Partida Rol por web

La noche fue desconcertante, hasta el punto de parecer un sueño a la mañana siguiente, los dos os levantasteis siguiendo la esclavitud marcada por vuestros despertadores y a los dos os dolió hacerlo. Abandonar el calor de la cama os recordó el frió de la noche anterior y el cansancio llegó también solo en cuanto os despertasteis. Apenas habíais dormido.
Creíais que teníais fiebre, pero la verdad es que vuestras responsabilidades no os permitían mucha holgura con respecto de lo de faltar a clase o al trabajo. Tras un buen chute de analgésicos os lanzasteis a la calle para desafiar a vuestra rutina un día más, al menos un día más.

La noche no había sido buena, pero la mañana no apareció mejor. El dolor de cabeza y la fiebre, así como los ojos ligeramente hinchados, presagiaban un buen resfriado como poco, sino una gripe. Cuando el despertador suena, me quedo un momento en la cama. Dios, se siente tan bien... tan seguro... allí fuera hay monstruos. Hay monstruos. No son historias de niños, los hay. Si no son como Mary los describió, son monstruos igualmente, y nunca pensé que los tuviéramos tan cerca. En el Milliner... está claro que se acabó pisar por allí.

Me levanto a regañadientes, antes que se me haga tarde. Saludo a Mary y a nuestro compañero de piso y desayuno, ignorando las críticas de huellas en el suelo y ropa mojada fuera del cesto de la ropa mojada. Solo déjame en paz, no ha sido una buena noche, pienso.

La hora llega y parto al trabajo. Intento mantener la cara de siempre, pero es imposible: mis compañeros me preguntan. ¿Qué les digo? ¿Qué puedo decirles? No, no puedo hablar de esto... no hay con quién hablar de esto. Mientras trabajo, un pensamiento se abre paso en mi mente... pero me da miedo. Quizá si Mary y yo fuéramos a casa de mi madre... pero si esos tipos nos siguen no me lo perdonaría. Ahora solo nosotros estamos en peligro, ¿cómo voy a involucrar a mi familia? No, no puedo...

Entonces, ¿irnos a un hotel? Esa podría ser una solución. La jornada laboral nos da el descanso para comer, y aprovecho para mirar en google hoteles no demasiado lejos de Berlin, por el tema de ir a trabajar, pero sí los suficientemente lejos para intentar poner tierra de por medio con todo esto.

Cojo el teléfono, y dudo por un momento. Pero necesito, deseo... reencontrarme con el mundo, vivir... resetear mi vida. Marco el número que me sé de memoria.

Hola, mamá. Sí, todo está bien, tranquila. Sólo quería saber como estais vosotras, ¿está todo bien? ¿Y Olga? Sí, pasámela.

Hola, pequeña... jajaja, ya sé que ya no eres una niña, pero para mí siempre serás pequeña. Va, no te enfades. ¿Qué tal todo? Te preguntaría por los estudios, pero ya imagino que todo bien. Así que... ¿qué tal de novios? ¿Alguien que deba conocer tu hermano mayor? Jajajaja, vamos, vamos... sabes que solo quiero picarte, hermanita. Estoy deseando volver a veros, a mamá y a ti. Sí, pronto iré, lo prometo. Ahora, pásame a mamá. Yo también te quiero, hermanita.

Mamá, ya te voy a dejar. Sí, me cuidaré y no haré locuras. Un escalofrío me recorre el cuerpo ante lo siguiente que dice. Tranquila, no saldré de noche. No quiero ser la siguiente víctima del asesino. Yo también te quiero, besos. Adiós.

La conversación telefónica termina, y me ha reconfortado bastante. Pero también me ha dado que pensar. No salir por la noche, evitar las calles a determinadas horas... ¿sería suficiente? Doy una palmada y me pongo en pie.

Me paso la tarde mirando hoteles, no demasiado lejos de Berlin, pero lo suficiente. Vuelvo a casa, eso sí, cuando empieza a anochecer, ya no puedo ni quiero estar fuera a esas horas. Me quiero quedar encerrado en casa. Espero que Mary ya esté allí.

Escuchar la voz de tu hermanita pequeña te hace recobrar un poco de fe en el mundo. Incluso con todas las cosas funestas que rondan tu cabeza hoy es imposible refrenar la sonrisa sincera que arranca de tu rostro el hablar con ella.
Acabas de colgar el teléfono cuando un coche muy viejo, un roll royce de antes de la 2ª guerra mundial entra en el taller ronroneando como si fuera un gatito.
De el se baja un señor de mediana edad de porte adusto y solemne, enfundado en negro, salvo por un pañuelo blanco enrollado al cuello, con una chaqueta de corte militar que te recuerda a una casaca y que lleva un bastón de forma meramente decorativo. Pues se desenvuelve perfectamente sin el.
¿Disculpe puede indicarle que Louise Pausteur está aquí al dueño del local, el señor Klaus*? te dijo tras incorporarse, tieso como un palo y las manos a su espalda, mientras te fulminaba con la mirada como si estuvieras tardando en obedecerlo incluso antes de que te hubiera dirigido la palabra.

Un roll royce de los clásicos entra al taller, y me quedo admirándolo. Estos coches me encantan, y este más en particular. Su línea, su motor... además, se le nota cuidado, por el ruido que hace. No le quito la vista de encima.

De él baja un tipo que parece tener un palo metido por el culo. En un momento mi alegría se disipa con sus palabras, pero recordar el modo que chinché a mi hermanita con lo de los novios me arranca una sincera sonrisa que, aunque no es para el tipo este, le dirijo, aunque solo sea para disimular lo mal que me ha sentado su forma de hablarme.

Lamento decirle que el señor Klaus ya está jubilado, desde hace algunos años. Si quiere, puedo avisar a su hijo, que es quien lleva ahora el taller. Mientras tanto, puede esperar en la sala de espera y tomarse un café o una bebida.

Con la mano, le indico la sala de espera donde solemos dejar "aparcados" a los clientes que vienen por una reparación rápida o que se nos acumulan para entregar coches. La sala está equipada con máquina de café, otra de bebidas y algo de comida y un montón de revistas de motor, todas bastante antiguas (no puedo evitar pensar que igual el coche de este tipo aparece en alguna de ellas como una novedad).

(podría ser algo así)

Por cierto, precioso su coche. Un Silver Ghost del 22, si no me equivoco. ¿Aún tiene el motor original de 75 CV? Bueno, perdone, voy a avisar al dueño.

(normalmente si es de antes de la segunda pero después de la primera y de rolls royce, debería ser un silver ghost).

Tras comprobar que el tipo este no tenga más que decir, me marcho y toco en la puerta del dueño, aunque entro sin esperar que me de permiso, como suelo hacer. Jefe, aquí hay un tal Louise Pausteur con un rolls royce que quiere verle. ¿Le hago pasar o baja usted a verle? Y espero que me de la respuesta.

Dejaste a aquel hombre con su pose de disconformidasd detrás de ti y fuiste a ver a tu jefe que te pidió que esperabas un segundo mientras acababa de colgar el telefono al que estaba esccuhando.
¿Louise Pasteur? Te pregunto con cierta incredulidad Bajo yo, un vegestorio como ese no debe estar como para subir escaleras. añadió mientras se levantaba. ¿Ha dicho que quería?
Te asombró la afirmación sobre la edad del caballero, pues a pensa debía pasar los 50, quizá se estaba equivocando de tipo. Pero bajaste detrás de tu jefe que se detuvo a mirar maravillado, al igual que tu la antiguedad. Pero luego se quedó de piedra a ver a aquel hombre. Como si viera un fantasma.
¿Klaus? pregunto el sr Pasteur mirnaod igualmente extrañado, hasta que hizo un gesto de entendimiento y añadió. Como has crecido... añadió con una sonrisa fiera, sus dientes perfectamente blancos, con los caninos muy puntiagudos te generaron un repelus que no pudiste explicar.
El cliente abrazó a tu jefe que estaba atonito.
Tengo un problema con mi viejo auto y a tu padre se le daba esto de maravilla ¿Puedes ayudarme tu? le preguntó.
Tu jefe evidentemente aturdido se excusó diciendo que ese modelo esta totalmente descatalogado, pero que sino necesitaba piezas el sr Kresing se podría encargar perfectramente, esto hizo que el hombre te dedicara una mirada escrutadora y severa.
Luego la cháchara se volvió más personal pero no menos tensa. Preguntó por su padre y le solicitó que le diera saludos de su parte, al final se acabó la charla y se fue andando dejando el coche allí.
El sr Pasteaur se despide de ti con un gesto de la mano. Y una sonrisa.
Finalmente tu jefe se volvió a hablar contigo.
Trata a ese coche con mucho mimo y dale prioridad máxima, si necesitamos piezas a medida las pedimos. Sin importar cuanto cueste.... parecíoa realmente afectado.

Cuando habla así del tipo este, frunzo un poco el ceño. ¿Se habrá equivocado y hablaría del padre de este tipo? No sé, él sabrá.

Por un momento, observo la reacción de mi jefe... hasta que dice que yo me encargue del auto. Una sincera sonrisa aparece en mi cara. Tranquilo, señor Pasteur, lo trataré como a un hijo digo, contento por poder arreglar ese coche. Si su actitud había llegado a molestarme, cualquier rastro de molestia se acaba de ir por el desagüe.

En cuanto el señor Pasteur se marcha, mi jefe me pide que cuide al coche, y yo solo asiento. Me acerco al Silver Gosht y paso una mano por su carrocería. Tranquilo, tú y yo nos llevaremos bien. Y no te haré daño.

Me monto en el auto y meto la llave en el contacto (según wikipedia, ya funcionaban con llave). Giro y escucho el ronroneo del motor. Por un momento siento la tentación de sacarlo a dar un paseo. En una época en que los coches malamente llegaban a 100 km/h, un coche como este que alcanzaba más de 130 era un auténtico bólido, y su acabado es precioso. Es de cuando cada coche era una auténtica obra de arte.

Pero sé que no debo hacerlo, así que me limito a escuchar el sonido del motor. Luego abro los cubremotores que llevaban esos coches y voy pieza por pieza, limpiando, aceitando, reparando aquellas que vea que pueden dar problemas. Me lleva todo el día, pero no solo le arreglo el problema que él pudiera tener (si lo encuentro), sino cualquier cosa que, en un futuro, pudiera darle problemas. También voy anotando cada reparación, para asegurarme que mi jefe pueda cobrarla.

Terminado el trabajo, me acerco a la oficina, con el listado de arreglos realizados.

La noche fue una mierda.

El resto de la noche, al menos. Apenas pude dormir, y cuando lo hacía, tenía pesadillas sobre esos dos. En ellas yo era el policía y sus dientes me desgarraban el cuello como si fueran lobos contra su presa. Me arrebujaba entre las mantas de mi cama, y cuando estaba despierta, todos los ruidos me parecían juegos terroríficos. Miraba de vez en cuando la puerta de mi cuarto que había dejado entreabierta con la esperanza de que Dieter, en una fábula romántica de mi mente idiota, entrara por ella y se metiera conmigo dentro, me abrazara y me susurrara al oido un "Tranquila, yo te protegeré" entonces podría dormir. O puede que no...

El despertador sonó, aunque no hizo falta, pues ya estaba sentada al borde de la cama, despierta.

Eran las 5 de la mañana y aun todo permanecía en silencio. Fui al baño, sigilosa y con los pies descalzos. Al pasar por la habitación de Dieter casi tengo la tentación de pararme y entrar en su cuarto, pero desvío mi atención a mi necesidad de ir al baño. Me aseo y salgo a por el café que burbujéa en la cafetera.

Todo sigue en silencio. Dieter suele levantarse mas tarde. Incluso nuestro compañero de piso tampoco se ha levantado aún. Tengo ese rato para mi sola, y mientras remuevo el café con la cucharilla aún pienso en aquello. Miro por la venta y llueve ligeramente. Nubes pasajeras, restos del día anterior. Suspiro llevando con mi aliento el humo del café caliente, mientras sopeso que lo de la noche anterior fuera realmente imaginaciones mías.

Si tan solo tuviera mi cámara...

Salgo del piso con mi paraguas en mano y me dirijo a la Facultad. Sigue siendo pronto aún pero los barrendederos empiezan su jornada. Los repartidores de periódico local empiezan a sacar de las furgonetas los ejemplares mas recientes de su tirada para apartarlos a las tiendas de prensa. Es entonces cuando me doy cuenta de que no tengo ni idea de que va a pasar dentro de 3 ó 4 horas, tras la facultad. Tendré muchas preguntas, quizá la sorpresa de algún policia muerto en la redacción. Y mi boca...¿ estará callada? Me temo que no. Me conozco lo suficientemente bien como para saber que no.

La primera hora en la Facultad es horrible. Penas consigo mantener mi atención en la clase del Señor Somertsonn. Filosofía  del arte Transhumanista. Joder, suena a juego de rol tipo Eclipse Phase. Así que, a la segunda hora me voy a la biblioteca. No tengo el cuerpo para mas tontunadas neo renacentistas hoy. Y busco libros sobre.. Mitología de las bestias, un ejemplar del bestiario de Tolkien, Monstruos del antiguo mundo... imágenes que cobran vida frente ami, sobre los libros acrecientan mi curiosidad sobre aquellos dos, y dejan volar mi imaginación.

Monstruos, al fin y al cabo.

Llego tarde al Berlinen. Mis compañeros me miran con cara de "¿Donde está mi café?" Mi cara muestra una sonrisa de disculpa que derriten a Irina y Vrossen, a partes iguales. Pequeños trucos de ser bisexual. Y cuando llego con el café hasta la mesa de mi jefa, ojeo las noticias de los redactores sobre la mesa.

Entonces pregunto, aún con el café en la mano.- ¿Alguna noticia... sobre esta noche? Nose...¿algo que poder cubrir como noticia?-

Llegabas algo tarde, no demasiado como para llamar la atención, pero fuera de tu hora, tus compis te dedicaron una mirada complice al ver tucara y asumieron que habías tenido una noche loca. La verdad es que había sido una nocheloca, pero nada cerca de lo que ellos estuvieran imaginando.
Nada interesante, ni trafico, ni la policía han informado de nada, tenemos un monton de articulos de interes humano y cultural, noticias de verdad, no la fiebre amarillista que nos inunda ultimamente. Jackob habló sin pararse a mirarte si quiera, había dicho en muchas ocasiones que eso del cazador le parecia una leyenda urbana a la que no deberían darle bombo, solo generaría efecto llamada a todos los locos de Berlin. Estabamos pensando que podrías intentar cubrir uno tu sola ¿Que te parece? evidentemente dijo aquello esperando que lo acogieras con entusiasmo, pero al volverse se noto que tu estampa le causo cierto impacto.
Te mira con una sonrisa en la cara, divertido, lo cual es raro para el por que no suele entrar en tema personal con casi nadie, aunque la gran mayoría del personal tienen 10 años mas que él.
Ayer estuve en el tressor, me ha costado madrugar un triunfo pero lo tuyo... ¿Estas bien? Tienes mala cara. te preguntó algo alarmado. Jackob solía ser muy serio y casi nunca era sarcástico, por lo que su pregunta te pareció genuina mente sincera.

El que respondió fue Jakob.

Era un tío majete y legal, pero un estirado lameculos. Por lo menos era lo que la gente me decía de él , ya que llegó tiempo antes que yo a la redacción.

- ¿Como? - pregunté para  asegurarme de lo que había oído. Mas que la pregunta en si, me sorprendía que no hubiera una noticia sobre..eso.. en concreto.

Puede que me quedara un poco pensativa cuando, otro día cualquiera habría dicho que si. Habría dado un beso y todo a Jakob. Pero estaba en otro lado. En un callejón, por ejemplo.

-Oh!- Reaccioné saliendo de mi trance mental- Si, si, claro, claro que puedo hacerlo. - Sonreí un poco por compromiso y para salir al paso.-Creo que...No. Estoy lista.- Afirmé -Completamente.- Debería alegrarme de eso. Lo hacía en mi interior, como por inercia

- Bueno, es solo que no dormí nada bien. Mi compañero de piso... ese tan rarito... creo que tenía que hacer una exposición hoy y estuvo toda la noche hablando con el espejo. En voz alta ¿Te lo puedes creer?- no me lo creía ni yo, pero sonaba convincente.- ¿Sabes lo que es la teoría de cuerdas? Yo hasta esta noche pensaba que era algo sobre tocar guitarras...

Rei para darme tiempo y poder pensar. Respirar interiormente y quitarle importancia a todo. Necesitaba dejarlo y olvidar. Trabajar me iría bien.

- Pero dime.. ¿de que se trata? El artículo que tengo que cubrir. -

Te miró durante dos segundos y creíste que lo de la excusa de tu compañero de piso no lo compró, pero no insitió en ello.
En el museo de historia natural hay una conferencia sobre Louis Pasteur, el de la pasteurización de la leche, no suena muy interesante, pero fue un biólogo, químico, estuvo métido en todo lo de el reconocimiento de los virus cuando sonaba a brujería, es considerado el pionero de la microbiología moderna y se sabe muy poco de él. se detuvo por que vio que empezaba a darte el discurso y recondujo la conversación. Lo más importante, además de la poca visibilidad que este hombre tiene y que podría dar lugar a un artículo interesante de ciencia, es que esta exposición es la criatura del decano de la facultad de Medicina, así que habrá sociedad allí. Profesores, catedráticos, mecenas de las ciencias... Carraspeo para comprobar que aún mantenía tu atención y proseguir hablando. Querría un artículo que hablara del hombre que fue, pero si cuentan alguna anécdota que haga todo esto más asequible, mejor que mejor, que captes el ambiente y ver si podías trasladarlo de una forma sutil al artículo, mencionando los esfuerzos de los profesores, del museo, de los pobres becarios del decano... Rió cómplice arrancándote a su vez una sonrisa por el sarcasmo de su afirmación, como becaria sabías lo jodido que eso podía ser, el proyecto del decano, alguno se habría dejado las pestañas mientras el decano roncaba como un lirón. Creo que podría ser un buen artículo si se enfoca con el prisma adecuado. Y que ayudará a dar reconocimiento a alguien que tiene mas calado del que se deja ver. Te tendió los papeles mientras analizabas su ultima frase, aún en tu cabeza. ¿Hablaba de el profesor Pasteur o te acababa de hacer un halago? Había sido sumamente ambiguo de ser la segunda opción.

No viste nada especial en el coche, no parecía tener más desperfectos que un par de arreglos en la chapa, agujeros de bala te parecieron, que se podían apreciar en la cara interior de la chapa del capó, donde no se habían esmerado en pulir el arreglo para dar una superficie homogénea, al fin y al cabo ¿quién iba a mirar por dentro? Eso le dio más sabor a trabajar con aquella antigüedad, te lo imaginaste en la guerra, con algún oficial nazi conduciéndolo.
En el suelo del coche, debajo de un asiento había un periódico arrugado, al des envolverlo pudiste ver un ejemplar de la gazeta de Berlin en que hablaban del cazador amarillo.
A si mismo la tapicería tenía pelos de algún animal, probablemente un perro.
Le cambiaste el aceite, los filtros. Revisaste las correas, las pastillas de freno, los radiadores. La verdad es que el coche estaba en perfecto estado. Además a día de hoy quien iba a conducir aquella belleza, era un coche de exposición, no un coche para conducir. Aquello era bastante raro.
Mientras acabaste y no el sol había caído y el hombre volvió al garaje. Lo primero que apreciaste fue la silueta de su estampa en la oscuridad, luego te fijaste en el dogo francés que le acompañaba, excesivamente grande, su lomo le llegaba por la cintura.
Se paró al lado del coche. Y lo observó taciturno durante un instante ajeno a tu presencia, pero el perro si que te miró, levantando su cabeza, enteramente negro. Por un instante te descubriste dando un paso atrás cuando el cánido depositó su vista en ti.
Cuando el compañero del doctor se fijó en ti el se volvió hacia ti.
¿Sigues aquí mozo? preguntó sorprendido, pero pronto perdió el interés en ti. ¿Que tal está mi máquina? quiso saber.

Una vez me seco las manos tras lavarlas del aceite que se había quedado, tras engrasar totalmente es belleza, veo que su dueño entra en el taller, junto a un enorme perro. Trago saliva, nervioso. Los animales me gustan, pero uno tan grande... y encima se fija en mi con esos ojos que no hacen sino aumentar mi nerviosismo. Por un momento me quedo parado, sin atreverme a volver a acercarme al coche, ya que eso implica acercarme a ese animal.

Entonces el señor Pasteur me habla, mirándome por un instante aunque luego perdiéndose en el coche. Eso hace que suelte un poco el aire que estaba reteniendo, casi sin darme cuenta. Está perfecto, señor. Le he repasado todos los niveles, aceitado las partes necesarias y comprobado filtros y correas. No debería darle más problemas. ¿Quiere que avise al hijo del señor Klauss?

Mi vista vuelve a posarse en el enorme animal, y trago saliva. ¿Por qué me pone nervioso si ni siquiera ha hecho ningún gesto hacia mí? Supongo que porque sé lo que un animal así podría hacer. Hermoso perro digo, intentando con ello calmar mi corazón.

Acarició la chapa del coche y se volvió hacia tí cunado elogiaste al perro y asintió tu comentario. El perro seguía con la mirada fija en ti.
El tiempo pasa muy deprisa muchacho, llevaba sin conducir esta maravilla casi 50 años. Y ahora ya casi no me oriento en esta gran urbe. dijo mirando al coche ensimismado Terrible lo que hicieron los aliados, lo destrozaron todo y luego las hormiguitas lo reconstruyeron todo; parecido pero diferente. Es como un cuadro defectuoso, le han quitado el sabor de mi juventud; esta ciudad fue majestuosa, el centro de Europa, hasta que la maldita Albion y sus primos renegados del otro lado del océano robaron ese titulo para su urbe decadente .... "Londres" dijo aquello con una mueca de desprecio que te pareció extraña.Pero saben hacer coches sentencio quitándole hierro al asunto de su soliloquio.
Esta no es mi ciudad, tan nueva, tan extraña y la han llenado de luces de colores ridículas. se giró sobre sus talones, tal como haría un soldado de la primera guerra mundial quedando totalmente estirado.
Me avergüenza decir que apenas me las he arreglado para traerlo hasta aquí sin estrellarlo, y algún mentecato obsceno ha hecho sonar su bocina insultándome; necesito un chofer, uno que sepa valorar este carruaje majestuoso. Tengo que ir al museo imperial de ciencias naturales* ¿Querrías hacer de chofer para mi? te propuso con esa expresión adusta Te lo sabré recompensar.

Nunca fui muy bueno en los estudios, y mucho menos en historia. Tantos datos, números, fechas... no, no eran para mí. Sin embargo, le presto atención, y me sobresalto cuando dice lo de que hacía 50 años que no conducía el vehículo. ¿Qué demonios quería decir? No puede hacer tanto tiempo, eso implicaría que tiene al menos 70. Y más aún, haba como si la ciudad no fuese la misma, como si en esos 50 años no hubiese vivido en ella.

Entonces me doy cuenta de lo ridículo de mis pensamientos. Seguro que no ha vivido aquí, habrá vivido en otro país y habrá vuelto. Seguro que tenía un garaje con este coche y al llegar le ha podido la nostalgia. Pero con tanto tiempo transcurrido, pues la cosa no podía ir demasiado bien.

Lo que me mosquea es lo del museo imperial. ¿Imperial? No me suena con ese calificativo. Tendré que preguntar a Mary cuando llegue a casa.

Supongo que se refiere al Museo de Ciencias Naturales. Puedo llevarle allí, si es lo que necesita. Si el trabajo fuera para algo más permanente, tendría que rechazarlo, pues soy mecánico, no chófer. Y estoy feliz con el señor Klauss. Pero, como digo, al Museo de Ciencias Naturales podemos ir.

Miro a la ventana, y luego al coche. De los de su clase, era de los más potentes, pudiendo alcanzar 130 por hora y generar 75 CV. Cierto que, hoy por hoy, eso equivaldría a la potencia de una furgoneta no demasiado potente, una Peugeot Partner, por ejemplo, pero debería ser suficiente para moverse por la ciudad suficientemente rápido.

Se está haciendo tarde, de todos modos, y con eso de los asesinatos... ¿está seguro que quiere ir ahora? Puede que encontremos el museo cerrado.

El hombre te escuchó con atención por primera vez desde que lo vieras entrar por la puerta del garaje.
Claro que quiero ir ahora, el evento tendrá lugar esta noche. Entonces está hecho. sentenció Tienes otra ropa, espero. No vamos a ir a un evento de etiqueta de ese modo ¿Verdad? Te conseguiremos algo. dijo aquello volviéndose para examinar la ciudad con cierta satisfacción.
Una nueva época... mil nuevas oportunidades. Musito mirando los edificios de la gran ciudad.

Recogiste tus cosas, te quitaste el mono, lo dejaste en tu taquilla y os largasteis de allí sin más miramientos, tu jefe parecía ausente, extrañamente. No es que fuera un capullo, pero si que era riguroso y esta vez apenas se fijo en la hora que te ibas ni en lo que habías hecho o dejado para el día siguiente.
La primera parada fue una tienda de ropa masculina. Donde el tipo insistió en comprar te un traje, aunque era raro no le llevaste la contraria, le seguiste el rollo para ver hasta donde llegaba. Aunque a su parecer no eran elegantes ninguno de los trajes, al final acabo dejándose aconsejar por ti y por la vendedora. Tras eso hubo un momento muy extraño en que le dijo a la vendedora que ya lo había cobrado, aunque no era cierto, la vendedora le dio la razón y os dejó marchar.
De este modo empezaste la noche aparcando un roll royce en la puerta del museo de ciencias Naturales de Berlin, enfundado en un traje que debía costar casi mil euros.
El hombre no había mentido, había un jaleo de alto copete dentro del museo, que estaba iluminado como si fuera navidad. Dr Pasteur. Los misterios de la microbiologia rezaba un cartel.
Os dejaron pasar sin problemas, del mismo modo que la dependienta os dejó llevaros el traje. Empezabas a tener un mal presentimiento sobre como iba a acabar la noche si este tipo seguía tentando a la suerte de ese modo. No obstante estabais dentro del edificio, en ese momento el tipo dijo que podías ver la exposición a tu aire, el quería conversar con algunos presentes en privado.
En la fiesta había cócteles, catering, vino que era entregado por los camareros que paseaban incesantemente entre los presentes.
Supiste que el mundo se había vuelto loco cuando viste una foto de la persona con quien habías venido, muy vieja, en blanco y negro. Ocupaba un lateral de la puerta principal y parecía ser el objeto principal de toda la exposición. Sus hallazgos, sus estudios, sus éxitos y algunos fracasos.
Y mientras ese tipo ahí charlando y riendo con todo el mundo. ¿Nadie se había dado cuenta? ¿Sería familia, un descendiente? Tu te parecías a tu abuelo, pero esto parecía demasiado.

Salgo del taller, despidiéndome de mi jefe que ni siquiera levanta la mano como otras veces, comprobando el reloj para ver que no me fuera antes de la hora. Simplemente parece ausente, como si no estuviera aquí...  o como si no estuviera en el ahora. Me preocupa, no es mal tipo. Un poco estricto, nada más. Pero ahora...

Suspiro y salimos, yo vestido con mi pantalón vaquero y mi camisa blanca, el señor Pasteur vestido de traje. Pasamos ante una tienda y el señor Pasteur insiste en bajarnos. Es una de las más caras de la ciudad, y me pongo nervioso. ¿Qué voy a hacer yo allí? ¡Si aquí cada traje vale una millonada! Pero entramos, y por supuesto el tipo se pone en plan anciano con "no, este no". Si quieres llevo armadura  y espada, como en la edad media, pienso sin hablar. Una sonrisa aparece en mi cara... hasta que se produce ese extraño suceso. ¿Qué cojones ha sido eso? Me quedo mirando a la dependienta, pensando si debo decirla algo, aunque me callo. Pero... esto es tan raro...

Llegamos a la fiesta y unos enormes guardias cierran el paso. Joder, cualquiera se mete con ellos. Y, sin embargo, cuando el Sr. pasteur llega, le dejan pasar. Bueno, si estaba invitado... aunque no le han pedido la invitación. Será que le conoces, sí, eso será, y la tienda tendrá cuenta allí...

La fiesta se ve animada, y el Sr. Pasteur me deja libertad para verla. Voy recorriéndola, más buscando el catering que realmente viendo la fiesta. Hasta que veo una foto, en blanco y negro, del protagonista de la fiesta... y me vuelvo asombrado. Pero que... ¡es él! Pero... a ver, podría ser un familiar, cercano. No, no parece... es su puta misma imagen. No puede ser...

Observo las fechas de sus trabajos, tragando saliva, nervioso. ¿Quizá... quizá debería... salir corriendo? Si su modo de pagar es como en esa tienda...

Con un sudor frió recorriendo tu cuerpo escuchas la voz de el anciano con el que habías venido detrás tuyo. Entre todos sus trabajos la Pasteurizacion estaba como el más grande.
Es insultante. dijo De todo lo que podía haber hecho en mi vida, esto es lo mas relevante. Yo pensé que sería por la microbiología pero todos me conocen por esto. No me mal interpretes pero... Estoy orgulloso, pero una vida dedicada a convencer al mundo que deben hervir la leche. No es exactamente lo que tenía en mi cabeza por aquel entonces.
Se había puesto tieso como un palo a tu lado con las manos cruzadas a su espalda.
Estas mortalmente asustado, casi tanto como cuando entre en tu garage hoy por la mañana. ¿Que te pasa muchacho?

Me sobresalto cuando me habla y me giro, rápido, asustado. Le miro, miro la foto, luego otra vez a él. No cabe duda, es él. Pero eso es imposible. ¡Pero qué cojones pasa! Reculo un poco.

Us... usted no puede... no puede ser... él... De... debería tener... 200 años. Eso... eso... es imposible...

Soy incapaz de concentrarme, de serenarme, se calmarme. Miro hacia la puerta, tengo que irme, salir de aquí. ¿Dónde me he metido? Tengo que irme. Doy unos pasos en esa dirección, vigilando al señor Pasteur, mientras todo yo tiembla. Mi cuerpo y mi mente es realmente un revoltijo, uno tal que no consigo aclararme de nada. Para esto sí que no hay explicación.

Mi único deseo ahora mismo es huir, pero incluso el miedo me impide hacerlo de forma más clara.

El hombre te mira calmada-mente y de repente no podías dejar de mirarle y te dijo:
Cálmate* Una sencilla palabra pero funcionó.
Me pareciste un hombre entero, abierto a posibilidades, no limitado por las normas de tus creencias. Como dices 200 años y en cuanto a una persona se le rompen los esquemas de su realidad se viene abajo... hablaba decepcionado. Te prohíbo alejarte mas de 100 pasos de mi. Ni hablar de esto con nadie excepto conmigo cuando estemos a solas*. Hablaremos cuando acabe la velada. Disfruta de la velada, come algo, no bebas y mira entre las jovencitas que han venido, diviértete como si fueras joven, estuvieses bien vestido en una fiesta con tus mejores galas. Sonrió con complicidad y tras darte una palmadita en el hombro sobre el que había puesto su mano, se alejo con esa forma tan particular de caminar