Partida Rol por web

Invasión a Gea.

Capítulo 9. Objetivo Duartala.

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02/10/2017, 08:30
Nagaz

Se encontraban de nuevo a bordo del Triturador. Tras dejar atrás las verdes y frondosas selvas del centro de aquel continente y sobrevolar la cordillera de Hapteth el Grande se abrió paso ante ellos el denominado como Gran Desierto Austral. Frente a ellos se vislumbraban interminables kilómetros de desierto. Ese era el rumbo más corto hasta la capital roja.

Dunas y arena, arenas y dunas eran lo único que alcanzaba a ver su vista. En aquella zona de Gea Seyran castigaba con dureza a todo ser viviente, aunque eran pocos los que se aventuraban a vivir en un lugar como aquel. La visión de Seyran trajo recuerdos a la cabeza del constructo. Tuvo la suerte de no ser del todo consciente de los eones que pasó vagando por el espacio. Los mismo Antiguos que lo crearon dotándole de vida le traicionaron condenándole a las llamas abrasadoras de aquel inmenso astro solar. De no ser por la providencia haría eras que habría sido destruido, pero los destellos solares desviaron su trayectoria otorgándole la oportunidad de vengarse.

Fue cuando aquellos pensamientos recurrentes invadieron su mente cuando percibió una nueva molestia. El caudillo tocó a la puerta de su cámara privada y no tuvo más remedio que permitirle la entrada, pues aunque rara vez traía consigo noticias que fueran de su incumbencia había sido él mismo quien había solicitado su presencia cerca de una hora atrás. Necesitaba informes sobre el denominado Imperio Rojo, debía saber con qué clase de nación trataba antes de personarse ante su líder.

- Traigo conmigo los informes solicitados, mi amo. – Dijo Nagaz desde el umbral de la puerta.

- Adelante. – Respondió Chcath de forma escueta. - ¿Y bien?

- Verá, mi amo. El Imperio rojo es una nación fuerte. Una de las que abarca un mayor territorio de toda Gea, aunque lo cierto es que la mayor parte de este territorio es desértico. Es lo que ve bajo nuestro buque, un erial estéril. – Nagaz pronunció todo aquello sin apartar los ojos de los manuscritos que traía consigo. – No obstante, su capacidad demográfica es muy alta. Familias con muchos hijos, aunque la mortandad también es alta entre niños y los más ancianos. Son bastante religiosos y toda la nación es monoteísta. Adoran a Tot al que otorgan el sobrenombre de El Único. Consta de unas veinte ciudades grandes y a grandes me refiero que viven más de un millón de personas en cada una, aunque en Duartala puede que vivan siete u ocho millones. Es un feudo muy grande, mi amo. Si lo dominásemos… teniendo a Catán y a Sauk de nuestro lado Harvaka sería prácticamente nuestra.

El trasgo agarró un tubo portamapas y tras destaparlo sacó de su interior un plano de gran tamaño que desplegó sobre la mesa central de aquella estancia. Tras sujetar con cuatro pesos las esquinar de aquel mapa enrollado, señaló con el dedo la localización de Duartala, situada en el cabo más sureño del continente.

- Mire mi amo. – El caudillo señaló con su garra sobre el Imperio Nazcan al este del Rojo. – Entre Catán y el Imperio se encuentra este otro territorio. Los nazcan son una nación mixta, humanos y hombres lagarto.

Hombres lagarto. Aquella mención provocó que la atención de Chcath en lo que Nagaz le estaba contando se agudizase. Los hombres lagarto no eran una raza creada por los dioses primigenios. No eran una raza natural de Gea, eso lo sabía bien el constructo. Los hombres lagarto, al igual que los kobold y había sido una raza creada por mortales para servirles. Una raza que nació con el estigma de la esclavitud marcado a fuego en sus corazones. Una raza mucho más fuerte y adaptativa que los kobold y una raza que llevaba la misma firma, los Primeros.

- No son enemigos de Duartala y de hecho formaron parte de una misma nación hará unos… cuarenta años, medio siglo a lo sumo. – El caudillo trató de ojear los informes buscando la confirmación de aquella información pero al no encontrarla dio por válidos los datos. - ¡Mire, hay tres, cuatro sultanes! O tres… no lo sé. Lo que sí está claro es que Nazcan, el Imperio Rojo y Sundalla en el norte de Avidrain, el continente del sur de Harvaka, formaron parte de una misma nación hace no mucho. Les desunieron ciertas desavenencias, pero bajo su mando… - Nagaz sonrió. - …si pudo unir a kobold, gnomo y trasgo… - Hizo una nueva pausa para consultar el mapa. - Nazcan tiene territorios en ultra mar y una capacidad demográfica similar al Imperio Rojo. Unas once grandes ciudades componen este Imperio y su capital es Maugosia. Estamos a pocos días de allí, mi amo. Viene de camino, mi amo.

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03/10/2017, 17:03
Chcath

Chcath miró molesto a Nagaz. Ese maldito trasgo merecía que lo arrojasen por la borda. Desde su pequeño éxito en Sauk y los problemas en Chnobium se había vuelto audaz. Más de lo que su inteligencia le permitía. El golem miró al jefe de Chugo con una mirada aterrador y no dio ninguna respuesta.

Duartala era su objetivo. Las ciudades grandes tenían que ser las primeras en caer. Si los grandes imperios caían derrotados, los pequeños no tardarían en unirse bajo su mandato.

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04/10/2017, 08:44
Director

Nagaz se sintió pequeño, se sintió menospreciado y se sintió poco valorado. Había reunido información muy valiosa para su amo. Había sumado a su causa una poderosa nación guerrera y había pensado una manera muy efectiva de controlar todo el sureste de Harvaka. A cambio había sido duramente reprendido con aquella odiosa mirada de fuego y ni una respuesta recibió a cambio de su esfuerzo por parte de su amo. Por un instante creyó dinamitado todo el crédito que había adquirido en las últimas fechas, pero supuso que pese a todo Chcath había apreciado su idea de virar el rumbo hacia Maugosia. Era una buena idea sin duda y si su amo no la aceptaba seguramente sería meramente por orgullo.

El caudillo también permaneció en silencio y cuando se aseguró de que Chcath no miraba se hinchó orgulloso y de nuevo una mueca que simulaba una sonrisa conquistó su expresión. Estaba a la altura de lo que se esperaba de él. Se había convertido en un gran caudillo, el mejor caudillo que nunca antes había tenido Chugo. Chcath lo sabía tan bien como él. Ya no tenía miedo a perder la cabeza, pues era una pieza básica en el engranaje de la maquinaria de guerra de su amo.

Pocas jornadas más tarde la armada de buques voladores a las órdenes de Chcath se encontraba sobrevolando la capital del Imperio Rojo. Habían dejado atrás aquel inmenso desierto y las montañas que precedían a la costa y que marcaban un claro cambio climático y del terreno que bañaba el mar de los Eldar. Allí la vegetación era más abundante y las zonas húmedas una realidad.

El mar se abría paso ante el Triturador y a orillas de este se alzaba imponente aquella ciudad de inmensa envergadura. Desde las alturas se podía observa con claridad como aquella ciudad se dividía en diferentes zonas. Una zona portuaria, la cual se encontraba a nivel de mar. Era una zona muy amplia que recorría gran parte de la bahía. Allí las construcciones no eran demasiado altas y casi todas estaban fabricadas en madera. Ya en la zona marítima se encontraba un enorme embarcadero con hasta siete u ocho líneas de barcos al amparo de un dique artificial construido alrededor de un pequeño islote donde reinaba un faro.

En una segunda altura se había edificado una inmensa ciudad de intrincadas callejuelas y edificios de dos y tres pisos, incluso algo más altos en el centro de la urbe. Estas construcciones eran en piedra o adobe y miles de toldos multicolor ensombrecían las calles de aquella zona. Se pudieron diferencias también con bastante facilidad otras zonas más empobrecidas de la periferia y una zona más céntrica en la que las calles eran todavía más estrechas y los edificios más bajos y deteriorados que el resto, posiblemente se tratara de los suburbios. Hacia el oeste de la ciudad parecía encontrarse una zona comercial donde imperaban las fábricas y almacenes y una carretera discurría hacia el oeste acabando bastantes kilómetros en la lejanía en un pequeño puerto pesquero situado en una minúscula bahía.

Hacia el norte, una carretera discurría hacia un impresionante palacio blanco bañado por innumerables fuentes y jardines a su alrededor. Dicha carretera estaba rodeada por un sinfín de árboles frutales y por lo que se podía ver desde las alturas, bien vigilada por un sinfín de guardias imperiales. Sin duda ese palacio era la residencia del Emperador de aquella importante nación geasiana.

- ¿Cuáles son sus órdenes, mi amo? – Preguntó Nagaz rompiendo de nuevo el silencio y la paz que en ese momento gobernaba la mente del constructo. 

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04/10/2017, 17:17
Chcath

Nagaz era agotador como él solo. Se había visto obligado a viajar en el Triturador porque el Puño de Hierro estaba reabasteciéndose, pero ese era un error que no volvería a cometer.

Yo me encargaré de esto.

El golem no espero a que una barcaza lo bajara a tierra sino que al igual que hizo en Alejandría saltó desde el artilugio volador hasta tierra. Pero esta vez no cayó en medio de la ciudad sino que optó por seguir las costumbres de aquellas gentes cayendo frente a las puertas de Duartala.

Soy Chcath emperador de Chnobium, de Catán y de Sauk. Llevadme con vuestro señor.

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05/10/2017, 15:18
Director

Ante el gólem se alzaba una enorme puerta en forma de herradura cerrada a cal y canto por unas preciosas puertas de bronce con relieves que representaban motivos florares. La muralla que rodeaba toda la ciudad parecía estar totalmente cerrada y en cada una de las puertas se encontraba un nutrido grupo de soldados impidiendo el paso a las multitudes que allí se agolpaban.

Lo cierto fue que cuando Chcath aterrizó frente a las puertas de la ciudad no se dio cuenta de buenas a primeras de la gran cantidad de personas portando mercancías sobre animales de carga tales como, burros, camellos o caballos que se encontraban acampados en los alrededores. Por alguna razón parecía que los guardias tenían órdenes de limitar el acceso al interior de los muros de Duartala.

La llegada de Chcath causó un gran revuelo entre todos los comerciantes y viajeros que allí se habían reunido. Muchos chillaron, otros se escondieron. Se vivieron escenas de pánico entre aquellas pobres gentes. Las mujeres lloraban aterradas y también algún hombre, mientras que los niños se ocultaban tras las faldas de sus madres. Incluso los animales se vieron alterados haciéndose patente su nerviosismo tras la llegada del cosntructo. Algunos corrieron a refugiarse y la mayor parte de ellos se alejó de aquella mole de roca y fuego que acababa de hacer su aparición en escena. 

Un grupo de cuatro de aquellos soldados fue el que se acercó en primera instancia al recién llegado. Los guardias imperiales lucían su típico uniforme compuesto por una casaca roja y pantalones negros, capa blanca a la espalda y un fez rojo sobre la cabeza. Inmediatamente apuntaron con sus fusiles de avancarga y su amenazantes bayonetas hacia el constructo. Era evidente que la presencia de aquel ser caído de los cielos les tomó completamente desprevenidos y su creciente nerviosismo se hacía evidente a través de sus temblorosas manos y sus perladas frentes.

- ¡No se mueva! – Gritó uno de los guardias. Un joven esbelto que lucía un prominente y esposo bigote negro más acorde con un hombre de una edad más avanzada que con un chico como él que apenas superaba las dos décadas a sus espaldas. - ¡No se le ocurra ni mover un solo dedo! ¿Me has oído?

Chcath no reaccionó ante aquella amenaza, pero sin duda pasó por su cabeza una escena recurrente. El inicio de aquellas relaciones diplomáticas se asemejaba demasiado al que tuvo como resultado la aniquilación de la mayor parte de la población alejandrina y la destrucción de su ciudad. Fue en el momento en que fue a responder a aquel engreído soldado cuando otro algo más veterano cuyo cabeza empezaba a clarear se acercó al primero y posando la mano sobre su hombro para clamar sus ánimos, tomó la iniciativa.

- Disculpe a mi compañero, su majestad imperial. – Dijo al fin aquel soldado más curtido. – Hiasb es joven e impulsivo. – Hizo un gesto a los otros guardias para que bajaran las armas y se llevaran consigo al joven del bigote y eso hicieron. – Le dejaría pasar gustoso, pero espero que comprenda que no está en mis manos tomar una decisión de éste calado . Debo consultar con mi superior tales efectos. ¿Me concede eso? 

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05/10/2017, 17:12
Chcath

La situación tan familiar hizo que Chcath sintiera el impulso de avanzar sin cesar hasta encontrar al rey de esa ciudad, pero el golem reprimió su impulso. A fin de cuentas, estaba de misión diplomática. Podía esperar, a fin de cuentas, ¿qué era lo peor que podía pasarle? ¿Que tuviera que arrasar Duartala? Sería otra ciudad arrasada, nada más.

Concedido—dijo con un tono altivo. Como si un dios diera su favor a un siervo.

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06/10/2017, 15:46
Director

No tardó demasiado ese veterano soldado imperial en regresar a la puerta junto a la que Chcath había aterrizado. De hecho aquel soldado estuve de vuelta sorprendentemente rápido incluso para las elevadas exigencias que el gólem solía tener para con sus subordinados. El soldado no vino solo, sino que lo hizo junto a un soldado curtido. Por la impoluta indumentaria que lucía pero principalmente por las chorreras que colgaban de sus hombros y las medallas que llevaba enganchadas en la zona derecha de su pecho, indicaban que era algún tipo de mando.

Su bronceado rostro denotaba experiencia. No era un hombre excesivamente mayor, de hecho muy posiblemente fuera más joven que el recluta que había ido en su búsqueda, pero se le veía mucho más vigoroso. Su musculoso cuerpo oculto bajo la casaca, la capa y el resto de uniformidad era sin duda el de un gladiador. Una cicatriz recorría su mejilla izquierda y le faltaba un trozo de su ceja derecha indicando inequívocamente heridas de guerra. Pero lo que más captó la atención del gólem fue la férrea determinación de su oscura mirada.

Aquel soldado aún se encontraba a algunos metros de Chcath cuando el resto de la unidad que custodiaba la puerta se reunió en torno a él. Buscaban su consejo y protección de forma inequívoca y ahora que se encontraba entre ellos su nivel de nerviosismo bajó un par de grados haciéndose tal dato muy evidente para el gólem. Aquellos soldados respetaban a aquel hombre, gente como él necesitaba entre los suyos y no al incompetente caudillo que gobernaba Chugo y que se había convertido en su improvisado embajador sobre Gea.

Aquel soldado no tardó demasiado en dar las pertinentes instrucciones a sus hombres y todos se encaminaron a regresar a sus puestos y a sus quehaceres. Tan solo el soldado veterano que había tenido la sangre fría para calmar al recluta Hiasb permaneció a su lado cuando su mando superior se acercó finalmente hasta la posición de Chcath.

- Bienvenido a Duartala, Emperador Chcath. – Dijo al fin aquel soldado. – Soy el coronel de puesto Mehzadhus Shamir. Estoy al cargo de la guardia Imperial en ausencia del general Senguir, quien en estos momentos se encuentra junto a su Majestad Imperial en el Palacio Imperial. Puedo preparar un carruaje para acompañarle hasta allí si lo que desea es una reunión diplomática con su Majestad. 

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10/10/2017, 17:19
Chcath

Chcath quedó complacido con el trato recibido. Estos soldados eran mucho más inteligentes que los de Alejandría. O quizás fue que su fama le precedía. Fuera como fuera, al menos parecía que en Duartala existía la posibilidad de que el desenlace fuera distinto. El golem miró al cielo, a su inmensa flota. Si hoy no descargaba fuego contra esta ciudad podría seguir con su avance sin demora alguna. El tiempo era fundamental y cuando más terreno acaparara en le menor tiempo, más fácil sería la conquista total.

No será necesario ningún carruaje. Iré a pie.

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10/10/2017, 20:27
Director

Fue un verdadero alivio para aquellos guardias y principalmente para el coronel Shamir que Chcath prefiriese ir caminando pese a que la distancia que les separaba del Palacio Imperial era de varios kilómetros. Si hubiera aceptado ir a bordo de un carruaje difícilmente hubieran encontrado uno lo suficientemente robusto para que aguantara el peso de aquella mole de piedra. Más difícil hubiera sido todavía encontrar a las bestias suficientes para tirar de dicho carruaje sin que desfallecieran a los pocos pasos.

- Si no le importa le escoltaremos en su paseo. – Dijo Mehzadhus. – La carretera de palacio está vigilada por varios puestos fijos y patrullas de guardias imperiales que al ver su temible aspecto quizás no reaccionen con la calma y serenidad con la que debieran.

Chcath no respondió a aquella afirmación, pues al no haber sido en tono de pregunta parecía no esperar una respuesta pos su parte. No le molestaba que aquel coronel y séquito de diez guardias fueran a su lado mientras no hablasen demasiado y le molestasen en su paseo. Lo cierto fue que ninguno de los guardias abrió la boca, quizás aterrados por la personalidad a la que “escoltaban” sin necesidad alguna de protección.

El camino era pedregoso pero estaba bien asentado y había escasos baches. Era evidente que aquella carretera se mantenía en un óptimo estado de conservación muy posiblemente debido a que quien la transitaba principalmente era el propio Emperador. A ambos lados del camino y durante todo el trayecto se encontraban un sinfín de diferentes árboles frutales de todo tipo que emanaban un fuerte olor cítrico.

- Se de lo que fue capaz en Alejandría. La noticia ha dado la vuelta a toda Gea. Corre como la pólvora. – Dijo a medio camino el coronel tratando de romper la fría barrera que parecía mantener en el más puro silencio a todo el grupo que avanzaba hacia la morada del Emperador Rojo Nabim Jaffir. – Catán es un enemigo ancestral del Imperio aunque en los últimos tiempos no haya hostilidades entre ambas naciones. ¿Era su plan destruir la ciudad desde un primer momento?

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11/10/2017, 11:13
Chcath

El golem comenzó a reír ante la pregunta del coronel. A Chcath le gustaba ese orden, mucho más que el estúpido guardia real que intentó retenerlo en Alejandría. Si el Emperador Rojo era un hombre cabal, se aseguraría de darle un puesto importante.

Sólo los destructores irían con una decisión tomada de antemano. Y yo no soy un destructor. Si temes por tu vida, recuerda que ésta no está en mis manos, sino en las de tu emperador.

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11/10/2017, 19:26
Director

- Es un alivio hasta cierto punto. – Sonrió el coronel. – Esperemos que Nabim Jaffir tenga a bien recibiros.

Fueron hasta cuatro las patrullas con las que Chcath se topó en su deambular hacia el Palacio Imperial. Sin duda había sido una gran idea que aquel coronel le escoltase hasta la residencia del Emperador, pues cada vez que se topaba con algún guardia de la carretera éstos respondían con hostilidad a su presencia y sólo la intervención de Mehzadhus les salvó morir aplastados a manos del gólem.

Finalmente se plantaron ante el muro de mármol blanco que rodeaba el complejo palaciego. Por encima del muro sobresalía la majestuosidad del palacio que albergaba en su interior. Se trataba de una construcción edificada con el mismo material que el muro exterior y ampliamente decorado con elementos caligráficos, geométricos abstractos y vegetales, al igual que en la gran cúpula de más de casi cuarenta metros de altura que coronaba el palacio.

Una guarnición les espera frente al portón principal en forma de herradura. Gracias a las órdenes del coronel y tras unos segundos de duda, los soldados abrieron el pórtico dándoles paso a unos amplios jardines que contaban con abundantes elementos acuáticos, como fuentes o canales de agua cristalina. Rodeando aquellas fuentes se encontraba una abundante vegetación, que contaba con rosales, narcisos y al igual que en el camino con árboles frutales.

El palacio principal era de una edificación de planta cuadrara, con cuatro fachadas idénticas y con esquinas achaflanadas. Un enorme e impresionante arco, con bandas de caligrafía en relieve, daba acceso al interior del palacio. Un sinfín de torretas con cúpulas acebolladas rodeaban la cúpula central. Toda la construcción estaba decorada a base de incrustaciones de piedras semipreciosas, cristales, minerales y lapislázuli, al igual que en el interior de las enjutas de los arcos y en las bóvedas, los cuales mostraban inscripciones en piedra negra.

Nada más detenerse ante aquel portón custodiado por dos inalterables guardias que habían cruzado sus alabardas frente a la entrada, un pequeño hombrecillo apareció corriendo desde el interior del palacio de forma cómica debido a sus cortas piernas. Era un tipo menudo de ojos saltones y barba blanca de chivo. Alzó la mirada y cuando la trayectoria de ésta se centró en Chcath frunció el ceño.

El gólem se fijó en que se trataba de un ser menudo. No pertenecía a la raza gnoma pero tampoco a la enana. No alzaría más de un metro y veinte centímetros del suelo y estaba tan delgado que se podían contar a simple vista todos los huesos de su cuerpo. Sin duda era un ser anciano por las múltiples arrugas que cubrían su cuerpo. Vestía con unos pantalones blancos abombados y unas sandalias color crema, mientras que su torso se encontraba descubierto. Sobre su frente lucía portaba un turbante que cubría todo el contorno de su desmesurada cabeza.

- No, no, no… - Dijo para sí mismo aquel individuo nada más situarse frente a Chcath. - ¿Qué hace aquí? – Le preguntó al coronel sin dejar de observar la mirada de fuego del gólem. - ¡No tiene concertada cita con su majestad! ¿En qué pensaba coronel? ¡No, no, no… no puede, no debe… no tiene que estar aquí! ¿Por qué nadie me consulta las cosas?

- Este es Qader-Ndulm, el mayordomo de su Majestad Imperial. – Desveló con cierto hastío el coronel Mehzadhus.

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13/10/2017, 09:59
Chcath

El primer impulso de Chcath fue el de pisar al ser menudo. ¿Cómo se atrevía a tratarle con esa insolencia? No necesitaba usar ni sus vastos poderes para ello. Un simple golpe sería suficiente. Pero una vez más se contuvo.

Estoy seguro que me darás una cita ahora. ¿Verdad?—preguntó con un tono que no invitaba a decirle que no.

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13/10/2017, 19:44
Director

Aquel pequeño y extraño ser de avanzada edad no pareció darse por aludido ante el tono imperativo con el que el gólem re roca y fuego le había hablado. Sacó una pequeña libreta que portaba oculta entre sus pantalones y se afanó a ojearla con detenimiento. Negaba con la cabeza y farfullaba cosas ininteligibles mientras negaba con la cabeza. Su expresión era de indignación y cada pocos segundos alzaba la cabeza mirando con cierta desaprobación al recién llegado.

- ¿Y se llama? - Dijo Qader-Ndul sin alzar la mirada pero agarrando la pluma de su sombrero y sumergiéndola en un tintero que pareció materializarse en su mano de la nada.

Mehzadhus se interpuso entre el constructo y el pequeño mayordomo en el momento en que la paciencia del primero empezaba a acabarse y ya soñaba con aplastar a aquel impertinente siervo del Emperador de aquellas tierras.

- Qader, se trata de Chcath, Emperador de Chnobium. - Intervino el coronel. - Ha conquistado Catán después de reducir Alejandría a escombros y Sauk hincó la rodilla ante su supremacía.

Qader-Ndul alzó la cabeza buscando algo de luz en las palabras del soldado, como intentando descubrir que era lo que trataba de decirle con aquello. Fuera quien fuera, aquel pequeño asistente tenía muy claro quien era el gobernante más poderoso sobre Gea y ese no era precisamente aquel ser de piedra que acababa de llegar a Palacio con exigencias.

- Sea como sea, sabe perfectamente que para una entrevista con nuestra Majestad Imperial es necesario solicitar cita. - Sentenció Qader-Ndul. - Y precisamente cita no hay hasta dentro de dos semanas. Le apuntó. - Dijo Qader-Ndul apuntando con el dedo a Chcath mientras Mehzadhus suspiraba resignado y se llevaba las manos a la cabeza.

- Perdónele... - Intentó suavizar  las cosas el coronel. - Él es así, pero no es nada personal. Deje que trate de que entre en razón. - Dijo temiéndose la reacción violenta por parte del gólem.

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13/10/2017, 20:39
Chcath

No será necesario.

La runas arcanas del brazo izquierdo del golem brillaron con un color verdoso. Era el mismo conjuro que había utilizado en Alejandría para que lo llevaran al Sínodo. ¿Cómo se llamaba aquel estúpido humano? Silvani sí. Bueno parecía difícil pero había pasado, éste parecía ser aun más inepto.

Vas a llevarme con el emperador ahora.

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14/10/2017, 08:35
Director

Aquel pequeño ser miró a Chcath y alzó una ceja. Al parecer no acababa de entender lo que acababa de expresarle. Qader-Ndul consideraba que hablaba de forma bastante clara, por lo dedujo que aquella enorme mole de piedra era corto de entendederas. Se lo quedó unos instantes mirando sin decir nada. Fue entonces cuando se fijó en las extrañas runas que brillaban con un fulgor verde y se quedó por un instante boquiabierto.

El coronel rezaba a Tot, dios del Desierto único y verdadero para que el mayordomo de su Majestad Imperial no pusiera más trabas a la audiencia que aquel peligroso ser acababa de solicitar. De ello podía depender en gran parte el futuro de Duartala y de toda la nación. A medida que aquellos segundos se silencio se tornaban más incómodos, una gota de sudor recorrió la frente de Mehzadhus y tragó saliva cuando Qader se dispuso a acabar con su mutismo.

- Disculpe si no me he expresado bien… - Dijo el siervo del Emperador muy lento y remarcando todas las sílabas por tal de que Chcath pudiera entender lo que quería expresa. Fue entonces cuando el coronel respiró un tanto aliviado, pues del interior de palacio se estaba acercando su general. - …lo que he dicho es que…

- Yo me encargó. – Habló el general Senguir, un hombre altivo de mediana edad y cabello rizado oscuro como sus ojos.

Qader-Ndul se sobresaltó y dio un respingo. No esperaba que nadie se acercara por su espalda. Miró al general y por su gesto no parecía demasiado dispuesto a acatar aquella orden. La agenda era la agenda. No estaba conforme a modificarla, sin un motivo lo suficientemente justificado.

- General, este individuo no ha concertado cita alguna con el Emperador, su agenda está… - Replicó aquel pequeño ser.

- ¡Por Tot, sé que su agenda está llena! – Exclamó furioso el general interrumpiendo al asistente de Nabim Jaffir. - ¡Hazte a un lado, bufón! – Le ordenó empujándole con la pierna y por su gesto no le sentó nada bien la ofensa, aunque no dio nada más. – Disculpe el retaso, su Majestad Imperial está ansioso por recibirle. – Miró entonces a Mehzadhus. – Es todo. - Le dijo y tras un saludo militar se marchó en busca de sus guardias para regresar a su puesto en Duartala.

El general condujo a Chcath a través de pasillos y estancias lujosamente sobrecargadas. Destacaban por el mármol blanco de sus paredes y las incrustaciones de piedras preciosas en las mismas, pero además el gólem no pudo dejar de fijarse en las alfombras y coloridos tapices que sin duda habían sido trabajados a mano exclusivamente para aquel palacio. Sin embargo, poco le importaba la opulenta decoración, pues no era a deleitarse con ella a  lo que había ido hasta allí.

Finalmente accedieron al salón del trono, que al igual que el resto de habitaciones que había dejado atrás, destacaba por el fino trabajo de las paredes. Observó una larga mesa de madera oscura y de confección artesanal para hasta doce comensales, que al igual del resto de mobiliario tenía incrustaciones de oro y perlas. Al fondo de la sala se encontraba en una zona elevada a la que accedía tras ascender unos peldaños hasta un trono fabricado en oro, plata y otros nobles metales y adornado con piedras preciosas, la mayor parte de ellas rubíes y esmeraldas. Detrás el trono se hallaban unas cortinas de telas preciosas hasta el techo.

Ante el trono se encontraba un hombre de esbelta figura que rondaría los cincuenta años de edad, pero que se conservaba aparentemente joven. Sus rasgos sureños delataban su origen, cabello oscuro y rizado y también en la barba que empezaba a clarear por la aparición de las canas, enormes ojos rasgados enmarcados por carboncillo, nariz afilada y piel oscura.

Vestía un caftán blanco marfil hasta los pies, con el cuello y las mangas bordadas representando grandes granadas en filigrana dorada y plateada. En los pies portaba una babuchas puntiagudas adornadas con piedras preciosas y sobre la cabeza un turbante de fina seda blanca con brillos.

En la mesa se encontraban sentados hasta seis hombres con rasgos similares a los del Emperador. Pieles oscuras, cabellos oscuros y ojos negros. Todos ellos pertenecían a la raza del desierto. Vestían al igual que el Emperador caftanes, pero en el caso de aquellos hombres, la mayoría más vetustos que su Majestad, eran de telas oscuras. Todos ellos se pusieron en pie nada más penetrar en la sala el general junto al invitado. El Emperador le hizo un gesto al general Senguir para que tomara asiento en dicha mesa y éste acató el mandato sin rechistar.

- Creo que trae consigo una propuesta, Chcath. – Dijo al fin el Emperador descendiendo los peldaños del trono hasta situarse en el cabo de la mesa. – Tome asiento Emperador y cuénteme que es lo que quiere un poderoso ser como usted de otro poderoso ser como yo. 

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16/10/2017, 12:53
Chcath

Chcath se quedó en pie. Su gran tamaño le aseguraba una posición predominante en cualquier negociación. La mayoría de los mortales se sentían intimidados y el disfrutaba provocando esa sensación. Miró uno a uno a aquellos hombres que acompañaban a su emperador buscando amedrentarlos. Hasta finalmente posar la mirada en el gobernante. Era él quién acabaría tomando la decisión final, pero si sus consejeros tenían miedo no elevarían sus voces buscando la guerra.

Traigo la misma propuesta que le hice a Catán y a Sauk. Muerte o sometimiento. En contra de lo que muchos puedan llegar a creer, arrasar esta ciudad es lo último que deseo, pero necesito este mundo y lo tomaré. Ya saben lo que ocurrió en Alejandría y lo que ha ocurrido en el reino de Sauk. Si toman la misma decisión que Ediberto, el fuego caerá sobre vuestras cabezas, si toman el camino de Wilbald y Morthos, seguirán con sus vidas y con mi ayuda florecerá una nueva época dorada para estas tierras. Estoy seguro de que sabrán elegir sabiamente.

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24/10/2017, 11:47
Nabim Jaffir

Un intenso murmullo, mezcla de indignación e impotencia surgió entre los miembros del consejo del Emperador Rojo. Sin duda conocían de lo que aquel extraño constructor era capaz. Las noticias desde Catán no tardaron en llegar tras la destrucción de Alejandría. El poder demoledor de la armada liderada por Chcath era algo que debían temer y por lo tanto su respuesta debía ser meditada y medida al milímetro.

Pronto los consejeros comenzaron a acercase al dirigente de aquella importante nación para susurrarle ideas, impresiones y directrices. No obstante, Nabim Jaffir era un Emperador que no siempre se dejaba aconsejar. Su Majestad Imperial muchas veces descartaba los consejos de sus más afines casi sin escucharlos y ese era uno de esos casos.

Nabim alzó su mano derecha con la palma extendida solicitando silencio. De inmediato sus consejeros callaron regresando a sus asientos. El Emperador se acercó al gólem y pese a ser un hombre alto tuvo que alzar la cabeza para encarar su mirada ígnea.

- Muerte o sometimiento... - El Emperador chasqueó la lengua disgustado. Era evidente que no le convencía ninguna de las dos opciones. - Mi familia lleva al cargo de esta nación cientos de años. Somos un estado prospero que con el paso de los siglos ha pasado de ser una región poblada por tribus nómadas a un estado sólido, unido, fuerte...

Nabim Jaffir hizo una pausa para mirar ahora a su consejo. La expresión de la mayor parte de ellos era de terror. Sabían que su Emperador no aceptaría el sometimiento como una opción y eso les atormentaba, pues pensaban en sus familias y en el sufrimiento que esa decisión les causaría. Tan sólo el general Seguir parecía proclive a mantenerse junto a su Emperador. Nabim Jaffir supo leer en la expresión de su consejo. Sonrió, era lo que esperaba.

- No creó que la dinastía de mi familia deba acabar aquí. - Dijo con convencimiento el Emperador. - Tampoco creó que la forma de gobierno deba ser estanca. Los tiempos cambian y uno debe saber adaptarse. - Nabim volvió a mirar a Chcath. - Yo también tengo una propuesta. No quiero la muerte pero el sometimiento tampoco es una opción para mí y mis antepasados. Tot vela por nuestras almas. El dios del Desierto, el único dios verdadero no nos acogería en su seno de regalarle su tierra a un ajeno a este mundo. Verás Chcath, yo pienso así y mi pueblo piensa así también. Son muchos millones de habitantes que perderías para tu causa sea cual sea y mucho el trabajo para enterrar y levantar las ciudades de mi Imperio. Creo que no puedo ser tu súbdito, pero si tu aliado. Puedo conseguir fácilmente que los nazquianos y sundallís acepten esas condiciones. Ya formamos un gran Imperio bajo el mandato de mi padre y podemos volver a unirnos con tu ayuda. Sólo debes aceptar mi mano, de igual a igual y explicar cuales son tus pretensiones. Así podremos analizar si deseamos o no la gloria de la que hablas.

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24/10/2017, 12:27
Chcath

Chcath alzó una ceja intrigado. O la habría alzado de haberlas tenido. No era esa la respuesta que esperaba, pero era mucho más que una estúpida negativa. Pero era interesante, Chcath prefería tener bajo su mando a hombres como Nabim Jaffir que a esos ineptos reyes de Sauk. Hasta Ediberto con su estúpido orgullo le había ofrecido una opinión mejor. Llegados a cierto punto casi que prefería el orgullo incondicional que la rendición incondicional.

Creo que es mucho lo que tenemos que hablar Nabim Jaffir. Y provechoso para ambos. Tú piensas en tu pueblo y eso me agrada. Pero tus consejeros se mueven por sus propios intereses. Creo que serán un lastre para todo lo que tenemos que departir.

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24/10/2017, 15:50
Nabim Jaffir

El Emperador asintió con la cabeza. La sonrisa reflejada en el rostro de Nabim así como el brillo de sus ojos le decía a Chcath que aquella petición no iba a ser un problema. El mismo se había percatado de que la mayor parte de su consejo no iba a serle de utilidad en aquella negociación. De hecho intuía que serían más un lastre que otra cosa.

- General Senguir... - Alzó la voz el Emperador. - ... Despeje la sala por favor.

Los miembros del consejo se miraron contrariados. ¿Iba su Majestad Imperial a aceptar sin más las exigencias de aquel ser? No parecía razonable confiar en alguien que venía con tales exigencias. No parecía propio de un orgulloso Emperador.

Senguir esperó varios segundos hasta reaccionar. De hecho hasta que su líder no reafirmó la orden con una nueva cabezada no se puso en marcha. El general invitó a los consejeros a salir de forma ordenada y pese a algunas inocuas quejas acabaron por acatar con aquello a lo que estaban totalmente en contra.

Fue tras cerrar el portón cuando Seguir volvió a mirar al Emperador y este le miró de medio lado aparentemente confundido.

- Mi buen general, creo que no nos hemos entendido. - Habló Nabim. - Quiero intimidad absoluta con el Emperador. Una reunión a solas, completamente a solas.

Le subieron los colores al general Senguir tras aquel pequeño fallo y sin cuestionar por un instante la decisión del Emperador abandonó la sala saltando como un resorte.

- ¿Seguro que no quiere tomar asiento? - Volvió a preguntar Nabim Jaffir. - Le ofrecería un licor, pero no se si usted gusta de la bebida...

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24/10/2017, 16:50
Chcath

El enorme golem se sentó en el suelo, pese a ello seguía siendo más alto que cualquier persona que se sentara en esa mesa por lo que la escena parecía un poco ridícula. Nadie diría que se estaba jugando el destino de todo un Imperio en esa reunión.

No necesito de esos placeres mortales—dijo Chcath desestimando la oferta del emperador—. Seamos francos. Nabim Jaffir, sois un hombre sabio y eso es algo que valoro. Vosotros los mortales tenéis un gran potencial, uno que la mayoría de vosotros desperdician. Y eso, es una lástima. Mis dominios son grandes y más lo serán conforme pase el tiempo. Y yo no deseo gestionar cada pequeño detalle que pueda ocurrir en una porción de tierra.

Chcath hizo una pausa para que Nabim entendiera por dónde iban sus palabras.

Estoy seguro de que ya sabéis por dónde voy pero seré claro. Reconocedme como vuestro señor y usted seguirá siendo el gobernante de estos dominios. Y no sólo eso, sino que estos crecerán. No quiero tener bajo mi mando a veinte señores con pequeños dominios. Yo recompenso a aquellos capaces. El Imperio Rojo, Sauk, Nazcan, Chazkan, los principados... El Sur de Harvaka será vuestro. Eso sí, cuando mi posición esté consolidada.