Partida Rol por web

Drommbar escuchó las palabras de la humana sin suavizar ni un ápice su expresión. Cuando terminó, el enano pelirrojo se quedó un momento en silencio, como si esperase que Debbe fuese a decir algo más, pero como no lo hizo emitió un gruñido de fastidio.

- Grmbl... grr -se oyó salir de su garganta.

Estaba claro que Drommbar buscaba una réplica aguda o mordaz, pero tampoco era bueno en eso. Además, no se podía negar que lo que había dicho la humana tenía sentido. Si había algo que se le daba peor que dormir sin roncar, era desactivar trampas. Ya había estado a punto de perder algo más que la barba en más de una aventura, y no quería arriesgarse a que volviera a ocurrir algo parecido. Miró a Grongar y se encogió de hombros con un resoplido.

- De acuerdo... -concedió a regañadientes-. Pero cada uno se queda con las orejas de los goblins que mate. ¡Nada de repartos equitativos ni monsergas!

Se dio la vuelta y se dispuso a marcharse para buscar su panoplia de armas.

Me parece bien, eso si, si eres capaz de conseguir el doble que las que consiga yo mas te vale invitarme a una buena comida aunque claro para eso debes de ser capaz de pegarle a algo mas que al aire-rió el enano mientras subían a la habitación. Aquella era una conversación ridícula, su compañero manejaba las hachas como un demonio y desde luego que conseguiría las orejas, la cabeza y lo que hiciera falta de cuantos goblins se le pusieran por delante. Pero Grongar no le iba a dejar de animar por ello.

Estaba claro que aquel enano quería responderme alguna cosa y que se había quedado un poco bloqueado, así que simplemente observé pacientemente a que dijera algo más.

- Vale, pero si hay trampa y hay tesoro, tu cobrarás tus orejas y yo me quedaré con todo lo que encuentre tras esa trampa ¿ vale?

Puede que no fuera ni la mitad de fuerte que aquel enano, pero sí que era bastante más perspicaz, de eso estaba segura y también sabía que por mucho que quisiera matar un goblin, si me acercaba, corría más riesgo de morirme yo, pero había cosas que era mejor aclarar desde un principio y el tema económico, podía llevarnos a tener muchos problemas los unos con los otros.

Además, si la cosa no me gustaba demasiado aún me lo podía pensar antes de irme a ninguna parte. Tampoco me iba a esforzar para nada.

Drommbar se paró en seco ante aquél comentario. Se volvió una vez más y caminó hasta Debbe, a la que llegaba únicamente a la altura del ombligo, aunque era el doble de ancho que ella. Permaneció callado unos segundos, mirándola. Luego sonrió, aunque una vez más su barba no dejó que esa sonrisa fuera visible.

- Parece que tienes agallas -dijo con voz profunda-. Eso me gusta... Pero aunque desactives la trampa, si es que la hay, ¿te ves capaz de acabar con un jefe goblin sin nuestra ayuda...?

Drommbar respiró hondo y pareció hincharse, como un volcán latente a punto de entrar en erupción. Entonces prorrumpió en una carcajada que retumbó en toda la posada.

- ¡Venga, pongámonos en marcha cuanto antes! ¡Me encantará mostrarle a la joven cómo las gastamos los enanos!

Y le ofreció la mano derecha a la joven a modo de bienvenida al grupo, aunque era toda una prueba de valentía intentar estrechar aquellos dedos enormes.

- Drommbar, no seas egoista - se adelantó Ameiko sujetando por el hombro a Kevan - Tu puedes ser diestro con el arma, pero sin la sanación de nuestro amigo Grongar, tampoco llegarías muy lejos cuando estuvieras rodeado de goblins. O sin el talento de la señorita Debbe en las artes del sigilo y la trampería. O, - dijo adelantando a Kevan con un pequeño impulso - ¿Qué decía que hacía usted, señor Deverin? - le guiñó un ojo cómplice.

Grongar se giró hacia Ameiko. El enano pelirrojo la hubiera saltado los dientes de no respetarla, claro que Grongar no se lo hubiera permitido. Decirle aquello era como no decirle nada, solo provocarlo para que saliera el solo a por los goblins y aquel tema ya estaba zanjado. Asi pues Grongar le dio una palmada en la espalda a su compañero para que no iniciase una discusión y se pusiesen en marcha cuanto antes.

Ameiko era una persona impulsiva, y Kevan se encontró arrastrado hacia los dos enanos ruidosos y la otra mujer. No había mucha más gente en la posada a aquella hora de la mañana, desde luego. El Rusty Dragon era famoso por la cantidad de aventureros y buscavidas que se alojaban allí... y todos excepto nosotros cuatro estarían durmiendo la mona.

Quizá Ameiko tenía suficiente experiencia con aventureros para saber que los tres que ahora hablaban le necesitarían... o que él les necesitaría a ellos.

-Pueees...- Kevan se quedó un momento sin saber qué decir. Apoyó la mano sobre la empuñadura de su estoque. Y la soltó cuando se dio cuenta que eso era típico de aficionado.- La verdad es que hago un poco de todo, se algunos conjuros... y no me defiendo mal con el acero, o con el arco.

Inspiró aire con algo más de confianza. -Realmente ya me he dedicado a ésto antes, he luchado contra boggards en los pantanos llamados Mushfens al sur del río Yondabakarri y he cazado oythugs rebeldes en las alcantarillas debajo de Korvosa. 

-Me gustaría ganarme unas monedas cazando los goblins que siempre han molestado tanto a las tribus Varisianas como a los colonos y ciudadanos de Sandpoint. Pero me falta un grupo para hacerlo.- Y al decir esto se quedó mirando al resto de los allí presentes.

Drommbar miró a uno y otro de los humanos, y luego a Ameiko. Se notaba en su cara enana que estaba fastidiado. No había planeado que se les unieran tantos humanos al grupo... pero por mucho que recelara de ellos estaba claro que un par de brazos más siempre eran de ayuda.

- Como sea -dijo-. Pero nosotros nos vamos ya, o todos los cazadores de recompensas de la región se nos adelantarán y nos dejarán sin orejas de goblin. Vayamos a por nuestras cosas, Grongar. Luego saldré a la tienda a comprar un par de pertrechos y nos marcharemos...

Ameiko rió un poco por lo bajo, tanto de la cabezonería del enano como de la extraña timidez que le había entrado al aristócrata al presentarse.

Ameiko era una aventurera experimentada, y sabía perfectamente que la cosa más simple del mundo, o que parecía la más simple del mundo, podía convertirse en una auténtica pesadilla.

- Cuidaros los unos a los otros. Lo agradecereis si volveis todos intactos. - dijo sonriendo - No bajeis la guardia.

Entrecerré un poco los ojos cuando el enano me dio la mano, pues no sabía si aquello me iba a doler o no, pero incluso a sabiendas de que meter la mano en sitios que no conoces era peligro, decidí estrechar la suya, aunque mis dedos fueran muy largos y delgados a comparación de los suyos.

Cuando Ameiko se metió en la conversación reprochándole aquello al enano al que aún tenía delante estuve a punto de echarme a reír, pero me contuve, pues imaginaba que dar rienda suelta a mis carcajadas no era lo mejor que podía hacer en aquel momento.

El otro hombre que había en la posada no tardó en presentarse y levanté la vista para mirarlo a la vez que hacía un gesto con la cabeza, a modo de saludo.

Estaba claro que al final nos marcharíamos a cazar los goblins los cuatro juntos, aunque no nos hubiéramos visto en la vida.

Yo llevaba todas mis cosas encima ya, pues como ya había pensando en salir de aquel lugar al menos un par de horas, preferí hacerlo con mis escasas pertenencias, así que simplemente me senté en una silla, con el respaldo apoyado en mi pecho y mis antebrazos en la parte de arriba del respaldo.

- Vale. Yo os espero aquí que ya estoy lista...

Me quedé mirando al tal Derevin y a Ameiko en silencio, casi estudiando hasta su postura.

Debbe se quedó mirando a Ameiko y a Kevan, a la posadera ya debería tenerla vista, pero Kevan era un hombre de unos treinta años, con un estoque al cinto, y alguna bolsa más. Aparte de la del dinero. No aparentaba ser precisamente fuerte o guapo.

-Yo también estoy listo... y me llamo Kevan, el señor Deverin... pues es mi padre. Cuando salgamos podemos pasar por los establos de esta misma posada donde tengo una mula con algo de equipo, mi mochila y algunos útiles de aventurero.

-La verdad es que vine aquí buscando algún aventurero que otro para ganar algo de oro, esto es un golpe de suerte, con un poco de ella seremos los primeros y podremos llevarnos la parte del león de las orejas goblins.

No dudaba que los enanos serían gente recia, todavía no conocía a ninguno que no lo fuera. Y había escuchado (no hablaban bajo) que uno de ellos podía curar. La mujer delante de mí era un desafío completamente nuevo. Pero al menos tenía un aire de confianza en si misma que exportaba a los demás.

Desde luego que las pintas de aquel hombre decían que seguro que no necesitaba demasiado dinero, pues algo más que los demás ya parecía tener, pero quizás era de esos que lo aparentaban y luego tenían menos que incluso alguien como yo, que no llevaba ni tres monedas de oro en uno de esos bolsillos que nadie encontraría ni queriendo.

- No me quiero meter en tus cosas, pero no pareces necesitar trabajar para ganar oro...

Le volví a mirar desde las botas hasta el pelo, como queriendo reparar en algo que se me hubiera pasado, pero tampoco quería incomodarle, pues debía de ser más o menos de la edad de mi hermano mayor y me imponía un poco, aunque no tenía pinta de ser un desalmado como él, pero eso claro, a simple vista.

Apoyé los codos en la madera de la silla y la cabeza en mis manos, como diciendo que no le seguiría preguntando, que cada cual tenía sus motivos para hacer lo que quisiera.

Grongar y Drommbar no tardaron en regresar, ya ataviados con sus armaduras. El enano llevaba una armadura de escamas que le cubría hasta casi el muslo y un escudo sin símbolo alguno. En su cuello brillaba plateado el símbolo de Cayden Cailean y de su cinto colgaba un hacha y una bolsa de cuero con los bordes decorados.

-Bien, ya estamos listos para la juerga-dijo sonrriente.

Las palabras de la mujer resaltaban lo evidente, y no sólo sus ropajes o su porte, sino también en su mente... realmente no necesitaba salir a matar goblins, podía quedarse toda su vida de gorrón con sus padres o su tía.

Comiendo nabos y oliendo a col. Ni de coña.

-No lo necesito, pero desde niño siempre he tenido... sed de aventuras, por así decirlo. Me encanta descubrir cosas nuevas y hacer algo de ejercicio.

En la voz de Kevan no había la ilusión de un aventurero novato, dispuesto a todo, sino quizá la de un profesional con algo de experiencia. -Ya he hecho algunas expediciones y siempre me ha ido bien. Desna* ha estado conmigo.

-Y aunque no lo necesite, no me voy a quejar por tener algo de oro adicional.

Terminó haciendo referencia a las palabras de la mujer. -No te metes en absoluto. Entiendo que quieras saber algo de las personas con las que vas a jugarte la vida en breve. Aunque espero que no lleguemos a tanto.... vaya, ya bajan nuestros compañeros.

Los enanos bajaban ataviados con sus armaduras. Kevan tenía la suya en la mula pero era un simple justillo de cuero tachonado y podía ponérselo por el camino.

No esperaba una explicación como aquella, quizás, porque si a mí me hubieran preguntado algo así, seguramente hubiera puesto mala cara o respondido, a lo sumo, tres palabras, pero él no parecía tener problema por hablar y asentí.

- Entiendo que lo haces por no aburrirte entonces. - Puse cara de comprenderle. - Doy fe de que este lugar es el más aburrido en el que he estado nunca. - Lo único que le había faltado a aquella frase para enfatizarla más hubiera sido que me pusiera a bostezar.

Asentí después, al explicarme aquello de que no le había molestado que le preguntara, más que nada, porque aquella sería mi respuesta a sus palabras, pues seguir comentando algo de aquello sólo hubiera llevado a hablar de sus cosas y la gente, como bien sabía, se puede poner un poco violenta cuando recuerda cosas que no le gustan.

No le había calado aún lo suficiente como para saber a qué atenerme.

Por las escaleras comenzaron a desfilar los enanos, pero antes de verles, por el pasillo, ya se les podía escuchar, como si en vez de dos fueran trescientos.

Drommbar llegó abajo, y cuando pudieron verle descubrieron que si antes imponía, ahora daba auténtico terror imaginarlo como oponente. Iba vestido con una armadura artesanal, de escamas de color metálico oscuro y bordes de un tono áureo. Su rostro ya no podía verse, pues lo cubría una gruesa máscara de batalla enana surcada de arañazos y abolladuras, pero que aún así parecía ser más resistente que cualquier escudo que hubieran podido ver jamás. Los ojillos del enano brillaban a través de los orificios de la máscara.

- Bueno... ¿nos vamos ya? -dijo con impaciencia, con una voz profunda y curiosamente metálica a causa de la máscara que cubría su boca.

Ameiko-dijo el enano acercándose a la barra- espero estar para la cena con ese collar de orejas que te prometí. Espero que tengas un buen barril esta noche para celebrarlo-bromeó el enano antes de girarse hacia el resto- bueno, pues si nadie mas se va a unir a este baile lo mejor será que marchemos ya.

- Has de saber, Grongar, que yo no pienso aceptarte ese collar de cartílagos como pago - bromeó Ameiko - Pero cuenta con la cerveza. Habrá una para cada uno de vosotros sobre la mesa cuando caiga la tarde. Y después ya cada uno que mida lo que pueda. - sonrió.

Uno a uno se fue despidiendo del grupo, que se encaminó hacia los pantanales con una gran sonrisa en la cara.

Quizás, aquello que les esperaba era una de las últimas cosas que imaginaban que iban a encontrar. No eran conscientes del cambio tan radical que iba a dar sus vidas.

-Sí, es bastante aburrido.- comenté a Debbe. ¿Se llamaba Debbe? Lo debía haber oído antes, mientras charlaba con los enanos.-A los campesinos les gusta eso. Pero tenías que haber estado hace unos veranos, cuando atacaron los goblins... o aún peor, al año siguiente que atacaron los gigantes.

-Entonces no fue nada aburrido. Aunque yo estaba en Korvosa... en la universidad... esto... sí, ya vienen los enanos.-dije para ver a continuación a un enano con una armadura aterradora.

-Vaya, con eso no creo que ningún goblin se te acerque.

Luego escuché el horrible regalo que pensaba darle Grongar a la posadera... no sabía si le haría ilusión, pero si sabía que a más de uno en el pueblo, a los que habían perdido parientes a manos de los pequeños diablos o a la cazadora Shalelu, que siempre aconsejaba a Sandpoint contra los goblins, les encantaría.

-Si no os importa salimos por los establos y así puedo recoger mi mula. 

Realmente había acudido al Rusty Dragon aquella mañana para ésto. Una sensación de hormigueo se revolvía en mis tripas, pero al menos me sentía vivo, por primera vez en varios meses.

Los pantanales eran una región pequeña, pero su frondosa maleza que rodeaba por todos lados los serpenteantes caminos y las embarradas ciénagas hacían que avanzar fuese de lo más frustrante. Esa era la razón por la que no habían hecho nunca un mapa de aquella zona.

Estaba situado al sur de Sandpoint, asi que os acercasteis desde el norte. Al poco, cuando ya estabais cerca, visteis el nuevo camino de los pescadores que se internaba en el interior del pantano, hacia donde (suponiais) vivía aquel extraño mediano. También, hacia el sureste, salía otro camino que rodeaba la zona.

Ahora que estabais cerca podiais distinguir algunos de los árboles: cipreses, eucaliptos  robles y sauces; que tapaban plantas bajeras como ortigas juncos y otras plantas pantanosas.

Os mirasteis los unos a los otros. ¿Seguiríais el consejo de Ameiko e iriais a la cabaña del mediano a tratar de que fuese vuestro guía, o buscariais, hacia el sur, algún camino más alejado del pueblo y que fuese menos frecuentado?