Partida Rol por web

Anna propina un grito y sale al pasillo enmoquetado. Una puerta se abre a lo lejos, de la que asoma un caballero de unos sesenta años y baja estatura.

- ¿Está bien, señorita? - Grita.

Dentro, las cosas suceden a más velocidad. El tipo con la mirada vidriosa que aguardaba tras la puerta se lanza sobre Artie, cuya posición lateral le pilla desprevenido y le golpea en la mandíbula con su puño. Artie se frota el mentón y sonríe al ver que apenas le ha causado algo de dolor ese enclenque.

A pesar de no ser más que un cuerpo enclenque y delgado, sostenido por finos alambres y enmarcado en unas gafas de redondos cristales, el joven Carter disponía de un corazón valiente y comprometido con su moral. Por tanto al oír el desgarrado alarido de la señorita Lexington no dudó ni un instante en interponerse entre ella y su asaltante, abriendo los brazos como si se tratara de una pantalla protectora. Su naturaleza le impelía a protegerla, y también el pragmático raciocinio del que hacía gala. Se sabía inferior a aquellos tres hombres, más aún yendo desarmado, pero con suerte podría servir de distracción para que sus dos compañeros continuaran disparando sin problemas y aguantar hasta que la señorita Vixen volviera con ayuda. No disponía de las cualidades boxísticas del profesor Bedford, pero podía ser una pequeña rata de biblioteca muy escurridiza...

Así pues, el otro tipo negro armado con pranga la hace silbar hacia el canijo con anteojos redondos que se le había puesto delante mientras esboza una odiosa sonrisa que evidencia su sentimiento de superioridad, pero el joven Carter lo trae de vuelta a la realidad. Esa rata de biblioteca esquiva su filo doblando su cuerpo hacia atrás. Sí, ésa rata es escurridiza, y la sonrisa que el negro dibujaba en su boca ya ha desaparecido.

la vision del cadaver de su amigo habia echo que el doctor Bedford perdiera la nocion de todo a su alrededor y tomara como unico objetivo a aquel hombre de risa enferma , alguien tenia que rendir cuentas de aquello y el continuo decargando puñetazos con la intención de noquear a aquel tipo

El golpe moral que supone la visión de un amigo asesinado hacen que los viejos y entumecidos músculos del Dr. Bedford únicamente golpeen el aire viciado de la habitación.

El último disparo no dio en el blanco dado que en esos momentos Ofelia estaba retirándose hacia el pasillo con un gran corte. El ruido alertaría gente, esperaba que llegasen rápido y pudieran ayudarles en esa mortal situación.

3 balas, pensaba, le quedan tres balas a la recamara. Miraba su mano que agarraba la pistola y temblaba de manera descontrolada, eso la preocupó.

El dolor era punzante y no podía apuntar bien. Miraba a Anna con ojos brillantes para que fuera a buscar ayuda. Ella se quedaría ahí disparando aunque fuera para ahuyentar a esos salvajes.

Los dos últimos disparos de del revólver de la Srta. Lexington han acabado perforando las empapeladas paredes de la habitación. La sangre que recorre su brazo impide que pueda apuntar bien, y sus nervios se están saliendo de control. Junto a ella, Artie vuelve a levantar el cañón.

Aquella  situación se  estaba volviendo una completa locura. Ya habían herido a Ofelia y Anna parecía haber salido a buscar ayuda. Los disparos se sucedían sin demasiado éxito y aquellos dementes no parecían amedrentarse ante los disparos. Era como si no temieran la muerte, aunque muerte era lo que iban a encontrar ellos como no solucionaran rápido el problema.

- ¡Tirad las armas! - Le gritó a aquellos sectarios, aunque estaba bastante convencido que no cesarían su hostilidad hasta matar o estar muertos.

Volvió a disparar contra uno de los negros de las prangas dando  esta vez en el blanco. Esperaba que de esta forma cesara en su empeño. Una herida  de bala no era poca cosa.

La bala cruza la habitación hasta perforar el estómago del violento sectario. Las andrajosas ropas que lleva encima se tiñen de sangre y cae al suelo, con los ojos y la boca muy abiertos vislumbrando cómo todo se oscurece a su alrededor. Su cuerpo se queda boca arriba muy cerca del malogrado Elias Jackson, inconsciente, con su pecho palpitando con violencia sus últimos estertores mientras la sangre sigue manando de su cuerpo.

Su compañero con pranga, salta a través de la ventana abierta como una presa acorralada que aprovecha el mínimo hueco para salir huir, mientras el cocainómano le grita algo por dejarlo malherido y solo.

Disparó de nuevo. Había impactado? No lo sabía, estaba nerviosa y su cabeza daba vueltas y divagaba. Ahora pensaba en un abogado, en la policía, en que tendría que dar explicaciones.

Esa gente no se rendía? Es que a caso no tenían miedo a las balas? 

Artie no falló cuando disparó la tipo con pinta de cocianómano. No fue su mejor disparo, pero aún así le alcanzó en un muslo. Con un poco de suerte el disparo sería inabilitante.

- ¡Tira el arma! - Le ordenó. Sólo así podría salvar la vida. El siguiente disparo si es que no lo hacía ese último, acabaría con él.

El disparo de Ofelia hace saltar un trozo de pared, pero Artie, se extiende su brazo desde detrás de la aventurada secretaria, hace añicos de un balazo el hombro del cocainómano, que cae al suelo inconsciente, con los irregulares latidos del corazón intentando distribuir su sangre por todo su cuerpo con tal violencia que parece que le vaya a estallar el pecho.

Bajó los brazos que como un ángel protector había desplegado delante de Ofelia, tratando de protegerla. Ahora el peligro había pasado, creía, pues uno de los asaltantes había huido y los otros dos estaban malheridos. Sin perder tiempo, se acercó a ellos y retiró las armas de sus cercanías. Quién sabe si aquellos tipos, con sus últimas fuerzas, decidían que debían llevarse a alguien por delante...

Por lo demás, no sabía muy bien qué hacer. ¿Debían ayudarles e intentar salvar sus vidas? Su foro interno le decía que sí, pero la visión del cadáver de Jackson, y el daño que habían intentado causarles, le hacía pensar lo contrario. Se mordió el labio, en silencio. ¿Estaba cambiando? Sí, sabía que la inocencia con la que entró aquella primera vez en el despacho de Gumshoe había desaparecido. Sabía que el mundo estaba lleno de cosas increíbles que desconocía, que serían maravillosas de no ser por su influencia y poder destructivo, y que las personas a veces ignoraban sus principios y su moral para obtener aquello que deseaban. ¿Se acabaría convirtiendo en uno de ellos?, se preguntaba. Emitió un suspiro

Rápidamente Gumshoe se agachó junto a uno de los sectarios, pues sólo un sectario haría una cosa como la que le habían hecho a Jackson, y trató de taponar las heridas para que aquel tipo no se desangrara. 

- ¡No se queden ahí parados! - Les dijo a sus compañeros investigadores.

No es que deseara salvar a esos tipos, realmente los prefería muertos por lo que le acababan de hacer a Jackson y además, de esa forma se aseguraban de que no les volvieran a hacer nada similar a nadie. No obstante, si querían descubrir el porqué del asesinato de su contacto, debían mantenerlos con vida para interrogarlos, aunque dudaba que con el fanatismo demostrado abrieran la boca. 

Por otra parte, Gumshoe, aunque si pruebas, estaba bastante seguro de que aquella muerte tenía bastante relación con lo que le había sucedido a la expedición Carlyle en África y no solo por el color de la piel de los asesina, sino por todas las circunstancias que envolvían aquel asunto.

Ofelia se quedó detrás en el pasillo, miraba el suelo lleno de sangre, su sangre. Tenía la blusa rota del corte y un quemazón insoportable manaba de su hombro, donde había recibido el corte. Saco rápidamente unos pañuelos limpios de tela de su bolso y se apretó la herida para que dejase de manar sangre y ayudar a que se coagulara para empezar a cerrarse.

Desde su posición veía los cuerpos en la habitación y los restos de Elias Jackson. - Oh dios mío... - decidió dejar de mirar y concentrarse en lo suyo.

Tampoco le había pasado por alto la caballerosidad de Henry al intentar protegerla. Pensó en agradecerle pero no era el momento ahora.

¿No deberíamos avisar a las autoridades?- en estos momentos, Anna no sabía muy bien que hacer- con todo el ruido que hemos hecho, creo que sería lo mejor. Vamos a tener bastante que explicar con lo que es mejor que colaboremos desde el principio. 

Warren vio caer aquellos agresores bajo las balas de sus compañeros, la ira que lo embargaba le pedía ir tras el que había escapado por la ventana pero sabía que no le daría alcance aunque quisiera, la edad era un peso que tenia que tener en cuenta para aquello.

Una cosa  que siempre había pensado que los años le debían era la tranquilidad de no tener que ver partir a sus amigos más jóvenes al más allá pero últimamente el mundo se empeñaba en mostrarle lo contrario.

¿Están todos bien?, ¿son muy graves sus heridas?- le pregunto a sus compañeros  mientras se acercaba al cuerpo de Jackson arrodillándose ante su amigo  mientras contenía el dolor en su pecho y silenciosamente despedía a su amigo

Ofelia se incorporó con una mano posada en su herida.

- Si, hay que avisar a las autoridades, pero antes, revisemos a ver si Jackson tenía algún mensaje para nosotros. Esos tipos no eran ladrones, parecía que ibas tras de él. ¿No será que alguien no quería que hablase? Si llega la policía perderemos esa posibilidad. - dijo apurada,

Intentando apartar la mirada de los cadaveres, echo un vistazo alrededor de la habitación buscando algún tipo de diario, papeles o documentos de Elias que hubiera podido dejar para ellos o que le diese una pista de la razón por la que quería hablar.