Partida Rol por web

- Maldición. Me esperaba compañía, pero odio a los lobos. - Murmuró el mestizo. - Bueno, nuestra única vía de escape y medio de sobrevivir pasa por cruzar ese condenado puente y reventarlo para que esos hobgoblins no puedan seguirnos. Eso está claro. No nos ha resultado fácil llegar hasta aquí, pero lo hemos conseguido entre todos. Ahora tenemos un último obstáculo y por Cayden Cailean que lo vamos a salvar. - Tras su arenga volvió la mirada a los combatientes.

- Ha llegado la hora de las tortas, camaradas. Tendréis que ocuparos de esos feos de ahí delante y de su mascota. Aún me queda una bomba que lleva el nombre de ese hobgoblin acorazado y su mascota. Guardaré la redoma hasta que acabemos con esos tipos y pueda colocarla en el puente. Ahora, adelante mis valientes. - Volvió a arengar a los combatientes.

Tras eso, Xander agarró uno de sus viales de su cinturón. - Aquí está. Lo guardaba para una ocasión especial y parece ser esta. - Tras eso se bebió el contenido y lo tragó rápidamente. - Ahhhh. Sabe a frambuesa. - Sus brazos empezaron a hincharse y su tronco inferior cambió, dándole un extraño aspecto y una musculatura esbelta y afilada instantánea. - Ahora si estamos preparados. - Añadió.

Valk'Moor, consciente de que si corría hacia sus enemigos le acribillarían antes de llegar, avanzó unos pasos mientras sacaba uno de sus Chakram, dudando hacia cual de los enemigos dirigirlo... Finalmente optó por el más acorazado de ellos. A lo largo de toda la noche la paciencia del enorme guerrero se iba apagando poco a poco, y en esos momentos se encontraba al límite de sus fuerzas. Lamentablemente, su frustración e impaciencia le hicieron apuntar descuidadamente, y erró el tiro por bastante.

Ghion alaba la valentía del paladín de avanzar él solo hacia los enemigos. Como su compañero, está muy frustrado y cabreado por todo lo ocurrido. Unas horas atrás, Ghion era un feliz habitante de Phaendar, un pueblo que le había acogido como refugiado, y que le había ayudado a madurar y templar su ego. Su modesta aportación a la pequeña comunidad, devolviendo el favor, le ha hecho partícipe de un sentimiento de pertenencia y de protección mútua. Todo ello se ha hecho añicos con la irrupción de los hobgoblins, en un ataque fruto, al parecer, de su sed de pillaje, que ha destrozado la paz del pueblo, las vidas de muchos de sus habitantes, y el alma del oráculo, ahora atormentada por el dolor.

Pero al tiempo, es consciente de que sus dones místicos están casi agotados, como su energía. Así que, avanzando hasta ponerse a la altura de Valk para formar un primer muro de contención, asiente y le aprieta el brazo para animarle pese al tiro errado. Pase lo que pase en este puente, ha sido un orgullo combatir a tu lado, Valk'Moor. Aunque nosotros caigamos, hagamos que todos ellos, dice cabeceando hacia atrás, donde está todo el grupo de supervivientes, tengan otra oportunidad. Que los dioses se apiaden de nosotros.

Con un saludo militar, se prepara para recibir una carga o ataque, adoptando una postura defensiva, interponiendo su arma entre su cuerpo y los enemigos, músculos flexionados y listos para moverse lo más rápido posible.

Un desafortunada flecha rompió la calma justo cuando Aubryn terminaba de lanzar la magia sobre Ghion y su cuerpo mutaba para crecer a la par que se musculaba de manera visible. La clérigo había transformado al oráculo en un combatiente brutal armado con un mayal de gran tamaño.

Una vez el paladín hacía su disparo, la pareja de semielfos cargó sus respectivos arcos arrojando flechas en dirección al lobo. El joven de orejas puntiagudas logró su objetivo causando una herida al animal.

El hobgoblin embutido en la pesada armadura bramó con fuerza y casi al instante se asomó otro grupo de guerreros al otro lado. Se le veía un guerrero competente y preparado para una lucha como la que se avecinaba.

Entretanto, el ballestero situado al sur cargó su propia arma y lanzando su saeta consiguió rasgar el brazo izquierdo del paladín que sufrió una herida reseñable.

- Yo os sigo.

Dijo la clérigo y no era la única, pues los guerreros que os acompañaban corrieron hacia delante colocándose a los lados del puente.

Pitu había comprobado en sus carnes, en su cara mejor dicho, cómo se las gastaban aquellos hobgoblins ballesteros. El de la armadura, el acorazado, parecía más duro y fuerte si cabe que sus homólogos soldados rasos.

Todos estaban sacado su armamento pesado, y Pitu no iba a ser menos, sobre todo cuando al otro lado del puente más soldados aparecieron. La ventaja numérica era suya, pero... 

El Halfling avanzó y llenó sus pulmones de aire. Su pecho se hinchó hasta límites inimaginables. Un hormigueo recorrió su cuerpo al liberar la magia de su sangre de dragón. -Fuus Ro Dah!!- Su voz inundó el puente y el aire pareció ondularse, como las hondas en un estanque en calma al lanzar una piedra. El grito inundó los corazones de sus aliados, inspirando sus corazones y exhortados a realizar hazañas antes impensables.

Sin dudarlo y viendo que sus camaradas Comenzaban a prepararse para lo que se avecinaba, el alquimista se acercó y se situó detrás del pequeño, pero valiente Pitu, el halfling cabrero. Con su ballesta cargada con un virote de gran calidad, apuntó al lobo, que le resultaba peligroso pues no le gustaban aquellos animales peludos. Disparó, tratando de herirlo, gracias a los dones recién adquiridos por su mutágeno, entre otras cosas. Tendría que esperar a que el resto de combatientes se situasen para poder lanzar su última bomba, que tenía un objetivo bien definido.

El mago tenía un par de conjuros todavía, pero ambos eran de distancia corta, tenía un par de varitas, pero el extraño grito del mediano le enfureció suficiente como para preferír usar la ballesta en vez de magia. Disparó al lobo para tranquilizar al semiorco, aunque sin mucha esperanza. Vió el error que había cometido, él no era buen combatiente, sería mejor que se reservara para usar magia, por lo que dejó la ballesta y se colocó detrás del gigante humano.

Cada vez me gusta más este halfling. Pensó el paladín mientras la furia de combate empezaba a llenar sus venas.  No lo sabe, pero sería un gran seguidor de Smiad. 

Con este pensamiento y una sonrisa en la cara se lanzó a la carga contra el hobgoblin que parecía más acorazado. Por fin con un enemigo que parecía un rival más digno en el objetivo, y recordando los buenos momentos con su tribu al sentir que tantos compañeros combatían a su lado el paladín del clan Moor cargo contra el hobgoblin que parecía más acorazado mientras soltaba un grito de guerra.

Muchas gracias, Aubryn. Por todo. Espero estar a la altura. La despedida de Ghion suena solemne; no sabe si tendrá ocasión de volver a agradecerle nada a la clérigo.

Sin embargo, la magia de Aubryn permite al oráculo albergar una mayor esperanza de que van a sobrevivir a tan funesto día. Esa esperanza, aderezada por la fiereza dracónida infundida por Pitu, hace que la sangre de Ghion bulla, y con un grito de desafío, se lance a la carga corriendo contra el hobgoblin enlatado en su armadura. Su respiración se acelera por momentos, y cuando el enemigo se encuentra al alcance de su aumentado mayal, planta el pie izquierda firmemente en el suelo y arquea su cuerpo para dotar al mayal de la mayor inercia posible, tratando de efectuar un ataque demoledor que cruza el rostro del hobgoblin!

Pero no termina allí, ya que en un alarde de potencia y pericia, incluso con un tamaño mucho mayor al habitual, aprovecha el empuje del mayal no para frenarlo, si no que gira sobre sí mismo para volver a impactar, de vuelta, al hobgoblin en el pecho, en la armadura.

Con furia inusitada a la par que devastadora, los dos colosos del grupo se lanzaron a la batalla. Valk aprovechó el impulso, la rabia y los dones divinos que le otorgaba su dios para atravesar al hobgoblin de la armadura de manera definitiva, causándole la muerte de forma directa a pesar de tratarse de un experimentado guerrero.

Ghion planeaba igualmente tratar de aniquilar al hobgoblin pero el paladín se le había adelantado, de modo que usó su gran tamaño para alcanzar al lobo. El mayal golpeó en el cráneo del animal causando otra baja a las filas de los enemigos.

La lucha había comenzado de forma radical pero ahora llegaba el turno de los arqueros. Ender quiso comenzar la ronda de disparos pero su experiencia con la ballesta era escasa. Los semielfos, desde atrás, trataron de encajar sendas flechas en el primer hobgoblin pero erraron.

Entonces los enemigos apuntaron sus propias armas y las saetas volaron, dos de ellas con precisión, atravesando tanto a Ghion como a Valk. Sin embargo, el paladín recibió la herida más sangrante.

Desde atrás, Aubryn apretó el paso ayudada por Sam, queriendo llegar a tiempo para poder sanar las heridas, pero por lo pronto no le fue posible.

Vió como los hobgoblins se separaban, así los conjuros que le quedaban perdían eficacia, pero no podía evitar ese tipo de cosas, varita en mano avanzó y apunto al hobgoblin que parecía tener mejor puntería y la activó.

- Vaya... No me van a dejar usar la última de mis bombas. Ya acabaron la fiesta sin mí. Mejor, no quería tener nada que ver con ese peludo. - Murmuró Xander.

Al momento, el alquimista se movió raudo y veloz sobre el puente para intentar aportar algo al combate. Se situó y apuntó al enemigo del puente, justo al lado de su compañera. Apuntó y disparó uno de sus virotes pero con poca fortuna.

Adelante! Por Phaendar! El vozarrón potenciado de Ghion resuena en el puente, y el gigantón corre sorteando a su compañero Ender para cargar contra uno de los monstruos al final de la construcción, tratando de pillarles con el arma cambiada para tener ventaja táctica.

Espera no tener que usarla contra uno de ellos, tratando de aplastarle el pecho con el mayal, dando un salto en los últimos metros para coger impulso.

El grito había desgarrado el aire e inspirado a sus compañeros. Pero Pitu también tenía sed de sangre y se estaba quedando demasiado rezagado.

Le gustaba lo íntimo y personal. Ver la sangre brotar de cerca, y así lo intentó. Avanzó con la rapidez que le permitía su armadura de acero y golpeó con la espada con todas sus fuerzas al primer ballestero.

El paladín, totalmente despreocupado de su precario estado, y con la sed de combate corriendo por sus venas, ni siquiera se paró a ver el resultado de su golpe, sabía que había sido un golpe demoledor, capaz de eliminar a su rival del mundo de los vivos, y no necesitaba regodearse en el resultado. Había más enemigos por delante, y más gente por proteger, y él lo haría hasta el último aliento.

Con un grito de batalla exultante, corrió hacia su siguiente objetivo, preparando su ataque, con la visión empañada de sangre.

El paladín fue raudo a buscar el peligro pero su espada curva no trazó un buen arco y aunque Valk pensó que su ataque estaba destinado a fallar, la guerrera de aspecto exótico hizo trastabillar al hobgoblin y éste recibió un fuerte espadazo que le hizo gritar. Fue Pitu quien llevado por la rabia llegó después hasta la criatura y con sus hojas rajó la cintura lo que provocó que los intestinos asomaran, y cayera muerto.

Los disparos de los aliados no fueron certeros en absoluto, salvo el infalible proyectil mágico de Ender, pero estaban siendo compensados por los ataques en melee. Ghion corrió y alcanzó a otro de los hobos golpeando con el mayal en pleno pecho.

Junto a ellos, varios de los pueblerinos más valientes corrieron hacia delante. No tuvieron suficiente fuelle como para luchar, lo que causaron fue que los enemigos tiraran sus ballestas y desenvainaran espadas largas. Los oponentes también se mostraron pletóricos: uno de ellos sajó el hombro derecho de Ghion aunque no le hizo caer. El de más abajo, directamente atravesó el cuello del ágil combatiente y le dio muerte. El humano se desplomó, inerte.

El último hobgoblin completando el dantesco espectáculo hirió de gravedad al bravucón que os acompañaba.

Aubrin miró espantada como los tres guerreros del fondo estaban retorciendo la situación. Su paso lento no le permitía llegar hasta ellos, así que lo que hizo fue mostrar su medallón y de él surgió una poderosa energía benigna que casi curó de todas las heridas a Valk.