Partida Rol por web

Historias de Ultratumba: El Ritual

I. El Paseo de los Reyes.

Cargando editor
24/10/2021, 18:52
Remo Williams
- Tiradas (1)

Notas de juego

Voy tirando, para ver si después tengo que relatar o no si mi linterna se apaga.

Bueno, me equivoqué de tirada pero creo que cuenta. 3 en 1d100, creo que se apaga la mía.  :)

Cargando editor
24/10/2021, 19:14
Rainer Maria Holtzmann
- Tiradas (1)

Notas de juego

Hago lo mismo: tiradita de linterna. Luego ya viene el post.

Eeeehm... Yo también me he equivocado y he hecho 1d100, en lugar de 1d10, pero creo que puesto que Elfered/Remo la ha hecho así, tiene más sentido que todos la hagamos así :)

Cargando editor
24/10/2021, 21:50
Albert Von Haus

Estaba mojado por la lluvia, sudaba, jadeaba. Me dolía la pierna pero sacaba fuerzas de la nada una y otra vez para lanzar aquella pesada roca sobre la cabeza de Prue hasta tres veces. Una por mi hijo, otra por mi mujer y otra por mí. Y hubiese seguido de no ser porque Rainer se interpuso y me lanzó al suelo, algo fácil de hacer con un hombre cansado y tullido que no se sostenía casi sin su bastón.

Intenté ponerme en pie, pero no pude. No tenía fuerzas, solo podía jadear y dejar a Rainer hacer, porque yo ya había hecho lo mío. Acabar con el mal. Rainer tenía razón, ella era una amenaza y que me hablase así de mi hijo, cuando nadie sabía nada sobre él, salvo lo de nuestras acampadas fue suficiente como para entenderlo.

Pero ahora parecía que el alemán había cambiado de parecer... y cuando Remo nos separó dijo que solo era un ciervo. Lo miré sin creérmelo. Juraría que era Prue, que me había hablado y que había mentado a mi hijo de tal manera que no se merecía otra cosa que no fuese la muerte.

Cuando Rainer me soltó, me arrastré a por mi bastón y la linterna y a duras penas me puse en pie para contemplar a la criatura a la que  había matado. - Era ella, estoy seguro. - Me dije a mí mismo mientras me acercaba a ver con mis propios ojos la verdad.

Pero no pude decir nada, pues enseguida nuestro perseguidor dio con nosotros. - Miegrda. - Mascullé al saber que esta vez no podría huir. Estaba cansado, dolorido y una vicodina ahora era colocarme y dejarme llevar. -Quizás mi mejor opción, meterme todo el tarro y morir colocado. - Y es que así no me enteraría de nada. Metí la mano en el bolsillo, dispuesto a hacerlo. - Cogrred, iesto ha tegrminiado para mï. - Les dije a ambos hombres con serenidad.

Era hora de irme a casa. De buscar a mi mujer y mi hijo donde debía hacerlo.

No quería, pero no quería sufrir como lo hizo Clark, porque nadie quiere morir realmente y menos cuando aún se siente joven a pesar de una pierna que mata de dolor y que sabe que por diez pavos una mujer le hace lo que quiera en la cama. Pero alguien más había en el bosque. Alguien que sabía de la naturaleza de aquella cosa y que creía estar preparado con un arma más grande que una simple pistola, para enfrentarse a ella. Alguien que no sabía que nos había salvado la vida, al menos por el momento.

Miré a los demás y saqué la mano de mi bolsillo, vacía. Había dejado la vicodina en él y corrí tras ellos como buenamente pude. No sabíamos donde estábamos, las copas de los árboles eran densas y no nos dejaban ver el cielo y aún viéndolo, estaba demasiado cubierto por las nubes, a juzgar por la lluvia que caía sobre nosotros, como para poder ver las estrellas e intentar orientarnos con ellas.

La oscuridad no ayudaba y el miedo menos. Cualquier sonido me parecía ser él, miraba hacia a algún sitio y veía su cornamenta. Sentía que mi esfinter no aguantaría mucho todo aquello, que terminaría perdiendo la cabeza si no lo había hecho ya. La imagen de Prue muriendo bajo los golpes con aquella grande y pesada roca me volvieron a la mente.

Sentía la inmensidad del bosque a cada paso, sentía que jamás saldríamos de allí. Cuando este se abrió y la lluvia nos cayó con fuerza reí, reí creyendo que estábamos fuera de su territorio, que lo habíamos logrado. Pero esa alegría se terminó cuando me di cuenta de que solamente era un claro en el bosque y que lo único que hizo fue empaparnos de agua y hacernos temblar ahora de frío. El barro me la jugó varias veces y al final me partí el labio.

Al menos no me había matado ni hecho nada en la otra pierna o quizás la primera opción no hubiese sido tan mala después de todo, porque aquello era un infierno del que parecía que jamás saldríamos con vida.

A pesar de mis actos, Remo y Rainer me esperaron cuando mi pierna, cuando mi cuerpo no podía más. En esos momentos era cuando pensaba en la vicodina y en acabar con todo de una vez, pero por otro lado, debía salir de allí. Ya había perdido demasiado en ese bosque como para perder la vida también.

Una de nuestras linternas se apagó. Quizás le entrase agua o se le gastasen las pilas. Yo aproveché para apagar la mía ahora que estábamos parados y descansando de nuevo. Casi había perdido toda esperanza, cuando una luz se abrió ante mis ojos. Una que traía un amanecer ante nosotros, la luz de un nuevo día.

- Amianece. Esa cosa no siale de dïa. ¿Viegrdad? - Pregunté a mis compañeros, pero aquella era la impresión que me había dado, que solo se movía por la noche, pero no podíamos fiarnos. - Diebgrerïamos biuscagr un liugagr alto piagra vegr dionde estamos. Un iägrbol alto... El Camino de Greyes estaba en zona alta, nein segrïa miala idea buscagr como subigr miontagna agrriba. - Me apreté la pierna. - O sieguigr el caudal del grïo hacia agrriba o abajo... junto a los grïos siempgre hay algün pueblo. - Dije esperanzado. Ahora solo debía aparecer ese río en nuestro camino o esa subida que nos llevase a algún camino...

Esa subida que no sabía si lograría conquistar o si en cambio, me haría rendirme para siempre.

- Tiradas (2)

Notas de juego

Pues que no se diga que no soy solidaria.

Resumiendo para que el jefe no se mosquee, si dividimos entre 10 las tiradas: Remo 0,3; Rainer 2,5 y Von Haus 5,6. O siendo más consecuentes 1 para Remo, 2 para Rainer y 5 para Von Haus.

Si nadie postea para cuando haya terminado de hacer cosas por casa, meteré post yo aprovechando este.

Cargando editor
25/10/2021, 00:10
Rainer Maria Holtzmann

Nein! Du Hurensohn!* —gritó Rainer al ver a Von Haus lanzando aquella roca sobre el rostro de Prue.

Se abalanzó sobre su compatriota, lleno de desesperación, gritándole.

Der Engel! Sie ist der Engel! Die Tür! Bianka hat es mir gesagt! Du Hurensohn! Aaaajjjjj!!!**

Antes de llegar hasta donde estaba Von Haus, el rostro de Rainer se había iluminado de forma apacible ante la perspectiva que su visión le había abierto. Sabía que la solución la tenía ella. La tenía ella. Por eso, al ver a Von Haus matar a Prue, más allá de lo truculento que era el hecho, había entrado en una incontrolable desesperación.

El hecho de que Remo dijera que aquello sólo era un ciervo, algo que comprobaron incrédulos, no lo tranquilizó del todo. Von Haus estaba dispuesto a matar a Prue de forma brutal. Von Haus era un peligro al que había que vigilar. ¿Sería capaz de matarlos a ellos también? Indudablemente. Rainer lo miró con los ojos muy abiertos, entre incrédulo y frustrado. Apretó la mandíbula. Iba a decir algo, pero entonces el bosque volvió a crujir y rugir, hubo una detonación, unos gritos.

¿Qué demonios…?

Volvieron a ponerse en movimiento. Aquello ya se estaba convirtiendo en un laberinto absurdo y ellos en ratas de algún extraño experimento. Después de mucho deambular, después de que Von Haus cayera al suelo y se hiciera una herida, después de que la linterna de Remo se apagara, se detuvieron. Estaba amaneciendo.

Rainer escuchó a Von Haus decir que debían buscar un lugar alto. Lo miró. El rostro de Rainer dejaba ver su agotamiento, pero en sus ojos había cierta rabia, cierta frustración, cierta decisión. Le habló a Von Haus:

Prue es nuestra salvación, majadero. Ella es el secreto, ¿entiendes? Espero que de verdad no hayas matado a Prue. Debemos encontrarla, ¿entiendes? ¡Debemos encontrarla! ¿Cómo eres capaz de…?Rainer miró al ciervo—. ¿Pensabas realmente que estabas matando a Prue, salvaje? No podremos salir de aquí si no es con ella.

Rainer negó con la cabeza, frustrado.

Hay que encontrar a Prue.

Se puso en pie, medio tambaleante. Su cuerpo no podía más, pero su alma estaba segura de su propósito y no cejaría en su empeño hasta que su cuerpo cayera rendido al suelo.

- Tiradas (1)

Notas de juego

1) Pongo el post a continuación, en lugar de editar el de la tirada, para que quede como respuesta a Von Haus.

2) Ahí va la tiradita de Percepción (+ Advertir). La he puesto en oculto, que me gusta el suspense.

3) Traducciones del alemán: *¡No! ¡Tú, hijo de puta! / **¡El ángel! ¡Ella es el ángel! ¡La puerta! ¡Bianka me lo ha dicho! ¡Tú, hijo de puta!

 

Edit. He borrado eso de «Rainer miró al ciervo», que se me quedó ahí porque había puesto en un inicio esa intervención de Rainer en otro momento.

Cargando editor
25/10/2021, 19:04
Remo Williams

En medio del caos, de la lluvia, del crujir de las ramas, de los divagues de Rainer, de la desaparición de Tak y Prue e infinitas cosas más, Remo pensó en sus botas. Paró su loca carrera sin destino, e iluminó su calzado. Estaba completamente cubierto de barro, al igual que sus jeans. Se quedó un momento allí, escuchando el golpeteo de la lluvia contra la visera de su gorra favorita de los Texas Rangers, y preguntándose cómo demonios había llegado a esa situación. No hacía tanto tiempo en que el deterioro de las botas era la tragedia más grande que se le podía ocurrir, y ahora aquello le parecía tan lejano que le resultaba ridículo.

Reparó enseguida en la compañía de Rainer. Parecía estar mejor. Se obligó a caminar con él, a buscar a Von Haus, o a cualquiera de sus compañeros perdidos. Lo encontraron asesinando a Prue. Remo le gritó desde la distancia, desesperado. Luego no sabría qué le había gritado. Que se detuviera, o que aplaste su cabeza. Realmente no sabía que pensar. Cuando llegaron junto a ellos, resultaba que había sido un ciervo. Estaba harto de los malditos ciervos. Al menos este era uno de los comunes, y no un muñeco que respira, o un totem espantapájaros, o una bestia gigante que provoca pesadillas. 

Cuando siguieron caminando, porque otra cosa no podían hacer, se apagó su linterna. Maldijo resignado, y la arrojó a un costado. Recordaba que había traído pilas de repuesto, pero para eso debían encontrar su campamento, lo que en aquellas circunstancias parecía una misión imposible.

El día despuntó, y a Remo le costó convencenrse de que realmente habían sobrevivido a la noche y no era una pesadilla más que se acercaría a ellos con dientes afilados y los engulliría. Se quitó la gorra y peinó su enmarañado pelo, exhalando el aliento que había retenido desde hacía más de ocho horas, cuando eran el doble de personas. 

Von Haus tuvo la suficiente lucidez de trazar planes de acción.

- No creo que encontremos el río -respondió. Y si lo hacemos, creo que lo lógico sería ir hacia donde va la corriente, porque debe venir de las montañas y creo que no encontraremos civilización allí. Intentaré trepar a un árbol luego de descansar un momento, a ver si puedo divisar algo.

- Prue está perdida -respondió a Rainer. Igual que Tak. No podemos volver, sería una locura. Si llegamos al Refugio pediremos un rescate con helicópteros o algo así, pero si volvemos nos perderemos, y además está esa cosa -reconoció con algo de pudor, por demostrar miedo. Creo que debemos hacer caso a Von Haus. Treparé a ver si veo algo, y trataré de orientarme de acuerdo a la salida del sol respecto a la primera cabaña y lo que recuerdo del mapa. No nos queda otra opción que avanzar -concluyó, agotado.

- Tiradas (3)

Notas de juego

Jefe, tiro en oculto y sin modificadores, haz los ajustes necesarios por favor, así no me mando otra tirada fallida! jajaja

Tiro por percepción, por orientarme y trepar. La última no sé si será con fuerza o destreza, así que no pongo la dificultad.

Cargando editor
28/10/2021, 00:18
Director

De entre todos ellos solo Rainer se percató de un hecho. Y lo hizo a posteriori. Cuando la luz del sol se asomó tímida, como una amante tardía, entre las ramas de los árboles y tocó su frente, fue como si recordase algo. Por su cabeza pasaron todos los acontecimientos de la noche anterior, tanto los reales como los que había vivido dentro de su sueño. Una película a toda velocidad que echó el freno en un fotograma concreto. Von Haus no se había dado cuenta, quizás porque había pretendido matar a Prue y su mente estaba o muy lejos de su cuerpo o muy dentro, disfrutando el instante. Remo había tenido otras preocupaciones, como Rainer, que rápidamente había corrido a socorrer a Prue. Pero ahora lo veía todo con claridad. La imagen, detenida en su recuerdo igual que una fotografía, no podía ser más delatora.

La noche, sombras como cuchillos rodeando la escena. Sus linternas, trémulas, una apuntando a los árboles, arriba, otra al suelo. La de Von Haus apuntaba al rostro de Prue. El alemán, el rostro torcido en una mueca, el ceño serio, los labios tensos. La roca, pesada, encima de su cabeza. Abajo, la muchacha, asustada, mirando con espanto su muerte. Su frente, lisa, perfecta. No había ninguna marca en ella.

Ninguna.

Un engaño más, una mentira. Una trampa para Von Haus si hubiera decidido ayudarla. La Prue asesinada no era su Prue. No era real. Quizás era parque del bosque, quizás era parte de la criatura que los había cazado. Pero no era Prue. Prue estaba viva. Pérdida, pero viva. En el fondo de su corazón Rainer no había perdido esa esperanza porque, bien sabía, los ángeles no morían.*

 

Una mañana tibia. Sentían el bosque en cada uno de sus poros. El barro haciendo más pesadas sus botas, la humedad de sus ropas calando hasta sus huesos, el dolor de sus articulaciones, el agotamiento, siempre detrás de cada pensamiento, de cada palabra. La sed, que empezaba a despuntar, el hambre que no tardaría, la noche pasada en vela y la adrenalina, ahora perdida, que dejaba tras de sí un amargo sabor y un vacío.

El bosque parecía retorcerse, girar, tratando de abrazarles entre sus sofocantes extremidades. Ramas, raíces, tierra, verde y  flora, todo giraba a su alrededor. Todo parecía haberse vuelto más abrupto, más irregular. Había más raíces en el suelo que les hacían tropezar, más desniveles naturales, grandes balsas de agua, troncos caídos que les obligaba a dar un rodeo. Parecía una zona de guerra.

La lluvia había parado, era todo el descanso que iban a ofrecerles. No se veía rastro de su perseguidor. Se miraron a las caras. Todos estaban cansados. ¿Había sido una pesadilla? ¿Una muy real? Remo recordó el final de Clark, demasiado cruel para ser solo un mal sueño. Rainer, en su actual estado, sería capaz de diferenciar una pesadillas de algo la realidad. Para Von Haus puede que no hubiera diferencia pero, como había insinuado, esa cosa no parecía salir durante el día.

Remo se ofreció a trepar a un árbol. Las ramas eran gruesas y abundantes. No debería costarle más que un pequeño esfuerzo llegar hasta arriba. Se agarró bien a las ramas, mantuvo siempre tres puntos de contacto con el árbol. Trepó**.

La panorámica no le ofreció información adicional. Mirase adonde mirase lo único que veía era las copas de los árboles, como un ejército silencioso que los hubiera rodeado. Decepcionado, descendió con ritmo tranquilo hasta que tomó tierra. Al menos no había visto movimiento alguno. El bosque estaba en calma, muerto se podría decir. Cuando informó a sus compañeros descubrió que estos también habían hecho un hallazgo.

Von Haus se había sentado sobra una dura roca que estaba torturándole el trasero. Desde la distancia había visto algo en el suelo, de vivos colores. Así se lo indicó a Rainer, que fue a recogerlo. Cuando los dos vieron lo que era el ánimo general se agrió un poco, si es que aún quedaba alguna parte de ellos que no empezase a rozar la amargura y la desesperación. Cuando Remo descendió les observó con mirada inquisitiva. Rainer se adelantó y le entregó el objeto encontrado; el señor Olsen Solberg les saludaba desde 1975.

Habían vuelto sobre sus pasos.

 

 

 

Notas de juego

*Hubo una pista más atrás, pero solo para Von Haus. Cuando encontró a Prue. Me cito:

“La lluvia escupía sobre sus pensamientos. Pasos, nada. Se había quedado solo. El viento corría entre los árboles igual que un fantasma aullador. Entonces la vi. Una figura de piel lechosa, bien formada, atrapada debajo de una pesada rama. Prue trataba de pelear contra la pieza del árbol que había dejado atorada su pierna. Arrugó su frente, lisa, inmaculada, mientras sus músculos se tensaban. Se encontraba a oscuras, sola, con aquella cosa cazándoles por las inmediaciones. Su rostro era la viva estampa del terror.”

¿Pero cómo puede ser una frente lisa e inmaculada si la noche anterior el bosque grabó en ella una runa de buen tamaño?

Rainer se percata de ello gracias a su percepción y cuando lo menciona, Von Haus recuerda y le da la razón. La Prue que mataron, la Prue que luego era un ciervo, no era la autentica Prue.

**Para una acción como esa puedes usar fuerza o destreza, en cualquier caso conseguirás llegar arriba, una por fuerza física, la otra por habilidad.

Cargando editor
29/10/2021, 14:45
Remo Williams

Remo miró al cielo tomándose la cabeza, no podía creerlo.

- ¡Maldita sea! Me cago en Noruega, en sus bosques y en sus putos ciervos -exclamó, exasperado. ¿Cómo puede ser que hayamos ido en circulos? 

Miró alrededor, tratando de ubicarse. Si seguían así morirían solos, incluso sin que los persiguiera un monstruo de aspecto de ciervo por las noches. Podían volver sobre sus pasos, aunque si lograban llegar a la primera cabaña quedaba el problema del río. No, era mejor avanzar, pero avanzar hacia adelante.

Estando allí, reparó que tal vez sus compañeros estuviesen cerca también.

- ¡Tak! ¡Prue! ¿Están por aquí? -gritó hacia la espesura. Tal vez así atrajera a la bestia que los cazaba, pero siempre sería mejor de día que de noche.

- Debemos avanzar -concluyó. Debemos orientarnos por la posición del sol, mantener la linea lo más directa que podamos hacia donde se supone que está el Refugio, o al menos donde vimos la cabaña en el mapa de Prue. Sabemos dónde está el este y el oeste, ¿no? Por lo tanto sabemos dónde está el norte. Tratemos de trazar un mapa aquí, con rocas y ramas, de acuerdo a lo que recordemos sobre donde estamos. Cuando pasamos por aquí todavía estabamos en camino, con mapa y brújula. Vamos, no puede ser tan difícil -propuso, y lo siguieran o no, trataría de recordar de dónde venían y hacia dónde se supone que iban.

Notas de juego

Jefe, si hace falta tirada, tira por mi.

Cargando editor
29/10/2021, 15:58
Rainer Maria Holtzmann

Al mismo tiempo que el sol se alzaba sobre los árboles, una imagen volvió a la memoria de Rainer: la frente de Prue. La Prudence a la que Von Haus había matado tenía una lisa y limpia frente, sin la runa que la noche anterior le había quedado marcada. No era la verdadera Prue. La esperanza volvió a brillar en el agotado rostro de Rainer mientras se levantaba y se tambaleaba cansado.

—`Está viva… está viva… Tenemos que encontrarla…

Cuando Von Haus encontró la cartera de aquel hombre, el rostro de Rainer volvió a brillar.

¡Es perfecto! Sólo tenemos que seguir nuestros pasos de ayer y encontraremos el campamento. Así quizá encontremos a Prue… y a Tak, claro. Debemos encontrarla. Sólo tenemos que seguir nuestros pasos… El sol… ¿En qué dirección caminamos ayer? ¿Norte, oeste…?

Pero cuando estaba diciendo esto, Remo expresó la misma idea, lo cual satisfizo a Rainer. Miró hacia el cielo, tratando de orientarse por el sol. ¿En qué dirección habían caminado el día anterior? Si eran capaces de recordarlo, sería fácil orientarse por el nacimiento del sol.

Exacto, señor Williams. ¡No puede ser tan difícil!

- Tiradas (1)

Notas de juego

¡Justo se me había ocurrido la misma idea! XD

Jefe, hago tirada para orientarme.

Cargando editor
31/10/2021, 19:45
Albert Von Haus

- Ja. - Respondí a Remo una vez bajó del árbol y miré a los hombres. - ¿Y quienes viegron el mapa una y otgra vez? ¿Quien kiaminaba tian lento que podgría grieconocehr cualquiegr piedgra del camino?

El mismo que mató a Prue. A esa Prue traída por el mal.

Hablaban de que no era ella, de que seguía viva, pero yo solo sabía una cosa: a quien maté estaba corrupta por la criatura que nos perseguía por el bosque y volvería a hacerlo y aquellas palabras volviesen a salir de su boca. Lo que me sorprendrió es que nadie me echase nada en cara, salvo en el momento de la ejecución. Quizás ahora debía andar con más cuidado, porque no podría con ninguno de los dos hombres, ni juntos ni separados, si decían acabar conmigo.

- Gremo, ¿Dionde estä el nogrte? - Y cuando me lo indicó me giré hacia él como si yo fuese la brújula y empecé a hacer memoria. Me iba a costar, pues todo era igual... ellos se alejaban, Prue siempre la primera... pero eso me dejaba ver los árboles con más claridad.

Me dolía la pierna. De hecho, me ardía de dolor. Todo mi cuerpo estaba fatigado pero aún así debía seguir. - Pogr allï. - Señalé con el dedo sin abrir los ojos, tenía el mapa en mi mente. - Un pioco mäs adelante debegrïamos encontgragr el lugagr dionde dimos con Clagrk. El ciementegrio de cosas. Piuede que nuestgras briüjulas estën allï o de camino. Diebemos biuscagrlas tambiën.

Y con todo el dolor de mi cuerpo y de mi alma, cansado y con sueño, comencé a caminar. Si encontrábamos nuestras cosas, si dábamos con la cabaña, algo me decía que sólo podría hacernos daño en sueños... pero en mi sueño me sacó al exterior, pudo matarme... pero no lo hizo. - Necesita soñadores para nutrirse, esa debe ser la clave. - Y él ya sabía que yo no lo sería.

- Tiradas (2)

Notas de juego

Si esa  tirada no vale, en la actualización tira la que consideres oportuna o modifica la dificultad.

Cargando editor
01/11/2021, 23:23
Director

Era posible encontrar un camino. Remo podía hacer de brújula, Von Haus de mapa. La memoria del doctor era confiable como un motor alemán. Remo tendría que subir a los árboles de vez en cuando para tratar de orientarse con el sol, aunque eso solo podría hacerlo al atardecer y al anochecer, cuando el ascenso y la caída del astro rey marcaban el este y el oeste. Von Haus tenía buena memoria, también recordaba todas las veces que se había detenido a mirar el mapa de Prue y a corregir su rumbo gracias a la brújula. Había que ser optimistas.

Ahora que sabían como moverse, debían ponerse de acuerdo en el rumbo. Rainer quería volver al campamento, dónde esa cosa les atacó. Desde allí podrían seguir el rastro, o eso quería creer, de Prue. Debían encontrarla. Por su parte Remo quería volver a la primera cabaña, la que encontraron en ruinas, cerca del río. Era, según él, la mejor alternativa si querían sobrevivir. Pero eso significaba abandonar a Prue. Y a Tak. Si que ambos seguían con vida.

Se tomaron unos momentos de reflexión. Con el silencio del amanecer llegó también el quebrar de una rama seca. Pisadas. Alguien apareció en el claro. Parecía tan sorprendida como ellos. Era una mujer, de mediana edad aunque no sabrían decir la edad exacta que tenía. De hecho, no sabrían decir si se acercaba más a la veintena o a la treintena. Su cutis era terso y firme, su cabello era largo y rubio, ensortijado, recogido en una maltrecha trenza. Sus ropas de montañesa estaban sucias, húmedas, remendadas, igual que sus botas, de piel. Tenía las mejillas sucias y el cabello pegado a la cara por el sudor. Daba la impresión de llevar días vagando por el bosque. O de vivir en él.*

Contuvo el aliento al verles, luego alzó la voz en un dialecto que no reconocieron. Aunque se parecía bastante al noruego. Parecía llamar a alguien. Desde la espesura llegaron más voces, varios hombres la respondieron. Pronto escucharon sus pisadas. Ella, como una gata callejera que ha sido descubierta, alzó una mano en señal de paz.

—No moveros, mejor quedaros —dijo en un torpe inglés mal articulado —. Si os tienen que cazar, os dolerá más —. Miró a Remo —. Soltar el arma, mejor para salud, tú.

 

Notas de juego

Erawen, estáis en el lugar donde encontrasteis a Clark, el cementerio de cosas como dice Von Haus.

 

*Todos, tirada de percepción para ver si notáis algo “raro” en la mujer.

Cargando editor
02/11/2021, 19:12
Rainer Maria Holtzmann

No se habían puesto aún de acuerdo sobre el rumbo que debían seguir, cuando oyeron pisadas y apareció aquel extraño grupo de gente.

El agotamiento y el laberíntico deambular empezaban a hacer mella en Rainer, que ya no sabía si sorprenderse ante aquella aparición o tomarla como algo natural.

Tranquila —dijo, levantando también sus manos en señal de paz—. Nadie quiere ser cazado. Además, ¿por qué querríais cazarnos? ¿Estamos en terreno prohibido o algo así? ¿Sois habitantes del bosque?

Rainer miró con cierta suspicacia a la mujer. Esa referencia a la caza no parecía una acogedora bienvenida.

- Tiradas (1)

Notas de juego

Disculpad la brevedad rácana del mensaje. Llevo unos días de baja inspiración, pero prefiero hacer un mensaje cortito y directo a quedarme bloqueado.

Cargando editor
02/11/2021, 20:06
Remo Williams

El retomar el camino casi desde cero había renovado el aire al norteamericano. Tenían un propósito, un destino un poco más claro. El enfoque de ver dónde estaba el sol, de hablar con Von Haus en buenos términos acerca de un tema tan trivial e importante a la vez, dejando de lado las suspicacias semi pedófilas, sus propios arranques violentos o la desconfianza paranoide, había hecho del camino casi un paseo. Eso sin tener en cuenta que estaban perdidos, sin comida ni agua, pero aún así, era una especie de bálsamo temporal que le venía bien.

Y como la calma no parecía ser una costumbre de aquel maldito bosque, la espesura vomitó una mujer, como antes lo había hecho con Clark o la bestia cornuda. Remo reflexionó sobre el tono de su voz. Aquel gesto de paz no lo engañaba, como antes había desconfiado de Clark, las razones por las que desconfiaba de esta nueva visitante eran mucho más fuertes. Para empezar, si bien parecía sorprendida, no parecía perdida, y eso era notable. Por otra parte, eso de no cazarlos le daba la pauta de que estaban familiarizados con la zona, de una u otra manera, y si estaban familiarizados no era muy probable que desconocieran las advertencias en los árboles, cosas con tripas afuera incluidas.

Así que no, no iba a dejar el hacha.

Lo que si hizo, en cambio, fue ofrecer su mejor sonrisa y ver de cuantos hombres estaban hablando, para calcular si podía con ellos.

Cargando editor
02/11/2021, 23:14
Albert Von Haus

Para mí lo importante era regresar al campamento, coger lo imprescindible: agua, comida, ropa de abrigo y luego movernos a la siguiente cabaña. Estaba más cerca que la que habíamos dejado atrás y tenía todo en mi cabeza. Sin brújula iba a ser complicado pero no imposible. Solamente que el dolor y el cansancio me la estaban jugando tanto, que hasta vi salir a una mujer de la espesura del bosque.

Saqué la vicodina y miré el bote, calculé las pastillas que llevaba en el cuerpo. De ser una alucinación de las historias nórdicas, debería ser mucho más bajita y llevar un sombrero de punta, con forma de cono. Como no era así, no debía ser una alucinación y aproveché la parada para ver cuantas pastillas me quedaban. En el campamento tenía más, por eso mi necesidad de ir allí. En cuanto se me acabasen, podía darme por muerto.

La mujer nos habló y no tardé en responderla. - Englisch oder Deutsch, Ma'am.1- La verdad es que no sé si me entendió pero enseguida habló en inglés, mejor que el mío tenía que reconocer. Vi como pedía a Remo que dejase el hacha y como el camionero se negó. Yo llevaba el cuchillo, pero no a la vista, así que por ahora no iba a sacarlo. No sin saber a que nos enfrentaba el bosque esta vez.

- Segnogra. Anoche. Dispagros y ggrritos. - Hice el gesto como si disparase con una escopeta. - ¿Ustëd y sus amigos? - La señalé a ella con aquella pregunta. - Ggran ciegrvo, gigante, piegro no ciegrvo, piegrseguigrnos... ¿vosotgros caciagr ciegrvo gigante? - Describir al ciervo con mis manos fue complicado, pero lo intenté y miré a mis compañeros mientras presionaba mi muslo dolorido. - Quizäs diebegrïais pgrieguntiagr vosotgros.

Mostré el bastón a la mujer. - ¿Agrma? - Esperaba que me dijese que no, porque ya solo me faltaba caminar sin él... a estas alturas no podría ni pensar sin él y sin la vicodina.

- Si no es otgra tgriampa de iese cogrnudo kiabgrön, debegríamos pedigrles que nos lleven al campiamento y que nos siaquen de aquï. Mientgras me diejen una cantimplogra y la vicodina, el bastön, lintegrna y cuchillo... Se pueden quiedagr con tiodo lo que queda allï.

- Tiradas (1)

Notas de juego

1 Inglés o alemán, señora.

Cargando editor
03/11/2021, 23:54
Director

Salieron de la espesura, como bestias. Hombres grandes, de aspecto torvo y salvaje, con cabelleras hirsutas, largas y barbas negras que parecían hechas dre alambre. Todos ataviados con ropas de montaña, desgastadas, con piel de ciervo o lobo en sus botas, guantes o pantalones. De sus anchos cinturones pendía su equipo; cuchillos, odres de cuero, pequeños saquitos, collares con huesos de pequeños mamíferos, dientes, pulseras trenzadas de piel. Su edad, como la de la mujer, era indeterminada. No era jóvenes, tampoco mayores, y aún así podrían encajar perfectamente en un perfil de veinteañero o de cuarentón.

Igual que la mujer, estaban sucios, sudaban. Llenos de energía, irrumpieron en el claro como una exhalación. Todos tenían un aspecto brutal, hombros anchos, manos grandes y peludas. Algunos llevaban cayados nudosos para ayudar su marcha, dos de ellos llevaban hachas de mano y el último, llevaba un rifle. No era el rifle de gran calibre que habían escuchado durante la noche. El arma era más tosca, más parecía una pieza de museo que un arma moderna.

Empezaron a gritar y a gruñir, lobos con forma de hombre, los rodearon bajo la atenta mirada de la mujer. Un hombre calvo con un tatuaje tribal que nacía en su nunca y se perdía en su espalda pegó una patada al bastón de Von Haus mientras la gritaba en un dialecto que ninguno entendió. Era un lenguaje tosco y burdo, primitivo. Von Haus no había perdido el equilibrio por lo que el gigante lanzó al alemán contra el suelo sin miramientos.

Los que iban armados con hachas estaban gritándole a Rainer, escupían salivazos y órdenes que no entendía. Le empujaron, le amenazaron. Logró entender que debía tirarse al suelo.

Con Remo fueron más agresivos. Eran más grandes y corpulentos que él. Ahora que lo pensaban, la mujer rubia también tenía una talla grande. No era solo su altura, o su corpulencia, era cuestión de tamaño. Era grande.

Uno de los atacantes, cuya barba de chivo se bifurcaba en dos gracias a dos ornamentos de hueso tallados a mano, golpeó a Remo en el hombro con el cayado. Solo había sido un toque pero Remo supo que eran fuertes. Le gritaron y le amenazaron. Otro le golpeó en la pierna. Querían que tirase el hacha.

El tirador se había quedado junto a la mujer, tenía pintura negra bajo los ojos. Era más espigado. Con su arma, apuntaba a remo. Retiró el percutor hacia atrás, una pieza ornamentada de plata, apretó los dientes en una sonrisa sádica.

—Manos atrás, todos suelo. No repetimos. ¿Entendido? No repetimos. Él dispara.

Sobretodo miraban a Remo, era el único que iba armado.

Notas de juego

Spurius, no pasas la tirada. Recuerda que todos tenéis un penalizador por agotamiento  de +10

Por supuesto, podéis actuar antes de que le peguen una patada al bastón de Von Haus, intimiden a Rainer o golpeen a Remo. Al menos podéis intentarlo.

Sprurius, no pasa nada si no puedes poner siempre un super turno. A veces no hay más que decir, otras veces no hay tiempo. Lo importante es continuar para que puedan despellejaros como debe ser.

Cargando editor
03/11/2021, 23:56
Director

Von Haus se percató del detalle. Quizás porque había sido doctor y le resultaba fácil recordar las características de la gente. La mujer tenía un aire familiar, como si la hubiera visto con anterioridad. Tuvo que mirarla con fijeza para que todas las piezas encajasen dentro de su cabeza. No podía ser o ¿Por qué no? Era la niña de la foto. La niña de la familia noruega que aparecía en la foto de la cartera del tal Olsen Solber, licencia de conducir 1975.

 

Cargando editor
05/11/2021, 17:27
Remo Williams

Remo sostuvo su atención en el hombre del rifle. De no ser por él, no le hubiese importado la desventaja numérica ni el tamaño de aquellos hombres. Tenía la necesidad de descargar su frustración desde que habían comenzado sus desventuras, y aquella era la oportunidad ideal. La sangre se agolpaba con violencia en el puño que sostenía el hacha, tiñendolo de rojo. 

Cuando lo golpearon desvió la vista y le dedicó una mirada cargada de amenaza a su agresor. De haber sido un personaje de comics se hubiesen visto las serpientes y puñales metafóricos que había emanado. Pero a los pocos segundos volvía a mirar el caño de la muerte. 

Estaba calculando la distancia, si una corrida con un zigzagueo podía darle alguna oportunidad, pero era demasiado arriesgado, con demasiado pocas posibilidades de que saliese como él quería.

Arrojó el hacha a un costado. Pero no se arrodilló. Tendrían que tirarlo a la fuerza, y si alguno lo intentaba, desde abajo arrojaría un uppercut a su entrepierna. Sabía que se desquitarían con él, pero sabía recibir golpes. Confiaba en que no dispararían, ya que no seguiría peleando. A ver que querían aquellos extraños.

Nada bueno, eso seguro. Se les veía la cornamenta mental a la legua.
 

Cargando editor
05/11/2021, 18:53
Rainer Maria Holtzmann

De una forma que Rainer juzgó ligeramente temeraria, Remo se resistió a soltar su hacha en una primera instancia. Von Haus hizo también algunas preguntas a ese grupo de gente, pero aquellos brutos no parecían tener la menor intención de responder a ninguna de sus preguntas. Muy al contrario, les empezaron a gritar en un extraño idioma y los amenazaron sin miramientos.

Rainer se dio cuenta de que lo mejor era echarse en el suelo y llevarse las manos a la espalda como le ordenaban. Así lo hizo. Miró a Remo con cierto nerviosismo: si no soltaba el hacha, aquellos brutos posiblemente serían capaces de hacerle daño. Por suerte, el hombre recapacitó y dejó su arma.

Una vez en el suelo, Rainer miró a la enorme mujer. Diablos, de dónde habían salido esos brutos con semejante tamaño. Trató de mostrarse amable:

Señora. Nosotros amigos —le habló de forma esquemática, como reduciendo las palabras a la mínima expresión para una mayor claridad en la comunicación—. Amigos, nosotros. Hablar. Hablemos. Dos amigos nuestros, perdidos en el bosque: hombre y muchacha. Perdidos. Buscamos amigos perdidos. Por favor. Ayuda. Necesitamos ayuda. Por favor. Nosotros amigos. ¿Sí?

Terminó aquellas palabras poniendo una sonrisa amable, no demasiado forzada, sino tratando de mostrarse acogedor, de mostrarse razonable, amistoso e incluso inofensivo.

- Tiradas (1)

Notas de juego

Hago una tirada de Persuasión, por si fuera de alguna utilidad. Como siempre, oculta para el suspense :P

Cargando editor
06/11/2021, 02:18
Albert Von Haus

Un tipo feo y calvo se acercó a mí, permanecí quieto y me retiró el bastón de un golpe. Me apoyé resentido sobre mi pierna pero al ver que no caía me empujó al suelo y caí, cansado y dolorido. A pesar de todo, aquel colchón de pequeñas ramas y hojas era bastante confortable. De no ser por el miedo, por la adrenalina disparada de nuevo, me hubiese relajado allí mismo. Demasiado tiempo sin dormir bien, demasiadas horas corriendo y huyendo.

Pedí a mis compañeros que me ayudasen a entenderme con ellos, porque sabía que no entenderían mi acento, pero solo hubo silencio ante mi petición y vi como aquellos hombres que salieron de la nada trataban a Remo y Rainer y miré a la mujer. Su rostro... había visto antes esa cara, pero más joven. - Solbegr. Olsen Solber. Tu padgre. Diez agnos aquï es miucho tiempo. - Dije mientras me sentaba en el suelo y miraba sorprendido a la chica.

Luego saqué despacio el cuchillo que llevaba oculto. Quizás no fuese la mejor idea, pero estaba claro que si no nos mataba esa cosa, lo harían ellos. Antes de entregarlo me rasgué el pantalón y les dejé ver mi muslo, mi destrozado muslo, para luego lanzar con cuidado el cuchillo a los pies de la mujer. - Bastön. No agrma. Piagra caminagr.

Dicho esto, me tumbé como indicaron a los demás, sumiso. Estaba demasiado cansado como para pelear. No tenía fuerzas para seguir luchando. Esperaba al menos que ellos no disfrutasen con el sufrimiento como aquella cornuda criatura. Pero no me cuadraba todo... ellos eran lobos, cazadores de ciervos. ¿Qué éramos nosotros para ellos?

Y tendido con mi pecho sintiendo el frescor del suelo y mi cara pegada en el mismo, seguí mirando a la mujer. - ¿Cömo vivigr diez agnos con ese monstgruo aquï? - Estaba claro que la debieron encontrar de niña en el bosque y hacerse cargo de ella. Quizás, a parte de esa extraña tribu, era la única superviviente de un mundo civilizado en aquellas tierras endemoniadas. - Siolo quigremos violvegr con nuestgros amigos. Volvegr a casa.

Pero viendo el trato y lo salvajes que eran, con suerte nos romperían la cabeza con un cayado una y otra vez, para asegurarse de que el ciervo de la noche no se volviese más fuerte a nuestra costa.

Cargando editor
09/11/2021, 22:14
Director

La mujer ignoró cualquier intento de diálogo. Ataron las muñecas de Rainer, apretaron con fuerza. Entre salivazo y salivazo, le estaban gritando algo, una y otra vez. No lo entendía, pero estaba casi seguro de que le estaban insultando. Había en sus ojos desprecio, incluso asco. No tuvieron tampoco mucha consideración con Von Haus. Amarraron sus muñecas a su espalda y lo pusieron en pie de un tirón. Von Haus se desmoronó como un saco de patatas una vez más. Volvieron a ponerle en pie. La mujer les dijo algo, palabras como un latigazo. Ellos gruñeron. Ella repitió la orden, con insistencia. Le devolvieron el bastón, también le liberaron las manos.

Buscaron en los bolsillos de los tres. Les quitaron lo poco que les quedaba. No era mucho.

Remo tiró el hacha, porque apreciaba su vida, pero no fue más allá. Se mantuvo de pie, altivo. Uno de los hombres le increpó en una lengua que se oía como si estuviera masticando cristal cada vez que pronunciaba una sílaba. Remo recibió un empujón. Más gritos. Al segundo, se agachó, cerró su mano y dedicó un gancho a la entrepierna del hombre. Su agotadora verborrea se extinguió al momento, sus ojos se pusieron en blanco. No se derrumbío. Al momento, el otro hombre saltó sobre Remo.

Remo no era precisamente dócil. Había tenido unos cuantos encuentros desagradables en la carretera, en los bares de ruta y los salones de chicas. Había tonteado con el boxeo clandestino. Sabía encajar un golpe, le picaban los nudillos. Se revolvió contra el otro atacante. El hombre le golpeó con la fuerza de un martillo pilón. Le puso la cara del revés. Aún así Remo tuvo tiempo de castigar sus costillas dos veces. Se hizo daño en la mano, era como pegar a un toro de cuatrocientos kilos. El otro tipo, al que había golpeado, ya se había repuesto. Le cogió del cuello y le pegó un cabezazo. Fue como si un camión le hubiera pasado por encima. Y no había apuntado la matrícula.

A Remo se lo llevaron a rastres entre dos hombres. No parecía pesarles nada. Llevaba las piernas arrastrando por el suelo. Les era indiferente. El grupo de cazadores se cerró a su alrededor. Con un gruñido, les obligaron a andar. La mujer encabezó la marcha. A una orden suya, abandonaron el lugar desapareciendo entre el follaje como fantasmas. Sus cosas, sus enseres, quedaron atrás, en el pequeño cementerio de objetos personales. Ahora compartían el mismo destino que todos esos anónimos dueños que habían dejado algo allí.

 

La marcha fue dura para todos. Remo era un saco de carne al que llevaron arrastrando durante varios kilómetros. Los cazadores que tiraban de él ni si quiera jadeaban. Cuando Remo volvió en si, tenía sus pantalones llenos de barro, rasgados, las piernas cubiertas de arañazos. Había perdido una bota. Le hicieron caminar a base de empujones. El frío se colaba por su calcetín.

Eran más crueles con Rainer. Le empujaban casi constantemente, le hacían tropezar con raíces o chocar con gruesos troncos. Le apremiaban, le gritaban. Le pateaban la rodilla cuando descendía por un terreno resbaladizo. No pararon de insultarle. En una ocasión la mujer rubia tuvo que parar el enseñamiento de sus hombres ya que estaban discutiendo, machete en mano, seguramente sobre que parte del cuerpo cortarle. Uno señalaba sus orejas, otro sus dedos. Uno con una fea cicatriz en el labio señalaba a su entrepierna. La mujer discutió con él, los espantón. Al rato, volvieron a acosarle. Al menos, sin cuchillos.

Se adentraban en el bosque, era del todo imposible saber hacia dónde estaban caminando. Los cazadores no llevaban mapas ni brújula, conocían cada giro, cada planta, cada grupo de árboles que se cerraban, como la palma de su mano.

Von Haus retrasaba el grupo cada dos por tres. Le empujaban, le gritaban, de vez en cuando se caía. Especialmente cuando tenía que bajar un desnivel o una pendiente. No podía ir a mejor ritmo. Ya no tenía medicamente. El dolor era agudo, como tener un punzón metálico clavado en la pierna.

El entorno era opresivo, sofocante. No llovía, al menos. El cielo era gris ceniza, el pronóstico oscuro como la boca de un ciervo muerto.

Estaban agotados. La noche anterior les había dejado sedientos, hambrientos y al límite de sus fuerzas. Le ofrecieron agua a Remo en un odre de piel. Cuando echó un trago, golpearon su diafragma mediante un brutal puñetazo. Se rieron. Con Rainer no tuvieron tanta consideración. Con gestos le indicaron que podía beber de su micción si tenía sed. Volvieron a insultarle. Pretendían hacer lo mismo con Von Haus, la mujer rubia no les dejó. Fue al único que dieron agua.

Subieron y bajaron, se adentraron en la espesura. Se hundieron en el barro, cayeron en él. Se rebozaron. Las ramas bajas rasgaron sus chaquetas y sus cueros cabelludos. Pisotearon gusanos, flores y ramas secas. Sus manos se llenaron de tierras húmeda, igual que sus botas. El escenario se repetía una y otra vez, un vergel eterno que ahora sabían lo que escondía.

La noche empezaba a llegar. Sus estómagos rugían, sus bocas estaban secas. Dejaron suelto a Remo para que ayudase a caminar a Von Haus, no sin ante golpear sus costillas con el callado en señal de advertencia. El tipo del rifle se colocó atrás. Si escapaban, descubrirían si era un buen tirador o no.

El bosque se abrió, desvelando un sendero de tierra iluminado por pequeños fuegos controlados a ambos lados del camino. Al final de él había una pradera, un claro hermoso aunque embarrado, con una cabaña en medio. Otra cabaña. La cara oculta del bosque, con musgo gris en sus maderas desvencijadas, con candiles en la puerta y en cada una de sus ventanas, una letrina fuera y un pozo. Habían retrocedido cien años en el tiempo.

La cabaña tenía buen tamaño, con enormes ventanales de cristal en su fachada. Dos pisos y seguramente sótano. Había más gente allí, remendado botas, curtiendo pieles, afilando cuchillos. Todos a la intemperie, sin aquejar el frío. Sus rostros eran fríos y atemporales, gruesos y feos. Apenas les dedicaron una mirada cuando llegaron al campamento.

Entre todos ellos había una figura que destacaba. Otra mujer, el tiempo la había castigado con crueldad por más tiempo del que un cuerpo debía aguantar. Su espalda era encorvada como si estuviera siempre acechando. Sus manos estaban llenas de piel y de grietas. Su rostro parecía haberse desprendido de sus músculos, era flácido y macilento. Apenas tenía dientes pero sonreía con los que le quedaban. Llevaba infinidad de pulseras y collares, la mayoría de hueso, pero también las había de oro. Vieron además, dos relojes Casio y otro de montaña en sus muñecas. De su cuello también pendía una cadena de plata con un montón de anillos, sortijas y baratijas, a cada cual más llamativa, e incluso una tarjeta de identificación de un trabajador de un aserradero cercano. Trofeos. Su cabello era del color de la nieve pisoteada. Sus ojos eran viejos, como ver una fotografía en tono sepia. Solo con mirarlo uno ya sabía que pertenecía a un siglo diferente, a otra época.

Algo en el interior de los cautivos se estremeció cuando ella les miró con su añejos ojos, como si no pudieran ocultarle sus más íntimo secretos.

Les sonrió al verles como una buena anfitriona. Les habló. Aún había fuerza en ella, vitalidad. Debía de tener más de cien años. Su voz sonaba como pergamino viejo al resquebrajarse. La mujer rubia tradujo las partes que le parecieron más interesantes.

—Tú morir primero —le dijo a Remo —. Rápido, cuchillo Shakjat.

La anciana soltó una risilla. Su rostro se abrió al ver a Rainer, le escupió a los pies y maldijo.

—Serás último. Mucho sufrimiento. Rechazar un regalo. Loco. Necio. Ser castigo.

La anciana pasó de él. Habló agriamente con Von Haus. La mujer rubia no tradujo casi nada.

—Tú morir colgado. Morir hambre. Tú sufrir bien. Tú gustarle a Él.

Detrás de ellos habían alzado tres cruces de madera, de diez metros de altura, gruesas, cuyas maderas estaban manchadas de sangre seca. Se encontraban frente a la casa. No, se encontraban frente al bosque. Alzaron una cuarta cuando los metieron en la cabaña.

 

Dentro hacia calor y olía a comida caliente. Las paredes estaban decoradas con diferentes pieles, cuernos. Presidía la mesa central una cornamenta de ciervo que se retorcía y crecía por toda la pared como un enredadera. Había más hombres, alguna mujer. Todos con aspecto de edad indeterminada, miradas torvas, corpulentos y envueltos en pieles y hueso. En total debían ser unos quince. Pasaron el comedor, había una pequeña despensa. En una mesa extendida había un gran ciervo al que le habían abierto en canal. Guardaban las vísceras, los ojos y los dientes en frascos separados. Había también un pequeño armero con rifles de diferentes épocas y calidades, todo armas antiguas. Las balas estaban al lado. No tenía cerrojo.

Al fondo había unas escaleras. Sintieron un escalofrío al escuchar como una pequeña multitud arrastraba algo sedoso y quebradizo en el piso de arriba. Ellos bajaron. Las escaleras gimieron, no más que Von Haus. Había una puerta gruesa de madera con un cerrojo rudimentario pero efectivo. Lo corrieron a un lado.

La celda era amplia. Tenía una pequeña ventana con barrotes por la que entraba la luz de las antorchas de fuera y el frío de la noche. El suelo estaba sucio, mantas y sábanas con manchas oscuras, restos de comida mordisqueada, moscas y un orinal que rebosaba en líquidos y sólidos. Olía a la parte de atrás de una carnicería, a matadero. En una esquina estaba Prue.

Le habían despojado de su ropa y vestido en su lugar con una túnica blanca que le quedaba grande. Dormitaba, con la cabeza apoyada en una pared. En su frente se encontraba la marca del bosque. Era ella.

Prue se encontraba anclada a la pared por un grillete al tobillo. Había máss, todo a ras del suelo. A Remo le pusieron uno en la muñeca, sería más incómodo para dormir. A Rainer le tiraron al suelo y le colocaron otro en el tobillo. A Von Haus le dejaron sin atar, pero le quitaron el bastón.

Salieron de la celda uno a uno sin mirar atrás. Solo la mujer rubia les dio una explicación.

—Mañana, a la noche —dijo, la puerta se cerró.

Escucharon el cerrojo correrse.

Al fin juntos.

 

 

Notas de juego

He avanzado bastante, pero podéis deteneros en cada parte que consideréis oportuno para hablar entre vosotros, con los PNJS o realizar acciones. Tened en cuenta que estáis limitados tanto por agotamiento como por la vigilancia y el acoso constante al que estáis sometidos.

 

Creo que no era buen momento para la persuasión Spurius

Cargando editor
11/11/2021, 00:08
Rainer Maria Holtzmann

El brutal e irracional comportamiento de aquellos personajes era acorde con su aspecto externo. Los trataron como bestias, incluso peor, pues no sólo no mostraban compasión, sino que había sadismo en su comportamiento. A Remo lo dejaron inconsciente durante un buen rato. Rainer estuvo tentado de suplicar por el compañero, pero sólo serviría para ganarse una buena paliza similar, así que simplemente guardó silencio y caminó como un reo por el bosque. Pensaba que, si no los habían matado ya, era porque quizá no tenían planeado matarlos… aunque más tarde comprobó que su razonamiento había sido erróneo. El problema era que aquella gente se tomaba demasiado en serio la muerte o que, más bien, ellos serían víctimas propiciatorias en algún macabro ritual.

Durante el camino, Rainer prefirió guardar silencio, pues ya se había dado cuenta de que las palabras eran inútiles con aquella gente. Además, tampoco le quedaban energías y ni siquiera comprendía cómo era capaz de seguir en pie caminando, pues no había dormido nada en la última noche y la anterior no había sido precisamente reparadora. Pero sus pies seguían empujándolo hacia adelante, quizá empujado por alguna fuerza invisible, por alguna extraña esperanza. ¿Cómo era posible que todavía albergara un ápice de esperanza? Eso fue algo que entendió más tarde, cuando vio a Prue aprisionada: esa era la tenue luz de esperanza que había sentido en el bosque.

Pero, antes de aquello, habían llegado a esa inverosímil comunidad que parecía liderada por aquella bruja o hechicera, quien —por sus palabras— parecía saber algo, parecía estar en comunión con el bosque, con el espíritu del bosque, con ese espíritu del bosque que se le había insinuado y que él había rechazado. Ahora ella se lo recriminaba. Los ojos de Rainer estaban demasiado agotados, sentía todo su cuerpo reseco, sentía reseca también su alma, sus ojos resecos, nublados. No atinó a decir nada, sólo pudo llegar a ver las cruces ensangrentadas: eso serían, un sacrificio para el espíritu del bosque, para esos ciervos o lo que diablos fueran. Pero siguió sin decir nada. Su garganta y sus cuerdas vocales también estaban resecas.

Cuando los metieron en la celda, vio a Prue. Trató de acercarse a ella:

¡Prue! —dijo al fin, aunque de su ya desacostumbrada e irritada boca salió más bien un simple gemido.

Sin embargo, sus carceleros impidieron que se acercara a Prue y simplemente lo encadenaron del tobillo. Cuando se fueron, miró a todos poco a poco, como si los estuviera viendo por primera vez. Estaban todos en un estado deplorable: golpeados, hambrientos, sedientos, agotados, sucios. A pesar de eso, ver a Prudence había despertado de nuevo un halo de esperanza en el agotamiento casi moribundo de Rainer. Habló desde el suelo:

Prudence… Prue… Tú… Tú tienes… Tú eres la puerta, tú eres el alma, tú tienes la respuesta. Perdóname… No me di cuenta…

Miró después a Remo y a Von Haus, que debían pensar que estaba chiflado. No le importaba. «Mañana, a la noche», había dicho la bruta: esa era la cuenta atrás de las horas de vida que les quedaban.

No me importa que penséis que estoy loco —les dijo a los dos varones, poniendo voz a su pensamiento—. Mañana… mañana… nos matarán… Pero ella, ella —dijo señalando a Prue, siempre desde el suelo—, ella es la única que nos puede salvar. ¿No os dais cuenta de que ella es especial? ¿Por qué pensáis que está marcada con esa runa? Yo pensé… Ah…

Estaba agotado y le costaba continuar. La adrenalina de haber encontrado a Prue de nuevo lo animaba a seguir, pero estaba agotado y apenas tenía fuerzas para seguir articulando palabras:

Me equivoqué… Pensé que era… una maldición… un diablo… ¡Pero es un ángel! ¿Por qué estamos aquí? Pensadlo… Es por ella… El descubrimiento era ella, siempre lo tuvimos delante: ella…

Miró a la muchacha:

Prue… Prue… ¿Me oyes?