Partida Rol por web

Señor Olivi -dijo entonces J-KPO-, no estaremos mucho aquí. Nuestro próximo destino es Mos Eisley. El amo Jikk y el resto de Jawas se establecerán en los alrededores del puerto espacial para encarar unos negocios. Allí nos dirigiremos y estaremos varios días. Que tenga suerte -añadio el droide antes de acompañarte a la salida-.

Justo cuando ya descendías la rampa, el droide volvió como a paso ligero-. ¡Señor Olivi! Mi amo Jikk quiere entregarle algo -allí ya no estaba el jawa-. Tenga, es algo que tal vez le interese. 

Se trataba de un holoproyector portátil. Antes de que J-KPO preguntara si querías que lo activara, tú mismo lo hiciste. Entonces apareció allí una mujer Twi'lek. Vestía unas prendas ceñidas y apretadas, como de escaramuza, y una capa oscura desde sus hombros hasta casi el suelo. Se trata de un mensaje grabado, señor -aclaró-: no es una comunicación directa. Entonces oíste el mensaje.

Zuol, busca al caballero Obi Wan. Él completará tu entrenamiento. La persecución imperial es más dura que nunca, y estar juntos es aumentar las posibilidades de nuestra captura. Él te ayudará a reparar tu sable de luz, y a algunas cosas más. Que la Fuerza te acompañe.

Y el mensaje desapareció.

El droide quedó como estupefacto al escuchar lo de la "persecución imperial" y lo del "sable de luz". Sin duda que si fuera un ser vivo su rostro habría cambiado más. Tú, por tu parte, decidiste largarte de allí cuanto antes. La información siempre era poder.

Adios, ¡señor Olivi! -dijo el droide levantando su mano mientras te alejabas-.

* * *

El calor sofocante de los Soles de Tatooine hacía mella en tu cuerpo. Estabas agotado, y desde hacía un buen rato, herido. Los pocos insectos del desierto, una plaga de aquellas zonas, parecía caminar a tu lado, a tu paso. Era realmente un mal presagio, pues tenían la pinta de dejarse ver cuando las temperaturas aumentaban más de lo normal.

Las estaba pasando canutas. ¿A quién se le ocurre la estupidez de ponerse a caminar así en pleno desierto? ¿ en qué estaba pensando? no dejo de darle vueltas. Claro, pensaba en ir a ver a Ben cuanto antes, en contarle todo lo que había descubierto. ¡Que yo era un aprendiz de Jedi! Apenas podía creerlo. Un mon calamari que tenía sensibilidad por la fuerza. Ahora que lo pensaba, recordaba poco sobre la fuerza y entonces reparó en algo.

Vamos a ver, si la fuerza está en mí. Quizás pueda mandar un señal a Ben, una especie de... estremecimiento que le haga saber dónde estoy. Eso desde luego, sería mucho más fácil que caminar desierto a través intentando seguir el rumbo en un planeta tan seco y siendo un mon calamari.

Otra opción que tengo es intentar utilizar la fuerza para localizar fuentes de agua. ¿Eso existe? ¿se puece hacer? no tengo ni idea pero supongo que me tendría que concentrar, aunque no recuerdo cómo.

Todo aquello lo iba pensando mientras caminaba pesadamente por el desierto, ya casi arrastrándome, con la quemadura negra y el brazo ahora amoratado y casi sin fuerzas. Tenía mal pronóstico su situación así que se detuvo un momento y poniendo las dos manos sobre la cabeza trató de concentrarse en la fuerza, en la persona de Ben e intentó hablar con él:

- Ayúdame Ben eres mi última esperanza... he cometido la estupidez de bajarme del transporte y estoy perdido... otra vez. ¿Ben?

Caminabas desesperadamente y fantaseabas con la idea de encontrar agua en el desierto a través de la Fuerza. Por un lado, pocas probabilidades había de que esos parajes albergaran un acuífero potable cercano; y por otro lado, no tenías pruebas de tu poder en la religión mística que había pasado tiempo ha al más allá. El caso es que trataste aun así de ofrecer tu ubicación al viejo Ben, ese extraño tipo que te había socorrido en la duna. Sin embargo, pese a que te concentraste de algún modo... nada ocurrió.

Finalmente, cruzabas una gran roca (parecía a la anterior, desde la que te dispararon). El sandcrawler ya no estaba en el horizonte a tus espaldas: seguramente habría marchado ya en su camino a Mos Eisley. El caso es que escuchaste el sonido de unas motos repulsoras, y enseguida vísteis que se trataba de un par de Motos jet 74-Z, las empleadas por las tropas scout del Imperio (eso sí, visiblemente modificadas).

Entonces detuviste el paso al interceptarte rápidamente. Enseguida sus dos ocupantes se bajaron (un rodiano de piel gris y un weequay con grandes gafas de viaje antiarena). Los dos te apuntaron sus blásters pesados, sacándolos de las alforjas de sus Jets. Ambos sonrieron, y uno de ellos pareció estar a punto de apretar el gatillo contra tí.

Realmente, te pareció escuchar que disparaba, y que aquello era tal vez tu fín; sin embargo enseguida te percataste que el sonido restallante que percibistes no era sino el de una espada de luz, color azul, y un anciano saltando sobre el weequay. Tras cortar su torso mortalmente, se agachó tras los disparos del rodiano, y entonces levantó su brazo izquierdo, empujándole con la Fuerza hacia una gran mole rocosa. El tipo no se dió por vencido, y el rodiano siguió disparándole. Las balas láser bailaban delante de tus ojos, y eras espectador de la lucha. Dichas balas rebotaron en la espada de luz manejada aquí y allá, haciéndolas rebotar en la arena y, finalmente, en el propio cuerpo del rodiano.

Los tipos sucumbieron ante la figura, la cual se descubrió. ¡Era Ben! ¿Habría oído tu llamada?

Otra vez te encuentro en apuros, joven... -te dijo sonriente-. Monta en esa moto -y él hizo lo mismo-. Vayamos a mi casa de nuevo -te propuso-.

- jamás me he alegrado nunca de ver a nadie Ben. Y ya van dos veces. Creía que era el final -se señaló el brazo -me hirieron con un bláster. No es grave... aunque es incómodo y doloroso en algunos momentos -montó en la moto y añadió-adelante. He averiguado algo importante. Por cierto que te he llamado usando la fuerza- y arrancó siguiendo al Jedi sin saber si se había enterado y de si realmente había escuchado su llamada.

La he presentido, muchacho -te dijo el Jedi-. Vámonos de aquí, hablaremos cuando lleguemos a mi cabaña.

Tras un rato conduciendo sobre las motos jet sobre las dunas de Tatooine, regresaste a la vivienda del viejo Ben. Al igual que horas atrás, te preparó una bebida y algo de comer (una especie de pan con hortalizas cocidas, y unos extraños tubérculos grisáceos que, sin embargo, sabían bastante bien). Mientras comías, le revelaste tu nombre, claro, pues él no llegó a saberlo. También le explicaste sobre el holograma y el trato con los jawas.

Comprendo. Y por lo que veo estás cada vez más cerca de tu identidad y destino -te dijo-. Entonces Kramus quería que me encontrases... -repitio Ben-, para acabar tu entrenamiento. Ella debió conocer tus habilidades... ¿quién sino lo haría y se atrevería a adoptar un pupilo en éstos tiempos? Muy propio de Kramus, su corazón siempre limpio... ¿Con que no sabían nada los jawas tras encontrar su nave, no? Eso sólo pueden significar dos cosas: capturada o huida, ojalá lo segundo. De momento, si aceptas, joven Olivi, yo acabaré tu entrenamiento. Una llamada con la Fuerza como la tuya es, por cierto, un poder que los padawans recién nombrados aún no cumplen. Tú podrías pasar las antiguas pruebas de la Orden Jedi, seguramente. Pero será mejor que reforzemos lo que aún, en tu interior, sabes.

Entonces el viejo Ben se levantó, abrió un baúl con broches y tachones metálicos y extrajo algo de él.

Toma Zuol, ésto es para tí -era un sable de luz-. Entonces lo tocaste y tuviste una pequeña visión, unos segundos: alguna vez tú tuviste uno, pero tus recuerdos eran vanos aún-. Es el sable de entrenamiento de Kramus, cuando aún estaba por aquí. Es hora de que pase a tí. ¿Qué te parece si lo activas y me enseñas qué sabes hacer? -obviamente no sabías nada de espadas... ¿o tal vez sí?-.

- Sigo sin recordar nada, Ben. Todo parece indicar que sí, que soy un Padawan que ha usado la fuerza. Los jawas no la encontraron, espero que haya huido, eso significaría que sigue viva. Pero no he podido averiguar nada más, este planeta es enorme y es tan... hostil -cuando Ben le ofrece la espada -es un honor usar esta espada.

Toma el sable con respeto y siente algo muy intenso al tocarlo. Varios recuerdos y sensaciones vienen a él cuando lo hace. Se pone en pie lentamente y pulsando el botón aflora la espada y empieza a hacer piruetas, moviéndolo de un lado a otro demostrándole a Ben lo que sabe hacer. Aún nota el brazo herido, aunque cree que tampoco lo está haciendo nada mal, dadas las circunstancias.

Ahora entiendo lo que vio Kramus en tí: un gran potencial -confirmó así sus sospechas el viejo Ben al verte manejar la espada-. Empezaremos esta misma noche, tras la puesta de los soles -añadió-.

A partir de esa misma noche, el viejo Ben Kenobi te adquirió como padawan, comenzando con lecciones de la Fuerza de manera teórica, que rápidamente pasaron a ser fundamentos de reflexión y prácticas sensoriales. Durante las siguientes seis semanas supiste lo que era verdaderamente el calor de los soles sofocante, practicaste con la espada de tu maestra y pudiste probar la Fuerza entre tus dedos y tus sentidos. Estaba claro que ésta brillaba en tí, que fluía por tu cuerpo dócilmente. Poco a poco sentías que te invadía, que mejorabas, que te concentrabas más. Hiciste alguna excursión por el desierto y las dunas, y también acompañaste a Ben un par de veces a una granja de humedad no muy lejos de su choza: un área de tierra dedicada a la producción de agua mediante el drenaje de la humedad del aire seco. Dependia de los evaporadores, un tipo de dispositivo que podía cosechar el exceso de humedad atmosférica, y pertenecía a un tal Owen, de la familia Lars. En tu interior sabías, de algún modo, que el viejo Ben estaba muy unido a ese lugar por alguna razón, pero no te atreviste a preguntar (al menos hasta ese momento), y éste no te dijo nada de ellos. Había también un niño al que el viejo Ben le prestaba atención, el hijo de los Lars, siempre de lejos. ¿Qué misterios habría para con él?

El caso es que tras algo más de tres meses planetarios, el viejo Ben te despertó una mañana temprano.

Estás listo, muchacho -te dijo-. Ya has vencido ese límite. Puedes considerarte un jedi -te anunció-. Entonces, estando aún sobre tu jergón, algo vino a tu mente.

Eras Zuol Olivi, mienbro de un movimiento de resistencia: la Alianza Rebelde. Tu vida había sido un constante vaivén desde que tu planeta, Mon Cala había caído bajo el yugo imperial. Por eso te habías unido a la Alianza Rebelde aportando lo que mejor sabías hacer: pilotar. Eras un piloto veterano (reconvertido desde la mecánica en tus años tempranos), que luchaba contra las tropas estelares imperiales con cazas a partir de una base secreta ubicada en la luna del Sistema Rishi. Allí habías conocido a Kramus Argen, justo cuando partió (según te contó) de Tatooine perseguida por espías imperiales. Enseguida notó tu pontencial a los mandos, y supo que no era fruto de la suerte, sino de la Fuerza. Tras tantearte un tiempo, aceptaste ser su aprendiz. Sin embargo, tu entrenamiento se vio truncado cuando hacía un tiempo (ya meses atrás) estábais haciendo pruebas en estelares con dos cazas FC (Forma de Capa) cuando seis Caza TIE imperiales os salieron al paso del Hiperespacio. Estaba claro que buscaban a Kramus Argen por su condición de jedi. Lográsteis escapar hasta llegar a Tatooine, pero ella ambos fuísteis derribados. Tú sobreviviste, de ella no sabes, a día de hoy, nada más.

Pero hay algo más. Presiento una perturbación, un destino funesto para tí ... -te dijo, no muy esperanzadoramente-. Has de marchar cuanto antes de Tatooine: creo que estás en peligro. Ambos lo estamos. Yo sé ocultarme en solitario, pero tú no. La única manera de marchar de aquí, de momento, es tomar un carguero en Mos Eisley o bien capturar un caza allí y huir cuanto antes...

El entrenamiento me había dejado exhausto al principio, pero poco a poco podía aguantar cada vez mejor, usaba la fuerza con mayor naturalidad y no acababa tan agotado. El brazo se me había ido curando, en buena medida, por el buen hacer de Ben. Se notaba que el Jedi era un veterano y sabía tratar las heridas.

Ese muchacho, el hijo de Owen, percibía algo en èl pero no era capaz de identificar qué era. Una sensación, un hormigueo cuando le veía. No iba a ser granjero, lo sabía.

Como toda vez en la vida, llega un final.  - No percibo nada maestro. Pero eso no significa nada, mis sentidos no pueden comparse con los tuyos. Así que soy un jedi, por fin. No deshonraré lo que somos. Lo juro. Sí... Mos Eisley. Iré a buscar transporte para marcharme. Ahora lo recuerdo todo. Gracias maestro-dice apesadumbrado por tener que irse.

Aún tenemos esas motos Jet, Zuol -te recordó Ben-. Llévatela, la otra la destruiré o la venderé a los jawas... -anunció-. Entonces saliste por la puerta, y el viejo Ben detrás de tí. Recuerda: no desesperes nunca. Que la Fuerza te acompañe.

Saliste de allí subod en la moto repulsora tras las últimas indicaciones del viejo Ben. No tardaste ni media hora en llegar a la ciudad espacio-puerto. Ben ya te había anunciado que aquello era un hervidero de piratas, contrabandistas y criminales. También que había siempre una guarnición imperial fija, con más o menos efectiva, pero siempre presente. La tónica general eran calles invadidas por la arena y construcciones preferentemente de piedra, junto con el ir y venir de todo tipo de personas, razas y droides. Repulsores por las calles y cazas y cargueros entrando y saliendo en las diferentes pistas completaban la escena.

Por lo visto había ido a parar a uno de los sitios más peligrosos del sistema. Mientras caminaba por las calles, mirando hacia todos lados asombrado, había visto ya cuatro peleas. Una de ellas había acabado a tiros. El número de indeseables por metro cuadrado era pasmoso. Se me ocurrió que quizás el mejor lugar para encontrar un transporte "discreto" que me sacase de allí sería una nave de transporte de pasajeros o incluso alguna nave de carga. Decidí acercarme a una de aquellas cantinas que se veían y entrar discreamente sin llamar la atención, me sentaría en un rincón un rato y luego preguntaría al dueño por un transporte.

Me decidí a observar las distintas situaciones que se daban dentro, utilicé mi intuición y mi conexión con la fuerza para evaluar a las personas que pululaban por la cantina. Estudié a fondo a todos los que pude y en especial al dueño, además me fijé en los que mi intuición me decía que podían ser transportistas, o quizás contrabandistas poco amigos del imperio, cazarrecompensas, había una buena variedad de posibles "aliados".

Trataste de dibujar en tu mente las intenciones de todos los presentes en la cantina, en la cual se disponía una barra semicircular en su centro y el resto de asientos y reservados en torno a ésta, notaste que la Fuerza te respondía a tu petición. Veías el estado de paz de cada uno de esos seres vivos; sin embargo, parecía demasiado tarde cuando notas que uno de ellos venía hacia tí con intenciones hostiles*. ¡Un tipo con una máscara metálica se internó entre la gente, levantó su brazo y comenzó a dispararte! El primer disparo falló, impactando en un trandoshano que cayó fulminado en el sucio suelo del tugurio. Tal vez la siguiente no fallaría. Tu agresor parecía una mujer, por su fino aspecto físico.

No creo que sea una buena idea enfrentarme con la mujer allí en medio. Muy probablemente tendría que echar mano de la Fuerza y llamaría demasiado la atención, así que salgo por piernas todo lo rápido que puedo de la cantina y trato de esconderme lo más lejos que llegue. Quizás en un callejón o algo parecido.

Pese a que tenías tu bláster y tu espada láser, decidiste no confrontar en aquel reducido lugar a tu agresora. Por contra, mientras los disparos los recibían otros, salíste por una puerta trasera tras notar con la fuerza cómo algunas formas de vida utilizaban este acceso tras la barra, en un reservado especial. Antes de que salieras corriendo volvieron a dispararte... ¡FASSSHH! Un disparo láser golpeó en tu hombro derecho, haciendo que te trastabillaras... Sin embargo, pese al daño y que sentías como paralizado esa extremidado, pudiste escapar.

No tardaste en vislumbrar que el exterior ya era un callejón en sí. La cantina estaba situada junto a una pista de despegue del espaciopuerto de Mos Eisly; algunos cargueros llegaban y otros se marchaban. A un lado y a otro la muchedumbre circulaba por sus asuntos, y en pocos segundos tendrías al agresor tras de tí, de nuevo.