Partida Rol por web

Cuando Bixente de Vergaresse y Lizárazu se sobrepuso del horror que acababa de presenciar se percató de que tenía en su posesión dos objetos que nunca antes había visto pero que de algún modo le eran vagamente familiares... dos frascos de distinta forma y tamaño que contenían sustancias de muy distinto objetivo.

El primero era pequeño y estaba en su puño cerrado. Del tamaño del hueso de una ciruela y de una forma muy similar, portaba un brebaje azul claro, diáfano y puro.

Su instinto y algún tipo de recuerdo disfuso, que no lograba identificar como de esta vida, se lo dijeron claro: Vinívara olcutae, el néctar de vida capaz de purgar cualquier veneno o dolencia de un cuerpo vivo. Una sustancia legendaria para cuya destilación eran necesarias plantas que se creían extintas hace cientos de años pero... allí, en el desvencijado salón profanado de Chaó Noir había inconfundiblemente un frasco de esta sustancia. ¿Como podía estar tan seguro? Porque la segunda propiedad de la pócima aún se manifestaba levemente, disipándose por segundos: el rostro de Irina Livnova se plasmaba en el líquido azulado, disolviéndose a marchas forzadas. Pues la Vinívara olcutae no solo cura, si no que conoce de aquellos a su alrededor que la necesitan, y responde a su llamdo de tán gráfica manera. Tristemente la imagen de Irina terminó de disiparse tal cual Bixente tomó el frasco en su mano, pues era demasiado tarde.

El segundo objeto era una botella de un tamaño algo mayor, escondida bajo su sotana. La sustancia en su interior era rojiza, de un color y textura enfermizos y peligrosos.

¡Amaretta Rossatta, un brebaje capaz de matar a alguien en cuestión de segundos! El cura tuvo que contenerse para no exclamar de emoción. Aunque desconocía de donde nacían estos saberes extraños, ahora disponía de un arma letal con la que defenderse de los horrores cósmicos que venían en su contra, así como de un escudo para salvar la vida de un inocente. No sabía lo que pasaría pero... no se iría sin luchar.

Guardando las pociones entre sus ropajes el padre Bixente disimuló con eficacia volviendo al grupo sin levantar ni una sola sospecha de sus descubrimientos.

Bien !! he entendido todo, gracias !! :) 

Antes de que los primeros rayos de sol comenzasen a romper el embrujo de la noche, cuando por las ventanas ya comenzaba a adivinarse el clarear del día, Bixente de Vergaresse y Lizarazu se despertó con una sensación de frio intenso en su pecho. Al extender la mano para palpar esa extraña sensación se percató de qué era: el pequeño frasco de Vinívara ocultae. En el se reflejaba un rostro... ¡El de Jim R. Martin!

Mientras todos dormían aún profundamente el cura pudo ver al levantarse que efectivamente el lenguaraz detective había sido atacado: exhibía cuatro marcas negras, como de aguijonazos infectados, en los brazos, el cuello y el pecho. El investigador privado no lo sabía aún, pero la muerte ya le había marcado...

Ahora estaba en manos del sacerdite vasco el decidir si borrar esa marca o... guardar su pócima para otra ocasión. Dificil decisión sin duda... por suerte aún notaba su mente en contacto con la del curandero mongol aunque este se encontrase dormido. Quizás él podía ayudarle a decidir.

Como era costumbre me levantaba en maitines, todavía de noche, para mis rezos y oraciones .... En aquella ocasión me desperté afectado por un frío extraño..... y lo que me encontré tendido en el suelo.... el cadaver del detective me hizo sobrecoger ...

Dos menos - pensé mientras me santiguaba y aplicaba la extrema unción al fallecido .... el mal se apodera de nosotros y no puedo salvar al fallecido, tengo que reservar la pócima para mí o para mi hermano.   

El segundo amanecer de Bixente le mostró que no había sufrido daño ni mácula de los engendros estelares que les acechaban. Quien iba a ser víctima era su compatriota, la recatada mujer del servicio: Carmen Justo.

¿Merecería la pena gastar su pócima en salvar a la mujer o habría que dejarla a su suerte, encomendando su alma al Altísimo? Era la decisión que Bixente debía de tomar...

Pobre mujer .... - Pensó el Padre Bixente santiguándose dos veces y con cierto alivio al ver amanecer un nuevo día.  

Lentamente se incorporó y sacó una de las pócimas de su sotana, observandola y sopesando las razones por las que habría de malgastarla con aquella mujer. Toda alma merecía ser salvada, pero ahora todo aquello quedaba en manos del altísimo. 

- No, se dijo el padre Bixente, tengo que guardar las pócimas y utilizarlas con sabiduría. De todas formas, la señorita Carmen no participaba mucho y votó egoístamente con cierta negligencia.

Guardó la pócima junto a la otra en el compartimento secreto de su oscura sotana ... Miró el reloj y con cierto alivio se recostó de nuevo en la mullida alfombra. Todavía quedaban unos minutos más... el día sería intenso y necesitaba descansar un poco más. 

La mañana del 4 día en el encierro en la mansión de los Van Der Waltz Bixente se despertó con una sensación que se le hizo extraña por el entorno en el que se encontraba: tranquilidad. Cuando fue a mirar su frasco se percató extrañado... de que no reflejaba el rostro de nadie. La sustancia estaba tranquila y en calma. 

Por algún motivo esa noche no iba a morir nadie en Cható Noir... ¿sería eso una buena noticia?

Me despierto extrañado en mitad de horribles pesadillas ... El segundo día de aquel cautiverio infernal había terminado por llevarlo al límite de la locura .... Y el tercer día no auguraba nada mejor al segundo, tal vez la muerte que en ese momento se le antojaba como un mal menor ....

Al quedarse dormido, ya imaginaba que los cazadores nocturnos le dejarían en paz, pues de todas formas serían sus propios compañeros humanos quienes le iban a sacrificar. 

Al ver que nadie había sido asesinado esa noche se sintió extrañado, pero decidió NO utilizar el veneno contra nadie por miedo a equivocarse de nuevo.  

Un quinto día veía su amanecer asomando casi con el mismo miedo que los habitantes del Cható Noir, y Bixente amanecía también con el ya familiar frío en su pecho. ¿Quien era? No se extrañó demasiado de ver reflejado el rostro más polémico del día anterior en su frasco: Giorgio Monicelli.

El magnate italiano se retorcía en su sofá entre horribles dolores, y las marcas negras de la muerte primigenia recorrían su carne. De no recibir cura encontraría pronto su fin...

Me despierto entre horribles sueños sintiendo una sombra que pasa junto a mí ... abro los ojos y me percato de que el pobre Giorgio será el próximo en morir ... - Santo Dios !! pobre infeliz !! - susurro mientras me santiguo.

Esas cosas le habían picado ... localizo los frascos bajo mi sotana y aliviado compruebo que el antídoto esta en su sitio.  

Me giro sobre mi mismo y cambio de postura haciendome el dormido, sintiendo el aliento de una de esas cosas sobre mi nuca.... con miedo de que se percaten que estoy despierto me quedo muy quito haciendome el dormido.

Cuando noto que todo esta en silencio me levanto sigilosamente y me acerco al conde Pierre Isidore - Lucien ( Conde de Turene ) y le aplico el veneno de muerte. 

Después y sin darme la vuelta recorro el camino de vuelta hacia mi sitio y me quedo dormido.   

El sexto día amaneció con una nueva víctima femenina de las criaturas alienígenas. Demetria Antoniette Laforêt exhibía en su hermoso rostro, cuello y piernas las picaduras negras de los invasores, y Bixente despertó viendo su rostros en su frasco salvador. ¿Qué hacer? ¿Debía salvarla ahora que quedaba tan poco para terminar esta locura? ¿O acaso era mentira que quedase poco y estaban siendo engañados de algún modo? El cura vasco no sabía decirlo a ciencia cierta... Lo único cierto es que la decisión estaba, como cada día, en sus manos, en forma de un pequeño frasco azul salvador.