Partida Rol por web

La imagen de la mirada de desprecio de Darren se queda grabada en tu cerebro como lo último que ves justo antes de que las luces que giraban a tu alrededor crezcan en intensidad y te cieguen completamente.

Parpadeas un par de veces, tambaleándote hasta que la vista se te empieza a aclarar. Estás... ¡en un bosque! Rodeada de árboles, cubierto de los tonos cobrizos y dorados propios del otoño. Pero hace unas semanas estuviste en la montaña y el deshielo de primavera empezaba a dar lugar a los intensos verdes de esa estación. Tal vez alguien más cerebral se habría planteado si de repente está en otro hemisferio, pero Mara no tiene tiempo para planteárselo.

Completamente desorientada, se palpa los bolsillos buscando su teléfono, pero recuerda que lo dejó en el sillón en el que había estado sentada esperando a Darren cuando este intentó asustarla al bajar al sótano.

Tras ese último pensamiento lógico, Mara mira a su alrededor, desconcertada. ¿Cómo ha llegado hasta aquí? Y, lo que es más importante, ¿dónde está?

De la falsa severidad ante el intento de Darren por asustarla, su ojos habían pasado a estrecharse confusa al escuchar sus palabras. «tú» Había alcanzado a decir en comprensión poniéndose de pie, indignada con el otro.

¡VETE!

La ráfaga de viento alzándose de la nada hizo que se protegiera instintivamente, luego busco a Darren. Donde en lugar de ayuda encontró el reflejo de una mirada de desprecio que no podría olvidar. ¿había gritado su nombre o solo había sido en su cabeza? ¿había tratado de alcanzarlo? ¿y él...?

Una vertiginosa sensación de desorientación la acompaño por unos instantes, como si hubiera descendido rápidamente y hubiera dejado atrás su espíritu alcanzándola con retraso. Se tambaleó cayendo sobre sus rodillas, parpadeando sin poder enfocar la vista, miles de motitas multicolor la bloqueaban.

Cerró los ojos. Respiró. Una. Dos. Tres veces. Bajo sus dedos aferrados a suelo firme ¿eso era hierba...tierra? Abrió los ojos lentamente y poco a poco la motas multicolor fueron disminuyendo hasta ser capaz de enfocar de nuevo. Su mente trato de asimilar demasiadas cosas a la vez.

-tienes que estar de coña -dijo en tono incrédulo sentándose sobre sus talones estudiando el entorno boscoso. De inmediato se puso en pie mirando en derredor – son of...¿donde coño me ha mandado ese...ese...- patea el suelo mientras se palpa el cuerpo

No, el móvil seguía en su bolso, sobre la cesta, en el sótano de Rey's Antiques.

-Joder....voy a patearle el culo – maldijo apretando la mandíbula «No. No vas a hacerlo porque también es el trasero de Darren y para ese tienes mejores planes..»

Lagrimas de impotencia ardían en sus ojos, abriéndose paso hasta derramarse sin control alguno, secándolas de inmediato con brusquedad.

-maldito...si esto ha sido cosa tuya – masculló avergonzada por esa incontrolable vulnerabilidad que le había provocado el otro – nadie va a alejarme de lo que es mió y mucho menos quitármelo...has jodido a la persona equivocada

Era egoísta, tal vez infantil, pensar en Darren como suyo pero ningún demonio de tres al cuarto iba a alejarla de él. Sería un juego peligroso, una búsqueda imposible pero haría lo que estuviera en su mano por librar a Darren del otro. Pero lo primero era lo primero. Dejo atrás ese visceral odio, retomando el control sobre si misma, tragándose el amargor y tratando de pensar con claridad.

Agradecía no usar tacones a diario, aún así, vestida con pantalones chinos y una blusa no era ropa adecuada para andar por donde quisiera que estuviera. Surpiro.

-musgo...busca musgo...este siempre crece al norte ¿o era al sur?- se animo fijándose donde ponía los pies según se aproximaba al árbol más cercano buscando en su corteza rastro de musgo

De algo tenían que servirle todos esos documentales que tan a menudo formaban parte de sus noche insomnes de fin de semana, debía tomar una dirección fija hacía la que dirigirse todo el rato, así daría con algo, una carretera, un rió, lo que fuera que pudiera seguir, o alguien. Claro que no estaba siguiendo a su lógica ni a sus instintos de supervivencia, si es que le quedaba algo de su época en el orfanato, si no a un impulso a la necesidad de volver donde estaba, junto a quién estaba – tal vez de retorcer el cuello mentalmente a la sombra que la había despreciado con los ojos de Darren-.

Se detuvo en seco junto al árbol que había escogido para estudiar su contorno en busca de musgo, se paro y miro alrededor un poco más consciente de la necesidad de calmarse. Así trato de hacerlo, con una mano reposando en el tronco del árbol cerro los ojos, controlando su respiración mediante un pequeño ritual de inducción a la meditación que había aprendido de Lirio* logro serenarse, hacer que bajaran sus pulsaciones. Esta vez sí retomo el control sobre si misma y al abrir los ojos presto algo más de atención a su entorno, estudiando con mayor precisión y dejando que sus sentidos fueran más allá. ¿donde estaba? Eso era lo más importante a averiguar en ese momento.

Las palabras de Jack resuenan de repente en tu memoria durante un agradable paseo por el bosque.

«En realidad el musgo siempre crece en la zona en la que hay más humedad. Por encima de los trópicos suele ser en el norte, porque el Sol llega casi siempre desde el Sur, pero puede no ser siempre así, sobre todo si hay otra fuente de humedad próxima».

Estudias de nuevo el jodido árbol y ves que está completamente cubierto de musgo en todas las direcciones. Maldiciendo, te vas al de al lado y tres cuartas partes de lo mismo. El enfado que sientes por encontarte aquí aumenta desmedidamente con la frustración, que hace que vuelvas a maldecir en voz alta. A Darren, a su sombra, y a la madre que lo parió, que seguramente no tiene culpa de nada pero, después de todo, tú tampoco tienes ninguna culpa y aquí estás, perdida en un puto bosque rojizo.

Y, para más inri, escuchas una risilla que parece carcajearse de ti. ¡Lo que te faltaba!... Espera, una risa significa que hay alguien observando, ¿no?

Te das la vuelta en la dirección del sonido y únicamente escuchas el ligero roce del viento sobre las hojas de los árboles, que hace que un par de ellas se desprendan y caigan, balanceándose de lado a lado antes de llegar al suelo.

El eco disonante que era la voz de Jack en su mente ante la situación que enfrentaba le hizo desear fervientemente que estuviera allí con ella, él sabría que hacer, sabría donde estaba con solo olfatear el aire pero ella...ella estaba completamente perdida, sin una mínima pista de donde podía haberla enviado el otro y unas tremendas ganas de gritar.

Y así lo hizo, maldiciendo a la nada hasta reposar la espalda contra el tronco del árbol, cerro los ojos apretando los puños con rabia, abriéndolos de golpe ante la revelación de aquella risa.

-o venga ya...ahora no puedo empezar a oír voces en mi cabeza...lo que me faltaba...- se separo del árbol girándose bruscamente y alzó la mirada a las ramas

Siguió la ondulante caída de las hojas hasta el suelo y empezó a preocuparse.

-¿hay...hay alguien ahí? - pregunto a la inmensidad del bosque sintiéndose completamente estúpida

«oh joder...no estoy segura si quiero que haya alguien...» Ahora estaba perdida, enfadada y el miedo empezaba a abrirse paso poco a poco.

Hablas y, durante un momento, sólo el viento te contesta. Pensando que te estás volviendo loca (¿porque no lo estás, no? ¿estás realemente en un bosque en vez de en la tienda de Darren?) te das la vuelta y miras a tu alrededor, tratando de decidir en qué dirección ir. En realidad, sin saber dónde estás, te daría un poco lo mismo, siempre que consiguieras caminar en línea recta.

Empiezas a caminar y enseguida te parece escuchar a tu espalda unos rápidos pasos. Te das la vuelta, pero sigues sin ver nada. Segura de lo que has escuchado, te acercas a la zona en la que crees haber oído algo para buscar algún tipo de huella, pero cuando avanzas vuelves a escuchar una risa detrás de ti.

Te giras... Y sólo ves los árboles.

— ¡Qué pelo más gracioso!

La voz, aguda, con un tono casi infantil, suena nuevamente detrás, casi en un susurro, como si pretendiese hacerte dudar de si realmente la has escuchado o si el murmullo del viento entre las hojas y las ramas ya vacías de los árboles hubiese formado un sondo que hayas podido malinterpretar.

«Mierda...mierda...» Se le pasaban cientos de posibilidades, a cual más disparatada que la anterior de lo que podría estar sucediendo, cada una culpaba al otro y por tanto a Darren. Pero él no tenía la culpa ¿verdad? «No, no la tiene...» Se contestaba de manera refleja.

Tensa y malhumorada giraba sobre si misma tratando de dar con quien fuera o lo que fuera que andaba espiando y riéndose de ella, no era la mejor combinación para tratar con una psíquica. Bueno en general no era buena combinación para tratar con Mara, de buen humor podía ser todo “goody, goody” pero en su estado actual...mejor no cabrearla.

-¿hola?....- «pareces gilipollas Mara» pregunto a la nada donde había creído escuchar esos pasos – esto...¿podrías dejar de jugar al escondite? Por favor - «pero gilipollas perdida»

Comenzaba a preocuparse seriamente si no estaría ocurriendo todo en su cabeza pero ¿que sentido tenía hacerle alucinar de aquella manera? Darren se preocuparía si la viera inconsciente en el suelo, salvo que...«No. Me niego a creer que él conscientemente me hiciera algo.» Ninguno usaría sus poderes contra el otro si no era para practicar en un entorno seguro. Tenía que salir de donde demonios estuviera y dejar de pensar sandeces.

-¡Qué pelo más gracioso!

Mara se tensó como un palo al escuchar la chillona voz tras de sí, junto con esa sensación que recorría la espalda cuando algo se acercaba mucho a tu espalda sin llegar a tocarlo. Apretó los ojos con fuerza en lo que tardaba en decidir darse la vuelta y mirar.

Utilizas tus sentidos mágicos para intentar localizar a la criatura y de repente te sientes abrumada por la sensación. Es imposible localizar un ser mágico aquí, puesto que estás completamente rodeada de magia. Sin duda no estás en ningún sitio de la Tierra y probablemente eso sea el Nuncamás.

No sabes demasiado de este plano, salvo que es el hogar de las hadas. Y que estas poco tienen que ver con las dulces criaturas de los cuentos. Los Fae son poderosos e imprevisibles y, sin tener ni idea de cómo has llegado hasta aquí, no sabes cómo se pueden tomar tu presencia.

— ¿Jugar? — esta vez la voz es perfectamente audible. Una voz infantil. — Sí, quiero jugar... ¿Cómo has dicho que es el juego? ¿El escondite? ¡Tengo muchos escondites! A ver si eres capaz de encontrarme...

Te vuelves rápidamente, pero una vez más no consigues ver a nadie. Tan sólo el movimiento de unas hojas que parecen haber sido levantadas del suelo por una ráfaga de viento.

Sus peores temores se confirmaban ante la aplastante realidad que sus sentidos sobrenaturales le revelaban. «este capullo me ha mandado al Nuncamás...yo lo...mmmm...» Apretó fuerte los dientes conteniendo toda esa rabia, la iba a necesitar para deshacerse del otro. La acumularía todo el tiempo que hiciera falta hasta poder liberarla triunfal el día que lograr librar a Darren de eso. «si es que se puede...» Resoplo exasperada al tiempo que se mantenía en guardia para localizar a quien estuviera...«¿eso es una voz de ni...»

-¿¡Que!? - se volvió de manera refleja pero no había nadie - ¡no quería decir eso!...no quería decir esto – pateó el suelo «Shit...¿y ahora que»- oye...¿como te llamas? Yo soy Mar...

Se le atraganto a medio camino ¿quería darle su nombre a quien fuera que estaba “jugando” con ella? Definitivamente no, inicialmente. A pesar de todo su voz sonaba calmada, o eso quería pensar.

-tal vez antes de empezar a jugar deberíamos conocernos un poco ¿no crees? - se dirigió a la nada mientras buscaba «o podrías decirme como salgo de aquí» - es lo justo, conocer a mi compañero de juegos

Mientras hablas, te acercas al lugar en el que te parece haber visto movimiento, pero a penas puedes diferenciar las hojas que se han desplazado de las que llevan mucho tiempo caídas. Te enderezas y miras hacia la dirección en la que supones está la voz que acabas de escuchar, invitándola a darse a conocer.

Pasa un momento, que supones que tu interlocutor dedica a pensar, y finalmente escuchas de nuevo la voz, que proviene de un lugar completamente inesperado. Te giras hacia allí, casi esperando de nuevo no ver a nadie, pero esta vez te parece distinguir un rostro infantil entre las hojas de los árboles.

— ¿Te llamas Mar? ¡Hala, yo nunca he visto el mar! Me han dicho que tiene holas y espuma blanca... ¡Pero tu pelo es negro! ¿Por qué te pondrían ese nombre?

La cara desaparece y, más rápido de lo que puedes seguir con la mirada, vuelve a surgir junto al resto del cuerpo a poco más de medio metro de ti. Una figura infantil alarga la mano hacia tu pelo y te coge un mechón. Va vestida de tonos amarillos, ocres y rojizos, fácilmente confundibles con el paisaje del bosque otoñal, y su pelo tiene un dorado similar. El rostro parece ligeramente manchado de tierra.

— ¡Jaja! ¡Es áspero! Pero... tú no tienes cara de llamarte Mar. No te pega. — Furnce el ceño, como si te hubiera pillado en una mentira.

-¿dije Mar?...debí comerme la segunda a – sonrío con toda la sinceridad que le permitió la incertidumbre del terreno de juego en el que se estaba metiendo - ¿empezamos de nuevo? … me llamó Mara – sonrie con los ojos entrecerrados – yo si he visto el mar, he jugado con las olas y sentido el cosquilleo de las espuma sobre mi piel – ladeó la cabeza estudiando las facciones de aquel rostro intantil ¿que tan joven sería realmente? Se pregunto mientras continuaba – además el mar posee una paleta de azules tan preciosa y variada como de ocres, cobrizos y dorados este bosque...que por cierto me gustaría salir de él ¿sabes tú como puedo hacerlo? - alza una mano para que le dejara añadir algo – después de nuestro juego por supuesto

El gesto del niño (¿o es una niña?), que había parecido relajarse cuando dices tu verdadero nombre, se vuelve a enfurruñar ante tu pregunta.

— Y, ¿por qué querrías salir del bosque? ¡Por muchos azules que tenga ese mar, seguro que no es tan divertido como este lugar! — De repente desaparece de delante de tus ojos y te cuesta un momento darte cuenta de que ha echado a correr a tu alrededor, levantando las hojas en un círculo a tal velocidad que, cuando vuelve a pararse frente a ti, las primeras en alzarse aún no han caido al suelo, de forma que te encuentras rodeada de un pequeño murete de hojas de un par de palmos de altura. — ¿A que en el mar no puedes hacer esto? Además, a Tío Ceros no le gusta mucho que la gente se vaya de aquí... ¡Eso nos va a dejar mucho tiempo para jugar!

No tenía mano para los niños, en el orfanato huía de los pequeños como la peste y ellos, adorables a su manera, tan solo querían ser como los mayores, fuertes, independientes, seguir sus pasos a un futuro mejor. Mezcolanza de recuerdos que llegaban en un momento delicado. «maldita se Darren...¿no puedes dar conmigo? ¡oh señor de los umbrales al que no se le resiste ninguna puerta!...pues abre una y sacame de aquí...»

Se forzó a sonreír cuando el fae la miró con esa cara enfurruñada, la verdad es que era una cucada. Rápidamente se vio envuelta por ese pequeño vendaval de hojas secas que la dejo fascinada.

-vaya...es una preciosidad – rió cazando alguna hoja en el aire entre los dedos – no, no puede, ni es tan divertido como el bosque o la montaña...pero – se agacho a la altura del pequeño – podemos no decirle a Tio Ceros que estoy aquí ¿por favor?...veras – fijo su mirada en la hoja que hacía girar en sus dedos – estaba jugando con un amigo y paso algo que me trajo aquí sin mi consentimiento...seguro que mi amigo esta preocupado por mi, es por eso que quiero volver y decirle que todo esta bien ¿comprendes? - llevó la hoja sobre su nariz fingiendo esconderse tras ella y apartándola para mirar – pero podemos jugar y luego me podrías mostrar como volver a casa ¿Si?

El niño se balancea de una pierna a la otra, mordiéndose ligeramente los labios.

— Mmm. Eso no es divertido... — dice con un cierto tono de fastidio en su vocecilla infantil. — Tio Ceros está ahora muy ocupado y nunca tiene ganas de jugar. — Mira hacia el suelo y, con uno de sus pies le da una patada a una hoja, que se eleva en el aire. Se queda pensativo un rato y, finalmente, sonríe. — Pero has sido amable conmigo, así que me parece bien... Te llevaré con él y, si él te deja salir, te ayudaré a buscar una salida, con la condición de que vuelvas a jugar conmigo cuando tu amigo esté más tranquilo.

Se para un momento, como si algo no estuviera del todo bien. Luego sonríe.

— ¡Ah! Y tienes que prometerme también que, si Tío no te deja irte, jugaremos también al escondite. En ese caso, además, te buscaré un trozo de pastel para animarte. ¿Trato hecho?

Con seriedad, el niño extendió su manita hacia ti, como seguramente había visto hacer a los adultos.

No, claro que no era divertido. Menos para ella que estaba totalmente aterrada bajo la idea que el tan mencionado Tío Ceros la convirtiera en la mascota del pequeño por la eternidad, sin libertad condicional. Su especialidad era reflejar lo que los demás deseaban o esperaban de la otra persona y se centro en eso con el pequeño.

-oh...lo siento mucho, cielo – se lamento aún en cuclillas a su altura – es lo que pasa con los mayores, deberes y ocupaciones que cumplir y nada de tiempo para divertirnos – admitió con un mohín en los labios – oh! ¿sí?

«¿y no hay manera de evitar ver a Tío Ceros?...shit!...bueno es un crió...que puede tener tranquilamente el doble de años que tú, si no más...quizá no sepa como sacar a alguien de aquí...»

-Gracías – sonreí haciendo de tripas corazón cuando me ofreció su manita

Lo sopeso un momento, sabía que Nuncamás era un lugar peligroso, no apto para simples humanos como ella por mucho que tuviera ciertos dones, pero podía ser una fuente de información y...de aliados. Si había una guerra en ciernes tal vez allí podría averiguar algo más.

-hagamos una cosa...si...emh Tió Ceros es tan amable de darme permiso para irme, podría enseñarme también como entrar y salir, de manera que podría venir a jugar contigo de vez en cuanto ¿te gusta la idea? - le ofreció el dedo meñique, aunque seguramente no tenía ni idea de que iba eso – es una forme de hacer una promesa entre amigo, mira...-agarro el meñique del niño con el suyo – así – sonríe – y me encantaría un trozo de pastel, gracias – luego tomo la mano del pequeño y lo siguió directa a la boca del lobo...aunque no de uno que le apeteciera que la mordiera

Caminas por el bosque, cogida de la mano del pequeño. De alguna forma, con cada paso que das pareces avanzar mucho más de lo que esperarías, como si compartieras la velocidad sobrenatural del niño del bosque. Pero tu cabeza no está acostumbrada a ver pasar los árboles a esa velocidad y acabas ligeramente mareada y completamente desorientada.

— ¡Ya estamos llegando! — dice el niño, parándose de repente.

Ante ti, prácticamente fundidas en su entorno, ves dos estatuas de piedra, parcialmente cubiertas de musgo. Dos enormes guerreros con yelmos coronados por hastas de ciervo que sujetan sendas espadas en posición de guardia.

— No, no... Tienes que venir por esta dirección — dice el niño, tirando de ti para colocarte entre las dos estatuas, en una línea completamente perpendicular. — Ahora, camina en línea recta y no mires atrás. — Como siempre que alguien dice eso, no puedes evitar girar la cabeza por encima del hombro, al igual que Orfeo o la mujer de Lot. — ¡Que mires de frente! — Protesta el niño con una sonrisa, como si esperaba que hicieras eso.

Caminas entre las estatuas y entras en un claro que estabas convencida de que no estaba allí. Pero esta vez sí reprimes la tentación de girar la cabeza. A pocos metros de donde estás, dos enormes sabuesos con las orejas rojas alzan la cabeza y se ponen en pie, gruñendo en tu dirección.

— ¡Oh! Tranquilos, viene conmigo... — dice el niño que aparece súbitamente a tu lado, cogiendo tu mano.

Los dos sabuesos se tranquilizan, aunque no dejan de observarte, vigilantes. Pero, a pesar de su presencia amenazadora, pronto desvías la mirada hacia el centro del claro. Dos hombres se baten en duelo... Mejor dicho, un hombre y una inmensa criatura con una descomunal hacha más grande que tú. El ogro parece estar a punto de aplastar al humano, que súbitamente se aparta a un lado y, con una fuerza que no parece del todo natural, lanza un tajo con una fina espada hacia el mango del hacha, desarmando a la criatura.

— ¡Ese es tío Ceros! Le encanta entrenar con los mejores luchadores... ¡Y siempre gana! — dice el niño emocionado. — ¡Ah! No le llames por su apodo, creo que sólo deja que yo le llame así. La mayor parte de la gente le conoce como Cernunnos.

Cernunnos. Uno de los dioses celtas de la caza y los animales salvajes, a menudo relacionado con el renacimiento, pero ocasionalmente también con el otoño.

De repente te das cuenta de que las estatuas que has cruzado no tenían realmente un yelmo con cuernos de ciervo, sino que eran dos guerreros astados. Al contrario de lo que esperabas, el hombre que tienes en frente no tiene esos mismos cuernos. Al menos no en la forma que tiene ahora.

Ves cómo el ogro hace un gesto de rendición y el hombre se da la vuelta hacia ti. Y ves nuevamente al señor Sidhe que ya encontraste en la biblioteca.

— ¡Ah! Señorita Wright — dice alzando la punta de su espada en tu dirección. — Esto sí que es una sorpresa...

Aquello era demasiado para ella, la velocidad a la que se movían era desconcertante, para colmo cuando parece que por fin puede recuperar la compostura y descansar, tal vez pensar en que hará cuando le presente a Tío Ceros, el niño le sale con aquello de y no mires atrás. Hasta ella, y no estaba al nivel de Jade en esos asuntos, sabía que eso no podía ser bueno en ninguna situación. Aun así estuvo a punto de sucumbir pero el niño fue más insistente y le salvo de hacer esa idiotez cuando cruzo al otro lado.

El paisaje cambio y otra exclamación de sorpresa escapo de sus labios, pasando a una de horror el dar con aquellos peculiares canes. Apretando la mano del pequeño nerviosa, manteniendo una sonrisa cordial cuando vuelve a tirar de ella, no pudiendo dejar de mirar a los canes por si acaso decidían que ir con el no era suficiente.

-¿pero que...? - sus ojos se abrieron en desmesura al presenciar aquel inaudito combate a hacha y espada – ya veo...ya...espera has dicho ¿Cernunnos?

Reconocía ese nombre del folklore de las culturas paganas de la antigüedad, incluso hoy en día era adorada en comunión con la Triple Diosa, ambos integrado en las representaciones de la Rueda del Año y sus sabbats. Cernunnos, el dios astado.

Cuando Tío Ceros se giro encarando a ambos recién llegados, e intimidada como ya estaba por sus pensamientos, el alma se le callo a los pies.

-¡tú! - exclamo retrocediendo instintivamente al verlo alzar la espada en su dirección

Su respiración se volvió densa y pesada, un frió escalofrió la recorrió por completo y estaba segura de haber palidecido un par de tonos.

-¿una grata? - pregunto tragando saliva, tratando de hacer de tripas corazón – no a todos nos gustan las sorpresas...- se forzó a sonreír nerviosa sin soltar la manita del niño

El hombre... no, el dios, o lo que narices sea, se acercó caminando hacia ti, espada en mano. — No he dicho que sea grata... Eso depende de por qué hayas venido... Y de cómo...

Mira con seriedad al niño a tu lado, que baja la cabeza, avergonzado. — ¡No me habías dicho que os conocíais! — te dice con evidente tono de reproche. Luego vuelve a mirar a su tío Ceros. — La encontré en el bosque, me dijo que un amigo la mandó aquí sin que le diera permiso y que quiere volver a echarle una mano...

Cernunnos te mira, como si olisquease algo y, finalmente baja la punta de su espada. Como si le hiciera falta para algo.

— Un amigo, ¿eh? No ha sido ese mago humano que te acompañaba, no hay en ti rastros de su magia. Pero... ¡Ah! Claro. Si él estaba en la tienda de antigüedades, es probable que tú también conozcas al dueño. — Lee perfectamente en tu gesto que así es. En sus dominios va a ser complicado que intentes ocultarle nada a esta criatura. — Eso encaja también con la sombra de la magia que te rodea. Me preguntaba si era cosa suya o si depende directamente de tu Señor.

Te observa y sonríe ante tu reacción. ¿Es posible que él sepa cosas de ti que tú misma desconoces? Desde luego, eso parece.

— Bien, eso responde al cómo, pero aún tienes que decirme por qué estás aquí.

Manteniendo el tipo no dejo de mirarlo – no a lo ojos por supuesto – y trago grueso cuando se acerco.

-no he dicho que lo fuera, para ninguno – apretó la mandíbula y lo miró severa, antes de replicar él pequeño hablar y se reblandeció el gesto – emh...solo de vista – confesó mirando de soslayo a tío Ceros

No pudo impedir que contara todos, tampoco es que lo fuera a hacer, ella misma había tomado la decisión de ser sincera con él dios.

-es como ha dicho – confirmó tras ese protocolario olisqueo, agriándosele el gesto ante sus afirmaciones. Si, estaba claro que por más astuta que tratar de ser con él, tendría que ser sincera para lograr salir de allí – si me preguntara a mi, apostaría por la...- comenzó a soltar en todo seco y resentido hacía el otro, cuando recapacito parpadeando varias veces – espere...ha dicho tú, no su señor...- volviendo a apretar apretar la mandíbula ante la mirada de suficiencia que le lanzaba el Sidhe y su propia confusión.

Conocía ese brillo en la mirada del hombre, no del dios, debía recordar que estaba ante un dios. Respiro hondo, organizando sus pensamientos y al soltar el aire despacio se decidió a hablar, aunque no lograse deshacerse de la tensión del cuerpo.

-dígamelo usted – lanzó sin acritud – no escogí darme un paseo por sus dominio por elección propia pero tampoco creo en las casualidades - mostró toda la convicción de la que era capaz de hacer acopio ante una situación así y para que negarlo le echo mucho morro – mi patrocinador no se ha dignado a presentarse en 33 años ¿por que debería haber escogido precisamente hoy para hacerlo y enviarm aquí? - soltó a la espera de una reacción por su parte hasta que añadió, tal vez estúpidamente – alguien ha mencionado que hay una guerra en ciernes ¿que puede decirme de eso?

Se quedo en silencio, esperando las respuestas del Sidhe, claramente molesta pero impasible ante él, ya parecía ser un libro abierto a niveles que no comprendía y en aspectos que ella desconocía. Sentirse vulnerable era lo mínimo, pero iba más allá, se sentía casi violada. ¿Sería posible que él supiera quien la había marcado?

Cernunnos te mira sin perder su cara de póquer. Intentas presuponer qué está pensando, pero es una criatura demasiado extraña para poder asumir nada sobre ella. Para empezar, si no te equivocas, tiene milenios de antigüedad, y su aspecto es humano únicamente en apariencia. Lo único de lo que estás segura es que debes andarte con pies de plomo, pues su pueblo es bien conocido por sus cambios de humor y, aunque por ahora se haya mostrado amistoso, nunca se sabe cómo van a poder reaccionar.

— ¡Ah! Es cosa del joven anticuario, entonces. — Te recorre un momento con la mirada, estudiándote, y notas un escalofrío en la espalda. Levanta otra vez su espada, y abres mucho los ojos temiendo lo que pueda hacer, pero sencillamente la envaina en una funda que pende de su cadera. — Y dices que no sabes quién es tu patrón... Entiendo.

Dejando el tema completamente de lado, por mucho que sepa que te intersa, mira al chico a tu lado y le sonríe.

— Vete a jugar, pequeño, tengo que hablar con la señorita Wright.

— ¡Se llama Mara! — contesta el chico a tu lado, antes de salir corriendo una vez más.

— Mara Wright — repite Cernunnos, dándose la vuelta. — Venga conmigo, por favor. Tal vez tengamos cosas de las que hablar...

Empieza a caminar hacia una mesa de piedra, completamente rodeada de las hojas caídas de un roble que crece a pocos metros. Sorprendentemente (o no), ninguna de las hojas se ha quedado en la mesa circular ni en el banco, también de piedra, que la rodea.

— Llamar guerra a un conflicto de intereses puede ser bastante exagerado, aunque deja bastante clara la posición de mi rival sobre esta... incómoda situación. Por mi parte, tengo bastantes problemas ya como para considerarla una guerra, pero está claro que tendré que prestarle más atención a partir de ahora. Pero, antes de nada, tendrá que decirme quién y en qué circunstancias les ha hablado sobre este conflicto.