Partida Rol por web

- Pues está claro quienes nos han atacado, El Enclave. Siempre atacan para ver si se pueden llevar a alguien. Y por el trabajito, por allí, justo detrás de esa puerta de madera, hay unas cuevas llenas de mutarachas y ratastopo. Es entrar, destrozarlas, y dejar este aparatito en su nido, así no molestarán más. - Dijo el niño. - Es justo allí detrás, podéis entrar cuando queráis. -

-¿Qué, alguno se anima a ayudar? Sé de alguien que se ha agenciado una pistola láser para podría usar contra mutarachas y ratastopo...

Cross observó a la recién llegada, que tan alegremente interrumpía las conversacoines de los demás, pero prefirió dejar que siguiera poniéndose en evidencia, e ignorándola, respondió al mayor.

Bien, en ese caso, os ayudaré con vuestro problemilla en las cuevas. dijo ¿Pete? ¿Viene? y justo antes de ponerse en marcha, se giró hacia la maleducada recién llegada Señorita Sonrisas, si quiere venir, está invitada. Pero procure no estorbar.

Miré hacia Cross y escuché como con aires de superioridad se creía que él solo iba a poder resolver el problema. Si pensaba que aquí era su invitada estaba muy equivocado. -Ten cuidado no seas tú el que estorbe...

Escucho con atención las palabras del Mayor, ya que la situación de confrontación con El Enclave es mala y puede llegar a afectar a todos los que estemos en la zona, estemos relacionados o no con el conflicto.

Como el niño que es, habla rápido, muy rápido y no para de moverse. A pesar de ello se ve que es el más tranquilo de los habitantes de Little Lampligth.

Sonrío levemente, sin dejar de chupar la pipa cuando el joven impaciente reacciona a mi comentario.

También ha aparecido de la nada otra jovencita que habla mucho y rápido, Sonrisas dice que se llama. Llega protestando debido a que nos hemos repartido los recursos que encontramos antes de su llegada sin contar con ella. Le dedico otra sonrisa desdentada mientras sigo chupando con fruición la pipa, por lo que acabo envuelto en un halo de humo mientras hago una leve inclinación con la cabeza.

- No hay prisa. - Comento, hablando bajo y despacio. - La prisa no es buena, no soluciona nada. - Me giro hacia el Mayor antes de decir: - ¿Las puertas necesitan algún tipo de reparación?, ¿algo en lo que pueda ayudar? - Me giro hacia Cross y digo: - Estoy interesado en explorar las cuevas, si, pero no hay que entrar sin haber cubierto la retaguardia. Siempre podemos ir a las cuevas, pero es mejor que la puerta esté asegurada, para evitar sustos, ¿no le parece jovencita? - Termino dirigiéndome a la recién llegada.

El Coronel Tsu, que parece estár en babia, se queda por allí mirando las telas de araña mientras que los otros tres supervivientes entran en las cuevas para darles pasaporte a los enemigos que alli se encuentran. Van despacio, con las armas o lo que puedan usar para atacar preparados...

¡Cuando pueden ver a una mutaracha y dos ratas topo comiéndose lo que parece ser un cadaver de un niño!

¡Es hora de entrar en acción!

Rayos , al final el abuelo va a ser quién tenga más sentido común, se maldijo el paladín, ante la diátriba sencilla pero con toda la razón del mundo que llevó a cabo el viejo.

Muy bien, me parece perfecto. Si podemos acabar con esos bichos lo haremos, y si tantas ganas tiene de ser la primera, adelante, Sonrisas espetó sin saber muy bien cómo reaccionar. No estaba acostumbrado a tratar con mujeres de su edad.

Una vez dentro de la cueva, los tres compañeros circunstanciales, se toparon con un espectáculo dantesco, tres bichos horrorosos devorando a uno de aquellos críos.

¡Maldición, allí! gritó Cross apuntando con el láser de su armadura y abrasando a la mutaracha

Rezongando por lo bajo, ya que los jóvenes siempre parecen tener prisa para hacer las cosas, me paro antes de internarnos en las cuevas, por lo que los impacientes jóvenes que me acompañan pasan de largo y me quito el petate con parsimonia para colocarlo en el suelo. Me agacho en medio del crujir de mis viejos huesos, y lo abro para sacar de el mi viejo pico de minero, que está casi tan cascado como yo, pero al menos es duro, está afilado y nunca me ha fallado, y lo poso a mi lado en el suelo.

Después de dar una calada especialmente larga a la pipa, la retiro de la boca y con unos pocos golpes y un movimiento de muñeca retiro los restos de tabaco de la cazoleta y los dejo caer al suelo de la cueva, donde termino de apagarlo y soplo la cazoleta para asegurarme de que no quedan restos de tabaco antes de guardar la pipa en el petate y volver a cerrarlo con cuidado.

Me levanto lentamente, desperezándome, y una vez de pie me estiro ruidosamente. Después recojo el petate y me lo coloco en la espalda, me aseguro de que está bien puesta y de que no me molesta para andar y recojo el pico, que apoyo negligentemente en mi hombro.

Observo a los dos impacientes jóvenes, que se han internado en las cuevas y dejo escapar un suspiro.

- Ah, la juventud. Todo son prisas, sin disfrutar de las cosas buenas de la vida, una siesta, una jornada de descanso, una comida caliente...

Me interno en las cuevas detrás de ellos, tarareando una vieja cancioncilla picante que aprendí en la mina cuando era joven e impulsivo como ellos.

Cuando nos encontramos con la mutaracha y las dos ratas topo, otro suspiro escapa de mis labios, odio a estos bichos, son un peligro para todo trabajador decente. Veo como el joven impaciente usa su pistola para disparar a uno de los bichos. Por lo que me acerco a él y digo en voz baja.

- Si podéis encargaros de ellos a distancia, es mejor que hacerlo en cuerpo a cuerpo. - Tercio el pico delante de mi pecho cogiéndolo con las dos manos y separo mis piernas para buscar una buena posición por si las cosas se complican. - Yo os cubriré si esos bichos se acercan demasiado. - Me giro hacia la joven impaciente antes de decir. - Si acabamos con estos bichos y encontramos algo, por mi puedes ser la primera en escoger, siempre que él no se oponga, claro.

¡Una rata topo vuela por los aires!

¡Aun quedan dos enemigos más!

Cuando los bichos se acercan con aviesas intenciones, descargo un certero golpe con el pico contra el más adelantado.

-Bueno, parece que nos ha tocado un bicho por cabeza. A ver qué tal se me da el mío...

Noche 1

Little Lampligth

Tras realizar el pequeño trabajito que les habían encomendado, los supervivientes regresaron junto con el Mayor. El niño parecía bastante contento y además, pudistéis ver que la mesa estaba preparada. Había comida para todos, para vosotros y para todos los niños que estaban allí reunidos, y también agua para beber, por lo que hoy no ibáis a pasar nada de hambre e ibáis a llenar el estómago.

En su mano, tenía la recompensa que todos estabáis esperando. Un muñecote azul, con la cabeza muy grande, que al parecer, tenía alguna especie de valor.

El mayor colocó el monigote en la mesa, y tras dar la orden, todos os pusistéis a comer. Al parecer, las reparaciones de la puerta han dado sus frutos, ya que esta noche, nadie ha entrado a atacaros.

-Pareces contento, Mayor... espero que os hayamos sido de ayuda con vuestro problemilla y muchas gracias por esta deliciosa comida. Ya me hacía falta después de un día duro... Por cierto, ¿qué significado tiene la figura? -le pregunté observando la estatuilla que había puesto sobre la mesa -es muy bonita ¿es un premio por la ayuda? -continue, mientras cogí la figura para examinarla.

En realidad, Cross no tenía la más remota idea de para qué podría servir aquella figurita, por lo que decidió hacer caso a los consejos del anciano Pete, y tener paciencia, a ver qué contestaba el Mayor.

Mientras tanto, aprovechó para darse una cena en condiciones junto con los chavales del Little Lamplight, ya que hacía mucho tiempo que no podía permitirse ese lujo...