Partida Rol por web

A pesar de estar sentados a la misma mesa, el ruido de todas las conversaciones, la música y el parloteo incesante del capellán Aldous te impide entender de que están hablando exactamente los príncipes.

El rey está sentado, presidiendo la mesa principal. Come y pasea la vista por todo el comedor, no responde a saludos o brindis pero le gusta notar el pulso de la sala, quien se mueve de aquí y allá. Los que hacen las primeras amistades y que los sirvientes no estén holgazaneando.

Su vista se desvía hacia el Maestre que ha vuelto de sus quehaceres, ese viejo seguro que tiene problemas para retener la orina. De todas maneras luego hablará con él para recordarle que no se puede retirar sin su permiso en una recepción. Estoy pensando en contratar a otro más joven como me dé problemas, está senil, míralo, ahí comiendo sólo. Hace muchas cosas que no le gustan al rey.

Ve como se acerca a él Kurr. Le hace una seña a éste para que venga y deje al Maestre.

Mientras también se había fijado en aquel chico que trabaja en las cuadras, con todo el trabajo que debe haber y ya está el primero en la mesa. El rey se informará sobre él. Si no tiene trabajo, ¿para qué lo quiero en el castillo?

Tu mirada atenta recorre el salón sin dejar un solo lugar por escudriñar, pero nada parece fuera de lo común, simplemente ves gente celebrando. La fiesta acaba de empezar y es normal que en los primeros momentos simplemente se disfrute de la misma antes de pasar a otros asuntos.

Como apreciado miembro de la corte del Rey, el bufón ocupó un sitio en la mesa de la familia Real y sus allegados para disfrutar de las viandas que los criados servían. Sin embargo, a pesar de la abundancia que había en la mesa, Enzo eligió comer más bien poco. Que en el fondo no era idiota y aún se acordaba de su época de aprendiz, cuando se puso a practicar volteretas y cabriolas con la barriga bien llena de asado con patatas y aguamiel. Desde luego, el espectáculo que quería dar durante la sobremesa a todos los presentes no era el de su comida volviendo al exterior por donde había entrado.

Sin embargo, por ligera que fuera la comida, Enzo no podía quedarse quietecito como un buen chico. Cogió unas pocas uvas de una fuente cercana y fue lanzándolas una a una hacia arriba para luego dejar que le cayeran en la boca con entrenada precisión. Al terminar la pequeña actuación, se quedó con los brazos extendidos y expresión orgullosa, como si estuviera recibiendo una clamorosa ovación.

A la mención del problemita de su hermana, el príncipe estalla en una carcajada que no resalta demasiado sobre el bullicio general, aunque si resultaría visible si alguien estuviese observándole.

No añade nada a la explicación de su hermana. Él era muy dado a bromear, pero ahí la respuesta era inmejorable. En su lugar, continuó por la inquietud de su hermana.

Me he fijado. Desde luego parecía que existía cierta familiaridad en el cruce de palabras. - Se quedó pensando - Es posible que el Maestre la confundiera con alguien del servicio. Sinceramente, creo que chochea un poco. ¿Le has preguntado a ella qué quería el maestre? - Se le ocurre una opción - ¿Quieres que intente averiguar si es motivo de preocupación? Puedo hacerlo discretamente.

En cuanto a su última cuestión.

Mmmh... si te digo la verdad, una idea ha cruzado mi mente, pero es aún prematura. Me gustaría sopesarla un poco antes de adelantar acontecimientos. - Le dedicó una sonrisa cariñosa a su hermana - No dejes estar localizable, por si acaso. Y no te preocupes. Es algo bueno.

Pero indícame si quieres que proceda de algún modo particular respecto a tu pequeña dama. No sufras, no estaba planteándome sonsacarle en la alcoba - bromea con su habitual mirada pícara - ya sabes que no mezclo negocios y placer.

La Reina percibe la preocupación de su esposo, y decide intervenir.

- Majestad, ¿hay algo que os turbe? ¿Algún pensamiento que os aflija?

- Todos nuestros invitados están disfrutando, y vuestra reputación se acrecienta a cada sorbo de vino y a cada bocado de estos manjares, así pues, ¿qué os preocupa tanto? No dejais de mirar al viejo Maestre...

Le doy una disimulada patadita a mi hermanito por debajo de la mesa por sus carcajadas ante lo que para mí, es un problema.

- La verdad, te agradecería la ayuda, no quiero que Eleanor desconfíe de mí, o que piense que la vigilo, es solo que... ¿qué podría querer el Gran Maestre de ella?, ya viste hacia quien se dirigía... En fin, quizás sea este maldito corsé que me hace ver cosas donde no las hay, puesto que no me llega bien el aire.

Tomo una uva de la mesa, por si alguien me observa, que todo parezca una conversación de lo más normal entre hermanos.

- ¿Una idea? Que peligro tienes, pero sí, para ti sabes que siempre estoy localizable... Estaba pensando en ir a mis aposentos dentro de un rato con Eleanor, pero quizás no sea acertado, te pediría que me acompañases querido, pero no creo que puedas ayudarme aunque - sonrío divertida - seguro que tienes experiencia desaflojando corsés...

Doy un sorbo al vino, cortito, como la dama que soy.

- Sin embargo, quizás me lleve a la mujer que se dirigió a mi en el salón del Trono, Lady Katherine creo que es su nombre, ¿qué opinas?. 
 

No te preocupes, me hago cargo. A ver si consigo averiguar algo. Creo que sé cual puede ser la persona indicada para esto. - Digo mirando hacia la mesa de los criados. - Sólo dame un tiempo para acercarme a pedírselo cuando nos levantemos a agradecer su presencia a todos los invitados. Creo que será cuando menos levante miradas indiscretas.

Se vuelve a reír con el comentario de su hermana y le responde bromeando.

Mira por donde, la persona de la que te hablaba seguro que estaría encantada de ayudarte en esa tarea. Hablando en serio. Creo que se podría ver como algo extraño que no te acompañase Eleanor. - Piensa un poco en el problema de su hermana y le propone una solución - Siempre puedes pedirle a Katherine que os acompañe a ambas con la excusa de enseñarle el palacio y una vez en la habitación fingir acaloramiento y pedir a Eleanor un vaso de agua. De ese modo no resultará extraño para nadie que os quedéis a solas con Katherine. Mucho menos para Eleanor, que sabe que un corsé apretado puede generar sofocos en la mujer que lo lleva. A veces incluso mayores que los sofocos que provoca un corsé desabrochado en un hombre que lo mira.

Se encoge de hombros.

Pero seguro que hagas lo que hagas será la mejor opción - Sonríe a su hermana con calidez.

- Me tienes en ascuas, ¿quién estaría encantado?, en fin, aceptaré tu consejo, permitiré que me acompañen las dos, si no están a otros labores... Cuando sienta que me voy a desmayar, y tras haber dado la bienvenida a los invitados me retiraré un momento... Por otra parte, ¿con quién te escaquearás esta noche? Hay muchas damas esta noche, seguro que alguna será la afortunada ¿verdad?. De hecho Lady Katherine, parece bastante interesante, quizás prefieras que te acompañe a tus aposentos en vez de a los míos...

Tras bromear un poco, cosa que me venía bien para relajarme, doy otro sorbito al vino. Siempre es agradable conversar con mi hermano, su opinión suele ser interesante, como en este caso, a veces me sorprende, que en esa cabecita suya no solo haya tiempo para pensar en féminas...

- Por quién me tomáis? - respondió el mozo a los susurros de Ibb en tono audible para el resto, y compuso un gesto de fingido malestar. - Así se hará - afirmó sin embargo, asintiendo con la cabeza.

Luego miró de nuevo el salón bullicioso, deteniéndose aquí y allá, y arrastró la balnqueta en la que sostenía sus posaderas, colocándose más cerca de Ibb.

- Relajáos, hermosura - se atrevió a recomendarle. - Vuestro semblante está tan serio como el de nuestro amado rey. Miradlo, veis cómo frunce el ceño y vigila todo el salón? Lo veis vos, Jarre? - buscó el acuerdo del muchacho, que comía a su lado.

- Él nos ha invitado, después de todo. Tal vez se esté arrepintiendo de haber sentado a la mesa a la servidumbre, pero parece que ya ha encontrado un blanco de su ira - los ojos del monarca se dirigían al Maestre, y y sabiendo que antes o después lo bueno siempre termina para todos, Edmund dio cuenta de un jugoso bocado de carne asada. - Mas para mí, mayor castigo es que vos nos neguéis esa radiante sonrisa vuestra, y así me marchito como una flor a la que niegan el sol cada mañana - declamó con alegría, y se aseguró de que las copas de todos estuvieran bien llenas.

Enarco una ceja ante las palabras de Edmund, pero no puedo evitar soltar una carcajada al final. 

-Cállate, tonto -replico, cubriendo mi sonrisa con una mano mientras alargo la otra para retirarle su propia copa- ¿tan pronto y ya vas borracho?

Sin embargo, sigo la indicación que me ha dado y miro hacia el rey, quien, efectivamente, tiene la misma expresión que si hubiese tragado un limón rancio. Y nos mira. Le dirijo una sonrisa cortés y asiento con la cabeza, como felicitándole por tan exitosa recepción.

Después, carraspeo, inquieta, mientras miro a mi alrededor. Parece que, efectivamente, esta velada está siendo un éxito. Decido entonces levantarme para comprobar que todo esté en orden en el resto del castillo.

-Nos vemos luego -comento, distraída, hacia Edmund, mientras me dirijo hacia la puerta discretamente.

Habrá tiempo para todo. Al fin y al cabo, la ruta hacia aposentos de palacio es la misma, mi querida hermana. - Da un sorbo a su copa de vino y añade con un guiño de complicidad. - No descartes que os acompañe durante el trayecto.

Aunque no temas, procuraré no dejarte a solas con Eleanor mientras no aclaremos tus dudas. De momento con que la dama conozca esa zona de palacio ya tendremos la mitad del camino recorrido.

Sin embargo, Dionysos sigue con la mirada fija en la mesa del servicio. Al cabo niega con la cabeza.

Me temo que voy a empezar a tener competencia si me descuido. Lo que me lleva a... - Cruza al fin su mirada con su hermana y le sonríe de nuevo - Confío en que los problemas con tu vestuario no os entretenga demasiado como para perderos mi actuación. No ha de pasar mucho hasta que saque a relucir mi querido violín.

Le sonrío divertida ante sus comentarios.

- Entonces hagamos una cosa, esperaré, evitando desmayarme, a poder deleitarme con tu música, ver como caen a tus pies todas las damas aquí presentes y me acompañas junto con Eleanor y Lady Katherine, si desean acompañarnos también ¿te parece?, yo veo un buen trato.

Seguro que la canción de mi hermano merecía la pena, se le daban muy bien los instrumentos, sobre todo para cautivar a las mujeres que quería conquistar, es decir, todas.

Cuando la Reina ve a Ibb mirando al Rey, no puede evitar quedarse mirándola, admirando la sencilla belleza de la muchacha.

- Que ese sucio palurdo pusiera sus pezuñas sobre una criatura tan deliciosa sería casi un crimen. - Se dice a sí misma la Reina.

-Nada me gustaría más que visitarle en su torre, Gran Maestre -respondí educadamente ante el ofrecimiento del anciano. Observé entonces que el rey Uthor me hacía un gesto para que me acercara-. Mucho que temo que tengo que atender a nuestro monarca. Ha sido un placer hablar con vos, Gran Maestre.

Advertí que el rey Uthor estaba haciéndome un gesto para que me acercara, por lo que, tras despedirme de manera educada del Gran Maestre, me dirigí con pasos presurosos hasta el monarca.

Al llegar frente al rey, hinqué una rodilla en el suelo y bajé la cabeza, en actitud de servidumbre.

-Majestad, ¿qué puedo hacer por vos? -pregunté.

No quiero que desfallezcas por mi culpa, además, ir a por el violín será una buena excusa para acompañaros. Mejor hagámoslo al revés. Primero tu problema y luego la diversión. Prometo esperaros si no os entretenéis demasiado - Le dice levantando la mano derecha y poniendo la izquierda en el corazón a modo de juramento exagerado.

Tras servirme un pedazo de carne asada y una copa de vino tinto, me sitúo cerca del señor O'conell y tras un gesto a modo de saludo le pregunto algo en voz baja.

- Vaya... diría que estais tan fuera de lugar en este sitio como yo. Tengo curiosidad acerca de que trae a un comerciante un comerciante a conseguir un lugar en el salón del propio rey...