada y miró hacia todas las direcciones, buscando algo— La sala de recuperación está en la segunda planta. Necesitas conseguir lágrimas de fénix y allí pueden ayudarte. Sin embargo, dudo que puedas llegar en ese estado. Necesitarás que alguien te acom-...

Sentiste una explosión que calló a la mujer y que opacó los gritos de terror de las personas. El techo y las paredes vibraron ante el impacto. Decenas de guardias salían hacia la puerta que daba con la arena. Pasaron a un lado de ti corriendo, para luego extender sus alas y, con espadas de poder demoníaco, alzarse para enfrentar al enemigo. Viste como un par de ellos, apenas despegar del suelo, volvían a caer en este, con el cuerpo despedazado.

Cuando el temblor se detuvo, algo que hizo que tu sangre se helase se hizo audible: fue el rugido de una gran bestia. Resonó por todas partes, pudiste escucharlo con total claridad. Las explosiones seguían sucediendo y, cuando creíste que tendrías un momento para estabilizarte, una gran explosión en la entrada del recinto te hizo retroceder un paso.

Tres cadáveres de periodistas cayeron detrás de ti. Toda la puerta estaba destrozada. Esa puerta daba hacia la salida del recinto hacia Agreas. Una vez el humo se disipó viste a dos sujetos con túnicas negras levitar sobre círculos mágicos. Gran parte de sus rostros estaban cubiertos por capuchas.

¡GUAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHH!

Volviste a escuchar rugidos, aunque esta vez de menor intensidad. Un escenario terrorífico se pintaba en frente de ti. Dos dragones con escamas negras masticaban cuerpos de demonios. Ambos dragones eran poco más grandes que unos caballos adultos. De sus dientes filosos pendían hilos de baba espesa. Sus escamas, brillantes, parecían ser tan duras como el acero.

—¡Niño, retrocede! ¡Escóndete! ¡Debes salir de aquí! —te gritó la mujer, mientras echaba una de sus manos hacia adelante. Estaba temblando. Pese a lo que te decía, ella también sabía que no había lugar donde esconderse. ¿Estarían todos condenados, acaso?

Pusiste atención, mientras seguías desangrando a Laurette, en el ataque de Shiori que había sido repelido. Los rayos negros habían desaparecido de su katana y también de su cuerpo, no obstante, viste algo que te preocupó: aunque apenas visible, un aura oscura estaba empezando a rodear a Shiori. Era la misma aura que Laurette tenía.

La sangre de la chica fluía con mayor rapidez y al mirar sus ojos e indagar un poco más en su monstruosa rival, notó que había una parte de ella que aún se conservaba humana. Una parte de ella no quería todo eso.

Ahí comprendió - ¿Quién no te deja morir? ¿Quién te obliga a pelear? - se giró preocupada hacia Shiori al ver que aquella se había desvanecido por un momento, pero el rastro de esa energía en su compañera hizo que Sayaka mostrara ira nuevamente en su rostro.

- Limpia tu energía, Shiori-san. O serás como ella - se giró enojada hacia Laurette.

- ¿Qué pretendes con eso? - y entonces, el dragón aparece. ¿Un dragón? Los dragones eran casi leyendas. Después de los dos reyes dragones de la anterior guerra, no se había escuchado de más. Ver a ese dragón hizo que Sayaka se asustara y no era de menos. Aquella bestia era enorme. 

Aprovechando que Laurette estaba distraída y esperando que Shiori no la atacara, conglomeró toda la sangre que esa humana desquiciada estaba perdiendo y con una expresión fría, la arrojó con toda su fuerza contra un objeto cualquiera. Mientras más pronto quedara incapacitada, más pronto podría ocuparse de su compañera.

Me hice un paso atrás cuando me alzó la voz de esa manera. Pensé que me iba a atacar o a noquear por la salvajidad, pero seguramente esta preocupada por mí, a pesar de que se nota que es una sádica de primera clase. Si Akeno nee-san lo es, ella también. Pero claramente ella no tiene la elegancia... Es una full S.
En todo caso, este pensamiento lo descarte rápido claramente, pues no era momento de estas pensando estupideces. Al menos me dijo en dónde se encontraba el lugar que busco y el que seguramente todos estarán buscando; no solo nosotros, el grupo de Ruby igualmente. Esperaba que siguiera, pero esa extraña explosión callo todo. Los guardias queriendo luchar eran admirables, ejerciendo su labor hasta el final... Pero unos de ellos apenas alzaban vuelo, caían despedazados. Intente ver más allá y observar que era lo que los asesinaba antes de siquiera alzar demasiado vuelo. Y claramente todo iba de mal en peor, las puertas que daban a la salida ahora eran embestidas mientras cuerpos inertes caían atrás de mí, mientras miraba horrorizado todo esto.
— Oh, por un demonio... — El colmo fue ver a esos dos dragones negros. Mi estado no es capaz de soportar tanto daño, estoy casi que al límite.  Ella me dice que huya, que me esconda, que no pelee. La verdad es que al igual que ella, estoy temblando. Tengo miedo.
Una mala decisión y puede significar mi muerte, mi final. Pero claramente no tengo opción tampoco para huir y morir como un cobarde; ahora ya no hay de que, tengo que luchar. — No estoy en condiciones de pelear, pero tampoco lo estoy para huir... — Dije, mordiendo mi labio inferior. — Lo lamento, pero seré una carga por el momento. No me considero estable para pelear con esos monstruos, así que me encargaré de los bastardos que están volando. — Dije, desplegando las alas mientras mi mirada estaba prendida en llamas. Ahora sí tengo que pensar; entendí la lección. Me precipite demasiado por derrotar a esa caballo, y hice que todo no valiera. Tengo que pensar primero. — Intentaré acabar con ellos rápidos, estaré bien. Lo sé. — Dije esto más para mí que para ella en verdad, y con la fuerza que todavía azota mi cuerpo salto y impulso con mis alas el vuelo, sintiendo el poder de mi Sacred Gear correr por mis venas.

Más.
Más.
Más.

Si debo de salir vivo de aquí, no debo de tener ningún límite. Debo de explotar cada gota de poder que pueda sacar para mantenerme con vida y llegar a donde Val... Una vez alce vuelo, iba directamente en decisión de acabar con ambos hechiceros de la manera más rápida, brutal y efectiva; cortarlos en pedazos.

Todo estaba aconteciendo de la misma manera que lo había hecho aquella noche. El olor a sangre, los cadáveres. No, incluso podías decir que todo era mucho peor. Aquella vez el incidente no había sido tan grande. Muchos demonios habían muerto, pero nada de eso se comparaba a la masacre de la que estabas siendo testigo. ¿Con cada explosión cuántas personas morían? ¿Una, dos? ¿Una decena? Cada segundo que seguías vivo era arrastrarse en el mismísimo infierno. 

—¿¡Qué estás diciendo!? ¡Quédate atrás! —pero no escuchaste a la mujer. Mientras los magos venían hacia ustedes, y cada parte de tu cuerpo escocía de dolor, extendiste tus alas. Todo tu uniforme estaba empapado en sangre. Empezabas a dejar de sentir los dedos de los pies. Pero eso no detuvo a tus llamas, tampoco a tu determinación.

Levantaste tu espada y, gritando, tanto de dolor, como para reafirmar tu voluntad, lanzaste un tajo completamente vertical hacia el primer mago. Toda tu cara quedó llena de sangre. Se escuchó caer, con un ruido seco, dos cosas al suelo. Al instante lo advertiste; tu espada había llegado al suelo: habías partido a ese mago con total salvajidad por la mitad.

La cabeza del segundo mago, quien preparaba un círculo mágico para atacarte, salió volando contra una pared. Su cuerpo inerte dobló las rodillas y cayó hacia atrás. Un charco de sangre empezaba a formarse alrededor de ti. La mujer de gafas te veía con los ojos bien abiertos. Un festival de viseras rodaba por el suelo.

Tu vista empezaba a hacerse borrosa. Tus llamas empezaban a debilitarse. Escuchaste un par de rugidos dirigidos a ti y el fuerte aletear de dos bestias. Poco te tomó darte cuenta de que eran aquellos dragones: venían directamente a por ti. Antes de que la mujer pudiera hacer algo, ambos dragones estaban justo encima de ti. Apenas podías distinguir sus posiciones, con tu vista temblorosa. El primer dragón se lanzó en picada hacia ti, con su mandíbula abierta. Viste unos ojos rojos brillar y unos afilados dientes amenazantes ir a por ti con total crueldad. Dirigiste tu espada, con tus últimas fuerzas, hacia la boca del dragón. Sentiste que tu espada se hundía en algo blando. Poco segundos después descubrirías que el dragón estaba empalado. Su mandíbula abierta sobre tu mano; ahora estabas completamente empapado de sangre. Trataste de sacar la espada del cuerpo del dragón inerte, pero no pudiste; tus fuerzas no daban para más. Sentías cómo tus parpados poco a poco empezaban a cerrarse solos y, antes de que te dieses cuenta, sentiste un dolor infernal que hizo que tus sentidos se agudizasen. Tus ojos se entornaron alrededor de tu brazo izquierdo o, al menos, donde debería estar. Sentiste tu carne siendo rasgada y tus huesos romperse antes de ver cómo tu brazo se despegaba de tu cuerpo siendo arrastrado por la mandíbula del otro dragón. Poco quedaba de tu antebrazo; el corte había sido completamente sucio. Sentiste como grandes cantidades de sangre se escapaban de tu cuerpo y como un deseo irracional por morir te abrazaba; nunca habías sentido un dolor de tal magnitud. Tu sangre empezó a derramarse en el suelo, mientras el dragón masticaba tu brazo. 

No podías hacer más nada. Dejaste de sentir tu herida. Lo sabías. Mientras tu visión se desenfocaba sabías lo que sucedería; estabas muriendo. Cada gota de sangre que se escapaba era una evidencia de ello.

El dragón levantó su cola y te dio un latigazo con ella, mandándote a volar hacia atrás. 

Era inútil. Todo lo que hicieras era inútil. Ya no quedaba nada. Ya no podías moverte.

Caíste boca abajo sobre tus propios fluidos. La mujer te gritaba, había empezado a luchar con el dragón, pero ya no la escuchabas. Viste los cadáveres a tu alrededor y te hiciste consciente de tu existencia. Tú pronto serías uno de ellos. Y probablemente tus compañeros también.

¿Por qué todo había tenido que resultar de aquella manera? Te preguntaste eso mientras tus párpados por fin se cerraban, llevándote a un mundo en donde todo era completamente negro.

—¿Así que morirás aquí? Me parece que eras más débil de lo que creías.

No podías ver nada, todo estaba oscuro. Pero sentiste una voz retumbar directamente en tu cabeza. Era una voz conocida y, al mismo tiempo, lejana. Sentiste una gran presión en tu pecho al escucharla.

—Tic, tac. Tic, tac. Patético. No se podría esperar menos de un sangre sucia.

Shiori estaba realizando el ataque cuando por unos segundos sintió su mente desfallecerse. Esos pequeños momentos de inconsciencia pasaron desapercibidos en esos instantes; pero cuando su mente despertó en un sentido de alerta fuerte apenas y logró usar a Mikasuki para mantenerse en pie y no caer de bruces. Comenzó a examinarse y sentir su propio cuerpo para ver si tenía algo más que la herida; mas no notó nada extraño y cuando se disponía a atacar de nuevo, Sayaka llamó su atención y se dio cuenta que sí había sucedido algo malo.

Continuaba sin percibir algo extraño en sí misma; pero si la alfil, en medio de su ataque y disposición de acabar con la humana corrompida le dijo eso... era por algo. Chasqueó los dientes y luego vio ese dragón aparecerse. Su corazón aceleró al ver una criatura como esa y se preguntaba cómo era que había llegado ahí, pero no podía entretenerse con eso. Tragó saliva y recordando el proceso de purificación, se arrodilló usando su katana como soporte, la cual aún continuaba rodeada de llamas azules; y éstas comenzaron a salir desprendidas de aquella hoja plateada para que, al cabo de unos segundos, varias esferas de fuego la rodearon para así eliminar aquella energía.

-Dame un momento-habló a Sayaka indicando que no podría hacer nada por unos segundos cruciales.