Partida Rol por web

No sabía cuanto tiempo había permanecido inconsciente, ¿Días? ¿Semanas? Su mente aun daba vueltas y se encontraba totalmente confuso. Intentó sacudir la cabeza, pero notó que la tenía sujeta por alguna especie de cinta. Entonces reparó que estaba tumbado en una especie de camilla metálica y no solo su cabeza, también le tenía sujeto por los brazos, las piernas y por la cintura. La sala estaba sumida en penumbra salvo por un foco de luz blanca que apuntaba directamente a su cara. Por el frio que sentía en todo su cuerpo, intuyó que estaba totalmente desnudo.

Apenas podía distinguir lo que había a su alrededor por Rowan se esforzó en intentar averiguar donde estaba. Podía ver algunos muebles blancos, matraces, frascos con líquidos, armaritos colgados. Parecía una clínica, pero no conseguía localizarla.

Entonces recordó el humo, que había sido la propia RAIZ la que le había dejado inconsciente ¿Por qué? ¿Habían averiguado que habían mentido? Y de ser así ¿Harris les había vendido? Su cabeza iba a mil por hora, yendo de una idea a otra.

Entonces escuchó un ruido, como una puerta abriéndose a su derecha. No podía mover la cabeza, pero intentó mirar de reojo y pudo distinguir una figura humana. La figura se aproximó a una mesa que había cerca suya y pudo ver lo que, por complexión debía ser un hombre bastante fortachón, de hombros anchos, brazos grandes, aunque no le podía ver el rostro que parecía fundirse con la oscuridad. Cuando la figura se giró, una voz grave habló.

- Veo que te has despertado –

Ya había pasado una semana desde su “misión”, tras haber sido atendida por el Doctor Greenberg, su herida había mejorado bastante, aunque se había horrorizado inicialmente por el desastroso trabajo de cosido, al menos la cura había sido buena por lo que tras varios arreglos, solo le quedaría una pequeña cicatriz. Nada preocupante.

Lo que si la preocupaba es que en todo este tiempo no había recibido noticias de RAIZ y el brazalete seguía en su brazo. Lo había estado investigando y aunque tenía varias vías abiertas, aun no había logrado nada por ninguna de ellas.

Lea se arrebujó en el sillón de su lujoso ático mientras pensaba en cual sería su siguiente paso. Nerviosa, se puso en pie y se dirigió al ventanal que le regalaba unas increíbles vistas de Central Park y de la ciudad de Nueva York.

Mientras estaba sumida en sus pensamientos, el timbre de la puerta de su casa sonó.

Ya habían pasado varios días desde que volvieran de su pequeña “aventura” y desde entonces, ni Jamal y Harris habían tenido contacto entre ellos o con alguien de RAIZ. Casi habían vuelto a sus rutinas normales. Pero hoy era un día especial. Por fin Mathias había accedido a participar en una sesión de hipnosis. Jamal no cabía en si mismo de la emoción.

Mathias, estaba sentado en la silla de siempre pero no terminaba de estar tranquilo. No era por el doctor, sino por la persona que tenía al lado. Era un hombre de piel muy blanquecina, bajito y regordete, totalmente repeinado y gafas de “persona lista”. Este extraño miraba a Harris de arriba abajo con una media sonrisa constante en el rostro.

Arthur no podía dejar de observar a Mathias. Tal y como le había contado Jamal, era un personaje de lo más interesante. Esperaba mucho de la sesión de hoy.

- Tengo que decirlo amigo – Dijo girándose hacia Ahmad – Por un momento pensé que me dejarías fuera. Me alegro de que no lo hicieras. Estoy ansioso por que empecemos –

Mientras hablaba, no dejaba de fritarse las manos nerviosamente. Entonces cayó en la cuenta de que Mathias le miraba entre extrañado y preocupado.

- ¡Oh! Perdone mis modales. Soy el Doctor Arthur Clark Wheeler, estudioso de la mente humana y socio en diversas teorías con su doctor Jamal. Espero que no le importe que esté con ustedes durante la sesión de hipnosis de hoy. Soy bastante ducho en el tema y creo que mi apoyo y ayuda puede veniros bien. – Como Mathias no mudó la expresión siguió hablando – Le prometo que todo lo que se haga y diga aquí, quedará solo entre usted y nosotros, el secreto profesional es importante para todos. –

Entonces volvió a girarse hacia Jamal

- Bueno, ¿Cómo lo vamos a hacer? –

No sabía cuanto tiempo había permanecido inconsciente, pero pronto el padre Graham comenzó a recobrar la conciencia. Lentamente abrió los ojos y por un momento, temió haberse quedado ciego pues solo veía negritud, pero al fijarse algo mejor, se dio cuenta de que simplemente estaba en una habitación a oscuras.

Se intentó incorporar y sintió que le dolían todos los músculos, como si hubiera estado haciendo ejercicio durante horas. La garganta la tenía seca y tenía mucha sed. Intentó ver donde se encontraba. Era una sala austera de hormigón, estaba tirado en el suelo y a pesar de la oscuridad, no le pareció ver ninguna mesa o cama en el lugar. Solo una puerta de acero con un ventanuco pequeño con barrotes metálicos.

Entonces reparó en que había otra persona sentada contra la pared, una mujer que se encontraba encogida sobre si misma, con la vista perdida hacia el infinito. Cuando la miró al rostro, Graham se sintió que se ruborizaba y se ponía nervioso, era Samantha. Entonces reparó en algo más. Estaba desnuda. Y al darse cuenta de esto por fin se dio cuenta de otra incómoda realidad. Él también.

Samantha se había despertado apenas unos minutos antes y aun se encontraba aturdida y dolorida. Estaba intentando poner en orden su cabeza mientras intentaba entender qué había pasado. Entonces reparó en el Pater y no pudo evitar en sonreír divertida por la situación.

¿Dónde estaban? ¿Quién les había dejado allí? Entonces se dieron cuenta de que, aunque desnudos, aun tenían algo. Los brazaletes brillaban aun en sus brazos.

Al ver que el señor Graham se movía, Samantha se alegró de que no estuviera muerto. Al menos eso significaba que no la iban a mandar al otro barrio. No aún. 

No entendía que estaba ocurriendo, ni qué clase de prueba era esta o que quería el culto de ellos. Por ahora todo era demasiado confuso, y tenían muy poca información para entender el objetivo o la motivación de Raiz para hacerles pasar por esto. 

- Bienvenido al mundo de los vivos, padre.-  comentó con sorna antes de levantarse y pasearse por la sala. Sus movimientos eran gráciles, elegantes, como si ignorase el hecho de que estuviera desnuda. Caminaba de puntillas, apoyada en unos tacones invisibles, sus pisadas apenas hacían ruido. Hizo su ronda por los límites del cuarto en el que estaban encerrados, repasando las ásperas paredes de hormigón con las manos, y dibujando cada línea de la puerta con sus dedos. Cuando se dió por satisfecha se giró hacia el cura- Permítame la indiscreción, pero, ¿Qué dijeron ustedes en su informe?

Les habían dejado el brazo y el brazalete en su sitio. Especialmente que les dejasen el brazo en su sitio le había parecido toda una muestra de buena voluntad. No tanto lo de desnudarles, sin motivo aparente. 

Rowan sonrió alicaido, creía conocer el guión. Esto iba a doler. Negó con la cabeza. Cuanto mejor estaba solo, en lugar de metiendose en rollos raros con desconocidos... Que idiota había sido.

-¿Por qué? - Preguntó a media voz.

Decir que no estaba asustado sería mentir. Si último recuerdo era terrible. El maldito corintio susurrando palabras extrañas en su mente embotada, era sin duda algo que no deseaba para nadie, menos para él. Le sorprendió despertar. Cuando los acontecimientos se precipitaron supuso que no volvería a ser consciente de sus actos. Cuando logró centrar la vista se sintió confundido.

- ¿Es esto el infierno? - Le preguntó a Samantha. 

Estaba desnuda. Sólo al diablo se le podía ocurrir tal tortura para el pater. Eso convertía a Baker en Lucifer. Él tampoco llevaba nada más que aquel maldito brazalete y por ello Samantha supo que pese a su edad, todo funcionaba en su organismo, pues éste había reaccionado rápidamente a la visión de la mujer así como Dios la trajo al mundo.

- Per... Perdone... - Le dijo tratando de ocultar sus vergüenzas erectas. Aunque no lo consiguió y no le quedó otra que sonreír. - ¿Nuestro informe? Me queje de la falta de información. Supongo que por estoy aquí. ¿Qué... Qué hacemos aquí? - Le preguntó a Samantha, aunque suponía que al igual que él, ni tendría respuesta alguna.

- Hay poca luz para que esto sea el infierno.- La oscuridad que había podría haber escondido los pudores del cura, sin embargo los brazaletes parecían refulgir y les permitían ver. Sam enarcó una ceja y miró al hombre con un desprecio absoluto.- No creo que sea el momento ni el lugar adecuados. Pero si va a permitirse llevar por instintos animales, aunque sea haga como uno y aliviese contra una esquina. En cuanto a lo que hacemos aquí... me parece bastante obvio, esperar en la oscuridad.

Le habían quitado hasta las horquillas, maldijo en silencio, con ellas podría haber abierto la cerradura. Lo cierto es que no necesitaba gran cosa para ello. No le habían dejado ni su neceser para acicalarse. Su pelo caía lacio, en girones extraños producto de los restos de laca y la forma en la que el moño les obligaba a permanecer. Tenía el aspecto de un espectro de producto cinematográfico. Aunque tenía mejores curvas, por supuesto. 

- Rowan, Mathias y yo, les dijimos que no habíamos encontrado nada, que Reed murió allí mismo, y que al perdernos volvimos con las manos vacías. A Rowan y a mi nos mantuvieron en la sala, nos gasearon, y ahora aquí estoy, por algún motivo en su compañía. ¿Querrán que me confiese? Ya han visto el brazalete.- Volvió a ovillarse en una esquina, aunque mantenía la espalda erguida y los ojos fijos en la puerta, como si esta fuera a abrirse, al menos por vergüenza.- ¿Recuerda algo más?

Tenía el cuerpo dolorido, comenzó a pasar sus manos por la piel, esperando encontrar zonas de más calor donde tuviera moratones, o cortes. Se dió cuenta de que no estaba pasando frío, tampoco calor. 

- Dígame, Graham. ¿Cúal es su relación con Raíz? ¿Qué don tiene que pueda aportar al Culto?- Todos habían demostrado tener habilidades fuera de lo normal, a excepción del cura y Rowan.- El Doctor Ahmad, puede crear fuego de la nada; Lea y Mathias tienen percepciones...diferentes de lo normal, y yo... soy una gatita muuuy mala. - En la oscuridad sus ojos brillaron por un momento y a medida que sonreía parecía que su sonrisa y sus dientes, en particular sus colmillos, no paraban de crecer. Sin embargo, en un parpadeo todo volvió a la normalidad.- Así que, ¿Cual es su Verdad, o su Mito? Es así cómo los llaman ¿No?

- ¡Oh yo...! - Exclamó. - ¡Discúlpeme, es mi cuerpo! Digo... ¡Son los nervios! Ya me entiende... - Tragó saliva muy avergonzado. - Creo...

Y no le hubiera importado aliviarse allí mismo mirándola a ella y derramando su semilla sobre su cuerpo desnudo, pero no era apropiado. Era evidente por como le miró y como le habló, que ella no quería ser bendecida de ese modo y evidentemente no era apropiado hacerlo contra su voluntad. Más aún sabiendo que era una gata y que con esos dientes y sus garras podía hacerle mucho daño.

Por algún motivo, aquella revelación, la fusión de aquella mujer mutando en un híbrido felino, no le causó miedo alguno, sino todo lo contrario. Su insaciable "curiosidad", por llamarlos de alguna manera, aumentó notablemente. No sabía cómo, pero esperaba que tarde o temprano aquella mujer, se le confesara y que cumpliera con creces con la penitencia impuesta 

Y entonces llegó la pregunta. ¿Qué relación tenía él con RAIZ? Era sin duda una muy buena pregunta. La respuesta no la tenía. No al menos totalmente. Sabía más bien poco de la organización y de sus objetivos, poco más sabía de lo que podían querer de él.

- RAIZ me ayudó a asentar mi iglesia en la ciudad. Necesitábamos una inyección económica y allí estuvieron ellos. Debí suponer que no lo hacían por mera de en Dios. - Resopló. - RAIZ se expande por allí donde pone el ojo. Trama una red enorme, como las raíces de un árbol. Una red invisible que poco a poco va conectándose con diferentes órganos y ganando más y más poder. Supongo que eso quería de mi, pues por lo demás... - Sonrió. - Soy un hombre normal. Mediocre de hecho. Y con un terrible lado oscuro... - Dijo aquello último en voz baja. Como sintiendo vergüenza de si mismo.

Sus contactos le habían permitido concertar un par de discretas citas con profesores universitarios arqueólogos de la ciudad de Nueva York. Estos expertos se habían mostrado fascinados y habían apuntado algunas hipótesis, pero Lea seguía sin sacar nada en claro.

La inactividad la carcomía. Se sentía como si hubiera visto la puerta de entrada a algún sitio especial, pero sin poder cruzarla. La joven no era el tipo de persona que esperaba a ser invitada para entrar a los sitios, y se encontraba bastante descolocada, cuando, de pronto, sonó el timbre de su casa.

Desbloqueó su móvil, pulsó tres o cuatro botones y al momento la enorme pantalla de su televisor le mostró la imagen de quien estaba al otro lado de la puerta. Mientras la imagen se formaba, Lea se dio cuenta de que el corazón se le había acelerado. ¿Sería Raíz?

Asintió con la cabeza a las palabras del tipo ese... Wheeler... un tipo curioso; no podía evitarlo, le miraba... y le parecía un espécimen de esos que pones en un corcho blanco, con la piel estirada y sujeta con alfileres, para una posterior disección...

El caso es que la imagen le pasó, fugaz... la piel estirada hasta el extremo, y clavaco con agujas de punto a un suelo blanco, mientras, con una gran lupa, se preparaba para practicarle una vivisección. La idea, cuanto menos, era turbadora... pero era de las que solían venirle a la cabeza de vez en cuanto, de modo que ya le empezaban a resultar rutinarias.

Recapituló brevemente el motivo por el que estaba allí; en otros tiempos, no habría hecho caso,... pero las claras diferencias que había habido en su relación con La Voz, y con la misma Voz en sí... le hacían estar preocupado, y tal vez el problema no fuese sino suyo, por ser incapaz de comunicarse adecuadamente con aquella que siempre le acompañase. Temía ser abandonado, sí, temía ese fracaso, sí. Se acarició el antebrazo, en que el brazalete seguía pertinaz, a la espera de que empezase la sesión; no tenía claro si el Dr Jamal hablaría con él, o con el otro ser que siempre estaba al acecho; ea difícil adivinarlo; en todo caso, sabía que su mente era una habitación sencilla, pero con una puerta que daba a una habitación gigantesca en la que moraba otro ser aún mayor.

Entrecruzó las manos...

-Cuando deseen empezar, por mi parte estoy listo.

En el silencio y la oscuridad de la celda, la confesión del señor Graham no paso desapercibida.

- Si su lado oscuro es que se pone cachondo cada vez que ve un trozo de carne femenina, mientras pueda controlarse, no es tan oscuro. Hay cosas peores que estar reprimido por la sociedad de la época en la que se crió y sus creencias religiosas. - El hombre le daba bastante pena.-Así que es un hombre natural atrapado en las redes de lo sobrenatural. Tiene que estar siendo una experiencia aterradora. Me acercaría a consolarlo, pero igual lo interpreta como un acercamiento sexual, y no estoy interesada.

Se quedó callada. Esperaba que el cura le pudiera dar información, enseñarle cosas sobre el mundo de los Mito, pero tenía la sensación de que sólo obtendría paparruchas religiosas. Así que esperó pacientemente en la oscuridad a que el culto decidiera que les tenía que ocurrir. 

- Ojalá fuera eso... - Dijo entre dientes y a un tono de voz prácticamente imperceptible.

Poco a poco, su libido comprendió que entre aquella mujer y él no iba a haber consumación y cierta hinchazón desapareció. No obstante, decidió no mirar más que de reojo a Samantha, pues era verdaderamente incómodo para él y suponía que también para ella, que de le levantara el ánimo cada vez que su mente viajaba más allá de donde el decoro tenía sus límites.

- Bueno... ¿y que cree que quieren de nosotros? - Le preguntó. - No creo que nos quieran muertos, pues ya lo estaríamos, pero... ¿por qué desnudos? ¿A qué extraño juego nos quieren someter?

El doctor volvió a la mesa antes de empezar a contestar.

- Imagino que sabes lo que viene ahora. – Mientras hablaba, Rowan le escuchó trastear con cacharros en la mesa – Eso que llevas en el brazo, despierta el interés de muchas personas que no entienden que tú lo tengas puesto. Al fin y al cabo, solo eres un niño. –

Finalmente cogió algo, era pesado, brillaba metálico a la luz de la lámpara, una sierra circular.

- No te preocupes, será rápido y limpio. Lo haríamos de otra manera, pero el brazalete parece haberse “incrustado” en tu piel. Imposible recuperarlo de otro modo. –

Entonces la puso en marcha y se aproximó a la mesa donde por din pudo verle la cara. Una cara que no era del todo humana. Tenía los ojos enormes, como los de un pez, piel verde y escamosa y la boca desproporcionadamente grande.

- Ahora… aprieta los dientes. –

Y Rowan contemplo horrorizado como aquella sierra iba directa a su brazo

O eso haría normalmente, pero esta vez, la pantalla solo mostró estática. Era raro ¿Se habría estropeado? Siempre revisaba sus sistemas para evitar este tipo de cosas. Sea como fuere, no tenía imagen de quien fuera que estaba al otro lado de la puerta.

De pronto una risa chillona hizo que Samantha y Graham dirigieran sus miradas a la puerta metálica donde unos enormes ojos les estaban observando.

- Los jugueTES ya se HAN despertado. Que BIEN –

Lo que en un principio les había parecido unos ojos desproporcionados, vieron en seguida que formaban parte de un disfraz de conejo, al menos la cabeza. Estaba roto y ajado, con una oreja algo caída, ocultando así el rostro de su interlocutor. No obstante, aunque no pudieran verle, si notaron que al hablar, de vez en cuando alzaba más la voz al decir ciertas palabras o al terminarlas.

- Habeis venIDO a jugar CONMIGO ¿verdad? –

Como la ventanita no era muy grande, no podían verle el resto del cuerpo.

Cuando se preguntó a sí misma si el sistema se habría estropeado, se dio cuenta de que lo había hecho con ironía. Por supuesto que no. Lea todavía no entendía nada de lo que estaba pasando, pero se daba perfecta cuenta de que todo lo relacionado con raíz era profundo y tenebroso. No, el sistema no se ha estropedo.

Sin darse prisa, pero con movimientos precisos y seguros, llegó hasta una cómoda en su dormitorio. Extrajo una pistola que llevaba allí sabe Dios cuánto tiempo. La cargó. Le quitó el seguro. Se acercó a la puerta. Ocultó la pistola detrás de su espalda. Y entreabrió la puerta.

- Espera un momento...! Espera! Espera!-  Gritó para intentar ganar tiempo.

- Ni siquiera me habéis dejado intentar sacármelo a mi... - Dijo Rowan en voz alta para hacerse oír por encima de la sierra, mientras forcejeaba. - Además parece que buscáis algo en concreto ¿Sabéis lo que es esa cosa? Joder, no lo quiero para nada, no se ni lo que es, pero si que quiero mi brazo. Si lo queréis es vuestro, pero no mi mano, joder.-

Cuando Rowan comenzó con sus súplicas, estas no parecían hacer efecto en el extraño doctor, aunque si se quedó quieto mirándole. Entonces, sus huesos se volvieron más elásticos, a contraerse y tirando consiguió sacar la mano del cepo que lo mantenía preso.

Fue entonces cuando el doctor avanzó hacia él rápidamente y con inusitada habilidad, le agarró el brazo libre, en el que aun brillaba el brazalete. Rowan comprobó horrorizado que aquel ser no solo tenía la cara de sapo. Donde normalmente tendría la mano izquierda, le salían unos tentáculos que ahora se le enroscaban con fuerza en el brazo y se lo estrujaban con fuerza.

- Por favor, compórtese o tendré que tomar medidas –

El joven notó una nota de amenaza en por otro lado una voz tranquila y casi monótona.