Partida Rol por web

Historia de un Asesino

Capítulo 6. Infierno

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20/09/2019, 15:52
Isidore

Un golpe duro en la mano provocó que Asteirm perdiera la empuñadura de su arma. Una patada rápida y voraz que había salido de vete tu a saber donde. No lo había oído, Isidore había sido rápido y sigiloso como una culebra y letal en sus intenciones. Le había desarmado en un abrir y cerrar de ojos. 

- Asteirm... - Dijo apenas en un susurro. - ¿Qué...? ¿Pero qué...?No le salían las palabras.

Al menos había sido lo suficientemente sigiloso como para que ninguno de los otros tipos que disturbaban su tranquilidad de lobo solitario, le siguieran la pista y al igual que aquel criajo entremetido, hubieran sido testigos de su pulso con el demonio que llevaba dentro.

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23/09/2019, 11:15
Asteirm

Asteirm reaccionó tarde y reaccionó mal. Los impulsos irracionales no eran lo suyo, pero estaba cansado de todo y de todos. Ofuscado, agarró al niño por la pechera con la mano armada, rasgando tela y arañando sin querer el pecho del joven Isidore con los afilados bordes de la armadura demoníaca. Con una fuerza insólita en él, lo levantó del suelo y lo estrelló contra un árbol cercano. El niño, sin respiración, quedó colgado varios centímetros del suelo mientras Asteirm lo sujetaba y levantaba el puño izquierdo para estamparle un puñetazo en el rostro.

No lo hizo. Todo había sucedido muy rápido, demasiado rápido para un hombre con la destreza de Asteirm. Mantuvo el puño en alto, pero luchó, conscientemente, por no destrozar el cráneo del niño. Mephisto lo espoleaba a hacerlo y él, en fin, quería darle una paliza al chaval, pero no quería matarlo y mucho menos esparcir sus sesos por el bosque. Aquella imagen era espantosa y de mal gusto. Isidore, a fin de cuentas, le había salvado la vida. Sin embargo, él había perdido una oportunidad perfecta para leer los miedos y debilidades del demonio y la interrupción lo había cabreado muchísimo.

-¿Qué coño estabas haciendo? ¿Espiarme? -murmuró, con una voz que era suya, pero, al mismo tiempo, no lo era.

Se le había caído la capucha, el cabello antes oscuro era del color de la ceniza, el rostro marcado por la inquietante cicatriz en el ojo y los ojos, a medio camino entre el negro y el rojo. Era su cara y al mismo tiempo, no lo era. Para Isidore era un rostro de pesadilla, sin más, y Asteirm se vio reflejado en las negras pupilas de su pequeño aprendiz. El miedo en el rostro del niño era atroz y atroz era su comportamiento, como atroz estaba siendo la cadena de acontecimientos. 

Asteirm bajó el puño y tiró a Isidore al suelo, alejándose unos pasos de él, mientras por su cabeza pasaban imágenes repletas de sangre y carne desgarrada, gritos y huesos quebrados, zumbidos arcanos y un sabor metálico en la boca. Recogió el puñal, le temblaba la mano, quería gritar y quería rajarse la garganta. Lo enfundó con rabia y caló la capucha por enésima vez; quizá si se la clavaba en la frente dejaba de moverse la muy condenada. Cuando pensó que podría controlarse, dejar de temblar y soportar estoicamente a otras personas, levantó a Isidore del suelo y lo arrastró hacia el resto del grupo.

-¿Habéis encontrado la salida? Pues andando -ordenó con brusquedad.

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23/09/2019, 15:29
Isidore
Sólo para el director

No... - Dijo entonces Isidore con la voz entrecortada por el dolor, que no por la inseguridad de sus palabras. 

El niño todavía estaba dolorido del tremendo golpetazo contra el árbol. Isidore miraba con determinación a Asteirm. Su mirada, que hasta el momento siempre sido de respeto hacia una figura de autoridad a la que admiraba, ya no lo era. Ahora se leía otra cosa en sus ojos. Se leía ira, se leía decepción y se leía desprecio. Algo había cambiado en Isidore en ese preciso momento. La reacción que Asteirm había sufrido tras la aparición inesperada aparición del chiquillo había sido desmesurada.

No voy a ninguna parte... - Respondió de forma muy valiente aunque probablemente temeraria. - Nuestros caminos se separan aquí Asteirm. - Se notaba que el joven Isidore trataba de aguantar las lágrimas que se esforzaban por caer por sus mejillas. - Nadie debería seguirte. Nadie debería confiar en ti... 

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23/09/2019, 15:36
Aswand

Aswand miró al joven Isidore confundido. Se fijó en la postura del niño. Estaba algo encorvado y apretaba los dientes. Parecía dolorido. Parecía que le dolía la espalda, pues se la frotaba con una mano. Nunca había visto una reacción como aquella en el joven sundallí. Algo había pasado y debía ser algo grave, pues hasta la fecha, Isidore adoraba al hombre al que ahora pretendía abandonar.

¿De qué hablas Isidore? - Le preguntó bastante intrigado mientras miraba de forma alternativa al chiquillo y luego al hombre al que servía como guía. - ¿Qué ha pasado?

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23/09/2019, 15:40
Isidore

- ¡Iba a matarse con un cuchillo...! - Confesó el niño. - ¡Estoy seguro de lo que he visto! Le detuvo y me golpeó contra un árbol. - Se dio media vuelta levantándose la camiseta. Mostraba un moratón bastante evidente en la espalda. - No voy a seguir aguantándole. Me marcho...

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23/09/2019, 15:42
Draris Daungman

¿Pero qué...? - El enano dio un respingo cuando fue consciente de que el pequeño decía la verdad. 

El enano observó con estupor el moratón que tenía aquel niño en la espalda. Sabía bien que la presencia de aquel hombre le indicaba que algo terrible portaba en su interior. Sabía que no debía juntar sus asuntos con los de aquel extraño, pero aún así quiso darle una oportunidad. Draris era un enano de buen corazón que confiaba en la buena fe de las personas, pero aquello que acababa de ver le ponía en evidencia que no estaba ante una de ellas.

- No... - Meneó la cabeza de lado a lado. - Eso no está bien. Nada bien. - Miró con severidad al hombre encapuchado. - No volverás a tocarle. - Le dijo de pronto a Asteirm.

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23/09/2019, 15:45
Olg'da

Sabía que no podíamos confiar en él... - La mestiza finalmente desenfundó un filo. Se trataba de una gran espada curva, un alfajón probablemente. - No lo blandiré contra ti, si tú no atacas primero. - Sonó a amenaza, pero al menos no saltó contra Asteirm a las mínimas de cambio. - Nos vamos. - Le dijo a Draris y este asintió con la cabeza.

Entonces miró a Isidore y le hizo un gesto, acto seguido extendió su brazo hacia él e Isidore corrió aceptando su oferta y abrazándose a la medio trasgo medio enana. Desde la protección que le otorgaba la mestiza dedicó una última mirada a Asterim y entonces giró el rostro apretándolo contra el torso de aquella extraña mujer.

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23/09/2019, 15:49
Chester

Que cosas... - Sonrió Chester. - Si, que cosas pasan. Curioso, muy curioso. - EL mago parloteaba con nadie y con todos a la vez. - ¿Quién podía pensar ésto, eh? - Le dijo un codazo a Aswand, quien estaba a su lado y este tan solo frunció el ceño dedicándole una breve mirada. - ¿Y ahora qué? ¿Con quién vamos? - Preguntó de forma indeterminada. Más bien parecía que estuviera hablando consigo mismo. - ¿Niño, asesino, guía, enanos? - Se encogió de hombros.

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23/09/2019, 15:52
Mephisto

Ha estado bien. - Intervino entonces Mephisto. - Ese es el camino Caín. - Asteirm pudo escuchar una fuerte risotada en su interior. Aquel demonio se lo estaba pasando en grande a su costa. - Me lo estás poniendo fácil, muy fácil... 

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23/09/2019, 16:27
Asteirm

Asteirm,oculto bajo las sombras de la capucha, observó la representación no sin cierto asombro, pero con la certeza de que sabía que aquello iba a pasar tarde o temprano. Frente a la amenaza de Isidore de marcharse, no dijo nada; casi sintió alivio. No por él mismo, sino por el propio chiquillo, al que no sabía ya cuantas veces había salvado la vida. Con el asesino corría un gran peligro, igual que el resto. Cuando el enano salió el defensa del niño, Asteirm no dijo nada tampoco. El enano era buena persona, no merecía pelearse con él ni mancillar su buen carácter con un hombre como Asteirm. Frente a la amenaza de la medio enana, permaneció inmóvil y en completo silencio, porque no merecía la pena sangrar por ello y no quería matar a nadie. Chester... en fin, seguía siendo Chester y haría lo que le diera la gana, como siempre. Y con Aswand, pues, a decir verdad, podía también hacer lo que quisiera. Era un buen hpmbre, pero demasiado blando y permisivo.

Y Mephisto... También guardó silencio ante su provocación.

Ninguno aguantaría vivo con Asteirm durante mucho tiempo. Él no cononocía el alcance del poder Mephisto y no quería ponerlo a prueba. Necesitaba estar a solas con el demonio, no rodeado de gente que, además, tenían la irritante costumbre de darle lecciones.

Sin decir una sola palabra, sin mirar a nadie en particular y sin mostrar en absoluto ningún gesto de desaprobación, desagrado, con total indiferencia hacia todo, el asesino continuó su camino y se adentró en el bosque.

Solo.

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23/09/2019, 19:48
Aswand

Aswand se quedó observando como Asteirm se alejaba hacia la espesura del bosque. Que aquel hombre se marchara sin más suponía muchas cosas. Primera, que no iba a concluir su trabajo. No acabar lo que uno empezaba era algo que no le gustaba nada a aquel hombre de piel oscura. Segundo, que todo lo que había andado, tendría que desandarlo para regresar a su hogar. Esa no era una mala consecuencia, estaba cansado de aquel hombre, de su mal genio y de sus malas formas, pero si iba a ser un problema el regresar a casa con las manos vacías. Chasqueó la lengua contrariado.

Vamos Isidore... - Le dijo al chiquillo. - Volvamos a... - Dudó un instante y volvió a alzar la mirada para clavarla en la espalda de aquel hombre extraño. - Vamos a casa...

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23/09/2019, 19:51
Narrador

Esas fueron las últimas palabras que escuchó aquel hombre, un asesino, una dualidad en un solo cuerpo, del grupo de tan diversos seres que se había formado por puro azar, o no, en el interior de aquel perverso bosque que parecía variar su recorrido cada vez que uno se detenía a pensar en donde se encontraba. Su viaje en grupo había finalizado, al menos por el momento. Ya no tendría que dar más explicaciones, aunque pocas había dado. Ya no tendría que aguantar los torpezas del niño o del negro. Ya no tendría que soportarles nunca más. 

Tan solo quedaba por ver si... se soportaría a si mismo y a la carga que portaba en su interior. Momentos atrás a punto estuvo de matarse para acabar con aquel ser demoníaco que le había poseído. ¿Lo hubiera hecho realmente o era una tapadera, un pulso entre él y Mephisto? Sólo él lo sabía, o puede que no. Puede que ni el propio Asteirm supiera bien como hubiera acabado aquella artimaña. Todo había sido culpa de aquel criajo entrometido. 

Le había dado su merecido. Sí, le estaba espiando. Asteirm necesitaba intimidad. No estaba acostumbrado a estar rodeado de gente. La gente le molestaba y no dudaba en deshacerse de ellos. Ben Jezheri se marchó de su lado muy rápido. Era un buen guía, mejor incluso que Aswand. Pero tenía sus propios asuntos. Ghâlib El-Dûm le pidió ayuda. No duró mucho a su lado. Se marchó sin ofrecérsela. Farah le aguantó bastante hasta que no pudo más y regresó a casa. Él no le había pedido que fuera con ellos. Conoció a Geraldo Dimas. Con él únicamente cruzó unas palabras. Chester... un hombre extraño. ¿Iba con ellos o ellos iban con él? ¿Le volvería a ver? Algo le decía que si. Los dos enanos... aún ni había aprendido sus nombres como quien dice. Aswand también se marchaba ahora. E Isidore... de todos a quien sin duda más había defraudado.

Nadie se interesó por él. Eso le chocó. Aunque Isidore había contado que le había salvado la vida, que había estado a punto de suicidarse, no parecía importarle a nadie. ¿Eso era lo que calaba en la gente? Todo el mundo le quería lejos. Era una buena herramienta, un buen asesino. Se trataba de un ser nacido para matar, para cumplir encargos sangrientos, pero... ¿Era acaso sólo eso? Si moría en ese bosque, allí mismo, en ese preciso instante y su cuerpo se consumía y alimentaba a las plantas y a los animales carroñeros, podía ser que nadie más volviera a recordarle.

No, su cofradía se acordaría de él. Ellos no le olvidarían fácilmente, pero... ¿Le recordaría alguien más? ¿Alguien le echaría de menos realmente? Muchas eran las cosas en la que pensar. Muchas las incógnitas, pero al menos, ahora estaba solo de nuevo y nadie, nadie interrumpiría sus pensamientos. Podría llegar a una conclusión y podría decidir...

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23/09/2019, 20:06
Mephisto

- ¡Eres una calamidad! - Intervino entonces Mephisto. - ¡Ni tu mismo te quieres! - Soltó una tremenda risotada. - Apartas a todo el mundo de tu lado, Caín. ¡A todo el jodido mundo! - Continuó con su risa. - Farah, esa princesa te hubiera colmado de felicidad y lo sabes. - Hizo una pequeña pausa. Quería indagar en los sentimientos de aquel hombre. - Y el niño. El niño te quería. ¡Eres un jodido imbécil! - Soltó otra risotada. - También te alejaste de tu único verdadero amor, Helysse. Eres un cobarde. Un cobarde que no verá crecer a su puto hijo. - Y entonces las risas en su interior se hicieron insoportables.

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25/09/2019, 09:32
Asteirm

Como asesino y como hombre había aprendido que a lo largo de su vida nada permanecía. Las personas nunca, jamás, eran algo permamente. Ni la familia, ni los amigos, ni las personas en quién más confías; absolutamente nadie era permanente. La vida y la muerte se encargaban de ello. Así que eso eran los compañeros que dejaba atrás, personas que habían pasado por su vida y nada más. Porque en esta vida se vive y se muere solo. Nadie está contigo cuando vives y nadie queda contigo cuando mueres. Y como mercenario encargado de arrebatar vidas, solo en contadas ocasiones acompañaba a alguien en su tránsito para aliviar esta soledad. Cuando uno aprende que la muerte no hace distinción entre amigos o enemigos, entre el Bien o el Mal, no quedaba más remedio que mantener la neutralidad en todo.

Asteirm quería estar solo con sus pensamientos, pero en sus pensamientos habitaba ahora otra conciencia que le hablaba, que quería controlarle, que le juzgaba como si lo supiera todo sobre él. Intentó callarla, pero era imposible hacer oídos sordos cuando podía sentirle en el interior de su cabeza hurgando en los recuerdos y en las pesadillas. Cerró el acceso, conscientemente, sin embargo no podía evitar escuchar a Mephisto.

Se detuvo de golpe. Helysse. Así se llamaba. La dulce y complaciente Helysse, enamorada y melancólica, tan llena de tristeza que había encontrado en el asesino un medio para sobrellevar su pena. Un alma sensible que él no había podido evitar desear, querer, amar y anhelar. Helysse, comandante, reina, amante, una mujer que había conseguido que él rompiera su neutralidad y se implicara física y emocionalmente. Alguien que había sabido leer en sus pensamientos y emociones. Inteligente, compasiva y devastadora; era capaz de complacerle con amor y, al mismo tiempo, clavarle un cuchillo en las costillas si se pasaba de la raya.

Se le escapó un suspiro ante el recuerdo su nombre y la sensación de bienestar que le producía. Por desgracia para él, esa sensación sí que era permanente. El amor y el cariño que le sentía no se había borrado a pesar del tiempo y la distancia. Tragó con amargura. Ella, con toda seguridad, sí que lo habría borrado de su corazón o su memoria. Porque él se había marchado sin decirle adiós y ella jamás se lo perdonaría. 

-¿Por qué mierdas revuelves en mi cabeza? Vete al puto infierno del que has salido -gritó a la nada.

Su risa le crispaba los nervios. Su risa solo era un juego, quería desestabilizarle para ganar el control sobre su cuerpo. Algo, no sabía qué, le decía que eso era así. No entendía por qué tenía la voz en su cabeza, no acababa de entender cómo un demonio le hablaba directamente a los pensamientos, era inconcebible que estuviera poseído. La magia era una hija de la gran puta, pero no provocaba estas fusiones. O sí. No tenía ni puñetera idea. Y no saberlo lo enfurecía, hacía que quisiera matar, que deseara derramar sangre. Pero no la de sus compañeros. Porque él nunca mataba a quien no le hacía frente. No mataba a nadie que no hubiese atacado primero, tuviera intenciones hostiles o no fuera su objetivo. No mataba inocentes. Era un asesino, pero no era sanguinario. Él era totalmente neutral.

"Ja, esas mierdas de la neutralidad no te las crees ni tú. Eres un monstruo, como yo. Admitelo, estamos hechos el uno para el otro. ¿No recuerdas como maltrastate a Farah?"

-Farah necesitaba mano dura, era caprichosa e inestable.

"Necesitaba tu mano dura, sí. Querías azotarla hasta hacerla sangrar para que entendiera cómo eras. Lo único que valía de ella era su coño, nada más. Si la hubieses violado, ella te habría estado agradecida".

Se le revolvió el estómago. Se consideraba un tipo duro y aquel comentario le pareció tremendamente desagradable.

-Nunca...

"Nunca, ¿qué? ¿Nunca deseas tomar algo por la fuerza? Eres un asesino, arrebatas vidas por placer, con violencia, y disfrutas con ello".

-Eso no es verdad.

"¿Y qué eres, entonces? Dímelo, Caín".

-Nadie me llamaba Caín. Hace mucho tiempo de eso...

"¿Cuánto tiempo? ¡Un momento! No lo sabes, ¿verdad?

-¿Saber qué?

"¿Quién eres?"

Asteirm decidió que no quería seguir esa conversación. El instinto le decía que no siguiera por ese camino. Echó a andar a través de los árboles y comenzó a correr por un sendero para alejarse lo más posible de los compañeros que dejaba atrás y de los pensamientos que empezaba a provocarle un terrible dolor de cabeza. Frenó en seco cuando llegó a un barranco por el que casi se despeña y observó el fondo, por el que discurrían la corriente de un río.

"Pero ¿qué...?"

Se lanzó hacia el agua con  un salto, a varios metros de altura, escuchando a Mephisto gritar en su lengua infernal. Se estrelló contra la superficie y se hundió hacia el fondo. El frío y el dolor lo envolvieron por completo, la caída había sido monstruosa y podría haberse matado si el río no hubiese sido tan profundo. La armadura y la capa lo habían protegido del fuerte impacto contra el agua, pero se había hecho daño igualmente. Lentamente, se dejó arrastrar hacia el fondo por la corriente, con la mente en blanco y el espíritu en calma. No tardó mucho en bracear hacia la superficie con dificultad. Salió el agua agarrándose a las ramas y vomitó toda la porquería que se había tragado. Luego se quedó allí tirado, junto al lecho de algas y piedras, escuchando el rumor del agua y la brisa entre los árboles. El sol se colaba a través de las ramas y le calentaba la cara. Cerró los ojos. Quería dormir y no despertarse otra vez.

-Yo no tengo ningún hijo -murmuró al cabo de un rato de silencio.

"Discrepo"

Algo, ese algo que no sabía lo que era, le decía que sí. Algo que le llenaba la boca de amargura, de sufrimiento y de incertidumbre. El instinto, tal vez. El hecho de que Mephisto lo sabía. No era una provocación, era la pura verdad y él no la quería reconocer. La lógica estaba en su contra pues las noches que había pasado con Helysse forzaban la situación. Helysse, de la que casi había conseguido olvidarse. Helysse, ciega y sorda de amor por un demente como él. Helysse, la soberana de un reino, ahogada en el placer que él le causaba. Helysse, a la que debía haber matado. Helysse, a la que era incapaz de hacer daño alguno. Helysse, a la que todavía quería. Helysse, que probablemente decidiera tener un hijo suyo sin decírselo y le contara que su padre era la persona más honorable del mundo. Helysse, maltratada por su rey. Helysse, muerta. Helysse, sola durante su agonía. Helysse, prescindible, sin permanencia en el mundo...

Asteirm se puso en pie, sacó el cuchillo de la vaina y lo clavó en la tierra. Se quitó la capa, la armadura y el guante a tirones. Cogió otra vez el cuchillo y buscó un lugar entre las placas de la armadura demoníaca por donde meter la hoja. Lo intentó hasta que, tras media hora de esfuerzo, se dio cuenta de que no había ni un resquicio que le permitiera llegar a su propia carne.

-Deja de hacer eso en mi cabeza -aulló con los dientes apretados.

"¿El qué?"

-Eres tú quién me mete los pensamientos. Deja de hacerlo. Yo no siento deseos de matar. No soy violento. No soy así.

"Amigo, tuyos son los pensamientos, las pesadillas, los anhelos y desos que ni siquiera te atreves a reconocer. No tengas miedo, yo te abriré la mente, que tu bien preciada neutralidad no te impida realizar lo que deseas. Quieres sembrar caos y muerte, pero tienes un código que te ata a la humanidad que aún conservas. La perdiste hace mucho tiempo por culpa de Helysse, pero pronto la vas a recuperar... Mira como dañaste a Farah, mira como maltraste a Isidore; te gusta abusar de los que son débiles e inferiores para sentirte poderoso. Es natural, los débiles son prescindibles, solo sobreviven los fuertes. Si llos no se hacen fuertes, es porque deben morir y tú eres la mano ejecutora..."

 

 

 

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26/09/2019, 17:03
Mephisto

- ¿Soy yo quién me meto en tus pensamientos? ¿No sientes deseos de matar? ¿No eres violento? ¿No eres así? - Preguntas que resonaron en la cabeza de Asteirm y acto seguido comenzó a reír de nuevo. Se trataba de una risa aguda y estridente. Muy desagradable y malévola. Aquella risa en el interior de su cerebro no dejaba pensar a Asterim, no le dejaba contestar ni reaccionar. Aquella risa se clavaba en su mente con saña. 

Y entonces silencio. Después de aquellas preguntas Mephisto se marchó. Después de aquella risa demencial y aturdidora, desapareció. Asteirm no sabía por cuanto tiempo, pero agradecía aquel descanso. Sabía que Mephisto no había abandonado su cuerpo. Seguía sintiendo su pesada carga en su interior. Lo que estaba claro es que debía aprovechar el tiempo que pasara sin saber de él, para lograr salir de aquel maldito bosque y llegar a la civilización para encontrar una manera definitiva de deshacerse de él.

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26/09/2019, 18:49
Narrador

Lo que también se temía Asteirm era que aquellos extraños compañeros que se habían ido sumando a sus filas, regresaran de algún modo y volvieran a romper su tranquilidad y su estrecha intimidad consigo mismo y con el maldito demonio que llevaba dentro. Aunque era cierto que Isidore parecía muy enfadado y que parecía hablar en serio, no dejaba de ser un chiquillo. Sin duda alguna, cuando se diera cuenta de lo que había hecho, volvería a su lado. Era algo que Asteirm tenía bastante claro. Lo que también tenía muy claro era la idea de seguir adelante solo, por lo que debía poner distancia de por medio. ¿O eso no lo tenía tan claro?

Asteirm no había estado en muchos bosques mucho tiempo. Sin embargo, si había estado en algunos bosques algún tiempo y lo que tenía bastante claro, era que como en el que en esos momentos se encontraba, no había ninguno. No al menos de los que había visitado durante su vida. Se trataba de un bosque muy espeso, de árboles retorcidos que luchaban los unos con los otros por tratar de hacerse un hueco hacia la cima de la montaña verde que representaban. Se trataba de un bosque en constante penumbra salvo por los escasos claros que se encontraban de tanto en cuanto. La luz penetraba con dificultad a través del denso techo de la arbolada y regaba escasamente el suelo del mismo. Por eso, crecían musgos en las rocas, las ramas y las cortezas de los árboles y hasta líquenes en zonas más húmedas y pantanosas.

Porque había zonas pantanosas. Eso lo descubrió Asteirm de la peor manera. Caminando con escasa luz, llegó a una zona de humedales. Percibió casi al instante un cambio de temperatura. Allí parecía haber bajado dos o tres grados, pero lo que encontró más notable, fue la ingente cantidad de mosquitos que habitaba aquella zona del bosque. Asteirm piso sobre una zona inundada y acabó bañado hasta la cabeza. Malhumorado por las picaduras, empapado y hasta el cuerno de vagar sin dirección alguna, pasó una noche terrible debido al frío y también a la enfermedad, pues posiblemente aquellos mosquitos que ya llevaban hostigándole varios días, podían haberle pasado algo, o quizás simplemente fuera el frío, la humedad y la mala alimentación.

No se volvió a topar con nadie. Si Isidore y Aswand le estaban buscando, no dieron con él, aunque llegado ese punto del viaje, lo más posible es que realmente le hubieran abandonado o que ya estuvieran muertos. Aunque... ¿Muertos de qué? Posiblemente de inanición, pues aunque Asteirm trató de cazar algún animal, aunque fuera un pequeño roedor, no dio con uno solo. En aquel bosque, a parte de mosquitos y otros bichos inmundos, no parecía que hubiera nada con vida salvo sus retorcidos árboles.

Y de pronto un día cualquiera a una hora cualquiera, salió del bosque. ¿Cuanto hacia que buscaba el lindero? Posiblemente una semana o más. El mismo tiempo que llevaba sin señales del grupo o de Mephisto. Parecía que todos se habían esfumado y ahora que había logrado escapar de aquella prisión de ramas, hojas y silencio, se sentía bastante reconfortado. Su siguiente paso era encontrar Jornia y podía ser que los dioses se hubieran alineado de su parte, porque lo cierto era que, a pocos kilómetros de distancia de donde se encontraba en esos momentos, se podía ver con bastante claridad una ciudad. Seyran no había alcanzado todavía la altura del mediodía, por lo que si apuraba la marcha, podría llegar hasta allí y comer un palto caliente a la hora de la comida.