Partida Rol por web

Dos nuevas presencias hacen aparición en este lugar, mientras el alma de Naivé desaparece.

Por un lado, Alfhird, de mirada ausente y voluntad agotada después del conjuro que acaba de lanzar.

Por otro, Rhoda, quien incluso en este lugar no ha perdido su expresión de osadía. Mira a su alrededor, curiosamente sin asomo de sorpresa.

Cerca, una criatura que no alcanza a verse con claridad se está retirando con algo entre las mandíbulas. Alexander está desapareciendo frente a sus ojos... Más allá de lo que cualquiera se atreve por el momento a alcanzar.

Sólo queda Virgil en pie para dar la bienvenida a las recién llegadas.

Además de eso, la figura de Jack el Destripador puede verse reflejada en un espejo y Charles Maxwell se proyecta a la sala con una proyección de luz.

El rostro de Rhoda fue adquiriendo poco a poco un color rojizo. Frunció las cejas y resopló varias veces como los niños pequeños que juegan a no respirar.

-Yo no tendría que estar aquí -protestó, cruzándose de brazos.- Me las van a pagar, lo juro. Lo juro, lo juro, lo juro, lo juro...

Repite la cantinela durante un buen rato, repicando con los pies en el suelo. Mientras se los observa, algo le hace detener el canto y el movimiento. Ya no parece enfadada. Se pasa las manos por la falda del vestido, admirada y orgullosa. También se mira los brazos, las manos, las medias. Y sonríe.

-Mirad que bonito - dice, dando una vuelta sobre si misma. -¿Verdad que así podría ir a una fiesta? Es como si Ava lo hubiera planchado.

Mucho más satisfecha que a su llegada, la niña suspira y dice:

-Todavía tengo muchas cosas que hacer. 

Naivé se fue, pero llegaron 2 invitadas. La primera era demasiada vieja, la segunda aún algo joven. La bruja representaba mejor a todas aquellas que había asesinado cuando mi vida me pertenecía. Pero parecía que no iba a aportar mucho más a mi Señor, por lo que almas frescas podían ser nuevas fuentes de información.

Bienvenidas seais, a este decadente lugar.

La presencia del otro tipejo seguía allí presente.

¿No te cansas de jugar a lo que no eres? ¿No hay nadie más a quien tratar de imitar?

- Mm... demasiado joven para mí - El peculiar saludo del hombre no se hace esperar. Mira a Rhoda de arriba abajo antes de negar una vez más con la cabeza y buscar asiento.

El aspecto de Virgil es terrible. No sólo sus ojos se están apagando, sin vida apenas, sino que el encontronazo con la bestia sin nombre lo había dejado herido. No sangraba, posiblemente allí ni siquiera era posible tal cosa, pero eso no significaba que dejase de ser igualmente inquietante su aspecto.

- Bienvenidas las dos. Si siguen con el mismo ritmo, al menos pronto tendremos algo más de compañía.

Resopla con fastidio y señala hacia las sombras - Supongo que nadie será tan insensato como para seguir investigando lo que hay más allá. No creo que esa cosa tenga bastante con un solo bocado.

Solo que sí que hay algo... parece... una campanilla, como las que usan en casa para llamar al servicio.

Solo que sí que hay algo... parece... un cuchillo ceremonial de espléndida manufactura.

Bienvenidas al purgatorio, o lo que sea este lugar. Tal vez nos sería de ayuda a los vivos compartir algo de información. Mi descendiente posee la capacidad especial de hablar con los muertos, supongo que ya es hora de sacarle partido - dice el viejo Charles observando el entorno temiendo que el devorador pueda volver a aparecer.

Decidme, ¿Cuales eran vuestras habilidades especiales en vida?

-Mmm... ¿Se refiere usted a poderes? - murmuró la niña, alisándose la falda con una media sonrisa. -A mí en realidad me gustaría volar, ¿saben? O ser invisible, eso también. Para robar caramelos sin que te vieran. ¿Se imaginan la cara de susto de los demás? Pero ahora mismo... ¡Eh!

Su cara cambió cuando uno de sus dedos se coló por un pequeño agujero en su falda. Una catástrofe. 

-¡Me han roto el vestido! Oh... ¡miren! Se ha descosido, no... ¡no lo entiendo! ¡Ahora se me va a romper!

Pocas veces antes había mostrado tal preocupación. Su angustia parecía verdadera. Miraba a su alrededor como si esperara una respuesta inmediata. 

-Y ahora qué hago, ¿eh? No puedo ir así. ¿Dónde están los...? ¿Es que aquí no somos invitados y no tenemos servicio?

Antes de que pudiera seguir protestando su rostro se iluminó. Soltó una exclamación animada y señaló hacia la lejanía, hacia una campanilla en la que antes no se había fijado. Apresuró el paso hacia allí, hacia las sombras. 

-¡Ah, vale, es esto! -afirmó, haciéndola sonar con avidez. -¡Maniquí!

Rodha se ha movido demasiado deprisa como para que cualquiera de las personas presentes puedan detenerla, aunque para ser francos, tampoco es que quisieran ni intentarlo.

Cuando se incorpora, tiene algo metálico en las manos. El sonido estridente que emite cuando es agitado es extraño. Resuena con eco, como si algo se estuviese moviendo cerca de donde están.

Pasan dos segundos en el que sienten como si les quitaran el aire del pecho, y cuando regresa lo hace de golpe, levantando tal gran bocanada de polvo que les ciega por un momento.

No es hasta que la vista comienza a aclararse que pueden ver que algo ha cambiado.

En el suelo, bajo sus pies, hay un gran círculo de cristal bajo el cual pueden verse docenas de engranajes oxidados que hasta hace un momento se ocultaban a la vista.

A su alrededor, los maniquíes estáticos se han movido, alejándose al menos tres menos del punto en el que están. Casi parece que les miren, expectantes.

Llama la atención que el espejo de Jack el destripador y el círculo mágico de Maxwell están justo en el centro, formando un triángulo equilátero con una sillita oscura adornada con flores de papel blancas u un ojo abierto tallado en el respaldo.

Entre ellos, los restos destrozados de lo que debió ser una mesa. Demasiado sucia como para reconocer si había o no alguna clase de color en ella, pero alcanza a vislumbrarse que tenía relieves en su superficie.

Casi parece... alguna clase de puzzle.

Virgil enarca una ceja ante el extraño expectáculo, y se acerca para echar un ojo a la mesa. No es que tuviese nada mejor que hacer.

- Yo podría arreglar esta mesa, pero no creo que sirviese para nada.

Pero no es solo la mesa.

Bajo ella hay un cofre, puedes sentirlo, Y en el interior de ese cofre algo que podría ayudarte.

Tienes el poder suficiente como para influir en ambos objetos, reconstruir la mesa y dejar el cofre abierto, pero sin la ayuda de alguien más... alguien con un poder similar al tuyo, quedarías más que exhausto. Puede que perdieses el acceso al resto de tus dones por un día si intentases embarcarte en esta empresa tú solo ¿Pero merece la pena colaborar con una persona en la que no confías?

La decisión es tuya.

Noté lo que estaba ocurriendo en el lugar, y negué con la cabeza.

No, no voy a hacerlo. ¿Para qué?

Entonces escuché la voz de mi Maestro dentro de mi cabeza.

Porque así aprenderemos más sobre estos Maxwell. Ya has visto que se ha presentado como si tuviera MI don. Puede que si se agota lo suficiente, deje este lugar y se vaya a molestar a otro. Además, aquí sigue sin haber mucha información, a ver que podría darnos este cofre.

Bufé malhumorado, pero la decisión ya había sido tomada por mi.

De acuerdo mi Señor.

Puedes sentirlo. El Destripador está aportando algo de energía para resolver esta parte del puzzle, pero no suficiente como para resolverlo. Aguarda. Parece que espera por ti. ¿Harás tu parte?

Maxwell y el Destripador se miran entre sí. Quizás no puedan interaccionar directamente sobre los objetos que tienen frente a sí, pero sí hay otra cosa que pueden hacer.

Sin mediar entre ellos una sola palabra, cierran los ojos y se concentran. Una leve luminiscencia rodea a ambos, aunque no llega a alcanzar la silla negra. Como si de virutas de luz se tratase, lentamente se derraman sobre la mesa destrozada. Es como si los años viajasen hacia atrás para ella. El brillo lacado de la madera se restablece, las fibras recuperan consistencia. Cruje con estrépito cuando los clavos oxidados y las láminas quebradas regresan a su lugar. Cuando está enderezada, pueden verla claramente.

Sobre la superficie puede verse claramente el dibujo de diecisiete cerrojos tallados. Como si cada uno de ellos guardase alguna clase de secreto.

Justo cuando la curiosidad comienza a mordisquear, el último objeto se recompone. Lo que no era más que astillas bajo la mesa da forma ahora a un cofre, y cuando este se abre, pueden apreciar una veintena de llaves mezcladas, de las cuales al menos dos están tan rotas que son inservibles.

La risa de Rhoda transmitía auténtico gozo. Una sonoridad infantil, como si acabara de descubrir los regalos de los Reyes Magos. Tenía las manos fuertemente cogidas, expectante, y miraba la escena con deleite.

-¡Es una pasada! ¡Qué bonito! Era como una puerta secreta.

Se acercó al cofre que contenía las llaves y las repasó con la mirada una por una. Luego sus ojos se desviaron hacia la mesa.

-Está claro, ¿no? Sigue siendo una puerta secreta. A lo mejor sirve para salir de aquí, o se mueven estos dientes redondos del suelo y se abre otra sala oculta. ¡Qué nervios! ¿Jugamos?

La niña se volvió hacia los demás con una de las llaves (la número 2) en la mano. Les miró con imploración.

-Va, por favor, por favor, ¿las probamos entre todos?

- ¿Acaso te detendrías si te lo pidiésemos?

-¿Eso significa que sí?

Rhoda se encogió de hombros al tiempo que sonreía.

-Acabaríamos antes. Y sería de buena educación por vuestra parte no dejar que una niña indefensa lo haga todo, sin saber qué consecuencias terribles y dramáticas puede tener eso que haga. 

Dejó que las palabras se esparcieran durante unos segundos de silencio y volvió a sonreír. Sujetó la llave que había cogido contra su pecho mientras observaba las cerraduras.

-Mmm... A ver.

Rhoda, poco a poco, introdujo la llave en la elegante cerradura caoba (número 3).

Introduciendo con cuidado, Rhoda tantea el mecanismo, despacio, hasta que encuentra un punto en el que parece encajar. Con una sonrisa triunfal gira el mecanismo, pero al llegar al final hay un pequeño punto de resistencia... y la llave se rompe, dejando la mitad de la misma dentro de la cerradura.

La primera reacción instintiva es el temor, sin embargo un momento después el mecanismo de suelo comienza a moverse.

Probablemente el estruendo llegará a escucharse a grandes distancias, pero el efecto de este cambio no salta a la vista. ¿Qué habrá pasado? Es necesario seguir probando.