Partida Rol por web

III Campeonato de RPW

[PARTIDA 5] Escena de juego

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22/02/2019, 21:41
[5] Julio Cruz

Y, tal y como había supuesto Julio, Andrew comenzó a liarla tan pronto se encontraron con los otros dos miembros del grupo al llegar a aquella zona de calabozos.

Pero no le había dado tiempo a decir nada, cuando volvió a aparecer aquella niñita, solo que esta vez usaba un tono mucho menos inocentes y sus palabras precedieron la reacción de aquella criatura.

El hombre ni siquiera recordaba la amenaza de la niña al embargarle un temor inenarrable y una sensación primitiva le urgía a correr por su vida, a refugiarse en un rincón oscuro y esperar a que el peligro pasara o a lanzar a cualquiera de los otros tres contra aquel ser para retrasar el convertirse en objetivo.

Y una mezcla de todo ello fue tomando forma en su cabeza... ¡era él o ellos!

Echó a correr, sin esperar a escuchar las palabras de muchacho o el espejitos o la borracha, sabedor que tenía en su poder la única oportunidad para salir de allí con vida. O, al menos, complacer a su instinto de supervivencia y ser el último en morir.

Por el túnel comenzó a lanzar hacia atrás todos los objetos que tenía en su poder, excepto la linterna, con la intención tanto de llevar menos peso como de estorbar a los que le podrían seguir.

Lo que hiciera falta por tener la oportunidad de volver a ver a Carmiña.

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22/02/2019, 22:01
[5] Julio Cruz

Notas de juego

La idea de Julio es llegar cuanto antes al portón y cerrarlo, dejando atrás a los otros tres (o a todo aquel que no le alcance).

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22/02/2019, 23:52
[5] Joanne Simmons

Arrugó el ceño, preocupada. No tenía duda de quién era el propietario de la linterna, y no era precisamente el sacerdote, pero ¿a dónde había ido Alexander sin luz? Al levantar la vista fue cuando lo vio. Era el lago, ¡el lago de la foto de Andrew!

Entonces era cierto, fotografió algo que no estaba allí, sino aquí abajo... pensó tétricamente al recordar la imagen y las palabras de aquella presencia que les había hablado ...eso quiere decir que... que... ¡Dios! Es cierto... es cierto... todo es cierto, ya no hay duda... no hay...

Despacio y dubitativa, se dirigió hacia el final del túnel. Justo cuando entraba en la caverna del lago, fue consciente de ruido de pasos apresurados a sus espaldas y, de repente, un ruido ensordecedor magnificado por las dimensiones de la cueva, resonó junto a ella. Algo le golpeó en la pierna al mismo tiempo, haciendo que saltará hacia adelante para esquivar lo que fuera que correteaba junto a ella. Cuando recuperó el equilibrio se volvió rápidamente, dispuesta a enfrentarse a lo que fuera o a correr por su vida, alumbrando desesperadamente la oscuridad para ver a qué se enfrentaba.

-¡Serás hijo de puta! ¿Has intentado apuñalarme con eso?-exclamó incrédula cuando vio a Alexander recoger del suelo la pata de la silla armada con el cuchillo que había cogido del laboratorio-No se te ocurra acercarte a mí con esa cosa en la mano, ¿pero en qué estas pensando? Nosotros no somos el peligro aquí, tenemos que...-dejó de hablar cuando vio la cara de sorpresa que tenían Alexander y Andrew mirando por encima de su hombro. La misma que puso Julio que acababa de emerger de la oscuridad junto al becario. Se volvió lentamente y, allí donde segundos antes no había nada, ahora estaba la niña que habían visto en el exterior. Sonriente, angelical. Y terroríficamente anti natural. Sintió como todo el vello de su cuerpo se erizaba al escuchar su voz, totalmente adulta, fuera de lugar. Un frio como nunca había sentido comenzó a expandirse desde su estómago hasta el resto de su cuerpo y algo, en lo más profundo de su ser, solamente le gritaba una cosa.

Corre. Corre. Corre.

Pero por alguna razón que no podía explicarse, no podía dejar de mirar a aquella niña que, poco a poco, ante sus ojos, sin trampa ni cartón, se fue difuminando y convirtiéndose en humo. Un humo hirviente, globuloso, que no paraba de moverse en mil direcciones diferentes y que comenzó de nuevo a tomar forma. Pero no la de la niña.

Escuchó junto a ella las palabras de Andrew poniéndole nombre a aquella cosa que seguía creciendo ante sus ojos. Sintió que iba a vomitar en cualquier momento. Pero se tragó aquella sensación como pudo y comenzó lentamente a andar hacia atrás, sin perderla de vista, agarrando fuertemente todo lo que llevaba con ella.
Joder... eso no es un perro. Eso no es... no es... no sé lo que es eso... pero sé lo que nos pasará. El lo dijo, él lo dijo... tenemos que seguir los pasos... tenemos que salvarnos...

Se volvió hacia Alexander cuando este habló, rompiendo el horror de aquel momento. Por un segundo, un solo segundo, pensó que él también se había dado cuenta de lo que había que hacer para salir vivos de allí, pero al ver la expresión de su cara supo que no. Iba a hablar, tenía que convencerlos de que estaban todos equivocados. ¿Tan difícil era entender que les habían dado la solución a aquella situación, que les habían dado todas las herramientas y que correr no era la solución? Asustada, vio como todos comenzaban a andar hacia el túnel sin dar la espalda a aquella criatura. Ella no tenía opción, así que los siguió en silencio, apretando fuertemente el libro contra su pecho e intentando pensar rápidamente en cómo solucionar todo aquello, en cómo convencerles de que la salida no estaba arriba sino allí mismo, en sus manos. Lo tenían todo, ¿es que no lo veían?

Y, para su sorpresa y espanto, vio como Alexander formaba una línea con sal a la entrada del túnel. Entendió entonces lo que había visto en la última celda, entendió por qué, lo que ahora sabía que era sal, estaba en la puerta de la celda, lo que significaba y lo que creía Alexander que hacía.

-¿Estás diciendo que quieres parar con sal a esa cosa malparida? Qué ese hombre de la celda murió allí porque no podía salir ni esa cosa podía entrar a matarlo porque se lo impedía... ¿un reguero de sal? ¿Qué queréis? ¿Morir como él? La puerta no se va a abrir, la trampilla tampoco, nadie sabe que estamos aquí. Alexander, ¡tú mismo lo comentaste! La cabaña no aparece en el mapa, el claro tampoco. Esa puta niña nos atrajo aquí con el fin de matarnos si no hacíamos lo que quieren. Si no lo hacemos terminaremos siendo pasto para esa cosa amorfa o terminaremos muriendo de inanición como ese de la celda o matándonos entre nosotros. Tenemos que hacer lo que nos dijeron. ¡Tenemos que hacer lo que la foto nos enseñó! ¡ES NUESTRA UNICA POSIBILIDAD? ¿ES QUE NO LO VEIS? -terminó gritando sin temer ya nada, porque tenía claro que igual que todo se había cumplido, también se cumplirían las palabras de la niña. Tenían diez minutos para prepararse.

Solo entonces se dio cuenta de que Julio ya no estaba dentro del haz de luz de las linternas. Andrew, con cara de pánico, miró el reguero de sal, y Joanne se temió lo peor-Andrew, si es inmortal, no tenemos nada que hacer arriba, no podemos matarlo. Tu mismo lo has dicho. La solución no es correr, ¡Andrew! ¡Alexander!-les gritó Joanne cuando, casi al unísono, ambos comenzaron a correr al grito de Alexander-OS ESTAIS EQUIVOCANDO, NO PODREIS SALIR DE LA CASA!

Pero sus gritos resonaron en el túnel sin obtener respuesta. Ninguna linterna volvió a brillar delante de ella. Estaba sola de nuevo, abrazada al libro y enfadada. Las instrucciones eran claras. En la foto aparecían cuatro, cuatro personas. ¿Sería suficiente solo con ella? ¿Se merecían aquellos tres ineptos que ella los salvara? Quizás ellos ya estaban condenados solamente por negarse a seguir con aquello. Pero ella aún tenía una posibilidad.

Caminó rápidamente hacia la celda del hombre muerto. Cuando llegó junto a él, dejó el libro y el frasco en el suelo y apuntó la linterna hacia el esqueleto. Aunque no era religiosa, no pudo negarle unas pocas palabras a lo que quedaba de aquel hombre.

-Nunca pensé que diría esto pero... espero que tu muerte sea mi vida. Perdona por profanar tu cuerpo pero, si como dice Alexander pusiste esa sal ahí para que no te alcanzara esa cosa, ahora, estés donde estés, sabrás que estoy intentando salvarme y aprobarás que... que te coja tu cabeza y que haga lo que tiene que hacerse. Nadie te lo dijo en su momento... Descansa en paz.

Sin pensar, agarró la calavera con sus manos y dio un tirón fuerte. Al principio, sintió un poco de resistencia, pero de repente todo cedió y se desmoronó como un castillo de naipes. Un montículo de huesos se formó a sus pies, rodeado por la tela raída y pasada que un día fueron los hábitos de aquel monje. Se agachó, agarró la tela y tiró una y otra vez hasta que consiguió desenredarla de entre los huesos y levantarse con ella en las manos. Dio dos pasos atrás y la extendió en el suelo, poniendo sobre ella la calavera y el libro y, haciendo un pequeño hatillo con ella y agarrando del nuevo el frasco y la linterna, salió de la celda camino de la caverna.

La calavera, el libro, el frasco, el... ¡el cuchillo!

Joanne se quedó de piedra cuando se percató de que no tenía el cuchillo.

¡No! ¡No! ¡No! ¿Alexander se ha llevado la pata con el cuchillo? ¿Se la ha llevado?

Se giró desesperadamente sobre ella, barriendo el suelo de la entrada de la caverna con su linterna. No recordaba que había hecho su compañero con aquella cosa que había fabricado y se maldijo por haber confiado en él y en el cuchillo que había cogido, tenía que haber cogido uno ella misma. ¡Tenía que haberlo cogido!

Algo brilló en el suelo y enfocó la linterna hacia ese punto, un poco más allá en el túnel. Se acercó casi a la carrera y miró lo que era. Una cosa de esas que tenían multitud de navajitas, destornilladores, limas y miles de cosas más que ella nunca encontraba útil para nada. Salvo ahora. ¿Serviría? Tendría que servir. Se agachó junto a él y lo metió dentro del hatillo.

Se volvió hacia la entrada de la caverna. Lo tenía todo. La calavera, el libro, el frasco y su líquido rojo, y el multiusos para cortarse y derramar su sangre en el lago.

Respiraba agitadamente, su corazón latía casi a punto de explotarle en su pecho y temblaba como una rama de bambú en mitad de un tornado. Sus pasos eran lentos, pero seguros. Aquella cosa no la mataría, no le haría nada, porque sabía que iba a ayudar. Sabía que era la única que había entendido qué había que hacer. Compadeció a sus compañeros, no tenían opción.

Aquella cosa seguía allí, no se había movido. Parecía esperar la señal de su dueña. Diez minutos. ¿Cuántos habrían pasado ya?

Se agachó junto a la orilla del lago y puso, en pulcro orden, todas las cosas sobre el suelo de piedra. Cogió el multiusos en la mano y se metió en el lago. Miró a aquella cosa, sintió volver las ganas de vomitar y, casi llorando de miedo, cortó su mano con un rápido movimiento de unas de las navajitas del multiusos. Apretó y sintió fluir la sangre caliente.

-Estoy preparada... estoy aquí... quiero vivir... haré lo que nos pedisteis que hiciéramos...-dijo en voz alta.

Sus palabras resonaron en la caverna una y otra vez. Una y otra vez.

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23/02/2019, 00:04
Director 5

EPÍLOGO:

Clareaba cuando les encontraron. Habían estado buscándoles desde que se dio aviso a la policía de su desaparición, pero inexplicablemente aparecieron de pronto cerca de una casa en ruinas en la que nadie había reparado.

Tres hombres, balbuceantes, encorvados, desquiciados. Nunca se recuperaron, a pesar de pasarse largos años en sendos sanatorios mentales. Lo que decían era una sarta de incongruencias terroríficas y fantasmales.

La mujer apareció dormida en la yerba, bastante más allá de la casa. No recordaba nada. Ni como se había perdido, ni lo que les había pasado a sus compañeros, lo último que recordaba era que anocheció y se resguardaron en la casa. Y tampoco supo nunca porqué su suerte cambió, a partir de ese momento. Pero lo que quiso, fuera lo que fuera, lo consiguió.

Notas de juego

FIN

Muchas gracias a todo@s!!! Un placer, equipo 5!!!!

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23/02/2019, 00:19
Director 5

Notas de juego

Por cierto, el Ritual os ha salvado a todos, pero a los que traicionaron al Ente no les ha salvado de su venganza: la locura. Hastur cumplió sus promesas.

;)