Partida Rol por web

Lily miró con algo de orgullo como sus disparos solo consiguieron que el ejército enemigo retrocediera. No quería matar a nadie en aquel momento. Pero su acción se vio opuesta con la de los demás. Tantos muertos en los primeros minutos. Se habían perdido los lazos de humanidad, supermutanticidad y necroguicidiad que podrían haberse formado de haber habido un diálogo y una posible tregua.

Su cabeza vibró al notar como Arcade avanzaba rápidamente con el robot. Las líneas enemigas acercándose cada vez más y de esa forma Lily vio de cerca la cara de sus contrincantes. Niños yaciendo en charcos de sangre, mujeres amputadas por las explosiones y hombres que lloraban mientras volvían a atacar.

Asistió incluso extrañada al ataque del Sargento RL-3 a ED-E que eran del mismo bando. Decidida a no derramar sangre, apuntó con sus ametralladoras a aquel robot desquiciado, RL-3.

Una batalla campal, y varios bandos. Mcnamara se había entrenado para la batalla, pero aquello era demasiado caótico para su gusto.

-Muere, robot- en realidad no sabía a quien elegir, por lo que apuntó el arma que tenía hacia RL-3... los robots nunca le habían agradado.

El combate prosiguió, como era de esperar. Las bajas sumaban de ambos bandos y las tropas del Enclave retrocedían cada vez más a causa de los ataques de los Soldados de la Hermandad del Acero con ayuda de los supervivientes. Las armas volvieron a zumbar una vez más y nuevamente, una andanada de disparos salieron de un lado al otro.

Esta vez, con las tropas del Enclave retrocediendo y muriendo por el fuego de supresión, los supervivientes se centraron en disparar a objetivos en grupo, al mismo tiempo que todos pudistéis ver a Pete el Pachorras, que en ese momento de pachorras no tenía nada, correr como un poseso por el campo de batalla con dos paquetes de dinamita en cada mano, ambos con mecha larga que había calculado al segundo ( o eso creía él ) en dirección al robot.

El Sargento, un robot con una armadura reluciente, dispara varias veces sobre ED-E, el cual recibe varios impactos de laser en su cuerpo, los cuales le hacen varios agujeros y lentamente, el robot deja de flotar en el aire y cae al suelo entre hilillos de humo. El Elder McNamara y Lily no esperan ni un segundo más para acribillar al Sargento con sus armas, haciendo que este reciba tantos impactos de bala que lo arrojen al suelo casi destrozado.

Cesar decidió ir a por Cross, el hombre ataviado en una extraña armadura de la Hermandad, sin embargo, fue recibido por una serie de disparos que atravezaron su armadura, provenientes de Cross, Charon y la Doctora Li. Los disparos de Cross no salieron de su arma, ya que parecía que... ¡se le había olvidado cargarla correctamente! Sin embargo, Charon hizo lo propio con su arma y acribilló el cuerpo de Cesar sin pensar en nada más que en la victoria. Al mismo tiempo, la Doctora Li lanzó su granada de plasma, lo cual convirtió la armadura de Cesar en un amasijo de hierro y acero retorcido sobre su cuerpo.

Boone y Tabitha sabían muy bien que hacer. Tenían la precisión de un experto en armas y no dudaron en apuntar a Fawkes, que estaba intentando disparar sus armas. Las balas de Tabitha agujerearon la armadura que cubría al supermutante, mientras que el disparo de Boone fue tan preciso que los sesos de la mujer de verde salieron de su cabeza y cayeron por todo el lugar.

En ese momento, Pete llegó a los pies del robot, encendiendo la mecha con su pipa y salió de allí corriendo como alma que lleva el diablo. La explosión lo pillo a medio camino entre un grupo y otro, por lo que su cuerpo salió volando por los aires al mismo tiempo que una humareda y una explosión tremenda sacudía toda la zona. El humo y el polvo no dejaban ver mucho, pero entre la humareda pudisteis ver como el robot del Enclave, trastabillaba y comenzaba a salirle humo por varias partes y lentamente, todos os apartastéis al ver como el robot caía al suelo destrozado.

Cuando el robot cayó, de la cabina salió un cuerpo despedidio cayendo a unos pocos metros de donde se encontraban las tropas del Enclave. No estaba muerta, pero no se movía sin embargo, Clover no había visto la nube de plasma hiperrecalentado que había disparado Sarah Cross en dirección a Raul Tejada, la cual le impactó de lleno haciendo que su cuerpo se volatilizara por completo y haciendo que Clover saliera volando de allí por la onda expansiva, quedando de una manera completamente antinatural contra una roca.

La Hermandad del Acero hacía retroceder aún más al Enclave, el cual ya se batía en retirada. No por que eran superados en tropas, sino por que los supervivientes se habían cargado a todos y a cada uno de los integrantes del Enclave allí. Su fuerza de choque, sus experimentos, estaban todos esparcidos por el suelo entre manchurrones de sangre y tierra.

Mientras los soldados continuaban empujando a las tropas el Enclave en su retirada, los supervivientes miraron el campo de batalla. A lo lejos, se podía ver a Pete el Pachorras, alcanzado por una explosión y con su cuerpo contra una de las rocas del campo de batalla.

Un poco más allá, el cuerpo de Butch, junto con el de Cesar, ambos metidos entre un amasijo de hierro que era su armadura, allí dentro estaban sus destrozados cuerpos. A su lado, Pringoso parecía estar contento, tumbado boca arriba en el suelo con un rictus en la cara que parecía una sonrisa.

Clover estaba un poco más allá, junto a las carcazas de ED-E y el Sargento RL-3.

Los demás cuerpos no existían.

Volatilizados.

La batalla por la supervivencia de Yermo había terminado.

¿Se... se ha acabado? ¿En serio?

Habían pasado ocho días desde que aquel infierno comenzase pero a Sarah le parecían años. Tanta muerte, tanta lucha, tan cerca de que el aire dejase de entrar en sus pulmones... Esta batalla le dejaría secuelas que jamás podría curar, pero había merecido la pena. El bien había ganado de nuevo.

Sin embargo quedaba mucho por hacer, el Yermo había quedado seriamente dañado por los ataques del Enclave. Esto no se trataba de un fin, sino del inicio de una nueva historia. Los valientes caídos serían recordaos y también los villanos, al menos en la mente de Lyons, jamás olvidaría el rostro de cada uno de ellos.

Se trataba de un nuevo episodio en la historia. Uno que el mundo recordaría por siempre como la legendaria batalla de los ocho días.

Un segundo disparo. Un segundo objetivo. Y gracias a eso, y la colaboración del resto de supervivientes, o al menos los que han llegado hasta aquí, la batalla acaba. El Enclave, una panda de cobardes sin escrúpulos, caen o huyen bajo el fuego de artillería de la hermandad del acero. Y ahora que todo ha acabado, solo puedo pensar en una cosa. Me acerco hasta un montón de chatarra, un pedazo de metal que ha dejado de flotar. ED-E, el ojobot de la hermandad. Yo, hace una semana. Si fuese él, ahora mismo, estaría buscando en mis bases de datos un término que, si no me equivoco por culpa de este cerebro de carne, es algo así como una adaptación al campo morfogénico del cuerpo de Craig, y que significa que en cierta manera, también soy él, y quizá en el futuro solo recuerde haber sido un robot como una especie de concepto absurdo y confuso.

Pero no puedo dejarlo aquí, roto y perdido, por mucho que ya no sea yo. Recojo el cuerpo apagado, cargándolo a pulso, y sin decir una palabra de más, marcho lejos. Quizá para arreglarlo, quizá para enterrarlo. Desde luego, el único buen símil ahora es que antes era un soldado de metal, y ahora soy un niño soldado de verdad.

El humo se disipaba en el campo de batalla, mientras las tropas regulares del enclave se alejaban con el rabo entre las piernas. Sus mejores hombres... y máquinas, habían sido destruidos, pero no cabía duda de que, tarde o temprano, volverían.

Cross bajó el brazo forrado de metal en el que se ubicada el láser de su tecnoarmadura. Se encontraba cerca de Sarah y del Eldel Mcnamara. los supervivientes de la batalla no lo celebraban, al menos no en voz alta. Había mucho que hacer si querían salvar a la humanidad, una vez más.

Sin embargo, había algo que el Paladín debía hacer. Su honor lo exigía. Si hubiera hecho caso a sus visiones, como en otras ocasiones, ere posible que la batalla se hubiera tornado diferente, que hubiera acabado con el fin del mundo libre. Por fortuna no había sido así.

Cross metió sus brazos por debajo del cuerpo de Pete el Pachorras. El cadaver aún estaba caliente, y de la pipa, que aún aferraba tercamente entre los dientes, seguían saliendo volutas de humo. Cross se dirigió hacia lo que quedaba de la base de la Ciudadela. Pete descansaría en un lugar de honor...

Y la última línea enemiga cae.

Pasan largos los segundos antes de decidirme a abandonar la seguridad en la que me encuentro, pues al fin y al cabo nuestros enemigos eran capaces de artimañas realmente sucias y perversas... pero parece no ser así esta vez.

Desciendo y paso en un silencio solemne entre los caídos, entre mis compañeros, entre los cadáveres de los enemigos. Respetando la solemnidad del momento decido guardar vela por ahora, y avanzar directamente hacia el piloto enemigo abatido y arrodillarme, mirando directamente a los ojos de Clover.

Perdóname.

Alcanzo a decir en apenas un susurro. Coloco su cuerpo de un modo más natural tumbado en el suelo y, sin mucho más, busco el control, los planos, cualquier cosa que pudiese darme alguna pista. Quizá esta batalla se había terminado, pero desde luego no iba a permitir que sus secretos muriesen con ella.

Tanto si lo consigo como si no, vuelvo hacia donde se encuentran Tabhita y Charon. Extiendo mi mano hacia ellos, con una sonrisa tranquila, ajustando mis gafas, pero sin decir nada, sencillamente tendiéndoles la mano del mismo modo que lo haría con un par de compañeros, con unos amigos de verdad.

- ¿Y esto es todo lo que el Enclave puede hacer? Un poco decepcionante - murmuro al bajar del robot con mi arma entre mis manos.

Me acerco hasta donde se encuentran los cadáveres de nuestros enemigos y remato a aquellos que no tienen una bonita herida mortal en su cabeza. Al terminar con ellos, veo a Arcade andar hasta el lugar donde me encuentro extendiendo su mano hacia mi. Yo hago lo mismo.

- Buen trabajo, Arcade. Sin ese pequeño trasto seguramente, no hubiese sido tan sencillo. Y ahora, ¿a donde quieres dirigirte, mi buen amigo? - pregunto con la mirada clavada en el horizonte.

Ala!!! ¿Como que Tabitha? Todo el mundo me confunde con Tabitha T_T

"la batalla ha acabado" este es un concepto que me cuesta un momento entender, pero cuando mis niveles de adrenalina disminuyen me invade un gran cansancio. Un cansancio que no me puedo permitir, el final de la batallas es cuando mas trabajo tiene un médico, así que sin perder un momento empiezo a recorrer el campo de batalla atendiendo a nuestros heridos, pese a todo mi mente ya está en otras cosas

"ahora podré volver a mi trabajo para purificar agua. Otra vez casi desde cero, pero puede que ahora con los recursos de la hermandad sea mas sencillo, eso espero"

La noche cae, y espero que nos traiga un amanecer mas luminoso

Estrecho la mano de Charon con gusto.

A la fábrica de nuevo, tengo que reajusarla, ver los datos del robot enemigo, y quizá asegurar una futura defensa, ah, y mejorar tu rifle... no te olvides que ya hablamos de ello. Por cierto, un regalo...

Digo, extendiendo mi mano y dándole cinco balas más a Charon.

... amigo.

Dicho esto inclino ligeramente la cabeza para mirar a Lily y extiendo mi mano hacia ella.

Ambos seréis bienvenidos conmigo, quizá tenga que hacer más viajes en busca de material, o cualquier otra cosa... lo que es seguro es que será, cuanto menos... interesante.

Y a ambos necrófagos les dedico la mejor de mis sonrisas. Una de esas que tanto cuestan de ver.

Tanta crueldad, muerte y destrucción. Se había recorrido todo el yermo buscando a sus nietecitos y había acabado en una contienda que enfrentaba a hermanos contra hermanos. Sin poder evitarlo, Lily se puso a llorar. Tantos años a sus espaldas, tanta historia vivida de la cual se iba olvidando poco a poco por culpa de las pastillas. Ya ni siquiera se acordaba del rostro de Jimmy y Becky. Solo la grabación de audio que tenía de ellos la permitía no olvidarlos nunca. Viendo aquella masacre, supo a ciencia cierta que sus nietos habían muerto muchos años atrás. Se había quedado sola en el mundo y durante su nueva vida como supermutante no había hecho otra cosa más que vagar de un lado a otro buscando los fantasmas de los niños.

Lloró al recordar el inicio del fallout y las consecuencias que trajo. Lloró por sus amistades, su familia, los conocidos que murieron en paz y por los que murieron entre llantos de dolor. Lloró por el destrozo en la tierra, en el aire, en el agua y todas sus criaturas. Lloró por tantos años de miseria que le quedaban a la tierra, esos 24.000 años que quedaban hasta que el Plutonio acabara su ciclo vital y la tierra volviera a estar limpia. Lloró por la gente que conoció en su andanza como supermutante y que perdió, que no supo proteger. Lloró incluso por los vivos. El llanto que llevaba casi dos siglos aguantando por fin había brotado tras el fin de aquella contienda entre el Enclave y la Ciudadela.

Las lágrimas caían y mantuvieron a Leo a buen recaudo. Un Leo que luchaba por salir y perseguir a los que huían, un Leo que quería arrancarles las cabezas y aplastar sus costillas. Pero las lágrimas de Lily Bowen mantenían a Leo a raya. Aquella muestra de humanidad había conseguido algo que sus pastillas no lograban. En aquel momento volvía a ver las caras de sus nietos. Becky, Jimmy, os quiero, se pudo despedir finalmente de ellos. Y con eso, las lágrimas cesaron.

Lily se bajó con dificultades del robot y al lado de Charon, espera a que Arcade se acerque. Contestó al científico con un abrazo cuando vio que éste extendía su mano. Claro que iré contigo, le sonrió con todo el rostro húmedo, con una alegría extraña de describir, ¿miserable? no, más bien sincera.

También abrazó a Charon, el necrófago. El tiempo que había pasado con aquellos dos había merecido la pena. Y seguiría con ellos hasta el final.

Del cadáver, del pobre y sin suerte, Bucht DeLoria. Donde sus facciones y tupe ya eran historia, en medio de ese amasijo de hierro que era su armadura, entre una de las fisuras, cayo una navaja sin filo al suelo.

La navaja reboto un par de veces entre los cascotes, antes de aterrizar finalmente a la arena del Yermo, donde cayo de forma tal que acciono su botón y salio el filo que la guarda ocultaba. Un filo de sierra echo de plástico. Era el peine del peluquero, que que ya nunca mas podría ser usado por ese habitante de Vault 101 a quien le borraron su pasado y ya nunca podría volver a recuperar.

Los disparos me hirieron en profundidad y noté como la sangre escapaba de mi interior, junto a mis fuerzas, a mi vida. Solo podía sentir odio hacia aquellos estúpidos que osaban dispararme, enfrentarse a la fuerza de El Enclave.

Una gran explosión me lanzó por los aires, golpeándome contra una roca y cayendo junto al cuerpo inerte de Butch. Estaba muriendo, eso era obvio, pero una sonrisa afloró en mi cara. La explosión me había devuelto la memoria, ahora sabía quien era, cuales fueron mis actos y cuales mis verdaderos enemigos. Por suerte, aquellos a los que ayudé antes de morir habían vencido. Ya podía morir, libre, y reunirme con el resto de mis hombres caídos.

Era el fin, las ratas del enclave fueron exterminadas... y la Hermanadad podría celebrarlo.

-Bien, supongo que ya podremos crear una nueva base para la Hermandad sin que el Enclave nos ataque.

En realidad el lugar donde estuviera la nueva base le daba igual, se sentía a salvo en cualquier sitio.

-Buen trabajo, Cross- su compañero llevaba los restos del viejo para enterrarlos en un lugar digno- no creo que nos molesten más.

La batalla había terminado, y habíamos ganado. De nuevo a la soledad, a volver a buscar entre los restos del Yermo cosas para llamar la atención.

Que pena, me hubiera gustado acompañar al viejo Pete en su busqueda en las minas, pensé mientras algunos buscaban entre sus restos para enterrarlo como era debido.

Me gire con la mirada al horizonte, me acople las gafas corazón que apenas mantenían los cristales sin un rasguño, me quite esa armadura tan poco cool, y deje el arma a su lado, y comencé mi nuevo camino por las tierras del Yermo y buscar un vestido que cubriera las cicatrices de mi cuerpo, realmente no estaba nada sexy.  

Una sincera sonrisa al abrazo de Lily.

Hace apenas una semana estaba solo. Y ahora... Con ellos dos siento que nada podría detenerme.

Me siento en casa.

Definitivamente ayudar a otros traía su recompensa, tarde o temprano.

Gracias.

Les digo a ambos, apenas conteniendo alguna lágrima de alegría que no llega a correr por mi mejilla.