Partida Rol por web

En unos aposentos cercanos, oyes un grito de mujer pidiendo auxilio y llamando a la guardia.
 

El hombre te agarra el brazo con el que sujetas el atizador antes de que puedas golpearle y trata de taparte la boca con la otra mano para que no grites, pero la aparta con un grito de dolor a causa del mordisco que le has dado. Furioso, te da una bofetada y te tira al suelo, el atizador se te escapa de la mano y cae a medio metro de tí. El ladrón se encara hacia tí, claramente enfadado, se arrodilla encima de tí y te agarra del cuello con las dos manos para intentar asfixiarte.

-¡Socorro! -Grito, de nuevo. Siento el sabor de su sangre en mi boca, y tengo ganas de vomitar, pero tengo que hacer que me escuche alguien- ¡Socor...!

Una bofetada me tira al suelo, completamente aturdida. Me pita un oído, y por unos instantes tengo que parpadear para recordar dónde estoy. El atizador. Este hombre me va a matar. Intento arrastrarme hacia la vara de hierro, pero de inmediato unas manos me agarran del cuello desde atrás. 

Me va a partir el cuello. No puedo creer que vaya a morir así. 

Creo que esta es la definición exacta de ironía.

Salgo de mi estancia rápidamente en dirección a la puerta de la que salen los gritos, entrando en ella tras llamar a la puerta, más por reflejo que por propia intención.

Sir John Dilheen entra en la estancia desde la que ha oído los gritos, la cual reconoce como la del herido conde John Moore. Al abrir la puerta, se encuentra con un hombre vestido de criado de rodillas sobre un mujer tumbada en el suelo, ahogandola con las manos, y un montón de joyas varias dispersas por el suelo. El agresor se gira al oír entrar al noble, lo que aprovecha Ibb para asestarle una patada en sus partes sensibles y escapar arrastrandose del hombre mientras intenta recuperar la respiración. El atacante agarra un atizador al rojo que había tirado en el suelo y se pone en pie, pero el dolor repentino lo fuerza a dejarse caer de rodillas en el suelo y llevarse ambas manos a la zona herida, incapaz por el momento de hacer otra cosa.

Los dedos de este malnacido se me clavan en el cuello como garfios, impidiéndome hablar, pensar, respirar, o hacer nada más que dejarme llevar por el pánico. Inmovilizada contra el suelo, me siento completamente indefensa, mientras las venas de mi cuello se hinchan, y un dolor insoportable se extiende por todo mi pecho. El dolor de la agonía por asfixia. Un par de lágrimas se precipitan desde mis ojos, cuya visión ya se ha llenado de manchas negras.

No puedo creer que vaya a morir así.

A punto de perder el conocimiento, casi ni me doy cuenta de que se ha abierto la puerta frente a nosotros. Sólo noto un movimiento, y que las manos del bastardo ladrón han aflojado su presa sobre mí debido a la sorpresa. Mi boca se abre todo lo posible, intentando inspirar todo el aire robado durante esos segundos que se me han hecho horas, al tiempo que parpadeo, tratando de ver el rostro de mi salvador. Sin embargo, el ladrón sigue sosteniéndome por el cuello, y con una sorprendente claridad animal, de pura supervivencia, decido alargar una pierna para golpearle. 

Sólo entonces es cuando me veo totalmente libre, y comienzo a arrastrarme hacia la salida, incapaz de pronunciar palabra debido aun doloroso ataque de tos. Me arde la garganta.

-¡Corre!-grito a la joven haciendo una señal para que me siga, para escapar mientras el atacante se recupera del golpe recibido

Aprovechando que su atacante estaba recuperándose de la dolorosa patada que le había propinado, Ibb consigue ponerse en pie detrás de Sir John Dilheen. Pero en ese tiempo, el ladrón también volvió a levantarse, cogiendo de nuevo el atizador y encarandose ahora con el noble. Visiblemente enfurecido, carga contra Sir John esgrimiendo la vara de hierro, cuya punta al menos ya casi se había helado.

El ladrón esgrime el atizador con las dos manos, golpeando a Sir John en los brazos cuando esté los alza para proteger su rostro del golpe. El dolor es intenso pero no parece haber nada roto. El hombre se dispone a atacar de nuevo, pero una pareja de guardas, atraidos por los gritos, aparece de repente y al ver lo que ocurre se dirigen a toda prisa en ayuda de Ibb y de Sir John. El atacante arroja el atizador y echa a correr por los pasillos, perdiéndose tras una esquina, siendo perseguido de cerca por los guardias.

Cuando el ladrón ha estado a punto de partirle la cabeza al sir hubiese gritado, pero sigue doliéndome muchísimo la garganta, así que me conformé con utilizar toda mi fuerza de voluntad para ponerme en pie y avanzar hacia la puerta con toda la celeridad que mis piernas temblorosas me permitían. Afortunadamente, y por intervención divina, parece que unos guardias han escuchado nuestros gritos, y acuden a nuestro rescate. Sólo me permito respirar hondo cuando observo que el atacante se pierde al final del pasillo, seguido de cerca por los hombres armados.

Es entonces cuando suelto un largo suspiro que se torna en sollozo. Dirijo una mirada hacia sir John Dilheen, quien parece tener los brazos doloridos, e intento dedicarle algunas palabras de agradecimiento; sin embargo, mi tono aún es el de un gato estrangulado, así que directamente alargo los brazos y le abrazo. En contacto con su piel, no puedo evitar echarme a llorar. He pasado muchísimo miedo, pensaba que iba a matarme de verdad. Pensaba que iba a matarme, y nadie encontraría mi cadáver hasta el día siguiente, y entonces nadie sabría qué me habría pasado. 

Me tiembla todo el cuerpo, en parte por la tensión acumulada, y en parte por los sollozos, así que estrecho mi abrazo, para sostenerme contra el cuerpo del noble.

Uthor, como siempre es de pensamiento lento y tarda un rato mientras da sorbos al vino y mira al fuego, antes de responder.

- Mañana veré por la tarde a Lord Ivan O'Conell y a Sir John Dilheen, al tal Edmund hazle saber que tendré tiempo para él, pasado mañana con un poco de suerte- se gira hacia su capitán de la guardia- Kurr, alguna sorpresa siempre tengo preprarada por si alguien intenta lo impensable, pero agradezco tu preocupación- cojo la daga y la dejo sobre la mesa- la mantendré cerca, en cuanto a la armadura, tengo que seguir en mi línea Kurr, entiende que no puedo temer a mis subditos, pues todo lo que hago es por ellos, no voy a tomar medidas externas que sean demasiado ostensibles. De lo demás, tengo que meditarlo con la almohada.

Con todo lo luego dicho, se levanta y acompaña a Kurr hacia la puerta dando por terminada las novedades, en un acto de confianza en su capitán le pasa el brazo por encima.

-Kurr, has hecho tu trabajo bien y de forma eficiente, quiero decirte en persona, que una vez acaben estas celebraciones, si no hay mayores complicaciones, tengo preparado un regalo de despedida- casi sonríe- no me mires así, te has ganado un merecido descanso, quiero que tengas una vida tranquila y solucionada, el mayor problema será encotrarte un sustituto, vete pensando donde te gustaría vivir y como suena el título de Barón.

-¿Barón? -No daba crédito a lo que escuchaba. Habiendo nacido como plebeyo, recibir un título nobiliario era mucho más de a lo que podía aspirar-. Suena bien. Os lo agradezco, Majestad. -Me llevé el puño al pecho e hice una leve reverencia al monarca.

Aún impresionado y sorprendido ante la revelación, abandoné los aposentos del rey Uthor con paso firme para dejar descansar al monarca.

Barón Kurr. Me gustaba como sonaba.

Suspiro con alivio cuando veo aparecer a los guardias por la puerta, haciendo huir al atacante.

-¿Se encuentra bien, señorita?- Pregunto mientras doy la vuelta para mirar a Ibb quien a modo de respuesta me abraza llorando. -  Bueno, tomaré eso como un si...

Tras unos pocos sollozos, y pasado el susto del ataque, empiezo a ser francamente consciente de dónde estoy, y lo que estoy haciendo, así que retiro mi contacto con celeridad.

-Disculpadme, sir -me limpio las lágrimas, avergonzada. Aún me duele la garganta, pero he recuperado el habla por fin.- Os estoy muy agradecida, pero eso no es excusa para tomarme esta familiaridad. 

Mis mejillas se encienden con el fulgor de una manzana madura, y me recompongo la ropa como puedo, un poco rota después del forcejeo. El botín de ese bastardo aún está desparramado por el suelo, y lo miro de soslayo, antes de dirigirme de nuevo hacia el noble.

-Deberíais retiraros a vuestros aposentos. El castillo no estará seguro hasta que ese ladrón sea capturado, y debéis comprobar que no os ha sustraído nada a vos. Yo iré de inmediato a dar parte al rey.

Mientras hablo, me aproximo al conde, aún postrado en la cama, para comprobar que ese malnacido no le ha hecho nada. Parece que sigue inconsciente, así que estiro de las mantas para cubrirle hasta el pecho, con delicadeza. Aún me tiemblan las manos, y me siento ridícula intentando recuperar la normalidad después de un ataque así, pero ¿qué puedo hacer si no? Si vuelvo a pensar demasiado en el tema, en el miedo que he sentido y en lo indefensa que me encontraba, volveré a llorar. Respiro hondo, despejando mis ojos de las lágrimas.

-Le contaré al rey lo valiente que habéis sido.