Partida Rol por web

—No puedo esperar para descubrir todas y cada una de ellas, Yua-chan —repliqué con una sonrisa traviesa, sin una pizca de verguenza ni arrepentimiento por el pequeño engaño.

Toda una suerte la mía: Había ido a dar con alguien que no tenía problemas en jugar un poco. Hacía que la espera fuera mucho, mucho más soportable.

—Ya veo. Si me lo preguntaras, te diría que el amor ha tenido un resultado precioso —Volví a guiñar un ojo con descaro, apoyé una mano sobre la cadera y sonreí de medio lado antes de responder a su pregunta—. No podría ser un héroe ni aunque me lo propusiera, Yua. Te devolvería la pregunta, pero ya me has contestado, ¿No? Eres la heroína de esta historia.

La dediqué un gesto encantador. Después de eso, no tardó en acercársenos Muto, y la que se acababa de presentar como Sumire poco después de él. Los saludé levantando un par de dedos de la zurda.

—< Welcome aboard >, Muto y Sumire —dije a los dos, quitándole toda la importancia a que Muto nos hubiera estado escuchando. Para eso estabamos ahí—. Ah, no te voy a decir que no a una de esas trufas.

Al tiempo que me agenciaba una de la bandeja, repliqué el gesto estirandome para ponerla a tiro la que todavía exhibía aquellas deliciosas tartaletas que habían resultado no ser de salmón con holandesa, y extendí el gesto a Muto y una vez más a Yua.

—Esta heroína y yo hablabamos sobre cómo hemos terminado aquí —comenté de pasada con un cabeceo, mirándolos a ellos y dejando echado el anzuelo para que se sumaran a la conversación.

Termine haciendo lo mismo tan solo comí el Pastel, a este punto tenía cinco caramelos en la boca, haciendo un total de 55 caramelos. Bueno creo que está vez paso más tiempo, y estoy seguro que están casi todos, con una que otra excepción. Revisó mi Hangar con Robots en el juego, me aburrí por un momento y me vi el trailer para matar rato, y obtener uno que otros Lingotes de Plata para mejorar mis robots y sus armas.

Hmmm, está mejor que el del año pasado. Cuando estaba comenzando otra batalla, la cancelo y desperdicio mis valiosos puntos, por rechazar la partida ya cargada y recibo la merecida penalización. Que más, la educación de por medio. Lo hice ya que sentí las intenciones de la persona que se me acerca. Tengo poca paciencia, espero y no me deje con las palabras en la boca. Se termina presentando y diciendo su nombre. Que más, vamos a ser amistosos por un tiempo. Pienso para mi mismo, Lo miro retenidamente, el me da la mano, y aunque prefiero las reverencias, le sigo el juego y le doy la mano. -Soy Kohano, Itaro Kohano. Espero no me deje en visto, entonces le ofrezco dos caramelos. Si los acepta ya serán 57.

Sin poder evitarlo se coloca la capucha de su buzo blanco con rosa mientras desvía la mirada hacia Hiro a través de un gesto que refleja picardía, travesura, como quien se divierte ante el juego de palabras que ambos intercambian. 

—Te tomo la palabra Hiro-chan—responde en ese mismo tono—. Oh gracias, supongo que se aman en demasía. Imagino.

Pues ella no se corta en decir lo que siente o piensa, es lo que tiene Yua, muy espontánea ante una persona que le cae demasiado bien. Además es consciente de la dinámica que va surgiendo entre guiños, gestos y comentarios que invitan a pensar en más de un sentido. 

—No sé si podré asumir tal papel, pero lo intentaré. Lo prometo—dice—,no vaya a ser que esto termine mejor de lo que imagino. 

Y en medio de la conversación, se une aquel hombre que desde no le ha quitado un ojo a ellos dos. La rubia lo recibe con una sonrisa, satisfecha por el hecho de haberse atrevido a dar un paso hacia delante y romper con la barrera que lo ha limitado a la hora de acercarse a la pareja de jóvenes que hablan con tanto descaro y comodidad. 

—¡No interrumpes! Yua, Hiro por aquí—lo señala al peliblanco—. Como dicen aquí, estábamos hablando sobre el motivo que nos trajo a este lugar—responde a Muto y al ver Yua que una morena se une, la saluda—. Hola, gracias se ven geniales. Prueba, no te arrepentirás. 

Sin demasiados rodeos prueba también lo que ofrece la chica, están buenísimos estos bocados según la perspectiva de la rubia. 

 Komani vio como Diego sufría por la subida del volumen de sus auriculares y, con una sonrisa de colegiala cruel, se va de la escena dando saltitos. Después de todo, ya tenía que ir buscando a alguna otra persona a la cual hacerle bromillas. De lo contrario, se aburriría mogollón. Vio que había otro chico con auriculares recostado, pero poca gracia tenía repetir una broma tan rápido. Eso solo lo hacen los comediantes de segunda clase. Ella tenía que buscar material original.

- Kukuku, me abuuuurro... ¿Que tal si...?

 A la chica se le había ocurrido otra idea. Quizá un poco menos dañina que la anterior pero igual de molesta. Fue a la mesa de bocadillos y, cuando hubiese menos gente allí, tomó la azucarera y le puso azúcar a las comidas saladas. Y luego tomó el salero y le puso sal a las comidas dulces. Ahora la mayoría de los bocadillos tendrían un sabor completamente extraño y agridulce. Lo cual provocaría reacciones de lo más peculiares. Todo para el divertimento de Komani, que se sentó en un sillón riendo por lo bajo y esperando a la primera víctima de la broma.

- ¡KUKUKU! Veamos quién es el primero que se acerca a comer algo...

Teniendo al Joven Ying en medio de una presentación, miro de pocas a una joven haciendo algo lo bastante impropio para ser catalogado de broma. Espero que Ying no vaya a la mesa por comida, le daré más caramelos si recibe los que le estoy ofreciendo. Después de completar su malhechoria, vi como se iba sentando a esperar a alguien.

¿Debería decirle o alertarle a alguien más?.....nop creo que lo más sabio será dejar que lo descubran por si solos. Después vuelvo en lo que quede con la persona enfrente de mí.

Aunque era el primer día, no iba bien preparado; tenía el pelo desaliñado y grasiento, unas grandes ojeras bajo los ojos y una piel pálida que no mostraba un aspecto saludable.

Mi ropa parecía ser informal, pero aún para ser informal estaba bastante descuidada, tenía el cuello de una bufanda atado hasta arriba hasta taparme la barbilla y quizás con suerte alguien podía ver la comisura de mi boca.

No dije nada, no había nada que decir, mucho menos cuando probablemente había otra gente más interesante que mirar. Aunque a decir verdad, creo que con las prisas se me había olvidado de ponerme los zapatos y aún estoy con pantuflas de andar por casa en esta importante reunión.

Tras recibir los caramelos, me meto ambos a la vez en la boca, asintiendo sorprendida. Son de un suave sabor a cereza, que me limpian la boca de los sabores de los bocaditos de antes. Muy ricos.

—Mmm, no te preocupes.—sonrió, viendo como él coge más para sí mismo. Sus siguientes palabras le hacen enarcar una ceja, divertida ante la manera en la que trata el tema, incluso dándole la posibilidad de ignorar la pregunta. Hama no responde inmediatamente, sino que espera a saborear un rato más los caramelos (y la situación), mientras inspecciona mejor al chico. Verle le recordaba a tiempos pasados, no especialmente mejores, pero sí divertidos.—¿De qué tipo? Bueno, sea cual sea, sí, pero tampoco es que sea la mayor fan.—y ahora, lo que más le había llamado la atención.—¿Por este trabajo, te refieres a cazar ghouls? ¡Wow! ¿Cómo es? ¿No tendrás alguna cicatriz de guerra? ¿Puedo verla?

Y como si así fuera a terminar de convencerle, se inclinó descaradamente hacía él: apoyó las manos sobre el hombro de él, y sobre estas la barbilla. A tan poca distancia, Itaro podía ver a través de las gafas como la chica sonreía y parpadeaba muy deprisa, como haciendole ojitos. Una táctica un tanto infantil, impropia de una mujer que parecía rondar la treintena, que se vió interrumpida por la llegada del chico nuevo. Hama se separó de Itaro, como si nada hubiera ocurrido, y le sonrió al nuevo.

—¡Encantada, Ying! ¿Puedo llamarte así? Yo soy Hama Okabe. 

De un Momento a otro siento como si mi mente tuviera una fisura dimensional. Creo que estoy recordando cosas que pasaron. Mientras espero a que Ying responda, le contesto a Hama Okabe que se presenta a el joven Ying. ¿Aún sigue, a mi lado?, supongo que estaba haciendo lo mismo que hago, abstenerme a responder analizando la atmósfera primero, a la vez que saborea los caramelos de cereza.

-Okabe-san, no se si eres mayor que yo, así que no se con que honorifico referirme a ti. Le digo mientras saboreo los caramelos que tengo en la boca. Es algo vergonzoso hablar de está cosa entre colegas pero, creo que le diré. -Respecto a la cicatriz, si tengo unas cuantas. Le muestro unas fotos de cicatrices que se podrían considerar atroces e imposibles. Son tres marcas detrás de mi cuello, cuatro marcas en dirección diagonal en mis costillas y por último diez marcas de cortes limpios repartidos en cuatro en cada brazo, las otras dos son bien visibles en mi mano derecha. Una en el dorso y la otra en medio de la palma. Todas esas marcas son la razón por las que cubierto, y tengo guantes negros en uno de los bolsillos de mi chaqueta.

Ying que esta en proceso de responderme también observa parte de las fotos. Esto ya es demasiado vergonzoso. Me quedo callado y observando esperando sus respuestas.

Muto se mostró más tranquilo al ver que no le habían dado mayor importancia y le han incluido en su conversación. En ese mismo momento una chica morena con una bandeja de canapés se les une, toma uno de ellos y con el otro brazo toma la bandeja de las tartaletas y se la ofrece. - ¿Las de trucha con salsa de pimiento? - Formuló la pregunta mirando a Hiroshi enfatizando el nombre del canapé en un intento de broma. - Mucho gusto.- Añadió, saludando a la recién incorporada.

Vuelve a mirar entonces a la pareja sopesando la pregunta. - Un conocido de mi familia es inspector y me recomendó para ingresar, pensé que sería mejor opción que lo que estaba haciendo y aquí estoy.- Resumió de forma escueta para no aburrirles. - Así que se podría decir que soy un completo novato.- Se encogió de hombros y mostró una pequeña sonrisa. - ¿Qué hay de vosotros?

Parece que el chico es bastante educado, una cosa que respeto mucho. Un gust...-un gran escalofrió me recorre la espalda y me paraliza, como si fuera prisionero en mi mente sin siquiera poder mover mi cuerpo, de modo que no me deja presentarme como se debe con Itaro Kohano hasta un rato después, que lastima parecía que compartíamos gustos similares, me hubiera gustado no aparentar ser tan descortés.

Un g-gusto Kohano, -le digo mientras extiendo la mano para recibir los caramelos que me ofrece, los evaluó un poco con la mirada antes de disponer a comerlos, eh de admitir que parece tener buen gusto en cuanto a los dulces, ya un rato pasado me los meto en la boca para saborearlos, mientras señalo a su lado preguntando ¿Puedo sentarme aquí a esperar?.

A pesar de la aclaración del hombre al que varios habían visto como un mero mayordomo de que Kijima no tardaría mucho en llegar, lo cierto es que las horas iban pasando, el sol cambiando de posición y del investigador seguían sin haber ni rastros. Algunos habían matado el tiempo comiendo, hablando y conociendo mejor a sus compañeros o escuchando música en algún sitio donde nadie molestase. Pese a ello, la comida tenía ahora por alguna razón quizás no conocida por muchos un gusto extraño, sin ninguna actividad que hacer más que esperar las conversaciones acababan llegando a un punto muerto y escuchar las mismas canciones una y otra vez a un volumen por algún motivo extremadamente alto ya no parecía una forma de pasar el tiempo demasiado satisfactoria.