Partida Rol por web

Observo las bombonas tratando de sopesar si puedo llevar alguna de forma cómoda. Tras un rato me desechó la idea. En realidad su utilidad como analgésico es escasa, y no creo que la posible utilidad justifiquen el peso y la incomodidad. Aun así ubico mentalmente las bombonas por si en algún momento tenemos que volver a por ellas.

No oigo ya a los perros, deberíamos continuar.

Pese a que la figura regresa a las sombras y lo pierdes de vista su voz sigue sonando cercana.

- Usando una referencia de vuestra propia cultura digamos que el enemigo de mi enemigo es mi amigo. Esta vez no llegaremos a tiempo, de modo que necesitamos que comencéis vosotros la lucha. No esperan una respuesta, su plan avanza y confían en que os hundiréis sin más.

El hombre encapuchado sale del túnel y se detiene frente a ti. Estira el brazo y pone el farol frente a ti, de modo que la luz te ciega y apenas puedes distinguir su malogrado rostro.
Se toma unos segundos y mira hacia los lados, como sospechando lo que ocurre.

- Vuestro mundo está condenado, - repite exactamente con el mismo tono de voz que hace unos minutos - no hay nada que podáis hacer. Así ha sido siempre y así será esta vez. La rueda sigue girando, una y otra vez, una y otra vez...

Se queda quieto, al contrario que antes, y acerca aún mas la luz a ti.

- Tu ya has sido asimilado, no puedes estar aquí.

Mete la mano entre su ropa y ves el brillo de una hoja de metal empezar a asomar por la abertura de la túnica que viste.

- Se debe eliminar toda amenaza, La rueda no debe detenerse.

Anne comprendió que pensaba matarla en aquel instante y no dudo ni un segundo. Apretó el gatillo apuntando al cuerpo que sujetaba la luz. A esa distancia era poco probable que fallara* pero a su alrededor todos escucharían el ruido. Estaba condenada pero aún así haría lo posible por sobrevivir. Igual que había hecho siempre.

Miro la katana con una sonrisa, que desaparece rápidamente de mi rostro. La conocida frase de la película "sólo puede quedar uno" tiene un macabro doble sentido en la situación en la que nos encontramos ahora mismo. Sigo a Yu-ri hacia la caja con la mercancía peligrosa y destapa varios botes de oxido nitroso.

- ¿Es el gas de la risa, no? - pregunto casi por el mero hecho de romper la tensión de la siutación, ya que alguna vez me lo han aplicado en el dentista. - Si no pesaran tanto podríamos haber llevado una de las botellas, para ver si afecta a la gente y se sobrepone a ese comportamiento salvaje.

Observo las cajas un momento cuando mi compañera sugiere que nos vayamos. Estoy convencido de que aquí habría cosas útiles, pero no tenemos tiempo para buscarlas como es debido. Casi con lástima, asiento a su sugerencia.

- Sí, vámonos - le digo mientras me dirijo a la ventana por la que hemos entrado. - Será mejor que salgamos por el mismo sitio, porque no sé cuánto ruido pueden hacer esas puertas al abrirse.

Subo por la escalera de mano y me asomo a la ventana, tratando de confirmar que la ausencia de ladridos de los perros se corresponde, efectivamente, con que no queda ninguno de ellos en las proximidades.

En cuanto aprietas el gatillo la figura se dobla y cae de espaldas al suelo. En apenas un segundo todo a tu alrededor desaparece y te encuentras en mitad de la calle. Tardas unos segundos en ubicarte, la noche se ha cerrado y el sistema de alumbrado parece fallar en determinadas zonas.

Tu pistola está caliente, realmente has disparado aunque ahora mismo no podrías saber hacia donde. Lo que está claro es que el disparo se ha tenido que oír, por el momento no hay nadie a la vista.
No estás muy lejos de la tienda de los padres de Yu-ri, desconoces si has llegado a píe y cuanto tiempo ha pasado realmente. De hecho no sabes que ha sido todo lo vivido desde que te dormiste en la tienda, si algún tipo de alucinación o algo peor.

Nunca has visto Anchorage con tanto silencio, sin ningún coche recorriendo sus calles la ciudad carece de sonido ambiente que confirme su vida.
Calculas que estás a unas cinco manzanas de la tienda, antes no habéis venido por aquí, te encuentras un poco al norte de la improvisada fortaleza que hiciste en el negocio familiar de la enfermera.

La búsqueda de armas, o cualquier cosa de utilidad, ha sido infructuosa. Como era de esperar un almacén cualquier en mitad de la ciudad no alberga un kit completo para enfrentarse al apocalipsis.

Comprobáis que no hay perros a la vista, ni en las proximidades, y abandonáis el negocio de distribución.
Continuáis vuestro camino hacia el sur, en busca de supervivientes de la explosión en el centro penitenciario. Tras unos minutos escucháis un ruido lejano procedente del norte, podría ser un disparo como podría ser cualquier otra cosa. Durante un buen rato es lo único ajeno a vosotros que rompe el completo silencio de la ciudad.

El entorno cambia radicalmente cuando llegáis a las cercanías de la prisión. Los edificios dan paso al bosque y una carretera se abre paso entre los arboles hasta la entrada de la cárcel. En la total oscuridad los ruidos de animales, o eso creéis, son numerosos. Pasos, golpes, crujidos de ramas y aleteos; todo tipo de sonidos que parecen amplificarse tras lo vivido en las calles de Anchorage.
Vislumbráis la prisión al final de la carretera, el fuego está devorando la mitad del edificio principal y un par de módulos que conectan con él. Pese a la distancia se oyen gritos, pero no parecen de dolor o peticiones de ayuda, son coléricos y en algunos casos parecen corear algún tipo de nombre o palabra.

A unos doscientos metros de la valla exterior los arboles están talados, generando así una zona descubierta alrededor del perímetro de la prisión.
Es imposible acercarse sin ser visto, pero tampoco es posible distinguir algo debido a la distancia y la oscuridad.

Los ruidos hacen que me tiemblen las manos y me arrimo a Duncan olvidando los convencionalismos. Trato de agudizar la vista en la oscuridad, pero no me atrevo a sacar el móvil porque que nos vea un animal salvaje me da más miedo que no ver lo que tenemos delante.

Cuando llegamos a la zona de la prisión los gritos hacen que me estremezca violentamente. Mi voz tiembla cuando me atrevo a decir algo.

Esos gritos… - no sé ni cómo continuar la frase. Mi primer impulso es salir corriendo pero la idea de que mi hermano pueda estar en apuros hace que reúna todo el valor que me queda, para decir justamente lo que menos deseo en ese momento.

No tienes porque seguir.

Miro un momento a Yu-ri y luego a lo lejos a la prisión.

- Si tu hermano está ahí - le digo a mi compañera - las posibilidades de que le encontremos con vida son realmente pequeñas. La gente aquí parece tan afectada como en el centro de la ciudad, y si alguien estaba encerrado en sus celdas, ese fuego...

Me quedo callado, más por empatía que por algún otro motivo.

- Ya que hemos llegado hasta aquí, si quieres seguir adelante te acompañaré - le digo a la chica. - Pero no tengo muy claro que vayamos a ser capaces de ayudar a nadie aquí. - Si por mí fuera, intentaría conseguir un vehículo, a ser posible un blindado de transporte de presos, y volver a la ciudad. Aunque, si la prisión está aislada ahora mismo, tal vez lo más sensato sería darnos la vuelta sin más.

Recibo las palabras de Duncan como un mazazo, pero lo encajo y me digo a mi misma que no puedo culparle por decir lo que yo no me atrevo a pensar.

Yo… no puedo irme, no sin tratar de encontrarle - Digo con voz queda.

No tiene sentido alargarlo más. Así que avanzo hacia la prisión por la zona descubierto.

¿Quién habrá talado los arboles?

La posible respuesta me viene en forma de esperanza, y hace que levante las manos, mostrando las palmas desnudas mientras camino con paso lento.

Hay alguien dentro, y ha talado los arboles para ver quien se aproxima. Si. Tiene que ser eso. Ki-Jung puede estar bien.

Volver a la tienda era un suicidio. Ellos la habían encontrado allí y volver solo serviría para que la capturasen. ¿Pero quienes eran ellos? ¿Que estaba ocurriendo? Anne salió corriendo tratando de alejarse todo lo posible. Le habían dicho que se ocultaban bajo tierra por lo que su objetivo fue alejarse  todo lo posible de las alcantarillas. Quizás en algún último piso de los edificios mas altos que tenía alrededor. Despues ya pensaría en lo que estaba sucediendo.

En tu búsqueda por un lugar elevado y alejado del subsuelo tu vista se clava en el edificio Conoco-Phillips. No hay mejor ejemplo que el edificio mas alto del estado, noventa metros de oficinas pertenecientes a la empresa energética que da nombre a la construcción.

Aunque está un poco alejado, calculas casi un kilómetro en linea recta, es claramente la mejor opción. El resto de edificios que superan las dos plantas están a igual o mayor distancia y la opción del centro comercial parece mala idea en vista de lo presenciado cuando ibas por la autopista.

Te apresuras a abandonar la zona en la que te encuentras, el disparo ha podido a atraer a toda clase de enemigos y a medida que avanza la noche la situación no puede mejor precisamente.
Cuando por fin encaras una avenida que lleva directa al edificio oyes un repentino ruido a tu lado, la escasa luz te permite distinguir un animal no muy grande rebuscando en un cubo de basura. Antes de que puedas reaccionar ves los brillantes ojos y los amenazadores colmillos de un lobo.
Por su expresión parece que eres lo único vivo, y comestible, que ha encontrado en su andadura por la ciudad. No sabes como ha llegado hasta aquí, pero lo que está claro es que eres su objetivo.

Suspiro un momento y asiento despacio.

- Vale, pero pensemos un momento por dónde vamos a acercarnos - le sugiero sujetándola por el brazo antes de que avance a sin ningún tipo de plan. - La zona despoblada de vegetación probablemente sirva para que los vigilantes tengan un cierto margen de visibilidad por si alguien se acerca a la prisión o por si alguno de los presos se escapa - explico buscando la hipótesis más probable. Sue seguramente no se quejaría ahora del fin de semana que me pasé viendo la primera temporada de Prision Break de un tirón. - Pero si el perímetro de la prisión sigue estando en buen estado, no parece probable que haya más accesos que la entrada principal. - El lado bueno es que, si todos están afectados por esa cosa, no creo que tengan paciencia para montar guardia y vigilar el descampado... ni la entrada. - Salvo que conozcas alguna otra entrada a este lugar, trataría de llegar hasta allí a cubierto por los árboles y luego avanzar en paralelo a la carretera... ¿Te parece bien?

Trato de pensar fríamente, como si se tratase de un wargame y no me estuviera jugando mi propia vida en esto, porque si me paro a pensarlo, lo más probable es que me diera la vuelta y volviese a la ciudad por donde he venido.

La reacción de Duncan me sorprende, pero al cabo me doy cuenta de que he actuado de forma irreflexiva.

- Pero si los guardias nos ven acercarnos a escondidas… - digo dando por sentado que todo podría seguir estando bien.

¿De verdad creo que está todo bien o solo trato de aferrarme a esa idea?. No, todo debe estar bien, realmente lo creo… pero si todo está bien entonces el incendio… quizá no pudieron apagarlo a tiempo, pero lo han controlado para que no se extienda al resto de la cárcel, claro, tiene que ser eso… o no…

Incapaz de tomar una determinación en ningún sentido acabo recurriendo a mi formación. Un sujeto sometido a emociones fuertes no puede tomar decisiones, porque puede estar afectado incluso aunque crea no estarlo. Duncan por el contrario parece tenerlo todo muy claro.

Asiento con la cabeza en silencio, y dejo que me guie por las zonas que nos ofrezcan mejor cobertura.

Sonrío a Yu-ri ante su respuesta.

- Si los guardias nos dan el alto, estaré más que encantado de entregarme y explicarles el motivo para acercarnos a hurtadillas... - contesto. - Y si no, nos presentaremos en la garita de la entrada principal, pero acercarnos sin más puede ser incluso más peligroso.

Viendo que parece dispuesta a dejarse guiar por ahora, intento buscar un camino para acercarnos a la entrada bordeando el claro por los árboles y luego aproximándonos ligeramente separados de la carretera, para poder llegar a ella en caso de necesidad pero sin exponernos demasiado a la vista desde el interior.

Casi a tientas avanzáis en paralelo a la carretera que une la ciudad con el centro penitenciario. Llegáis a un extenso aparcamiento situado entre la valla exterior y el bosque. En él apenas hay una docena de coches, posiblemente pertenecientes a los visitantes o a los empleados de la prisión, aunque suponéis que estos últimos dejan sus vehículos dentro por seguridad.
El aparcamiento parece intacto, no podéis ver mucho pero si hubiese signos de lucha serían muy evidentes.

Apenas cien metros os separan de la entrada principal. El fuego dibuja sombras y todo parece moverse dentro de la prisión.
Sobre la entrada, formada por una  enorme puerta metálica, hay una pasarela que une dos torres de vigilancia. No se ve ni rastro de personas allí. Igual ocurre con la garita que recibe a los vehículos, no hay nadie para levantar la barrera y posiblemente abrir el portón.
Junto a la entrada hay una pequeña puerta para peatones, incluye un ventanuco a través del cual se puede confirmar que no hay nadie al otro lado.

En centro de las instalaciones se divisa una torre de vigilancia, se erige sobre todo el complejo y seguramente otorgue visibilidad al enorme claro artificial construido para albergar la prisión.

Ahora, un poco mas cerca, los gritos más próximos pueden ser entendidos. Algunos son risas, otros insultos y el resto ordenes poco claras. La voz se oye amplificada, sea quien sea usa un megáfono, puede que de mano o a través de la instalación de la cárcel.
Sin embargo en ningún momento parece alterado como las personas que visteis la noche anterior, no es precisamente alguien calmado y sereno, pero aun así presenta un autocontrol y una consciencia muy lejos de los afectados por el polvo azul.

¿Un lobo? No se lo podía creer. Un miedo tan irreal como profundo la recorrió entera. Aquella bestia, una criatura que aparecía en los cuentos para niños, estaba allí delante de ella y la iba a atacar. No podía hacer otra cosa que no fuera correr pero no lograba moverse, paralizada por el miedo como estaba.

Me acerco con cuidado a la puerta y sonrío a Yu-ri con un gesto esperanzador cuando escucho las voces en el interior. Después de todo, parece que hay gente normal aquí dentro... ¡Quién me iba a decir hace dos días que pensaría eso de una prisión!

- Vamos a la garita - susurro. - Debería haber alguna radio y con suerte alguien nos puede escuchar desde dentro...

Agazapado, me aproximo a la entrada para vehículos para ver si tiene algún acceso desde el exterior. Si no es así, tendremos que probar suerte con la entrada para peatones y, en el peor de los casos, tratar de forzar una cerradura. Alguna vez se me han olvidado las llaves en casa y he podido abrir la puerta con una tarjeta, pero me temo que no va a ser tan fácil forzar la puerta de una prisión como la de mi casa, aunque sea una puerta exterior para invitados, que no requerirá una vigilancia extrema ni grandes medidas de seguridad.

Aprieto el brazo de Duncan al escuchar los primeros sonidos de gritos. Pero cuando veo su rostro más calmado que el mío vuelvo a escuchar con mas atención, y entonces lo entiendo. Alguien parece estar dando órdenes, alguien está bien, y debe ser más de uno…

Suelto un largo suspiro de alivio mientras relajo los músculos de mi mano y dejo escapar una tímida sonrisa. Asiento a sus palabras, y avanzo junto a él hacia la garita reprimiendo el impulso de ponerme a llamar a mi hermano a gritos.

Mientras avanzamos compruebo mi bolso y su contenido buscando algo que pueda servirnos de ayuda si tenemos que entrar, después de todo no hay nadie a la vista que nos pueda abrir. Saco el corta uñas con una sonrisa de alivio y vuelvo a mirar la puerta.

¿Pretendes abrir una puerta con un esto? no seas estúpida. Me digo mentalmente.

La sonrisa se me borra y vuelvo a guardar el corta uñas.

Quizá haya algún lugar por el que podamos colarnos - digo con cierta timidez - Estos sitios están hechos para no escapar, pero no debería ser tan difícil entrar… ¿no?

Un lobo. La mayoría de habitantes de Anchorage que han visto lobos ha sido en el zoo, en cautividad. Pese a que habitan en los alrededores de la ciudad, los lobos no intentan adentrarse en la civilización. El riesgo es mayor que la recompensa, ya tienen comida en su hábitat.
Y sin embargo, ahí está.

Inicias una carrera hacia el portal mas cercano con la esperanza de que esté abierto, hasta donde sabes los lobos no saben abrir puertas. Sin embargo tan solo logras aventajar en unos metros al animal y no tarda en darte alcance.
Se abalanza sobre ti y el empujón hace que caigas al suelo e impactes contra un coche aparcado. Inmediatamente la alarma empieza a sonar, aunque tu principal problema ahora es defenderte del inminente ataque del lobo.

Abre sus fauces al tiempo que se tira hacia ti, apenas te da tiempo a interponer las piernas. Sus potentes mandíbulas apresan tu bota y notas sus dientes arañar la piel de tus pies. Esta vez solo te ha arrancado el calzado, pero sabes que un nuevo mordisco y puede que no tengas tanta suerte.

Llegáis sin contratiempos a la garita y para vuestra sorpresa la puerta está abierta. Tiene cerradura pero no está bloqueada, puede que huyeran o tuvieran que correr y no tuviesen tiempo de cerrar correctamente.

En el interior apenas hay objetos, mas allá de una silla bastante desgastada tan solo encontráis un manual con el método de actuación y un libro de visitas con el registro de entradas y salidas de todo el mes. No parece que haya mucho mas, en una esquina veis un pequeño extintor y una chaqueta perteneciente a los guardias de la prisión.
En sus bolsillos solo hay un paquete de pañuelos de papel y dos caramelos de menta.

Examinando mas detenidamente el lugar encontráis tres botones bajo la pequeña repisa junto a la ventana que da al acceso.
Dos son negros, el tercero parece evidente que se trata de un botón del pánico para dar la alarma o, al menos, avisar de un problema en la puerta principal.

Procedente de algún punto del interior de la prisión comenzáis a oír el rugido de un potente motor bastante revolucionado. Por el ruido que hace puede que se trate de un camión o un autobús. Aunque no veis nada desde donde os encontráis.