Partida Rol por web

Los científicos se te acercaron y te dieron la primera dosis. Esa dosis se clavó en tu cuello como ácido, era dolorosa, sin duda, pero eso no fue lo más extraño. Al recibirla, te sentiste mareado inmediatamente y pudiste sentir tu cuerpo calentarse a una velocidad abrumadora. Tardaste un poco en poder recomponerte pero al hacerlo, abriste los ojos y te viste rodeada de gente en una ciudad viva, muy diferente al cadáver al cual habían llegado. Sacudiste tu cabeza pensando que se trataba de una alucinación, pero ahí seguía. Te levantaste con cuidado por temor a caerte, pero el dolor había desaparecido, así que te levantaste con mayor confianza. Al hacerlo, pudiste ver un gran número de autobuses, uno tras otro salían de la ciudad con un gran número de gente. Las personas llevaban unas pocas maletas, fotos de sus seres queridos y la angustia de la incertidumbre en sus rostros. Sentías la desesperanza de la huida de una catástrofe que desconocían y que solamente podían limitarse a seguir órdenes, así era antes, en ese tiempo.

A pesar de la desolación del paisaje, hubo una imagen que captó tu atención, la imagen de una pequeña niña que lloraba porque su padre no había regresado de la fábrica y no quería irse sin él, pero cuya madre se veía forzada a llevarla al autobús. La chica pareció notar algo y se giró directamente hacia ti. En ese momento, parpadeaste y ya estabas sentada en el autobús, como muchos otros residentes, escapando de un accidente del cual no tenían conocimiento.

La pequeña niña estaba delante tuyo llorando, sollozando por un padre que no sabía si volvería a ver. Y entonces, pensaste en la planta de Chernobyl, el lugar objetivo de todo esto. Si bien en la actualidad estaba cubierta por un sarcófago de hierro, en ese entonces debía estar descubierto y, como si de magia se tratara, allí estabas, dentro de la cámara del Reactor 4, el cual había causado el peor accidente nuclear de la historia de la humanidad, hasta este momento.

Caminaste por el desolado lugar pensando en todos aquellos que habían perecido para que la humanidad aprendiera a manejar las catástrofes nucleares de una mejor manera, y las siluetas parecían rondar en el lugar, casi como si el accidente nunca hubiera ocurrido y era momento de seguir trabajando. Continuaste hasta la cámara donde se encontraban los pilares del reactor y pudiste verlos, en posición, intactos. Tal vez esa droga te había llevado al pasado o tal vez... No pudiste resistirte a la tentación y fuiste a la cabina de control. Trataste de tocar un botón, pero al hacer contacto, el espectro se esfumó y viste lo que realmente eran, las ruinas de un pilar de poder soviético.

Temiste por tu vida, estar tan cerca y sin ningún equipo de protección adecuado podría costarte la vida si la exposición era muy alta, pero entonces, diste un paso más y te viste al lado del objeto más tóxico en el mundo. El desecho radioactivo que mataría en cuestión de minutos a cualquier ser humano. El apodado "Pie de Elefante". No comprendías cómo habías llegado allá, pero una parte de ti permanecía ahí, en un lugar donde solo los muertos podrían estar y, al parecer, estabas bastante a gusto. No sentías ningún dolor, ninguna molestia, todo estaba bien. Tal vez tendrías el poder de burlar a la muerte.

MÉDIUM...

Serás el enlace entre vivos y muertos. Podrás estar entre los vivos y hablar con ellos, siendo su único vínculo con el mundo de los vivos...

Dolor, esa fue tu última sensación. Un recuerdo, el deseo desesperado de vivir, pero la imposibilidad de hacerlo. Tu esencia viajaba sin comprender lo que había sucedido, pero tu ser se mantenía firme en que no podías irte de ese lugar, que debías permanecer allí. Entonces, el paisaje se hizo claro y al verlo, notaste que te encontrabas en una cabina abandonada, abandonada como todo aquí. Allí, botones, medidores de actividad, calor, radioactividad, etc. No necesitabas ser un conocedor para saber que era la cabina de control de un lugar, aunque no sabías qué era, al menos no aún.

¿Una sala de control nuclear? Tal vez, era lo más lógico según la historia de la catástrofe. Caminaste y aunque trataste de salir, algo te ataba allí, los espíritus de los que murieron en la catástrofe no te dejarían ir. Ahora, eras parte de ellos, solo una víctima más con una historia que contar.

Pudiste ver a alguien de pie allí, mirándolos con una mezcla de tristeza y compasión. No tenía un aspecto tan malo como los demás y entonces, notaste que no estabas solo. Dos personas se encontraban en malas condiciones, Morris y Leinad. El primero con el cuerpo consumido por las quemaduras de la radiación y el segundo con una sustancia negra en su cuello y un semblante atroz, ojeras grandes y una blancura sobrenatural en la piel. Solo eran dos sombras más, aunque la saludable y viva figura que se acercó a ustedes, parecía no tener ese problema. Se trataba de Shahrzad, quien se veía tan bien como podían recordarla en el viaje en bus.

Entonces, el escenario cambió. Se encontraron frente a un objeto que solo los conocedores de la historia de Chernobyl habrían oído mentar: "El pie de elefante", el objeto más radioactivo de toda la tierra, el cual mataría a una persona en cuestión de minutos. Pero allí estaban, sin sentir dolor, ni los efectos. Tal vez era porque realmente ya estaban muertos.

Leinad aún no comprendía lo sucedido, pero el encontrarse allí era incluso más extraño que no comprender como su alma había abandonado su cuerpo. Lo bueno es no sentir problemas, desazón o dolor. Era una extraña paz, que sospechosamente se cernía sobre su alma. Su alma, ya que no sabía donde se encontraba su cuerpo.

- Hola. Se intentó comunicar con el resto de "entes" que allí pudiera haber.

Intentando hacerse camino a través de los escombros, curioseando entre ellos, salió Shahrzad a la llamada del recién llegado. Cuando alzó la mirada y vio de quién se trataba, pegó un grito y casi perdió el equilibrio.

—¡¡AAAHHH!! 

Cuando se recompuso, con una mano sobre el pecho, siguió caminando hacia él.

—¿S- señor Ikegar? —preguntó—. P- pero usted... está... muerto. Claro... —dijo, como si por fin aceptara lo que ya intuía—. E- este... es un lugar donde solo los muertos pueden estar. Y- y yo, al parecer... 

Sabía que era una científicio del grupo, pero no tenía claro como había llegado allí, pero si sabía el por qué.

- Bien venida al mundo de los fantasmas Doctora.

Aún no había asimilado él mismo esa circunstancia. Aún no sabía como ni por culpa de quién. Aún. Pero si tenía claro que ahora, como "ente", culminaría una venganza que aún no se había empezado a fraguar.

- ¿Qué le sucedió?

—Nada. Yo sigo viva... —respondo, sorprendida por su pregunta—. Es usted el que ha muerto...

Se empieza a reir. - Pues, con la radiación de aquí ... no creo que aguantes mucho. Pensaba que estaba tronada. Él no sabía como había llegado, pero ella, entonces, había sido por su propio pie. - ¿La habrán forzado a venir?

Se dejó llevar y como fantasma, intentó meter la mano en algo. Quería ver si era translúcido y etéreo, como los fantasmas de los mitos y leyendas, como los de las pelis y como los que su mente se había creado y llegado a auto-convencer de cómo eran.

Leinad esperaba que su pensamiento estuviera en un error. Esperaba que la medicina esa experimental protegiera a la mujer, y se lo dijo. - Aunque espero que la mierda esa que nos ponían en el experimento te resguarde. Estaría muerto, pero no deseaba que la científico también pereciera. ... Aunque tenía que encontrar a los que le habían hecho esta. Para esos no sería tan "simpático". Miró hacia los lados. Allí habían muerto un "puñaejo" de gente, y quería saber si alguno de los "antiguos moradores" estaban por allí.

Se notaba que buscaba algo.

Sonrió ante su preocupación, sobre la cual, por su evidente cinismo, asumió que era totalmente falsa, e incluso sarcástica. Le dio igual.

—Si le soy sincera, señor Ikegar, me parece que esto es algún tipo de experiencia... extrasensorial. Empiezo a sospechar que la radiación está haciendo estragos en mis capacidades psíquicas. En especial porque, por mucho que racionalmente quiera renegar totalmente de... —abrió los brazos y señaló a su alrededor, difusamente— esto, a la vez que sé que no tiene ningún sentido, no me causa ninguna emoción... de rechazo. Es como si siempre hubiera estado aquí, ¿sabe? No sé... —se rió levemente, porque al oírse se daba cuenta de que sonaba como una auténtica lunática—. Es extraño. En fin... O se me pasará, o esto es solo el principio del fin...

Buscó una estructura medianamente sólida en mitad de aquellos escombros del reactor y se sentó como buenamente pudo.

—Como física, siempre he tenido muy presente la potencial existencia de universos coexistentes con el nuestro, pero asumía igualmente que la fisiología humana hacía imposible experimentar tal cosa. ¿Cree que, de no ser esto una locura producida por la radiación, pudiera ser una experiencia de conciencia multidimensional? Porque, de hecho... a la vez que estoy aquí, estoy en otros dos sitios a la vez: con los demás que siguen vivos y... en lo que fue una guardería.

El ex-soldado no entendía de la misa, la media. Estaba realmente perdido, pero no era un inculto. Deacuerdo de que no era idiota, y procuraría demostrarlo, pero no llegaría jamás al nivel de esta mujer. Contestó como buenamente pudo.

- Realmente, no está aquí entonces. Tiene los sentidos concentrados en este lugar, y una representación suya. Aclaró: - Un avatar está aquí. Pero realmente no es usted. No está en dos sitios a la vez. Eso ella lo entendería, ya que las leyes de la física rezan y postulan en ese sentido. Se acercó y procuró realizar un experimento. Dio un puntapié. No poderoso, pero si con ganas. - Si le duele cuando regrese a su "plano normal" no me extrañaría, ya que igual que cuando un brazo desaparece... Justo estaba pensando la le chica, surfista de élite, que perdió un brazo por un tiburón. - ... sigue la mente pensando que está allí. Cuando realmente no es cierto. Esto es igual, pero al contrario. Si le ha quedado marca, igual no estoy en lo correcto, a presar que igual le duele.

Y terminó. - Ya me contará. Esperaba no haberle propinado un puntapié demasiado poderoso.

Estaba realmente contento de poder comunicarse, hablar y relacionarse con alguien físico y real, aunque fuera por este medio. Tras su experimentito, se intentó sentar cerca de donde estaba ella. Sin acrimonia, ignorando que la había intentado golpear. Como si nada hubiera pasado, ya que todo era en pro de la ciencia y el conocimiento. No era nada personal. Además, eso serviría como otra cosa. Ya había intentado comprobar si era etéreso con materiales sólidos, inertes, sin vida. Igual con los cuerpos vivos era diferente. Y si era una representación energética de la mente, estaba intentando patear otra cosa. - Puede haber tantas ... opciones.

Se rió levemente.

—Bueno, algunos físicos teóricos y filósofos ontólogos o epistemólogos tendrían una conversación muy grande al respecto... se me escapa tanta profundidad, no obstante —suspiró—. No tuve ocasión de hablar con usted mientras vivía... pero antes de preguntarle por su vida, quizás es más importante: ¿quién le mató?

De repente, la esencia de Leinad se hizo traslúcida hasta desaparecer de este lugar por completo. Aquí solo quedaron Sharhzad y Morris, junto con los demás espectros que moraban este lugar. 

Pudiste ver a alguien de pie allí, mirándolos con una mezcla de tristeza y compasión. No tenía un aspecto tan malo como los demás y entonces, notaste que no estabas solo. Cuatro personas se encontraban en malas condiciones, Charles, Morris, Nicolaj y Leinad. El primero con el cuerpo consumido por las quemaduras de la radiación, el segundo con las quemaduras de radiación. El tercero con el rostro desfigurado, hinchado y quemado, y el último con las mismas quemaduras de Nicolaj. Solo eran dos sombras más, aunque la saludable y viva figura que se acercó a ustedes, parecía no tener ese problema. Se trataba de Shahrzad, quien se veía tan bien como podían recordarla en el viaje en bus.

Entonces, el escenario cambió. Se encontraron frente a un objeto que solo los conocedores de la historia de Chernobyl habrían oído mentar: "El pie de elefante", el objeto más radioactivo de toda la tierra, el cual mataría a una persona en cuestión de minutos. Pero allí estaban, sin sentir dolor, ni los efectos. Tal vez era porque realmente ya estaban muertos.

Miró las figuras de los recién llegados, preocupada por sus aspectos horribles ahora que entraban en aquel lugar. Habría sido mejor si este limbo los acogiera con sus mejores aspectos, pero no...

—Bienvenidos —dijo, intentando ser cautelosa—. Lamento vuestras muertes... Pero ahora podréis estar aquí. Es un lugar algo deprimente, pero tranquilo... —suspiró después de señalar alrededor—. Y creo que este no es el final. Ya ven que uno de los que vinieron aquí, el lugar de descanso de los muertos, volvió a vivir... 

Miró en derredor una sola vez. La frialdad de sus ojos se acentuó, a pesar de que la dureza habitual de los rasgos desaparecía y era reemplazada por algo de complicada interpretación. Una especie de aceptación rebelde, una incorformista resignación.

Caminó por la estancia. Se detuvo ante aquél monumento a la depravación humana. Y se sentó frente a él, en el suelo. No se movió, no habló ni pestañeó. Únicamente contemplaba.

Cuando Golshiri habló, su cabeza se inclinó hacia un lateral por meros instantes.

El tiempo debió transcurrir en aquella atmósfera estática.

-Respuestas-resonó su voz, metódica e indolente, sin que se volviera-. No todas, pero algunas de ellas. ¿Qué respuestas puedes darnos, tú, que te hallas entre nosotros sin mostrar las marcas del averno?

No pudo evitar reírse, aunque lo intentó.

—¿Pero de qué habla, señor? —dijo—. No tengo ni la menor idea de qué demonios es lo que está pasando para que yo esté a la vez viva y entre los muertos aquí... pero sea como sea, aquí estoy. Sé lo mismo que ustedes saben ahora.

Se levantó e, incorporándose, dio media vuelta, una chispa prendida en sus ojos vacíos, iluminando de manera irreal unas facciones bañadas por la melancolía.

-Bien...yo dispongo de unas pocas. Soy el responsable de que este caballero regresara de la fría oscuridad-dijo, señalando a Leinad-. Un intento de hacer algo bueno. Sin embargo...de nada sirvió, como era de esperar. Y ahora recibimos nuestra recompensa.

Silenció sus palabras, pese a que parecía deseoso de decir algo más, y adoptó una postura meditabunda. Quizá estuviera aguardando algo, o quizá no tuviera en verdad nada que añadir.

—¿Que le ha hecho volver de entre los muertos? —preguntó—. Pero... ¿cómo? —se soltó el pelo y tiró la goma por ahí—. Nada de esto tiene sentido, pero en fin... sea como sea, habrá que entender las reglas por las que se rige todo esto. ¿Sabe cómo funciona eso de hacer volver a la gente?

En medio del silencio y la desolación, una silenciosa figura iba volviéndose traslúcida hasta desaparecer por completo. Leinad abandonaba, una vez más, el reactor.