Partida Rol por web

- "Ah. Perdona, estoy tan acostumbrada a que todo el mundo me reconozca que olvido presentarme adecuadamente. Olvidaba que no eres de Detritus. Soy la Cazadora Kara Strauss, del Gremio de Cazarrecompensas.

¿Te interesaría ser miembro del Gremio? Yo podría darte la necesaria recomendación si me ayudas a cazar unas mutarachas en las alcantarillas dentro de unos días..." -

Miro sorprendido a la mujer. Cuando me dice su nombre, recuerdo vagamente haber leído algo en la prensa local, sin duda, en uno de los periódicos que el Instructor deja en el comedor de las celdas. Pero la sorpresa no es fruto de su identidad, sino de su propuesta.

- Una oferta halagadora, señora Strauss, pero... usted no me conoce - comento perplejo -. Ni siquiera yo mismo sé si sería capaz de cumplir con los requisitos de su gremio, aunque no niego que me siento tentado por ella - murmuro mientras pienso en la necesidad de aumentar mis ingresos -. Y, además, así, precipitadamente. No me gustaría que después se arrepintiera de haberme hecho tal proposición. Mire, si le parece bien, podemos hacer lo siguiente. La acompañaré en su caza de... ¿mutarachas me dijo?, y si cumplo con sus expectativas, haga esa recomendación. En caso contrario, me despacha con una palmetada en la espalda y todos amigos, ¿le parece?

- "Bien, lo más importante para un cazarecompensas es saber mantener la boca cerrada. En esta ciudad suministramos principalmente a la Arena de Detritus y lo principal en esos contratos es la confidencialidad. Nadie debe saber lo que vamos a cazar en cada momento, especialmente nadie que esté relacionado con la Arena o las Escuelas. No debes contarle nada al viejo Limonero, ni a tus amigos de la Escuela ni a nadie en absoluto. ¿Entiendes?

Si te interesa, firma esta Cláusula de Confidiencialidad - te dice mientras te pasa un papel. - Y te espero la Riqueza al Ocaso, en el callejón que hay detrás de la Taverna del Pozo. No lleves ropas buenas ni nada que pueda perderse o estropearse. Ni siquiera necesitarás la gladius, te daremos un palo para el trabajo." -

Miro fijamente a la mujer. No sé qué la impulsa a ofrecerme este trabajo, ni qué extraña confianza parezco despertar en ella como para pensar que nada diré a los de mi escuela. Pero si doy mi palabra, es seguro que nada diré.

- Respecto a la confidencialidad, no habría problema alguno. Sé callar cuando la ocasión lo requiere, pero veo un problema en todo esto. Yo voy a seguir peleando en la Arena y no sé si eso entrará en conflicto con lo que me acaba de decir. Verá, si sé qué animal o bestia ha cazado el gremio y yo debo pelear en la Arena, eso me daría una teórica ventaja y no sería justo en relación a otros que se encuentren en la misma situación e ignoren a qué deben enfrentarse. ¿Entiende lo que le quiero decir? 

- "Lo entiendo perfectamente, así que si no te interesa entrar en el Gremio de Cazarecompensas sólo tienes que decirlo y retiraré mi oferta. De todos modos, te pediría que guardes el secreto sobre mi intención de capturar unas cuantas mutarachas para la Arena." -

- No he dicho que no me interese, Strauss. Sencillamente exponía que mantener ambas posiciones puede conllevar algún conflicto de intereses y quiero hacerle saber que mi prioridad actual es la Arena. Si de mí depende, trataré de conciliar ambas cuestiones, pero puede que usted desee la exclusividad para con su gremio. Si a pesar de cuanto le he dicho, quiere que siga firmando ese papel, lo haré, pero entenderé igualmente que retire su propuesta. Y ello a pesar de que este trabajo me vendría especialmente bien. Necesito nuevas fuentes de ingresos, especialmente ahora que están gestionando la hipoteca de mi nueva casa. En cualquier caso, y sea cual sea la decisión que usted adopte, lo de las mutarachas quedará entre usted y yo.

- "Entiendo que tu prioridad sea la Arena. El Gremio en ocasiones podrá plantearte cierto conflicto de intereses. Si tienes claro que para ti la Arena es siempre lo primero al menos tendrás las cosas claras.

Por mi parte, estoy dispuesta a darte una oportunidad. Mi oferta sigue en pie. Firma y nos vemos esta Riqueza por la noche." -

- "¡Lagartija! - Entonces ve a la Cazarecompensas y saluda inclinando la cabeza: - Mi señora... -

Después se vuelve de nuevo a Lagartija:

- "He negociado una hipoteca de bajo riesgo, aunque querían aplicarte la de alto riesgo. Se trata de veinte mensualidades a pagar una cuota de cien piezas diarias al mes. Yo mismo te prestaré las cien primeras monedas correspondientes a la cuota de Bane 4480.

Estos son los papeles a firmar.

Ah, tienes que abrir una cuenta a tu nombre, e ingresar algo de dinero tuyo." -

- ¡Veinte cuotas de cien! ¡Por Kord! Esto es... - exclamo mascullando a continuación algo initeligible -. Acabaré pagando dos mil monedas.  Limonero, esto es una barbaridad - comento agobiado -. Trae los documentos antes de que me arrepienta - señalo cogiéndolos y firmándolos a toda velocidad para no arrepentirme -. Respecto a lo de la cuenta, ingresaré 25 monedas de oro. Espero que sea suficiente. Strauss páseme esos papeles - pido para firmarlos a continuación -. Ya tiene usted un aspirante a su gremio. Nos vemos esta Riqueza por la noche.

BANCO DEL ESCORIAE:

- Tras la firma de todos los documentos, Limonero y Lagartija regresan a la Escuela Amarilla.

PRIMER OCASO DE BANE:

AL ATARDECER.

Diario de Krugaun

Hoy me he tomado el día libre. Anoche me acosté presa de la fiebre y enfermo por la mordedura de una bestia y con miedo a no despertar recuperado. Sin embargo, mi fuerte constitución ha hecho que arrojase de mi cuerpo el veneno que me corrompía. Me siento bien, pero dadoq ue dispongo de toda una jornada para mí, aprovecharé para escribir una líneas sobre mi entrada en el Gremio de Cazarecompensas.

Anoche, tal y como había acordado Kara Strauss, nos encontramos para poder demostrar mi valía y pasar a formar parte del Gremio. Con anterioridad, y dado que mi casa carece de cerrojo que valga, corrí hasta la escuela para dejar allí a buen recaudo mi sdocumentos. Sin embargo, parece que no será conveniente volver a hacerlo y que lo mejor será buscar a un cerrajero.

La prueba, tal y como se me señaló, era compleja. Con la ayuda de un vago mapa de las alcantarillas de Detritus, debería localizar un nido de mutarachas, eliminar toda la nidada de huevos por medio del fuego, y para lo cual me serviría de una botella de aceite alquímico, y atraer a un número suficiente de adultos para su posterior empleo en la Arena. No contaría con ayuda alguna, salvo la de un criado del gremio, un porta-antorchas que me iluminaría el camino.

Mi pericia para leer mapas es escasa y la escasa precisión del mismo tampoco ayudaron mucho. Pronto supe que me había perdido y llegar a una zona derruida, con escombros cegando el paso me lo confirmó. A punto de iniciar la media vuelta para desandar lo andado, un extraño animal hizo acto de presencia, una especie de rata gigante con su cuerpo plagado de púas que nos atacó con ferocidad. Pensé que no resultaría complicado vencerla pero pagué mi exceso de confianza. Maté al animal pero no sin antes recibir algunas heridas del mismo, mordiscos que pronto se revelaron infecciosos, pues la fiebre me sacudió en oleadas, haciendo que mi vista se nublara y que mis sentidos se embotaran.

Regresamos al canal principal y tras algunas dudas, optamos por cruzar un puente. La decisión fue acertada, aunque la confirmación nos llegó a partir del sorpresivo ataque de dos mutarachas centinelas, sin duda, guardianas del nido. Armado con mi bastón conseguí vencerlas. No eran animales peligrosos, pero su número podría hacerlas letales. A toda costa deberíamos evitar un enfrentamiento con el nido.

Sabía que estábamos en el buen camino, pero la prudencia exigía ser cautelosos. Arrojando una tea encendida, llegamos a vislumbrar la sombra del que quizá fuera nuestro objetivo. Formas que se movían por el borde de la luz arrojada por la antorcha así parecían demostrarlo. Recorrí unos pocos pasos, lo sjustos para no exponerme y para ver el panorama que se abría ante nuestros ojos. Una montaña de suciedad y basura, sin duda acumulada por las mutarachas, y un sinfín de huevos, miles, que hablaban de una progenie por nacer que se transformaría pronto en plaga.

Las mutarachas adultas, sorprendidas y asustadas por el fuego de la antorcha se mantenían expectantes. No había tiempo que perder. Arrojé el aceite alquímico pero mi esfuerzo, afectado por la fiebre, no fue excesivamente halagüeño pues acabó derramándose sobr ela montaña de basura. Mi porta-antorchas, fue rápido e ineficaz, pues en su apresuramiento dejó caer torpemente la antorcha que debería haber servido para prender el aceite sobre una pila de basura a nuestras espaldas, pila que ardió rápidamente amenazando con obturar nuestra única vía de escape. Sin tiempo que perder, tomé la antorcha que había servido para iluminar la zona y la arrojé con todas mis fuerzas sobre el aceite que se transformó en un río de fuego que lo devoraba todo.

Entonces, un furibundo grupo de mutarachas nos atacó. Una tras otra buscaron un resquicio para mordernos, pero no había tiempo para hacerles frente. Corrí veloz y salté sobre la barricada de fuego. Mi acompañante, torpe por naturaleza, se estampó contr aella, y su cuerpo, envuelto en fuego iluminó aún más aquella cámara. Retrocedí sobre mis pasos, apagué el fuego de su cuerpo, exponiéndome al ataque de las mutarachas y lo cargué sobre mí. De abandonarlo allí, sus huesos pronto blanquearían el suelo. Conseguí huir, manteniendo una distancia prudencial de aquellos monstruos quitinosos y negros, a los que procuraba espolear y provocar para que nos siguieran. No sé si fue la suerte o la desesperación o la necesidad de salvar a mi compañero, pero llegamos sin perdernos al comienzo de nuestra ruta donde nos esperaban los miembros del gremio.

En unos pocos minutos, una montaña de cadáveres y una docena de jaulas llenas eran cuanto quedaba. Kara Strauss me felicitó y, sorpresivamente, me proporcionó una bolsa con oro, como supe después. Una buena mujer, esta Kara. Y parece que mi actuación la convenció lo suficiente como para recomendarme al gremio. Dice que en él hay un hombre, un tal Virtias, al que le gustaría presentarme.

Acabada la faena, regresé a la Escuela Amarilla en busca de mis papeles. El Instructor vio mi estado y me ofreció su ayuda, preocupado. Acepté que un guardia me acompañara a casa, a quien además pedí me ayudara con mis heridas. Ante su reticencia, le ofrecí una moneda de oro. La tradicional ambición humana hizo acto de presencia y accedió. Consumido por la fiebre y el malestar dudo que hubiera podido hacerlo solo o que incluso hubiera llegado a mi casa. Después, solo fueron horas de descanso, hasta despertar sintiéndome perfecto. he comido frugalmente y ahora aprovecho para escribir estas letras. Llaman a la puerta. ¿Quién será?

PRIMER SOL DE BANE:

POR LA MAÑANA.

Llegué a la posada bastante desanimada, después de comprobar que a mis compañeros parecía no haberles importado demasiado el que me marchara. Ahora es cuando me sentía la persona más ingénua del mundo, a pesar de poder engañar a más de uno sin esforzarme demasiado.

Subí a mi habitación y abrí la ventana, para quedarme largo rato mirando por ella, hasta me parecía que el aire olía mejor de lo que lo recordaba. Aunque aún me invadía la tristeza, ahora si moría lo haría siendo libre y era como haberme quitado una carga de muchísimos kilos de encima. Tras largo rato ahí parada, lo siguiente que hice fue dirigirme al baño y tirarme un buen rato frotando toda la suciedad que tenía encima. - Ahora necesitaré sacar dinero de algún sitio para comprar algunas cosas, tener algo de ropa para no parecer un espantapájaros estaría realmente bien.. además de que no puedo quedarme eternamente en una posada, aunque por el momento me voy a relajar un poco, siempre le puedo preguntar a Lagartija a ver qué es lo que hizo él. Aish, no le puedo seguir llamando lagartija eternamente.. Here.. aish, ya no lo recuerdo.

Tras miles de pensamientos más, me eché sobre la cama y dormí unas cuantas horas en lo más cómodo que había dormido desde hacía mucho tiempo, casi sin costarme ni conciliar el sueño, debido a lo agusto que se estaba ahí.

Cuando me volví a despertar ya debía de ser la hora de comer, así que bajé a la parte inferior de la posada a hacerlo. Ahora, limpia y libre, todo se veía de un color bastante más bonito hasta para alguien que espera su muerte en cualquier momento.

Como con toda la calma del mundo, sin que ocurra absolutamente nada digno de mención. Aún me tengo que volver a acostumbrar a poder salir a donde quiera sin que nadie me vigile, así que tardo unos instantes en cruzar la puerta para salir fuera de la posada y me paro en la puerta observando la calle y a la gente que hay por ella, mostrando una sonrisa al hacerlo.

Dirijo mis pasos hacia el templo, a ver si me dejan ver a Babelín y comprobar su estado, aunque casi con total seguridad estará ya bien con los cuidados que le deben de haber proporcionado.

BIZCOCHITO:

- Visitas el Templo de los Mil Dioses. La ciudad está tranquila el día del Sol, pues casi todos los negocios cierran. Sin embargo, hace bastante frío y hay hielo en el suelo de las calles, por lo que está resbaladizo.

- Pensabas que Champiñon ya estaría consciente, pero no es así. Los sacerdotes te explican que todo su cuerpo fue abrasado por una sustancia incendiaria pegajosa y que tiene quemaduras gravísimas en el cien por cien de su cuerpo. Están usando sus oraciones y todo su conocimiento médico, pero de momento apenas hay mejoras. Es una verdadera tarea de reconstrucción corporal y puede durar fácilmente muchos días.

- Sales del Templo bastante desanimada, te hubiera gustado entrenar con tu primo. En realidad no es tu primo, pero ambos tenéis un tatarabuelo en común, Doran Manzana Dulce, el famoso inventor de la tarta de manzana. Se hizo muy rico, pero lamentablemente tuvo mucha descendencia, así que nada de esa riqueza ha acabado en tus manos.

- Tu pastelería y tu casa fueron embargadas por la administración provincial. No has ido a ver a tus otros parientes en la ciudad, y no estás seguro de cómo te recibirían... Al parecer eres una vergüenza para el Gremio de Pasteleros.

TAPÓN:

- Pensabas que daría igual una jaula que otra, pero la verdad es que no. Las del Mercado de Esclavos están horriblemente sucias. La paja huele a orienes y excrementos. Al menos las Jaulas de la Escuela Azul estaban limpias, y todos los días las limpiaban los criados de la Escuela.

- Mucha gente se pasa cerca de tu Jaula y te mira, todos recuerdan tus derrotas en la Arena. El esclavista quiere sacar provecho del hecho de que la tuya sea una cara conocida, y pide cien piezas de oro por ti, pero a todos los potenciales compradores les parece un precio excesivo.

SEGUNDA MALDICIÓN DE BANE 4480:

POR LA MAÑANA.

- Han transcurrido dos días más o menos tranquilos en la ciudad de Detritus.

CHAMPIÑON:

- Pasas la mayor parte del tiempo inconsciente. Cuando estás próximo a recuperar la consciencia, el dolor de las quemaduras es tan intenso que te desmayas otra vez. Una vez conseguiste abrir los ojos unos segundos y te diste cuenta de que estabas tumbado en una especie de altar de piedra y varios sacerdotes te miraban desde arriba con expresiones de preocupación.

TAPÓN:

- El Mercado de Esclavos comienza a ser una tediosa rutina. Pasas la mayor parte del tiempo en tu asquerosa jaula, menos cuando te exhiben junto a otros esclavos. Mucha gente pregunta por ti, pero a todos les parece abusivo el precio.

BIZCOCHITO:

- Has pasado estos dos días dando paseos por la ciudad. Mucha gente entre los humanos te conoce de la Arena y te piden autógrafos o te intentan invitar a un trago de licor. En cambio los de tu raza fingen no verte o miran para otro lado.

Te has pasado varias veces por el Templo de los Mil Dioses para preguntar por Champiñón. Sigue inconsciente, aunque la última vez que te dejaron verle ya volvía a parecer casi un mediano y no una masa amorfa de carne carbonizada.

SEGUNDA MALDICION DE BANE 4480:

POR LA TARDE, CERCA DEL OCASO.