Partida Rol por web

Ramsey olió la cosa y la miró con detalle e interés.- Necesito mi laboratorio...-le dio una lamida-. Hum...Un corazón rojo, no puede ser más que...¿el poder? -la cabeza de momia se distrae con facilidad.- ¡Tú tienes ese poder! ¿No te acuerdas? Fíjate bien...es que yo tampoco recuerdo, ¡solo soy una cabeza sin cuerpo! -se fijó en la lagartija monstruosa- ¡Osiris nos asista! 

Jonathan lanza la piedra. Distrajo, por increíble que parezca un poquito al rugiente y cabreado bicho. Debe ser el sentido del oído o la percepción de la criatura, atrofiados. Ambos corren por la orilla, cogidos de la mano, sorteando ramas gigantescas, troncos de palmeras datileras, aullidos de chimpancés y cantos de loros, corriendo, acarreando la chica con una soga más grande que ella. La ha pillado entre los restos del velero naufragado, y también encontró una botella de grog sin romperse, que lo ponía claro en la etiqueta, GROG, la usaría para superar la desesperanza. Evitan un zarpazo y que la bestia aplaste a ambos, por muy poquito.

-¡Que no me acuerdo, te digo! ¡Tú sabrás, eres la periodista, la que escribe las noticias! -chilla la momia en sus aposentos húmedos en la mochila. 

Lara bebió el líquido de su cantimplora. Es poquita la cantidad. Huele a naranjas amargas, sabe a naranja amarga. Ahora, sí, y del potingue de Oráculo, no. Caprichosa, la animadora. Se estremeció toda ella, casi como Asterix y la poción mágica. No se hizo pis pero cerca estuvo. SuperLaraNina en Acción, sin transformaciones visuales, que el juego a veces es sobrio y sencillo.

Indy ya ha saltado hacia la liana, las cataratas ya abrazan la proa del botecito. No llega, Lara le aúpa, a pesar de su nueva endemoniada energía, casi, no llega, , ¡el látigo los salva! El Dr. Jones se balancea igual que un mono, luego va la intrépida Lara, lo consigue. ¡Pero Mr Bean cae por las aguas rugientes y enfurecidas! Nina, es ella, corta otra liana, con los dientes, y sí, a lo Jane, o Tarzán, o Chita, como solo Lara Croft puede hacerlo, una elegancia pasmosa, atrapa en su vuelo, de la muñeca a Michael, a la vez que lo hace Bastian, y los tres vuelan agarrados de las gruesas y elásticas lianas.

Adéle y Jonathan llegan a ese punto, en la ribera, no lejos el monstruo, oliendo el miedo. Eve arroja la cuerda...a la carrera, toda loca, lo suyo no es correr con esas estadísticas que se ha montado...sin embargo, no veas como lo hace esta vez, para apuntarse a los Olimpics games de Jumanji, no le va a la zaga ni retrasa a Jonathan...Y WUAAALAAAA, un tortazo tremebundo de la bestia parda que arranca palmeras, parte del suelo, piedras, monos y aves del paraíso, arañas y culebras, todo por el aire, incluidos Ismael y Eve, revueltos, entremezclados con hierbajos y animaluchos, dando vueltas sobre sí mismos como muñequines.

Hasta que justo chocan y se golpean con sus otros tres amigos que se zarandeaban como trapecistas de las lianas. Carambola plena en el aire, diez de diez. Menuda colisión estelar. *

La mirada de Nina se estrechó al escuchar a Bastian hasta tal punto que solo podía filtrarse a través de sus ojos un sentimiento poderoso y abrasivo como el Napalm, el amor propio. No es que Nina tuviese mucha autoestima en su interior, era más de proyectarla hacia fuera, pero las palabras de Bastian le habían chirriado como un tren cargado de bisagras a punto de descarrilar.
—No necesito que me salves, puedo ser salvada por mi misma y sino Beanny lo hará —le sacó la lengua y se pusieron en marcha —. No soy una de las chicas de tus peliculas, Indy.
Ya le gustaría a él que fuese una de las chicas de sus películas, para que pudiera verla una y otra vez y... ¿Era el mejor momento para pensar en esas cosas? Se caia, estaba claro. Abajo de la líana.
—Vamos Indy, usa tu látigo. ¡Sálvame!
Aquel fue un buen viaje, saltaron, rodaron, giraron. "Esa fresca de Amber Thyssen diría que me estoy dando un revolcón con estos dos". Y lo cierto es que así era. Se lo estaba pasando bien.
—¡Indyyyyyyy! —gritó todo lo fuerte que pudo —. ¿Por qué no se te cae el sombrerooooooo...? No lo entiendoooooo....

En un momento estaba de nuevo hundido en el río, en otro estaba volando por los aires. El golpe de una de esas criaturas había hecho que cayera por un lado del bote. Como me había pillado de improvisto, empecé a tragar agua.

-"Glu, gluglú, glu glu, gluú gluglú." Decía cada vez que salía a flote.

Enfrente teníamos una cascada; una caída de agua de tres kilómetros de altura por lo menos. Intentaba bracear para salir a flote y poder respirar. La corriente, poderosa, me arrastraba sin remisión. En el bote, mi adorada Lara e Indiana el resucitado. De los otros dos no sabía que había pasado con ellos. ¿Habían muerto en el aterrizaje del barco pirata? ¡Ahora mi vida estaba en juego! Al ver que no podía hacer nada, solo mantenerme a flote, nadé como un perrillo hacia la orilla. Una brazada, dos, tres, cuatro... Ya estaba cansado y no había conseguido nada. ¡Probaría con otro estilo de nado! Intenté saltar por encima del agua como lo haría un salmón cuando van a desovar aguas arriba, pero claro, yo no era un pescado, así que solo hice el ridículo. ¿Y si nadara como la delfina? Junté las piernas y los pies e hice fuerza a un lado y a otro, a un lado y a otro... ¡Y por casi me ahogo! Ese tampoco valía. Iba a probar con el estilo cangrejo pero se me acabó el tiempo; la caída era inminente. Me puse una mano en la nariz, para que no me entrara agua y con la otra me agarré las rodillas, haciéndome una bola. ¡Adiós lectores!

Una mano primero y luego otra diferente me agarraron de ambas muñecas, elevándome y sacándome del agua. ¡Eran Indiana y Lara, mis salvadores! Les miré mientras volaba por el aire, sonriéndoles y agachando la cabeza para darles las gracias. Parecíamos un trío de trapecistas del circo. Desde mi posición se veían buenas panorámicas, así que me senté en una silla imaginaria, agarrado por ambas muñecas como estaba, y me dispuse a disfrutar del viaje.

-"Ajá, kiko fufú mimimí." Les dije sonriendo.

¡Otro golpe! Esta vez me vi envuelto en un amasijo de cuerpos. Mis dos compañeros que faltaban aparecieron por un lado y nos golpeamos todos, saliendo disparados hacia varias direcciones. ¿Dónde caeríamos esta vez? ¿Más agua y vegetación? Deseaba que no, ya había tenido suficiente.

El quinteto salió despedido después de semejante colisión en las alturas, volando sobre la peligrosa selva esmeralda y las cascadas de tres kilómetros o más de caída. El patoso y suertudo Mr, Bean sujetándose a la correa del zurrón de Indy. Este a la mano de una superLara. Mientras que Jonathan y Eve se mantenían también unidos de la mano, que no se le escapara la chica al galante caballero mosqueado desde el inicio.

Volaron y volaron, viendo el mundo, el tiempo, la vida, pasar. Leones y leonas les saludaron desde allá abajo, gatopardos, elefantes minúsculos y orangutanes a media siesta. Para aterrizar finalmente en el tormentoso río una vez más. un SSSSPPLLASSSSHSSSSS

tremendísimo. Se hundieron, fueron arrastrados por la corriente, una vertiginosa carrera tragando agua y más agua. Hasta que los trepidantes saltos de agua revoltosos los condujeron a una grieta angosta entre los márgenes de un recodo del río, los succionó lo mismo que un aspirador y se desplazaron por un tìpo de embudo que os impulso de manera violenta al interior de una caverna. Una cueva sorpresivamente iluminada. 

En la playita de la gruta, veis que la hembra de delfín zozobró a sus esfuerzos, está ahí tirada, tiesa, tiesa, entre sus últimos estertores, soltando mucha sangre y muriendo finalmente ante vuestro atónitos ojos.  Tras Wimperina se extendía toda esa pintura sangrienta y roja y con cierta tonalidad azul turquesa, que soltaba por la herida. Y más atrás se observaba más sangre…quizá de los monstruos monstruosos.

Después de eso, cerca estáis de desmayaros, sin casi aire en los pulmones. Menos Ramsey, claro, que no lo mata ni una bomba de mil kilotones de megauranio.

-¡Los dioses nos asistan! ¡Quiero regresar a Egipto!

Al cabo de un rato, os vais recuperando, entre toses, náuseas y arcadas. Todos ahí, estirados y helados, al lado del río.

El golpe fue brutal e hizo que todos cayéramos en el río de nuevo, más allá de la supermegacatarata. La corriente, que seguía siendo rápida, nos arrastró cientos de metros hasta llegar a un recodo en el que había una grieta por el cual parte del caudal del río se perdía en la oscuridad de la piedra. Fuimos succionados. Yo ya estaba medio ahogado, sin fuerzas. Me dejé llevar por la corriente y cerré un ojo, luego otro y por último el otro. La cueva donde terminamos estaba muy bien iluminada y había una especie de remanso con una playita de arena finísima, como la de las islas del Caribe. Terminé varado en ella, junto a los demás. Quedé boca abajo, con la cabeza echada hacia un lado, moribundo. Veía a la delfina dar sus últimos coletazos antes de expirar y manchas de sangre por doquier. Cerré de nuevo los ojos para descansar. Estaba muy cansado y necesitaba dormir un rato.

No vomitó porque era una señorita. El mundo había dejado de dar vueltas, ella no. Era una peonza en el tablero sideral de la vida, girando sin rumbo, errática, sin saber cuándo o como debía parar.

—¿Hemos llegado ya?

Contuvo la náusea. Estaba empapada otra vez. La ropa se le pegaba a la piel, igual que el cabello. Mi reino por un toalla de algodón egipcio. Estaban juntos. Se alegró. Tenía mucho que contarles. Era vital, de primera urgencia.

—¡Lo hicimos Beanny!

Pero Beanny no estaba bien. Algo le pasaba. ¿Había tragado demasiada agua? ¿Se había golpeado contra las rocas? Cerraba los ojos. Solo está durmiendo, jajaja, menudo personaje este Beanny. Se decía, nerviosa. Se muere.

—¡Beanny!

Saltó a su lado, sabía lo que tenía que hacer. Una no era capitana de las animadoras sin ver antes unas cuantas caídas aparatosas, por no hablar de los neandertales jugando al fútbol, tratando de matarse unos a otros por una pelota con forma de dirigible. Sangre fría. Sabía cómo hacer una RCP. Le abrió la camisa, colocó sus manos sobre su pecho. Presionó, contó. Le metió aire por la boca usando el boca a boca. No podía perderlo. No podía.

Abrí un ojillo para mirar quién me estaba comiendo los morros y era ni más ni menos que... ¡LARA! Como adoraba a esa mujer.

-"Laraaaaa..." Dije medio ahogado y echando agua por la boca.

Multitud de gotitas la salpicaron. Volví a cerrar el ojo.

Tras nadar hacia la superficie, Indiana Jones no podía creer lo que ocurría, estaba volando por los aires, sujetando como podía a Lara, y a Bean. Ella le grito algo de su sombrero. ¡Eso sería catastrófico! Volaron y cayeron en otra cascada, esta vez más profunda. Lamento profundamente ver a Winterina en ese estado, y le gustaría poder haber hecho mas para salvarla, pero tras eliminar a los cocodrilos que la perseguían, tuvo que elegir, y afortunadamente sus compañeros estaban a salvo. Los miro con intensidad, y se acomodo el sombrero que había perdido forma. ¡No todos! Mr Bean estaba hundiéndose, pero Lara se lanzo en su ayuda, rompiéndole la ropa, y empezando a hacerle un RCP, incluso hasta besándolo. Un ramalazo de envidia corrió por Bastian. Ojala tuviera alguien que se preocupara asi por el.
Bastian se miro el brazo. Una sola raya verde. Esperaba ahora tener tiempo, y esperaba estar en lo cierto. Antes de que el mundo quisiera matarlos de nuevo, reviso el contenido de su morral, y observo con detenimiento que era lo que tenia y para que serviría aquel minicaliz.

Mr Bean cerró sus tres ojos ¿? , ejem, sintió de nuevo el frío abrazo de la muerte. La nada. La oscuridad. Los esfuerzos de Lara no sirvieron para devolver la vida a su frágil cuerpecito. Jumanji no funciona como en el mundo real. Una vez más el videojuego les mostraba que debían adaptarse.

O quedarse dentro de él. O morir. Se transformarían en espectros. No habían asumido todavía sus circunstancias actuales.

El simpaticón inglés se desmaterializo en brazos de Lara, se quedó besando el aire de la cueva. En breve, en un plis plás, un estallido de luz y, vomitando agua, pero completamente seco, Mr Bean recobró la consciencia tirado en la orilla del lago interior, al otro lado de Nina. Le ardía el antebrazo, y, al comprobar su estado, horrorizado descubrió que se había sumado una franja negra a la anterior. 

Solo le quedaba una en verde.

Por su lado, Indy abrió la bandolera, extrajo el cáliz y lo observó a la luz tenue que emanaba de paredes y techo de la caverna. Abrió la tapa sin problema. Contenía un líquido de suave color ambarino, sin que desprendiese aroma, perfume ni fragancia alguna.