Partida Rol por web

La situación con el bueno del tendero se había descontrolado un poco. En lugar de ser un trabajo limpio donde todos tocaban en armonía la misma melodía, cada uno de ellos iba por su cuenta y además tenía la partitura de una canción diferente. El mayor perjudicado de todo había sido el pobre Genaro Schilliamini, que se retorcía de dolor sosteniendo una mano que se iba hinchando y ennegreciendo por momentos. Enzo le recordó al tendero que a pesar del negocio que le había ofrecido Luigi todavía le quedaba dinero por sumar para saldar la deuda.

-N...no lo tengo. Mañana... Mañana lo tendré. Os lo juro. - Aseguró con una terrible mueca de dolor.

Bacoli se ofreció a llevarle al hospital pero Genaro no estaba de humor para ir con ellos, además pensaba en la humillación que sería para él salir de esa guisa frente a su clientela y el escándalo que se armaría. Genaro rehuyó el contacto del mecánico y le dio la espalda, haciendo acopio del poco orgullo que le quedaba, se llevó la mano al bolsillo y lanzó las llaves de su vehículo al suelo. Luego rechazó la idea de Bacoli con voz temblorosa.

-Llévate el coche y déjame en paz ya, joder. - Aguantó sin derramar más lágrimas hasta que todo el grupo se fue de la trastienda y cerró tras ellos de un portazo, seguramente para derrumbarse a llorar sobre las cajas de fruta.

En definitiva. A pesar de que la intención del grupo había sido buena para el pobre tendero que conocían de tiempo atrás, y que además era tío de su viejo amigo de infancia, todo había salido tan mal que incluso el tranquilo Sal había abandonado el lugar echando humo por las orejas.

Cuando los vio salir, Alessandro que estaba terminando de despachar a un cliente, devolvió corriendo los cambios y les salió al encuentro para increparles en voz suficientemente baja para no armar un escándalo.

-Maldita sea, sé que son cosas de mi tío y no debería meterme, ¡pero basta ya! - Les dijo con visible enfado. Nunca habían visto a Alessandro hablando tan serio y sin su eterna sonrisa en los labios. -Es la segunda vez en dos semanas que mandan gente a cobrar. ¡Decidle a vuestro jefe que hacemos lo que podemos, pero dadle un respiro a mi tío! - Su rostro se ablandó un poco. -Joder, chicos, hacedlo por mí. Por favor.

Filippo se giró apenas un momento para mirar a Alessandro.

-Alessandro, Maseria nos envía a nosotros para daros un respiro. Si viniera Luciano, otro gallo cantaría. Pero tu mensaje será transmitido, transcuri.

Luego volvió la vista al frente y se alejó. Su intención era dirigirse a donde Maseria a informarle de inmediato, tal como habían acordado.

Tza. Enzo negaba con la cabeza al ver a Don Genaro en el suelo… y a los demás discutiendo a su alrededor. Alzó las cejas, tantas palabras complicadas, tanto discurso para esto… Vámonos, respondió asintiendo afirmativamente a los exabruptos de Sal. Al salir del local dijo - En uno bien gordo mirando a Luigi y Sal y señalando a Filippo que iba por delante, le estabais metiendo vosotros dos mandándolo a mentir a Charlie. En la acera, se despidió de Sal. Espérame ahí, luego me paso. Miraba hacia atrás haciendo gestos con las manos para calmar a Alessandro que llegaba haciendo aspavientos por lo bajini.

Alex, Alex…  dijo conciliadoramente.

Vero… confirmaba lo que decía Filippo. Ahora tenían un respiro. Estaban respirando. Concretamente hasta mañana.

Lo siento… sabes como va esto. Pregunta a tu tío. Falta. Cuando aparezca, solucionado. Mira... les decimos que estáis arrepentidos, que lo estáis juntando pidiendo a la familia, y eso os da unas horas. Pero si no… el asunto se va de nuestras manos… y ahí... ahí se jodió ¿eh? Le apretó el brazo afectuosamente, Vai, no es mucho, y se dio la vuelta. Castigo, pago y tan amigos. Sencillo… pero, no, había que complicarlo. Con lo fácil que habría sido convencerle. Muchos escrúpulos sí, pero al final ¿quién paga los platos rotos?.

Luigi se agachó a recoger las llaves del coche del dueño del negocio, se las quedó mirando, y luego levantó la vista hacia el hombre. Le daba la espalda. Bien era normal que estuviera enfadado, pero se equivocaba con quien.

Se acercó a su sobrino y en voz baja le dijo:

Ehh Alessandro, toma. Le he ofrecido a tu tío una ayuda, pero viendo que se lo ha tomado a mal, me lo he pensado mejor. Creo que en realidad no desea mi ayuda, así que aquí te dejo las llaves del coche que me ha tirado de malas maneras, aunque no le culpo por ello. Pero no voy a forzarle a aceptar algo que no quiere. Ya iré a comprar otro coche, en otro lugar, no es a mi a quien vendrán detrás los Masseria. Comunícaselo a Don Genaro. La deuda sigue siendo de 205$ y pico. Mañana vendremos a por ellos, y no habrá ayudas, ni buenas ni malas... Sería bueno que lo llevaras al hospital y miraran que hacer con esa mano. Me he ofrecido a llevarle, pero también lo ha rechazado. No quiero quitarle el poco orgullo que le queda. 

Me llevo esta fruta, dime que te debo (sonó claramente imperativo, no quería que le regalaran la fruta).

Y le mostró las dos bolsas de fruta que se había preparado.

Bacoli siempre estaba serio, pero esta vez, era algo distinto... su voz sonaba lúgubre, y en el fondo estaba cabreado por el rechazo recibido, y no lo estaba digiriendo bien... Su tono era calmo, pero no admitía discusión...

Por no perder el puto orgullo perderá la vida o la de alguien querido, maldito idiota!!!

Estaba claro que el grupo no funcionaba, y Luigi empezó a asumirlo... Cuando Sal pidió que le dejaran hacer, nadie dijo nada. Pidió que confiáramos en el y parecía que todos iban a secundarle. La realidad fue otra y vino de la mano de Phillipo, y con ella se fue todo a la mierda.

Que quiso decir Alessandro con que habían enviado gente 2 veces a cobrar esa semana? Se refería a los Masseria? y fueron 2 veces porque la primera no pagaron, o es que quisieron cobrar dos veces, y la segunda no tenía el dinero? 

Alessandro tomó el dinero que le daba Bacoli por la fruta y las explicaciones del resto, aunque en su gesto sombrío podía notarse que no le hacía mucha gracia. La mirada que su viejo amigo de la pandilla les dirigió fue nueva para ellos. Era una mirada en la que algo se había roto, en la que había decepción, rabia y un profundo enfado que no podía expresar en alto. Sin embargo, Alessandro no dijo nada, pues también había cierto miedo en aquella mirada. Era una sensación extraña que alguien amigo, alguien tan dicharachero como Alessandro, les mirara de aquella manera. 

Abandonaron la frutería y cruzaron la calle hacia Ginno´s, donde un nervioso Sal ya tomaba la primera de sus tazas de café, sentado en una mesa junto a una gran ventana desde la que podía ver la frutería de los Schilliamini. Sal estaba nervioso, pero también disgustado, intentaba controlar lo que pasaba en la calle pero su vista iba de la ventana a la taza de café que sostenía entre las manos. Al verles entrar hizo una indicación para que la camarera les sirviera a ellos. Sin embargo no había mucho tiempo que perder, podrían tirarse reproches mutuamente o continuar con la tarea que les habían mandado, pues Luciano le había ordenado que nada más terminar allí fueran a contarle lo ocurrido.

Muy bien, la cosa tal como yo la veo... 

Sal nos pide que confiemos en el, nadie le rechista, y cuando lo que hace no te gusta, actúas a tu manera, Phillipo. Va bene...

Yo no pienso coger la iniciativa esta vez, que luego salen los "ofendiditos". Tu Phillipo, que ya veo que has tomado la iniciativa, puedes ir a ver a Lucky y explicarle la situación... pero mas te vale que el resto no salga perjudicado, porque entonces  vas a tener que dar explicaciones de porqué dices una cosa y luego haces otra... Eso no te hace mucho de fiar...

Aquí no creo que hagamos nada de provecho. Chiao. Por cierto, después de comer, iré a ver a Luciano, espero que ya hayas ido tu antes o al menos uno de los 3, porque si me pregunta a mi, yo daré mi versión de lo ocurrido

Luigi decidió llevar la fruta a su casa 

-¿Pero qué dices, Luigi? Lo que no me gusta es que intentemos engañar a Luciano. Teníamos unas órdenes. Confiaba en que estaríamos de acuerdo en cumplirlas, pero no fue así ¿Tú sabes lo que nos haría esa gente si descubren que intentamos engañarles? Sí, claro que lo sabes.

Filippo negó con la cabeza.

-Podríamos haber confiado en Schilliamini para que fingiese una fractura y no le contase a nadie nada. Pero basta conque la persona equivocada descubriese que puede utilizar la mano mejor de lo que lo haría una persona con dos dedos rotos y tenemos un problema. Y en el barrio, hasta las paredes hablan. Lo reconozco, me ha costado hacerlo, pero más me costaría desobedecer a Luciano. 

Se encogió de hombros.

-Por mí puedes ir tú primero y dar tu versión de los hechos. Me gustaría saber cuál es, si es que tanto difiere de la mía, pero deberíamos ir todos.

Enzo se sorprendió un poco cuando Luigi y Filippo siguieron a Sal hasta dentro del mismo local. Se mantuvo al margen, viendo cómo discutían entre ellos mientras Sal hacia gestos a la camarera para que se acercarlas a servirlos - Descuida, Rosie,  le dijo con un gesto de la mano y una sonrisa - No nos quedamos.

- Voy donde Charlie. Manda a alguien si hay algún problema... y... cof... puso mal gesto... Alex, tenía mala cara, le estaba diciendo a Sal mientras Lugi decía que se iba a casa, y santas pascuas. Filippo se encogió de hombros.

- Se acabo la tontería, va, vámonos, dijo en general. Se despidió, y con un rápido asentimiento interrogatorio a Filippo enfiló la salida.

Camino a Scarpatos, se ajustó el abrigo. Hacia un frio que pelaba. Tu primo cada día está peor…cavolo di Santa Lucrecia. Caminaba serio, pero más relajado. Tras un largo silencio, habló con franqueza: Sal cree en la buena voluntad de la gente ¿sabes? No le hace débil, pero habría salido mal. En dos meses todos con la cabecita abierta, ellos y nosotros. Pero hay dos problemas. Uno: le hemos... destrozado la mano, le dijo mirándole de lado levantando las cejas con gesto medio burlón. Dos: Alex ha dicho que alguien vino a cobrar antes. Quizá fuera gente de Charlie… Hablaba mirando al frente, soltando vaho. Era una mañana luminosa y gélida, y la conversación quedaba ahogada entre gritos de chavales jugando a la pelota en medio de Mulberry Street. pero si no es así hay que tener cuidado. Genaro no os los dijo ¿por qué? ¿a qué le tenía miedo?… vete a saber, los Manzano, alguien intentando enmierdar a Charlie…  en el peor de los casos, el propio Charlie, dejo caer. Si los Manzano, o alguien haciéndose pasar por uno de los nuestros lo hubiera visitado ya o cobrado, Genaro nos lo habría dicho. No… si Alex se ha ido de la lengua, o Genaro se le esta jugando a Don Guiseppe… o lo esta haciendo Charlie... o que carajo, quizá no pase nada.

Lo mejor sería estar calladitos, pero tu primo va a intentar remover la mierda… así que… hechos. Sin interpretación. La... verdad, claro dijo sonriendo al suelo, y como recitando… 

La semana pasada ya… cof... a los que fueron la sema… no. no…

“Hoy se ha negado a pagar otra vez. Genaro se… resistió miró a Filippo de reojo levantando una ceja irónicamente… y bla bla bla… tendrán el dinero mañana”

… mensajeros y nada más ¿hum? dijo en su dirección buscando la opinión del chaval

-Mi primo es demasiado bueno para esto-dijo Filippo sonriendo-y Sal...a él no lo conozco tanto, pero quizá tiene el mismo problema ¿Sabes? Yo era así hasta no hace mucho. Pero las cosas...cambian...te cambian. Hace un año cruzamos una linea, cuando comenzamos a trabajar para Maseria...y no hay vuelta atrás. 

Se encogió de hombros. 

-Será mejor que nos apresuremos. Le explicaremos a Luciano lo que sucedió, tal cual y que él decida qué se hace. 

Enzo y Filippo volvieron sin dilación a Scarpato´s para informar a Charlie Luciano de lo que había acontecido con el señor Schilliamini, al contrario que Sal que decidió quedarse en la cafetería frente a la frutería y de Luigi, que tomó sus propia dirección. En cambio, fieles a las instrucciones dadas, tanto Enzo como Filippo consideraron que lo mejor era informar a Charli cuanto antes.

Luciano se encontraba en su despacho, atravesando la recóndita trastienda del restaurante. En esta ocasión se encontraba solo, poniendo al día unos documentos. Cuando entraron se quitó las gafas y les invitó a sentarse. Se sorprendió bastante de que estuvieran solo ellos dos, pero no le dio mucha importancia.

-¿Y bien? ¿Qué tal ha ido?

Sal se mantuvo en la cafetería observando la frutería del señor Schilliamini después de que se fueran sus amigos. Había intentado solucionar el asunto con creatividad y tratando de que nadie resultara herido, pero la cosa se había desmadrado un tanto. Sal observaba el lugar, pero no ocurrió nada extraño que le hiciera sospechar. Los clientes seguían entrando y saliendo con sus bolsas de papel llenas de fruta. Don Genaro no salió de la tienda en toda la mañana, a pesar de que los dedos que le había roto Filippo tenían una pinta horrible.

Más clientes entraron, y más clientes salieron. Algunos conversaban entre ellos, y todo se desarrollaba con normalidad. De vez en cuando Alessandro salía al exterior charlar con algún cliente que preguntaba por la mercancía que se encontraba fuera, explicándole el género o atendiendo a sus dudas con su habitual sentido del humor, recuperado después de que el grupo se fuera.

Luigi se alejó de la frutería en dirección a su casa mientras Sal se quedaba en la cafetería frente al negocio de los Schilliamini y Enzo y su primo Filippo acudían a informar a Charlie Luciano de cómo se habían desarrollado las cosas...

Las cosas se habían desarrollado bastante mal. Genaro Schilliamini no tenía el dinero, y la idea de Sal para evitarle al tendero el mal trago, había salido de la peor manera posible. Filippo había estimado, bastante adecuadamente, que si alguien veía al tendero mover la mano alegremente más de la cuenta Luciano terminaría por enterarse de la farsa y eso les pondría a ellos en apuros, así que ni corto ni perezoso le jodió la mano de la peor manera posible. El tendero, intimidado y asustado, malinterpretó la ayuda que Luigi pretendía tener para saldar la deuda y poco más que le mandó al cuerno. Y con cada uno actuando por su cuenta, la cosa había sido de lo más desastrosa. Al grupo le faltaba una dirección firme, alguien que lo llevara por el buen camino de como se hacían las cosas. Luigi tenía madera para organizar al grupo, lo había demostrado ya con anterioridad. El problema era que Enzo también creía poseer la autoridad suficiente para dirigir al grupo, y lo peor de todo, que no se dejaría mandar por Luigi. Eran dos gallos en el mismo corral.

Luigi llegó a su casa y entregó la fruta a su madre. Era un gasto menos que ella tenía que asumir, y además así conseguía evitar que se pasara por la tienda del frutero, durante unos pocos días.

Comió mas o menos pronto, pero quería pasarse por el despacho de Charly. Lo cierto es que, no era necesario que fueran a dar el parte todos. Lo importante era volver con el dinero, y eso no iba a ser posible. Se hizo lo que habían mandado, incluso de mala manera, pues Phillipo en realidad no era ducho en esas artes, pero a lo hecho pecho.

Tenía claro que no iba a delatar a Sal por su idea, tan absurda como romántica, pues no dejaba de ser, su colega y miembro de su misma banda, así como no cargaría contra ninguno de los compañeros. Siendo estrictos, decidió que las cosas del grupo, se quedaban en el grupo. Aplicaría la ley de la Omertà, incluso dentro de la banda.

Terminó de comer, y decidió ir a ver a Lucky Luciano. Si terminaba pronto, le iría bien pasarse por el taller, ya que tenía cosas que hacer... y salvo nuevas ordenes, hasta el día siguiente, no deberían de volver a por el dinero, suponiendo que los mandaran a ellos para eso, aunque se temía que ni les iban a encargar eso, ni el castigo que pensaba se llevaría el desgraciado del tendero por rechazar su ayuda. Que una cosa era aportar una cantidad significativa y rezar por conseguir algo de tiempo para reunir el resto, y otra no dar ni un dollar. 

Desgraciadamente para esta gente, alguien que no pagaba, era alguien prescindible, y si con ello metían miedo al resto, tanto mejor...

Al llegar al restaurante, solicitó ver al "jefe". Quizás estaría comiendo aún. En cualquier caso, esperaría tomando un café.

Enzo entró en el despacho con calma, el abrigo en el antebrazo y el sombrero puesto. Grazie…dijo al tomar asiento.

Una mueca respondió a la pregunta de Charlie con “más o menos”. Estaba sentado con la pierna derecha cruzada, la fedora en su regazo y ajustándose el flequillo. Miró a Filippo, y habló con seriedad, de la forma sucinta que utilizaba para hablar de dinero – Se han negado a pagar… otra vez... lo acentuó con un gesto de la muñeca levantando y girando el sombrero con la mano derecha. Filippo, dijo señalándole con la izquierda y apretando los labios en gesto de reconocimiento le ha dado el recado… y Genaro jura que lo tendrá mañana. Su sobrino pide que le demos un respiro, etcétera, etcétera. Torció un poco el gesto. Salvatore se ha quedado por la zona para echarles un ojo.

Sal tuvo que hacer un gran esfuerzo para contenerse* cuando Luigi escurrió el bulto, descargando en su primo toda la responsabilidad de lo que, se mirara como se mirara, era la misión de todos. Ciertamente, Sal no compartía el método, pero las órdenes estaban claras, y Filippo no había hecho sino cumplirlas, y a rajatabla. El mecánico tenía, cada día más, un comportamiento errático y difícil de entender.

De todas formas, no dijo nada, la mirada fija en la cristalera. Filippo y Enzo fueron a rendir cuentas y él procuró concentrarse en lo suyo y permanecer atento. Iba a ser una espera larga, que los cannoli y el café iban a suavizar. Mientras masticaba y tragaba, pensativo, no pudo evitar recordar parte de los últimos meses de su vida, y cómo había cambiado todo.

Sal no era ajeno a las activiades alegales e ilegales, pero los encargos de Masseria y Luciano lo habían llevado más allá de los pequeños chanchullos habituales. Se trataba de verdaderos delitos. Ocultamiento de bienes robados, al menos un par de veces de forma bastante comprometida (una vez, un cargamento de cajas de licor en un almacén junto a Clinton Park y otra dinero falso en su propio apartamento). Uso de dinero falso; aunque pasarlo le resultaba fácil, con lo que más había disfrutado era viendo a aquel húngaro esmirriado hacer una verdadera obra de arte en forma de billetes de 5. Robo, en un asalto nocturno a un depósito de material de construcción, vaya usted a saber por qué y para qué, y que había acabado en carreras y una fea bronca con unos guardianes irlandeses.

Y peleas, peleas, peleas... Con los irlandeses, con algún tendero que se ponía gallito, con un policía que se pasaba de listo, o con gentuza que no sabía con quién se jugaba los cuartos. En callejones y en solares, en solitario o en verdaderas bandas. Cuando no eran verdaderas luchas a puñetazos, con lo que se tenía a mano, o incluso a tiros, era esa constante situación de amenazar y ser amenazado, de preparar o temer un golpe, la sensación de peligro, de que de improviso, alguien, le iba a partir el alma. Sal lo odiaba. Le destrozaba los nervios.

Echó mano instintivamente a la petaca que llevaba en el bolsillo interior del abrigo. Lo pensó mejor y la dejó allí. Convenía estar lúcido, y últimamente bebía más de lo normal.

También había comenzado a fumar. Encendió un pitillo, se pasó la mano por el pelo y posó los ojos en el aburrido vaivén de la puerta de la frutería.

Filippo agradeció que Enzo tomase la iniciativa. 

Se mantuvo a su lado asintiendo a medida que su compañero hablaba, para confirmar su versión de los hechos. 

-Le comento que según nos dijo Alessandro, es la segunda vez en dos semanas que pasan a cobrarle. Me pareció conveniente transmitírselo.

-Bien hecho, ragazzo. -Charlie asintió con la cabeza. No parecía sorprendido ni preocupado. No era la primera vez, ni sería la última que alguien olvidaba el pago. Estaba más que acostumbrado a aquellas situaciones. -La gente que no paga dice todo tipo de escusas para librarse. Os llorarán, os suplicarán, se inventarán historias y si les apretáis un poco las tuercas incluso os venderán a su madre. Lo importante es que estéis por encima de eso y que hagáis lo que hay que hacer.

Luciano miró la hora en su reloj de pulsera, después aparcó el montón de documentos y se relajó rellenando su copa de nuevo y les ofreció un trago a ellos. Después se reclinó en la silla y les miró con los ojos entornados.

-Mañana volvéis a cobrar el dinero. Si el señor Schilliamini no lo tuviera por alguna casualidad, tendréis que ser más agresivos para que don Genaro entre en razón. - Sus ojos brillaron como los de un astuto zorro. -Una vez tengáis el dinero o hayáis limpiado el local, volved aquí e informadme. Ahora podéis ir abajo a tomar una ronda, el señor Masseria os invita.