Partida Rol por web

Artie confirmó que parecía haber alguien en el interior del camarote. Caminaba de un lado a otro, aunque no regularmente, por lo que no podía asegurar si estaba haciendo algo o no, si saldría al pasillo... o no. Era de esperar que si no había bajado con los demás, no lo haría ahora.

Quizás fuese el capitán de aquel barco; quién más podía haberse quedado.

El pasillo continuaba con varios camarotes más, uno al lado del que estabais escuchando, cerrado, y otro más a la izquierda, con las puertas abiertas de par en par, por lo que a poco que os acercaseis podíais ver el interior. Parecía haber varias literas, por lo que podían ser de la tripulación.

Por otro lado, al final del pasillo parecía confirmarse que se encontraba la sala de máquinas, porque así lo indicaba un cartel sucio y apenas visible que había en la puerta.

La mano de Anna actuó con rapidez, apartando la del policía mientras con la otra le propinaba una sonora bofetada que hizo que el agente soltase un quejido de dolor.

-¡Serás... ! -exclamó, llevándose una mano a la mejilla que Anna había golpeado.

Quizás en otras circunstancias, hubiera recibido a continuación un buen golpe por parte del hombre, que había visto su hombría puesta a prueba, pero la indignación y agresividad de Anna hizo mella en él y lo amedrentó lo suficiente. Eso y los llantos... terminaron por convencerle de que se había propasado.

-Está bien, está bien. Oiga, lo lamento. Es que por aquí hay todo tipo de mujerzuelas y yo... bueno, estoy acostumbrada a ellas. Pero este caballero tiene razón. Este no es sitio para una mujer decente. Así que les acompañaré fuera, para que no les ocurra nada. Hay todo tipo de gente peligrosa por aquí. Allí mismo hay un bar, si es eso lo que buscan, y les aseguro que a pesar del escándalo, nadie les hará nada mientras estén dentro.

El hombre parecía genuinamente compungido, aunque claro, todo podía cambiar de un momento a otro si se daba cuenta de que había sido engañado.

- Allí hay alguien. - Murmuró de forma casi imperceptible. 

Hizo un gesto con las manos para que sus dos acompañantes hicieran el menor ruido posible. Acto seguido se encaminó hacia la sala de máquinas. Quería ver si podía, de e alguna forma, sabotear la maquinaria para tratar de que no pudieran zarpar. Fuera como fuera, aquello dificultaría su labor, fuera cual fuera y les daría más tiempo a ellos para seguir con su investigación.

Una vez frente a la sala de máquinas, nada. No se le.ñ ocurrió manera alguna de cargarse el mecanismo de forma que tuvieran que perder mucho tiempo. No al menos sin hacer demasiado ruido. Quizás lo lógico sería tratar de averiguar algo más o...

- Voy a necesitar unas medias o algo para la cara. - Sonrió.

Warren aún tenía ganas de arrearle un buen puñetazo a ese mal nacido, pero aquello les ocasionaría más problemas.

- Claro, acompáñenos al bar. Gracias. – le dijo lo más civilizadamente que pudo.

Al andar se apoyaba en Anna, despacio, fingiendo una cojera. Sus compañeros aún necesitarían tiempo dentro del barco, así que si entretenían al guardia con un paseo más despacito podrían darles algo de tiempo antes de que él volviera a hacer su ronda, aunque después de eso sería cuestión de suerte que no les pillaran al salir.

Habían logrado pasar aquel pequeño contratiempo con éxito, pero poco podían hacer ya dadas las circunstancias. 

Muchas gracias por la indicación. Iremos a ese bar que dice, que pase buena noche- dijo la mujer al guardia mientras caminaba con el doctor hacia el bar.

Si había alguien allí dentro cualquier movimiento tenía que ser que imperceptible o de lo contrario, podíamos vernos en problemas. Me quité los zapatos para evitar hacer ruido y caminé detrás de Artie hasta llegar a la puerta de la sala de máquinas. Aquel lugar seguro que estaba todavía más sucio del anterior y no comprendía lo que íbamos a hacer allí.

Después de todo, si había algo que descubrir, debía estar en el camarote.

-¿Qué vamos a hacer allí? -le pregunté en voz baja a Artie -. ¿Por qué no registramos los camarotes?

Miré hacia atrás en busca de Ofelia, para ver qué pensaba ella de entrar ahí dentro.

Cuando entráis en la sala de máquinas, veis lo viejo que está toda la maquinaria. La caldera parece ser de otro siglo, como si no fuese ya capaz de ejercer fuerza alguna para impulsar el barco. Un mamparo metálico que parece de hierro separa lo que es la caldera y el quemador, en donde se deben arrojar los carbones. Hay sin embargo poca, por no decir casi nada, cantidad de carbón que añadir.

En esos momentos no está funcionando, pero aún así hay un fulgor verde extraño que mana del quemador, como si hubiese algo en su interior encendido o emanando alguna clase de energía.

Es algo extraño, para lo que debería ocurrir, que es nada, cuando la caldera está apagada.

El policía os acompaña hasta la taberna y entra con vosotros para evitar que tengáis problemas. En el interior el ambiente es excesivamente caluroso y ruidoso, con un olor a alcohol que se extiende en todas direcciones, a la vez que los gritos, las risas y también los golpes sobre algunas de las mesas, no solo al depositar las jarras de cerveza sino también al golpearlas en mitad de las conversaciones.

Es un lugar lleno de vida, en el que todos los marineros se desenvuelven como si jamás hubiesen tenido una diferente.

Al fondo podéis ver a seis figuras ocultas entre las sombras, hablando entre ellos y bebiendo, pero aparte. Nadie se acerca a ellos y tampoco nadie parece atreverse a decirles nada.

-Bueno, ya están ustedes a salvo. Ahora, si me lo permiten, continuaré haciendo mi ronda. Le pido humildemente disculpas de nuevo, señorita. Caballero...

El policía os saludó con un ademán de la cabeza y acto seguido salió del local, dejandoos a vosotros dentro.

- Que extraño... - Murmuró Artie, más para si mismo que para las jóvenes acompañantes. 

Artie se acercó a la caldera con tal de averiguar de donde podía procedet tal luminiscencia. No tenía claro que pudiera averiguar nada. No tenía ni idea sobre calderas, pero... ¿Quién sabía si podía hablar fo relevante?

- Gracias… - llegó a articular Warren. No olvidaba como se había propasado, pero el lento paseo le había ayudado a calmar su ánimo y recuperar algo de razonamiento para darse cuenta de que haberse comportado como un adolescente hormonado defendiendo a la señorita les habría puesto en serios problemas.

- Disculpe, antes de marcharse. ¿Sabe quienes son esos individuos? – le preguntó al agente antes de que se fuera señalando con la mirada a las seis figuras ocultas entre las sombras que se mantenían al margen de los demás. Tenían un cartel luminoso que decía PROBLEMAS, pero prefería saber a que tipo de problemas atenerse porque estos parecían encontrarles a ellos sin proponérselo.