Partida Rol por web

Sin poder creer la cantidad de incoherencias que estaba escuchando, Andrew se mantuvo en su posición en la retaguardia, aprovechando para sacar, cada tanto, algunas fotos del lugar.

Su linterna, en los momentos en que el flash de la cámara no destellaba se movía por el lugar, apuntando por momentos a sus pies, por momentos a las espaldas de sus compañeros de desventuras y, la mayor parte del tiempo a sus lados, tratando de asegurarse que ninguna rata, ni "monstruo reptante" intentara sorprenderlos.

Con todo no creía que esto sucediera en el lugar, si la llave que portaba el bedel abría la puerta metálica, seguramente allí empezarían los problemas... si es que suponía que estar encerrado en una mansión abandonada con un grupo de buenos para nada no significaba que los problemas ya habían empezado.

Sin embargo, por el momento decidió no hablar mientras caminaba al final de la fila. Sus ojos se movían a uno y otro lado, tratando de captar lo visible e incluso lo invisible que pudiera haber en el lugar, mientras sus oídos, descartando la cháchara de sus compañeros se concentraban en lo que pudiera escucharse a su alrededor. Incluso su nariz temblaba de excitación mientras trataba de interpretar los olores que lo rodeaban

Supongo que estarías muy ocupado mirando a los chicos en uniforme cuando explicaron los peligros del humo en un espacio cerrado, ¿no? - puntualizó Julio cuando el espejitos comenzó a buscar una excusa para justificar la idea que había planteado y que, por supuesto, todos habían omitido por la estupidez que implicaba.

Así que bajaron, iluminándose con las linternas, como haría cualquier hijo de vecino y llegaron al sótano.

El viejo bedel no dejaba de iluminar en todas las direcciones sin parar, lo que le hacía asemejarse la bola luminosa de un guateque, pero no podía quitarse de encima aquella sensación tan extraña que tenía desde que había ¿sentido? algo al cruzal el umbral de la casa.

Y el cigarritos se ponía a hablar en ese momentos de parcelas... ¡si la empresa no se dedicaba al tema inmobiliario!

Empiezo a pensar que Nicolás también le da a ese tema porque si no no tiene sentido que haya llegado hasta ese puesto. - murmuró meneando la cabeza con pena al ver en qué se estaba convirtiendo la empresa a la que había dedicado tantos años.

Todos miraban la puerta desde lejos, todos opinaban sobre que debían abrirla pero todos lo hacían desde varios pasos de distancia, sin llegar a aproximarse del todo.

Sí, sí, ya va el viejo Julio a abrir las cosas , como siempre. - refunfuñó mientras se acercaba llave en mano. - Si fuese una botella de jotabé seguro que no le importaba romperse una uña pero aquí que si todo está sucio, que si que asquete... si vieran como deja el baño más de uno cuando van a mandar un fax...

Con minuciosidad, y bastante miedo de ver qué descubriría su haz de luz, Joanne dirigía su linterna a un lado y a otro. Repasó cada rincón del espacio que había sido dedicado a despensa, buscando quizá algún interruptor que hiciera desvanecer la sólida y pesada losa de las sensaciones que estaban experimentando.

Pero no fue eso lo que encontró. Lo que vio, al examinar de cerca una de las piedras del muro que le pareció distinta, es que estaba algo desencajada. La movió, y al hacerlo un resorte saltó y al instante se deslizó una de las paredes de la alacena dando paso a un viejo laboratorio alquímico.

Había allí matraces, viales e instrumentos viejos pero bien conservados, a pesar de estar llenos de polvo en muchos casos. Estantes, fogones y hornos con montones de botellas con líquidos y tarros de incierto contenido. También había herramientas, agujas y algunos cuchillos.

Mientras, Alexander siguió hacia el pasadizo con la puerta metálica al final, pidiéndole a Julio que probase la llave en ella. Y llamó a la niña: "¡Niña! ¿¡Andas por aquí!? ¡Caroline ve hacia la luz!"

La respuesta no se hizo esperar. Alexander pudo escucharla con claridad. La voz infantil sonó cercana, quizá al otro lado de la puerta, que aún seguía cerrada. 

"-Ven a buscarme... ven... a buscarme..." Canturreó triste.

Joder... - fue lo único que Julio fue capaz de decir cuando vio lo que se presentaba ante sus ojos cuando abrió aquella pesada puerta de metal.

Miró alrededor rápidamente, buscando la superficie de madera más cercana para tocarla con los dedos índice y meñique de la mano izquierda mientras se santiguaba con la diestra.

Realmente nunca había sido muy creyente, asistía a misa para bodas y funerales y poco más, pero en aquellos momento decidió que cualquier posible protección sería más que bienvenida.

Empiezo a pensar que esto no es una de esas esqueiprums que tanto gustan ahora. - miraba a sus tres compañeros sin decidirse a tocar nada de lo que había allí.

Avanzó, encogido sobre sí mismo como si tuviera frío, alejando la mirada de aquella extraña estatua pero tratando de buscar una salida en el otro extremo de la sala.

- No, no, no... - en la voz de Andrew, poco a poco, se comenzaba a deslizar un dejo de temor - Mejor no entren allí. Por lo menos todavía no - propuso mientras, con un gran esfuerzo de voluntad impedía que sus pies se moviesen adentréndose en el templo o en el ¿laboratorio?

- Esto, para mi está claro que ya no se trata de una broma. No es posible burlar a la tecnología de esta manera - agregó mientras les mostraba la fotografía a sus compañeros - Que no haya podido enfocar a la niña puede ser casualidad, pero que una foto muestre algo que no existe... no, eso no es razonable. Y observen, ese libro de allá - señaló hacia la hornacina - parece ser este mismo que fotografié, sin darme cuenta, acá - comentó mientras trataba de interpretar el resto de las imágenes.

- Propongo que salgamos de aquí. Esto es demasiado macabro. Aunque la puerta esté cerrada debe de haber alguna ventana u otra forma de salir. Quizás las "armas" que fabricó Alexander sirvan para forzar esa salida -

Apoyándose primero en un pie y luego en otro, al becario se lo notaba nervioso. Estaba haciendo un esfuerzo sobrehumano por no salir huyendo, dejando a sus compañeros solos en ese extraño lugar. Solo un mínimo de orgullo, y algo de vergüenza, le impedían hacerlo.

Repentinamente a su mente acudieron los recuerdos de algunos libros que había leído para pasar el rato. Nunca había sido demasiado crédulo respecto a los poderes oscuros, pero sabía que había cosas difíciles de explicar por otros medios, por lo que tampoco los descartaba totalmente. Después de todo, siempre fue consciente que "Las brujas no existen, pero que las hay, las hay"

Obvio el comentario homófobo de Gandalf que no venía a cuento, y ya me había demostrado que lo único que tenía contra mi era esa burda intentona de llamarme gay, así que a palabras necias oídos sordos. Éste abre la puerta y entramos en un lugar que nos deja intranquilos a todos, esto ya se iba pareciendo más al templo maldito de Indiana Jones, por cierto, estupenda película.

Cuando llamo a la niña, ésta me contesta haciendo que me de un escalofrío. -Niña, ¿Dónde estás? que me esta entrando el canguelo...- Pero lo que vemos es cuando Clary Fray toca algo que se desliza la pared y aparece una especie de laboratorio de alquimia o algo parecido. -Joder, esto no es normal para nada.-

Para colmo, Peter Parker nos muestra las fotos mientras Gandalf se santigua y niego con la cabeza. -No, a ver, esta claro que esto se nos va de las manos, y no hay que ser muy inteligente para saber que no hay que hacer lo que la foto indica, eso parece un ritual de invocación rollo aquelarre de brujas o secta satánica, por que seamos serios: Un cráneo humano, sangre con un cuchillo, una poción roja y este libro que parece el Necronomicon de las pelis de "Evil Dead" ,llamarme avispado, pero eso no puede dar nada bueno...- Les comento en primera instancia, para luego mirar a Peter Parker. -Estoy de acuerdo contigo, pero no creo que podamos salir hoy de aquí, habrá que esperar hasta el amanecer mínimo, y queda por investigar esas escaleras tras la estatua. Aunque dudo que "Caroline" sea buena, parece una trampa, un señuelo para que cuatro gilipollas la traten de salvar y provoquen el fin del mundo. Así sin exagerar. Quizás lo más inteligente sea subir a la casa, prepararnos para pasar la noche y rezar para que se abra la puerta, cuando sea de día, y que ya no exista esa niebla más espesa que unos marshmallows.- Les comento dando mi opinión con respecto al asunto.

-Yo voy a investigar las escaleras tras la estatua, lo mismo encuentro el cuchillo y el cráneo humano, si así fuera, mi teoría sería correcta y estaríamos jodidos, pero quiero ver si esta la jodida niña ahí abajo y si por algún casual nos despeja alguna duda, pero pase lo que pase, no vamos hacer lo de la foto, no leáis ese libro y por supuesto no os acerquéis a la botella roja.- Comento cogiendo uno de los cuchillos del laboratorio para tener algo más "letal" que la pata de la silla, aunque la llevo también y me voy para las escaleras detrás de la estatua...

-He aquí un pequeño paso para un hombre y un gran paso para un gilipollas...- Murmuro esperando que esas no sean mis últimas palabras, ¿quedarían épicas? seguramente, aunque no tanto como me gustaría... Alumbro con la linterna mientras estoy preparado con la pata de la silla por lo que pueda pasar...

-¡Vaya! Pues no me esperaba esto…-susurró para ella cuando la pared se terminó de mover, descubriendo tras ella una nueva habitación. Pero no una habitación cualquiera. Se adentró en ella con cuidado, despacio, mirando alrededor, sorprendida por lo que estaba viendo. Multitud de herramientas, instrumentos antiguos, fogones como los que su abuela le contaba que tenían en su casa cuando era pequeña y que ella ni tan siquiera podía imaginar, estanterías llenas a rebosar de tarros, con y sin contenido. Se acercó a ellos, llena de curiosidad y cotilleo, e intentó adivinar los contenidos de más de uno, pero sin mucho éxito.

-La verdad es que me tengo que quitar el sombrero. Esto está conseguido. Pero hay algo que me intriga y que pienso preguntar conforme vea al organizador de todo este tinglado. Esto parece antiguo, antiguo de verdad. El polvo, de verdad ¿cómo consiguen poner esta capa de polvo y que no se noten las pisadas, ni huellas en los botes? Parece que hace siglos que nadie ha entrado aquí. En serio, es increíble. Yo dejo un par de días mi casa sin barrer y no es esto, esto es... diferente-comentó mientras que se fijaba en una botella en particular sobre una de las mesitas. Alargó su mano y tocó el tapón de cristal intentando ver si podía abrirlo, atraída por el color rojo brillante como una polilla a la luz. Deslizó después su dedo por la etiqueta que, entendía, diría cual era su contenido, dejando ver unos extraños símbolos bajo una pequeña capa de polvo y varias telarañas que se llevó pegadas en su dedo índice-Creo que son de verdad, las telarañas. Son igual que las que había en casa de mi abuela cuando fuimos a darle un lavado de cara antes de venderla, pero con más solera.

Levantó en ese momento la vista y vio que Andrew le estaba tirando una foto. No le sentó mal y no pensaba decirle al becario que no volviera a sacarla en una foto, pero no le gustaba quedar retratada en nada que tuviera que ver con la empresa y que pasara a la posteridad. Ya se imaginaba el titular: “Magnífica escapada de hermanamiento en la empresa. Empleados felices, buenos resultados”. Y no le apetecía ser la protagonista y darle la palmadita en la espalda al jefe por su fantástica idea de reunirlos a todos para conseguir mejor ambiente laboral y mejores resultados. Que ni se lo estaba pasando bien, ni aquello iba a servir para nada más que para perder un fantástico sábado.

-Andrew, esté bote tiene una etiqueta con unos símbolos que no conozco. ¿Te suenan de algo? Ahora en la universidad os enseñan más idiomas que a mí en mi época...-se volvió hacia el muchacho y lo vio mirar con cara de espanto su cámara. Ya había roto algo. Pero las palabras que soltó el joven la desconcertaron más que su expresión, sobre todo por su tono. Era aquello que resonaba, ¿miedo?-¿No entrar donde?-le preguntó, acercándose a él y mirando por encima de su hombro a la pantalla de la cámara. Lo escuchó con atención y miró repetidamente a la imagen y a la habitación que ella misma había descubierto-Este es el mismo bote que he estado mirando yo... oye, ¿estás diciendo que esa foto es la que has tirado cuando estaba yo allí? Quieres decir que cuanto tiras una foto a un sitio, ¿sale otra cosa?-lo miró de hito en hito y no supo que decirle, ella no entendía mucho de tecnología.

-Cálmate, no sé si me asusta más eso que dices de la imagen o verte temblando de esa forma. Tranquilo, ¿no ves que es lo que quieren? ¿Asustarnos? ¿Y qué libro dices?

Fue solo entonces cuando se volvió hacia el final del pasillo y se dio cuenta de que Julio ya había abierto la puerta.

Se quedó mirando allí, en la distancia, pero casi podía palpar el frio que salía de la sala, reptaba por el suelo del pasillo, subía por sus piernas y se agarraba a su corazón. Nunca había sentido nada igual. Y algo, una campanilla en su subconsciente, le dijo que esa sensación no podía provocarla ninguna actividad como en la que estaban inmersos. Pero no había otra explicación, ella no creía en cosas paranormales ni nada de eso. Y, hasta que se demostrara lo contrario, no pensaba picar en ninguna provocación de las que les tuvieran preparadas. Se iba a tragar aquella sensación como que se llamaba Joanne. Y no sacaba la petaca porque tenía a Andrew al lado, pero tentada estuvo.

-Tengo que reconocer que esto se está poniendo interesante... pero no lo haré en voz alta-susurró, cogiendo aire y pensando como reventarle aquella parte de la actividad a la empresa. Miró alrededor, adelante y al becario, blanco como el papel-A ver, Andrew, tranquilo. Vamos a hacer una cosa. Coge uno de estos-le dijo, ofreciendo un paquete de chicles que había sacado de su bolsillo-Mastica un poco, relájate y vamos a demostrar que esto es una broma. Vamos a ir allí, a ese sitio al final del pasillo. Voy a coger ese libro y me vas a fotografiar con él. Y ya verás cómo te estoy regalando una portada especial para la revista mensual de la empresa. ¿Te parece? Si te lanzas a correr ahora al piso de arriba, solo quedará que eres un becario que se asusta a la primera y que no tiene agallas de enfrentarse con los problemas. Es típico de esta empresa y te aviso que si les das la mano te tomarán hasta el hombro pero...-lo miró detenidamente. El chico estaba realmente asustado y no merecía la pena estar así por la empresa, así que no le quedaba otra que seguir el juego para demostrarle que no había de qué asustarse y, de camino, que fuera aprendiendo que aquellas tomaduras de pelo se daban a diario en la empresa y que tendría que espabilar rápido si quería llegar a algún sitio, preferiblemente, y si era inteligente, en otra compañía-...pero, supongo que no nos queda otra. Así que vamos allí, sácame guapa o te hago repetir la foto.

Miró hacia la habitación que dejaba atrás, algo le atraía hacia ella con la misma fuerza que la de la certeza de que volverían allí. Comenzó a caminar a través del pasillo con paso decidido, para animar a Andrew a que la siguiera pero, conforme más se acercaba a la entrada de la siguiente habitación, más lentamente caminaba. Llegó justo cuando Alexander y Julio intercambiaban unas palabras y el rubio salía disparado hacía el laboratorio de nuevo. No había hecho demasiado caso a lo que habían estado hablando porque su mirada se había clavado en aquella estatua en mitad de lo que parecía un templo. Tenía que reconocerlo. Aquello sí que daba miedo, tenía todo el pelo de gallina y tenía la impresión de que, si hablaba en voz alta, algo que no tenía ganas de ver iba a aparecer y, entonces, iba a ser ella la que iba a correr y no el becario.

-No he visto nada igual en mi vida... ¿Qué es este sitio? ¿Qué intenta representar? Esta escultura... no sé qué es, es la primera vez que veo algo parecido... ¿es una mezcla de hombre y pulpo? -susurró para ella mientras intentaba encajar aquello con algo que hubiera visto antes, en alguna película, en algún reportaje de alguna civilización antigua, en algún libro de ciencia ficción.

A su lado, Alexander pasó corriendo con un cuchillo en la mano y se perdió por el mismo camino por el que había desaparecido Julio instantes antes. Se volvió a buscar a Andrew. Por que si no estaba detrás de ella, ya se veía saliendo corriendo en post de los otros dos. Pero lo vio allí donde lo había dejado. Así que tocaba volver a relajarse, respirar y sacarse la dichosa foto para tranquilizarse todos.

-¿A dónde piensa que va con un cuchillo? Al final se hará daño y tendrá problemas... en fin, ¡sin comentarios! Pues yo ya he tocado la botellita roja y pienso hacer lo mismo con el libro por mucho que diga ese pelota de Alexander. Venga, saca esa foto y ya verás como no pasa nada.

Se acercó a la hornacina y miró al libro.

Es mala idea... pensó sin poder evitarlo. Pero enseguida detuvo aquel hilo de pensamiento Es solo un libro, ¡joder!. Vayamos ahora a que un libro nos los vaya a poner de corbata. Creo que Andrew me está pegando sus malas vibraciones...

Sin pensárselo más, cogió el libro en sus manos, se volvió hacia Andrew y sonrió-¡Dispara y saca una buena foto!

Y rápido... rápido... rápido... joder... ¿está frio este libro o es cosa mía? se repetía a la vez que toqueteaba con sus dedos el mecanismo de apertura, deseando que Andrew tirara la puñetera fotografía.

Julio anduvo cabizbajo, encogido, hasta el final del Templo, pasando sin mirar junto a la imponente escultura y la hornacina con el libro. Llegó hasta las escaleras, que no llegó a bajar.

El que sí empezó a hacerlo, tras pertrecharse con su pata de silla, y tomar un cuchillo en el laboratorio, fue Alexander. Los escalones rectos, enfocados por su linterna, mostraban lo que parecía la entrada a un calabozo.

Y algo más. En el fondo, la niña estaba sentada, en el suelo, dibujando algo en un papel. Levantó los ojos, y sonrió dulcemente a Alexander.

Andrew se había quedado ante el laboratorio, mirando la fantasmagórica fotografía que había tomado, con cara de perplejidad y miedo. Y luego, el Templo, y el Libro Oscuro. Él sí sabía algo de lo que estaba viendo, por algo se había sumergido por curiosidad en temas ocultistas, y sí, un cabezazo de asentimiento corroboró la palabra de su compañero cuando éste nombró el "Necronomicón".

Joanne aplastó su temor bajo una losa de lógica, y se acercó al maldito libro. Lo cogió del atril en la hornacina, como si fuera un volumen enciclopédico sin más. Pretendía que Andrew le hiciera una foto con él...

...Pero no hubo lugar. En cuanto tomó el libro en sus manos, todo se precipitó: El aire se hizo aún más pesado y gélido, los haces de las linternas empezaron a fallar, y una luz espectral emanó de la escultura. Y con ella, una voluta de algo parecido al humo que aparecía en la fotografía. Una voz resonó en sus cabezas, o quizá en el recinto. Una voz distinta, tenebrosa, anciana y sin embargo firme como la de un adulto en plenitud.

-Habéis llegado por fin, mortales. Os he estado esperando durante casi tres siglos. Sólo vuestras manos impuras pueden deshacer lo que otras manos impuras hicieron. Debéis reabrir el Portal, y podré salir de este encierro indeseado. Buscad lo necesario y cumplid con el Ritual. Si lo hacéis, escaparéis vivos de aquí, y tendréis las recompensas que los hombres ambicionáis. Si me traicionáis, o me decepcionáis, seréis pasto de mi esclavo. Como otros que llegaron antes que vosotros...

Tal como había aparecido la luminiscencia se apagó, la voluta se desvaneció, y los haces de las linternas se estabilizaron. 

Alexander pudo ver como la niña, entonces, salía corriendo hacia la oscuridad del calabozo, y dejaba en el suelo el papel que había dibujado. A la luz de la linterna, el dibujo se mostró en detalle.

- ¿Egh? ¿Ugh? ¿Agh? - de la boca del becario brotaron silabas sin sentido en cuanto miraba lo que estaba pasando a su alrededor e intentaba reaccionar, por lo menos en sus pensamientos a todo lo que veía.

El avance de Alexander hacia la escalera "¿Está loco?", Joanne levantando el libro "¿Está todavía más loca?" y la detención de Julio antes de descender "Parece el más inteligente. Por lo menos parece que sabe cuando tener miedo"

Lo que pasó solo podía definirse como tétrico, preocupante y peligroso. Y también como el principio del fin. Un rápido vistazo a los rostros de sus compañeros daba cuenta de que no había sido su imaginación. Ellos también habían escuchado. Solo esperaba que fueran lo suficientemente inteligentes como para no hacerle caso a la tentación que emanaba de las palabras que habían oído

- No, no, no. Yo no voy a buscar ningún portal. Esa fue la voz de Hastur, uno de los primigenios que... - repentinamente se interrumpió sin saber como explicar lo que podía pasar si seguían las instrucciones del profundo - Esto ya no tiene nada que ver con la empresa - intentó explicarle a Joanna antes de que continuara con su cantinela - Ese es, efectivamente el Necromicón, y no, no estamos hablando de ninguna película - añadió dirigiéndose a Alexander - Y si le hacemos caso a esa voz, bueno, el mundo será muy distinto a lo que conocemos. Se que os creeis más que yo, pero en este caso soy el único que sabe, lo que esta pasando. Y de hecho no se tanto como quisiera. La verdad es que sé muy, muy, poco. Pero es mucho más que lo que saben Uds. -

El miedo se volvió algo sólido en el corazón de Andrew mientras pensaba en lo que podía pasar si alguien le hacía caso a esa voz - Salgamos de aquí. Debemos salir, como sea de esta casa - insistió. Sin embargo no se movió. Aferró con más fuerza la pata de la silla que llevaba en la mano y esperó la reacción del resto del grupo.

Finalmente aclaró - Y si alguien está pensando en buscar ese portal, mejor que se olvide de ello. Le partiré esta pata en la cabeza aunque luego deba enfrentarme a las consecuencias de mis acciones. Por favor, no me obliguen a hacerlo - completó mientras rogaba para sus adentros que nadie lo obligara a cumplir con sus amenazas.

Las palabras de Peter Parker las escucho lejanas pues ya estoy bajando las escaleras, pero si me fijo en que cuando menté el libro de la peli de "Evil Dead" éste asiente, joder, en la peli es chungo, en la vida real tiene que ser cuanto menos más jodido... Pero luego una voz habla y desgraciadamente confirma mi teoría ¿Vamos, en serio? Sólo lo dije porque lo parecía por una peli de terror de serie B o algo así, no iba en serio, aunque esa voz me deja helado. ¿O es real o se nos esta yendo la Flapa cosa fina?

Al fondo del pasillo tras las escaleras veo a la niña. -¡Caroline!- La llamo mientras ella sonríe, aunque es la voz tenebrosa y grimosa la que hecha a la niña que huye corriendo al fondo del calabozo. -No, no, espera...- ¿Por qué la niña es tan importante? Me acerco al dibujo que estaba haciendo y lo miro. -No me jodas...- Musito guardándolo en mi bolsillo ¿Eso es el monstruo reptante? Hubiese preferido un cocodrilo o una serpiente, pero esto es como sacado de una pesadilla.

Con un mal cuerpo como el de una mala resaca de tequila avanzo por el calabozo, que tras fallar un poco la linterna ahora parece que funciona en cuanto "la voz del mal" ha desaparecido. Ajeno a lo que ocurre arriba yo decido seguir y encontrar a la niña, estoy armado, cagado de miedo y con solo una razón para no desequilibrarme psicológicamente. Y esa razón es la clásica frase de: Os lo dije capullos. Que es lo que me hace ser mejor que ellos y por lo que soy odiado en la empresa...

Haciendo de tripas corazón corro en busca de la niña mirando todo en alerta para encontrarla y seguirla, no entiendo a la niña, ¿por qué siempre esta corriendo? -Ven por favor, no huyas, hablemos...- Joder, con lo fácil que sería decir: Hola, mi nombre es Caroline, estoy muerta pero mi espíritu puede salvar a la humanidad si paráis a ese monstruo que me persigue y destruis los objetos malditos. O algo así, todo sería mucho mejor, con algo de sentido, pero no... Hay que hacerlo a las bravas, hola ¿quieres jugar a un juego? Os meto en una casa quemada, os hago aparecer una niña creepy y os tengo persiguiéndola hasta que os muestro una habitación aún más creepy que da a otra más creepy aún con una estatua y unos objetos random, y si tocas algo te acojono con voz de James Earl Jones muerto y te digo que tienes que hacer un ritual o mueres. Vamos que hagamos lo que hagamos estamos jodidos... Al menos tengo esperanza en que la niña... ¿En serio? Pones el destino de tú vida en una niña de no más de once años? Qué maduro... La niña tiene que saber algo de como arreglar esto... ¿y por qué le estoy dando tantas vueltas en la cabeza?

-¡Niña! ¡Espera!- La pido a ver si la alcanzo y dejo de comerme la cabeza tanto.

La oscuridad creció, se hizo sólida, cobró forma y vida en aquella especie de templo en el que estaba. Físicamente, las linternas comenzaron a fallar. Emocionalmente, un frio intenso, seco, mortal, se adueñó de su interior a la misma velocidad que el valor se le iba por las suelas de los zapatos, corriendo escaleras arriba a toda velocidad y dejándola, a ella, sola y paralizada, al alcance de aquella cosa, de aquel ser, de aquella presencia.

Su mente luchaba contra la información que sus sentidos le transmitían. La lógica de su razonamiento hasta hacía escasos segundos se caía por momentos, dejando a un lado todo lo que habían estado haciendo aquel día para asomarse a un negro y tétrico abismo sin fin. Lo que sentía, lo que estaba viviendo, no era obra de ninguna empresa de ocio. Nada, por muy elaborado que estuviese, podía causar esa sensación de vacío y terror interior que estaba sintiendo. La idea estaba clara en su mente, pero al igual que fue consciente de ella, sabía que no podía huir de allí, que sus piernas no le respondían, que sus pulmones no le funcionaban, que su conciencia caminaba al filo de ese abismo que no sabía a dónde conducía pero que lo sentía a un paso de ella. Una cuerda floja. Temblorosa, débil, engañosa. Un solo empujón y...

Consiguió girar lentamente su cabeza, solo lo justo para mirar por encima de su hombro a esa titilante y espectral luz que ahora alumbraba la estancia. Recordó la foto que le había enseñado Andrew solo unos minutos antes y relacionó. Escuchó las palabras de aquella cosa, las sintió dentro de ella, en su interior, junto a ese corazón que se helaba por momentos. Se imaginó unos dedos largos, negros, con uñas afiladas y sucias, rodeandolo, apretándolo, haciéndolo suyo.

Y, cuando las palabras cesaron, la luz desapareció, las linternas volvieron a la normalidad y un breve, pero fuerte ruido, sonó junto a ella. Dio un grito, alto y aterrado. Saltó como si la hubieran pinchado con una de esas agujas que había visto en el laboratorio. Y, solo después de unos segundos, se dio cuenta de que a sus pies yacía el libro que había cogido de la hornacina y que había portado en sus manos hasta ese momento. Su vista se clavó en él, como si estuviera viendo a un apestado, y entonces fue cuando la voz de Andrew resonó desde la entrada al laboratorio. Lo escuchó, entre perpleja y asustada, incapaz de reaccionar a las palabras del becario. Se volvió lentamente a mirar la escultura de nuevo, que ahora parecía tan inerte y sin vida como antes, pero igual de imponente. Sintió andar por detrás de ella a Julio y, en la lejanía, hablar a Alexander pero sin distinguir lo que decía.

Lentamente, sacó la petaca que llevaba con ella, la abrió como pudo con manos temblorosas, casi sin darse cuenta de lo que hacía, ignorando que Andrew y Julio la podían ver sin problemas, y se tragó por lo menos la mitad de su contenido de un tirón. Tuvo la suficiente lucidez de conservar la otra mitad, tendría que celebrar de alguna forma que salía de allí con vida.

-¿De qué cojones estás hablando, Andrew? ¿Qué ha sido eso? Ni me creo más, ni me creo menos que tú, pero ya puedes estar soltando por esa boquita lo que sabes. Porque sabes algo que no nos has contado hasta ahora-Cuando el alcohol hizo reaccionar a sus neuronas y estas empezaron a hilar las palabras del becario con lo que acababa de experimentar en aquella sala, Joanne sintió como el enfado comenzaba a tomar forma en su interior. El jovencito sabía de qué iba todo aquello y, que estuviera asustado, no le gustaba ni un pelo. Después de lo vivido y de sus comentarios, intuía que se estaba callando algo importante y no sabía si era para bien o para mal- Repito. ¿Qué ha sido eso? ¿Y de qué estaba hablando? Ha hablado de recompensas. Recompensas que ambicionamos. ¿Recompensas por qué? ¿Por hacer lo que se veía en la fotografía? ¿Qué tiene que ver la niña con todo esto? Porque te recuerdo que hemos llegado aquí siguiendo a una mocosa. ¡Ve largando, Andrew, que no tenemos toda la noche! ¡Julio! ¡Alexander! ¿Dónde estáis?-gritó, llamando a sus compañeros que, aunque no fueran de mucha ayuda, algo de compañía hacían.

Bajó su vista y vio el libro a sus pies. Seguía donde había caído, aunque tampoco le hubiera extrañado ver que le salían patas y corría a ponerse de nuevo en el sitio del que lo había cogido. Su razón se había escorado, la lógica había desaparecido. Tocaba hacer caso de lo que las sensaciones decían, de lo que le habían transmitido sus sentidos, y dejarse de rodeos por muy raro que todo pareciera. Lo esquivó, sin volver a tocarlo, mientras que, guardando distancia con aquella estatua, alumbraba detrás en busca de los dos hombres. Fue entonces cuando se dio cuenta de que la luz de la linterna temblaba, su mano era incapaz de sostenerla en firme pero, a la misma vez, comenzó a hacerse muchas preguntas. ¿A qué se había referido aquella voz? ¿Era capaz de conocer sus más íntimos deseos y de concedérselos? ¿Tendría tanto poder como para darle lo que más anhelaba? Si aquella voz tenía tanto poder como le había transmitido, ¿sería capaz de hacerlo? Su mano acarició la petaca, pero fue fuerte y no cedió a la tentación. Tenía que mantener la cabeza clara, tenía que enterarse de lo que estaba pasando, tenía que elegir bien.

El espejitos seguía creyendo que estaba es una película de Hollywood o en alguna clase de juego ya que, pese a que el resto parecían más o menos convencidos de que allí algo no terminaba de encajar, él seguía avanzando mientras no paraba de soltar gilipolleces, sin darse cuenta que solo él se reía sus propias gracias. Como ocurría en la oficina.

Joanne parecía haberse animado, como solía ocurrirle cuando se tomaba ese “descanso” muchos días a media tarde y volvía más parlanchina, ya que comenzó a hacer el tonto con el libro y pedirle al chaval que le hiciera fotos, como si estuviera en una sesión de esas de instagramo que parecía estar tan de moda entre los mozuelos..

Dejó escapar un suspiro, meneando la cabeza cuando aquella voz resonó por todas partes.

¡Joder! Yo ya estoy mayor para esto. -  dijo en una mezcla de exclamación y desistimiento mientras primero alzaba los brazos enfadado para luego dejarlos caer, dándose por vencido.

Si no se hubiese dejado el móvil en el autobús, habría llamado a Carmiña, su mujer, para decirle que dejaba eso, que era muy estresante. Ella tenía razón y él no le había hecho caso, que ya no estaba para juegos de críos.

¡Chaval, espera! – llamó al enchufado mientras avanzaba rápidamente hacia él, de nuevo evitando mirar a aquella estatua que tan malas sensaciones le había dado.

Alexander se adentró en las profundidades que había al final de las escaleras, en pos de la niña que acababa de desaparecer. No se preocupó de si le seguían. Y no lo hicieron, sus compañeros le acababan de dejar solo.

Julio, que era quien más se le había acercado llegando justo hasta esas escaleras, reculó y deshizo lo andado, pasando junto a Joanne y la estatua, sin mirar. Llegó hasta donde Andrew, junto a las otras escaleras, esas que ascendían hasta la casa. Andrew seguía allí, mirando la escena. Inmóvil y agarrando la pata de silla como si le fuera el alma.

Joanne estaba indecisa. Esperaba una respuesta a la afirmación del becario de que él sabía algo que los demás desconocían. Había dejado el Necronomicón caído en el suelo, y se había quedado allí, temblorosa.

Lo malo es que cuando Julio y Andrew miraron hacia la trampilla que daba a la casa, estaba cerrada. Quizá sólo había caído por su propio peso. O quizá estaban atrapados allí.