Tras hablar con el grupo y dejar que decidan me aparto un momento, sola hacia mi padre, el Rey, he de informarle de algo, normas del decoro, y yo nunca faltaría en eso. Asi que me acerco a él y le susurro, la reina también puede oírlo.
- Padres, he de pediros disculpas pero debo abandonar un momento esta maravillosa fiesta por sentirme algo indispuesta debido a mis apretados ropajes, ya sabéis madre, los corsés a veces aprietan demasiado. Si continúo así en cualquier momento noto que me va a faltar el aire. Para ello me acompañará Eleanor, mi querido hermano ha insistido en acompañarme también, para no dejar a dos damas solas por los pasillos y quizás Lady Katherine venga también a ayudarme. Si no os oponéis, en un momento, ya pudiendo respirar adecuadamente, volveré.
Os dedico la más sincera de mis sonrisas.
He ido un momento a pedir permiso a los Reyes xD
Con padre nunca se sabe xD
El tono del rey al dirigirse a la Reina no es alto ni bajo, en un tono que cualquiera de la mesa "real" puede oir.
- Tengo un mal presentimiento mi señora, será la edad que cada año que pasa soy más desconfiado. Miro a todos estos señores y sólo veo lisonjas repetidas, oídas todas hace años. Un cuento repetido y aburrido- bebo de mi copa de vino- puede que no sea un presentimiento, si no un anhelo de que algo pase.
En cuanto a lo del maestre.
-Ese viejo chocho ¿Como se llamaba? ya hace tiempo que no tengo conversación interesante con él. En una mesa separado, ni con el pueblo, ni con la familia, ¿Donde se cree él que encaja? espero que no piense que es mejor que yo- lo vuelve a mirar con recelo.
Enzo sonrió al escuchar la petición de la joven noble.
-Milady, no conoceréis jamás a nadie que sepa relatar tantas historias de tema amoroso como el bueno de Enzo.
Sin embargo, antes de poder siquiera levantarse para ir al centro de la sala y comenzar su actuación, la Princesa Elizabeth y su doncella se acercaron a ellos. Al parecer la Princesa tenía asuntos que resolver y que requerían de la presencia de su hermano. Al escuchar las palabras de Elizabeth, el bufón se levantó y tomó la mano de la princesa con delicadeza para dejar un ligero beso, apenas un roce de sus labios, en el dorso de su real mano.
-Mi Princesa, de sobra sabéis que podéis contar con vuestro leal bufón para lo que necesitéis. Sin embargo, debo reconocer mis limitaciones en lo que respecta a ciertos temas y si vos consideráis que no os seré de gran ayuda, será mejor que no os estorbe.
Dicho esto, Enzo volvió a sentarse en la mesa.
-Id pues a resolver los asuntos que tengáis que atender, Altezas. Para cuando regreséis tendré preparada la historia que Lady Katherine me ha pedido que relate.
Y además le daría tiempo a terminar de comer. Un plan perfecto.
Enzo ya no modera tanto el tono, así que edito para que le oigan todos los que están en la mesa.
Cuando llega Kurr chasqueo la lengua.
-Kurr, por el amor de todo- le dice para que se levante- tu marcialidad deja en verguenza al resto de invitados, mientras dure los festejos, no hace falta que hagas reverencias cada vez que te llame. Quiero que cojas una silla y te sientes a comer con nosotros, este banquete es para todos mis subditos y pienso que tu eres de los que más se lo merece. Cuando acabe podrás volver a tu puesto.
Quiero darle a enteder que puede aflojar el trato estricto. Hemos pasado mucho tiempo juntos y estoy cómodo en su presencia.
Por último se dirige a su hija, que pretende una escapa de jóvenes con una excusa de lo más mala. ¿Se piensa que los años me han pasado factura o sólo me toma por tonto? No habla en susurros como hace el resto, él es el rey.
-Si te han puesto mal el corsé puedes irte, por supuesto,pero se castigará a tu dama de compañía pues es su única función- no miro a mi hija, sigo con la mirada al frente bebiendo de mi copa- un latigazo por cada minuto que faltéis a vuestro deber de estar en tu puesto- ahora la miro de reojo, desafiándola- Si crees que puedes aguantar, sientate y deja de molestarme.
Tiene un reloj de arena cerca suyo, pues lo usa para varias cosas que sólo el rey sabe. Quiere que las cosas salgan perfectas, ese reloj de arena suyo es temido por todo el mundo. Lo gira.
-El tiempo corre- Su frase favorita-decide.
Mi cara se transforma en una mueca de horror al oir las palabras de mi padre, el Rey.
- Padre, ¿no lo diréis en serio?, de verdad, no podéis entender lo que se siente al llevar este corsé, el problema no es del trabajo de Eleanor, su trabajo es perfecto, es que he escogido uno demasiado, estrecho, no puedo comer y apenas si puedo tomar vino. Madre puede deciros que se siente, veamos querido padre, imagináos que tenéis un cilindro alrededor del cuerpo y este cada vez os aprieta más... Si vais a golpear a mi dama, me niego a abandonar la sala, pero no dudéis en que en cualquier momento caeré desmayada.
Mi mirada es de súplica.
La Reina se yergue, y pronuncia con calma las siguientes palabras, sin mirar directamente al Rey ni a su hija.
- De ninguna manera deberíamos permitir que la Princesa prive de esta forma de su presencia a nuestros invitados.
- No sólo causaríamos una mala impresión, sino que además su Majestad podría parecer el hombre débil que nunca ha sido, al avenirse a un capricho repentino de su prole.
Ahora, la Reina Anne mira a su hija con expresión de infinita dulzura.
- Elizabeth, Liz, hija mía amada; sabéis que no podéis colocar a vuestro padre en esta tesitura tan amarga.
- Por el bien del Reino, por el respeto y el amor infinito que profesáis a vuestro señor padre, y por la prudencia que siempre os llama a escuchar a vuestra madre que tanto os quiere, debo pediros que aguantéis, y pedir a Dios que os dé la fuerza para soportar vuestra carga.
- Un Reino no sólo se gana por la espada, y, hasta a una dama como vos, es dado exigirle a veces que sea valiente y fiera como el más temible de los guerreros. Sentaos a mi vera, y no hagáis una escena ante nuestros invitados.
- En cuanto al viejo erudito - tercia dirigiéndose a su esposo - ¿No es menos cierto que los poderosos tenemos la obligación moral de proteger a los sabios? Es voluntad divina, daros la espada con la que proteger a quienes sostienen la linterna, mi señor.
Anne sonríe a su marido con ternura.
- El pobre viejo pasa la vida entre tomos polvorientos, y eso le vuelve huraño. Tal vez la solución sea mandar que se siente a nuestra mesa, ¿no creéis, amado mío?
La Reina hace un gesto al Maese, invitándole a acercarse a la mesa de los reyes.
Suspiro, parece que no tengo mucho más que decir.
-Queridos padres, comprendo vuestra postura, sabéis que soy llaga primera en seguir el protocolo, si he llegado a pedir permiso es porque no aguantaba más. Sin embargo, aceptare vuestras palabras, pero por favor, tened a bien abrirme el corsé cuando de un momento a otro caiga al suelo desmayada.
Mi expresión denota mi derrota, vuelvo a mi sitio y me sumo en mis pensamientos...
Cuando llegue a casa lo edito :)
Se puede ver como vuelvo a mi sitio y me sumo en mis pensamientos mirando distraidamente a nuestros invitados. Sigo sin llevarme nada a la boca, pueden pensar lo que quieran pero esta vez lo que decía era cierto y no una excusa para abandonar tan célebre encuentro. Empezaba a faltarme el aliento...
- Toca un pelo de su cabeza y juro que yo misma os degollaré esta noche, vejestorio repugnante. - Se dice a sí misma Anne, pensando en su smada Eleanor azotada...
La princesa se nos acerca con su dama de compañía de la mano, hago una leve reverencia para recibirla. Parece que mi relato tendrá que esperar, pero no sería cortés despreciar una invitación de los príncipes. Además cualquiera que sea el problema que les atañe la dama parece muy distraída, demasiado para estar en la corte.
Por supuesto mi señor. Será un honor acompañaros.
Ois algo de la conversación que he tenido con mis padres los reyes, podéis deducir que prefieren que me desmaye a dejarme abandonar el salón. Por eso podéis verme afligida en mi sitio.
Vaya, así que el asunto que quería solucionar la Princesa era aflojar un poco su corsé… ¡Tenía gracia la cosa!
-Alteza, no deberíais enfadaros con vuestro real padre. Después de todo, su majestad no ha llegado al trono por casualidad y es por todos conocida su sabiduría y su buen juicio. El Rey sabe que, si llegara a darse el caso de que os desmayarais aquí mismo por causa de vuestro apretado corsé, no faltarían manos varoniles más que dispuestas a arrancároslo de cuajo a la primera oportunidad que se les presentase.
Enzo se rió entre dientes tras comentar aquello, pero rápidamente se le cortó la risa al observar la expresión afligida de la Princesa.
-Ruego que me disculpéis el desliz verbal alteza. ¿Puedo hacer algo por animaros un poco? No soportaría ver cómo la tristeza nubla vuestro rostro en este día festivo.
Sonrío un poco volviendo a la realidad al oír a Enzo.
-Oh, quizás me habéis entendido mal, no me he enfadado con mi querido padre, nunca lo haría, -al menos delante de él- e sólo que me falta un poco el aliento. Pero Enzo querido, siempre lográis sacarme una sonrisa, qué haría sin vos.
Te miro expectante, veamos con que me sorprendes está vez...
Solucionado el tema, vuelvo a guardarme mi reloj de arena en un bolsillo. Mientras asiento a la reina en su petición.