Partida Rol por web

El viejo pozo de las milaguas siempre había sido el centro de atenciones de Bala Dorada, un ir y venir de vecinos, un compañero de juegos de los más pequeños, siempre lo había sido, hasta que se secó. 

Wyatt veía en el una historia que ser retratada, Susie un escondite perfecto para sus licores más selectos, aquellos cuya existencia valía más que la del hombre que podía llegar a ser arrojado contra ellos de estar en mostrador del Saloon.

Pero la dichosa casualidad se empeñaba en hacer a la camarera constante modelo de las fotografías del lavandero. Hasta que un fogonazo inmortalizó su primera mirada enamorada.

Hola, amor mío :D Menuda sorpresa... 

Hora, u horas más tarde de aquél incidente del que habían sido todos, lamentablemente, testigos, Stolesouls llegó tambaleante a la fuente. Quizás buscando huir de todo, quizás aun demente y errando sin rumbo, quizás buscando un refugio, o, quizás buscando alguien capaz de escucharlo y entenderlo como siempre habían hecho, con aquellas largas conversaciones entre amigos. Secretos. Entre confidentes. Y sí eran algo más jamás, ninguno lo había dicho al otro aún. ¿Miedo? ¿Inseguridad? Hasta los más sabios y adultos lo padecían cuando se trataba de someterse al riego de abrir el alma y apostarla.

Pero, Susie no estaba allí.

Ni para sus chismorreos o confesiones. Estaría rodeada de todo el pueblo que se había congregado al local, pidiendo persiguiendo con afán un coma etílico.

Al desmoronarse de espaldas contra la piedra fría e insensible. El fotógrafo parecía cansado, agitado y envejecido. Pero, por encima de todo, si bien su voz era quebrada pero segura y era aún dueño de sus actos, presentaba los ojos vidriosos y el aliento de un borracho. Algo que de verlo, la dueña del salón lo habría creído imposible. Puesto que ella servía el alcohol en aquella ciudad y jamás le vio tomar ni gota. Por lo que sabía, Wyatt era abstemio tanto de palabra como de hechos. Y habían compartido más de un secreto.

En su necesidad de consuelo, estaba solo. Desolado. Se llevó las manos a la cabeza y la hundió entre sus rodillas. Incapaz de llorar.

Había sido el día más duro de su existencia.

Pasaron varias horas hasta que Susie pudo salir un rato del Saloon, con la excusa de que necesitaba pasar algún tiempo a solas. Lo cual era verdad hasta cierto punto. Antes de ir al pozo, su lugar favorito, se lavó la cara y disimuló las lágrimas que habían estado intentando brotar desde que vio el cuerpo de Giesie muerto en el suelo. Había estado conteniéndolas mientras servía whisky a diestro y siniestro y escuchaba los comentarios de la gente en su local. Se arregló el pelo y se cambió de ropa, porque se sentía sucia tras el horror que había tenido que presenciar.

Una vez acabó todo esto y ya de noche cerrada, se dirigió a paso rápido hacia el sitio donde sabía que encontraría a Wyatt, el trotamundos excéntrico que había insistido durante semanas hasta que accedió a que tomase una fotografía suya. Como me quites el alma, tú y yo la vamos a tener, fue la frase que Susie le dedicó. Desde entonces habían tenido largas conversaciones en el Saloon cuando las puertas cerraban. Susie, la eterna solterona, descubrió a un hombre curioso y fascinante, capaz de hacerla reír y de contarle mil cosas interesantes sobre el mundo, cosas que jamás se había planteado ya que ella solo era una simple camarera de pueblo.

Al irse acercando vio a Wyatt. Y, con la experiencia de años detrás de la barra, de un simple vistazo percibió el estado en el que se encontraba. Susie se acercó a él en silencio y se sentó a su lado, pasándole el brazo por encima de los hombros para darle un achuchón sincero. No voy a decir que este ha sido el día más triste de mi vida, porque mis santos padres se levantarían de las tumbas para perseguirme por semejante ofensa. Pero ha estado bastante cerca, Susie comentó con una medio sonrisa. Lo cierto era que nadie jamás la había visto perder el sentido del humor. Ni siquiera en momentos como aquel. La próxima vez que vayas a coger semejante borrachera, cómprame a mí el whisky y así me haces el negocio, granuja.

A diferencia de la bella dueña del Saloon, el fotógrafo estaba sucio, por el polvo del desierto y por estar sentado despreocupadamente al suelo. Completamente desaliñado, con la camisa fuera del pantalón y un tirante cayendo por un lado. Presentaba un aspecto deplorable y tan absorto estaba que no se percató de la presencia de Susie hasta que pasó su largo, torneado y suave brazo, en confianza y protección, sobre sus hombros.

Al tacto estuvo a punto de verse desbordado por la emoción y empezar a llorar como un crío, pero aquél achuchón le dio más seguridad y serenidad de lo que estaba dispuesto a admitir. Siempre se había mantenido alejado de las mujeres, justificando tal hecho en su cabeza por una fomentada y adquirida misoginia. Había tenido la mala suerte de que el bello sexo lo había tratado siempre como a un despojo.

Pero toda persona necesita el consuelo de sus semejantes. Relacionarnos es aparte de alimentarnos lo que nos hace ser seres vivos. En su infortunio e inseguridad forjada, había llevado una larga vida convenciéndose de qué despreciaba y desconfiaba secretamente a las mujeres y que guardaba la pasión inconfesable de amar a sus iguales. Hombres de rostros duros y cuerpos fornidos.

Stolesouls había eludido a toda mujer más allá del interés que pudiera descubrir como la luz revelaba su belleza bajo el foco. Hasta que la conoció. Su única amiga y confesora, y, si era algo más, o sentía algo de lo que ni siquiera se toleraba pensar aún lo estaba por descubrir o admitir.

Wyatt sintió el calor de aquél abrazo sincero, y desplazó su cabeza hasta tocar lado a lado con la de ella. Y dejó que el silencio se adueñara de ambos hasta que su voz dulce y melodiosa lo rompió.

El Lavandero intentó responder aquella verdad ironizada con una sonrisa que se quedó a la mitad llenándose de melancolía.

–He, he vivido muchas cosas, Susie.- Dejó al final sonar su voz. Sonaba ronca y rota. –Pero éste sí ha sido mi peor día.- Aseguró incapaz de reírse por el momento. Su aliento era dulzón, para la señorita Powell no fue difícil descubrir que no era una borrachera ni de cerveza caliente, ni de whisky y, muy posiblemente, tampoco era fruto del vino.

A su lado, la oscuridad que anegaba y embotaba sus sentidos ya parecía alejarse. Vivían y hablaban como apartados en el espacio y el tiempo. En aquél escondite secreto, que solo era de ellos dos. Su refugio, su santuario, donde podían ser críos otra vez, almas limpias sincerándose como en un sueño.

Al final, cuando ella hizo patente que no le había pasado desapercibida su embriaguez, Wyatt pudo volver a reírse. Librándose de sus pesares. También tenía una alegría que le era natural, y el humor tan afín al de la camarera también raramente se extinguía, pero aquellos días pasaban muchas cosas al pueblo, y no siempre un simple hombre, está hecho a visitar el mismo infierno.

-Creo que es la última vez que tomo Anís.- Afirmó recuperando por ella su habitual humor. Solo una persona tomaba anís en aquél pueblo, el antiguo Sheriff que un buen día decidió irse sin una nota y ella lo sabía.

Entonces, de repente y sin previo aviso se desprendió de aquél abrazo. Rompiendo algo de la magia que los entrelazaba. Había recordado algo que olvidó por unos instantes pero que al tenerla tan cerca, la preocupación volvió a primer plano. La miró con ojos serios. -¿Es cierto que te han herido?- Quiso saber alarmado e inquieto.

Susie se sentía aliviada de ver que Wyatt parecía recuperar un poco su habitual humor. Verlo tan hundido le daban ganas a ella misma de llorar, y ya había derramado en privado suficientes lágrimas amargas por Giesie, su pequeño. Tardaría un tiempo en recuperarse de aquella muerte, que tanto le había impactado. 

Así que aceptó el cambio de tema de buen grado, incluso si se trataba de una noticia tan preocupante como aquella. Alzó una ceja y miró al fotógrafo con sorpresa. Vaya, vaya. Las noticias vuelan más rápidas que las balas en este pueblo, ¿no? Susie levantó su falda con gesto rápido, dejando a la vista una pierna bronceada por el sol. En el muslo, sin embargo, tenía un corte profundo y desagradable a la vista. Se había vendado la pierna con mano bastante experta y la herida olía fuertemente a desinfectante. La camarera se explicó. Aquella noche la pasé en la mecedora junto a la barra. Cuando el Ravenger fue atacado, una figura también intentó clavarme un hacha a mí, pero conseguí esquivarlo porque no estaba profundamente dormida, ya sabes que tengo el sueño ligero. Me dio en la pierna y después huyó... En la oscuridad del Saloon no pude distinguirlo.

Susie suspiró. No dije nada porque no quería preocupar a nadie, solo se lo conté al reverendo Strong. ¿Cómo te has enterado, Wyatt? Necesito saberlo, los ojos castaños de Susie se posaron en Wyatt con seriedad. Porque la persona que ha hecho correr el rumor, o es el propio reverendo, o es la persona que intentó atacarme.

Durante unos segundos, permaneció en silencio, pensativa. He estado hablando mucho con el reverendo sobre las cosas que han pasado en este pueblo. Él también fue herido la misma noche que yo y que el Ravenger murió. Fingí creerle en todo lo que me dijo porque sus heridas parecían demostrar su inocencia, pero sin embargo, hay algo que no comprendo...

Había mostrado su sincera preocupación. Cuando la camarera en respuesta se levantó la falda para mostrarle aquella perfilada y sensual pierna, al fotógrafo se le subieron los colores sin ser capaz de impedirlo. Apartó la mirada azorado como acto reflejo, pero luego se forzó a dirigirla donde le mostraba la herida vendada. No fuera que notase su incomodidad. -¿Quién asistió la herida? ¿Está... ¿Está bien tratada?- preguntó visiblemente alterado por la preocupación acercando sus manos tremulas para comprobarlo. Escuchó la voz de Susie, todo lo que tenía que decir sin volver a interrumpirla, y sintiéndose gravemente herido cuando sugirió que él podría haber sido quién se le había causado. Él, quién sin saberlo aún, y sin poder confesarlo, ella le era la más cara de en cuanto había en aquél pueblo. Pero ni siquiera fue válido para reprochárselo. Tragó su dolor y escuchó, como sus melodiosas palabras lo meceaban en el frío de la noche hasta que Susie esperó una respuesta. Dejó un rato que el silencio y el aullido de los coyotes se apoderasen de la oscuridad. Se llenó los pulmones del rocío ayudándose a pasar la borrachera. Se sentía seguro en la fuente, en aquél lugar olvidado y secreto, allí los dos solos apartados de juicios y miradas indiscretas, donde podía sentir que aquellos malos recuerdos no eran más ciertos que un producto de la imaginación. Donde podía sentir que no podían tocarlos ni herirlos.-Ojala no tuvieramos que salir nunca de aquí.- Se le escapó un pensamiento murmurado. -¿De donde crees que saqué el anís?- contestó al final. -Fueron Giesie, Riley y... y Prescott quienes mataron "por diversión" al pobre Revenger.- Explicó mientras sentía una rábia incomprendida creciendo en su interior al imaginar que esos tres mismos habían herido a su... a su amiga. -He estado hablando con el Reverendo. Antes de venir pasé por la caseta del Sheriff como él me pidió.- Aclaró. -Me ha contado cosas y le dicho lo que sabía. También dice que hay otro grupo de asaltantes que buscan daño o algo a la gente de este pueblo, entre ellos señala a ese extranjero. Red. Red Hardigan, creo. Suspiró y se frotó la sien. -El reverendo Strong ha resultado ser una persona de muchos recursos. Todo un tiritero.- Bromeó a mitad de la ironia y el miedo. -Peró... y esto me cuesta decirlo. Tampoco sé hasta qué punto puedo confiar en él. He tenido que confesarle más cosas de lo que me ha contado. Siento que se guarda más de un As en la manga y que no está dispuesto a compartir.- recordando algo preguntó esperanzado. -¿Qué no te cuadra de él?- quizás entre los dos podrían saber si era o no de confianza. Aspiró otra bocanada de aire gelido y ésta vez fue él, quién protector le pasó el brazo seguro recogiéndola bajo su ala. -No te preocupes. Nadie te hará daño ésta noche. No voy a permitirlo.- y de alguna forma, ella pudo tener la certeza de que así sería. Y que permitiría que lo matasen antes de dejar que le causaran otro rasguño.

Wyatt vio cómo Susie escuchaba con atención todas y cada una de sus palabras. Los ojos de la camarera brillaban con más inteligencia de la que su profesión parecía necesitar, y en más de una ocasión, el fotógrafo había escuchado en ella observaciones inusualmente impropias de su ocupación. Susie cerró los ojos y pensó durante unos minutos.

Si hay una persona en la que confío ciegamente en este pueblo, eres tú. No me preguntes por qué, porque las mujeres somos así y solemos seguir nuestro instinto más que otra cosa. Siento que tú nunca me traicionarías, por eso pienso contarte todo lo que sé, pues quiero evitarte cualquier daño. La mujer cogió aire y pareció ordenar también sus pensamientos. Tras mucho sonsacarle al reverendo, me ha confirmado que hay dos grupos de asesinos en Bala Dorada: uno está formado por Riley, Prescott y el pequeño Giesie, quienes mataron al Ravenger. El otro está formado por Lila y dos desconocidos, aunque el reverendo sospecha de Red .

Hizo una pausa para que el fotógrafo, en su estado causado por el anís, pudiera seguir sus razonamientos. Giesie y Lila estaban enamorados, por eso la india dio la vida por él. Pero hay más relaciones pecaminosas en este pueblo, puesto que el croupier y Riley al parecer también están juntos. Hay una persona que conoce todos los líos amorosos de Bala Dorada, no sé aún quién es, pero sospecho que es Ella. Hizo una pausa. También hay dos personas que dicen que son capaces de emborrachar a los demás y descubrir sus secretos: Rosalind y el coronel Louisiana. Pero el reverendo no sabe si debemos confiar en los dos. Algo me dice que Rosalind está siendo sincera: del coronel, no tengo ni idea.

Susie miró fijamente a Wyatt. Aparte de todo esto, hay una persona que está intentando acabar con los forajidos por su cuenta. El reverendo fue herido por esta persona, pero Maybelle consiguió salvarle. Adam Strong quiere intentar descubrir quién es para informarle de quién son los forajidos que conocemos hasta ahora y que vaya a por ellos. Mis apuestas están en Ella, el borracho irlandés y el croupier. 

¿Y que cómo sé todas estas cosas? Susie suspiró. No tienes nada de tonto, ladrón de almas. Ya te habrás dado cuenta de que mis ocupaciones distan mucho de ser las de una camarera habitual. Le sonrió con tristeza. La herida me la he curado yo sola. Pero esta noche no creo que pueda ser capaz de salvar a nadie, y tengo miedo de que las balas vayan a por ti.

Y en esos momentos de incertidumbre, cuando el hombre bueno desconfiaba hasta de sus hermanos, nadie sabia con quién depositar sus secretos y su lealtad. No obstante, Wyatt tenía un foco, un vial de luz a su lado, y también sintió que solo podía confiar en ella. En Susie. Aunque él no tenia un "instinto" en el que excusarse, justificarse o esconder sus sentimientos. Así que asintió. Nunca la traicionaría. -Nunca.- Volvió a asentir a lo de los dos grupos. -Eso decía el Reverendo.- secundó a pesar de que nadie tenía ninguna prueba. Una de las partes de la ecuación estaba clara: Giesie, Riley y Prescott. El otro grupo de lobos que desequilibraba la balanza contra las ovejas del pueblo era más un misterio. Si Lila era una, estaba seguro que no lo habria hecho sola... creían de Hardigan pero ¿habria alguien más? Stolesouls recordó los gritos desgarradores de Rosalind. ¿Sería ella? Los engranajes del lavandero giraban inusualmente lentos bajo la influéncia del alcohol. -¿Joey y Riley?- preguntó francamente muy sorprendido de aquél chismorreo amoroso. -¿Cómo lo sabes? ¿Estás segura?- agregó incrédulo. -¡¡¡Aaarghhh!!! ¿Por qué tiene que ser todo complicado?- se quejó pasándose las manos con exasperación por la cabeza. -¿Por qué el corazón de los hombres tiende a la guerra? -Sea como sea. No dejaré que nadie te haga daño. No me voy a mover de tu lado, tus espaldas están seguras.- Afirmó con una sonrisa. -Y también. También ésta noche tengo a alguien apostado protegiendo al Reverendo. Vosotros estáis bajo mi protección.- se golpeó el pecho seguro de sus cartas. Sólo esperaba no equivocarse en su juicio y que Adam Strong fuese trigo límpio. Y, por otro lado que Susie no acertara, y no fueran a por él. ¿Por qué no había apostado a nadie protegiendo sus propias espaldas? ¿ Aun estaba a tiempo? Entonces, si se equivocaba... y lo cambiaba ¿no sería el reverendo quién quedaria expuesto a un ataque y sin nadie para defenderlo? Fuera como fuera. Wyatt sintió qie esa noche podía cometer o haber cometido más de un error que lamentaria toda su vida.

- Creo que toda la información que te dado es correcta. El reverendo parece ser trigo limpio, pues es el que prepara los cadáveres y ha podido ir confirmando las identidades de los muertos. Si realmente él es un asesino... Entonces habrá hecho el mejor papel de su vida, y los inocentes estaremos perdidos por haber confiado en él.

Hubo unos segundos en los que Susie se dedicó a observar el cielo nocturno, y por una vez pareció vacilar al dirigirse a Watt.

- Hay... hay algo más. No sé muy bien cómo preguntarte esto, pero el reverendo me dijo que no era un secreto que tuviese derecho a contar. Algo concerniente a ti y a Preston, el ganadero.

Habló con tono dubitativo.

Sea como sea, aseguró respecto al Reverendo. -Mis fichas están puestas. Ésta noche si van por él tengo a alguien velando por su seguridad*. Así que espero que nuestras intuiciones sean las correctas.- Ya no había marcha atrás en su apuesta. En cuanto a él mismo, no iba a moverse del lado de su amiga, se iba a asegurar que antes que nadie, ella no sufriría ningún daño.

Besó la frente de Susie antes de seguir la dirección en que había puesto su mirada. El cielo parecía puro, relajado y distante, alejado de toda aquella tormenta y en él, brillaban diminutos puntos de esperanza. Pero en sus ojos oscuros no podía leer la misma serenidad, estaban lejos de inspirar seguridad y calma, entonces la voz de ella sonó distinta, preocupada y algo menos alegre sobre lo que lo tenía acostumbrado.

Wyatt supo que algo pasaba antes incluso de oír sus inquietudes.  ¿Por qué le costaba tanto decir aquello? Era obvio, estaba preocupada por si su amigo amaba a un asesino confeso. ¿En qué c#%# estaría pensando sino?

Aquello había sido una directa. Pero no molestó al fotógrafo puesto que estaba acostumbrado a contarle a ella ésta clase de confesiones y, si bien no se había avanzado a ello, fue porque era reciente, y no había tenido tiempo a contar un asunto de la menor importancia dado la gravedad de todo que estaba pasando. Unas muertes y la salud e integridad de la dueña del Saloon eran mucho más graves que un simple enamoramiento. Que él tenía unos gustos censurables para su época no era para los dos ningún secreto. Muchas veces habían estado allí mismo, sentados, haciéndose confidencias y opinando entre risas sobre qué hombre resultaba más atractivo de los que se movían por el pueblo. Lo que no podía ni decirse ni reconocerse a sí mismo, es que mientras bromeaban, ése sentimiento hacia ella fue cambiando hasta convertirse en algo inconfesable que ni siquiera creyó posible hasta que el mismo reverendo se lo insinuó.

Stolesouls ordenó sus propios pensamientos e ideas antes de responderla con una sonrisa ladeada y melancólica. Suspiró. –La verdad es que su rostro está lleno de armonía. Muy apuesto. - Afirmó sin tapujos como solían hacer aunque sonó algo menos bromista o convencido, no le resultaba ya tan cómodo decir esas barbaridades a Susie, no sabía bien porqué.

Había hablado de su rostro, su aspecto exterior porque estaba claro que nada de lo que Francis representaba en su interior podía atraerlo. Un asesino confeso, influenciable, y lleno de supersticiones y prejuicios. Wyatt y Francis eran aceite y agua. Un hombre avanzado a los pensamientos de su tiempo que quería vivir de la última tecnología, y en el lado opuesto estaba el vaquero, alguien capaz de no solo pensar sino decir barbaridades tales como que los negros estaban faltos de alma y que debían de matarlos por simple y llano deporte.  Matar un ser vivo y no sentir remordimientos por ello. –Aunque no sabía… no sabía lo que él y sus amigos habían hecho.- Confesó. –Yo mismo le conté al Reverendo quienes eran sus amigos y lo que habían hecho, aunque creo que parte de la historia ya lo sabía.- El lavandero habría llorado pero se sorprendió al no descubrir su propio corazón roto. Sentía que podía desprenderse de Francis, aunque no sabía porque, pero se había mantenido a su lado tan solo porque...-El reverendo Strong me pidió que siguiese en contacto con él, que dirigiese a él y a sus amigotes, quienes parece que no han tenido suficiente sangre ya para saciar su sed, que lo convenciera y “le sugiriese” los nombres correctos. Intenté, intenté convencerlo de que fueran a por el Reverendo. Porque aposté a alguien para protegerlo. Emily, vino a verme hoy.- Dijo como si aquello le explicase muchas cosas. –No creo que esté dispuesta a ayudar siempre…- Pero lo que era esa noche se había hecho cargo de la seguridad del religioso. Si su treta hubiese funcionado nadie por ese lado habría muerto.

Wyatt pudo entender el temor de la camarera y corrió a agregar. -Jamás dejaría que te hiciese daño. Ni él, ni nadie. ¡No permitiré que te toquen!- Proclamó con la mandíbula apretada recordando todas las muertes. Algo que no diría en voz alta, al menos de momento, era que incluso estaba dispuesto a llevársela lejos de allí, de Bala Dorada y a donde fuese antes de permitir que tal cosa ocurriese. Era la única mujer que lo había tratado bien, la única persona que siempre se había mantenido a su lado. De alguna forma era su constante. Su ancla al pueblo y al mundo. Después de una vida de convencerse como despreciaba a las mujeres y amaba a los hombres. Se prohibía reconocer que podría amar a una mujer. “Según el Reverendo mismo estoy encaprichado de Prescott pero dice que amo… a otra persona” Pensó  y se dijo sin ser capaz de expresarlo en voz alta, porque contar aquello significaba suscitar a su compañera una pregunta que no sabía si podría responder, menos aun, cuando no era capaz de reconocer su respuesta a sí mismo. –Jamás dejaré que te hagan daño. Jamás. _Jamás.- Terminó como en un murmullo. Y con ello la custodió entre sus brazos para protegerla hasta del frío que caería inclemente sobre el desierto y no la soltó ni cuando el estupor se apoderó de él y hasta que los sorprendió un nuevo día.**

Pasaron las horas más oscuras sin querer moverse de su lado ni un solo instante asegurándose que no la herían de nuevo. Y cuando, con la luz del alba, Susie se vio con la urgencia de irse y abrir el Saloon él no fue capaz de liberarla hasta que pudo preguntarla: -¿Nos vemos mañana? ¿Aquí?- Pasase lo que pasase, fuera lo que fuera que trajera con él el sol, estaría necesitado de poder hablarlo con su alma afín. 

Susie escuchó las palabras del fotógrafo, sintiéndose más aliviada ante ellas. A pesar de lo que pudiera parecer, era una mujer moderna para su tiempo. No la escandalizaba pensar que hubiese romances entre hombres, o entre mujeres, en Bala Dorada. Nunca había sido una persona religiosa (el reverendo daba buena cuenta de ello), y Susie atribuía su tolerancia a, por así decirlo... sus intereses secretos. Entendía que todas las personas esconden secretos en el fondo de sus almas; y no se veía capaz de juzgar a nadie igual que no le gustaba a ella que juzgasen los suyos.

Se despidió de Wyatt con una sonrisa y un abrazo. El día siguiente pintaba duro, pero en su corazón esperaba que todo saliese según el plan. Acordó con él encontrarse allí al día siguiente.

Mientras se alejaba camino del Saloon, Susie caminó a paso rápido sin pararse a observar nada más. Se sentía insegura caminando por el pueblo tan de noche. Prescott tiene que morir. Tiene que ser ajusticiado. Solo espero que Wyatt no cometa la misma tontería que cometió Lila.

Aunque la noche aún no había llegado, Susie se sentía preocupada e inquieta. Había muchas cosas que aún no cuadraban en todo el asunto. Para empezar, la agente de Pinkerton se había mantenido muy a las sombras en todo. Maybelle aún no había aparecido, y Susie tenía la corazonada de que aún tendrían que oír de ella. Esperaba que estuviese bien. Según el reverendo, era inocente. Todos estos pensamientos se amontonaban en la cabeza de la camarera, que aprovechó un momento de tranquilidad en el Saloon para hacer un discreto gesto con la cabeza a Wyatt. Después, se escabulló al sitio donde se sentía más tranquila y resguardada de todo Bala Dorada.

Llegó y esperó allí durante varios minutos. Tenían que tomar una decisión, pues según sus cálculos, aún había un asesino suelto por el pueblo. Tenía que ser Ella, el coronel Louisiana o el croupier. O el reverendo. Pero ella confiaba en el reverendo, ¿o no? Se sentía confusa. Necesitaba hablar con el fotógrafo y aclarar las ideas, él conseguiría tranquilizarla y quizás entre los dos arrojaran luz sobre el asunto. Bala Dorada no se podía permitir más muertes de inocentes. Quedaba un forajido. Y si no acababan con el en los ajusticiamientos, Susie tenía la solución en sus manos. Pero necesitaba saber de quién se trataba.

La mujer esperó pacientemente...

Como hemos leído, la voz del coronel lo interceptó instantáneamente de su salida. Eso hizo que Wyatt se demorase más de lo deseado al Saloon. El Sheriff Roca se le iba a escapar. No obstante, no fue del todo inoportuna aquélla demora, pues le sirvió, con una última mirada inconsciente y habitual, para atisbar la señal imperceptible para casi todos pero inequívoca para él, que Susie le dedicó.

El fotógrafo hizo una leve inclinación de cabeza, y como lo harían dos amantes sobraron las palabras para quedar entendidos.

A pesar de que fue el primero en salir, llegó el último. Pero la atenta camarera alertada por sus pasos pudo oírlo antes de verlo.

Mientras Powell se giraba, él se quejó con una sonrisa: -¿Así? ¿Sin alcohol?- Bromeó como si la regañase por haber olvidado lo que le había susurrado en el bar por la mañana.

Pero de alguna forma, más lejos de lo evidente, Stolesouls sabía de antemano que ella había organizado esa cita, no para beber, sino más por la necesidad de satisfacer su afán de hablar y aliviar quizás sus inquietudes.

–¿Estás bien?- Preguntó olvidando ocultar su propio desasosiego.

Quizás a ella no le había dicho nada que se interpusiera entre la bala y ella, pero a él, le había dado muchas cosas qué pensar…

La camarera se giró cuando oyó los pasos de Wyatt y le recibió con una sonrisa agotada. Parecía haber envejecido varios años desde que todo esto empezó, ya que la preocupación campaba ahora en su rostro, normalmente sonriente y alegre.

Pues... pues la verdad es que no estoy bien. Cada vez quedamos menos, parece que no hay forma de ponerle fin a esto, Susie se sentó, invitando con un gesto al fotógrafo a que tomara asiento a su lado. Aquella vez no había estrellas que mirar, excepto el sol brillante que cegaba a aquellos que osaran mirarlo demasiado tiempo. No me esperaba que el sheriff matase a Riley después del duelo. ¿Tienes idea de qué narices ha pasado? ¿Quién ha dado el chivatazo de que era un forajido? Suspiró con aire confuso. Y luego el numerito del coronel en el Saloon... En fin. Creo que he visto más sangre en estos días que en los últimos años de mi vida.

La mujer aprovechó para tomar aire profundamente y echarlo, intentando calmarse. Hay tantas muertes sin explicación. Aparte de los asesinatos de los malditos forajidos, hay muertes que no soy capaz de comprender cómo han sucedido, y eso me altera. Porque significa que hay gente a nuestro alrededor que mueve sus hilos, y no me gusta un pelo. Ya no me fío de nadie. El reverendo me contó que Rosalind tenía la habilidad de emborrachar a los demás y conocer sus secretos, cosa que no me sorprende. Al parecer, emborrachó a Thorton antes de morir y él le contó muchas cosas, pero entre ellas nada de ser un asesino o conocer a quiénes eran. Y sin embargo, ahora el coronel le ha cortado el cuello. Y no tiene sentido, ¿entiendes, Wyatt? ¿Y si era inocente? ¿Y si el coronel y el reverendo están compinchados y Adam Strong cometió el error de contarme esto sobre Thorton?

La voz de Susie denotaba ansiedad. A estas alturas casi que me conformo con que salgamos nosotros con vida de todo esto.

Y así era. Mucho peso habían puesto sobre sus hombros el día anterior. Primero uno, la detective de Pinkerton, y luego otro, el supuesto ayudante de Sheriff; el reverendo Adam. Muchos pensamientos nublaban su buen humor. Pero como nubes de un día nublado su amiga aparecía como una claro entre ellas brindando algo de sol.

Pero todos aquellos sucesos hasta conseguían borrar la sonrisa y los comentarios alegres a alguien del calibre de Susie. 

Se sentó donde le ofrecía, y ésta vez fue Wyatt quién posó su brazo intentando causar alivio a su compañera.  Tenía mucho que preocuparse pero siempre había para guardar algunas de tus inquietudes para la gente que importa, y procurar por ellos.

-Quién mueve hilos es el Reverendo, si para bien o para mal, eso no puedo asegurarlo.- Meditó en voz alta. -Desde ayer no hemos hablado.- Añadió, y sin decir nada pensó que le preocupaba su silencio, pensó que ella haría menos que habría hablado con él. -Pero no es el único que escribe diálogos y escenarios en ésta obra.- Dijo recordando el día anterior.

-Lo de Riley… No sé qué pensar, ni sé si importa. Era culpable de la muerte, al menos, de nuestro conciudadano Revenger. Pero, ese Sheriff me ha sacado de mis casillas cuando te ha apuntado.- No parecía que Susan fuera consciente de lo que había pasado en esos momentos, y no sería él quién se lo dijera, ya mucho le daba a pensar.

-Es verdad, quedamos muy pocos… se entristeció pensar. Quedamos el Coronel, Ella, el reverendo, tú y yo. El coronel creo que ha mostrado sus cartas. No creo que sea más culpable que de la muerte de Thorton y de su pasado.- Si hubiese querido matar podría haber ido a por Wyatt mismo, creía que ya no era secreto para nadie que miraba por el bien del pueblo. –De ti dudo, mucho menos.- Eso quería creer, poco a poco iba reconociendo sus sentimientos por ella, aunque aún estuviera lejos de poder expresarlos en voz alta, lanzarse sobre esa bala por ella había sido demasiado revelador.

-Eso nos deja a Ella y el Reverendo. Sabemos que el último es un titiritero, si nos ha buscado mal, estamos perdidos. Poco puedo hacer.- Era un callejón sin salida. Si el señor Strong era malvado, bien podía haberlo preparado para hacer caer incluso a ellos dos. –Así que solo nos queda Ella. De quién nada ha dicho nada, y yo al menos, nada sé.

Suspiró largo y profundo. Había decidido no votar, o aceptar las votaciones contra él mismo. ¿Sería capaz de señalar una mujer corriendo el riesgo de que fuese inocente?

-Sea como sea… no te preocupes.- Consoló con otro largo beso en la frente. –Pase lo que pase nadie te hará nada. Yo te protegeré, día y noche.

-Aunque… Emily vino a verme. Ayer.- Especificó. –Ya te conté que le había encargado proteger al reverendo.- Le recordó.

-Dice. Dice que deberíamos mudarnos muy lejos de aquí. Insinuó… bueno, de hecho dijo. Qué pasan cosas más graves que éstas muertes.- No se atrevió a contarlo todo, pues unos cadáveres robados sin saber con qué propósito era demasiado grave pero abrevió hasta la conclusión. –Dice, que deberíamos mudarnos lejos de aquí.- En ése instante le habrían propuesto huir. Los dos solos. Recogerlo todo y alejarse de ése infierno sin mirar atrás. Construir una nueva vida, juntos. La miró a los ojos y sus palabras se ahogaron, puesto que le daba miedo conocer su respuesta. Y como creía saber que ella se quedaría al pueblo, hiciera el tiempo que hiciera, él también se sentía atado a su destino.

Conformista. Torció la boca y le apretó la mano, concluyendo: -Pase lo que pase, yo te protegeré.

¿Marcharnos? ¿Ahora que parece que todo va a resolverse? Susie le miró con el ceño fruncido. ¿A qué se refiere la agente de Pinkerton?

Susie pensó en Ella. Tan silenciosa, tan callada desde que todo había empezado. ¿Sería capaz ella de usar su "magia" y quitarla del medio? Aún quedaba un forajido. Coincidía con Wyatt en que el coronel parecía haber probado su inocencia, pero ya dudaba de todos los demás.

A mí también vino Emily a visitarme. Me dio algo y me pidió que lo custodiara, pero se negó a decirme qué es o para qué sirve. Creo que debería hablar con ella. Tenemos que protegernos las espaldas, Wyatt, ahora es crucial. Siento que hay algo que va mal.

El pobre fotógrafo no sabía exactamente a qué se había referido la agente de Pinkerton, así que no tenía respuesta para ello, podía haber hablado de la fotografia y el cementerio con las tumbas vacías pero no creyó que le aportase más información que a él. -No lo sé.- Torció la boca y se resignó a quedarse. No iba a dejarla sola. Pasase lo que fuera que pasase.

-Me dio la pistola y el consejo, y se largo como cualquier otro fantasma de esten pueblo.

Lo de la visita a Emily a Susie lo sorprendió, ¿qué le había dado? No quiso ser indiscreto, tras su entrevista algo tiraba a hacerle confiar con aquella extraña mujer de la agencia de detectives, así que espero que fuera lo que fuera, fuese bueno para Susie.

Habían pasado largos minutos, que para Wyatt se sintieron breves, cuando resolvieron que lo mejor era buscar esa extraña y resolver todo aquél misterio. Pero su búsqueda fue en vano. La agente siempre supo donde encontrarlos, pero cuando aquella mujer no quería ser encontrada desaparecía de la faz de la tierra. 

Al final, los amantes no confesos desistieron y decidieron volver al Saloon, antes de que ambas ausencias fueran demasiado llamativas.