Partida Rol por web

Historias de Ultratumba: El Ritual

I. El Paseo de los Reyes.

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22/08/2021, 16:46
Tak Yagami

La tierra de los sueños me arroja con una brusca patada a la densa jungla que es mi realidad. No suelo recordar lo que sueño a menos que sea vívido hasta un punto extraordinario, como es el caso.

Sé lo que se siente cuando eres la última voz de los desaparecidos, el vengador de los que ya no están aquí. He sentido la en el pasado la presión de conectar un hilo de plata entre un cuerpo muerto y un sospechoso vivo. El detective, el investigador, cuando es consciente de su papel, podría ser considerado una suerte de soldado de Dios. El hombre que reúne las pistas, recompone las piezas desordenadas del puzle y, con algo de suerte, hace Justicia.

Sé lo que se siente, y ahora mismo estoy sintiéndome extraña y vagamente igual que cuando trabajo al margen de una investigación policial en una bola roja.

Un caso que importa.

No guardo recuerdo de las voces que han tratado de prevenirme en el sueño, pero sí de los rostros, de las miradas de las fotografías y del coro enmudecido que desde el mural de mi despacho parece querer advertirme. Intuyo un singular peligro cerniéndose sobre mí, sobre todos en realidad. Lo cierto es que ya estaba en guardia. Deformación profesional. Ayer el alemán, el cojo, desapareció en mitad de la noche dejándose su inventario, sus drogas e incluso la ropa, detalle singular, en la cabaña. Por dejarse, se dejó hasta el bastón. Su noche, estoy seguro, ha debido resultar aún más interesante que la mía. Sumemos a este dato el extraño maniquí respirante que hay en el desván de la cabaña, el cadáver del ciervo que encontramos destripado y ensartado en el tronco de los árboles en mitad del bosque y, en general, todas las intrigantes circunstancias que nos han conducido hasta aquí.

Mis conclusiones preliminares empiezan a cercar de modo amenazante el concepto de «sobrenatural» en torno a nuestra actual situación, algo que lejos de asustarme me está haciendo hundir los pies en el denso lodo de lo ignoto.

Tengo demasiadas preguntas. Y soy consciente de que nadie puede responderlas por ahora.

Buenos días. —saludo al resto del personal mientras doy un copioso trago a mi botella de agua. Tengo la garganta seca. —¿Hay novedad en el puente? ¿Alguno ha avistado a Von Haus? —pregunté mientras sacaba mi cuaderno y apuntaba algunas cosas que no deseaba olvidar.

Notas de juego

Por abrir juego ^^

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23/08/2021, 16:00
Remo Williams
Sólo para el director

Remo dudaba acerca de si la fragmentación de la cabaña correspondía a una de su cabeza. Aquello no podía ser real. De a poco fue pensando en que debía ser un sueño, no podía ser otra cosa. Era delirantemente real, pero no podía serlo.

Su corazón dio un salto cuando vio a Brian. Le gritó, pero no parecía haberlo escuchado. Su amigo hubiese venido a él sin dudarlo. No, aquello era muy extraño. Además, ¿cómo demonios había llegado a Noruega? Porque todavía se encontraba en Noruega, ¿no?

¿Y sus compañeros? El japonés, la chica, los alemanes. No había nadie allí. ¿Nadie?  Los pasos se hacían notar. Remo "supo" que no podía ser ninguno de ellos, y por eso no los llamó. Tampoco Brian. No, aquello era otra cosa. 

Si algo no se consideraba Remo, eso era un cobarde. Pero tampoco era un loco, y comenzó a caminar hacia el lado contrario a las pisadas, primero lento, luego rápido, y finalmente ya corriendo. A algún lugar llegaría, esperaba que a la cabaña, que al menos era un lugar conocido.

Notas de juego

Jefe, sigo "en el sueño", o posteo que se despierta?

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23/08/2021, 16:28
Tak Yagami

Admitámoslo. Este era uno de esos casos. Quiero decir, uno de esos en los que los rostros de las fotografías de los desaparecidos componen un mosaico similar a un coro agonizante a la par que silente. Una forma tan legítima como cualquier otra de enviarme un mensaje sucinto, pero elocuente.

Me están advirtiendo de un peligro desprovisto por el momento de una forma evidente, pero muy presente, cada vez más próximo.

Empiezo a plantearme que esto es un mal sueño cuando reparo en dos singulares datos.

El primero: estoy fumando, exhalando densas vaharadas de vapor por mis fosas nasales como si fuese un dragón, con la mirada entrecerrada, perdida en un horizonte callejero rayado por efecto de las persianas que cubren las ventanas de mi despacho. 

Fumar. Cómo lo echo de menos.

El segundo: el taconeo armónico, sinuoso, que recorre el pasillo rumbo hacia mi despacho me alerta de que se avecina un cliente. Por alguna extraña y fascinante razón, imagino a una femme fatale de manual escapada de una película de ese actor con voz de pato tan admirado por los americanos, H. Bogart, P.I. Lo cierto es que no es una mujer. Ni siquiera sé cómo describirla. Una silueta, sí, pero sin contenido, sin rasgos, solo esencia.

Toma asiento frente a mí. Siento su angustia, su desesperación. En un amago de piedad y empatía, le extiendo un cigarrillo con sabor a fresa ácida y enciendo el mechero. La luz de mi despacho estalla en mil pedazos con un súbito chasquido. Quedo a oscuras con mi enigmático cliente sin forma, sentados ambos frente a frente, mirándonos a los ¿ojos? Solo la llama del encendedor danzando en el aire, iluminando con su quebradizo y frágil aliento mi oficina.

La forma extiende su mano hacia mí, como si quisiese tocarme. De algún modo que no puedo explicar, se detiene, como si estuviese infringiendo toda la legislación penal neoyorquina con su mera presencia. En todo el tiempo que ha permanecido sentada, la figura no ha dicho una sola palabra, y sin embargo sé que algo la sigue hasta aquí, hasta mí.

Activo mi instinto. ¿Alguna vez lo dejo fuera de cobertura? Abro el cajón del escritorio. Extraigo mi revólver. Reviso el cargador y tuerzo el gesto. Las balas no matan los sueños, menos aún las pesadillas. Piso terreno desconocido.

Lanzo una mirada a la puerta de mi despacho, donde el rótulo Yagami Private Eye compone la X que guiará a mi enemigo.

Me pongo en pie y me dirijo a la puerta con paso ágil. Al abrirla, contemplo el bosque en su insondable espesura. 

Es entonces cuando comprendo que estoy perdido... Estoy perdido en mi propio sueño.

Notas de juego

Espero que te valga para continuar ;-)

Muy onírica esta escena, sí.

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23/08/2021, 20:10
Prudence "Prue" Hawkins

No recordaba el tránsito entre la extraña calidez de la cabaña con el exterior. No recordaba ese paso, cómo había llegado hasta el bosque, pero como algo que se vive en el momento o un sueño que no te hace cuestionarte su mera existencia, Prudence caminó por la espesura del bosque con lo puesto.

El agua la calaba hasta los huesos, y sentía todas las texturas del bosque bajo sus pies. Caminaba a duras penas, inclinada, abrazada así misma, mientras pasaba sus dedos por encima de la camiseta mientras sus manos se aferraban a sus brazos y su larga cabellera se pegaba a su espalda. Sentía sus muslos rozarse, fríos y húmedos, pero toda ella estaba mojada, era complicado sentir alguna parte de ella segura, seca o cómoda.

Al oír aquel extraño sonido y las pisadas, se detuvo en seco. Pasó los dedos por su rostro para secarse los párpados, enjugándolos para poder enfocar bien lo que sus ojos iban a ver en ese momento. Sus pupilas se movieron por todo su alrededor, puro verde, mientras su nariz procesaba el olor que ya le resultaba familiar. Buscó los ojos, los párpados que vio, entonces los miró petrificada. Se sentía extraña, no quería estar allí y a la vez, sentía que tenía que ponerle fin a aquella extraña visión, terminar de una vez con aquello y ponerle nombre.

La muerte la miraba a los ojos, y no quería ser engullida ni llevada al mas allá junto a ellos. No era así como tenía que morir, lo sentía de esa manera a pesar de la repulsión.

Por ese motivo no sentía miedo.

Extrañamente... no tenía miedo.

Rainer le había dicho que lo que allí estaba, no podía hacerles daño y quizá tenía razón. Posiblemente la fuerza de sus palabras se filtraron en el corazón de la joven de tal manera, que se sintió fuerte, como para aceptar el regalo. Además, si debía ocurrir algo para tener miedo, era a la muerte. Y o bien, terminaría volviéndose loca lo cual la incapacitaría para pensar mas, o bien ya estaba muerta.

No sabía muy bien lo que debía hacer, pero lo que si no hizo fue echar a correr. Se mantuvo en pie, con la mirada clavada en esos ojos que dolía solo de mirarlos, hasta que agachó la cabeza y clavó una rodilla en el suelo, mostrando su respeto.

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25/08/2021, 01:01
Director

Jadeos de placer. Prue se estremeció entre sus brazos, temblaba ante el roce de sus dedos, gemía cuando él la besaba. Su rostro era de sorpresa y de placer, la recepción de algo nuevo e inesperado, el conocimiento creciente de que había algo más detrás del velo de la carne. Placer, mundano, entre sus piernas, alrededor de sus pechos, sobre su piel. El aroma de las flores, el sudor recorriendo la curvatura de su femineidad, el susurro del arroyuelo, la promesa de placer, y puede que de amor, de Von Haus. El cuerpo de él, fuerte como un toro, con manos de pianista, delicado, sabiendo exactamente que tecla debía tocar, que presión ejercer, en que momento hacerlo, para arrancar a Prue una sinfonía de gemidos.

No culminaría, pensó él con desagrado. Prue estaba entregada a  él, en el Séptimo cielo. No se había percatado de lo que ocurría a su alrededor. Von Haus si y aunque la fuerza irresistible que presentaban los muslos desnudos de Prue le impelían a quedarse y terminar la tarea, algo dentro de él era más fuerte. Su voluntad. Era el momento de correr. La tomó de la mano y le dijo que debían salir de allí.

Él se giró como un velocista experto dispuesto a salir corriendo. Ella no tardaría en comprender. Pero cuando tiró de ella para empezar la carrera sintió que estaba anclado a una fuerza inamovible. Se giró para ver a Prue. En su rostro había extrañeza y decepción. Y ¿Una gota de desafío?

—No terminas, entonces —su voz estaba quebrada y había ira, latente, debajo de esa capa de inocencia.

Algo raro la pasaba. La hierba fresca había empezado a cubrir los pies de la muchacha y trepaba por sus piernas, haciendo germinar hojas, diferentes tipos de flores e incluso trozos de corteza sobre su piel lechosa. El bosque crecía en ella.

—¿Es que no ves que no hay a dónde ir? Solo el bosque y el bosque es su hogar.

La hierba cubrió su sexo, tornándolo áspero, con largas hojas de bordes afilados. Su vientre se convirtió en un pequeño manto de margaritas. Sus senos, hasta ahora tan apetecibles, engendraron dos colinas verdosas. La plaga no se detuvo ahí. Pronto Prue era un rostro humano enclaustrado dentro de un vergel, hermoso y radiante, con forma humana. Él se liberó de su mano por temor a que la contaminación verde pudiera saltar de ella a él a través del contacto.

—Puedo volver a ser ella. Puedo ser lo que tú quieras. Tu cuerpo ahora es fuerte, también lo es tu alma. Seré tuya. Una y otra vez. Siempre será la primera vez. Siempre serás el maestro. Quédate conmigo. Para siempre.

Y siempre tenía una connotación peligrosa porque hasta ese momento de su vida Von Haus nunca había comprendido un concepto que se extendía hasta la eternidad. Ahora, mirando aquellos ojos claros que pronto se tornarían rosas, atisbó ligeramente el significado real de esa palabra. Todo el peso que escondía un simple vocablo que designaba un concepto como la eternidad. Y eso hizo encogerse su alma.

Tras la escena, el ser enorme que hacía tambalear los formidables pinos se había detenido, aún oculto. Aguardando.

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25/08/2021, 01:03
Director

 

Las runas no tenían respuestas para Rainer. Tampoco el bosque, frondoso y eterno, extendido a un lado y a otro, sin límites ni control. El vergel era escenario de su propia obra. Ella si parecía tener respuestas. Subió sin pensarlo por la escalera en espiral. Ascendió por el aire, subiendo por encima de sus troncos, llegando hasta sus copas, pisando el último escalón para encontrarse bajo tierra. Hundido en una caverna de cuyo techo de tierra pendían cientos de raíces, retorcidas y siniestras que se movían como serpientes atrapadas. El corazón del bosque.

Había un trono. Estaba hecho con ramas, retorcidas sobre si mismas conformaban un trono burdo pero poderoso. Rainer se detuvo, jadeante, cuando la mujer ciervo se sentó, ocupando su lugar en la creación. Ella no había tratado de escapar, comprendió. Le había guiado hasta allí.

—¿Eres acaso hombre digno para efectuar una petición?

Su voz era vieja como la tierra. La cabeza de animal no hablaba, sus ojos proyectaban sus palabras dentro de la cabeza de Rainer, dotándolas de fuerza y de una presencia casi física.

—Corres, buscas. Nunca encuentras. Mis dominios esconden muchos secretos, entre ellos, el tuyo. ¿Hasta dónde estarías dispuesto a llegar por aquello que quieres saber? ¿Cuál es tu límite?

El lugar se había oscurecido levemente. Las paredes de la caverna habían sido engullidas por las sombras, igual que el techo, donde ya solo podía ver las siluetas danzantes de las raíces, ahora colgadas como fantasmas en mitad de la oscuridad.

—Puedo dártela, entregártela. Para siempre. A ella. Lo que desees. Pero yo solo otorgo a los que me sirven. Póstrate ante mí, reconoce mi lugar dentro de tu corazón y ella volverá a ti. Póstrate.

 

 

Notas de juego

Estás maldito. Una habilidad de 90 y sacas 95. Como dices, la persuasión con números no es útil aquí, solo la palabra.

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25/08/2021, 01:03
Director

Remo no era precisamente un profesor de filosofía. Era un hombre de acción. No tenía una colección de diplomas colgando de la pared. Su escuela había sido el duro asfalto y los bares de carretera. Y había un dicho por esos lares, si es más grande que tú, lo mejor es correr. Remo empezó su retirada con pasos cortos, sin hacer movimientos bruscos, queriendo quizás evitar ser detectado. Aceleró el paso, manteniendo la distancia con el ruido, cada vez más cerca.

Echó a correr en cuanto la oportunidad se dejó ver. No miró atrás. El bosque se desató tras él. Escuchó las gruesas cortezas al quebrarse, el zarandeo de las copas de los árboles, y las pisadas; poderosos disparos de pistones que hacían temblar el suelo. Remo se golpeó con las ramas en su furioso avance. No miraba por donde corría. El motor de sus músculos echaba fuego y humo negro, corría todo lo rápido que era capaz, haciendo bombear su corazón, forzando la maquinaria.

Pensó en la cabaña y, por alguna extraña casualidad, la cabaña apareció en la distancia. Pudo trotar en lugar de correr ya que el ruido a sus espaldas había desaparecido. Igual que habían llegado, las pisadas se habían marchado.

Jadeando, se acercó al refugio. Esta vez estaba de una pieza. Aún le faltaba varios metros para alcanzar la construcción de madera vieja cuando vio la figura de Tak recortada contra la puerta. Estaba fumando tranquilamente cuando, en un parpadeo, algo le agarró del pecho, lo alzó por los aires y lo arrojó contra el bosque. El cuerpo de Tak voló, perdiéndose en la espesura.

Remo fue incapaz de ver que había alcanzado a Tak. Volvió a escuchar las pisadas, pero esta vez no se dirigían hacia él, sino hacia el lugar donde se había perdido el oriental. Con todo lujo de detalles pudo ver como una hilera de árboles, robles regios de más de quince metros de altura, temblaban y eran agitados por el paso de esa enorme criatura que ahora perseguía a su compañero. O, al menos, a su versión onírica.

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25/08/2021, 01:04
Director

El sueño de Tak crecía según sus designios. Allí tenía cierto control, al menos de momento. Su despacho, el tabaco, su arma, los pasos de su cliente. El bosque había quedado opacado por sus propios pensamientos. Una vida más sencilla, quizás antes de conocer a Nue, cuando jugaba a los detectives con una baraja sin trucar y no como ahora, con una carta marcada que le soplaba en la oreja las jugadas de los demás. Al menos, si hacía las preguntas adecuadas.

Debió hacer caso. Los rostros aullantes, y silentes, de las fotos, poseían una expresión de terror y de premura. Era un aviso. Nue, en la distancia, había pretendido que le siguiera. Pero la comunicación tenía sus normas y no podía ser tan claro. Quizás por eso en su encuentro en la buhardilla de la cabaña le había tendido la mano. Quizás había previsto que aquello ocurriría. El bosque poseía su forma de abrirse camino y algunas tierras eran más fértiles que otras. Tak no era de los fértiles, pero tampoco era piedra.

Cuando se asomó a la puerta de su despacho, el bosque lo saludó. Y todo se derrumbó. Fue un instante. Algo penetró en su pecho. Tres afilados cuchillos que se clavaron en su piel. El dolor entonces apenas era una sensación ligera. Cuando los afilados objetos se cerraron sobre su carne, entendió entonces que era una mano de tres dedos, o una garra. El dolor subió a un nivel nunca antes disfrutado. Y él también. Su cuerpo fue elevado como si su carne y sus huesos estuvieran hechos de plumas y aire. Aquella cosa lo soltó con un latigazo, arrojándolo contra los árboles. Buscando, sin duda, su muerte.*

Tak se encontró dolorido, su pierna derecha retorcida, magulladuras y molestias por todo el cuerpo. Cuando intentó ponerse en pie se dio de bruces contra el suelo, su pierna derecha no pudo soportar el peso. La nariz le sangraba y el dedo meñique estaba doblado en el ángulo equivocado. El mundo giraba a su alrededor como un diablo de carreras. Y además, había perdido su sombrero. La triple herida de su pecho sangraba con profusión pero ni siquiera esas laceraciones eran tan acuciantes como lo que las fotos, y Nue, habían tratado de adverirle.

Las pisadas, hasta ahora silenciadas por el poder del bosque, se hicieron nítidas. Un sonido grave, de algo enorme golpeando el suelo, acercándose. Lo que le había herido en el pecho y lanzado por los aires se estaba acercando. Y era grande.

 

 

Notas de juego

*Tu tirada de Voluntad falló, por eso un ataque tan inesperado y tan contundente contra ti.  Pero bueno, es un sueño.

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25/08/2021, 01:04
Director

Rainer había llenado su cabeza de pájaros, o de verdades. No sentía miedo. Puede que el bosque fuese en verdad su segundo hogar y que ante ella se alzaba el guardián del reino verde, su protector. O puede que todo aquello que debería de temer allí estuviera hábilmente oculto a sus ojos, para engañarla y hacerle creer a salvo cuando en verdad estaba cada vez más dentro del interior de la bestia. Pero ¿Qué sentido tendría? La bestia, cualquier bestia, podía devorarla cuando quisiera. Solo era una joven cualquiera, algo rebelde, y perdida como todas las chicas de su edad. Nada fuera de lo común. ¿Verdad?

Una vez había sobrevivido a un horror sin nombre. Y desde entonces todo había adquirido un cariz diferente. No, el mundo no. Ella había cambiado. Se había hecho adulta. Había madurado, mirado a los ojos de la muerte y salido victoriosa. Y algo más que se le escapaba.

De entre sus opciones Prue decidió la que mejor se le antojaba. En su deducción, era la respuesta acertada. Clavó su rodilla desnuda en el suelo, el aroma a tierra mojada llenó sus fosas nasales. La criatura se detuvo en su enormidad. Sus ojos, radiantes, dos soles tan llenos de vida como de muerte, estaban posados en los de ella. Cuanto más los miraba ella, menos le costaba mantener la mirada.  Se estaba adaptando.

—Mía…por un pedazo tuyo, mi mundo será tuyo, para siempre.

La voz, inhumana, sonaba como un montón de hojas secas dentro de su cabeza.

Sintió que caía, no hacia una abismo, sino hacia una cama de pétalos. Dejó de tener frío, sus inquietudes se disiparon. Ahora sentía su abrazo, su protección. Estaba a salvo. Lo único que ensombrenció esa sensación de victoria, y paz, fue pensar que quizás había vendido algo demasiado valioso a un precio bajo.

Y la pesadilla se convirtió en un sueño.

Notas de juego

Tu siguiente turno, aparte de tus impresiones si así lo deseas, debe ser un sueño feliz de Prue. Y nada más. Yo me encargaré de narrar el despertar ;-)

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25/08/2021, 08:59
Tak Yagami

Notas de juego

Según leía, algo me ha indicado que había fallado la tirada. Llámalo intuición xDDD

Espero poder postearte esta tarde ;-)

Extra: Lo del zarpazo triple, el meñique roto y el vuelo sin motor te lo perdono... Pero lo del sombrero... Ay, el sombreroooo...

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25/08/2021, 16:37
Rainer Maria Holtzmann
Sólo para el director

Se dejó sumergir en la caverna celestial a la que le llevó su subida por la escalera de espiral. El cielo se convirtió en suelo y el suelo en una profunda cueva coronada por raíces móviles. Arriba era abajo y abajo era arriba. Todo se había dado vuelta.

Escuchó la telepática voz de la mujer ciervo, embebido en sus palabras. Él quería saber. Había ido hasta allí para saber y ella ahora lo tentaba. Sentía la tentación idólatra que ella le solicitaba. Sintió temor por primera vez. Temor de dar un paso en falso. Temor de caer en una tentación equivocada.

El deseo de saber, en las distintas historias míticas y religiosas, había sido siempre fuente de problemas, origen de males sin fin. Adán y Eva habían comido del árbol de la ciencia, del árbol del conocimiento: y su pecado era pagado por toda la raza humana. Rainer comprendió el pecado de Adán y Eva, entendió su sometimiento a la serpiente. Querían saber. Y él también quería saber. ¿Cuál era su límite?, le preguntaba la mujer ciervo desde sus ojos.

Rainer deseaba, pero desconfiaba. No podía olvidar quién era la serpiente: Satanás, el padre de la mentira. ¿Habían sabido realmente Adán y Eva? No. Sólo habían conocido su desnudez, su fragilidad, tras comer del fruto prohibido. ¿Le estaba haciendo la mujer ciervo falsas promesas? ¿Pero acaso iba a dar vuelta atrás sin intentar encontrar respuestas, ahora que alguien se las ofrecía?

¿Quién eres? ¿Dónde está ella?

Todavía preguntaba, sin atreverse a postrarse ante aquella figura. Pero entonces recapacitó. Quizá debía sacrificarse, entregarse a su perdición para así lograr encontrarse con ella. O felix culpa!, decía la plegaria pascual acerca del pecado original, ¡Oh feliz culpa, que mereció tener tan gran redentor! Y bien que se amoldaba a su caso aquel himno: ¡Oh feliz su caída, feliz su desgracia idólatra, si de ella obtenía la redención para Bianka y el conocimiento!

Rainer se postró ante la mujer ciervo.

¿Dónde está ella? ¿Dónde está el alma del mundo? Entrégame ese conocimiento. Dame las respuestas que anhelo.

Notas de juego

Absolutamente maldito con las tiradas de antropología/teología. Todas las que he hecho han sido fracasos XD

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25/08/2021, 20:36
Remo Williams

Remo siempre había sido de los que creían en lo que podían ver y tocar. Era un tipo práctico. Tampoco es que se lo había pensado mucho y si entraba en una iglesia se santiguaba porque era lo que había que hacer, pero no sabía lo que era la fe. Se reía con ganas del tarot, la astrología y las historias del más allá.

Hasta que pasó lo de Brian.

En aquel momento se permitió dudar. Aquello de la carretera, la niebla y la desaparición de su amigo había sacudido hasta los cimientos su sistema de creencias. Que tampoco es que fuera una torre de hormigón armado, pero mal que mal lo dejaba aceptar la realidad como la recibía.

Ahora ya no era así. El episodio de Brian lo hizo viajar hasta la maldita Noruega, donde no sólo no había encontrado ni una mísera respuesta, sino que cada vez tenía más preguntas. La primera había sido dónde estaba el condenado hombre que lo había convocado. Aquella pregunta lo enojaba, pero después la cosa se había vuelto "viscosa". El muñeco que respiraba era algo que pertenecía a historias a las que nunca había dado crédito, y ahora este sueño tan real seguramente era producto de aquel shock.

Desde luego que Remo no había hecho toda la correlación racional y filosófica. Él traducía todo aquello en algo así como "estoy metido hasta el cuello en la maldita mierda sobrenatural y ahora no sé como salir". O algo así.

Pues allí donde fueres, haz lo que vieres, decía el refrán, y aprovechando que estaba en un sueño, decidió ir a ayudar al japonés, que tal vez si lo hacía podía despertar de una maldita vez encontrar a todos desayunando, sin desapariciones misteriosas, sin muñecos que respiran y con el anfitrión contándoles por qué los había hecho viajar hasta el otro lado del mundo.

Así que sin pensarselo demasiado, corrió hacia la zona donde suponía había aterrizado el oriental, para ver si se encontraba con algo con más sentido, como miss Noruega 1981.

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26/08/2021, 11:04
Prudence "Prue" Hawkins

Las palabras del gigante extraño y hediondo, que no era claramente de este mundo, calaron hondo en su interior. Con la mirada a lo que ella creía que era sus pies, subió sus enormes ojos verdes hacia arriba para volver a mirar directamente al abismo.

Su mundo será mío... para siempre...

Prue no supo hasta qué punto esas palabras tenían poder. Si ella valía la pena, si ella podía hacer algo para ayudarse así misma, a los que estaban allí o incluso para el mas allá. No dejaba de pensar en sus padres ¿Qué habrían hecho ellos? Por responder a sus preguntas, por volver a encontrarse con ella... ¿Habrían huido o se habrían enfrentado a todos esos miedos como Prue? Entregándose incluso, sin saber qué daba a cambio...

La siguiente sucesión de imágenes en su mente era distinta al bosque. Al miedo, la sed o el hambre.

Ya no estaba en camiseta, casi desnuda, mojada y perdida. Estaba en casa. Seca, limpia, y se levantaba de su cama llena de energías. ¿Por qué estaba en casa? Bueno... en los sueños casi nunca uno es consciente de que sueña, y ante una sensación tan buena ¿Para qué hacerse preguntas?

Se levantó, vistiéndose con sus ropas mas bonitas y cañeras. Desayunó junto a su abuela, con la cual echó un rato de risas, y fue al centro comercial a reunirse con sus amigas. Quizá era sábado, porque no fue al instituto y a nadie le importó ese pequeño detalle. Coqueteó con todos los chicos que se cruzaban por allí, jóvenes y atléticos. También con los mas macarras, los que fumaban y tenían pintas punkys, con los cuales lució esa labia innata que tenía, a veces dulce, a veces ácida.

Pero en ese momento, ella era libre, y elegía todo el tiempo, haciendo lo que quería hacer, y yendo a dónde quería ir. Sin cuestiones, sin presiones, sin normas. A nadie le parecía mal su actitud. Nadie cuestionaba sus acciones.

Echó todo el día en el centro comercial. Se divirtió pasando el día de compras y ocio. Ropa, maquillaje, música, amigas... No podía ser más feliz.

Notas de juego

Perfecto :D

Madre mía... He hecho un pacto con el diablo XD

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26/08/2021, 17:13
Tak Yagami

Mala jugada, Tabo. Muy mala jugada.

Tener un confidente mudo es problemático, pero puede resultar fatal cuando un asesino sobrenatural acecha tu despacho profesional.

Trago sangre. Evalúo daños:

a) Caja torácica abierta por tres zarpas que de un modo vago e impreciso me recuerdan a las de un animal salvaje. Mierda.

b) Pierna derecha inútil. No descarto fractura. No puede soportar mi peso. La huida queda descartada. Mierda.

c) Taladros en las sienes. Escucho el claxon de cien coches sumergidos en un atasco en la interestatal. Posible conmoción cerebral. Mieeeerda.

d) Revólver. Aún a mano. Listo para el último baile. Jamás imaginé que mi primer disparo fuese la última vez, pero me obligo a ser positivo. Esperanza.

Agarro el arma y me pregunto: ¿Pero qué coño...? ¡Si yo uso una automática!

Mierda.

Reparo en el meñique torcido. ¿De verdad es mío? ¿Quién me ha pintado una carita sonriente en la yema del dedo?

Doble mierda.

Voy a morir. Es una intuición preclara. Un pasajero y efímero estado interior de lucidez, de nirvana. Voy a palmarla en este puto bosque y me va a liquidar una cosa que no tiene forma, pero que está armada hasta los dientes con garras de león y aplasta la tierra con la fuerza de un titán.

Joder, es una muerte cojonuda para un bicho raro como yo, obsesionado toda mi infancia y mi vida adulta con el Más Allá y mi extraño don para comunicarme con los fantasmas. Debería estar acojonado, simple y llanamente acojonado. Y aunque lo estoy, de algún modo estoy aliviado porque por fin voy a responderme la Gran Pregunta: ¿Qué hay al Otro Lado? ¿Termina la partida aquí? ¿Hay opción de protagonizar un Nuevo Juego?

Y ahí, tumbado bocarriba, desangrándome como un cerdo y apuntando a la oscuridad con un meñique combado y sonriente con tinta negra, yazco luchando por respirar una vez más, esperando al Hombre del Saco. No voy a fingir. No tengo ni una sola posibilidad. Pero voy a pegarle un tiro en la cara. Un tiro que llevará mi nombre.

Extraigo con un dolor lacerante rasgando mi costado mi cajetilla de cigarrillos. Lucky Strike. Solo uno más, me digo. Uno más para el camino. Ya viene. Ya le oigo llegar hasta mí. Saco el encendedor y me doy fuego. No entiendo nada. Sabe a fresa ácida. Doy una larga calada dejando caer el brazo del encendedor. Pesa demasiado. Y ahí, desmadejado como un maniquí roto, postrado sobre la hojarasca y la hierba regada por la lluvia, fumando un cigarrillo con sabor a piruleta y a escasos segundos de un fatal desenlace, me doy cuenta de solo hay una cosa que me molesta en este jodido plano de consciencia.

¿¡Dónde está mi maldito sombrero!?

Notas de juego

Ambos sabemos que disparar no va a hacer nada, pero llegado el caso de palmar en el plano onírico, uno tiene que dar lo mejor de sí ;-D

¡Quedo expectante de tu respuesta, amigo Rag! ^^

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27/08/2021, 15:13
Albert Von Haus

El ver que no podía moverme o más bien que algo me tenía anclado a aquella pequeña isla en el arroyuelo, me hizo girarme para ver con espanto como Prue era absorvida por el bosque en vida. Porque esa era la mejor definición que se me ocurría en aquel momento. Hacía unos instantes, era una hermosa joven, con un cuerpo prácticamente virgen, que disfrutaba de la vida y del placer que mi cuerpo y mi sabiduría le daba. Y ahora...

Ahora no dejaba de ser algo hermoso, pero sin lugar a dudas no era Prue, era otra cosa. Su cuerpo y su piel, se habían fundido con el suelo de la pequeña isla y podía sentir como algo nos observaba tras la espesura de los árboles. Oía a Prue hablar, mientras su cuerpo, tan perfecto, se esfumaba bajo flores y corteza formando una hermosa composición y quedando en sinfonía con el lugar.

- Pgrue, vuelve... podgremos huïr. - Le dije convencido de ello. - Ël vive en el biosque piegro el biosque tiene fin.

Pero la petición de Prue se me antojaba extraña. Aquello sonaba a trueque. Lo que fuese controlaba a Prue y me la ofrecía a cambio de quedarme allí, para siempre. Pero eso era mucho tiempo. - ¿Y tiendgremos que vivir siempgre en este pequeño islote y no piodegr igr al biosque y disfgrtutagr de ël? ¿De sus magravillas? ¿No podgremos tienegr un hogagr e hijos sianos y felices cogrriendo sin peliggrro pogr miedo a ël? - Le pregunté a Prue o lo que quedaba de ella.

Era consciente de que hablaba con aquel ser, porque Prue dejó de ser ella desde el principio. - Podgría quedagrme, piagra siempgre... - Dije al fin, jugándomela en aquella mentira. - Si supiese tres cosas: que podgríamos segr felices en el biosque sin segr molestados pogr él, ni nosotgros ni nuestgros descendientes... que me amagrías hasta el final de mis días y la tegrcegra, vegrle a ël o sabegr lo que es. - Y miré hacia el bosque, hacia donde se ocultaba a la espera de que saliese.

¿Tenía miedo? Por supuesto. No conocía el alcance del poder de aquella criatura, pero lo que me estaba ofreciendo sonaba a un coma eterno, a un sueño sin fin junto a Prue y una felicidad falsa, con una vida falsa, mientras mi cuerpo, el real, permanecía en aquel lugar inerte y casi carente de vida. Como si me encontrase en coma hasta que la muerte, si es que llegaba, acabase arrastrándome con ella.

No había dolor, podía correr de nuevo. No necesitaba drogas y seguramente si deseaba tomarlas se me concederían en ese mundo. Todo por retenerme allí, lo que no entendía era el motivo. ¿Qué sacaba de un cuerpo inerte? ¿Más poder? ¿Energía quizás? ¿O mi alma inmortal aferrada y atrapada en su mundo? Todo era tentador, pero sabía a lo que había ido y no era a quedarme allí, muerto en vida.

Tenía clara una cosa. Solo una en mi mente: en cuanto obtuvise mis respuestas, correría, correría lejos de allí, todo lo rápido que pudiese y buscaría la manera de despertar. Porque la única manera de que es inocente Prue se entregase así a mí, de que mi pierna estuviese sana y que yo pareciese tener la vitalidad de hace más de veinte años, era porque todo aquello, no era más que un sueño, un sueño del que debía encontrar la manera de salir y despertar.

Pero primero, quería mis respuestas.

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28/08/2021, 01:37
Director

La historia y la literatura estaban repletas de pecadores ilustres. Aventureros que, llevados por las fiebres del amor o el delirio de la curiosidad, se habían adentrado en tenebrosos reinos de los que luego no habían podido escapar. Satanás era conocido también como Lucifer, el que otorga la luz. Donde muchos veían pecado y pena, el exilio del Paraíso, otros veían conocimiento, orgullo. El hombre ganaba su principio de determinación, renegando de su Padre. Fausto, Dorian Gray, Sir Lancelot. Pecadores, curiosos, prisioneros de sus pasiones y de sus inquietudes. Rainer se unió a la larga lista. Se adentró en lo desconocido. La ruleta empezó a dar vueltas.

Nada más postrarse ante la mujer algo dentro de él supo que se había equivocado. El ambiente empezó a cargarse de un aroma a tierra de cementerio, la oscuridad lo rodeó igual que una marea negra infestada de tiburones. Rainer buscaba una puerta. Sabía que algunas puertas eran complicadas de abrir y que otras no podían cerrarse una vez abiertas. En este caso él había abierto SU puerta. Y lo que entró dentro de él no era como la mujer ciervo que había visto; fértil, pura, llena de vida. Lo que entró dentro de su cabeza estaba muerto, casi olvidado, y ardía mediante la llama del desprecio, la rabia y la ira.

Algo lo tomó por los brazos. Dos garras fuertes que se clavaron en su carne. Le alzó del suelo. Ahora solo había oscuridad. La mujer había desaparecido. Su cuerpo voluptuoso, la cabeza de ciervo, todo había sido una mentira. Salvo la cornamenta, ahora más grande y siniestra, como un árbol para ahorcados de piel desnuda. Y dos ojos. No había pupilas en ellos, solo un naranja tan intenso que mirarlo directamente dolía. Era como mirar al sol. El secreto del cosmos, consumiéndose, devorándose a sí mismo. Sin fin, girando en una rueda que no se detenía.

Sintió miedo y repulsión, asco. También deseo y atracción. Olvidó su búsqueda personal. Dentro de su cabeza solo había cabida para un nombre que se repetía una y otra vez.

—Di mi nombre.

La voz, dentro de su cabeza, sonó como un arañazo sobre un encerado. Rainer repitió el nombre, una y otra vez, mientras su voluntad flaqueaba a cada sílaba que pronunciaba. Ahora ya formaba parte de su iglesia.

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28/08/2021, 01:38
Director

Remo corría, pero ya no sabía hacia donde correr. El bosque parecía cerrarse a su alrededor, como un elemento vivo. No quería que encontrase a Tak. Eso no lo quería. Remo era un hombre obstinado. Sin saber muy bien a donde ir, no dejó de moverse. Escuchaba al gigante moverse aquí y allá, muy cerca. Parecía encontrarse en todos lados. Si al menos supiera hacia donde correr.

Un elemento atípico en el bosque atrajo su mirada. Era el sombrero de Tak. Remó corrió hacia él, lo tomó entre las manos y más allá vio un reguero de ramas rotas. Al fondo, Tak. Tenía una pierna en muy mal estado, sangre en el rostro y el pecho. Remo salió de entre los árboles. La cosa estaba cerca. Tak lo apuntó con un revolver. Durante unos momentos Remo pensó que iba a disparar, que no le había reconocido. El oriental bajó el arma.

Remo no perdió el tiempo. Tomó a Tak por uno de sus brazos y lo puso en pie. Tendría que ayudarle a caminar. Se movieron. No había un rumbo para seguir. Se adentraron en el bosque huyendo de las pisadas. Para entonces resonaban por todos lados y el bosque parecía estremecerse en su totalidad. Temblaba, como ellos, de pavor.

Lo sentían detrás, tan cerca que pudieron oler su aliento a cadáveres. Remo hacia todos sus esfuerzos por mover a Tak. Ambos sabían que no lo conseguirían. Los cazaría, a los dos.

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28/08/2021, 01:39
Director

No había muchas opciones. El sonido de aquello que lo acechaba era cada vez más nítido. Sus pisadas se escuchaban más y más cerca. Si debía enfrentar la muerte, lo haría a su manera. Encendió el cigarro, el sabor no era el esperado pero tampoco le desagradó. Tomó el revólver, una pieza pesada. En todas las películas de detectives que había visto los protagonistas siempre usaban un arma de seis tiros. La automática era más práctica y ligera, por eso la había elegido en el mundo real. Pero allí ¿Qué más daba? Al menos enfrentaría a la muerte con algo de estilo

Algo se movió en la espesura. Cuando salió de entre los árboles, Tak lo encañonó. Era feo, peludo y sudaba mucho. Tenía una expresión de desconcierto en el rostro y una gran fatiga a sus espaldas. A su vez, parecía incansable. Le costó reconocer a Remo. Por poco le voló la tapa de los sesos. Bajó el arma. Parecía que había ganado una opción más.

Remo no perdió el tiempo. Tomó a Tak por uno de sus brazos y lo puso en pie. Tendría que ayudarle a caminar. Se movieron. No había un rumbo para seguir. Se adentraron en el bosque huyendo de las pisadas. Para entonces resonaban por todos lados y el bosque parecía estremecerse en su totalidad. Temblaba, como ellos, de pavor.

Lo sentían detrás, tan cerca que pudieron oler su aliento a cadáveres. Remo hacia todos sus esfuerzos por mover a Tak. Ambos sabían que no lo conseguirían. Los cazaría, a los dos.

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28/08/2021, 01:39
Director

—La felicidad es ambrosía caduca, una mentira del hombre para continuar caminando por el erial sin significado de su vida —dijo Prue, su lengua era ahora un apéndice lleno de espinas que salía de su boca como una sinuosa serpiente —. Tus hijos nacerán muertos, como muertos están tus progenitores. El amor es un engaño de vuestros sentidos. Solo yo soy real.

Supo que iba a salir del bosque. Los árboles se combaron hacia los lados y una enorme figura emergió. Von Haus lanzó una última mirada de lástima a “Prue”. Ya no quedaba nada de su lozanía, de su invitación al pecado o su mirada traviesa. Era parte del bosque, desde el principio había sido de aquella manera.

Von Haus pudo lanzar una mirada a la criatura que surgió de entre los árboles. Eligió correr. Su instinto de supervivencia, aquel que le animaba cada mañana a cargarse de drogas y cada noche a emborracharse, le obligó a ello. Dejó el arroyó mientras sus fuertes piernas le adentraron en la parte del bosque en la que había tonteado con Prue. La criatura lo siguió de cerca. Escuchó su chapoteo y luego como su áspera piel raspaba las cortezas de los árboles. No era rápido, lo sentía pesado, torpe, pero su tamaño lo convertía en un perseguidor a temer. No había que ser un gran matemático para saber que era cuestión de tiempo que aquella criatura lo atraparía. Aún con toda la vitalidad de su cuerpo.

Saltó por encima de un tronco volcado, se deslizó entre unas ramas bajas. Las pisadas, a su espalda, era como campanadas en una marcha fúnebre. No escuchó gruñidos o jadeos a su espalda, solo silencio y el bosque, estremeciéndose. Sintió una punzada de dolor en su pierna. Ahí iba otra vez. El peso de los años, el mal dormir y el buen beber volvieron a cebarse en él. Percibió como su reencontrada vitalidad desaparecía. Ya no se sentía esbelto correteando por el bosque, sino un hombre mayor, cansado, que no tenía a donde ir.

Justo cuando empezaba a cojear, despertó.

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28/08/2021, 01:40
Director

La pierna le dolía como si la hubiera metido en un triturador de basura. Von Haus se encontraba fuera la casa, desnudo en su totalidad. El sol de la mañana lo cegó durante unos momentos. Todo su cuerpo estaba cubierto de barro seco y pequeñas heridas, como si estuviera estado corriendo por el bosque a ciegas durante toda la noche. Se sentía extenuado y de mal humor, aterido por el frío. La boca seca. Desconcertado, desorientado.

Dejó de mirar al sol directamente. La cabaña asomaba por entre las ramas de los árboles. Con un paso más torpe que de costumbre caminó hacia ella. Cada paso era una punzada de dolor que nacía en la planta del pie, ascendía por su pierna, recorría su columna y moría en su nuca. Un latigazo de dolor tras otro. Se apoyó en los árboles. Creyó ver, en la distancia, sus calzoncillos, sucios y llenos de tierra y barro. Se cambiaría dentro, pensó. Tenía ropa limpia. Y algo de beber.

 

La puerta de la cabaña estaba abierta. El suelo de la entrada estaba cubierto de hojas, tierra y humedad, signo de que había permanecido abierta durante toda la noche. Von Haus miró a su alrededor. Remo estaba despierto. O eso pensó al principio. El rudo camionero se encontraba con los ojos bien abiertos. Estaba apoyado contra la pared y parecía mirar al infinito. Von Haus le habló pero no encontró respuesta. Tuvo que acercarse a él y zarandearle para encontrar una respuesta. El hechizo que prendía a Remo se quebró, su mirada se centró en lo que podía ver.

Remo también estaba desconcertado, desubicado. Recordaba que el agotamiento le había vencido la noche anterior. Le dolía la espalda por la mala postura y tenía una sensación extraña. Miedo, puro y duro, royendo su dura sesera, penetrando donde nadie antes había logrado llegar hasta él. Más tarde sus compañeros le indicaron que tenía dos mechones blancos de pelo. La noche anterior no los tenía.

Remo se recuperó a su mismo, aunque durante unos minutos estuvo mirando hacia atrás, a su espalda, como si buscase un perseguidor imaginario. Y al bosque, el cual le daba inquietud. Se preocupó sobretodo por Tak. Su instinto le decía que algo había ido mal con el oriental. Además, se dio cuenta ahora, tenía el sombrero del detective entre sus manos.

Tak había logrado meterse en el saco de dormir. Su rostro no era especialmente plácido. Intentaron despertarle pero su sueño era tan profundo que no lo lograron. Mientras Von Haus se ponía algo de ropa limpia, la mañana era fría, Remo zarandeó a Tak. Había en Remo una insistencia desesperada, como si supiera que algo rondaba al durmiente.

Tak salió del mundo de los sueños igual que una persona que estuviera ahogándose para finalmente llegar a una orilla. Boqueó, un sudor frío recorrió su frente. Lo primero que sintió, aparte de la extrañeza de encontrarse bajo techo y no en el bosque, fue el dolor en el pecho. Abrió el saco para descubrir que su camisa estaba manchada de sangre. Tenía tres feas heridas en el torso, no muy profundas, pero sí muy dolorosas. Podía caminar, se contó todos los dedos. Estaban en su sitio. Pero el dolor de su pecho, eso era real. El saco de dormir estaba manchado por dentro, de sudor y sangre. Curiosamente, el saco no tenía ninguna raja que indicase que algo lo hubiera traspasado para herir a Tak.

Prue fue la única que había aprovechado sus horas de sueño. Se despertó totalmente reparada, llena de vitalidad, a pesar de haber dormido sobre el suelo desnudo. Sus mejillas tenían color. Su cabello, que debería estar sucio después de la caminata bajo la lluvia de la noche anterior, se encontraba alisado, como si hubiera dedicado algo de tiempo a peinárselo. Estaba radiante, como una joven diosa en mitad de una leyenda. Sin embargo, lo que atrajo la atención de todos fue la extraña marca que había aparecido en su frente. Era una runa, pero no como la que habían visto grabada en los árboles. Poseía más ramificaciones y era más compleja. Lo que expresaba no era una simple palabra, sino un concepto. A la vista, parecía un tatuaje. Más detenidamente, la marca se encontraba sobre la piel, como si algo lo hubiera grabado con un pirógrafo. Todos coincidieron que, a pesar de lo extraño, la runa encajaba perfectamente con la armonía del rostro de Prue, igual que si siempre hubiera estado ahí. No debilitaba su belleza, al contrario, la magnificaba.

El último en aparecer fue Rainer. Lo encontraron en la buhardilla. Estaba desnudo totalmente, cubierto de suciedad, sobre un charco de sus propios orines,  abrazado a sus piernas, postrado frente al ídolo que respiraba, repitiendo una y otra vez un nombre que daba escalofríos. Curiosamente, a pesar de que Rainer repitió el nombre hasta que su boca se quedó seca, ninguno lo recordaría más tarde.

Rainer presentaba un aspecto lamentable. El pelo revuelto, babilla cayendo por la comisura de sus labios. Su mirada asustaba; tenía los ojos inyectados en sangre y una expresión ida. Su voz era un lamento, un gemido que les heló la sangre, pues nacía de lo más hondo de su ser. Tardaron unos minutos en serenarle y otros tantos en recordarle donde estaba. No logró calmarse del todo. Una vez lograron que se vistiera, recuperó un poco la dignidad, aunque el porte sereno y firme del día anterior se había esfumado. El Rainer de ahora parecía un soldado que hubiera vuelto de la guerra del Vietnam, con su buena dosis de estrés post-traumático y un montón de dramas sin resolver que terminarían por devorarlo dentro.

 

La tormenta había amainado. El sol anaranjado se filtraba entre las ramas de los árboles sin llegar a calentar el suelo. El bosque estaba en calma, sereno. Olía a humedad. Resultaba agradable. Un aroma de la infancia. Había nubes en el cielo pero todo indicaba que gozarían de un clima más que bueno, dada la zona y las circunstancias. Habían pasado su primera noche en el bosque.

Notas de juego

Salvo Prue, todos seguís igual cansados que la noche anterior. Von Haus más, de hecho.