Partida Rol por web

Un año nuevo empezaba para la academia Kunigaoka un lugar para que los más rezagados del instituto Kunigaoka pudieran mejorar sus notas a base de un sistema de estudios que particularmente es bueno según las clasificaciones generales del mismo instituto en sus últimos años. Como cada año en la academia Kunigaoka suelen ir los que están peores en sus notas siendo que baja su media general. Este año los alumnos son muy particulares, y no solo ellos, también es muy particular lo que pronto pasaría en la misma academía.

Todos los alumnos estaban a lo suyo, algunos hablando con otros para ir conociendose, otros con el movil, algunos simplemente dormidos... Pero como siempre cuando entreba el profesor, todos iban a sus sitios para que el delegado pudiera comenzar el día como era habitual en todos los institutos japoneses, el saludo:

Una vez hecho el profesor y director de la academia procedió a hablaros - Buenos días a todos, mi nombre es Shiota Nagisa. Seré vuestro profesor y director en funciones de esta clase durante los proximos meses, y os ayudaré con todas vuestras debilidades para que podais subir la nota en el instituto y podais ir a las mejores universidades. Sin más voy a empezar a pasar lista para que me podais contar cosas sobre vosotros... - Iba a sacar el profesor la lista de los alumnos pero al tenerla en mano e ir a decir el primer nombre, un pequeño tentaculo amarillento pasó por su hombro a su cuello y en cuestión de un segundo, el profesor cayó sobre la mesa inconsciente

-Nurujujuju - Rió una pequeña voz por detrás del profesor mientras se elevaba un cuerpo extraño amarillento redondo y con una sonrisa que no parecía irse, con una toga de profesor y tentaculos. Algo sumamente extraño - Nagisa-kun, tienes mucho que aprender todavía, deja la lista para el final cuando aún hay cosas importantes que decir - Parecía hablar consigo mismo más que con cualquiera de vosotros, pero una vez terminó de decir aquello os miró a todos.

-BUENOS DIAS JOVENES ALUMNOS DEL FUTURO, SOY KOKORO-SENSEI Y VENGO DEL PASADO - Gritó casi intentando parecer un tipo cachas. Aún a pesar del grito parecía que el profesor no se despertaba. - N-no huyais por favor... Debí pensar que decir al principio y no decir lo primero que se me viniera a la cabeza. - Se "regañó" a si mismomientras se quitaba sudor con un pañuelo - Esto, se que lo que he dicho puede sonar impactante, pero tan solo soy una imagen residual, es decir, no os puedo hacer nada ni teneis que temerme.

Se puso serio aún con la sonrisa cruzandole de cara a cara - La razón por la que estoy aquí es, porque es posible que un problema de mi tiempo esté surgiendo ahora mismo en el vuestro. Y necesito de vuestra ayuda así como de la de vuestro profesor para solucionarlo antes de que sea peor. Probablemente alguno de vosotros ya sabrá de lo que estoy hablando y quiera actuar en consecuencia, pero antes de que lo haga quiero advertirle de algo... Si estoy aquí es gracias a una inteligencia artificial que me ha ayudado a guardar la imagen residual hasta ahora, esa misma inteligencia artificial es la que ha armado la academia para que cualquier acto de violencia extraña sea ejecutada y erradicada de la misma academia. De igual manera hay un campor de fuerza el cual no podreis atravesar ninguno hasta solucionar este tema... No he podido ser más preciso y encerrar solo a los necesario lo siento a todos, es muy dificil calcular cuando el tiempo y el espacio son diferentes.

De repente el color de aquel ser extraño con tentaculos cambió a un azul y empezó a sudar de nuevo antes de volver a cambiar a su amarillo natural... o bueno... propio - ¿Que me decis? ¿Me ayudareis? - Aunque era obvio que os estaba pidiendo ayuda y que había varias opciones, por lo que había explicado que había en la academia, las opciones se reducían a solo una.

Aquel año iba a ser... diferente. Esa era la sensación que Sasha tenía desde que se hubo levantado por la mañana y se puso el uniforme escolar, que por cierto, no le gustaba. Suspiró sin decirle nada a su madre y tras desayunar, se embarcó a su primer día de clase. 

Cuando llegó y se  colocó en una esquina de la penúltima fila, Yoru observó el panorama. Había más personas de las que ella pudo imaginarse. Seguramente, procedieran de diferentes clases. Aunque hiciera el esfuerzo de recordar algunas caras, no lo conseguía. Razones obvia: había reseteado aquellos meses  y años en su anterior clase. 

El profesor llegó y pronunció un breve discurso. Sasha lo miró con curiosidad. Parecía no muy seguro de sí mismo, así como un poco 'nerd'. Esa era la sensación que le transmitía. Tras ello, un espécimen extraño apareció de la nada y comentaba algo sobre ayudarle.

Qué hermosa aberración... -el pensamiento se le pasó por la cabeza como una estrella fugaz por el firmamento.

-¿Y no nos puede dar más información, Koro-sensei?

No sé si me motiva que un extraterrestre nos vaya a impartir clases... es...extraño.

¿Por qué debía estar ahí? Más que nada había sido obligado; no tuvo opción..., pero en verdad no quería estar allí. Odiaba estar rodeado de tanta gente, y sobre todo de tanta gente que no conocía en lo absoluto. Tampoco es que tuviese ánimos de conocerlos.

Se sentó Kiyoshi en la última fila, a la derecha del todo. Observó con desgana las caras de quienes serían sus compañeros de curso. Reconocía una que otra cara, pero nada más que eso. Hastiado, y aburrido por estar en donde estaba, puso ambos brazos en el pupitre y tiró la cabeza entre estos, pegando la frente en la mesa. Si tenía suerte podría dormir hasta que acabase la clase.

Ni cuando el profesor empezó a hablar Kiyoshi se volvió a mirarlo. ¿Notas, universidad? Kiyoshi no tenía planes de ir a la universidad, ni de lejos. Sin embargo, cuando el dichoso Kokoro-sensei empezó su discurso, Kiyoshi movió su cabeza, algo curioso, apenas lo suficiente para poder echar un vistazo. Lo que se encontró no pudo menos que sorprenderlo.

-¿Qué demonios es eso? -masculló, mientras veía con cierto asco a la cosa amarilla. Y no pudo evitar reír con cierta ironía, al escuchar lo que decía. ¿Acaso les estaban tomando el pelo? Kiyoshi no tenía demasiados ánimos para eso. Observó a Sasha mientras hacía su cuestionamiento, y con un bufido volvió a ocultar su cabeza entre sus brazos. No tenía tiempo para ese tipo de cosas. Prefería ahorrar energías.

En realidad para Sora la academia era como su patio de recreo en el instituto. En clase siempre llevaba consigo una PsP con un par de juegos, un cable y una 3DS para cuando tuviera que recargarla en la biblioteca pero, con los estrictos que eran los profesores y el tiempo que llevaba estudiando allí, prácticamente se conocía todos y cada uno de sus trucos de camuflaje para jugar a hurtadillas. No podía poner un libro de pie frente a su mesa, tampoco esconderlo en su regazo, ni siquiera aprender a jugar con los pies aunque lograra pasarse un nivel de Mario Bross sólo con sus nudillos, un gran logro para ella que no fue compartido con el resto de la clase con la misma euforia. No saben lo que costó, que lo intenten hacer ellos.

Y ahí estaba, en un lugar apartado extraoficial donde poder jugar tranquila con enchufes gratis para no malgastar luz en su casa. Espera, ¿era para reprobar las asignaturas? Paparruchas, ¡Allé voy!

Cuando comenzó la hora Sora se sentó en la segunda fila, la más cercana a la puerta. Tras muchos intentos había comprobado que estar en primera fila la exponía demasiado y las últimas era la evidencia personificada para aquellos que no tenían intención alguna de entender. Por eso delimitó que lo mejor era la segunda y tercera fila, demasiado cerca del profesor como para que no sospechara pero no lo suficiente como para que te prestara atención. Simplemente el lugar perfecto.

Estaba sentada de lado, claramente en una postura poco reglamentaria con una en el respaldo de la silla y la espalda apoyada en la pared blanca de la clase. Tenía las consolas en la mochila, asomando por uno de los bolsillos y “saludándola” con la intermitente luz azul de estar pausada, esperando a que la cogieran. Pero al ser el primer día quería tantear el terreno, cogiendo únicamente el móvil con el sonido quitado y jugando un par de pantallas del Candy Crush cuando, al alzar el rostro, el profesor se había transformado en una cosa amarillenta salida de Los Simpson.

- Por Hyrule, ¿qué eres? – El resto de compañeros parecían estar encantados con el pulpoide, llegando a pensar que era alguna clase de fetiche cosplayer rara de la cual prefería ni preguntar.

Sin embargo ocurrió un hecho insólito y es que, por primera vez en su vida, pausó la partida para atender a lo que tenía delante…. Una pena que en realidad tuviera que cerrar el juego por una actualización rápida que le impedía continuar. Malditos parches en mitad de partida que descargan solos.

La casa de Garou era... solitaria. Hacía mucho que sus padres lo habían abandonado, y todo el mundo alrededor del vecindario sabía por qué. Al chico no parecía importarle demasiado, y seguía haciendo su vida como siempre. Se las apañaba bien, a pesar de las dificultades. Como cada mañana se despertó pronto, un par de horas antes de ir al instituto, y vio las marcas de uñas, algo ensangrentadas, en la pared. Dio un suspiro, mirándose las manos, y observó que de nuevo tenía heridas en torno a los dedos. Cogió un poco de papel y lo mojó en el grifo, limpiándose los restos de sangre seca y reprimiendo un gesto de dolor. Cogió un par de rebanadas de pan y las tostó en el fuego de su cocina. No tenía dinero para comprar una tostadora, pero tampoco le importaba. Acabó acostumbrándose al buen sabor del pan hecho en el hornillo, si bien era mucho menos práctico. Después de desayunar fue a lavarse la cara un poco y a cambiarse. Le esperaba una buena caminata hasta llegar al instituto.

Al llegar, vio que ya había unos cuantos alumnos en la clase, asentados en sus sitios, y ciertamente le extrañó no ser el primero en llegar. En su antigua clase era siempre el primero, incluso antes que el propio delegado, un chico muy inteligente y trabajador que siempre llegaba antes a clase para asegurarse de que todo estaba en orden. También le extrañó no conocer a nadie, pues aunque ya sabía que el cambio de clase haría que tuviera que adaptarse de nuevo a nuevos compañeros, esperaba conocer a alguien de antes. Quizá más tarde llegara algún conocido para él. 

Echó un vistazo rápido a la sala, y eligió uno de los sitios situados en la penúltima fila. No le gustaba sentarse en la última fila, y si por él fuera se sentaría al lado de alguien que ya estuviera sentado de antes, para tener compañía, pero quizá sería mejor así, al fin y al cabo...

Escuchó pacientemente y atentamente al profesor, y se extrañó cuando vio aparecer al "hombre" amarillo. No sabía qué era lo que estaba viendo, pero no parecía... ¿amigable? No habría sabido describir un adjetivo para calificarlo en el momento.

Entonces, un rictus pasó fugaz como una estrella en su rostro, y alzó la cara al techo de la clase, riendo estridentemente. No era una risa agradable, era una risa metálica y muy incómoda. Paró de reír un poco después, bajando de nuevo la cabeza y mirando de nuevo en dirección al "hombre" amarillo, pero una sonrisa siniestra descansaba en sus labios.

Las horas de escuela solían ser de lo más aburridas, los profesores no se tomaban muy bien que intentase usar sus poderes a mitad de clase y no soportaba el estar sentado sin hacer nada durante ese tiempo, Hiro había intentado en el pasado usar sus poderes para no tener que ir a la escuela, después de la vigésima séptima vez se había dado por vencido, aparentemente sus poderes no podían ser usados para algo tan mundano, después de un tiempo los maestros habían tomado la decisión de dejarlo a su bola y el tampoco hacia ningún esfuerzo por prestar atención a clase, de esa forma es que había acabado en esta clase.

La clase estaba por comenzar y Hiro se preparaba para usar su poder de ignorar al profesor, pero algo cambio esta vez...

-¡Ohhh!- Hiro dejo escapar un sonido de asombro y admiración, frente a la clase se encontraba un ser que vindicaba sus delirios, si una existencia así existía, los poderes Esper no eran una locura, Hiro no entendía que estaba pasando, pero se lleno de excitación, estaba dispuesto a ayudar a la criatura -¡Claro que lo ayudaremos Kokoro-sensei, pida lo que quiera! Cuenta con mis poderes Esper para lo que quiera-

Saiga no tenia ganas de ir a la escuela, como el resto de días se sentía desganado y apático, pero su madre le puso la chamarra mas gruesa que tenia en el armario, una tostada con un par de aspirinas y le dejo la bici en la puerta para que se fuera.

Pero el chico era enclenque y sabia que la nueva clase no era de acceso fácil, así que prefirió salir de casa e ir a pie, a pesar de que estaba seguro que de las piernas le fallarían a mitad de camino. Por suerte o milagro, tal vez, logro llegar hasta la sala que seria su nueva aula, donde no se paro siquiera para ver si reconocía a alguien, simplemente se desplomo en el pupitre mas cercano a la salida, por si en algún momento del día debía volver a la enfermería por culpa de su frágil existencia.

El sonido de la campana que daba comienzo a las clases, casi le revienta los tímpanos y recordó que tenia tapones para los oídos en su mochila por lo que mientras el profesor se presentaba y daba inicio al nuevo curso escolar, él estaba rebuscando entre sus pertenencias y cuando alzo la vista, solo vio al profesor inconsciente y detrás de él, de pie, un pulpo parlante amarillo que parecía pedirles ayuda pero Saiga solo acertó a decir: *Cof* coF*!!

Abrió los ojos con dificultad y demasiado rápido para su gusto, los destellos del Sol se filtraban por la cortina y parecía que pedían a gritos que se levantase.

¿No ha sonado el despertador?-pensó.

El muchacho se levantó de la cama apartando los mandos de la consola y apagando el televisor, se había quedado dormido por jugar hasta las tantas con la consola. Aquello no era bueno para su primer día de clase.

Se frotaba los ojos a medida que se vestía mientras buscaba su mochila; tras encontrarla se marchó a clase.

Aquella escuela era rara a simple vista y la finalidad que tenía con alumnos como Dante era aún peor.

¿Pero qué...? - se dijo así mismo el muchacho cuando entró a la clase y contempló a un ser pulpoide dando una charla.

Con la boca entreabierta busco un pupitre y se sentó.

 Suitei había estado teniendo una mala racha en el instituto. Sus notas no eran propias del joven inteligente y capaz que había mostrado ser durante el curso de su vida en Kunigaoka. Estaba bajando en rendimiento, y estrepitosamente. La única razón por la cual el muchacho aceptaba ir a aquel lugar (que un prodigio como él no debería ni siquiera conocer) era porque quería saber las causas de aquella baja de notas. No tenía sentido para él. Él no podía fallar. Era lo mejor de la clase.

 Llegó entre los primeros y se sentó en la segunda fila, en el centro (lugar estratégico para tomar nota). Empezó a reirse para sus adentros de la actitud optimista y esperanzadora de Nagisa-sensei; como si todos los presentes pudieran mejorar su situación gracias a él. Solo Suitei iba a volver al edificio principal, los de más no parecían estar asu altura. Sin embargo, la aparición de aquella criatura amarillalo sacó de aquel poco modesto pensamiento.

 Acomodándose los lentes, el muchacho mostró una mueca de desagrado ante el pedido de Kokoro-sensei.

Tsk... tsk... ¿Ayudarte? ¿Que me ve, cara de empleado de servicios? Estoy aquí para estudiar y volver a obtener las notas que me merezco... tsk... tsk...no me quite más tiempo de estudio y vuelva a despertar a Nagisa-sensei...

Ayami saltó de su cama en cuanto sonó el despertador, estaba deseosa de empezar el nuevo curso y conocer a los que iban a ser sus compañeros el resto del año. Así que tras vestirse el uniforme escolar, desayunar y despedirse de sus padres, salió rápidamente de su casa rumbo al Colegio. 

Una vez allí fue directa a la clase que le habían asignado y se sentó en un pupitre hacia el medio de la clase, desde allí podía mirar a los demás alumnos y controlar toda la clase. Sin embargo no tuvo mucho tiempo de hacerlo ya que pronto el profesor empezó a hablar y entonces... ¿qué es eso? En la cara de la chica se dibujó un gesto de sorpresa al ver aparecer a aquel ser pulpoide amarillo, no entendía lo que estaba diciendo ni por qué tenía aquel aspecto, era todo demasiado raro. Se quedó pensativa sin saber muy bien que responder escuchando lo que iban diciendo los demás, que parecían tan anonadados como ella.

-¡Claro que lo ayudaremos Kokoro-sensei, pida lo que quiera! Cuenta con mis poderes Esper para lo que quiera-

¿Otro loco? ¿Se creía que tenía poderes? ¿En serio? ¿Me había confundido de clase?

Ayami, se queda meditando sobre que hacer, la situación le abrumaba un poco, pero quería saber más acerca de aquel sujeto y de lo que estaba diciendo, si contaba un poco más acerca de lo que le sucedía, ella misma podría llegar a estar dispuesta a ayudarle.

- Kokoro-sensei, ¿podría darnos un poco más de información? Sino dudo que podamos ayudarle...

Keruh pensaba que tipo de broma podia ser todo esto... no le gustaba nada las tonterias que se decian aqui y mucho menos tener que estar atrapado en una escuela... menuda pesadilla!!!

Eso... saquemos los libros y pongamonos a estudiar como locos para sacar buenas notas... es lo mejor que podemos haceren lugar de por ejemplo...

Suena un tremendo ruido PRRRUUMMMPRROMMM y señalando a Suitei dice: Para ti. Acto seguido empieza a recorrer la estancia un olor nauseabundo que dan ganas de vomitar y produce arcadas..

Los pedos son como los hijos, los tuyos los soportas, pero los de los demas te molestan jajajajja

Yoshito se sorprendió al ver a aquella criatura aparecer de la nada ante ellos, cualquiera que en vez de ver al pulpo amarillo gigante, estuviera viendo a Yoshita, podría darse cuenta de este hecho como algo más que evidente, su cara de asombro lo delataba. No porque el fuera o no alguien sospechoso, sino que delataba algo incluso peor: Era un cobarde.

¡AH!

No fue elocuente en esta ocasión, la sorpresa se le abalanzó antes a la mente que la capacidad de raciocinio o el habla. Por no enterarse, ni se enteraba de lo que estaba ocurriendo a su alrededor con sus compañeros, lo cual no era algo propio de él. Sea como fuere, ya hablaría, probablemente, cuando se tranquilizara.

A Namine Korokawa no le sorprendió ver a aquel ser humanoide de color amarillo con tentáculos similares a los de un pulpo. Quizá porque ella se había tragado todas las temporadas de Digimon y Pokémon y esperaba con ansias que alguna vez una criatura extraña apareciese en su vida, o tal vez la muchacha era simplemente tan despistada que ni siquiera había llegado a ver los tentáculos. Había permanecido concentrada hasta el comienzo de la clase, cabizbaja y dibujando en su cuaderno.

Al escuchar las palabras de Kokoro-sensi, Namine levantó la cabeza para mirar al maestro, con la boca ligeramente entreabierta y la mirada perdida, como si acabase de despertar de un sueño.

-Tiene cabeza de Lacasito -se escuchó murmurar a la chica, más alto de lo que hubiera querido-. Hmm... Lacasito...

Namine estaba acostumbrada a permanecer siempre en un segundo, tercero o incluso cuarto plano en su instituto y a seguir siempre a ciegas a un líder a quien considerase más inteligente que ella. Por eso, cruzó los brazos sobre el pecho y, con una palpable timidez, únicamente preguntó:

-A ver, ¿cómo podemos ayudarte?

Todas las mañanas eran muy similares para Manami Suzumiya, teniendo prácticamente todo organizado de antemano en el día desde que se levantaba hasta que se acostaba, y simplemente debiendo realizar las rutinas que venía haciendo desde siempre, con su usual apatía característica, inherente en ella.

Siendo hija única, de padres divorciados, asquerosamente ricos, que nunca estaban en casa por sus respectivos trabajos, la joven se levantó de la cama a sabiendas de que nadie le esperaría en el comedor o la cocina, y que cuando bajase hasta allí, encontraría una nota sobre la mesa en la que, ya fuese su madre o su padre, le indicarían que tenía comida en la nevera, siempre extramadamente cara, como si pudiesen pagar con ello el que nunca parasen por casa. Fue primero al baño tras hacerse la cama, se lavó la cara con sus manos y trató de forzar una sonrisa en su inexpresiva cara sin mucho éxito frente al espejo. Se vistió con el habitual uniforme del colegio, tomó su mochila con sus pertrechos y la cámara fotográfica, y como si de un ritual se tratase, sin si quiera mirar que le habían dejado sus padres para desayunar, tomó la comida de la nevera y la tiró al contenedor de la basura, una vez salió por la puerta principal y cerró tras de sí.

Ya en la calle, su querido gato negro Suu saltó de un árbol y se encaramó sobre su hombro, a lo que la muchacha no tardó en acariciarle con delicadeza y ternura por debajo de la barbilla, forzando que éste empezase a ronronear de placer, y tras sacar una barrita de comida de gato y ofrecérsela, iniciar su ruta al instituto.

No obstante, recordó que habían cambios significativos ese año, y que le habían asignado una nueva clase con compañeros nuevos, dado que teóricamente, no había sido capaz de adaptarse los años anteriores. A Manami aquello le traía sin cuidado, siempre que pudiese estar inmersa en su mundo, en sus libros y realizando fotografías de los paisajes y de la gente en general, tratando de no ser vista en la acción. Los cerezos estaban en flor, y la estampa que dejaban a la vista era realmente hermosa, a lo que a cualquiera le hubiesen evocado bellos recuerdos, emociones sentimientos... Pero no para la joven, quién se mantenía con el rostro imperturbable e inexpresivo, sin emitir ni una sola palabra. Siempre había sido así, esa era Manami Suzumiya, por algunos apodada la fría reina de hielo.

Al llegar a clase y tener que dejar a Suu en el suelo, justo en la entrada del recinto, nadie pareció apreciar su llegada al cruzar el umbral, lo cual agradeció, y no tardó en sentarse en una de las sillas pegadas a la ventana, donde las vistas eran mejores y desde las cuales esperaba ver llegar a Suu acomodándose sobre el alféizar para dormir. Sacó uno de sus libros de texto, el que correspondía a primera hora según el horario, y se puso a leerlo, mientras otros alumnos iban llegando y tomando asiento,... y al llegar el profesor, lo depositó sobre la mesa cerrado, esperando a que el nuevo profesor se presentase y ordenase abrirlo por alguna página. Lo extraño fue que el profesor se desmayó al poco, dando paso a que una criatura pulpoide de coloración amarillenta les hablase. ¿Qué estaba ocurriendo en aquella nueva clase? ¿Formaba parte del protocolo? Manami Suzumiya simplemente de mantuvo en silencio, con su rostro inamovible e inexpresivo, tratando de entender la situación...

A su alrededor, el zumbido constante de un grupo de personas coexistiendo suponía inmejorable sonido de fondo, ambientación propicia para hacerla sentir cómoda, ya que tras fallar magistralmente en todos los intentos anteriores la única oportunidad que le quedaba era triunfar allí… ¿y qué mejor que rodeada de un ambiente tan vivo, tan peculiar?

Si alguien como la autonombrada “Nao-chan” se había quedado quieta y en silencio hasta entonces, era precisamente porque no estaba segura de sí podría aclimatarse pronto, de si debía hacerlo, más la súbita aparición del pulpoide y la posterior explicación que este ofreció, seguida de las esperables reacciones de algunos en la multitud, fueron confirmación suficiente para la pelirroja.

— ¡Así que eso es lo que es! — gritó repentinamente, levantándose de su asiento situado en algún lugar cercano al punto medio del aula mientras golpeaba la palma abierta de su mano con la restante en forma de puño, muestra sin duda de haber alcanzado la iluminación. Seria entonces dedicó una mirada a los presentes, siguiendo un patrón circular que finalmente cerró al posicionar sus ojos en el rostro amarillo y redondete del tal Koro-sensei — Nos darán armas y equipamiento de guerra ¿cierto?, será como en esa serie... ¿cómo se llamaba? — tan inesperadamente como su forma de intervenir, comenzó a emocionarse — Ah si, ¡Gantz! ¡Rayos! ¡debí ir al gotcha cuando me invitaron! — y es que ella obviamente vivía en un mundo distinto al de todos, repleto de fantasías y otra parafernalia casi aleatoria que la impulsaban al sinsentido.

Poco después se sentó, pensativa, pero comenzó a reírse de una manera que más que intimidante o loca se notaba…¿feliz?

...O al menos hasta que el particular olor a mala digestión alcanzó el punto donde estaba, pues entonces no pudo evitar la urgencia de agitar rápidamente una mano frente a su rostro para tratar de alejar el hedor.

Keruh buscaba una nueva víctima para sus bromas... cuánta gente parloteando y superficial 

La rubia de ojos escarlata se había unido a su clase en silencio, tomando uno de los pupitres más lejanos a la entrada principal. Enseguida había sacado un lápiz y comenzado a dibujar un pentagrama en el borde del pupitre, distraída, hasta que la repentina interrupción de la usual perorata de el profesor de turno era interrumpida con la aparición de un ser... único.

El lápiz de grafito se detuvo en mitad del dibujo. Emiri se llevó la mano al dije en su cuello, sus ojos entrecerrándose. "Lo sabía." Estaban ante uno de las tantas criaturas que existían en el mundo, escondidos a los ojos de todos, pero por alguna razón ésta en particular había decidido mostrarse ante ellos. Y al parecer, por sus palabras, se encontraban atrapados hasta que pudieran ayudarlo a... lo que fuera que necesitaran. Muchos se habían lanzado a ofrecer sus servicios sin siquiera saber exactamente que tenían que hacer, otros intentaban ignorarlo, otros... simplemente no sabían como reaccionar. Ella se mantuvo callada, pero atenta, intentando recordar todo lo que pudiera saber de criaturas que viajan en el tiempo y pueden existir como residuo de una IA.

La llegada de Ryoji al aula había sido tranquila, como el chaval acostumbraba a hacer. Consultando su tablet, esquivando los muebles por puro instinto desarrollado a lo largo de muchos años de aprender a moverse evitando los obstáculos sin apenas mirarlos, llegó hasta su pupitre y se acomodó en él. La clase era como se había esperado, pues había dedicado un tiempo a informarse de lo que se iba a encontrar. Había un buen puñado de gente peculiar allí, pero esperaba poder hacer buenas migas con alguno de ellos.

Después, aquél ser amarillo hizo su aparición. Ryoji había leído sobre él en viejos informes del gobierno que había desclasificado por puro hobby, pero verlo en persona era aún más sorprendente de lo que había esperado. Sonrió y se mantuvo en silencio, esperando una respuesta por parte de Koro-sensei a la pregunta de Namine.

Aquella mañana había acudido temprano al dojo, pues era minturno de limpiar el equipo de entrenamiento, después de todo, que mejor forma de mostrar mi respeto y aprecio hacia mis senseis que dejar todo listo y dispuesto para el inicio de actividades.

Luego de mis labores de limpieza, salí corriendo hacia la escuela, hoy sería mi primer día de clase en el aula del infierno, venga la clase 3-E era legendaria, una especie de reformatorio dentro de la escuela y que mejor lugar para el macarra de turno de la escuela que ese.

Maldito Tachibana, me robaba la novia, me provicaba con sus amigotes, lo apalizo y pierdontodos mis privilegios, todo porque es sobrino del director, cabrón infeliz, ya me las pagaría luego.

Eran casi las 6:45 cuando llegué, así que decidí dormir un poco hasta la llegada del profesor, no supe en que momento el aula se llenó, pues la verdad sea dicha, estaba bastante cómodo en la carpeta, pero de pronto, el sonido de un golpe seco llama mi atención y más por instinto que por decisión propia, me pongo de pie completamente en guardia y listo para repartir hostias de ser necesario.

Es en todo ese caos que distingo la figura de Kokoro-sensei quien empieza a solicitarnos ayuda, a mi cerebro le cuesta mucho procesar tanta información de golpe, pero cuando las ideas se ordenan, mi postura se relaja y mi cerebro empieza a pedir más información para poder comprender que hace ese extraño ser frente a nosotros y porque hay un segundo sensei inconsciente en su escritorio.

Buenos días Kokoro-sensei, mi nombre es Nobunaga Kenichi y tengo algunas preguntas para usted, la primera de ellas es: ¿Qué clase de ayuda espera recibir de nosotros?.

Mi segunda pregunta es ¿Por qué Nagisa Sensei se encuentra inconsciente? ¿Acaso había una razón justificada para proceder así contra él?

Y por último, ¿A qué se refiere con eso de que cualquier acto de violencia extraña será ejecutado y erradicado? ¿Y qué es eso de un campor de fuerza el cual no podemos cruzar? ¿Acaso somos sus rehenes? - pregunto un tanto confuso.