Partida Rol por web

- La verdad es que desde hace años no. Antes había un motel, pero acabó cerrando. se extraña pues parece que nadie le ha preguntado algo similar en mucho, mucho tiempo. ¿Pasar uno días dices?... pues tendrás que dormir en casa de alguno de los del pueblo. Viven en sus granjas y no se si acogerían a gente de fuera.

Sheila, la dependienta de ‘Reinhard’s Store’, no parece estar muy cómoda. Quizá no esté acostumbrada a que entre tanta gente de golpe en una tienducha perdida de la mano de Dios. Ella tiene su clientela habitual y con tanta gente parece que se agobia.

- Lo siento, tampoco quedan bares o tabernas. El único local en varias millas a la redonda es en el que os encontráis, aquí mismo vaya. Si quieren, tienen una nevera ahí al lado. Tengo algunos refrescos y cerveza, todo a 1$. - aquí parecía sentirse más cómoda hablando. - Y si quieren licores, tengo algo en la trastienda. - dice respondiendo a Terry, para ausentarse durante un minuto...

Regresa con un par de botellas al cabo del rato. No son gran cosa, pero menos es nada. La de ginebra marca 15$ y la de whisky 20$. Al parecer, por su gesto aquí no sirven copas, únicamente venden la botella entera. 

Entonces oís el sonido de un motor. A más de uno se le iluminan los ojos ¿El conductor había conseguido arrancar el autobús? Por desgracia pronto os dais cuenta de que el sonido no es para nada el de vuestro medio de transporte. Parece ser el de una moto aparcando en la parte exterior. La luz del un foco atraviesa los cristales de la tienda molestando a la vista, para finalmente ser apagadas junto al ruido característico de los tubos de escape que retumbaban.

Tardáis unos segundos en adaptar la vista tras la molesta luz del faro delantero. Veis como hay dos ocupantes, uno se baja mientras el otro se quita el casco y le dice algo que desde el interior no podéis oír. El que iba de paquete, mucho más bajito todavía no se ha quitado el casco... 

Estaba ilusionada por pasar un fin de semana con Brian, pero no podía quitarme de la cabeza haber tenido que mentir a mis padres.

A ellos, Brian no les gusta nada para mí, dicen que me merezco a alguien mejor, con menos pajaritos en la cabeza y que me quiera de verdad. Quizás mis padres tengan razón, Brian es el típico chulito que tira los tejos a cualquier tía que se le ponga por delante.

Pero...por ahora, parece que nos va bien: salimos juntos, echamos unas risas, compartimos aficiones y, en ocasiones, también la cama.

Lo que más me gusta de acompañar a Brian a la concentración de moteros es que siempre hay jolgorio, cervezas y una comida abundante. Lo que menos, que debido a mi anemia y mi estado debilucho, siempre que viajo acabo mareándome. Y esta vez, no iba a ser menos.

Mientras iba subida en la moto, agarrada con fuerza a Brian noté como me empezaba a dar vueltas y vueltas la cabeza.

Mierda...me estoy mareando.-pensé. Ni siquiera el aire fresco que me iba dando en la cara aliviaba mi mareo ni las ganas de vomitar.

Tuvimos que parar, y yo tuve que aguantar la mala cara de Brian por haber tenido que desviarse del trayecto.

Paramos en un pueblucho de mala muerte, que a mí me daba igual, yo lo único que quería era entrar al servicio, echarme agua en la cara, tomarme el hierro y pillar algo para comer que me quitase el mareo.

Al bajarme de la moto, escucho que Brian ya me está metiendo prisa y como no, encendiéndose un cigarro. No hay nada que odie más que el tabaco, pero a él por más que le digo que lo deje, le da igual, está obsesionado.

-Sí, tranquilo. No voy a tardar.-dije con molestia.

Rápidamente me quito el casco y me lo cuelgo en el brazo. Hago levantarse a Brian de la moto para coger mi bolso donde llevo dinero para comprarme algún tentempié y me dirijo hacia la puerta de la tienducha, buscando al dependiente para que me de la llave de los baños.

Bobby en su timidez había estado callado. Ya habían sacado su juventud a colación y prefería pasar desapercibido. Al menos hasta que la situación lo requeriese y por momentos estaba empezando a arrepentirse de aquel embolado en el que se había metido:

-¿No tendréis un teléfono por aquí?- Preguntó tímidamente -No tengo cobertura en el móvil.

Morganne se acerca a la dependienta: Disculpe, ¿pasa mucha gente por aquí? Parece que están un poco aislados ¿éste es el único autobús que llega al pueblo? Lo digo porque el conductor dice que se ha averiado y no tiene pinta de que lo pueda arreglar.

-¡¿Veinte pavos por ese matarratas?!- exclamó escandalizado -No gracias, me las apañaré con una birra-.

Realmente prefería aquel brebaje a toda la cerveza del mundo, pero no iba a reconocer que no tenía dinero para comprarla.

Dejó el billete sobre el mostrador mientras observaba las caras de ¿decepción?¿preocupación? de sus compañeros. A él, aquel lugar perdido, dejado de la mano de Dios y sobre todo, fuera del alcance del jefe, le parecía estupendo.

- Vaya. - Dijo Ros torciendo el gesto al oír que sería difícil encontrar alojamiento. - ¿Le importaría indicarnos algún vecino simpático que usted crea que puede acoger a gente por un par de noches? - Preguntó amable.

Luego se volvió hacía el buffet que presentaba el local. No era nada apetecible pero tenía hambre y además se sentía obligada a comprar algo a la amable señora.

- Yo querría un refresco un trozo de pollo y una mazorca si es puede ser.

Christie se lo pensó sólo durante un escaso segundo y encaminó sus pasos hacia la nevera mientras confiaba su mala suerte de aquel día a una lata de cerveza de marca blanca. Fue entonces cuando la luz de una motocicleta iluminó brevemente cual faro el interior del local. Una vez el resplandor desapareció volvió a cerrar la nevera para dirigirse al mostrador y ,hurgándose en el bolsillo derecho de sus jeans, sacó un dólar arrugado para pagar a la más que aparentemente abrumada dependienta.

Acto seguido se quedó mirando al resto de viajeros, en especial a la chica con gafas que tanto interés tenía en pasar noche allí mismo. Puede que no fuera una locura al fin y al cabo, pero aún tenía fe en que el conductor pudiera solucionar algo o bien pudieran enviar otro transporte de sustitución.

La idea de Kenneth no era tomar una cerveza en aquel lugar, pero ya que algunos se animaron, acabó cediendo a malgastar un dolar.

- Mi dolar - dijo poniéndolo encima de la mesa.

Después de pasar varios segundos en la nevera buscando la más fría, finalmente encontró una al fondo. La luz cegadora de fuera no le dejó abrir la cerveza, llamando su atención.

- ¿Qué coño? Al menos parece que no estamos solos, a ver si pueden decirnos donde pasar la noche, no creo que el autobús esté arreglado pronto, la verdad... - comentó lamentándose.

Sheila no parece estar muy agusto con tantas preguntas.

- ¿Teléfono?... sí, hay un teléfono público fuera. responde al joven. Parece que si quiere llamar tendrá que rascarse el bolsillo.

- Aquí no suelen parar muchos autobuses y menos tan tarde. Y hablando de la hora... no tardaré mucho en cerrar la tienda. dice mirandose un sencillo reloj de muñeca. Aprovechen para comer algo del buffet, lo he preparado yo misma. Por lo que me cuentan puede que no tengan dónde cenar caliente ésta noche.

Es entonces cuando Terry suelta ese comentario que ofende a la dependienta. Ella acababa de ir expresamente a la trastienda a por las botellas. El precio de las mismas es justo y aunque no son de la mejor marca, tampoco es para llamarlo "mataratas".

En ese momento de incomodidad general entre los presentes, vuelve a sonar la campanilla de la entrada. Una chica joven con un casco de moto metido hasta el codo entra en la Reinhard’s Store. Tiene mala cara y se dirige directamente al mostrador...

Sheila mientras tanto atiende a los clientes de verdad, a los que le muestran educación y dinero con que pagar. Sirve un poco del buffet a Rosemary y le cobra tanto a ella como las dos cervezas de Christie y Kenneth.

Rosemary se da cuenta que, ya sea por descuido, omisión o enfado por lo de Terry, Sheila no responde a su pregunta.

- Yo tomaré un par de mazorcas y una botella de agua, por favor - dice sacando dinero de su pequeño monedero del bolsillo derecho del pantalón. El pollo le parece un poco grasiento para su gusto y no se atreve a tomar cerveza por si el autobús arranca de nuevo y la ruta le hace vomitar, de ahí que pida agua embotellada.

Se gira cuando entra la motorista y la mira extrañada al ver su mala cara, se pregunta si Sheila le dejará usar el baño o cerrará la tienda y los dejará a todos en la calle.

Poco estaba tardando Bobby en arrepentirse de aquella decisión tomada, estaba en medio de ninguna parte, con apenas un puñado de dólares. Rodeado de extraños y con unas perspectivas futuras nada halagüeñas. Aquello distaba de cualquier aventura romántica que pudiese haber visto alguna vez en una película.

Debía solucionarlo mientras aún hubiese solución y eso pasaba por volver con el rabo entre las piernas. Sus piernas temblaban conforme se acercaba a la cabina que le habían indicado, su nerviosismo se había contagiado a sus manos a las cuales les llevó un rato atinar para conseguir meter su dólar por la ranura.

Entonces marcó el teléfono de casa. Con suerte sólo le caía una bronca fuerte.

Sales al exterior, está oscureciendo. Allí fuera hay un motorista iluminado apenas por el fulgor de un cigarrillo recién encendido. Te mira sin decir palabra mientras te acercas a la cabina telefónica. Te das cuenta de golpe que se te han bajado todos los humos que pudieras tener.

Metes las monedas con pulso tembloroso y vigilando de reojo, pero parece que algo no funciona. Estas en el exterior de la tienda intentando llamar a casa cuando Bernie, el conductor, se comienza a acercar a ti...

- Esa máquina tiene truco chaval. Hay que darle un "toque" para que funcione. te dice mientras hace un gesto para que te apartes.

-Joder, este tío da un mal rollo. Debe ser amigo de la de antes.- Resolvió al ver a aquel extraño motorista que aguardaba en el exterior. Tal era su estado de nerviosismo que si en algún momento tuvo alguna duda de lo que estaba por hacer, todas las dudas se disiparon.

El teléfono no iba y no tardaron en aproximarse a la cabina. Aquello era demasiado extraño e incómodo…

Christie suspiró resignada. Habrá que comer algo, pensó al escuchar la, para ella, mala noticia de que seguramente tendrían que hacer noche por allí cerca vete tú a saber dónde.

- En ese caso tomaré algo de ese pollo - dijo finalmente tras dar un trago a la cerveza - cóbrate por favor - y volvió a rebuscar en su bolsillo unos cuantos pavos para pagarle.

Pensó en preguntar al conductor por la posibilidad de dormir en el autocar, pero el recuerdo del incómodo asiento fue suficiente para quitarse esa idea de la cabeza.

- Disculpa - volvió a dirigirse a la dependienta - ese motel del que hablas, ¿queda muy lejos?

Kenneth se había quedado mirando a la chica que acababa de entrar, mientras echaba un trago a la cerveza. Por un momento pensó en preguntarle si era del pueblo, pero parecía estar también de paso en aquel lugar.

Volviendo al mostrador desde la nevera, sacó un billete de 5$ y lo puso encima de la mesa - Pillaré algo del buffet, cóbrese - dijo mientras se servía una pieza de pollo.

- Dijo que ese motel estaba cerrado - contestó a Christie - Ir a buscar vecinos en las granjas que nos dejen dormir parece complicado... Pero propongo ir a intentarlo, están a menos de media milla. Dormir en el autobús no parece un gran plan.

Mientras se comía aquel rancio trozo de pollo, permanecía apoyado en la pared, esperando a que la última en llegar hablara, intentando escuchar lo que iba a decir.

Christie se acercó a Kenneth mientras ambos picoteaban del buffet a la par que le decía algo en un tono más bajo.

- Bueno... ¿y? Sigue siendo un motel ¿verdad? Prefiero eso a tener que visitar granja por granja esperando que alguien nos abra las puertas de su casa. - Tomó otro trago de su lata de cerveza ya casi vacía - ¿Acaso tú acogerías a un grupo de desconocidos que llegara así de golpe?

Terry apuró de un trago su cerveza y miró de reojo la comida que les ofrecía la tendera. Todo tenía una pinta horrible, pero viendo lo sensibles que eran todos por allí prefirió no hacer ningún comentario.

-Seguro que cualquier granjero está deseando alojar en su casa a un desconocido que aparece en plena noche. Suerte con eso...- dijo contestando a la propuesta del chico de camiseta amarilla, el tal Kenneth. -Yo me quedaré con mi buen amigo Bernie. Tal vez consiga convencerle de apostar unos cuantos pavos en las World Series o en la SuperBowl-.

Después se dedicó a observar a la chica que acababa de entrar en la tienda. Por su cara no había tenido un dia mejor que el suyo.

Kenneth no pudo evitar sorprenderse ante las palabras de Christie. Él estaba huyendo de los prestamistas y lo que menos quería hacer era llamar la atención cometiendo un posible delito, pero realmente las opciones de que alguien en una granja les dejara pasar.

- Ya... - le contestó escuetamente, sin apenas decir nada pero dándole la razón con sus gestos.

En el fondo le parecía la mejor opción.