Partida Rol por web

Ambas mujeres salen de la estancia.

Eider entra en su habitación.

Inara entra en la habitación

Inara entró cabizbaja en la habitación de Eider, encontrando a esta tumbada, aún vestida, por supuesto, retorciéndose en la cama por el dolor que, evidentemente, era cada vez mayor.
No iba a poder salvarla, eso estaba claro. Era cierto que Eider se había equivocado al matar a Diana, pero al final, nadie era completamente inocente... al igual que ella tampoco era completamente culpable. En realidad, todo aquel maldito lugar sacaba lo peor de cada uno, con la salvedad de los dulces momentos que ambas habían compartido, y que estaban a punto de finalizar.

Inara era fuerte. Había salido de malas situaciones en la vida, pero cada una de ellas había dejado una huella imborrable, que si bien no podía verse externamente, agravaba más el peso de su corazón a cada día que pasaba, y aquella era una de ellas.

Si su corazón hubiese sido de papel, el viento lo habría arrastrado hacía ya mucho tiempo a las contaminadas aguas de las cloacas, en donde habría perdido todo su color original, transformándose en una masa informe, despedazada por el agua, apelmazada por el barro y abandonada a su suerte en un lugar olvidado al cual nadie quiere acercarse.

Inara se acercó hasta el lavabo de la habitación, humedeció un paño con agua y después, fue hasta Eider y se tumbó de nuevo a su lado, como había hecho hacía unas pocas horas. Después, se lo colocó en la frente y la besó en los labios. Sabía que no iba a envenenarse por hacerlo, pero tampoco le importaba en lo más mínimo si sucedía.

-Tranquilízate, mi vida. Ya verás como pasa pronto -le susurró, sabiendo que no sería así, y que ambas sufrirían.

-Lo siento mucho. Ojalá hubiera podido hacer más -empezó a decirle entre lágrimas -. Supongo que no estábamos destinadas a salir con vida de aquí, porque yo no creo que tarde demasiado en acompañarte. Hace tiempo que esta vida ya no me interesa. ¿sabes? Me engañé a mí misma para venir aquí. Me dije que lo hacía por otra persona, pero en realidad, estoy aquí porque no me interesa lo que hay allí fuera. Lo que más lamento es no haberte encontrado antes.

Inara se echó completamente al lado de Eider y cerró los ojos, mientras acariciaba el vientre de su compañera, su amante, su amiga, y en muy poco tiempo, el espejismo que durante unos días, le había recordado a un futuro que ahora sabía que jamás llegaría.

Alguien llama a la puerta, parece ser Luis Montoya, dice que tiene el antídoto.

Inara parece plácidamente dormida. La observo como si se fuera a desaparecer. Lentamente la desplazo, abriéndome camino para ir a abrir.

Eider le abre la puerta y Luis Montoya entra en la estancia.

Al escuchar el ruido de la puerta abriéndose, Inara se despierta de golpe, se pone en pie y rápidamente, se coloca al lado de Eider, con una clara actitud defensiva.

-¿Qué sucede? -pregunta malhumorada y desconfiada.

Bajo el marco de la puerta y con la pistola en una mano, rebusco con la otra en mi chaqueta, de donde saco la pequeña ampolla que he encontrado, ofreciéndosela a ambas mujeres, quien quiera que lo coja. Pero si parece que van a atacarme, estaré preparado para disparar a bocajarro.

-He encontrado un antídoto al veneno, tal y como había prometido.

Inara no puede creérselo. Relaja los brazos... y el resto del cuerpo, y unas lágrimas asoman por sus ojos.

-G-gracias -le dice a Montoya, acercándose a recoger la ampolla -. De verdad.

Inara observa la ampolla durante un rato y después, se la ofrece a Eider.

-Que la Señorita Relish no salga de su cuarto, si no desea ser esposada y llevada al calabozo ha de quedarse aquí, esa es la condición que había impuesto por encontrar la cura a su envenenamiento; si sale, toda la responsabilidad caerá sobre usted, Inara.

Salgo de la habitación.

Sonrío ante la noticia y cierro la puerta tras ver a Luis partir. Mi estado en las últimas horas había empeorado. Con un poco de desconfianza, miro a Inara e introduzco el líquido verdoso en mi boca. Siento como baja por mi esófago...

-¿Se supone que he de sentir una vibración como los superhéroes?

Luis sale de la habitación, dejando a ambas mujeres en ella.

Bueno, supongo que podríamos comprobarlo viendo si tu metabolismo ha subido -le dice Inara, acercándose a ella, pasando sendos brazos alrededor de su cuello, y besándola con ternura... y cierto ardor -. Si es el antídoto, hemos de reconocer que se han portado bien. No tenían por qué haberlo hecho, y aún así... lo han conseguido para ti. Quizás... he recuperado un poco de mi confianza en algunos de ellos... aunque no en todos.

Inara no podía hacer desaparecer su sonrisa de alivio. Las que esperaba fuesen las últimas horas con Eider, tenían ahora un plazo indeterminado y casi no sabía qué hacer con ello.

-Supongo que podría escabullirme hasta la cocina, conseguir algo de comida y traerla. ¿Te parece bien?

-Claro -comento al rodearle con mis manus su minuda cintura-. Luis me ha dejado claro que no puedo salir, es un buen método... Imagínate que esto es un juego de supervivencia, a no ser que entrasen en mi habitación, no me pueden matar ni inculpar. Te esperaré aquí, cielo. -en ese momento, mis tripas rugen-.

Inara sonríe cuando escucha las tripas de Eider. Es un momento distendido que sirve como contrapunto a la tensión generada durante las últimas horas. Después, le da un beso a Eider y sale de la habitación.

Inara Serra sale de la estancia.

Inara vuelve.

Cuando Inara llegó, vio que Eider estaba mucho mejor y sonrió incluso antes de cerrar la puerta.

-He traído un pequeño banquete para nosotras dos. Ya veo que estás mucho mejor, así que ahora lo que tenemos que hacer es recuperar fuerzas.

Inara preparó los sandwiches y los repartió. Después, empezó a comer.

Por cierto, Brett está muerto. Alguien ha acabado con él y estaba en la misma postura en la que lo vimos la otra vez; echado sobre la mesa. Había huellas, pero no he sido capaz de distinguir de quién eran porque parecía que quien quiera que lo hiciese, caminaba de puntillas. Pero si le han atacado por la espalda, me atrevería a decir que fue una mujer. De los hombres que quedan, Montoya está claro que no es un asesino, y tampoco lo parece el Sommelier. En cuanto a Bruno y Mortimer, son del tipo "pego" y "machaco". Pero saber quién lo hizo... me temo que será complicado. Supongo que mañana debería explorar el castillo en busca de más pistas.