Partida Rol por web

La ostentación que el Barón mostraba en las otras salas contrarrestaba de manera fragante con lo que en aquella pequeña estancia se podía observar; la única luz que iluminaba la zona era la que había en una pequeña ventana que daba al exterior y que estaba llena de barrotes. La estancia se encontraba abarrotada de objetos, en su mayoría eran cornamentas de ciervos y cabezas reducidas de estos, además de marcos con pequeñas placas doradas que marcaban -2018-.

En la mesa de trabajo había una máquina de escribir, un pequeño recipiente con carboncillos; además entre los cajones había algunas astas de ciervo, un par de telas de color negro, marrón y verde oscuro; sobre aquella mesa había un marco de fotos, un candelabro de plata de tres brazos. De todas formas, aquella mesa tenía un único cajón cerrado con llave, pese a ello, la llave no se encontraba en ningún lado.

En la pared contigua a la única puerta que había, sin contar aquella entrada secreta al piso de arriba (Salón); se encontraba otra mesa repleta de estantes, un reloj que marcaba permanentemente la 1:03, diversos candelabros, una jarra y una copa de plata. Además de esto, tenía un cajón abierto.

En el Gran Salón te encontraste con Sean McOwen, el cual se encontraba solo. Le invitaste a unirse a ti. De todas formas el puede negarse o incluso advertir al resto de invitados acerca de usted o del pasadizo secreto de la chimenea, además de poder entrar a el, tanto él como otros invitados que él revelara acerca de el pasadizo.

Sean McOwen entra tras Alice Backwell a aquel Taller de Herramientas, y tras de ellos la puerta secreta en la chimenea se cierra.

¿Ha visto? ¡Sabía que ayer había visto algo tras el fuego en la chimenea! Mr McOwen ¿Le había hablado mi marido de este lugar? Yo es la primera vez que lo veo.

Digo mirándole de frente mientras me acerco a la mesa de trabajo y mantengo la distancia.

No me había dicho nada de esto, la verdad. Y si me ha dicho alguna vez la mitad de las cosas que estoy viendo, no me las había creído, pensaría que era una broma sin sentido. Pero aquí estamos. Solos en esta sala sucia y llena de trastos.

​En efecto. Aquí estamos. Espero no haberme equivocado con usted.

​Dejeme que le cuente una cosa: En el despacho del Barón, encontramos un dosier con información de algunos invitados. Había contratado un detective para investigar a algunos. Al parecer la niña había asesinado con anterioridad. También el señor Evans.

​Usted también aparecía en el dosier, pero sólo aparecía en referencia a algunas deudas. Irónicamente, eso hace que confíe más en usted de lo que mis compañeros hacían. Me explico: Si de otros invitados tiene información de asesinatos y de usted sólo de deudas, eso quiere decir que usted es de fiar ¿no?

​Hoy Alice iba vestida con un sencillo vestido azul marino de topos rojos. También se había cambiado el peinado.*

​Y usted, ¿confía en mi?

Mientras hablo, hago un repaso de los objetos más llamativos de la mesa.

Primero observo el papel engarzado en la máquina de escribir.

Después, otro papel llama mi atención, el que está clavado en las astas de ciervo.

A continuación, observo el marco para fotos.

Por último, antes de prestar total atención a la respuesta de mi compañero, me doy la vuelta y me sitúo de espaldas a la mesa de trabajo, aproximadamente en su centro y con las manos apoyadas en su superficie.

Bloqueando con mi propio cuerpo la línea de visión de McOwen, echo mano al cincel. No lo guardo, ni lo quito de la mesa, pero tampoco lo suelto. Si la cosa se complica, será un arma bastante buena para defenderme.

El Papel en la máquina de escribir está completamente en blanco, y parece que si alguien tirara de él, se rompería. La máquina de escribir parece vieja, pero al menos no está oxidada, se puede desatornillar... si tienes un destornillador.

El que está clavado en la cornamenta del ciervo tiene un cuadrado negro, el cual está dividido en 9 cuadrados menores y estos en otros 9 cuadrados individuales, un total de 81 cuadrados, en los cuales hay algunos números escritos en ellos. Se  puede coger sin problemas.

El marco de fotos tenía una hermosa fotografía de un jovencisimo Barón Backwell, su hermana Clarice y un afanado político Alemán de la época:

Me guardo el cincel disimuladamente

Recojo el papel de lo que parece un sudoku y la fotografía. También pruebo a pulsar en la máquina de escribir una única vez salto de línea para ver si el papel avanza o está atorado. Si avanza pulso poco a poco mientras el papel avance, sino lo dejo ahí. Busco sobre la superficie algún bolígrafo para el sudoku.

¡esto de aquí parece un sudoku!

Comparto con el escocés

hEl papel avanza sin ningún problema hasta salir al completo. Y tal y como podías ver, está completamente en blanco.

Por desgracia no encuentras ningún bolígrafo, pero ves que aún hay algo para poder escribir sobre la mesa.

Observo el tarro de carboncillos para ver si puedo usar alguno de ellos. Lo miro con atención antes de atreverme a cogerlo por si percibo algún riesgo.

También me interesa el cajón con un candado de combinación: ¿Cuántos números requiere para abrir? 3 o 4

Hay carboncillos más grandes que otros, pero los más grandes parecen suficientemente resistentes como para cogerlos y escribir con ellos. Por lo demás, no parece mostrar ningún signo de peligro.

Se precisan 3 números para el candado de combinación.

Con ayuda del carboncillo, completo el sudoku y obtengo la combinación: 9, 1, 8.

La introduzco en el candado

Cita:

La combinación es la correcta, con un leve chasquido el candado se abre y cae al suelo con un golpe sordo.

Dentro de aquel pequeño cajón había un bote de aceite, una batería y un par de cables.