Partida Rol por web

- Vamos, Artie, no hay tiempo que perder. Seguro que la puerta de hierro guarda lo más importante. – se apresuró Warren para comprobarla – Venga, parece que está abierta. – le animo entreabriéndola para ver que había al otro lado.

La mujer suspiró con resignación ante las palabras de Susan y negaba con la cabeza- disculpadla, caballeros... aunque su idea de una tienda de zapatos desde luego no es mala- dice con una sonrisa radiante en su rostro- ¿podrían indicarnos alguna zapatería cercana? Creo que sería bonito comprarme unos buenos zapatos en esta ciudad.

- ¿Pero... Qué...? - Murmuró entre dientes al ver que nada, ni nadie se acercaba y mucho menos disparaba contra ellos. 

Era posible que se hubiera sugestionado por la rendios de estar allí adentro, solos ante el peligro. No lo creía posible. Ya había estado en situaciones similares anteriormente, aunque si no era eso mera sugestión, ¿qué había escuchado? 

- Te haces viejo... - Pensó Artie fastidiado. Acto seguido se puso en pie para seguir los pasos de Warren en dirección a la puerta metálica.

Mientras tenía a Li entretenido, controlaba a las chicas que no se metieran demasiado en problemas pero parecía que se las apañaban. Entonces sacó la cabeza por la otra esquina tratando de divisar como iban los hombres en su infiltración.

La puerta metálica estaba abierta, algo inesperado pero que afortunadamente para Warren y Artie significaba que no tendrían que esforzarse ni perder tiempo en abrirla. Al entrar, visteis que la sala era en realidad una especie de almacén escasamente iluminado, pero desde la entrada podía verse unas viejas escaleras de madera que subían hacia el piso superior. Había unos tablones mal puestos y una barandilla a punto de caerse.

En el suelo había una trampilla de hierro que parecía pesada y que seguramente daría a las aguas sobre las cuales se apoyaba la nave. Tenía un cerrojo que no parecía ser muy complicado de abrir pero sin duda sería suficiente como para impedir que cualquiera entrase desde fuera.

Pero lo más interesante era la gran variedad de artefactos que había allí dentro. Había algunas estatuas que resultaban tremendamente extrañas, con seres que parecían mezclas de hombres y animales de aspecto deforme, engullendo niños o a otros seres de los cuales asomaban únicamente piernas. También había pinturas que resultaban grotescas, con hombres o mujeres envueltos en oscuras neblinas y claramente aterrorizados por figuras sin forma. 

Todo ello proporcionaba una extraña sensación, como de no querer mirar al mismo tiempo que resultaba difícil apartar los ojos de todos ellos.

También había seis pequeñas cajas de embalaje marcadas "AP", todas con direcciones: H.A. Wilcox, 7 Thomas Street, Providente, Rhode Island, EE.UU.. Mr. W. Whateley, Lista de Correos, Dunwich, Massachusetts, EE.UU., Mr. Herbert West, Universidad Miskatonic, Arkham, Massachusetts, EE.UU., Omar Shakti, Gezira Mohammed, El Cairo, Egipto.

Los guardias no parecían muy contentos de tener a las dos mujeres allí, pero echarlas estaba resultando tremendamente complicado porque no podían olvidar que se trataban de turistas y que seguramente, tener a la policía, aunque buena parte de esta pudiera estar comprada, investigando alguna clase de problema, no resultaba precisamente la mejor de las ideas.

Así que se mostraron insistentes en pediros que Anna y Susan se fuesen, pero no agresivos.

-No sabel. Nosotlos solo gualdias. ESte lugar... no pelmitido. Malchal ya o echal. Fuela, fuela.

Entonces apareció un nuevo guardia, este con aspecto de ser más serio, y al instante los otros se callaron e hicieron a un lado. Saludó a Anna y a Susan con una ligera reverencia y les sonrió... sin dar demasiada confianza.

-Señoritas, este lugar está prohibido. Me temo que tendrán que marcharse o nos veremos obligados a llamar a las autoridades. Les sugiero que cualquier información que necesiten la soliciten en la cafetería que hay una calle más adelante.

Susan y Anna vieron entonces como en el cinturón aquel hombre tenía un revolver. Desde luego, no solo hablaba inglés, sino que además actuaba como si fuese el jefe de todos los que había por allí y un tipo que sonaba bastante peligroso.

Mientras todo eso sucedía, Ofelia pudo comprobar que tanto Warren como Artie se encontraban dentro, pero desde allí poco podía averiguar sobre si saldrían pronto o no, o si tenían problemas.

Warren no podía apartar la mirada de aquellas figuras y cajas, hasta llegó a coger una de aquellas pequeñas estatuas y se la guardó, una bastante pequeña que le cupiera en el bolsillo. El mismo bolsillo del que sacó un cuaderno y lápiz en el que garabateó rápidamente los nombres y direcciones que había en aquellas cajas.

- Deberíamos dejar abierta la trampilla del suelo. Así podremos salir por ahí con rapidez si lo necesitamos. – comentó mientras seguía revisando las cajas tratando de poner algo de cordura en aquella sin razón.

Aquel lugar estremecía el alma del detective. Tenía la impresión de que algo muy malo se encontraba en el interior de aquella sala. Sin embargo, algo le llamaba a seguir investigando. Necesitaba saber a dónde llevaban todas aquellas pistas. Necesitaba resolver el caso. Habían ido muy lejos y no podían detenerse en esos momentos. 

Artie sacó su cámara de fotos e inmediatamente empezó a fotografiarlo todo. Necesitaba un soporte material para recordar todo aquella y cotejarlo más adelante con libros sobre cultura antigua, de ocultismo o satanismo. 

Una vez fotografiado todo, Artie decidió simplemente hacerse con todas aquellas cajas. Al menos con todas con las que pudiera cargar sin dificultades. La idea de Warren de dejar abierta la trampilla era buena. Tarde o temprano les iban a descubrir y toda vía de escape alternativa era buena idea. 

- Si. Abramos esa trampilla y... - Miró las escaleras que ascendían. - Veamos que hay allí arriba. - Se acercó a las viejas escaleras. - Tenemos que salir de aquí cuanto antes. - Sentenció intranquilo.

La distracción estaba saliendo a la perfección, pero con la aparición de lo que parecía ser el jefe, la situación podía complicarse en un momento, y más teniendo en cuenta que el hombre se encontraba armado. El problema estaba en que sus dos compañeros aún estaban dentro y no sabía cuanto iban a tardar en salir. 

Oh, no queríamos molestar- contestó- pero hemos visto a estos dos caballeros y queríamos que nos indicarán donde ir a una bonita tienda de zapatos. Quizás usted si pueda ayudarnos e indicarnos la dirección.

Warren aprovechó todo lo que pudo aquella visita, anotando las direcciones y los nombres que había visto y también prestando especial atención a todo lo que había a su alrededor. Sus conocimientos en arqueología le permitieron identificar objetos de origen variado, como chinos, japoneses, indios, africanos y polinesios, además de otras que resultaban extrañas e incomprensibles.

Artie, por su parte, tardó en reaccionar ante las imágenes y formas grotescas que estaba viendo. Fotografió buena parte de aquellos objetos, aunque tuvo que hacer un esfuerzo enorme por mantenerse en pie y observar todos aquellos objetos a través de su lente. Por desgracia, cuando intentó abrir la trampilla no lo consiguió. Estaba bien cerrada. Así que únicamente les quedaba subir por las escaleras, así que decidieron hacerlo, al ver que no conseguían nada más allí.

Nada más subir llegaron a un pasillo que parecía conducir a un conjunto de oficinas. A mano derecha había lo que parecía ser una sala de recepción, por lo que podíais ver desde donde estabais, aprovechando que la puerta estaba abierta. Más adelante había otras dos habitaciones, pero estas cerradas, y el pasillo parecía terminar en una gran sala u oficina principal.

Aquel hombre que acababa de llegar no solo hablaba a la perfección su idioma sino que parecía tener muy claras las cosas y su tono... era amenazante, o eso me pareció a mí.

Me dio la sensación de que era alguien de quien asustarse, y no solo porque estuviese armado.

Anna reaccionó con rapidez, intentando convencerle de nuestra historia. Yo me agarré a ella y procuré sonreír, aunque noté que ya no me salía todo lo natural que antes, quizás porque el miedo había hecho su aparición antes de lo esperado. No obstante, debíamos entretenerlos todo lo que pudiésemos, por el bien de nuestros compañeros.

-Sí, porque usted sí que nos entiende. Estos hombres no solo no hablan nuestro idioma sino que solo dicen "malchal, malchal". Ya podrían haber aprendido algo más de vocabulario -le dije, reuniendo el valor que me quedaba.

El hombre sonrió al oír a las dos mujeres, y miró a su alrededor, como si buscase algo, viendo entonces a Li que regresaba más deprisa de lo normal hacia donde estabais y se detenía a mitad de camino al ver la situación.

-Señoritas, estos hombres están aquí para guardar este lugar. Es su única función. Aquí no hay zapaterías porque esta no es una zona comercial. Si lo que buscan son tiendas, será mejor que lo hagan cerca de la zona del puerto, en donde hay locales para extranjeros. Sin embargo, si están perdidas, les invito a entrar en las oficinas. Llamaremos a un taxi para que vengan a recogerlas -os dijo, haciéndose a un lado y señalando a una de las puertas que había más cerca, mientras sonreía sin parar.

Para entonces, Li se había ocultado de la vista de todos y se dirigía a reunirse con Ofelia.

- Artie, ve a ver si puedes abrir esas puertas. Yo voy a echar un vistazo mientras en la recepción. – le informó. Quizás había un listado de algo que… ¿no entendería porque estaría en chino? Pero se habían arriesgado mucho por entrar aquí y no estaba seguro de si era suficiente lo que llevaban. A unas malas quizás podría encontrar algo de plástico donde guardar la libreta y la cámara de fotos por si necesitaban saltar al río desde una ventana.

Artie asintió. No sabía si se estaban arriesgando demasiado. No quería volver a salir a tiros de un lugar donde no eran bienvenidos, pero a fin de cuentas, la curiosidad y el ansia por descubrir lo oculto eran grandes en él. 

Sacó su bolsa de ganzúas y se dirigió a una de las puertas. Enseguida comenzó a forcejear con la cerradura. Esperaba que Warren encontrase algo de utilidad y sobre todo, algo que satisficiera definitivamente si curiosidad y pudieran abandonar aquel peligroso almacén . 

Por suerte o por desgracia, la puerta no cedió. Podía seguir intentándolo, pero algo le decía que iba a costarle más de la cuenta y eso requeriría tiempo. Precisamente lo que no tenían. 

Ofelia miraba a un lado a sus compañeras y luego miraba hacia donde Warren y Artie se habían colado, sabía que no tenían demasiado tiempo pues el último tipo que había salido parecía que era el jefe. Escuchaba a medias toda la conversación pero le pareció entender el ofrecimiento y tragó saliva esperando la reacción de ellas.

De manera disimulada empezó a andar hacia el lugar donde se habían colado para tratar de avisarles con algún silbido disimulado o tirando una piedra por la ventana.

Estaba todo al límite de romper la cuerda.

Artie preparó sus herramientas para abrir una de las puertas. La condenada parecía no reaccionar a sus esfuerzos hasta que simplemente giró el pomo y se abrió, no porque él hubiese logrado "romper" la cerradura, sino porque nunca había estado cerrada. Para su fastidio, era tan solo una pequeña oficina con una mesa, una silla y poco más. Parecía pertenecer a algún auxiliar o ayudante y no contener nada de interés. Al lado había otra puerta y en este caso se trataba de un simple aseo.

Por su parte, Warren siguió adelante aprovechando que el pasillo proseguía, y llegó a lo que parecía ser la oficina principal, con una mesa escritorio sobre la cual había lo que parecían ser documentos varios, algunos de ellos enrollados como si fuesen alguna clase de mapas o algo así, libros varios de escritura y papeles acumulados en una estantería que había detrás de la mesa.

En el suelo, en una esquina, había también una caja de caudales y al lado, archivadores llenos de papeles.

Averiguar de qué iba todo aquello iba a requerir algo de tiempo y seguramente más manos.