Partida Rol por web

Seguramente fueran las ganas de vivir consiguiendo sobreponerse al sentimiento de solidaridad...

Al correr los pequeños, los entes cerraron filas, tragándose a los niños como un pulpo agarraría a su presas.

Asterope luchó con denuedo y avanzando con coraje, consiguió traspasar el cerco y atravesar los muros del consistorio. La niña estaba cansada, su esfuerzo había sido extremo y había conseguido pasar. Al dejar atrás la ciudad de los entes etéreos, su mano desollada empezaba a doler. Al principio parecía como si fuera una molestia soportable, pero cuando la sangre empezó a fluir, palpitando desde el reborde de la piel cercenada a la altura de la muñeca, el dolor se hizo difícil de aguantar. No se parecía en nada a ninguna de las heridas que pudiera haberse hecho en su corta vida.

Matthew parecía no ser capaz de llegar, cada paso que daba era corto y su rostro reflejaba que no claudicaría. A su alrededor las formas grisáceas se habían convertido en un temporal, que parecían ir desgarrando de a poco la vida del niño.

Willow corrió y apenas sin esfuerzo pasó a través de las figuras. ¿Quién hubiera dicho que la pequeña tenía semejante habilidad para enfrentarse a los entes etéreos? O quizás no fuera eso exactamente... Pues todos aquellos con los que pudo haberse enfrentado y no lo hizo, fueron a por la más débil de todos.

Orsolya se lanzó de cabeza, siguiendo a sus compañeros y esperando que aquello fuera un simple trámite y que en unos momentos se encontraría con ellos al otro lado. Pero la pequeña nunca tuvo ninguna posibilidad. Aún con Matthew tratando de sobrevivir, todos los demás espectros se lanzaron sobre ella y la niña se desvaneció, consumida por la marabunta.

Derrotada la gemela de ojos azules, los restantes entes aún no satisfechos se volvieron contra Matthew y su larga pugna llegó a un sombrío final, pues él también se diluyó en las brumas.

A salvo, dentro del consistorio, una niña malherida y una niña cobarde eran las únicas que podrían poner fin a todo aquello, tras haber visto ante sus ojos como los dos pequeños hufflepuff desaparecían como volutas de humo al viento.

El interior estaba engalanado por multitud de cuadros y todos con un mismo motivo central: los niños. A lo largo de toda la pared curva, se continuaba cuadro tras cuadro de niños en estado sereno, con los ojos cerrados, aparentemente... muertos. De todas las razas, todos los niños, alguno menos, alguno más, parecían haber tenido once años en el momento en el que se sacó la instantánea que no eran móviles como los cuadros mágicos. Siguiendo la curva, tras ver niños con piel de todos los colores, cabellos de todos las tonalidades y ropas de épocas pasadas, llegaron al último set de cuadros, la última colección de aquel mausoleo. Seis de ellos parecían estar siendo pintados sobre la marcha, poco a poco, aún no se veía qué había en ellos. Los otros dos mostraban dos caras conocidas, tranquilas en su descanso: Matthew y Orsolya.

En el centro además hay un gran círculo húmedo, una lámina de agua dentro de un estanque de pocas pulgadas de profundidad. Aparte de eso, no parece haber salidas ni otros cuartos por los que poder seguir investigando.

Asterope atravesó uno a uno los entes espectrales con los que se encontraba. La impresión inicial de que no hacían nada se desvaneció, pues, a medida que iba aumentando el número a los que se enfrentaba, se sentía más débil. Algo hacían, como si les succionaran la energía. ¿No había dicho Orsolya que eran similares a los dementores? No les quitaban la felicidad, pero se notaba su parentesco.

Consiguió entrar en el consistorio. Apenas podía mover un pie más de lo exhausta que había quedado. Pero no tuvo tiempo de pensar en eso, ya que al instante su mano comenzó a doler como debía haber hecho desde el principio. Pegó un grito fuerte y breve y luego la garganta, ahogada, no le dejó seguir quejándose. Pero la niña por dentro sentía que su mano se le moría.

Cayó al suelo, temblando y sujetándose la muñeca, mientras sus dedos y su palma sangraban y palpitaban. Vio entrar a Willow por el rabillo del ojo, del que caían lágrimas silenciosas. Su rostro, que recordaba al de un Cristo crucificado, mostraba la angustia que no podía mostrar con la voz. Se había roto cien huesos, sufrido caídas terribles. Y siempre lo había soportado bastante bien. Pero esto lo superaba a todo. Casi quiso volver a La Ciudad para que volviera el dulce hormigueo anterior.

Entonces se fijó en algo. Después de Willow, no había visto entrar a nadie más. ¿Dónde estaban los tejones? Recuperó su voz-: ¿Y Matt y Orsolya? –Se empezó a asustar. Volvió su cabeza, pero la puerta había desaparecido. Aún en el suelo, se arrastró como pudo sujetándose todavía la mano herida hasta la pared. Sólida-. ¡¿Dónde están Matt y Orsolya?! –Había pensado que, si se esforzaba al máximo, no se sentiría culpable por lo que pasara. Pero estaba equivocada. Su insensatez en La Ciudad y el hecho de que ella estuviera a salvo se le clavaron el cerebro torturándola.

No están muertos, no están muertos, pensaba para consolarse. No tienes sus cadáveres delante, así que no están muertos. Si hubiera podido enfrentarse a más entes y evitar que atacaran a los demás...- Willow, ¿tú estás bien? -Lo parecía por fuera, pero quién sabía lo que podían haberle hecho esos seres-. Esto es culpa mía. Nos han atacado por mí.

Lloraba y ya no sabía por qué: Si por su mano, por el cansancio extremo o por Matt y Orsolya. Se giró y posó su espalda en la pared. Entonces vio lo que el consistorio albergaba: Cuadros de niños inmóviles, entre los que distinguió a sus compañeros caídos. No, caídos no. Solo se retrasan. O se han ido por otra parte. No están muertos, no están muertos. Había otros seis cuadros a medio pintar, donde no se distinguía absolutamente nada.

Y en suelo había una especie de estanque. El deseo de meter su mano herida en el agua para aliviarse fue extraordinariamente poderoso. Pero ya no se atrevía a hacer nada. Y menos sin saber qué podía haber ahí dentro. Así que se quedó inmóvil tirada en el suelo, llorando y manchando de sangre el camisón.

Aunque notaba que se volvía presa del cansancio, lo cierto era que no le costó demasiado pasar aquella barrera, porque en cuanto se quiso dar cuenta, ya se encontraba dentro del edificio que tanto evitaban aquellos seres.

Miró a su alrededor, y rápidamente vio a Asterope tirada en el suelo, con el brazo ensangrentado y llorando de puro dolor.

- ¡Asterope! -Se acercó corriendo a la niña y se dejó caer en el suelo.- Tranquila, ¿vale? -Sacó la varita y aunque le fallaba ligeramente el pulso, le apuntó en el brazo. Tenía la corazonada de que allí volverían a funcionar los hechizos. Hasta ahora, el brazo de Asterope a pesar de haber resultado herido se había mantenido como si nada hubiese pasado, y ahora, tras haber entrado en aquel lugar, había comenzado a sangrar y a sentir el dolor.- Ferula -Miró atenta a su varita, deseando ver cómo de esta salían bendas que cubriesen el brazo de la serpiente.

Willow tomó aire tratando de relajarse un poco, pero fue entonces cuando Asterope pareció volver en sí misma y gracias a ello, la Ravenclaw se dió cuenta de lo que hablaba.

Orsolya y Matthew... Un nudo se formó en su garganta, y se levantó, giró sobre sí misma varias veces, buscándoles a ellos, después buscó la puerta y golpeó la pared, pero todo fue inútil. Tragó saliva y aunque sus ojos comenzaron a llenarse de lágrimas fue capaz de ver los cuadros colgados en la pared.

- No puede ser. Seguro que están vivos. Fuera de aquí. Seguro. Está parado el tiempo, ¿recuerdas? Si logramos salir de aquí, si logramos resolverlo, ¡estarán salvados! ¡No habrá pasado nada! -Miraba para Asterope, pero más que nada estaba intentando convencerse a sí misma. Se sentía realmente culpable. Había pasado la barrera sin casi ningún problema, y por culpa de eso, habían perdido a dos compañeros. Si hubiese luchado más...

Buscó en la habitación, desesperada, y lo único que logró ver fue aquel estanque. Volvió a mirar a su alrededor y tras fijar la vista en los cuadros, volvió a mirar a su compañera. Parpadeó un par de veces, haciendo que las lágrimas cayesen por su rostro y dejasen así de molestar a su visión.

- Tenemos que tirar uno de esos en el estanque. -Sentenció, mientras señalaba uno de los cuadros que no pertenecían a ninguno de sus compañeros. Antes de meterse allí tenían que comprobar qué era y qué pasaría.

Esta vez el conjuro sí funcionó, aunque quizás no como debiera. La mano de Asterope fue vendada y pareció atenuar un poco su dolor, al menos lo suficiente para no sentirse impedida completamente. Los vendajes se mancharon de rojo, conformando una especie de guante carmesí. Salvo llevar su extremidad como un colgajo, de poco más le serviría, salvo que encontrase alguna utilidad para aquel muñón. Quizás era la debilidad de Willow o su cobardía lo que hacia que su magia no tuviera la fuerza necesaria.

Los cuadros sin completar estaban en una fase inicial, como cuando un artista empieza a delinear suavemente los contornos de los rostros. Había poca diferencia entre ellos, al menos no sois capaces de ver qué habrá en cada uno. Al tocarlos, parecen simplemente colgados por una hembrilla a la pared, nada que ver con los cuadros de Hogwarts, que parecían no solo anclados sino incrustados e inamovibles.

El estanque estaba quieto, nada perturbaba su serenidad. En el fondo, un mosaico representa un paisaje con una única encina, una entrada a una cueva en una colina y juguetes abandonados en el exterior: un caballito de madera, un soldadito de plomo, un cascanueces y un osito rosa de peluche.

Asterope dejó que Willow hiciera lo que quisiera con su mano. Total, dudaba que se la fuera a dejar peor de lo que ya estaba. Podía haberle atravesado los huesos con la varita, que no le dolería más. Aun así, era de agradecer que la Ravenclaw supiera lo que estaba haciendo y, esta vez, su Ferula sí que funcionó. No tanto como se suponía que debía funcionar, pero al menos el dolor no era tan intenso-. Muchísimas gracias, Willow. Menos mal que no me he quedado sola, si no, no podía haber llegado mucho más lejos.

La niña no solo le arregló un poco el desaguisado que tenía en la mano, sino que también relajó a la serpiente cuando habló de Matt y Orsolya-. ¡Sí! Tienes razón, tienes razón. Se habrán... se habrán quedado dormidos como el resto del colegio, ¿verdad? –Miraba a los ojos de Willow, que brillaban por las lágrimas. Asterope también intentaba convencerse de que ese razonamiento era válido y que sus compañeros, aunque ya no las acompañaban, estaban sanos y salvos-. Vamos a solucionar esto y los salvaremos a todos, ¿vale?

Por fin pudo levantarse. La mano seguía temblándole, pero ya no le impedía pensar y hacer otras cosas. Caminó hasta los cuadros, haciendo una mueca de dolor de vez en cuando-. No entiendo estos cuadros. No se mueven. Son como los de los muggles –Cuando Willow propuso tirar uno de ellos al estanque, pensó en las pinturas de Hogwarts, gigantescas y pegadas a la pared o haciendo de puertas. Pero estas no eran ninguna puerta. Colgaban de una simple escarpia y parecía fácil quitarlos de ahí. Quizás la Ravenclaw tenía razón y había que tirarlos al agua-. Podríamos probar, a ver qué pasa.

Se asomó al estanque y distinguió un mosaico precioso. El caballito de madera le parecía de lo más bonito. Pero ¿qué ganarían tirando ahí un cuadro? Quizás comprobar si lo que había dentro era realmente agua y no una poción de ácido. Siguió mirando el círculo cristalino y la imagen del fondo, en busca de algo que le ayudara a tomar una decisión.

Ver que había podido resultar útil a la hora de ayudar a su compañera la animó algo más, y que luego esta confiase también en que realmente sus compañeros estuviesen vivos fuera de allí hizo que Willow recuperase las fuerzas para seguir.

- Ten cuidado, ¿eh? -Miró con cierto miedo a Asterope. ¿Y si de repente salía algo del estanque? Tragó saliva intentando hacer pasar aquel nudo que se resistía a desaparecer de su garganta, y colocó ambas manos alrededor del cuadro más cercano.

El agua le devolvía a Asterope su reflejo, aparte de eso no descubrió nada más.

El cuadro pesaba poco, quizás menos de lo que debería. De un metro por un metro, al descolgarlo a Willow se le cayó al suelo, pero antes de tocar la superficie pulida, desapareció y volvió a aparecer colgado de la pared, como si nada hubiera ocurrido.

Asterope siguió mirando el agua, pero no descubrió nada. Solo veía su cara, que había quedado descompuesta por el dolor-. No parece que haya algo raro en el agua, pero vete tú a saber –Se giró justo a tiempo para ver a Willow coger uno de los cuadros. Pegó un respingo cuando se le cayó, pero no le dio tiempo a su mente a imaginar cosas horribles que podían pasar cuando chocara contra el suelo; antes de llegar, ya estaba de vuelta en la pared. Abrió más los ojos de la sorpresa.

- ¿Cómo ha sido eso? Casi no he podido ni ver lo que ha pasado –Se puso al lado de la Ravenclaw y alargó las manos para coger la pintura que estaba al lado. La mano derecha le dolía aún bastante y en cuanto agarró el marco con ella le dio un pinchazo de dolor espantoso. Así que, como los cuadros no parecían muy grandes, lo descolgó solo con la izquierda. Le dieron ganas de soltarlo y dejarlo caer, para volver a verlo regresar a su sitio.

- ¿Lo echamos entonces en el agua?

Se sobresaltó cuando el cuadro se le escapó de las manos, pasando a sentir cierta desconfianza después cuando este, antes de tocar el suelo, volvió a su sitio como si nunca lo hubiese descolgado.

- Sí, intentémoslo... -Agarró junto a Asterope el cuadro y junto a ella lo intentó mover hacia el estanque para tirarlo en él. No sabía si volvería a desvanecerse para aparecer en la pared, pero era la mejor opción que se le había ocurrido por el momento. Además la idea de tener que meterse allí no le hacía demasiada gracia. Ya de primeras no era buena nadadora, y viendo que además podía pasar cualquier cosa...

El cuadro no se quejó al ser transportado, ni trató de escapar escurriéndose entre los dedos de las niñas, ni tampoco desapareció para volver a aparecer colgado en la pared. Como un sacrificio que acepta su destino se dejó llevar por dos pequeñas que no sabían lo que estaban haciendo y habían optado por lo que en sus inocentes cabezas creían que era lo más adecuado.

Tiraron la ofrenda en el estanque sin casi profundidad y al tocar la superficie el cuadro se hundió, haciéndose cada vez más pequeño, como si aquellas pocas pulgadas de profundidad y el detallado mosaico fuera un trampantojo que escondía un abismo insondable. Cuando el cuadro estaba a punto de perderse de vista de tan pequeño que era, y parecía estar centrado por la zona del mosaico que representaba la entrada a la gruta, éste brillo y desapareció.

La superficie del agua empezó a ondular y los colores del mosaico parecieron empezar a moverse, hasta que se formaron unas imágenes que las niñas podían ver como si aquella lámina se hubiera transformado en un espejo mágico, o hablando en jerga más mugglesca, en una televisión que acababa de sintonizar con el canal que mostraba lo que estaba ocurriendo en otra parte del mundo.

En una gran sala alargada, donde se aprecian grandes montañas de cosas cotidianas, todas desgranadas en temática o usos, como por ejemplo un montón de pantalones, otro de zapatillas, otro más de monedas u otro de relojes de bolsillo y de pulsera, Asterope y Willow vieron cuatro figuras avanzando: Gabriela, Kelly, Maxwell y Erzsébet. Algo debió suceder que la imagen se volvió más clara, como con más brillo y los cuatro niño miraron a las alturas. Desde allí arriba surgió un remolino de puntitos brillantes, como si un grupo multitudinario de luciérnagas estuvieran emulando el movimiento de un tornado que descendió y envolvió a Maxwell. Al rato la polvareda desapareció y con ella, Maxwell. En aquella sala quedaron solamente tres niñas...

El estanque perdió el color y las aguas volvieron a ser claras. Al fondo el mosaico y la aparente poca profundidad que habían apreciado al principio.

A sus espaldas, el lugar donde había estado colgando el cuadro que habían cogido, empezó a segregar una sustancia oscura que llenó el ambiente con un olor cobrizo. Se deslizó por la pared y llegó hasta el suelo, creando un charco de un rojo tan oscuro que parecía negro. El líquido comenzó a tomar forma y conformó una masa del mismo tamaño que un cuadro. Levitó hasta volverse a enganchar en la pared. Esta vez ya no estaba bosquejado, no, ahora era claramente visible el rostro de Maxwell, en paz y con los ojos cerrados, muerto.

Todo pareció pasar demasiado rápido para Willow. El estanque al final no era tan pequeño como había parecido en un principio. Cuando el cuadro llegó junto a la puerta del mosaico, desapareció y fueron capaces de ver a sus compañeros, los de la puerta XIII. Un remolino de luz se llevó a Maxwell, y de pronto, un olor parecido al que había llenado el Gran Comedor el día de Halloween, inundó aquel lugar. Aquella sustancia extraña que había aparecido junto con el olor, tomó finalmente la forma de un cuadro y levitó hasta colgarse donde estaba el que habían cogido ellas anteriormente. Y lo peor de todo, era Maxwell.

- Y... yo... -su barbilla tembló, y las lágrimas comenzaron a caer por su rostro- n... no quería... -Aunque borrosa, su mirada se mantuvo en Maxwell.

¿Qué he hecho?

Asterope puso toda su atención en el cuadro, que caía, caía y caía. Y se hacía cada vez más pequeño. ¿Cómo puede ser esto? Si no me llegará ni a las rodillas el agua. No dijo ni una palabra cuando aparecieron las imágenes, ni se atrevió a mirar a Willow cuando vio cómo las lucecitas atacaban a Maxwell.

- Por Salazar... ¿Esto es verdad? -Levantó la mirada y vio cómo se materializaba un cuadro con la imagen de su compañero, con el rostro parecido al de Orsolya y al de Matt. Como si estuviera muerto-. Esto no... no puede ser. 

Miró a la niña rubia. Estaba temblando y volvía a llorar. Por alguna razón, parecía sentirse culpable de lo que había pasado. Asterope la comprendía, pero estaba casi segura de que el hecho de haber metido el cuadro en el agua y el ataque a Maxwell no estaban relacionados-. No, no, tranquila. Esto no es nuestra culpa, no puede ser. Le han atacado unas luces y nosotras solo hemos tirado un cuadro. Esto no tiene nada que ver. Ha sido pura casualidad -Le hablaba con fuerza, segura de sus palabras, intentando que la Ravenclaw no se derrumbara como había hecho ella antes-. Lo único que hemos hecho ha sido abrir las imágenes, solo eso. Seguro.

Otro asunto tenía en mente. El agua no parecía ser corrosiva. ¿Podrían meterse ellas? Claro que el cuadro que habían introducido había desaparecido. Quizás era demasiado arriesgado.

- ¿Qué hacemos ahora? ¿Entramos nosotras? No hay salida de aquí, aunque no sé dónde podemos acabar si nos metemos.

Prestó atención a Asterope, y repitió sus palabras una y otra vez mentalmente. Era cierto, habían sido unas luces lo que había atacado a Maxwell, no un cuadro. Nosotras no tenemos nada que ver con lo que pasó.

Tragó saliva varias veces y cerró los ojos tratando de tranquilizarse completamente. Matthew, Orsolya y Maxwell dependían de ellas.

- Vale, a ver, pensemos. - Su voz aún temblaba ligeramente, pero lo ignoró y trató de ser optimista. Miró a su alrededor. La única opción posible parecía la dicha por Asterope; meterse en aquel estanque, pero era algo que no le hacía ni pizca de gracia, y menos aún tras haber visto la profundidad que tenía.- Igual se nos está pasando algo...

Mientras miraba a su alrededor, buscando algún objeto que pudiese ser clave, evitó a toda costa mirar a los cuadros. Temía venirse abajo de nuevo.

Pensar. Tarea difícil para Asterope. Esa interminable noche le estaba minando su capacidad de concentración. La poca que le quedaba, claro. Pero su vida estaba en peligro, así que tenía que hacer un esfuerzo supremo-. Sí, algo tiene que haber. Algo...

Volvió otra vez al estanque. Ahora ya sabía que mostraba cosas y que tenía una profundidad mayor de la que aparentaba. Repasó todo lo que había leído en su vida. Era bastante, aunque no solía coger tomos demasiado especializados. Pero, quizás, en alguno hablaba de esto. O quizás podía inferir qué diantres era eso de alguna otra manera. Piensa, Asterope, piensa. Ojalá tuviera ahí alguna especie de cazo para sacar agua y poderla examinar sin miedo.

Aunque había visto el cuadro. No había sufrido daños. Podía meter la mano y no le pasaría nada. Acercó la derecha, la herida, al estanque-. A ver cómo se siente esto. El cuadro no ha empezado a caer hasta que no lo hemos soltado, así que mientras no nos metamos enteras no nos tragará -Sus dedos tocaron la superficie y, medio segundo después, la mano ya estaba dentro hasta la muñeca.

Willow evitaba mirar los cuadros, pero como pasaba con un padrastro molesto al que siempre acababas devolviendo tu atención, o un pequeño corte al que hicieras lo que hicieras siempre irían los golpes, sus ojos acabaron posándose en los tres cuadros que mostraban a los tres tejones desaparecidos. Había propuesto echar un cuadro sin imagen... ¿qué pasaría si echaba uno con imagen? ¿Se arriesgaría con uno de los cuadros de sus compañeros?

Aguas profundas, estanques abismales, océanos insondables, pozos sin fondo... pozos mágicos, ¿sería eso? En los vademécum mágicos la definición que describía los pozos mágicos era muy escueta: inexistentes. Usados en la ficción para asustar a los niños magos que se portan mal. La leyenda más conocida es la de... No, eso Asterope no lo recordaba.

La mano entró en el estanque y tocó fondo. La niña pasó la mano por el mosaico pero no notaba nada, tan solo dolor por estar presionando con una mano desollada.

La mente de Asterope trabajaba más rápido de lo que esperaba en un momento como ese. Le venía a la memoria un montón de historias que había leído, pero ninguna coincidía con nada que hubiera visto en esa sala. ¿Ninguna? ¿Cómo era esa historia que le contó la hermana de su abuela hacía años? Ese de los pozos mágicos... Se esforzó al máximo, pero no lo recordaba. Que su mente trabajara rápido no quería decir que obtuviera buenos resultados. ¿Pero tendrían algo que ver los pozos mágicos con eso? No era posible, eran objetos de cuento.

Y, mientras, su mano seguía metida en el agua. Pero no pasó nada. Al menos no acabó con ella amputada, que era un avance, teniendo en cuenta la noche que llevaba. Incluso se atrevió a tocar el mosaico, pero lo único que sintió fue dolor por las heridas-. No tengo ni idea de nada. ¡Qué frustrante! –Sacó su miembro del estanque, enfadada porque no avanzaban. Al menos, ella no lo hacía.

Aunque trató con toda sus fuerzas no mirar los cuadros, su voluntad no fue suficiente y acabó sucumbiendo. Al principio dolía, pero las palabras de Asterope e incluso las suyas volvían a su mente, transformando aquel dolor en fuerzas. Aún no estaba todo perdido.

En un principio la idea que se le pasó por la cabeza le pareció un disparate, pero, ¿y si funcionaba? ¿qué podían perder? Ellos ya estaban encerrados en los cuadros...

- Tiremos a Orsolya al agua. -Miró a Asterope y luego al cuadro.- Tiramos un cuadro vacío y... Matthew acabó atrapado en él. Quizás si soltamos uno con alguien...

Rápidamente se dirigió junto al cuadro y lo cogió para tirarlo al estanque. No quería pensarlo mucho, porque sabía que si lo hacía era probable que no llevase a cabo la idea.

Al caer el cuadro al agua, empezó a girar de forma lenta, sin que ocurriera nada ni tampoco se hundiese. ¿Habría estropeado Asterope la magia del pozo al meter su mano sangrienta? Otro pozo sí se hubiera corrompido, pero no aquel. Era antediluviano y el poder que almacenaba era increíble, más grande que el de todas las escuelas mágicas de la Tierra juntas.

El cuadro fue cogiendo impulso y su velocidad aumentó hasta que las aguas empezaron a salpicar. La imagen de remolino cambió y se vio a Orsolya luchando contra los entes etéreos. Se veían a ellas mismas enfrente de la niña, cerca de la pared del consistorio, demostrando que aquello debía pertenecer al pasado, si es que cuando el tiempo se detiene realmente existe pasado, presente y futuro. Cada ente que la traspasaba se llevaba un jirón de su alma, volviéndola cada vez menos corpórea, hasta que cuando finalmente era tan solo una silueta, esta se diluyó. La siguiente imagen en mostrarse era la misma que habían visto anteriormente cuando Maxwell desapareció, es decir la sala de las montañas de cosas, pero ninguno de los niños estaban allí; en la sala lo que sí vieron fue el camisón de Orsolya caer de una gran campana sobre un montón de pijamas de todas las épocas, su varita caer sobre un montón de esos mismos útiles y finalmente una baratija de color negro y amarillo caer en un montón lleno de bisutería colorida. Otro cambio de escena mostró un panteón lleno de cadáveres desnudos, donde pudieron apreciar a Orsolya sentada a una gran mesa, con comida podrida y con telarañas; a su lado dos pálidos cuerpos que también reconocieron: Matthew y Maxwell. A lo lejos se veían muchísimas mesas, todas con niños sentados, cuerpos sin vida languideciendo hasta perder su piel, carne y músculos, hasta quedar en los huesos...

Los golpes del agua contra el borde del estanque se volvieron más fuertes. Parecía que ninguna imagen más aparecería.

El estanque se llenó de nieve, como cuando los antiguos televisores muggle se quedaban sin programación. Se empezó a ver el mosaico del fondo del estanque y tres siluetas se dibujaron, como si fueran tres manchas con forma humana enfrente de la entrada. Tres sombras arrancadas...

El estanque escupió el cuadro. En el aire desapareció y volvió a aparecer colgado en la pared.

Asterope asintió cuando Willow propuso tirar el cuadro de Orsolya. ¿Qué podían perder? Una vez dentro, el agua comenzó a lanzar imágenes como en el cine muggle. Y, en esta ocasión, presenciaron una película de terror. Vieron a la pobre gemela intentando luchar inútilmente hasta acabar sin alma, transformada en una mera sombra de lo que había sido, para luego desaparecer. Era espantoso verlo desde esa perspectiva y, sobre todo, verse a sí misma corriendo delante de la niña, consiguiendo sobrevivir mientras dejaba atrás a Orsolya y a Matt.

Pero la tortura no había terminado. Ahora volvían a ver la sala en la que Max había desaparecido. Asterope cerró los ojos instintivamente, pensando que iba a ver la muerte –No, la muerte no. No están muertos- de otro de sus compañeros. Cuando los abrió un poco, comprobó que el lugar estaba vacío de niños y lleno de pilas de objetos, entre los que se encontraba el camisón, la varita y un complemento de la gemela. ¿Qué había pasado con ella?

Pronto lo descubrieron. A Asterope casi se le salieron los ojos de las órbitas al ver a los tres tejones sin vida en un banquete de ultratumba, rodeados de muchos otros cadáveres. Cielos, sí están muertos... Se quedó paralizada pensando en lo que habían visto. No se fijó en los borbotones, ni en la nieve, ni en el cuadro que volvió a colgarse. Pero sí en el mosaico del estanque, donde habían aparecido tres sombras a las que no reconocía.

Por fin pudo hablar-. ¿Crees que esto es verdad? ¿Y si no lo es? ¿Y si solo nos lo enseñan para torturarnos? O peor aún. ¿Y si es cierto y de verdad han... muerto? - La pequeña tuvo que sentarse de nuevo, pues sentía que iba a volver a desmayarse, igual que había hecho en la fiesta de Halloween. No solo les informaban de la muerte de tres niños, sino que les narraban cómo había ocurrido y les mostraban sus cadáveres. ¿Qué clase de loco sádico manda a unos críos a ese tipo de aventuras? ¿Booky sabía lo que les esperaba? De ser así, el elfo se había comportado de una forma demasiado cruel, algo que la Slytherin no esperaba de él.

- Está claro que no podemos salir de aquí por ninguna puerta. Y tirar más cuadros solo nos hará que nos sintamos peor. Lo único que nos queda... –Miró el agua, se levantó y se giró hacia Willow- ...es tirarnos nosotras –Podía ser una locura. De hecho, era muy posible que Asterope se hubiera vuelto completamente desequilibrada tras todos los horrores que había vivido. Y ya le daba igual perder la otra mano, los dos pies o perderse a ella misma. Quería salir de ahí cuanto antes y parecía que ese estanque era la única opción. Así que se acercó al agua y, con una leve sonrisa que dedicó a Willow, la primera en una semana, se lanzó a lo desconocido.